Capítulo 22: Señora Park

Taehyung


Desaceleré la moto sobre el camino de ingreso al garaje de la casa de Jimin. Vivía en un barrio privado, de casas enormes y fastuosas, en contraste con la suya, que era una edificación más bien para una familia de clase media. Lucía hogareña, de un foráneo estilo europeo, con techos de tejas coloniales rojas y un porche cubierto. En el frente resaltaba un pequeño jardín delante de la casa, cubierto de nieve, con un vistoso cerezo en flor a un lado.

Delante de mí, el enano apagó el motor de su auto y se bajó, viniendo hacia mí con una sonrisa tímida y las mejillas coloreadas por el mismo viento invernal que balanceaba su cabello rubio y su falda. Aparentaba mucha menos edad de la que realmente tenía, con un toque de inocencia que lo volvía adorable.

—¿Estás listo? —indagó, apoyándose sugestivamente en el manillar. Me dejó a la vista su cuello pálido y la parte superior de su pecho, gracias a los botones desabrochados de su camisa y su suéter en V. Tragué saliva y me quité el casco con rapidez.

—Hagámoslo —dije, guardando la llave de la moto en el bolsillo de mi cazadora y dejando el casco encima del asiento.

Si me ponía a pensarlo bien, estaba aterrado como la mierda. Jamás había llegado tan lejos como para presentarme ante los padres de alguien, y la perspectiva de cagarla delante de un familiar de Jimin me ponía de los nervios, porque significaría dar una mala imagen. Por supuesto que uno no quiere tener en contra a los suegros.

Mierda. El cuerpo entero me picaba con la necesidad del consumo. Esnifar ayudaría a volverlo todo mucho más sencillo, más llevadero. Mi lado amigable y confianzudo salía a flote cuando lo hacía, y era capaz de ponerse en el bolsillo hasta a mi peor enemigo con una facilidad que daba miedo.

Pero no podía. Le prometí a Jimin que dejaría de hacerlo, aunque fuera un tormento pasar por los pesados síntomas de abstinencia y las venas me quemaran desde dentro por el ansia. No quería fallarle cuando las cosas estaban yendo tan bien entre nosotros. Debía ser fuerte.

El enano pareció darse cuenta de lo que me preocupaba, porque me tomó la mano con dulzura, soportando el temblequeo que me habían dejado las drogas como secuela temporal. A continuación, me guio a través del sendero de piedras entre medio del cuidado jardín hasta el porche techado. Antes de abrir la puerta, se inclinó en mi dirección para obsequiarme un beso suave, casi como un roce de labios, seguido de una de sus sonrisas arrebatadoras.

Ese mínimo contacto me golpeó con la fuerza demoledora de un beso ardiente. Tenerlo cerca me llenaba del confort y el refugio que necesitaba para estar seguro frente al mundo. Sentía que él era totalmente sincero y abierto conmigo, y esta era su forma de demostrarme que podía formar parte de su círculo más preciado, que podía incluirme en planes que involucraran a su familia también, sin vergüenza de mostrarme ante nadie, por más que fuera un desastre andante.

—Lo harás bien. Estoy seguro de que le encantarás a mamá —me guiñó un ojo, y acto seguido me dejó pasar.

El calor de la calefacción fue quitando el frío de mi cuerpo entumecido por el manejo a toda velocidad. Le tendí mi campera de cuero a Jimin para que la dejara en el perchero de ingreso y, luego de dejar mis zapatos y tomar unas cómodas pantuflas de corderito, pasamos a la sala.

Era un ambiente espacioso, aunque cuidado en su tamaño. Tenía las medidas justas para ser un espacio de reunión para una familia sencilla, algo íntimo y nada extraordinario como la sala de mi casa. Un par de sillones nórdicos se ubicaban frente a una mesita, y un televisor de pantalla plana ocupaba el medio de una pared repleta de coloridos cuadros colgados con retratos familiares repartidos por toda la superficie sin un orden aparente.

Mientras me entusiasmaba viendo a un muy pequeño Jimin regordete con disfraz de vaquita, el enano fue corriendo en dirección a la cocina, donde una mujer rubia batallaba concentrada con un cuchillo de carnicero en mano y un trozo de carne, intentando separar el hueso. La abrazó con fuerza y vi la fascinación en los ojos de ella, que dejó un beso en la coronilla de su hijo.

—Así que este es tu nuevo amigo —se refirió a mí, escudriñándome de pies a cabeza con una pesada mirada felina. Fue como si me atravesara el alma y pudiera ver mis secretos guardados bajo llave. Me dio un escalofrío de pensar que eso siquiera fuera posible.

—Ven, Tae —me llamó Jimin, haciéndome un gesto con la mano.

Me erguí lo más que pude y saqué pecho a lo que se venía. No iba a dejar que la madre del enano me doblegara. Yo era el maldito Kim Taehyung, segundo hijo de la familia Kim, la misma que trabajaba para los altos mandos del gobierno y se codeaba con los más reconocidos CEO's del país. Además, no podía ablandar mi imagen de macho que se respeta.

Al ubicarme frente a ellos, Jimin se cambió de lado y eligió el mío, escondiéndose detrás de mi espalda y rodeando mi cintura con sus delgados bracitos. Su risa cantarina aligeró la tensión que debería haber reinado en el ambiente, contagiándonos a su madre y a mí.

Desde cerca, la mujer igualaba mi altura. Se notaba la influencia de sus facciones europeas en Jimin, entre ellas el color de ojos y la piel pálida pero sonrosada. Vestía ropa deportiva ceñida al cuerpo y me sorprendió que mantuviera una figura bien cuidada luego de tener dos hijos. Significaba que existía la posibilidad de que Jimin heredara esos genes y pudiera volver a recuperar su figura luego de un embarazo.

—Él es Kim Taehyung —me presentó el enano, alejándome de los oscuros pensamientos acerca de dejarlo embarazado. Alzó mi brazo derecho por la muñeca para que extendiera un saludo a su madre. Ella se rio y me estrechó la mano con fuerza.

—Es un placer conocerte por fin, Taehyung. Mi Jiminnie no ha dejado de hablar de ti. Soy Ingrid Park —había autoridad en su voz y se notaba que no se amilanaba ante nadie por el apretón de manos.

Miré a la masita colorada que se escudaba contra mi espalda y le tomé el mentón para levantarle el rostro.

—Así que estuviste chismoseando sobre mí...

—Sólo cosas buenas —me sacó la lengua.

—Tiene razón —lo defendió Ingrid, regresando junto a la cocina para controlar que el fuego de uno de los quemadores estuviera lo suficientemente fuerte para calentar lo que parecía ser sopa dentro de una olla—. Mi hijo confía en ti y ve muchas cualidades buenas en tu persona, pero me dijo que a ti te cuesta aceptarlas.

Le fruncí el ceño al pequeño soplón. Él sólo me abrazó más fuerte de la cintura y sonrió con inocencia, casi como si no hubiera hecho nada malo.

—Jimin, cariño —interrumpió la señora Park—, ¿te molestaría traerme un paquete de salsa de la despensa del sótano?

—Enseguida, mamá.

El enano se separó de mí y salió al trote hacia la sala, desde donde vi una puerta escondida tras la pared de recuadros que supuse conducía al dichoso sótano. Me dejó a solas con su progenitora y, por alguna razón, eso me dio la pauta de que iba a decirme algo que no quería que su hijo escuchara.

—Veo en tu mirada lo mucho que te gusta —declaró, concentrada como estaba en condimentar la sopa que hervía.

—No pienso joder con sus sentimientos, si eso es lo que le preocupa, señora.

Prefería ser claro, porque por más que mis pintas me revelaran como un maldito desgraciado que pensaba aprovecharse de su hijo y nada más, eso distaba de ser verdad. Estaba enamorado de Jimin, tanto como para dejar los malos hábitos por él.

—Me gustaría que me llamaras Ingrid —respondió con altivez y se cruzó de brazos. Mantenía su mirada juzgadora encima de mí, y aquello me ponía de malhumor. Era como si buscara un defecto en mí que le diera el poder de echarme de su casa y prohibirme relacionarme con su hijo.

—De acuerdo, Ingrid, déjeme ser sincero al respecto: Jimin me gusta. Muchísimo. Me trae como un puto estúpido detrás de su falda y no me avergüenza decirlo. Hay cosas que quizás usted no sepa sobre mí y, si llegara a averiguarlas de alguna forma, le prometo que ya no soy esa persona gracias a su hijo. Él es lo más importante que tengo ahora mismo en mi vida. No pienso cagarla. Haré cualquier mierda que esté en mi mano para hacerlo feliz y tratarlo como a un príncipe. Si me pide la maldita luna, la maldita luna tendrá, ¿me entiende? Así de enserio voy con él.

—Lo entiendo —asintió—. Y, aun así, te olvidas de que él también quiere a alguien más.

—Sé que puede llevarle tiempo superar su relación con Jungkook. No me importa esperar.

Ingrid suspiró, negando con la cabeza. Lucía decepcionada. Se acercó a mí y me palmeó el hombro dos veces, antes de volver a hablarme:

—Te diré esto porque tienes buenas intenciones y porque sé que mi hijo estirará esto hasta que alguien se haga daño.

—¿Daño? —parpadeé confundido.

—Él está saliendo con los dos al mismo tiempo. Jungkook nunca dejó de ser su novio.

Aquella información me quitó el aire de los pulmones y me hizo trastabillar hacia atrás. Intenté recomponerme para que no se notara mi debilidad. Sin embargo, era demasiado tarde. El entendimiento hizo que el pecho me doliera y un nudo amargo se instalara en mi garganta, dejándome sin respirar.

—No es verdad —resollé, aferrándome a la remota posibilidad de que esa mujer estuviera inventando cosas.

No podía siquiera sopesar la idea de que las palabras y acciones de mi Jiminnie hubieran sido parte de una gran mentira. Me rompería en mil pedazos de tan sólo imaginar que me besaba y tocaba mientras también lo hacía con Jeon. Me destruiría por completo.

—Jungkook es parte de la familia. Ambos se criaron juntos y han estado enamorados uno del otro desde que eran niños. ¿Crees que ese tipo de vínculo se podría romper de la noche a la mañana? Claro que no. Mucho menos si se siguen viendo, como hasta hace dos días.

—D-Dos...

—Dos días, sí —siguió diciendo Ingrid Park—. Jungkook vino a cenar y pasó la noche aquí. Por la mañana desayunaron y salió con Jimin.

Me pasé las manos por el pelo con furia. No podía controlar mi maldita respiración y no sabía si iba a desmayarme del coraje o romper algo con el puño. Quería destruir algo, lanzar cosas por el aire, no me importaba.

—Cálmate, para que puedan hablarlo bien —la voz de la señora Park fue suave. Mantuvo el espacio entre nosotros por temor a mi reacción y se lo agradecí. Sentía tanto asco de mí mismo por haber creído en cada putrefacta mentira de Jimin, que sólo deseaba desaparecer.

—Debo irme —atiné a decir, avanzando a paso rápido en dirección a la salida. No pude contener las lágrimas que pugnaban por salir, y me las quité con el dorso del brazo tan pronto como se desparramaron por mi rostro.

Tuve tanta mala suerte que en el camino choqué con Jimin, que justo salía del sótano. El empaque de salsa de tomate salió volando de sus manos y se estampó en el suelo, salpicándonos. Aproveché esa distracción para tomar mi cazadora y calzarme apresuradamente los zapatos, antes de salir de nuevo al frío.

—¡Tae! ¡Espera! ¡¿Qué pasa contigo?! —el enano corrió detrás de mí, llegando justo cuando me montaba en la moto y ponía la llave. Alcanzó a poner sus manitas sobre la mía en el contacto, impidiéndome dar el giro que arrancaría el motor—. ¿Puedes decirme por qué mierda estás...? —su voz se fue desvaneciendo al notar mi expresión dolida y los residuos de humedad bajo mis ojos.

Jadeé observando el cielo nublado sobre mi cabeza, sin querer cruzarme con sus bellos ojos. Si volvía a perderme en ellos, cedería como el idiota débil que era. Él me convencería con una mirada suplicante y yo me arrastraría de nuevo a su casa para terminar el almuerzo como si nunca hubiera pasado nada.

—¿Cuándo pensabas decirme? —lo confronté.

—¿Decirte qué? ¡Demonios, Tae! ¡Está helando aquí fuera! —se refregó los brazos para darse calor a través del delgado suéter del instituto.

—¡Que seguías viéndote con él!

Estallé. El temblor de mis manos aumentó y me sentí fuera de control. No me enfurecía que me haya mentido, sino que estuviera viéndose con Jungkook a escondidas de mí. Me llenaba de ira al pensar en que me besó mientras besaba a Jungkook antes, que me mintió con la misma soltura con que su boca se paseó por mi cuerpo cuando le pedí que me hiciera el amor. ¿Siquiera hubo amor cuando me dejó tenerlo por primera vez?

—¿De qué mierda estás hablando? —balbuceó, tratando de hacerse el desentendido. La palidez inmediata de su rostro delató que sabía a la perfección de lo que le hablaba.

—Te sigues viendo con Jungkook. Nunca terminaste tu relación con él.

Su boca se movió, sin saber qué responder. Sus ojos se enrojecieron y sus manos se aferraron con temor sobre el manillar de mi moto, obligándole a inclinar el torso sobre mí.

—¿En algún momento me quisiste realmente? —verbalicé mi mayor duda, con temor de saberme engañado.

—Te quiero —dijo con desesperación y la voz rota—. Te quiero, Tae. Te quiero tanto. Te lo juro.

—No lo dejaste ni tenías pensado hacerlo.

—Te quiero —volvió a insistir, en esta ocasión con lágrimas de culpabilidad quemándole las mejillas sonrosadas.

—No es suficiente.

Aparté sus manos y encendí el motor.

—Tae, por favor... Por favor, no me hagas esto.

Sus manitas se aferraron al costado de mi cazadora, intentando anclarme con ese simple gesto.

Hasta hace cinco minutos, hubiera muerto de amor con su simple calor y ahora me era un contacto ajeno, frío. No hice ademán de sacudírmelo. Tranquilamente me calcé el casco, haciendo oídos sordos a sus súplicas y llanto, para acelerar de golpe y bajar hacia la calle. Sus manos fueron arrancadas de mí y, a través del espejo lateral, pude ver cómo se cerraban en la nada al mismo tiempo que la velocidad nos alejaba.

Aceleré y me perdí en dirección a la autopista, teniendo como última imagen el cuerpo de Jimin derrumbándose sobre la nieve y su madre llegando a socorrerlo. Dejé que el ruido ensordecedor del motor me meciera apaciguador en tanto la aguja del velocímetro pasaba los ciento cincuenta kilómetros por hora. Este era mi verdadero hogar y mi destino: correr tan al límite que pudiera sentir la gelidez de la muerte sentada detrás de mí. Al fin y al cabo, jugar con mi propia vida era lo único que sabía hacer bien. 

***

Soy lágrimas de dolor, no me toquen 😭😭

El capítulo siguiente volveremos a saber de Kook, que hace rato no aparece para dar su perspectiva. Todo se desmorona de nuevo, chiquis, seamos fuertes 😔💔

Y un gracias infinito por esperar el capítulo. No estaba en sintonía estas semanas como para ambientarme en lo sad y tuve un bloqueo fatal. Pero ya está resuelto y algo pudo salir. No olviden que les quiero mucho. Feliz domingo! 🙈💖

-Neremet-

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top