Capítulo 21: Junto a ti

Fin.

Último examen entregado.

Me desinflé como un globo y salí del aula sujetándome con mis dos muletas. Paul esperaba fuera, junto a Mary que ya había terminado de hacer el examen. Mi amiga parecía tranquila.

—¿Y bien? —me preguntó él con expectación.

Asentí dando a entender que todo había ido bien. Al menos así me lo había parecido. Paul me abrazó y me comió a besos.

Cuando pasó aquel arrebato, me giré hacia Mary.

—¿Cómo te ha ido? No me has dicho nada estos días, me tienes preocupada —le dije.

—Supongo que bien... —respondió encogiéndose de hombros—. Peter ha convencido a mis padres para que me dejen estudiar físicas en Escocia. Seguramente, si tengo buenas notas en selectividad, me marche a Europa.

La miré, desencajada. Su manera de hablar era tranquila, desenfadada... Como si lo que acabara de contar tuviera que ver con su menstruación o con el tiempo atmosférico. De hecho, yo me altero más que ella cuando hablo de mi menstruación.

—¡¿QUÉ?! ¿Tan lejos, Mary?¿Y cuándo nos veremos? —pregunté sin darme cuenta de que ella no podía verme. Pero sí percibirme.

Sonreí, pues ella podía sentir mis pensamientos mejor que cualquier otra persona. Eso es casi mejor que que alguien pueda verte. Me percaté de que Paul había decidido no intervenir en la conversación. Mary extendió su brazo y puso su mano en mi hombro.

—Vendrás a verme y podrás conocer el paisaje escocés. Yo no puedo verlo, pero Peter me ha dicho que es precioso.

Entonces en un susurro pregunté:

—¿Y Roy? ¿Qué va a ocurrir con él?

Y lo vi. Ese gesto de dolor. Fugaz. Pero estaba ahí. Algo había ocurrido.

—Él se marcha a estudiar a Finlandia —dijo con amargura.

—¿Por qué tan lejos? —me pregunté en voz alta.

Aquel pedazo de pasillo comenzaba a despejarse. Oficialmente, habían acabado los exámenes de selectividad y todo el mundo se marchaba a celebrarlo, cada uno a su manera.

Sentí que Paul agarraba mi mano y la oprimía con fuerza.

—No lo sé. Al parecer estaba en sus planes desde hace mucho tiempo —susurró ella con los ojos empañados.

Y, por primera vez desde que la conocía, la vi llorar. Toda su fachada se había derrumado.

La abracé como pude con mis muletas y ella se apoyó en mi hombro.

—Quiero irme, Becca. Quiero marcharme lejos de mis padres..., quiero conocer otra parte del mundo. Quiero... Empezar de nuevo —susurró ella.

Entendí. Su vida no había sido fácil. De todas maneras yo no entendía por qué de repente Roy, quien me había parecido estar tan enamorado de mi amiga, se marchaba tan lejos y por qué no se lo había dicho antes a Mary –si es que era verdad que lo tenía planeado desde hacía tanto tiempo–.

—¿Ya has pensado alguna universidad en concreto? —pregunté—. Quiero saber a dónde voy a tener que ir a verte.

Ella se alejó un poco de mí.

—A la escuela de Física de Glasgow, seguramente. Creo que me harán algún tipo de adaptación curricular... Me facilitarán las cosas... Ya sabes... Por la ceguera —comentó.

Asentí.

De pronto Paul intervino.

—Mary... ¿Por qué no te vienes a cenar con nosotros y luego nos damos una vuelta por el centro de la ciudad?

Ella esbozó una sonrisa. Le pareció un buen plan.

***

Aquella noche, Bryan no salió con sus amigos. Decidió volver al bosque, a pensar. Aparcó donde lo hacía normalmente, en el mismo lugar que unos días antes, cuando había encontrado a Becca tirada en el suelo con el tobillo convertido en una bota edematosa.

Suspiró. La temperatura era buena. A las diez de la noche, el sol ya había desaparecido del horizonte y las estrellas brillaban con fuerza en aquel lugar alejado de la contaminación lumínica urbana. Eligio un pedazo de terreno tapizado por una alfombra de césped y se tumbó boca arriba. Respiró hondo y dejó que el aroma de madera de árbol que reinaba en aquel lugar inundara sus sentidos.

Sentía que había cerrado el primer tomo de lo que sería la historia de su vida. La selectividad estaba hecha. El colegio y el instituto habían quedado atrás. A partir de aquel momento, dejaría de estar protegido por su padre y por los profesores. Pasaría a ser considerado un adulto por el resto de la sociedad.

Las cosas cambiarían, supuso.

Miró las estrellas. Algunas parecían emitir destellos deslumbrantes de manera intermitente. Otras se mantenían discretas, más apagadas, pero más constantes.

Entre todas hacían dibujos imposibles, acertijos, promesas... Si pudiera entenderlas...

—¿Y si pudiera? —preguntó en voz alta.

Entonces se levantó y volvió a su todoterreno. Condujo hasta su casa, que estaba vacía. Su padre estaba de viaje, en algún congreso.

Subió a su habitación y encendió el ordenador portátil. Lo primero que apareció fue la universidad de Cardiff. Sacando la geografía de las profundidades de su memoria, recordó que eso se encontraba en el Reino Unido. Él tenía familia más al norte, en Edimburgo, Escocia, allí vivía un primo mayor suyo con el que se había llevado muy bien hacía años, hasta que se marchó a trabajar allí –lo último que había escuchado de él era que llevaba una vida bastante bohemia como músico indie–. Reflexionó. Quizá podría hablar con él y proponer pagar un alquiler a medias...

De todas formas, la idea de marcharse a Europa le gustaba. Le ayudaría a olvidar. A olvidarla a ella. A lo mejor, si encontraba una facultad en la que poder estudiar física y astronomía cerca de Edimburgo... Buscó en Google.

Y entonces apareció: la escuela de Glasgow.

***

Las notas de la selectividad se publicaron en la página web del ministerio de educación, a las siete de la mañana dos semanas más tarde del último examen. Y allí estaba yo, delante del ordenador, con unas ojeras espantosas y hecha un manojo de nervios. Ni mi madre fue capaz de acercarse a mí, pues debía de verme como una especie de erizo de mar que disparaba sus agujas ante la mínima amenaza.

Creo que actualicé la web varias veces antes de que aparecieran las calificaciones.

—Ya está, allá vamos.

Paul no había podido quedarse a ver las notas conmigo porque tuvo que volver al saber que había nacido su sobrina. Eso sí, antes de subirse al avión me hizo prometer que iría a visitarle a su casa para conocer a la bebé de su hermana una vez que me hubiesen admitido en alguna facultad de medicina —él ya presuponía que eso iba a suceder—.

Hubo sobresalientes, un par. Pero muchos ochos y algún siete.

Se me revolvió el estómago. Algo había fallado. No era lo que yo esperaba. Me habían salido muy bien aquellos exámenes. ¿Quién demonios los había corregido? ¿Qué había pasado?

No eran notas malas pero tenía el temor de que pudieran no ser suficientes para lo que yo necesitaba. Un par de lágrimas me brotaron de los ojos. Había trabajado mucho, lo sabía. El tobillo roto no había colaborado y la falta que Paul me había hecho tampoco, pero yo había estudiado igual, con ganas, con esfuerzo.

¿Qué había fallado?

Mi madre entró en mi cuarto y en silencio observó las notas.

—Están muy bien, cariño —me dijo—. ¿Por qué lloras?

—Porque a lo mejor no bastan... —respondí.

—Llevas una nota media del bachillerato muy, pero que muy, alta. Eso lo compensará con creces. Ahora descansa, te lo mereces —me animó ella—. Y, si no consiguieras esa plaza, buscaríamos la manera de que puedas estudiar medicina, te lo prometo.

La miré. Parecía sincera. Al final, mi madre había asumido que yo quería seguir sus pasos, pero a mi manera. Descubrir la medicina desde mi punto de vista, contribuir a ella de alguna manera.

Después entró mi padre a la habitación.

—Becky... ¿Por qué lloras, hija?

Observó las calificaciones que había en la pantalla.

—Son unas notas estupendas y deberías estar orgullosa —sentenció él—. No sufras, estoy seguro de que hay una universidad por ahí que está esperando tener una alumna como tú.

Me hizo sonreír. Entonces se escuchó el llanto de una de las gemelas y mis padres fueron a ver qué podía ocurrir —hambre, pis, caca...—. Unas horas más tarde llamé a Paul y le conté mis notas y mis miedos. Me dijo exactamente lo mismo que mis padres.

—Y quiero saber a qué universidad vas a ir. Quiero que me lo digas en cuanto lo sepas. ¿Me entiendes? —dijo con seriedad.

Asentí. El Skype fallaba un poco y la señal a veces llegaba con retraso. Nos despedimos. Debía ocuparse de su casa, de su madre y de echarle una mano a su hermana con el bebé.

Después hablé con Mary. Curiosamente, sus notas habían sido muy similares a las mías y a las de Roy. Me contó que al parecer las notas entre todos nuestros compañeros habían sido más bajas de lo esperado y ninguno sabíamos exactamente por qué. Aquello me dio algo de esperanza. Quizá los exámenes habían sido más difíciles de lo normal y en general, todos los alumnos que nos presentábamos a la selectividad aquel año sacaríamos unas notas por debajo de lo previsto.

Sin embargo, sólo eran teorías.

Me quedaría esperar otras dos semanas hasta saber en qué universidad me habían aceptado. Rellené la solicitud de plazas en orden. Empecé por la que se encontraba más cerca de mi querido hogar –la universidad en la que Paul había estado matriculado cuando lo conocí–.

Después seguí marcando universidades por todo el país. Mis padres me habían asegurado que podían permitirse pagarme una residencia de estudiantes lejos de casa, lo cual me hacía sentirme muy agradecida con el mundo por poder contar con aquella opción.

Envié la solicitud. Apagué el ordenador. Me tumbé en la cama.

Me esperaban quince días de incertidumbre.

***

Dos semanas más tarde, repetí la azaña. Estuve toda la noche sin dormir. Y a las siete de la mañana ya tenía el ordenador encendido y con la página web abierta para saber, en cuanto lo publicaran, la universidad en la que había sido admitida.

Todos dormían en casa. Las gemelas habían empezado a aguantar seis horas seguidas de sueño y por tanto, yo era la única desvelada de la familia en aquel momento.

Me estremecí, sentada en la silla. Aún tenía una férula de escayola puesta en el tobillo derecho, pero ya podía apoyarme completamente sobre él y me habían insistido los traumatólogos en que hiciera vida normal.

Así que allí estaba, ejercitando mi vida normalmente, con la ansiedad completamente descontrolada y mi mente creando paranoias sin fin entre las que se incluía una Becca haciendo crucigramas toda su vida en la tumba de Tutankamón –y es que la arqueología seguía sin disgustarme del todo–.

Refresqué la página web. Quedaba un minuto para las siete de la mañana.

Esperé. Recé.

Y volví a actualizar la página. Jamás hubiese imaginado encontrarme con aquel nombre en la pantalla.

Era mi quinta opción, pero no por ello menos mala.

Columbia University Medical Center

—Eso está en Manhattan —susurré—. Voy a estudiar medicina en Nueva York. Eso está incluso más cerca de la casa de Paul...

Lo primero que hice fue avisar a Paul con un mensaje de texto. Lo siguiente fue ir corriendo a despertar a mis padres para brincar sobre su cama.

Los dos recibieron la noticia con un sabor agridulce. Se alegraban por mí, pero me iría lejos, les faltaría. Sus caras compungidas lo decían. En el fondo, yo sabía que mi madre había albergado la esperanza de tenerme en casa durante toda la carrera.

—Esto hay que celebrarlo, Becky —dijo mi padre—. ¡Prepararé tortitas para desayunar!

Una semana más tarde llegó oficialmente la carta que me admitía en la universidad, otorgándome la plaza que había deseado durante tantísimo tiempo.

Por otro lado, Bryan y yo recibimos un email de parte de varias universidades que nos daban la enhorabuena por nuestro trabajo sobre la Esclerosis Múltiple y nos animaban a continuar adelante con nuestra vida científica.

Me quedé a cuadros cuando me enteré de que Bryan había decidido no estudiar medicina.

—Me voy lejos. Probablemente a Europa... Si me admiten —me había dicho el día que fuimos a hablar con Indra para agradecerle la ayuda que nos había prestado con el trabajo.

Me sorprendió que Mary no fuera la única que había tenido la idea de cambiarse de continente. Sin embargo, decidí no revelarle los planes de mi amiga —quien se había distanciado de Roy Jackson bastante en el último mes... Mary me dio a entender que ya no estaban juntos pero no quiso entrar en detalles—.

El caso es que, cuando llegamos al despacho de la doctora Raj, en la tercera planta del hospital, lo encontramos cerrado. Preguntamos a sus compañeros y nos dijeron que acababa de terminar la guardia y que se había marchado a su casa hacía apenas unos veinte minutos. Resignados a volver otro día, nos encaminamos a la salida. Atravesamos el parking, cada uno en dirección a su propio coche, cuando entonces la vimos.

—Oh, Dios mío.

—¿Qué?¿Lo conoces? —me preguntó Bryan sin mucho interés—. Supongo que es normal que una mujer como ella tenga novio. No sé de qué te escandalizas tanto.

—Pues es que ese novio, al parecer, es el hermano de Mary Watson —susurré, alucinada.

Peter se estaba comiendo, literalmente, a la doctora Raj justo al lado de un pequeño Mini de color amarillo. Se separaron y se miraron. Ambos se subieron al coche muy sonrientes. Indra arrancó el motor y se marcharon de allí.

Tardé unas cuantas horas en volver a colocar mi mandíbula en su sitio.

***

Un mes después...

Su padre se había mostrado conforme con la idea y Daisy se había comprometido a trabajar con Elizabeth Wyne otro año más. Paul visitaría a su madre todos los fines de semana y llamaría a diario.

Sus ojos emitieron un destello de ilusión al sujetar aquel sobre. Acababa de recibir la carta de admisión. Esa que le permitiría terminar la carrera de medicina en la universidad de Columbia.

Con Becca.


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Y FIN DEL SEGUNDO LIBRO DE BECCA BREAKER!!!


jejeje... qué os parece el panorama que tenemos??? 

A vuestra pregunta: SÍ, HABRÁ TERCER LIBRO DE BECCA BREAKER... PERO NO INMEDIATAMENTE, JAJAJ NECESITO RESPIRAR Y ACABAR OTROS LIBROS ANTES :D

Pero lo habrá, espero empezarlo para septiembre más o menos.


Recordad que lo podéis reservar en Amazon en los links que están en mi perfil y cuando salga a la venta, el 30 de junio, si queréis podéis dejar vuestra opinión del libro... si os ha gustado claro, jejejejejejeeje


bueno, os quiero mucho.

Os agradezco el apoyo, que hayáis acompañado a Becca hasta aquí.

Contestanto a otra de vuestras preguntas, que me han llegado muchos mensajes al respecto: sí, yo también estudio medicina y Becca Breaker se parece un poquito a mí, pero mi vida es bastante distinta a la suya. Sin embargo, puedo decir que de todos mis libros, es mi personaje favorito, porque representa muchas de las cosas en las que yo creo.


Bueno, dicho esto, aquí me despido. Os informaré de nuevo por aquí cuando el libro haya salido por fin a la venta :D

un beso enorme enorme!!!

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