Capítulo 14: "Necesitado de ti"

Jimin


Poco a poco fui recobrando la consciencia, percibiendo el sonido de un teclado perforando la quietud del ambiente. Tal vez fue eso lo que me despertó en primer lugar.

Removí mi cuerpo y abrí los ojos, encontrándome con que estaba recostado en una camilla en la enfermería, cubierto con una ligera manta y aislado gracias a una cortina color turquesa lavado. A mi lado izquierdo había una ventana como única fuente de luz natural, desde la que se podía observar el sol en su cenit y un abeto crecido dando sombra de mi lado.

Intenté enderezarme con las manos y fracasé al no tener la fuerza suficiente.

Hice memoria para tratar de acordarme de cómo había llegado a esa situación, queriendo darme un golpe a mí mismo en cuanto se me vino a la cabeza la imagen de Taehyung besándose con aquella chica.

Se me oprimió un poco el pecho, pero no era ni de lejos peor que el sentimiento de sentirme patéticamente descubierto por ellos, como un fisgón pervertido.

¿Qué pensaría de mí Taehyung? ¿Le habría afectado en algo que lo haya visto en esa situación tan comprometedora?

De seguro que no.

Me pregunté cuánto tiempo pasó desde mi colapso y corroboré la hora en mi reloj de mano.

Los números digitales marcaban que faltaban diez minutos antes del timbre de salida. ¡Me había saltado dos clases y el almuerzo!

Palpando sobre la superficie de la camilla a mi alrededor, pulsé el botón para llamar a la enfermera. El sonido del teclado se detuvo y las cortinas fueron descorridas por una mujer de aspecto mayor, con las canas gobernando su cabellera y la edad reflejándose en sus arrugas.

—Veo que ya despertaste, tesoro —me sonrió con amabilidad, llegando a mi lado para tomar mi mano y colocarme un oxímetro—. ¿Qué tal te encuentras ahora?

—Débil —admití.

Ella se me quedó mirando ceñuda unos segundos y después se concentró en los valores que marcaba el aparato.

—Dime, ¿has comido algo antes de venir al instituto? Estás muy delgadito —dijo ella, retirándome el oxímetro y guardándolo en el bolsillo de su camisa de uniforme.

—Desayuné fruta. La mitad de una manzana.

Por algún motivo mis mejillas se ruborizaron. Me sentía intimidado por la mirada de esa mujer, que lucía preocupada por mi salud.

—Eso no es un desayuno —recriminó—. Estás en edad de crecimiento. Deberías alimentarte bien, con una dieta rica en nutrientes. Con razón te andas desmayando...

—No me desmayé.

—¿Entonces qué fue lo que te pasó, tesoro? Dos chicos estuvieron aquí hace un rato discutiendo sobre ti. Tuve que echarlos a ambos porque no me dejaban trabajar.

—¿D-dos chicos? —tartamudeé, sintiendo que la presión me bajaba de nuevo. Demonios.

Sabía que uno de ellos sería Taehyung, pues por obvias razones fue quién me trajo en primer lugar. Pero el otro chico, no quería ni pensar en que pudiera tratarse de Jungkook.

La perspectiva de que se haya enterado de lo que me sucedió no era muy halagadora, sin contar con que él y Taehyung juntos no harían más que lanzarse chispas y no era algo bueno para ninguno.

—Sí, dos muchachitos —me confirmó, yéndose un momento a buscar un tensiómetro que colocó sobre mi brazo para medirme la presión—. Uno te trajo en brazos —empezó a contar mientras inflaba—, y entró a los gritos como si te llevara el diablo. Tenías que verlo, tan exaltado... Creyó que te perdería.

—Taehyung...

—Sí. El otro muchachito repitió su nombre en maldiciones varias veces.

La señora me quitó el tensiómetro, luego de la lectura del valor. La preocupación se acentuó peor en su rostro.

—Estás con la presión muy baja, cariño —dijo—. Será mejor que te traiga algo dulce para comer así te levanta.

Volvió a desaparecer tras la cortina por unos minutos, dejándome con la única opción de escucharla revisar en varios lugares hasta que dio con lo que buscaba: varias paletas dulces de caramelo. Las dejó sobre mi vientre.

—Come algunas. Te ayudarán con el azúcar. Luego volveré a tomarte el pulso a ver si mejoró —fue su indicación antes de volver a su escritorio a teclear.

Bajé la mirada hacia las golosinas en mi regazo.

Tragué saliva.

Yo no comía cosas con azúcar agregada. Estaban terminantemente prohibidas en la dieta de danza que debía seguir a rajatabla. Hacían que mi cuerpo engordara con facilidad y, como no tenía la costumbre de consumirlos, me darían dolor de estómago.

Me mordí el labio, dubitativo.

Mi cuerpo seguía débil. No se recuperaría tan fácil del ataque de pánico que sufrí sin una fuente de energía. Había agotado mi fuerza y debía reponerla para poder irme a casa sin que llamaran a mis padres.

Jugueteé con los bordes transparentes del envoltorio de los chupetines, debatiéndome qué hacer. No quería la culpabilidad de mi consciencia suspirándome en la nuca, aunque no tenía opción.

Desenvolví una paleta de frutilla para llevármela a la boca y, antes de que lo haga, escuché a la enfermera hablando con alguien. Lo hacían en voz baja, como discutiendo. Distinguí una voz familiar, a pesar de que no podía entender lo que se decían.

Por suerte, no se demoraron mucho, y el personaje misterioso se apareció desde detrás de las cortinas.

Jungkook.

Parado a los pies de la camilla y con las manos en los bolsillos, mantuvo sus ojos en los míos. Estaba igual de llamativo que siempre, lástima que seguía manteniendo su distancia conmigo, sin aproximarse más.

Podía notar sus nervios y tensión. Me era sencillo leerlo tras tantos años juntos. Permanecía lejos de mí porque estaba seguro de que, si venía más de cerca, no podría obedecer a sus propias palabras y se lanzaría para obsequiarme uno de sus cálidos y reconfortantes abrazos.

Me dolía. Lo necesitaba tanto como él me necesitaba a mí.

—¿Estás... bien? —inquirió, arrastrando las palabras. Desvió la mirada hacia cualquier punto en la habitación que pudiera resultarle interesante.

—No precisamente.

Ahí vio las golosinas que giraba entre mis dedos y que me negaba a ingerir.

Kook estaba al tanto de mis dietas estrictas, algo que no compartía pero que respetaba, pues era el medio para un fin, que era la danza. Se trataba de mi actividad favorita, aquella que podía llenarme el alma y dejarme rebosante. Sabiendo de antemano que era una empresa perdida, solía insistirme con que comiera más.

—¿Quieres que te traiga otra cosa? ¿Un jugo natural o algo del comedor sería mejor para ti? Puedo ir a comprar, no tengo problema. Lo importante es que comas o tomes algo que te dé energía. Me dijo la enfermera que apenas has desayunado.

Ese era el hombre del que me había enamorado.

Jungkook era atento, servicial y una persona que no dudaría en darte una mano, así lo hayas decepcionado. Él estaría ahí para lo que sea. Nada cambiaría su compañerismo ni su afecto, ni siquiera el terrible error que cometí con nuestra relación.

Me hacía sentir peor conmigo mismo, como una mierda. No me merecía a un hombre como él, tan bueno y considerado.

—¿Harías eso por mí? —la voz me tembló y volví a sensibilizarme, parpadeando varias veces para contener el picor de mis ojos que amenazaba con hacerme llorar.

—No tienes que preguntar. Claro que lo haría por ti, mi amor.

Se le escapó.

Ambos nos quedamos con los ojos abiertos, anonadados con aquellas palabras que cargaban un enorme significado para nosotros. Entonces recompuso su expresión y se le escapó una bonita sonrisa.

Dios, él hacía que mi corazón saltara. Era tan detallista y lindo conmigo, que la culpabilidad me destruía.

Lo extrañaba a horrores. Estaba tan acostumbrado a su presencia, a nuestras interacciones, a estar tan encima y compartir tanto juntos, que mantenernos lejos era una tortura emocional.

Daría lo que fuera por volver a él. Me era imposible aceptar la posibilidad de no tenerlo conmigo.

Me terminaría de romper en pedazos si debía verlo con otra persona, como me pasó con Taehyung.

¿Qué tan egoísta podía ser al quererlos a ambos? ¿Sería posible que ellos aceptaran algo así sólo porque yo no podía tomar una decisión?

—Bueno, iré al comedor —hizo ademán de volver a escabullirse tras la cortina.

—Espera —le atajé—. ¿Cómo supiste que estaba aquí, en la enfermería?

Una de sus manos escapó del bolsillo de sus pantalones para rascarse la sombra de su barba, a la altura de la mandíbula. Se lo meditó antes de responder con tranquilidad:

—Taehyung me avisó.

¿Taehyung?

No podía creer que haya roto el silencio que mantenían entre ellos desde lo que sucedió en la fiesta. Se arriesgó a la ira de Jungkook una vez más, con tal de que se enterara de mi estado.

—La enfermera dijo que estaban discutiendo —le presioné, para que me contara más. Los detalles eran imprescindibles. ¿Qué tanto hablaron de mí?

—Sí —sonrió—. Entró a mitad de la clase con la cara pálida como si hubiera visto a un fantasma y me pidió a los gritos que lo acompañara. Estaba muy asustado. Pensó que estabas teniendo un ataque y no sabía qué hacer, así que te dejó en la enfermería y fue a buscarme.

»Al principio pensé que te lastimó o algo. Me puse sobreprotector y casi vuelvo a golpearlo de no ser porque la señora Yin me aseguró que estabas bien, que te hacía falta reposo, nada más. Debo pedirle disculpas y agradecerle que se haya encargado de traerte de inmediato. Tiendo a saltar sin medir las consecuencias cuando se trata de ti, Minnie.

Tragué saliva y planché el envoltorio de la paleta con los dedos, rehuyendo su mirada.

Me alegraba que, a pesar de ignorarme durante días, aún me cuidara.

—¿Piensas decirme qué te pasó? —volvió a hablar—. No es normal que te desmayes. Al menos no desde la dieta que hiciste el año pasado. Espero que no hayas vuelto a hacerla...

—Claro que no —fruncí el ceño—. Te prometí que no la intentaría de nuevo.

—¿Entonces?

Ay no.

Contarle lo que vi era terreno peligroso. No quería alejarlo ahora que lo tenía conmigo, hablándome por fin.

A la vez, no podía ser desconsiderado. Él fue sincero con sus sentimientos y no podía retribuirle con menos.

Cerré los ojos y suspiré con fuerza antes de soltarle la verdad.

—Vi a Taehyung besándose con una chica bajo las gradas de la cancha de fútbol.

—Supongo que no te cayó muy bien.

—Si vas a jactarte de que tenías razón al advertirme, puedes hacerlo. Me lo merezco.

Liberó una risa seca antes de romper nuestra distancia. Se sentó en el borde de la camilla y alzó mi rostro con el dedo índice, dedicándome una mirada profunda tan colmada de amor que era capaz de desarmarme hasta el alma.

—Si piensas por un segundo que voy a hacerlo, es porque no terminas de conocerme —dijo con voz grave, tajante—. Te amo mucho como para burlarme de tus sentimientos, así sean por alguien más.

—Kook...

El picor en mis ojos estalló de nuevo, esta vez obligándome a soltar lagrimones que él borró de mis mejillas con sus pulgares calientes. Atrajo mi rostro con sus manos y depositó un beso en mi frente, seguido del abrazo rearmador que estaba esperando de su parte.

Tomé lo que me ofrecía y me anclé a él, a su cuerpo. Aspiré su perfume más de cerca, y sollocé.

Lo amaba tan mal, que no iba a dejarlo ir. Mi corazón no soportaría la pérdida de mi ancla.

No había un solo día en mi vida en que no haya pensado en Jeon Jungkook desde que puso un helado de frutilla en mis manos. Las únicas veces en que me olvidaba de él, eran cuando Taehyung estaba cerca.

Cuando hizo el ademán de cortar nuestro abrazo, oculté el rostro en su hombro y lo estreché con más fuerza, renuente a abandonar la proximidad que habíamos tenido.

—Minnie...

—También te amo, Kook —le dije entre lágrimas, con el corazón expuesto—. Te amo tanto que no sé qué hacer sin ti. Lamento lo de Taehyung. Lamento haber estado con él y haberte herido. Por favor no me dejes porque yo no sé cómo seguir sin tenerte a mi lado.

—Cariño, escucha —forcejeó para liberarse de mis brazos, que no iban a soltarlo—. Jimin...

—Te prometo que puedo arreglarlo.

—Jimin —deshaciendo mi abrazo, sujetó mis mejillas para que lo observara bien y dejara a un lado mi humillación—. No puedes ignorar lo que sientes por él. Está ahí, por más que nos joda a ambos. Y si sigues queriéndole, tú y yo no podremos concentrarnos en nuestra relación.

—Lo dejaré en el pasado, ¿sí? Dijiste que no le diera mi cariño a alguien que no es capaz de dar lo mismo por mí. Después de hoy, no volveré a buscarlo. Lo prometo.

—No hagas promesas que no puedas cumplir —suspiró contra mis labios, apoyando su frente en la mía y cerrando los ojos para controlarse.

—Te prometí que no dejaría de amarte. Y cumplí.

Sus párpados se abrieron y fui escrutado por sus pupilas, que debatían la veracidad de mis palabras.

Era incapaz de mentirle. Mi rostro me delataba cuando lo hacía. Al comprender que no cedería, aceptó que lo que le decía era real.

—Está bien —dijo, besándome la punta de la nariz—. Te buscaré algo de comer y te llevaré a casa. Sino tu madre enloquecerá.

***

Con tal de que me dejaran en libertad, Jungkook se ofreció a supervisarme hasta que mi madre regresara del trabajo. A la señora Yin no le quedó más remedio que darme de alta, pues la labia de Jungkook resultaba muy convincente.

El trayecto se desarrolló en silencio, con él manejando mi carro. De ninguna manera me iba a dejar hacerlo estando tan "débil".

La verdad es que recobré los ánimos tras comer un generoso trozo de budín de naranja que me consiguió gracias a la amabilidad de las cocineras. Tuve que tragar hasta saciarme, por más que estuviera satisfecho. La porción era enorme y él insistió en que no nos iríamos hasta que no dejara una sola miga.

Cumplí mi parte del trato y Kook cumplió la suya.

El ambiente estaba raro entre nosotros en el interior de mi coche, con el silencio siendo interrumpido por una emisora que transmitía clásicos de los ochenta. Por fortuna, no nos demoramos mucho en llegar a mi casa.

Estacionó mi vehículo en el garaje y me ayudó a descender, alzándome en sus brazos como si no pudiera caminar por mi propio pie.

Tal vez fuera su excusa para tenerme cerca, quién sabe. Su expresión era serie e indescifrable y no podía adivinar lo que pasaba por su cabeza.

Por mi parte, aproveché en enredar mis dedos tras su nuca, jugueteando con los mechones largos de su cabello. Tener su perfil a pocos centímetros me daba ganas de besarlo, de mordisquear la piel de su mandíbula, sintiendo la aspereza de su barba de pocos días.

—Llévame a la cama —le susurré al oído tan pronto adiviné que sus intenciones eran dejarme sobre un sofá, en el estar.

Me devolvió una mirada de advertencia, previendo mis oscuras intenciones.

La seriedad le daba el encanto. Hacía que mis labios ardieran por sentir su piel y que mi cuerpo anhelara el suyo. Me calentaba con facilidad, con mi deseo burbujeando cortesía de las hormonas de puberto.

—¿No confías en mí? —me burlé, sonriéndole coqueto.

Se mordió el labio inferior con los incisivos y negó.

—Eres demasiado peligroso para tu propio bien.

De cualquier forma, obedeció a mi solicitud, teniendo especial cuidado de no tropezar con los escalones.

Comprobamos que no había nadie en casa a medida que pasábamos por las puertas entreabiertas de las demás habitaciones, hasta que nos detuvimos frente a la mía, la última del pasillo. Me quitaba un peso de encima, ya que no estaba de ánimos para explicarle a nadie lo de mi estúpido ataque de pánico por otro chico que no era mi hombre y mi posterior visita a la enfermería.

Jungkook me ubicó con suavidad en la cama y pronto mi cuerpo extrañó su calor. Fue hasta la ventana y abrió la celosía para que entrara la luz.

A continuación, se desabrochó el saco del instituto y se desajustó la corbata, sentándose luego a mis pies.

—¿Necesitas algo más?

La pregunta era inocente, pero entre nosotros nada podía serlo. La tensión sexual que cargábamos se hacía presente en todo momento, hasta en los momentos más inadecuados.

Desde que nos exploramos por primera vez, nos acostumbramos a disfrutar de nuestros cuerpos sin vergüenzas ni tapujos. Supongo que sentir el frenesí de la lujuria era un rasgo de la edad. El ser adolescente y tener un cuerpo atlético otorgaba ciertos beneficios, como la resistencia y esa sensación de que no se tenía suficiente sino hasta que las piernas se volvían de goma.

Y eso era justo lo que ansiaba experimentar.

—Estoy necesitado de ti —respondí, incorporándome en la cama y gateando en su dirección.

Siguió con la vista mi camino, hasta que me cedió el permiso de sentarme en sus musculosas piernas.

—¿Tienes algún problema con eso? —murmuré suavecito, masajeando su nariz con la mía y rozándome contra su intimidad.

—El único problema que tenemos es el que está entre mi polla y tu culo —gruñó, con los ojos nublándosele por el placer que le brindaba.

Su grosor se intensificó bajo mis nalgas, seguido de su pesada respiración calentándome los labios.

No tenía idea de en dónde nos dejaba esto, dada nuestra situación, pero apostaba a que valdría la pena.

Siempre terminábamos de esta manera, sin importar discusiones o desacuerdos. Nos era inevitable acabar uno encima del otro gritando en orgasmos porque éramos débiles y sucumbíamos al apetito sexual. Además, antes no nos habíamos contenido como ahora, y eso sólo lo empeoraba.

—¿No extrañabas follarme, Kookie? —le presioné, incrementando la velocidad de mis caderas.

Lo escuché gruñir antes de recibir un beso demandante y obsceno. Mordió mi boca y sus manos apresaron mi culo, masajeándolo bajo la falda. Me presionó contra su erección al mismo tiempo que un dígito suyo tanteaba en seco mi agujero, corriendo a un lado la diminuta tanga que llevaba como ropa interior.

Impaciente por tocarlo, prácticamente le arranqué la camisa. Su pecho firme se sintió febril al tacto y sonreí entre besos al tener a mi hombre a mi entera disposición.

Interrumpió las caricias entre nuestras lenguas con el fin de lubricar sus dedos con su saliva, penetrándome con ellos.

La sensación fue abrumadora, más potente que en las ocasiones anteriores.

En determinado punto, me tumbó sobre la cama, metiéndose entre mis piernas tan rápido que no me dejó cerrarlas. Siguió atacando mi cuello, chupando y mordisqueando hasta detenerse en mi oreja.

—Jamás te he follado. Todo el tiempo te hice el amor, Minnie —me aclaró, con voz grave.

Escuché el tintineo de su cinturón al ser aflojado, seguido de la bragueta de su pantalón. Había cierto salvajismo en sus movimientos que distaban del pacífico hombre que era ante los demás. Se reservaba esa doble fachada exclusivamente para mí.

Sus dedos siguieron masajeando y estirando mi entrada, acondicionándome para lo que estaba por venir. Él conocía mi cuerpo mejor que yo mismo y lograba que me adormeciera en una nebulosa de satisfacción que podría hacerme correr con facilidad.

Sujeté su muñeca estando a poco de acabar. Si iba a contraer mi culo contra algo, prefería que fuera succionando su polla.

—Métela... por favor —rogué con la voz rota.

Detuvo sus embistes y retiró los dedos con exagerada lentitud, a propósito, disfrutando de mis muecas y suspiros.

Tan pronto como retiró la última falange, su longitud me profanó con una embestida brutal que me hizo encorvar la columna y liberar una queja de dolor.

Me sentí desbordado, lleno de golpe, y las lágrimas cayeron por mis mejillas.

—Esta es la única polla que te hace falta, mi amor.

Oírle tan territorial, masculino y dominante me llevó al borde. Sus labios se tragaron los grititos que solté al llegar a lo más alto. Temblé entre sus brazos en medio de la barrera entre el dolor y el placer, corriéndome a chorros entre su estómago y el mío.

Recogió los restos de mi semilla y la untó sobre su grosor para lubricarme, sin quitar su glande de mi interior. Esperó con paciencia a que recobrara el aliento y prosiguió con un vaivén hambriento.

Su verga no temía chocar contra mis nalgas con un ruido morboso, enrojeciendo mi entrada y estimulando mi abusada próstata sin compasión.

Hizo que se me olvidara otra vez lo del condón, pero es que teniendo su grosor y su avasallante cuerpo quitándome el aliento, era imposible recordarlo a esas alturas.

Maltrató mis labios con los dientes al sentir su orgasmo aproximarse. Incluso sus gruñidos se intensificaron y sus manos se afianzaron a mi cintura como si tuviera miedo de que me escurriera entre sus dedos.

—Lléname, Kookie —le pedí, presionando su razón.

Entonces sentí el calor de su semen resbalando dentro de mí, fundiéndose con mis fluidos. Jungkook respiró agitadamente en mi oído y se desplomó encima de mi cuerpo, desarmado.

Le acaricié el cabello, mimándolo como él hacía conmigo tras hacer el amor. Alcancé el cobertor estirando la mano y nos cubrí con él. Nuestros cuerpos perdían temperatura tras la relajación y el fresco del clima se empezaba a notar sobre la piel, así que hice lo posible para que nos mantuviéramos calentitos.

Apenas nos tapé, Jungkook apoyó los codos a ambos lados de mi cabeza y se incorporó para observarme. Siseé al sentir su miembro rozando mis paredes, pues no quiso salir en ningún momento y todavía continuaba con los pantalones del instituto a medio poner.

Me dio un beso dulce en mis pomposos labios y rompió su seriedad con una sonrisa.

—A veces parece que no lo sabes, pero, sin importar lo que pase, elegiría estar contigo una y mil veces. Con nadie más —me dijo, con sus ojos fijos en mi rostro.

Se quedó así por unos segundos, hasta que se escabulló a la seguridad de mi hombro para dormitar.

Fue todo lo que necesité para confirmar que el amor y la fidelidad que tenía Jungkook por mí era enorme y que nuestra felicidad dependía de que no volviera a fallarle. 

Hoy hay capítulo largo porque siempre les dejo esperando más de una semana. Espero compense un poco mi ausencia 😘

Extrañaba a estos dos melosos. No les importa nada, ellos van y la ponen, después ven como arreglan el desastre jajaja. Y vayan preparando los pochoclos porque falta poco para el Vmin 💖

Espero se estén cuidando. No se olviden que les quiero y que aprecio mucho que sigan aquí apoyando a la historia 😍💕

-Neremet-

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