Capítulo 16: "Vacío y consumido"

Taehyung


Luego de lo que pasó en el salón, no quise quedarme en el instituto.

Lo que más me jodía era que yo mismo le di al enano el poder de afectarme. Me acostumbré a tenerlo rondando cerca, como un satélite, y estaba pagando el precio.

Esa mañana no estaba de ánimos como para enfrentar mis sentimientos. No era mi mayor anhelo sentirme para la mierda culpa de los estúpidos celos y la decepción. La opción que me quedaba era evadirlos.

Además, con la coca en mi organismo nublándome el razonamiento, estaba bastante revolucionado. Al primer idiota que se me cruzara lo tumbaría de un puñetazo porque estaba abrumado, me sentía solo y no tenía a nadie que aguantara mi porquería. Quién querría, de todas formas.

Una persona sensata se mantendría alejada de la mierda. Apestaba, estaba podrida y no valía nada. Como yo.

Si ingresaba al aula, se darían cuenta en seguida de que estaba colocado, y no me apetecía hacerle una visita al director. Suficientes cruces ya tenía con mi padre como para que tuviera que arreglar otro lío mío.

Así que seguí la salida fácil.

Fui al estacionamiento, agarré mi motocicleta y llamé a Tim para encontrarnos. Podríamos compartir un buen viaje juntos (si saben a lo que me refiero) y ahogaría la maraña de revoluciones en mi interior al hundir mi polla en su culo. Él siempre estaba dispuesto, no habría mayor problema.

Pasé a buscarlo y, aprovechando que mamá y papá no estarían en casa hasta el mediodía, nos acuartelamos en mi habitación.

Yeongsang protestó un poco al ver a Tim y su descuidado vestuario provocativo pasando por la puerta principal. Intentó hacerme recapacitar con un pobre monólogo acerca del orgullo y el honor de la casa, el cual estaba mancillando al traer a un "prostituto" sin que mi padre lo supiera.

La droga hirviendo en mi sangre maximizó mi disgusto, haciendo que casi golpeara al mayordomo que atendió a mi familia desde el nacimiento de Seokjin, el mismo hombre que nos crio cuando mis padres estaban demasiado ocupados como para encargarse de sus propios hijos.

Los gritos de Tim intentando detenerme alertaron al resto de la servidumbre, que llegaron en auxilio de Yeongsang y me apartaron de él, mirándome con la sorpresa y la indignación brillando en sus expresiones. No podían creer que el señorito tan sensato y correcto que conocían de hace años se hubiera transformado en un toro enfurecido.

Incluso yo me desconocía a veces.

Tim no era la mejor compañía para mí, es cierto. Pero era la que creía merecer.

Tenerlo me ayudaba, en nuestra propia retorcida y distorsionada manera de ver las cosas.

Él me proveía las sustancias que llenaban el vacío que me carcomía el pecho, sedándome lo suficiente como para sobrevivir sin notar que el tormento estaba ahí. Era tan simple como apretar un botón y suprimir aquello que me dañaba por una sensación más cálida, reconfortante. Como aplicar Xilocaína en una llaga. Alivio inmediato pero no duradero.

A cambio, yo me deshacía de su soledad.

Era un chico dependiente de afecto en el fondo. Le gustaba estar conmigo y follar, diciendo que eso llenaba su cuerpo con la sensación de sentirse amado y protegido. Creo que estaba enamorado de la forma en que teníamos sexo, porque cuando lo hacíamos, era cuando más vulnerables y colocados estábamos.

Tal vez él tenía un antiguo amante en mente en esos momentos. Su rostro cambiaba completamente cuando lo penetraba, cuando le susurraba cosas al oído esperando que le excitaran para acabar juntos.

O tal vez esa era mi excusa para seguir aprovechándome de él y no arrepentirme de estar pensando en Jimin cuando me vaciaba en su interior. La realidad era que a veces estaba tan ido que le hacía el amor a un desconocido, alucinando con que su cuerpo le pertenecía al chico dulce y hermoso que ahora me despreciaba.

—¿Vas a quedarte mirando a la nada? —me reclamó Tim, fastidiado.

Acomodándome mejor en la cama, le acepté el cigarro prendido que me extendió. Le di una calada honda, cerrando los ojos para disfrutarlo.

El sol se colaba por la ventana y daba de lleno sobre mi cuerpo reposado. A pesar de que el efecto de la cocaína se evaporaba de mi organismo, estaba acalorado y el corazón no dejaba de palpitarme con fuerza.

Desabroché los botones de mi camisa empapada en sudor y la arrojé a un lado, aliviándome con el frescor inmediato. Estaba incómodo, con el aire alrededor que parecía enrarecido y asfixiante. Mis manos temblaban y hormigueaban como si cientos de insectos se estuvieran arrastrando por encima de mi piel.

Tim lo notó, adivinando que había consumido coca.

Escarbó en la fiel riñonera que llevaba abrochada a su fina cintura, sacando algo de ella.

—Ten. Esto te calmará —dijo con tranquilidad, pasándome una pastilla redonda y blanca.

Al ver mi desconfianza, puso los ojos en blanco y se la llevó a la boca. Me quitó el cigarrillo de los labios y se inclinó sobre mí para besarme.

Quise resistirme en un principio, pero su boca era exigente sobre la mía. Me mordió el labio inferior, haciendo que me quejara en un gruñido, y con eso su lengua tuvo el suficiente acceso como para pasarme la pastilla. Entre besos y mordidas, la tragué en seco, casi ahogándome cuando se estancó en mi garganta.

Aparté a Tim de un empujón, sacándomelo de encima. Sin poder respirar por la pastilla a mitad de camino, manoteé el vaso con agua sobre mi mesa de noche y apuré el líquido con sorbos grandes.

El estúpido se carcajeaba a mis espaldas, divirtiéndose con la escena a mi costa.

—¿Por qué no cierras la boca, maldito idiota? ¿Qué carajo me diste? —despotriqué, cabreado y recomponiéndome de una garganta raspada, próximamente irritada.

¿Qué puñetero derecho tenía a darme cualquier cosa que se le viniera en gana? Ni siquiera me dijo de qué era la pastilla de mierda ni me consultó si quería tomarla. Detestaba cuando se ponía así y elegía qué porquería darme. Me hacía sentir como su conejito de indias, probando cualquier cosa.

—Ay, deja de ser tan aburrido, Taehyung —se quejó, liberando una humareda de nicotina hacia mi rostro.

—¿Qué mierda me diste? —insistí.

—¡Un puto Valium! No es la primera vez que lo pruebas, ya deja de quejarte.

Que no me queje. Cuánto descaro.

Solté un suspiro airado. ¿Para qué coño lo traje a mi casa, en primer lugar? Empezaba a ponerme de malhumor y las manos me temblaban peor que nunca. Las extendí en el aire para evaluar qué tan grave era y me asusté.

Tim me había dicho que era normal que mi cuerpo se viera afectado. Mi consumo de diversas sustancias se incrementó en las últimas semanas y había pasado de hacerlo sólo dos o tres veces a la semana a hacerlo diario, e incluso más de una vez al día. Intercalaba entre depresores y estimulantes, según me conviniera.

En el colegio me daba igual fumar hierba a escondidas antes de entrar en el aula. Me ayudaba a enfocarme y entender las clases difíciles, como matemáticas y física, aunque después no hiciera los trabajos por rebeldía.

Cuando quería evadir mi asistencia, tomaba pastillas en la seguridad de mi escondite. Me adormecían por horas y me perdía observando la inmensidad del campo de fútbol bajo las gradas, hasta que el timbre de salida me despertaba de mi sopor. En casa también las ingería, sobre todo para dormir por la noche. El insomnio no era un compañero agradable para los madrugadores.

Pero la cocaína... La cocaína me mantenía vivo y funcionando. Era esnifarla y dotarme de una coraza de omnipotencia. Me abría las venas y me daba la suficiente energía como para ser imparable.

La mierda que le seguía cuando me bajaba, era otro cantar.

Quedaba hecho una miseria, con un malestar físico de puta madre que no veía la hora de sentirla en mi organismo de nuevo. La fatiga me demolía y quedaba al borde de sentirme muerto, llegando incluso a tener ataques de pánico, vómitos y otras mierdas que ni siquiera valía la pena mencionar.

Tim me había dado un par de cosas para apalear el malestar. Sin embargo, me angustiaba ir más allá.

No quería probar cualquier basura que tuviera al alcance de la mano. Ya era suficientemente malo mezclar algunas sustancias que no deberían tomarse juntas. De ahí que me enfadara con él.

—No lo vuelvas a hacer —le advertí con voz áspera, levantándome de la cama para darme una ducha fría—. No quiero que me des más cosas raras.

—Tae... —quiso rezongar, a lo que corté sus próximas palabras encerrándome en el baño de mi cuarto.

Hablando de malestares, me agarró un dolor pulsante en la cabeza, como quejándose dentro de mi cerebro por la falta de polvo.

Abrí la regadera de la ducha y me deshice de la poca ropa que me quedaba. El agua helada chocó contra mi pecho al meterme y creó un contraste sobre la fiebre de mi cuerpo que mandó un escalofrío descendente por mi espalda.

Dejé que el agua mojara mi cabello, y me quedé ahí dentro con la frente pegada al helado azulejo, sosteniéndome de las canillas del agua fría y el agua caliente. Una pregunta se balanceó sin cesar en mi conciencia, buscando hacerme reflexionar sobre mis desventuradas elecciones.

¿Cómo dejé que mi vida se vaya al carajo?

Lo de Daegu no era excusa para haberme desviado por este camino. Lo tomé pensando que podría aguantarlo, que las drogas no eran tan pesadas ni tan dañinas como nos querían hacer creer. Creí que lo tenía controlado, que al principio no iría más allá de unos días a la semana.

Me hacían sentir bien, sí. Eran una forma de esquivarle a aquello que no quería tener dando vueltas en mi sistema. Me aliviaban.

De pronto requerí ese alivio más de seguido, con mayor constancia.

Y luego me fueron aniquilando por dentro y por fuera.

Quise aferrarme a ellas porque pensé que eran la salida que me quedaba, la mejor forma de lidiar. Hasta que conocí a Jimin, con su enorme calidez.

Él me absorbía por completo con tan sólo una sonrisa.

Hacía palpitar a mi corazón de la misma forma que lo hacía un gramo de coca, y su efecto me dopaba incluso más duro, porque con eso llegaban un montón de otras sensaciones placenteras, sin efectos negativos.

El jodido Park Jimin me tenía enamorado. Y no era correspondido.

Perdí esa chispita que reemplazaba lo malo, que me recomponía. Se esfumó de entre mis dedos sin que pudiera siquiera reclamar al respecto. No podía, no cuando había acercado las manos a él sabiendo que no podría ofrecerle algo mejor que el amor sano que otro le daba.

Ese día, de pie en el cubículo de la ducha, me permití llorar.

Dejé que el dolor escapara de mí, que se disipara sobre mis mejillas en forma de lágrimas que se perdieron entre el rocío de la regadera.

Abracé mi cuerpo, sumido en la dependencia que me adelgazó. Encontré menos músculo, menos tonificación. ¿En qué momento perdí tanto peso?

Lloré más amargo al recordar las veces que dejé de comer, en que el apetito se me fue al estar colocado. Era tan frecuente que anduviera sumido en mi propio mundo, que las necesidades fisiológicas pasaban a un segundo grado.

Mi cuerpo se estuvo consumiendo lentamente, sin que yo reparara en ello. Me destruí por culpa de aquello que creía era mi salvación.

¡Qué equivocado estaba!

¿Cómo haría para salir de ese estrangulador círculo vicioso, estando en medio de él? ¿Cómo haría para escapar, si las puertas a mi alrededor estaban cerradas, sin posibilidad de escape? Y, de ser abiertas, carecía de la suficiente entereza como para negarme a regresar de vuelta a donde había empezado.

Estaba metido hasta la bosta en ese problema. Tenía miedo de pedir ayuda.

Primero, no sabía a quién.

Mis padres no tenían ni idea de que me drogaba, a pesar de mis claros indicios. Ellos preferían ver lo que querían, enfrascados en su mundo perfecto donde criaban a Seokjin, su hijo ideal, olvidando al descarriado.

Tampoco tenía amigos de verdad a los que les pudiera confiar esto. Podía considerar a Jimin uno... Uno que no me quería ver ni en pintura. A los de Daegu ni los contaba, directamente. Con el correr de las semanas, no dieron ni una muestra de interés en mí. No me preguntaron si estaba bien, si me había adecuado a Seúl. Nada.

Como sea, en segundo lugar, me atemorizaba en extremo fallar.

Las posibilidades de hacerlo eran aplastantes. Estaba enganchado hasta el cuello, tanto que no me percaté de que me había puesto la soga yo solito y estaba a un paso de perderme a mí mismo.

No podía aguantar ni medio día sin consumir, ¿cómo le haría frente a una desintoxicación?

Mierda. Mierda y más mierda.

Estrangulado por los apabullantes pensamientos, con la cabeza palpitándome en dolor y los hipidos silenciosos escapando de mi boca, abrí la mampara y salí, sin importarme que la regadera quedara abierta y mojara el suelo.

Desesperado por aplacar tanto desconsuelo, rebusqué entre los cajones bajo el lavabo hasta dar con el empaque de mis cuchillas de afeitar. Lo abrí apresuradamente y me hice con una.

Mis manos vibraron cuando apoyé el filo sobre mi muñeca. El maldito temblor que no remitía me daba la mala espina de que no se iría más.

Cerré los ojos y deslicé la cuchilla en sentido transversal, sin darle muchas vueltas. Gemí ahogadamente, con la sensación liberándome tras ese primer corte.

Abrí los ojos de nuevo y me encontré con que no había sido limpio. En mi muñeca relucía una descuidada raja sanguinolenta que goteó hasta el suelo de mármol, donde el fluido se mezcló con el charco de agua que creó mi cuerpo mojado.

Jadeé, viendo lo que había hecho.

Me mordí el labio inferior, para que dejara de temblar, y volví a apoyar el filo sobre mi piel, abajo del primer corte.

Tomé coraje para deslizarla de nuevo, hasta que un gemido sorpresivo me detuvo.

Me di la vuelta y, justo en la puerta abierta, Tim me observó horrorizado, tapándose la boca con ambas manos.

Le sonreí con una mueca desmoronada, antes de que el efecto del Valium me hiciera trastabillar y golpearme la cabeza con el borde del lavabo.

Segundos antes de entrar en el sopor de la inconsciencia, con la sangre armando un charco alrededor de mi cabeza y un agitado Tim diciéndome que no me durmiera, lancé un deseo al aire:

"Si voy a vivir así de infeliz, al menos permíteme morir en paz".

Uff, este Tae está pasando por una depresión gigante. Da ganas de abrazarle y decirle que todo estará bien 😭💔

Es uno de los capítulos más duros y crudos que me toca transmitir. El tema de las drogas no es broma, chiquis. Destruye a las personas, las aparta de su familia y amigos y les lleva a hacer cualquier cosa para sustentar el vicio. No se dejen engañar con que es algo inofensivo, sea la sustancia que sea.

Y no se preocupen, que ya vendrán capítulos mejores. Tae debe tocar fondo para poder pedir ayuda 😢

-Neremet-


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