CAPÍTULO 2: "Patrulla anticrimen"
Jungkook
Las cosas en el colegio solían ser la mar de tranquilas, salvo por algún que otro problemilla causado por los alumnos más "rebeldes" de ciertos cursos. Con el año ya empezado, las amistades estaban trazadas desde grados anteriores. Se podría decir que cada estudiante se relacionaba con aquellos con los que se sentía afín, ya sea por estudiar las mismas materias o por compartir las clases extracurriculares en común.
Por tal motivo, la noticia de la llegada de un alumno nuevo se esparció por los pasillos a una velocidad tal que, para antes de que el timbre de inicio de clases tocara, ya todo el mundo sabía de quién se trataba.
La poca información que me brindó el director Im fue que su nombre era Kim Taehyung. Hijo de un abogado influyente y adinerado que decidió transferir su compañía a Seúl, encajaba con el prototipo de estudiante al que le daban el visto bueno para quedarse. Asistió a una de las escuelas privadas más prestigiosas de Daegu y su expediente demostraba notas perfectas. Consideré que se convertiría en mi sana competencia, ocupando el lugar vacante que quedaba en mi curso.
Aunque tal vez las apariencias fueran engañosas.
Aquel día, desde muy temprano, esperé y esperé a que el chico se presentara en la oficina del director para arreglar el papeleo correspondiente y que nos presentara, con el objetivo de que le diera el tan famoso recorrido por las inmediaciones. Debía recibir su horario, su carnet de identificación para la biblioteca y sus libros de clase.
Pero nunca llegó. Al menos no hasta mucho después.
El director Im telefoneó a su casa para averiguar qué sucedió y desde allí le dijeron que Kim salió a tiempo. Debería haber estado ante las puertas de la institución.
Como se hacía tarde y la primera clase iba a dar inicio, el director dejó que yo siguiera con mi rutina, mientras esperábamos que el fugitivo apareciera en algún momento.
En el aula, todos estaban al tanto de que yo era el encargado de Kim, así que me asfixiaron con preguntas acerca de él que no pensaba revelar. No era quién para andar colaborando con chismes, así que cerré la boca y la mantuve así hasta llegar a mi banco, en la primera fila frente al pizarrón.
El profesor Ling, de literatura, arribó con unos minutos de retraso. Se lo notó nervioso y ofuscado mientras dejaba su maletín sobre el escritorio, en tanto se arreglaba nerviosamente el peluquín mal colocado. Vestía un conjunto de traje y pantalón con un diseño antiguo que parecía calzarle grande. Tenía mis sospechas de que le perteneciera a su padre antes.
–Bueno, mis queridos, lamento la tardanza –empezó diciendo, con su característica voz nasal–. He tenido un pequeño accidente en el estacionamiento con un estudiante y pues, da la casualidad que se trata de alguien transferido a este curso.
Como por arte de magia, los murmullos estallaron a mi alrededor. Las chicas eran las más interesadas, pues la perspectiva de tener a un prospecto masculino al cual admirar durante las horas de tortura escolar, podría hacer más ameno el correr del tiempo.
Ling golpeó las palmas varias veces, demandando silencio. El pobre hombre no tenía mucha autoridad con una voz tan graciosa y una personalidad calma, por lo que intercedí poniéndome de pie. Las voces se fueron acallando y mis compañeros dejaron de mirar a quién tenían al lado para concentrarse en mí. Me respetaban más que al pobre hombre que tenían al frente.
Justo cuando el profesor Ling iba a volver a hablar, la puerta de ingreso al aula fue abierta de golpe y cerrada con tanta violencia, que los ventanales del lado izquierdo que daban al patio, temblaron.
Me giré para ver quién se había atrevido a hacer semejante alarde y cuando crucé la mirada con esa persona, sentí mi cuerpo tensionarse por su imponencia. No tenía que ser un genio para atar cabos sueltos. Se trataba del nuevo, Kim Taehyung.
Su aura entera destilaba problemas, en letras mayúsculas. Lucía como alguien con quien no quieres chocarte en un pasillo, porque podría mandar tu nariz directo al consultorio de un cirujano plástico. Así que esta era mi competencia...
–Nos volvemos a encontrar, vejestorio –se mofó el chico con una voz grave de ultratumba, ajustándose las tiras de la mochila oscura que le colgaba tras la espalda.
Su cabello era color miel, tan espeso y largo que le caía por los hombros en una cascada lisa. Su rostro se estaría ganando el suspiro del público femenino, con unos ojos misteriosos y grises, calculadores. Pero lo más destacable, era la forma en que llevaba el uniforme: la camisa del instituto arrugada; la corbata mal colocada; el pantalón sin planchar. En una palabra: desaliñado.
–¡¿Cómo que vejestorio, joven Kim?! –estalló Ling. Hasta los pelos del peluquín podrían habérsele saltado ante la actitud desafiante del nuevo. –¿Hace falta que vuelva a hablar con el director sobre su comportamiento?
Con una risa seca, Taehyung le quitó importancia.
–Como le parezca –se encogió de hombros.
Desfiló por el recinto para ir a ubicarse en el único lugar que quedaba en el aula, justo al fondo, entre los más descarriados. Su andar era propio de quien tiene aires de grandeza y excesiva confianza en sí mismo. Observaba a los demás con la frente en alto al pasar.
Ling negó y, ajustándose las gafas, hizo la presentación:
–Chicos, él es Kim Taehyung y será su nuevo compañero.
Sólo así. Seco. Incómodo. Luego se enfocó en comenzar la clase e ignorar los murmullos interesados.
Para mi suerte, cuando creía que no podría concentrarme en todo el módulo, el timbre me prometió un merecido descanso y la perspectiva de relajarme un rato con Jimin, puesto que al nuevo no le interesó en lo más mínimo la idea del paseo por el instituto cuando se lo propuse.
–Es un hijo de puta. Ya me cae mal –gruñó Jiminnie cuando lo puse al tanto.
Disfrutábamos de la brisa templada de primavera recostados juntos bajo uno de los árboles del patio central. Era bonito percibir el perfume de las flores, flotando a nuestro alrededor. Hacía que nos cosquilleara la punta de la nariz.
Mi pequeño tenía su espalda recostada en mi pecho y jugueteaba con los vellos de mis brazos, que lo rodeaban por delante para mantenerlo apresado. Haciendo uso de mi proximidad, dejé un casto beso en la cima de sus cabellos rubios, que olían también a flores.
–Quizás sólo deba adaptarse –me encogí de hombros, defendiendo a Kim.
No era mi estilo juzgar a las personas, menos si se trataba de alguien con potencial.
–Yo no me hubiera negado a que me des el paseo por el instituto...
–¿Debería dártelo para que recuerdes ciertos lugares donde te gusta hacer cositas inapropiadas?
Le piqué, deslizando con sutileza la mano desde sus rodillas hasta entrar bajo su falda. Su cuerpo se tensionó por mis sutiles caricias, y yo disfruté de la suavidad de su tersa piel. No podía dejar de tocarle; se sentía como mantequilla al mínimo contacto.
–Aquí, no, Kookie.
–Nadie nos está prestando atención –susurré en su oído, iniciando un camino con mi nariz por la línea de su mandíbula y un reguero de besos dulces.
No era del todo mentira. A nuestro alrededor, los demás estaban demasiado ensimismados en sus propias rutinas recreativas. Eso sin contar con que estaban al tanto de que éramos pareja y disfrutábamos pasar tiempo uno encima del otro como dos buenos melosos. Cualquiera con la intención de separarnos había fallado en el pasado y no tenían intenciones de humillarse de nuevo.
–Es aquél, ¿verdad? –la melodiosa voz de Jimin se sintió cargada, con un deje de resentimiento.
Fijé la vista en dirección a donde señalaba el brazo alzado de mi novio, encontrándome con que, a un par de metros de nosotros, estaba el nuevo. Caminó un poco, sacándose de encima a un par de admiradoras. Miró hacia atrás de tanto en tanto, buscando sospechosamente un lugar no tan populoso en el cual escabullirse.
Encontró el sitio adecuado en un lateral del edificio, allí donde las paredes de ladrillo visto no tenían acceso a la luz solar y donde un estrecho pasillo servía como acceso de servicio. Allí era donde solían esconderse los dealers del colegio, a los que teníamos calados para evitar el tráfico de drogas. No es por nada que Jimin y yo nos sentábamos bajo aquél árbol.
Le vimos sacar una cajetilla de cigarrillos del bolsillo de sus pantalones y golpearla contra la palma de su mano para quitar uno, que se metió a la boca observando para todos lados. Lo encendió con un mechero de metal y le dio una calada profunda, temeroso de ser descubierto por alguien.
Entonces supe que debíamos intervenir como autoridades responsables del cuerpo estudiantil. No podíamos dejar pasar algo así, que estaba prohibido por el reglamento.
Jimin fue el primero en levantarse del suelo, sacudiéndose algunos restos de pasto cortado de la falda. Pensaba encargarme solo del asunto, para no meterlo en el medio, pero él fue más rápido que yo.
Para cuando me quise dar cuenta, me llevaba medio camino. Quién diría que esas piernitas cortas pudieran caminar tan rápido.
Puse pies a la obra y troté el trecho que nos separaba, ubicándome junto a él en caso de que el nuevo se pusiera un tanto pendenciero. No iba a permitir que lastimara a Jimin bajo ningún punto de vista y por lo poco que iba viendo, la cosa pintaría para mal.
A Taehyung no le costó descubrir que nos dirigíamos a él. No había mucha más gente cerca aparte de nosotros, lo que nos daba una ventaja para poder intentar dialogar sin que los chismosos hicieran correr la bola.
Arrojó lo que quedaba de su cigarrillo al suelo y lo pisó, apagándolo de inmediato con las zapatillas. Nos sonrió socarrón al llegar a él, apoyándose contra el muro en una postura defensiva con los brazos cruzados. No me había dado cuenta de que era casi tan alto como yo, con un porte desgarbado.
Tampoco había prestado atención antes a la tinta oscura adherida a su piel, que sobresalía alrededor del cuello de su camisa y el borde de sus mangas largas. A decir verdad, estando más cerca, el blanco níveo de su prenda superior adquiría una tonalidad grisácea, advirtiendo que había más diseños de tatuajes por debajo.
–Kim Taehyung –lo llamé, con Jimin delante de mí.
–No me digan que son la patrulla anticrimen –se burló, dejando escapar los restos de humo blanco entre sus dientes. El gris de sus ojos se congeló en la figura más baja entre los tres.
–Soy el delegado de tu clase y el presidente del cuerpo estudiantil –proseguí, tratando de que dejara de enfocarse en Jimin.
Capté cómo lo evaluaba de arriba abajo en una milésima de segundo.
–¿Y tú, niño bonito?
Esa sola acción me enervó. Fue como agua caliente deslizándose por mi espalda y la forma en que le habló a mi novio, movió las fibras sensibles en mí. La parte primitiva de mi interior me susurró que defendiera lo que me pertenecía.
Di un mísero paso en dirección al tipo y Jimin me atajó, palmeándome el pecho.
–No vamos a pelear –dijo para tranquilizarme. Esperó mi asentimiento de cabeza y miró a Taehyung, a quién le agitó su manita derecha extendida, con impaciencia–. Tengo que confiscarte los cigarrillos. Dame la cajetilla. Ahora.
–De ninguna forma, niño bonito.
La postura del sujeto era firme. No nos dejaría quitarle los cigarrillos por las buenas, y las malas requerían que contactáramos con algún profesor que pudiera encargarse de la situación. A lo sumo terminaría con el nuevo en dirección, escuchando un sermón de parte del señor Im acerca del peligro de las adicciones.
Jimin estaba ansioso. No le gustaba que le discutieran y la postura pacífica que solía mantener para ser agradable ante los demás, se tambaleó. Eran muy pocos los que se negaban a obedecer sus órdenes, porque sabían a la perfección que Jimin se las arreglaría para perjudicarles.
–Si me das los cigarrillos ahora, mantendremos esto en secreto –negoció mi rubio, como todo un hombrecito–. Caso contrario, me veré obligado a traer a un maestro y se te amonestará. Ya debes estar al tanto de que las amonestaciones se reflejarán en tu historial académico.
–Me importa una mierda –Taehyung se encogió de hombros, inmutable.
Frívolo como una roca, no le importó en lo más mínimo que unas amonestaciones dañaran sus posibilidades de asistir a una buena universidad en el futuro. Eso me descolocó. ¿Cómo las notas perfectas podrían pertenecerle a un tipo así? No había manera de que las hubiera conseguido por mérito propio. Tenía pinta de ser un delincuente juvenil más que un buen estudiante, especialmente con esos tatuajes bajo la ropa.
–Dámelos y te los devolveré a la salida para que puedas continuar tranquilamente con tu vicio como si nada hubiera pasado. Ahora quiero evitarnos los problemas, ¿de acuerdo?
Parpadeé, desconcertado. ¿Acaso Jimin pensaba dejar que un menor de edad siguiera fumando como si nada una vez que terminaran las clases? Quería saber qué pasaba por su cabeza como para ofrecer semejante trato, porque este no era mi novio. Jimin jamás se doblegaría.
La expresión del nuevo cambió. Sus facciones se suavizaron, evaluando el trato que se le ofrecía. La sonrisa altanera evolucionó a una más amable, que no dejaba de ser distante.
–Tenemos un trato, niño bonito –dijo Taehyung, separándose de la pared.
Le tendió la cajetilla de cigarrillos a Jimin, que me la tendió a mí para que la esconda. La guardé en el bolsillo delantero de mis pantalones, siendo un favor que no debería estar haciendo. Este tipo tendría que estar recibiendo una expulsión en el despacho del director, no un pase libre.
–Ahora vete –Jimin hizo un gesto con la cabeza para que el nuevo se largara–. Búscame a la salida en el edificio de baile.
–No te preocupes, niño bonito. Tengo dinero de sobra para comprar otros.
Tras echarle otra ojeada descarada a mi novio para intimidarlo, el tipo se largó. Quise reaccionar, pero tenía miedo de arruinarlo. Cuando Jimin tomaba el control, era mejor dejar que lo maneje a su antojo. Sino sólo conseguiría que se enoje conmigo.
–¿Por qué hiciste eso, Jimin? –le enfrenté.
Necesitaba que me diga por qué se ablandó cuando nunca antes lo había hecho. Las reglas eran claras para nosotros y no ofrecíamos favores. O blanco o negro, sin grises. Éramos los encargados de hacer valer la reputación del instituto, al fin y al cabo.
Mi rubio se dio la vuelta, alzó sus preciosos ojos verdes hasta dar con los míos e intuí que había algo raro en ellos. Era la sombra de la duda.
–No lo sé, Kookie –suspiró, regalándome un puchero al final–. Supongo que es como dijiste antes. Quizás necesita adaptarse.
–¿Qué tiene eso que ver?
Y una mierda. ¿Qué si para adaptarse decidía ponerse a vender cigarrillos en el colegio? ¿Por eso debíamos dejarle que hiciera cuanto le plazca sin un escarmiento?
–Él está sufriendo, puedo verlo –explicó con timidez. –Quise usar lo de los cigarrillos como excusa para acércame a él luego, más tranquilos. Espero no te moleste.
Wow. ¿Jimin intuitivo?
Pero no era tan sorprendente como mi interior sintiéndose amenazado por Kim Taehyung. Por primera vez, me sentí celoso.
¡Al fin apareció nuestro bebé lengua larga! ¡Qué emoción!😍😍
Pero su llegada significa el inicio de los problemas entre Kook y Mimi. Cuidado ahí. De igual modo me emociona, porque Tae le da el toque a la historia. Siento que las cosas no serían tan divertidas sin él y por eso le amo tantito.
¿Qué tal andan, bellezas? ¿Cómo les trata la vida? Yo por aquí terminé mis labores de Esperancita con la flia covidosa jajaja. Me alegra que todos ya estén bien y espero por mi salud mental que no vuelvan a enfermarse. Así que ya saben, cuídense mucho porque es bastante intenso cuidar de alguien enfermo.
Recuerden que les quiero mucho, nunca se olviden! 😘💕
-Neremet-
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