Capítulo 23: Beso ajeno
Desde que Jimin me declaró su interés por tener una relación de tres personas, estuve de acuerdo. Internamente no me hacía mucha gracia la idea de compartirlo, pero no me creía capaz de arrebatarle esa estúpida esperanza de que las cosas podrían funcionar de esa manera.
Me pidió que fuera paciente, que le diera un tiempo prudencial para que las cosas entre él y Taehyung se estabilizaran lo suficiente como para que pueda explicarle cuál era su propuesta. Se lo di, y me aguanté callado los celos y las inseguridades que me embargaban al saber que no tenía control sobre lo que hicieran juntos. Si se veían a solas, no tenía forma de enterarme a menos de que Jimin me lo contara.
Él era bastante abierto al respecto. Me avisaba cada vez que se veía con Taehyung, cada vez que tenía pensado cruzárselo en público, como una forma de que yo estuviera enterado de que se encontrarían y que no me sorprendiera.
¿Qué otra cosa podía hacer aparte de agachar la cabeza? Estuve de acuerdo con ello desde el principio, no podía simplemente ir y decirle: "Jimin, no quiero seguir con esto. No soporto verte con ese tipo". Le arruinaría la felicidad por completo, porque él creía que funcionaría, que de la noche a la mañana los tres nos tomaríamos de las manos y tendríamos una relación sin roces ni dramas.
La cosa es que nada sale a pedir de boca, y el claro ejemplo era que a Jimin le salió el tiro por la culata. Su propia madre lo saboteó al contarle a Kim que seguíamos viéndonos.
Conociendo a Ingrid Park, no lo había hecho por pura maldad, sino que estaba sinceramente preocupada y temía que hubiera un nuevo enfrentamiento entre Taehyung y yo. Pasamos por eso antes y no salió bien, así que su idea era poner sobre aviso a Kim para que estuviera al tanto de la verdad, sin secretos de por medio, y evitarnos a todos volver al hospital.
A Jimin no le sentó nada bien. Tuvo una gran discusión con su madre y le alteró que Taehyung no respondiera a sus llamados. No quería verle, ni saber nada de él. Ni siquiera lo recibió cuando fue a buscarlo a su casa, con la esperanza de poder aclarar el malentendido.
Eso no hacía más que preocuparle por su inestabilidad.
La realidad era que no sabíamos cómo podría tomarlo. Lo más probable era que recayera en las drogas que le prometió a Jimin no volver a consumir. De vuelta estaríamos en el círculo vicioso, con un adicto volátil.
Su falta a clases a lo largo de la semana tenía a mi novio histérico. No sabíamos nada, ni siquiera el director tenía noticias. Lo único fehaciente era que no se había trasladado de colegio, una buena señal.
Pero dónde estaba metido o en qué líos se habría inmiscuido ahora, era un misterio. Hablo de líos porque Taehyung tenía una fuerte tendencia a discutir y pelear por nada. Cualquier excusa era válida para empezar una riña. Ese era su modus operandi. Agregándole el consumo de sustancias, teníamos la posibilidad de un desastre. Entendía cómo se sentía Jimin.
Tratando de aliviar su carga, recordé el bar de mala muerte donde Kim había llevado a Minnie a beber. Tuve que recoger a mi novio ahí porque lo dejó tirado para drogarse. Esas cosas no se olvidan.
Así es que, luego de que concluyeran las clases, me dirigí a ese sitio a buscar respuestas por iniciativa propia.
Conduje mi vehículo hasta aparcarlo en el estacionamiento. Por fuera, conservaba las malas pintas; por dentro, el olor a grasa y cigarrillos me hizo arrugar la nariz.
Me acerqué a la barra sin muchas ilusiones, inspeccionando alrededor para ver si podía distinguirlo entre los pocos camioneros que retozaban sentados en las mesas bebiendo cerveza.
—¿Te escapaste del colegio?
Me giré y observé al barman, un sujeto aparentemente más grande que yo en edad, con una atractiva fisonomía albina y occidental. Intentaba disimular su extrema delgadez tras ropa tres tallas más grande.
Bajé mi mirada a mi uniforme, lo primero que me delató. Como sea, estaba ahí por Kim.
—Estoy buscando a alguien —le dije, inclinándome sobre el mesón para susurrar cerca del chico. Su aroma a colonia barata me golpeó y por poco no arrugo la nariz delante suyo.
—¿Quieres comprar?
Fruncí el ceño, entendiendo a lo que se refería. Este era el maldito dealer de Taehyung, el que le llenaba el cuerpo de porquerías.
—¿Has visto a Kim Taehyung? —gruñí, intentando que no se notara el enojo que me hervía por dentro.
—En el baño. Al fondo —señaló hacia una puerta escondida justo al final de la barra—. Te advierto que no está de humor.
Me importaba una mierda que ese idiota estuviera o no de humor. Me escucharía, aunque tuviera que desmayarlo de nuevo.
Abrí la puerta que conducía al sanitario de hombres. Tanto los lavabos como los mingitorios estaban vacíos, así que empujé una a una las puertas de los cubículos hasta que la última cedió y golpeó una figura sentada en el suelo, con la cabeza metida en el inodoro.
—¡Por Dios, Taehyung! —grité, justo cuando le llegó una arcada y vomitó estrepitosamente dentro del artefacto.
Lo sostuve como pude y le aparté el cabello de la cara mientras continuaba vomitando.
Me mantuve con él durante unos minutos, en lo que se tranquilizaba y dejaba de arrojar sus miserias por la boca. Apestaba a alcohol y apenas podía mantenerse sentado. Su cuerpo quería dar vueltas, siguiendo a su mareada cabeza. A saber cuánto habría tomado...
Al fin hubo un lapso en el que se calmó y ya no tuvo nada más que largar. Le limpié la boca con papel higiénico y lo ayudé a incorporarse. Era como levantar peso muerto, ya que no tenía ningún tipo de coordinación.
Por desgracia, tan pronto alcancé a sacarlo del cubículo, me enfrentó con la mirada. Al reconocerme, me empujó para que lo soltara y no alcancé a sujetarlo que cayó de espaldas al suelo.
—¿Qué carajo haces, Jeon? —se quejó, arrastrando las palabras.
Ahora que podía verlo mejor bajo la luz, lucía terrible. Moradas ojeras bajo sus ojos, la piel pálida y sudorosa, el cabello largo en una coleta desordenada, el uniforme del colegio sucio, manchado y arrugado, con la camisa a medio abrir mostrando la evidencia de tinta en su piel. No llevaba abrigo, siendo que estábamos en pleno invierno y afuera nevaba.
Hizo el ademán de incorporarse sujetándose de las paredes, pero sus piernas lo traicionaron y volvió a caer.
—Vengo a ayudarte y llevarte a casa —le dije, haciendo el intento por agarrarlo para volver a levantarlo. Sacudió sus manos con violencia para alejarme.
—Estás aquí para burlarte de mí. Tienes lo que te pertenece, ya déjame en paz, hombre.
Lucía como una tortuga al revés. Era un pobre borracho cuya espalda no abandonaba las losetas enmohecidas del suelo, sin importar cuánto luchara por ello.
—No seas tonto —repliqué—. No saldrás por tu propio pie. Deja de quejarte y permíteme ayudarte.
—¡Prefiero morir!
—Taehyung, deja de ser infantil.
—Jimin y tú son los infantiles, burlándose de mí. ¿Soy tan malo para merecer esto? —la pastosa voz se le quebró al final y se arrastró hasta poner la espalda contra la pared—. Yo lo quiero. Sé que no soy digno de él y sigo queriéndolo —me miró a través de sus grises ojos, que dejaron escapar un par de lágrimas sobre su rostro—. ¿Por qué no puedo ser como tú, Jeon? ¿Qué estoy haciendo mal?
Exhalé entre dientes, observando el cielorraso deteriorado y contando hasta diez en mi mente para no terminar llorando con él. ¿Qué estábamos haciendo los tres, en realidad, jodiéndonos la vida sin arreglar las cosas?
—Por mucho que me joda, él te quiere —admití, poniendo las manos en los bolsillos de mi pantalón. Su mirada se amplió, como si no pudiera creérselo, y se limpió los ojos con las manos—. Nos quiere, Taehyung, a ambos, por igual. No quiere elegir entre tú o yo. Es tan egoísta que quiere que ambos seamos sólo de él, ¿lo entiendes?
Negó con la cabeza, haciéndola a un lado y otro.
—Quiere salir con ambos al mismo tiempo, y pretende que nos llevemos bien. Un trío, en términos simples.
Lanzó una carcajada estrepitosa y seca que reverberó en el pequeño baño. Me tensé.
—Enano desgraciado. Como si pudiera aguantar dos pollas juntas —se mofó, sorbiendo por la nariz.
—Tiene el culo grande. Podríamos probar.
Reímos al mismo tiempo. Era una locura por donde se lo mire.
Y pensar que estábamos metidos en una situación como esa por culpa de un rubiecito que nos traía babeando.
—Anda, hagamos una tregua por hoy y déjame llevarte a tu casa —ofrecí—. Necesitas un buen baño y tres vasos de agua por lo menos para hidratarte. Puedo ayudarte con eso. Ya mañana seguimos peleándonos, si eso te ayuda a mantener en alto tu imagen de chico malo.
Se carcajeó.
—Si voy a casa, me patearán el culo.
—Entonces te llevo a la mía —lo importante era asegurarme de sacarlo de ahí. Contaba con la ventaja de que mis padres no regresarían hasta el anochecer, por el trabajo.
Pareció sopesar mi oferta, con la vista perdida sin un punto fijo, hasta que asintió.
—Está bien, Jeon. Seguiremos tu plan.
Esta vez no hubo forcejeos ni inconvenientes a la hora de ponerlo de pie. Se mostró colaborador, dejando que rodee su cintura y arrojando su brazo sobre mis hombros.
Salimos tambaleantes tras la puerta, ganándonos la mirada de todos los presentes, entre ellos el albino de antes. No dijo nada, pero por su expresión me di cuenta de que no le hacía gracia que me llevara a Kim.
No tenía idea de cuál era la relación entre ambos. Lo único de lo que estaba seguro, era de que ese tipo no lo dejaría en paz.
Recién bañado y vestido con ropa limpia, Kim bebía su segundo vaso de agua. Permanecía recostado en el centro de mi cama, absorto en la televisión y estaba mucho mejor de lo que me encontré en el bar.
El ambiente se sentía un poco raro, no lo voy a negar.
Mi escritorio estaba a un lado de mi cama, lo que me permitía hacer la tarea de geografía y alzar la vista para observar el comportamiento de mi visitante. A veces cruzábamos miradas, y la tensión se hacía palpable.
Detallé cómo la humedad de su cabello se perdía sobre la camiseta ajustada que le presté, a la altura de los pectorales. Tenía una contextura bastante fuerte, con músculos que resaltaban bajo ella. Estaba bien proporcionado, con piernas largas enfundadas en un jogging que tuve la fortuna de ver mientras lo ayudaba a bañarse.
Si bien me iban los chicos femeninos como Jimin, delgados y suaves, había algo en los rasgos de Taehyung que me obligaban a observarlo.
—¿Estás buscando un beso o qué, Jeon? —vociferó con una sonrisa socarrona estampada en el rostro, poniendo los gruesos brazos tras la cabeza. Parpadeé, despabilando. Me había quedado con la vista fija en él por unos dos minutos.
Me ajusté las gafas y carraspeé, volviendo a mi libro de texto.
—Guárdate esos para Jimin —atiné a decir.
Se le escapó una risita.
—Le dije que no comparto. Pero un beso no le niego a nadie, ni a un insufrible como tú.
Apreté los labios. Mis mejillas quemaban. Parecía que se le estaba yendo el efecto del alcohol, pues ya modulaba mejor las palabras.
Empujé la silla con los pies, ganando espacio suficiente como para incorporarme. Bien, era hora de un testeo de calidad para saber por qué todo el instituto hablaba de este tipo.
Caminé con seguridad hasta sentarme al borde de mi cama. Escondí las manos para que no descubriera el temblor y el sudor nervioso en ellas.
De cerca, las facciones de Taehyung eran felinas e intimidantes. Me sopesaba con total despreocupación, casi desafiante. Era tan seguro de sí mismo...
Se acomodó mejor entre los almohadones, expectante. Él sabía lo que pretendía hacer y ensanchó su sonrisa traviesa.
—¿Se te perdió alguna tarea por aquí, Jeon?
—De hecho, sí —le planté cara, quitándome los antejos y dejándolos sobre la cama—. Quizás puedas ayudarme a entender qué ve Jimin en ti.
Se incorporó con la ayuda de un codo y acercó su rostro al mío. Ya no olía a alcohol, sino a la exquisita mezcla de fragancias que creaban el champú y el suavizante de mi ropa.
—Entonces tendré que mostrarte mi mágica polla —murmuró con tono grave, acariciando mis labios con su aliento mentolado. Olvidé que le había dado un cepillo nuevo para lavarse los dientes luego de la ducha.
—No hace falta que lleguemos a tanto.
—¿Hasta dónde, entonces?
Respondiendo a su pregunta, me incliné a reclamar un beso de su boca.
Lo tomé por sorpresa al principio. Sin embargo, correspondió enseguida, sujetando mi camisa en un puño para atraerme y profundizar. Mi idea era probar un roce de labios, y terminé dejando que su lengua me acariciara hasta el paladar.
Era muy demandante, brusco y bestial. Chupó mis labios, absorbiéndolos y dejándomelos hinchados.
Tuve que empujarlo con las manos para poder separarme. Él sólo se rio con expresión triunfante, lamiéndose las comisuras.
—¿Estuvo bien? —volvió a recostarse sobre las almohadas y almohadones, dando por concluido todo.
—No fue la gran cosa —me encogí de hombros, mintiendo. Volví a colocarme los anteojos y regresé a mi escritorio, con las mejillas a punto de reventar por lo calientes que estaban.
—Para mí sí. Con razón el enano no te deja ir. Besas de puta madre.
Lo corté todo ahí, sin contestar.
Estaba más ocupado en soportar mi palpitante erección y en pensar en que le había sido infiel a Jimin... con el mismo hombre.
Uy, qué cosas andan pasando. Del odio a los besos 🙈
¿Qué tal andan, bellezas? Espero estén disfrutando el finde. Gracias por su lectura y espero que pasen un bonito domingo! Sigamos apoyando a nuestros preciosos chicos durante este aniversario, no se olviden! Demostremos que seguimos presentes para ellos. Muchos besitos y cariños 😘💕
-Neremet-
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