Capítulo uno

El estrés que me brindaba mi trabajo hizo que llegara a mi límite.

¡Joder!

Fui directo a un bar para despejar mi mente, así cuando llegue la hora de ir a mi hogar, mi hermoso esposo no esté soportando mi humor de mierda.

Luego de un par de tragos se había esfumado todo enojo y sólo pude enfocarme en aquellas largas y bellas piernas que pasaron frente a mi visión, mis ojos se perdieron en ellas. Aunque no podría comparar con la exquisitez de mi consorte.

De igual forma no estaría mal probar un poco de aquella piel.

Le di un último sorbo a la botella, que se encontraba posada junto a mi vaso, para alejar el pequeño sentimiento de culpa que se hizo presente por aquel pensamiento y por la acción que haré a continuación.

Me levanté, observe mi anillo de compromiso y lo guardé en el bolsillo izquierdo de mi pantalón, para luego ir tras aquella persona.

Jeon Jungkook.

Me desperté con el sentimiento de angustia inundando mi pecho por el susurro que provocó mi mente.

Quise levantarme de aquella cama, pero unos brazos me envolvían.

La volví a cagar. Al llegar a casa tendré que inventar una excusa ¡Jodida mierda!

No me molesté en girar a ver quien era el propietario de aquella extremidad, ya que no me interesaba en los más mínimo, lo único que busqué fue mi celular. Tenía más de veinte llamadas perdidas de mi Jungkook y varios mensajes preguntándome si estaba bien.

Si tan solo supiera que toda la noche estuve más que bien.

Quise golpearme por aquel pensamiento.

Estoy seguro de mis sentimientos por mi esposo, aunque mis deseos sean más fuertes.

Y aunque no me lo merezca lo amo de forma indirecta.

Decidí levantarme de la cama, recogí mi ropa y al terminar de colocarme la última prenda me dirigí a la puerta.

— Guapo, ¿a dónde vas?— aquella voz inundó la habitación.

Un escalofrío recorrió mi cuerpo al recordar esa misma voz, pero pintada de lujuria.

Me odié tanto.

— No te interesa— respondí secamente.

— Tienes razón, no es de mi interés, pero creo que a tu esposo si, ¿cuál era su nombre?

Cuando mencionó a mi pareja me tense del todo.

—Cierra la maldita boca.

— Jungkook —exclamó con una sonrisa— el pobre idiota no dejaba de llamarte toda la noche.

— ¡Vuelves a mencionarlo y te partiré la puta cara!— estallé de furia al escuchar el insulto hacia mi consorte.

— Es gracioso que ahora hagas como si tu esposo te importara, cuando anoche corriste tras mio y dejaste en el olvido tu estúpida sortija, — caminó hacia mí, apoyó sus manos en mi pecho semidescubierto y enterró sus uñas en él.— para luego enterrarte en mi de una forma tan dura y apasionada.

— ¡Que cierres la puta boca! Maldición, fue una equivocación.

— ¿Cuál es la equivocación? ¿Acostarte conmigo o haberte atado a alguien que no te complace y que tampoco amas? ¿Eh? Dime el por qué lo engañas.

—¿Piensa que te responderé?, no eres nada mío, solo eres una persona más que pasó por mis pantalones— hablé dándole una mirada con total desprecio.

Con pasos firmes me dirigí hacia la puerta, la abrí para marcharme finalmente. En ese instante dijo algo que nunca se me habría pasado por la cabeza:

—Si sigues así, tu preciado esposo te abandonará y cuando te des cuenta de lo que valía será demasiado tarde. Lo digo por experiencia propia, cariño.

Con esas palabras en mi mente, cerré de un portazo y corrí en la dirección donde había estacionado mi automóvil.

Conduje hasta toparme con una florería y le compré un ramo de esos hermosos claveles que tanto adoraba, como muestra de un perdón silencioso.

Subí nuevamente a mi vehículo para dirigirme a mi casa, donde me esperaba mi tan bonito consorte.

Al llegar a destino, bajé e introduje la llave en la cerradura, pero mi cuerpo se tensó al recordar lo que había dicho aquella persona. Y me reí de mí mismo por creer que mi esposo sería capaz de dejarme.

Él muere por mí, es un amor casi enfermizo obediente. Excede la normalidad.


No ve los pliegues ni los fallos en mi cuerpo, soy su todo, su verdad.


Entré a mi casa, encontrándome a un Jungkook con la mirada perdida en la ventana y sentado en la mesa del comedor, acompañado de una taza humeante en sus manos y otra taza apoyada en la mesa esperando que alguien la tomase.

— ¿Cielo?— al escuchar mi voz pega un salto por el susto ocasionado.

Apenas se levantó, corrió a mis brazos.

Como siempre.

—Amor, has vuelto, pensé que te ocurrió algo. Te llamé, pero nunca respondiste.

— Estoy bien, cielo. No pude responderte porque la reunión terminó tarde, se le agotó la batería a mi celular y me quedé en casa de un amigo, ya que no quería despertarte al llegar a casa tan tarde. Y como disculpas te traje esto— apenas terminé de hablar saqué el ramo que le había comprado. Esos grandes y hermosos ojos brillaron.

Me acerqué para apreciar mejor sus bonitos luceros y en el momento que él hace un amague para volverme a abrazar, sus ojos se posaron en mi cuello haciendo que el brillo que habitaban en estos se fueran.

Él tanto como yo sabíamos el origen de aquellas marcas y que tardarían varios días en desaparecer.

— Gracias— depositó un suave beso en mis labios— Ven vamos a desayunar.

No se irá de mi lado. Era lo único que mi mente me repitió en toda la mañana y día.

No puede abandonarme.

Le he fallado y en instantes me da otra oportunidad.

-lilith

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