Capítulo 29: Placentero recibimiento

Jungkook


Tomé el viaje de regreso a casa como una oportunidad para poder descansar y recuperar las energías gastadas durante el fin de semana en Busan, porque no sólo me mantuve entretenido con la competencia de matemáticas, sino que también aproveché la oportunidad para visitar a mis familiares que residían en Mandeok-dong.

Lo importante era que conseguimos quedarnos con el campeonato intercolegial. Ganamos a nivel nacional y me hacía sentir muy orgulloso de mí mismo, de mi desempeño y de la seriedad con la que encaré este proyecto, balanceando mi vida privada con mis responsabilidades para con mis compañeros.

Y, hablando de vida privada, no podía esperar a encontrarme con Jimin y Taehyung.

Era bien entrada la noche del domingo y el bus del colegio en el que regresamos estaba aparcando en esos momentos en el centro de transferencia de Seúl. Apenas tendría un momento para compartir una cena o algo con ellos y me fundiría en mi cama a descansar hasta mañana, para estar con las pilas puestas para el comienzo de la semana.

Una vez que los coordinadores nos dieron el permiso de bajar del vehículo, nos agolpamos en el pasillo y fuimos descendiendo uno a uno.

Había varios padres junto con compañeros esperando por nosotros, así que me costó un poco buscar una cabellera rubia que destacara entre los demás mientras esperaba a que me entregaran mi maleta de viaje.

—¡Kook! ¡Kookie! —escuché un gritito por alguna parte.

Minnie salió desde detrás de un grupo de padres, que lo miraron escandalizados por la forma en que vociferaba mi nombre a los cuatro vientos. Por supuesto, a él no le interesaba en lo más mínimo lo que los demás pudieran pensar.

Vestía una campera abrigada bastante colorinche, vaqueros y borcegos negros. Un gorro de lana rosa resguardaba su rubia cabellera de los finos copos que empezaban a caer.

Corrió directo a mí y por poco nos tumba contra el suelo cuando se me abalanzó en un abrazo. Me besó sin ningún tipo de tapujo, delante de las demás personas. Sentí su naricita fría en contacto con la mía.

—Hola a ti también, Jiminnie —reí, feliz con este recibimiento. Mis manos enguantadas acariciaron sus mejillas coloradas, y sus preciosos ojos me devolvieron un brillo especial. Lucía más bonito que antes, si es que era posible.

—Tranquilos, tórtolos. Todo el mundo está viendo su novela ahora mismo.

Esa voz tan ácida.

Me giré con Jimin todavía envuelto en mis brazos para encarar a Taehyung, que llegaba junto a nosotros arrastrando mi valija. La había tomado de entre las demás mientras me distraía con nuestro novio.

—Bienvenido, gruñón —me sonrió. Acto seguido, se unió a nuestro abrazo y nos estrechó con tanta fuerza que Jimin y yo nos quejamos—. Te extrañamos... o tal vez no tanto.

Negué con la cabeza, quitándole importancia a sus frases sarcásticas.

Él estaba bien vestido, con su infaltable campera de cuero y el resto de su ropa a juego con el color oscuro. Llevaba el cabello suelto, cosa que me sorprendió porque no era muy común que se lo dejara ondear.

—Calla, Tae. No seas desagradable —le recriminó Jimin, empujándole el hombro con una manita. Se lanzaron una nada sutil mirada de odio, hasta que los distraje.

—Bueno, espero que me lleven a comer porque estoy muerto de hambre.

Lo siguiente fue un viaje en el auto pequeño de Minnie, conducido por Taehyung a modo de taxista para que nuestro desvergonzado novio me comiera la boca y me manoseara con total impunidad en el asiento trasero.

La calefacción hizo que nos quitáramos los abrigos y las ventanas comenzaron a empañarse un poco, lo suficiente como para que el resto de autos que transitaban por la autopista no descubrieran lo que hacíamos allí dentro.

De vez en cuando, Taehyung me lanzaba miraditas y sonrisas cómplices. Dejó que disfrutara de las atenciones de Jimin sin decir ni una palabra durante el viaje hasta la hamburguesería más cercana. Si no les conociese bien, hubiera pasado por alto la sensación de que me estaban escondiendo algo, pues sus comportamientos no eran muy normales que digamos.

—¿Hay algo que tengan que confesar? —interrumpí los fogosos besos de Jimin, una vez que Taehyung estacionó en el aparcamiento de la hamburguesería.

Observé a mi lado, a mi novio de años. Los mofletes se le inflaron y sonrosaron, al mismo tiempo que esquivaba mi mirada. Era el claro signo de cuando no quería confesar que hizo algo malo.

Por su parte, Tae apagó el motor y se dio la vuelta en el asiento del conductor para mirarme de frente.

—Especifica "algo" —dijo.

Puse los ojos en blanco.

—Follaron.

¿Tanto les costaba decirlo? Ya estaba hecho y no había vuelta atrás.

Si iba al caso, no confiaba en que mantuvieran su palabra de sólo mantener relaciones sexuales de manera oral. Tampoco me molestaba que me hayan mentido. Sólo quería que tuvieran la decencia de confesarlo para que pudiéramos seguir adelante.

—Perdón, Kookie —susurró Jimin, haciéndose bolita contra la puerta de su auto—. Una cosa llevó a la otra y nos dejamos llevar. Antes de que nos diéramos cuenta, ninguno quería parar.

—No pasa nada —suspiré.

Los dos me miraron como si estuviera loco. No daban crédito de que me mantuviera tan calmado. Supongo que esperaban que explotara o una cosa así.

La cuestión era que les di el permiso para que hicieran lo que quisieran desde que les permití que se reunieran durante mi ausencia. Era más que claro que no se iban a aguantar. No los culpaba, porque si hubiera sido al revés, yo tampoco me hubiera resistido a follar.

—¿Estás... seguro de que no pasa nada? —preguntó Taehyung, cauteloso.

—Sí —me encogí de hombros—. Tendré mi tiempo a solas con Jimin cuando quiera, ¿verdad?

—Por mí no hay problema, hombre —asintió. Luego, abrió la puerta y salió, para dejarnos cierto espacio.

Miré a Minnie, que tenía los ojos dubitativos y se reflejaba en ellos cierto recelo.

—¿No vas a decirme algo? —cuestionó, con la vocecita suave que hacía cada vez que buscaba salirse con la suya.

—Que te amo. Y como te amo, respeto tus decisiones. Ahora, según nuestro acuerdo, se supone que debes hacer conmigo lo mismo que hiciste con él. ¿Estás bien con eso?

Asintió.

—Entonces no hay nada más que discutir. Queda una follada a mi favor —le sonreí. Me acerqué a su rostro, lo suficiente como para alterarle la respiración, y susurré: —Lo cobraré cuando quiera y donde quiera, ¿bien?

Sus labios temblaron y sus ojitos se achinaron por la tensión sexual que se cargaba en el pequeño ambiente. Se limitó a asentir, porque estaba seguro de que sólo saldría un gemido de esa boca deliciosa.

—Vamos a comer —zanjé el tema, abriendo la puerta tras su espalda.

La cena se desarrolló de manera normal, hasta que decidimos ir a mi casa para estar más cómodos. Un trío muy unido llamaba la atención y no me sentía cómodo como para soportar mirones cuando quería estar meloso con Jimin. No tenía ganas de aguantar esa noche por el cansancio del viaje. Cualquier otra me daba igual.

Ya en mi casa, más distendidos en la comodidad del living, sin familia de por medio y con música de fondo, compartí con ellos cómo fue la competencia, algunos momentos importantes con mis compañeros de grupo y les conté sobre la visita que le hice a mi abuela en Busan.

La vi mucho más entrada en años que la última vez. Las canas acentuaron su color, tenía más arrugas y líneas de expresión en su cara y optó por un bastón para poder desplazarse por la casa que compartía con uno de mis primos, el cual se encargaba de cuidarla bajo el pretexto de que no quería vivir con mis tíos.

Lo que me dejaba tranquilo era que no se apagaba ante ninguna situación. Su humor cálido y hogareño seguía vigente. Bromeaba, reía conmigo, ajena a las vicisitudes de la vida misma. Deseaba que fuera eterna y nunca se apagara esa chispa especial en ella.

Nuestro vínculo era muy estrecho. A pesar de no poder verla muy seguido por vivir con mis padres y mi hermano mayor en Seúl, intentábamos no perder el contacto mediante llamadas telefónicas. Como conocía a Jimin, constantemente me preguntaba por él, pidiéndome que lo lleve a Busan. Estaba encariñada con él y le tenía un gran afecto.

No había nada que le ocultara. Sin embargo, desde hacía rato quería compartirle el asunto de Taehyung.

Se había enterado de mi pelea con él y mi reconciliación con Jimin pero, desde luego, no conocía los detalles escabrosos de cómo terminamos metidos los tres en una relación poligámica. En parte, temía que no le cayera bien, pues era una mujer tradicional, regida por los antiguos valores. Fue una sorpresa que aceptara a Jimin como mi novio la primera vez que se lo presenté, aunque eso fue gracias a que mis primos y yo nos encargamos de modernizarla al compartir tiempo con ella y Jimin era... bueno, Jimin. Hacía magia encantando a las personas.

Era la única abuela que me quedaba y no quería matarla de un disgusto. Solía decirme en secreto que sentía más cariño por mí que por mis otros primos y por eso no quería decepcionarla. Ella confiaba en que estaría toda mi vida con Jimin, veía nuestro cariño como un amor sincero y duradero. Decirle de golpe que aceptamos meter a alguien más en nuestra relación parecía algo demasiado actual como para digerir.

Aun así, tomé el coraje y se lo conté antes de regresar a casa.

Fue muy madura al respecto. Lo aceptó, bendijo nuestra relación y exigió que lo trajera para la próxima festividad junto con Minnie. Se mostró dispuesta a conocerlo, sorprendentemente.

Y no perdió oportunidad de decirme que no dejara que Taehyung embarace primero a Jimin, que el primogénito le correspondía por honor a la familia Jeon, por los años que pasé dedicándome a él. No me presionaba para tener nietos pronto, sólo quería que sus nietos tuvieran primero nuestro apellido.

Me causó risa, porque ni siquiera pensaba en bebés a esta edad. Sólo deseaba mantener mi noviazgo, explorar nuestra sexualidad juntos, terminar el colegio con un buen promedio que me permitiera ingresar a una universidad de élite y estudiar medicina. Tener una familia llegaría luego, eventualmente.

—¿Qué tal está la abuela? —me consultó Minnie al sentarse entre medio de Taehyung y yo.

Traía en sus manos una bolsa de papas fritas que confiscó de mi cocina. Pequeño goloso. Ya descubrió dónde escondíamos los snacks.

—Bien. Le hablé de Taehyung y quiere conocerlo —respondí, echándole una ojeada a mi camarada.

El interpelado me miró con una sonrisa coqueta en su cara, remarcada por su cabello despeinado.

—¿Tengo que encantar a más miembros de la familia Jeon?

Sí. Conoció a mis padres de pasada, justo cuando llegábamos. Los saludó antes de que ellos subieran a dormir. Sabían lo de nuestra relación y lo trataron con respeto, a pesar de que les costara entender del todo, y fueron amables con él.

—Sólo si tienes los huevos para hacerlo —me encogí de hombros, provocándole—. Mi abuela tiene buen ojo. O le caes bien o le caes mal. Y si le caes mal... —dejé la frase flotando en el ambiente.

Minnie se carcajeó.

—¡Es verdad! —confirmó, con la boca llena de papas crujientes—. La abuela Jeon es como una bruja. Si alguien le cae mal, siempre es por algo.

—Si le caes mal, tendremos que sacarte de nuestra relación, Tae. Por precaución.

Él arrugó el entrecejo en un gesto enojado y chasqueó la lengua en desacuerdo.

—Ya se tragarán sus palabras —respondió, robando la bolsa de Jimin.

Nuestro pequeño le permitió que disfrutara de su tesoro. Tenía otra idea en mente.

Arrastró su cabeza hasta mi regazo, donde la apoyó sobre mis muslos al recostarse. Relamió sus labios con una sonrisa pícara dedicada a mí y desabrochó mi pantalón con las manos.

Se las sujeté, nervioso. No quería que me pruebe porque no había tenido una ducha desde el día anterior. Sin contar con que ni siquiera estábamos en la habitación.

Pero Minnie era así. Le gustaba difuminar los límites de lo decente, hacer las cosas más sucias y pervertidas en lugares públicos y tentarme a negarle algo.

—Después —le susurré.

—Ahora —protestó, pellizcándome el bajo vientre y ocasionando un escalofrío placentero que desembocó directo a lo largo de mi polla.

Busqué a Taehyung.

Él recostó su cuerpo contra el reposabrazos, en una posición que miraba hacia nosotros. Había burla y excitación en su expresión, a medida que masticaba papa tras papa de la bolsa.

—¿Te quedarás ahí sin hacer nada?

—No me toca a mí —me dijo.

Minnie terminó de sacar la parte superior de mi polla y la envolvió con una mano. Miré hacia abajo y me saludó la imagen de su lengua trazando mi longitud, besando la punta con esos labios brillantes de saliva.

—Bájate un poco el pantalón —demandó.

De manera torpe, alcé las caderas y bajé el borde de mi pantalón junto con el bóxer a la altura de las rodillas. Liberé mi polla por completo, y con eso le permití un mejor acceso al abrir las piernas.

Se metió la pesadez de mis testículos en la boca, jugando con mis bolas alternativamente. Su mano derecha se aferró a mi polla, frotándola desde el glande a la base y viceversa.

—Ah... Minnie. Tu boca... —suspiré, perdiendo el control.

Mi cabeza quería descansar en el respaldo del sofá y al mismo tiempo no quería perderme la hermosa visión de mi novio chupándome.

—Estás muy cargado —se refirió a lo llenas que estaban mis pelotas. Había almacenado días de esperma, aguantando el impulso de masturbarme, para que lo que saliera fuera sólo de él.

—¿Vas a tragarlo todo hoy? —pregunté.

Vi estrellas relucir en sus ojos. Relamió su boca y se acarició los belfos con la punta húmeda de mi miembro. Era hermoso, tan sensual. Tenía un don extraordinario para hacer esto.

—Sí, Kookie.

Sin mediar aviso, volvió a meterme en su boca. Cabeceó con más energía, ondulando su lengua a mi alrededor y arrastrándome a orillas del orgasmo.

—Más profundo —ordené, apretando los dientes.

Aferré mis manos entre su cabello resplandeciente, obligándole a tomar más de mí. A pesar de que sentí su reflejo nauseoso, eso no le impidió continuar.

Gruñó cuando me vine en su boca. Mi carga se impulsó hasta lo más hondo de su boca, y él trago hasta la última gota que ordeñó, obediente.

Siguió provocándome por unos segundos más, burlándose de mi sensibilidad, hasta que me volví flácido en su boca.

—Buen chico —le sonreí, con la vista perdida—. Pero esto no es todo.

—Lo sé —murmuró.

Sus ojos estaban enrojecidos. Tal vez fui muy duro con él, pero por la satisfacción que iluminaba su rostro, estaba orgulloso de lo que me había hecho.

—Gracias por alimentarme —susurró contra mi oído al incorporarse. Le dedicó un guiño cómplice a Taehyung y ambos se pusieron de pie.

—Creo que me toca llevarte a dormir, campeón —escuché a Tae decir vagamente, antes de que mis ojos fueran vencidos por el sueño.

El siguiente será el último capítulo. Les aviso para que vayan preparando los pañuelos. No queda mucho más que agregarle a la historia, quizás algunos extras como el casamiento o la noche de bodas pero aun no estoy muy segura. Les gustaría?

Espero tengan una bonita semana! 💖😊 Les mando todo mi cariño, criaturas preciosas que arreglan mi corazoncito. Se me cuidan mucho, que les quiero siempre bien y felices 💕

-Neremet-

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