Epílogo
En aquel pasillo del palacio solo abundaba una persona, Kim Taehyung.
Su corazón palpitaba enloquecido y esa era la razón por la que no prestaba atención ni siquiera al camino que recorría: su mente estaba en las nubes y solo quería que la noche llegara para darle, a Jeon Jungkook, la sorpresa que había preparado con anterioridad.
Sus finas manos apretaron su libro favorito contra su pecho, ese de tapa dura y sin información bibliográfica que le hizo comprender lo mucho que quería tener un amor como el de la primera novela de romance homosexual que sus ojos apreciaron.
Ahora, para él, todo era una realidad, incluso más hermosa que la historia en el libro.
Y quiso soltar un chillido de adrenalina, recibiendo de nuevo los nervios y la emoción en cada una de las fibras de su cuerpo, ¡Por los cielos que Jungkook se reiría si lo viera!: con veinticinco años ya, aún no podía dejar de actuar como un chiquillo entusiasmado.
Es que era muy feliz; su vida, lo que hacía, con quien estaba: todo era una bendición. Se sentía encantado. Incluso ahora que ya no había más magia en el palacio, sus deseos no dejaban de hacerse realidad: excepto por uno que, al contrario suyo, provocaba un amargo sabor en la boca ajena que a diario besaba.
Un bufido molesto salió de los labios de Jungkook cuando notó el dolor que se generaba en las palmas de sus manos. Aquellas extremidades estaban empuñadas y rojizas, al punto en el que se le saltaban sus verdosas venas; sin embargo, se mantuvo en su posición, con el semblante más serio y agraviante del mundo, frente a todos los miembros del Consejo Real, quienes debatían sus opiniones: esas que su soberano odiaba escuchar.
—Entiéndanos un poco, majestad —uno de los hombres de túnica negra, pidió al fondo del salón.
—¿Entenderlos?, ¡¿Entenderlos?!... ¡Pero si lo único que entiendo es que todos ustedes están en mi contra!
—Amo... —le susurró Hoseok a su costado, pidiéndole volver a la serenidad, pues todos los ministros se asustaron por su reacción.
—Escúchenme, yo solo quiero contraer matrimonio con Kim Taehyung.
—Es un hombre, señor.
—Y también es un doncel, la persona más especial que ha tenido el reino en siglos —explicó iracundo, removiéndose sobre su asiento—. Si su preocupación es esa, la corona tendrá herederos.
—No está a discusión —dispuso uno de los ancianos más sabios del lugar—, el joven Kim no tiene sangre real ni riquezas que aportar; no es el indicado.
—Además, estuvo casado con el finado Park Bogum: un monarca no puede unirse a una persona que ya ha tenido matrimonios.
—¿Pero de qué está hablando usted? —las cienes de Jungkook comenzaron a punzar, no pudo creer lo que había escuchado: era una tontería—, ¡Ese matrimonio fue inválido!, en nuestro reino no existe una ley que apruebe un enlace igualitario, ¡Por eso mismo estamos aquí!
—Entonces, terminemos la reunión —sugirió otro consejero y Jungkook se puso de pie en su sitio, luciendo tan atemorizante, como si aún fuera la bestia que, por años, todos intentaron evitar.
—¡Nadie va a terminar la reunión hasta que yo lo indique! —exclamó y Hoseok no tuvo más que pedirles un poco de paciencia a los presentes, simplemente, con su seria y tranquila mirada—. Analicen lo que está pasando: entre los ciudadanos, hay más parejas diversas de las que creen. Lo único que les pido es que aprueben esta nueva ley, donde todos los que se aman, sin importar su género, puedan tener un certificado que avale su unión; no es muy complicado.
—Será un descontrol.
—El amor no es un descontrol, consejero Lee, ni siquiera el amor de iguales.
—¿Cómo está tan seguro?
—Porque yo lo siento a diario, durante cada minuto que marca el reloj... y es lo mejor que me ha pasado: lo que ha cambiado mi vida y la de todos ustedes —al rey, nunca nada le había afectado tanto como la negación a la que se estaba enfrentando.
Llevaba meses pensando en ello, meses debatiendo por lo mismo: estaba tan cansado.
—Señor, debe buscar una princesa... existe una buena variedad en las tierras cercanas.
—No dejaré a mi pareja —dijo, con más firmeza de la que necesitaba utilizar. No obstante, era un completo hecho: con Taehyung no terminaba por nada del mundo.
—Su majestad...
—¡Por favor!, es mi más sincero deseo. ¡Piensen en sus hijas e hijos!, arreglarles un matrimonio no es justo. Las personas no somos objetos, tenemos sentimientos y todos son válidos. ¿Qué tipo de pueblo tendremos si los obligamos a unirse con personas que no aman, solo por más tierras y ciervos? ¿Qué tanta infelicidad habrá en sus vidas?, ¿Valdrá la pena, entonces, respirar hasta la muerte?
—Está exagerando, mi señor.
—¡No estoy exagerando! —profirió, desesperado por no ser entendido—, ¡¿Y saben qué?!, Al final de cuentas ustedes solo son el Consejo Real, ¡Yo soy su soberano, y soy quien decide lo que se hace y lo que no!, ¡Así que, si quiero contraer matrimonio con Taehyung y darle la corona: lo voy a hacer, sin importar nada ni nadie!, ¡¿Escucharon?! —y esa fue su última palabra, pues inmediatamente abandonó el salón a paso marcado, dejando al Consejo Real más estático que de costumbre.
—Ministros —pero Hoseok, quien se había convertido en la mano derecha de Jungkook, se atrevió a hablar frente a todos aquellos respetables—, su majestad ha pasado por mucho. Con esto, no pretendo justificarlo, pero sí deseo que tomen en cuenta su necesidad de unirse en matrimonio con el joven Kim. Recuerden la maldición: su excelencia nos salvó gracias a que aprendió a amar y el chico lo amó de vuelta, no necesitando de la doncella mencionada en la profecía. Así que, es totalmente injusto que los condenen de esa manera y, sobre todo, que traten de imponer una esposa que el amo no desea. Él se esforzó por nosotros, ¿Por qué no podemos regresarle la moneda aprobándole un simple certificado, a él y a todas las parejas diversas que hay en el reino?... Amor es amor, sin importar la raza, la etiqueta y la riqueza. Si estuvieran en su lugar, ¿No buscarían contar con la misma igualdad?... Considérenlo, por favor.
Del otro lado del salón y ya fuera del recinto, Jungkook echó humo por las orejas y caminó a regañadientes sin prestar verdadera atención; más solo unos metros recorrió cuando un gruñido de frustración y coraje se le escapó de la garganta, robándose su poca cordura y haciéndolo volverse a la pared para comenzar a patearla con toda la fuerza existente en su cuerpo, casi queriéndola derrumbar.
Sin embargo, no contaba con que su pequeño novio vería todo y envolvería su cintura desde su espalda, arribando para calmar su momentáneo odio y recargar su suave y acanelada mejilla en su omóplato, acurrucándose en su sitio y provocando su inminente detención.
—Mi rey, no estés molesto —la suave voz de Taehyung rellenó el lugar, viajando con tranquilidad por todas partes, hasta empatizar, correctamente, con los sentidos del ajeno.
—¡No puedo evitarlo, mi amor! —Jungkook expresó, sintiendo que hasta la piel le ardía por la cólera acumulada—. ¡Quiero casarme contigo!, Y quiero hacerlo con la aprobación del Consejo Real porque deseo brindar los mismos beneficios a nuestro pueblo: quiero que todos sean libres de amarse y puedan tener un acta de matrimonio que lo justifique. Además de ello, muero por ver lo preciosa que se vería una corona sobre tu cabellito castaño, ¡Te la mereces!, ¡Te mereces todo lo bueno de este mundo porque eres espectacular y distinto!
—Jungkook...
—Quiero que gobiernes a mi lado, Taehyung —estableció, girándose entre los brazos que no dejaron de sostenerlo, encontrándose con unos ojitos avellana resplandecientes—... Quiero que pinten retratos tuyos y que quedes inmerso en la historia del reino, como el soberano más bondadoso y bonito que haya existido.
—Kookie, quiero ser tu esposo también. Te entiendo con inmensidad... sin embargo, lo he pensado mucho y, sinceramente, creo que esta batalla nos está haciendo daño —mencionó y una de sus manos fue a acariciar una mejilla blanquecina—: todo este estrés no te beneficia, mi rey.
—Pero no voy a dejar de luchar por esto, Tete.
—Lo sé... y eso es lo que más me preocupa.
—No —pidió Jungkook y sus labios fueron directo a colisionar en la coronilla de su amado—. No quiero que te preocupes.
—Es imposible —Taehyung musitó, cuando no pudo evitar regresar el acto de Jungkook, poniéndose de puntitas y marcando un besito en la punta de su perfilada nariz—: tus luchas son mis luchas también —y dicho eso, se aventuró a probar de los labios ajenos, removiendo el mal momento que había tenido Jungkook y solo haciéndolo pensar en lo bien que se sentía besar a su menor: degustar de su aliento, navegar en su boca y probar hasta el último delicioso espacio que había en ella.
Taehyung era un manjar: una cena para Dioses que, agraciadamente, solo él tenía el poder de disfrutar.
—¿Entonces? —Jungkook preguntó entre el beso, girando y acorralando al castaño contra el muro que segundos antes pateó con recelo, abrazándolo por la espalda baja y acercándolo a él tanto como le era posible, comiéndose su pequeña boquita rosada—. ¿Qué sugieres? —volvió a cuestionar, pero se detuvo cuando una loca idea vino a su cabeza—. Ni de broma digas que debo casarme con una princesa para ser como los amantes de la novela que leíste hace unos días.
—Bueno, se intentó —el castaño se encogió de hombros y Jungkook soltó una carcajada, negando seguidamente—... No es el caso, mi rey, en realidad, considero que debemos seguir luchando por la aprobación de nuestro matrimonio, pero no nos preocupemos demasiado, ¿Sí?; suceda o no, siempre voy a estar aquí: amándote y correspondiéndote, aligerando tu carga y cuidándote... siendo por y para ti, hasta la eternidad.
—Taehyung, eres lo mejor que me ha pasado —el monarca sonrió, deleitándose con el dulce amor de su vida.
—Y tú a mí, Jungkook —respondió el mencionado, colocando sus manos en los hombros de su pareja para dejarle un pequeño beso en su mentón—. Ahora, no pienses más en ello y vayamos a con Yoongi, ha estado esperando para tomar las medidas del traje que usarás esta noche.
—¿Esta... noche? —un poco desconcertado, se animó a preguntar; no obstante, la respuesta llegó sola, haciéndolo dibujar una expresión de culpa—... me vas a matar.
—No puede ser, ¿Te olvidaste?
—Solo un poquito —dijo, entrecerrando sus ojos azules ante el golpe que seguro le proporcionaría el castaño, pero nada pasó, más que una carita indignada en el ajeno.
—Jeon Jungkook, no pierdes tu cabeza solo porque la traes puesta —regañó—. Mira que si Jimin se entera te mete preso en los calabozos, lleva meses planificando el evento.
—Mi amor, es que sabes que soy enemigo de gastar en situaciones así, debemos priorizar los fondos para cosas más importantes.
—El aniversario de tu coronación es importante, cinco años siendo rey no es cosa sencilla. Además, el pueblo goza mucho de este evento, todos nos visitan. Tampoco es como si gastáramos demás: el mes pasado inauguraste dos escuelas y tres hospitales, el proyecto de los apoyos a personas de bajos recursos está a punto de ser aprobado y los créditos para aquellos que buscan emprender en pequeños negocios es una situación que luce positiva. Todo ha ido y seguirá yendo bien: mereces que te lo retribuyamos, aunque sea con una celebración.
—¿Seguro? —cuestionó y una de sus manos fue a acariciar una de las mejillas de Taehyung, que ahora lucían rosadas por la cercanía—, yo creo que no es para tanto.
—Mi rey, literalmente, desde tu llegada al trono, has mejorado la vida de todos: es para tanto, en definitiva... y no te sigas negando que terminarás por hacer que no baile contigo.
—¡Tete! —soltó el rey, cual niño teniendo una rabieta: solo a Taehyung le podía mostrar hasta su más ridícula faceta, pues había la confianza suficiente y eso hacía sentir muy especial y bendecido al menor—, ¡Yo quiero bailar todas las melodías!
—Entonces depende de ti, reycito —le dijo, pinchándole una mejilla con su dedo índice, pero, pronto, recibió un pequeño besito en la yema del mismo y su corazón se enterneció.
—Vamos a con Yoongi, mi amor.
Las manos de Jungkook bajaron hasta los muslos de Taehyung y este supo exactamente lo que seguía, así que, de un salto, se enredó en la cadera de su novio, quién lo cargó al instante, recibiendo un suave ósculo en sus labios.
—¡Espera, mi libro! —y Jungkook soltó una risita, entendiendo y regresando por el pasillo hasta la mesita decorativa donde Taehyung había dejado el libro de tapa dura.
Su sonrisa cuadradita se hizo grande una vez que lo tuvo entre sus manos y Jungkook comenzó a avanzar, sintiendo como el castaño habría el libro en su espalda y lo empezaba a releer. Sabía lo mucho que Taehyung amaba ese objeto y debía admitir que a él también le gustaba por montones la historia: ya lo habían leído unas tres veces en sus sesiones de lectura nocturnas y nunca dejaba de parecerle interesante y placentero, incluso cuando su género preferido no era precisamente el romance.
—Mi amor, descubrí algo que no vas a poder creer —le dijo, interrumpiéndolo en un murmuro, aún caminando a donde Yoongi—: Kim Namjoon es el autor.
—¿Qué? —Taehyung inquirió al instante, irguiéndose sobre su novio y buscando respuestas en el otro rostro—. ¿Qué has dicho?, ¡¿Mi libro lo escribió el señor Kim?!
—Y adivina qué: está inspirado en el romance adolescente que tuvo con Seokjin.
—¡¿Qué?!, ¡¿Tuvieron un romance adolescente?!, ¡No puede ser!, ¡Y sin mi permiso!, ¿Por qué nadie me contó de ello?, ¡Mataré a Seokjin cuando lo vea!, no, mejor dicho, ¡Mataré al señor Kim cuando lo vea!
—No vas a matar a nadie —Jungkook rio—, no matas ni a una mosca.
—Cierto, pero al menos les armaré el drama de sus vidas.
—Eres un bebé.
—Pero tu bebé —y la picardía en la voz suave, hizo a al mayor derretirse instantáneamente.
Taehyung era tanto inocente como extremadamente juguetón y creativo, que lo enamoraba, sin más remedio, todos los días de su vida.
—Sí, mi bebé.
No cabía duda, amaba a Kim Taehyung con todo su anhelo y su ser.
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Kim Seokjin daba pasos suaves a lo largo del salón donde se encontraba, disfrutando de la música instrumental perfecta y una copa de vino que un educado sirviente le había ofrecido. Meneó el líquido entintado, ignorando a todo el mundo en el sitio y observando los bonitos detalles en el papel tapiz, esperando que Namjoon volviera de acicalarse.
Mentiría si dijera que no vivía añorando; después de todo lo que sucedió aquella noche en el castillo, Taehyung decidió iniciar su aventura al lado de su príncipe y, aunque él no lo quería permitir, al final entendió que era una muy buena oportunidad para que su hermano tuviera la vida que siempre había anhelado disfrutar: encantadora, sinigual y para nada provincial.
Sin embargo, el recuerdo del castañito yacía latente en su memoria debido a la librería de su novio que, a veces, cuando no estaba trabajando en sus ingeniosos inventos, ayudaba a atender. Extrañaba la cabaña y la tranquilidad del bosque, para ser honesto, pero vivir en la ciudad central no era tan malo, por fin sus máquinas eran valoradas y los libros de Namjoon eran leídos. Además, habían incorporado un pequeño café en la librería, donde los clientes podían ir a pasar el rato acompañados de una buena lectura: era por ello que el recuerdo de su hermano aparecía constantemente, pero solo sonreía, él tenía una buena vida y Taehyung, a la par, también.
Frunció el ceño al salir de sus pensamientos, pues notó como una gran cortina aterciopelada, que tapaba un costado del ventanal frente a sus ojos, se movía extrañamente, así que, con toda la malicia que pudo desarrollar gracias a los centenares de veces que encontró a Taehyung haciendo travesuras, fue directo a levantar la tela, topándose con un Jimin que se sorprendió al ser descubierto y se separó de los labios de Yoongi, chico que solo se quejó en el acto y dejó caer su rostro en el pecho del que abrazaba.
—¿Qué demonios creen que están haciendo? —Seokjin regañó y Park Jimin pasó de un pálido asustadizo a un rojo avergonzado—. ¡Santos cielos!, ¿No ven que todo el pueblo está aquí?
—Por eso nos escondemos —argumentó el pequeño rubio y el mayor de todos no tuvo más que tomarse del puente de su nariz.
—¡Park Jimin, cualquiera puede verlos desde afuera!, ¡Están en un ventanal!
—¡Shh! —musitó al pedirle silencio, y sus manos fueron a acariciar el cabello de la nuca de Yoongi—, lo alterarás.
—¿Está... está ebrio?
—Solo un poco —explicó, pero Yoongi, con toda la pesadez del mundo, las mejillas como un tomate y los ojos cerrados ante el sueño, subió hasta el oído de Jimin y atrapó el lóbulo de su oreja entre sus dientes, balbuceando algo que Seokjin interpretó como las palabrejas más sucias que nunca había escuchado—... Quizá sí está muy ebrio —admitió al reír nervioso, tratando de hacer que Yoongi se mantuviera quieto y sin delatarlos.
—Llamaré a Namjoon para que lo lleve a la alcoba.
—¡No, Seokjin!, ¡No puedes...!
—Pero, Jimin, es obvio que se dormirá en cualquier momento y no podrás llevarlo tú.
—¡No! —negó, pero más bien aquello fue como un ruego—... Déjalo aquí conmigo.
—¿Aquí, atrás de las cortinas?
—Sí, no me importa, necesito que beba un poco más antes de irnos: si no llega a su límite, no me dará la noche que tanto anhelo. ¿Tienes idea de lo difícil que es que me trate rudo?... tengo mis necesidades... y mis fetiches. Él lo sabe, pero le gusta ser suave cuando lo único que yo quiero es que me destroce por dentro.
—Dios santísimo —tras Seokjin, Namjoon, el recién llegado del baño, había escuchado lo suficiente para balbucear anonadado.
—¿Entonces lo embriagas cada tanto para poder hacer con él lo que se te antoja?
—¡Sí!, así que váyanse de aquí que Hoseok vendrá pronto con más copas y todo el mundo se dará cuenta ante la aglomeración.
—Pero...
—¡Hola! —saludó Jungkook, arribando a la escena, sin tener la más mínima idea del porque todos estaban reunidos en esa cortina—. ¿Han visto a Taehyung?, dijo que bailaríamos, pero hace un rato que desapareció y no lo encu... ¿Qué están haciendo? —preguntó, al fin, recayendo en la extraña situación que no había notado desenvolverse.
—Yoongi y Woosung hicieron un excelente trabajo con ese traje, su majestad, le queda espectacular —dijo Jimin, causando una sonrisa en el soberano que vestía decentemente, con un traje bordado a mano de color azul marino y detalles dorados muy finos.
—Te lo agradezco —contestó el halago, incluso con una pequeña reverencia—. La verdad es que me ha encantado también, es muy cómodo. Yoongi siempre ha sabido como hacer las cosas.
—¿Escuchaste eso, cielo? —susurró, hacia el joven que ahora dormitaba en su hombro—. Al amo le ha gustado tu trabajo, eres tan talentoso.
—¿Yoongi está... durmiendo?
—¡Allá! —soltó Namjoon, interrumpiendo cualquier cosa que Jimin se atreviera a contestar al gobernante, señalando la puerta principal del palacio, donde el bonito doncel daba saltitos y movía sus manos, para que Jungkook alcanzara a mirarlo y se aproximara—. Creo que le llama, señor.
—Gracias, iré a su encuentro —comentó y tras reverenciar, caminó con una sonrisa en el rostro, esperando tomar a Taehyung entre sus brazos a la brevedad y, a la par, dar privacidad a sus amigos, para que resolvieran cualquier cosa que trajeran en mente.
Después de saludar a más funcionarios de los que hubiera querido y hacer que casi todo el mundo se quedara estático, observando su majestuosidad, llegó hasta el chiquillo que rápidamente se le pegó, cual sanguijuela, en el cuerpo, como mera acción de saludo.
—¡También te amo! —dijo con burla y Taehyung se separó casi al instante, avergonzado por haber actuado tan elocuente frente a tantas personas, pero Jungkook hizo que sus manos se unieran y las acarició entre las suyas, provocando que su intranquilidad volara hacia otro rumbo—. ¿Dónde estabas?, te busqué por todas partes. Tocaron una melodía preciosa que quería que bailáramos.
—Lo siento, mi rey, tenía algo que hacer —y el brillo en su mirada creció exponencialmente, haciendo a Jungkook extrañarse, pero sonreír por lo hermoso que era ver eso. Aparte de que Taehyung lucía preciosamente extravagante en ese traje a color hueso que contrastaba a la perfección con el suyo, su extensa e intimidante belleza resaltaba por cualquier lugar del que se viera. Tenía al doncel más hermoso frente a sus ojos, incluso dormía con él todas las noches, pero aún no terminaba de fascinarse con su excelencia—. ¿Vienes conmigo?
—Siempre —y aunque creyó que el castaño lo conduciría a la pista de baile, se sorprendió mucho cuando el joven lo redirigió a los jardines, comenzando a caminar por un pasillo de los más tranquilos, donde, incluso, la música no arribaba—. ¿Por qué nos hemos alejado?
—Quería un momento de quietud —contestó, con sus ojos avellanados clavados en el piso, concentrados en los pasos que Jungkook y él daban a la par, tratando de inhibir sus nervios y solo dejarse llevar por el enlace que había entre su mano y la del ajeno—. El pueblo está feliz, ¿Lo notaste?
—Lo noté. Tuve agradables conversaciones con algunos de ellos —confesó, deleitándose con el bonito perfil de su tierno y rizado novio—. Me alegra que hayamos hecho esto para celebrar, incluir al pueblo es importante —mencionó y su mirada recorrió la noche sobre sus cabezas, sintiéndose extrañamente nostálgico—. Cuando era niño y empezaba a entender mi responsabilidad en el mundo, uno de mis más grandes miedos era jamás poder llegar a ser tan buen rey como mis padres lo fueron; me aterraba no poder reemplazarlos ni llenar los zapatos que me habían dejado. No obstante, después de estos cinco años, me di cuenta de que no necesito abarcar el lugar de nadie, solo debo dejar mi huella a mi manera: siendo bondadoso, justo y comprensivo, pero, más que todo eso, siguiéndote el paso, porque tú eres la fuente de mi esfuerzo y la motivación que requiero para salir adelante. Sin ti, todo lo que ahora tenemos, porque es de ambos, jamás hubiera sido posible; te admiro y te respeto enteramente.
Pronto, una sonrisa conmovedora relució en la boca de Taehyung y una risita feliz se le escapó.
—Eso es lo más bonito que nadie me había dicho nunca, Kookie —mencionó y sus manos se envolvieron en el cuerpo del más alto, quién lo recibió de igual manera—... Me causa extremada alegría el saber que te sientes cómodo y satisfecho con lo que haces. Amas a tu pueblo y eso ya te convierte en un increíble y magnifico rey. Has logrado tanto, Jungkook, estoy muy orgulloso de ti y sé que tus padres lo están igual porque supieron dejar su reino en las manos del mejor gobernante. Adoro estar contigo y poder ayudarte, adoro que tu misión se haya convertido en la mía también. Gracias por dejarme ser parte de tu vida.
—Yo no tendría una vida si tú no estuvieras en ella, mi lindo, especial y tierno amor.
Enseguida, Jungkook fue a buscar los labios del chiquillo que lo recibió entusiasmado, sintiendo sus niveles de dopamina elevarse ante el beso lento que rellenó su enlace de pequeños destellos inigualables, regalándoles un momento perfecto y de gozo seguro, que se quedaría por siempre en sus corazones.
—Hay algo que quiero mostrarte —dijo el menor, separándose luego de un minuto de disfrutar de la humedad de Jungkook sobre sus belfos.
El aclamado sonrió y se dejó hacer por el joven que comenzó a guiarlo hasta un lugar que hace mucho no visitaba y que, con honestidad, había olvidado existir. En el mismo jardín, había una especie de descanso, cubierto de césped y rodeado de arbustos altos y bien formados, dando el aspecto privado y especial que cualquiera gustaría tener.
Sin embargo, sus ojos se abrieron sorprendidos cuando vio lo que en el centro se hallaba: un arco formado por rosas rojas y brillantes se alzaba sobre una mesa con el más fino mantel dorado, donde había materiales que Jungkook no esperaba encontrar.
—Taehyung... ¿Qué es...?
—Bienvenido a nuestra boda —más pronto de lo esperado, una mueca de asombro extremo llenó el rostro de ojos azules, provocando que una risa bonita saliera de Kim Taehyung. No obstante, simplemente avanzó, llevando a su novio de la mano hasta mostrarle el pergamino que había sobre el tablón, tomando una fina pluma a la par—. Sé que no existe ley que nos una, Jungkook, y sé que este papel no vale nada para cualquiera que lo necesite certificar, sin embargo, mi amor por ti supera los límites de la galaxia y da mil vueltas al sistema solar... no necesito que nadie me apruebe el poder ser el amor de tu vida. La pregunta aquí es, mediante este enlace simbólico y sin ningún valor civil, ¿Quieres casarte conmigo?
Pero la sonrisa inmensa y encantadora que se dibujó en los labios del hombre que sobre su cabeza llevaba una fina corona, fue suficiente para que los ojos de Taehyung se llenaran de lágrimas, observando los asentimientos que dio Jungkook a la brevedad, sintiéndose contagiado por el sentimentalismo del más pequeño.
—Por todas las estrellas que hay en el cielo y los rincones que quedan sin explorar en la tierra: ¡Sí, mi amor, sí!, ¡En definitiva y para siempre: sí! —y tomando la pluma que Taehyung seguía sosteniendo, fue a firmar el pergamino que a la letra del castaño decía: "Por un amor que nació entre la adversidad, que ha crecido día con día y que vivirá, aunque los implicados fallezcan; se desposan felizmente, en éste entrañable papel: ".
Y el nombre de Jeon Jungkook quedó impregnado seguido del párrafo que provocó cien mil flechazos de amor en su corazón, para luego esperar que el chico que seguía tomando de la mano se encargara de rellenar el otro espacio vacío, ya con los ojos húmedos y unas ganas inmensas de regalarle su vida entera.
Kim Taehyung se había encargado de sellar el contrato y sus ojos dieron, de inmediato, con los aguados azules que tanto adoraba. Sonrieron y Jungkook se acercó con lentitud, grabando en su mente el hermoso rostro de su ahora esposo, ansiando poder comer sus finos y dulces labios a la brevedad.
No obstante, la delgada mano de Taehyung se interpuso en su camino, extendiéndole, en un pequeño puño, algo que no pudo distinguir, pero que recibió sin pensarlo dos veces. Y ahí fue cuando un par de gotitas resbalaron desde sus ojos, pues se encontró con un par de sortijas doradas con una hermosa rosa tallada en el centro, símbolo de su unión y amor eterno.
Los pulgares de Taehyung aparecieron de inmediato, limpiando los pómulos suaves del soberano y éste solo tomó su mano izquierda para besarla con detenimiento y luego dejarla extendida frente a sus ojos, depositando el anillo más pequeño que vio y que embonó perfecto en el dedo anular del jovencito que se soltó a llorar en el acto. Otro ósculo suave fue dejado sobre la sortija y, en seguida, los mismos labios fueron a besar las lágrimas ajenas, haciendo a Taehyung querer morir de amor en ese mismo instante: su realidad era tan bella.
Así que extendió su mano, pidiendo el anillo sobrante a su marido y recibiéndolo con mucho aprecio y admiración, para deslizarlo, seguidamente y como si el tiempo fuera su enemigo, sobre el dedo blanquecino del contrario, quién no pudo hacer su sonrisa más grande.
—Puedes besar al doncel —la voz de Taehyung salió pausada y sus brazos se enrollaron en el cuello de Jungkook; sin embargo, el mencionado no se inclinó como él lo estaba esperando, al contrario, levantando sus manos, tomó su magnífica corona y la llevó hacia el cabello del jovencito que estuvo a punto de desmayarse... y, entonces, la colocó con divinidad, declarando a Taehyung como su amado y único rey, ese que ya gobernaba su vida.
Solo después de eso, fue directo a atacar los labios de corazón que ancló entre los suyos como si su vida dependiera de ello, depositando su sentimiento eterno con cada uno de los movimientos que empezaron más sincronizados que nunca y se volvieron desatinados cuando sus lenguas comenzaron a interactuar.
Taehyung ahogó un pequeño gemido y Jungkook lo abrazó con toda la fuerza que hubo en su cuerpo, degustando el sabor sagrado que tenía el menor y acariciándolo cuanto le era posible, regalándole su alma en ese instante y cayendo enamorado, una vez más, al sentir como el otro se esmeraba tanto por disfrutar de su dulce y apasionada expresión de amor.
La magia envolvió el ambiente y, aunque no era así, ambos podían sentir una estela maravillosa rodearlos y hacerlos volar, enloquecer de cariño y navegar hasta el infinito... ver el mundo brillar ante sus pies, porque eso era lo único que podía pasar luego de la perfecta y más pura unión de la extraña pareja que un día se complementó, a pesar de todo lo que se jugaba en contra.
Su amor era suficiente y tan incomparable, que no había nada que discutir. La vida así lo había querido y el futuro iba a ser excitante.
Y fue por ese último pensamiento que Taehyung se detuvo, recordando el motivo principal de la sorpresa y separándose levemente de Jungkook.
—Jungkook, yo... amo ser un doncel —y al decir eso, sus manos bajaron del cuello que había acariciado sin parar, hasta los botones de su fino saco, ese que empezó a desabrochar sin dejar de observar los orbes azules—... gracias a ti, lo amo tanto que no tienes una idea —declaró y aunque el mayor se sentía conmovido por la reciente confesión, no podía dejar de observar cómo Taehyung seguía desabotonando prenda tras prenda.
—¿Estás ovulando, Taehyung?, haberlo dicho antes... pero espera, mi amor, no sé si este lugar es adecuado. Aunque te tome en el altar, puede haber algunos insectos, mejor vamos a la alcoba y...
Pero Taehyung se levantó la camiseta que llevaba como último recurso, mostrando su suave y plano abdomen al chico que se quedó confundido—. ¡Taran! —exclamó, muy orgulloso del dibujo que en su piel se encontraba: un bonito moño entintado en color amarillo, que explicaba la sorpresa que el castaño tanto había planeado dar.
—Mi amor, ¿Qué es...?
—¡Tendremos un principito!
—¿Qué? —un murmuro ahogado dejó la boca del más grande, denotando lo anonadado y absorto que la declaración lo dejó. Su mente salió de su cuerpo y, de pronto, creyó que había escuchado mal, pero la hermosa sonrisa de Taehyung se profundizó tanto, que lo obligó a volver a preguntar—... ¡¿Qué?!
—Tu primer heredero viene en camino, mi rey.
—¡Santos cielos, Taehyung! —Jungkook exclamó y sus brazos enredaron, sin retraso alguno, al pequeño cuerpo que elevó y giró consigo, soltando alegres carcajadas—, ¡Esto es increíble!, ¡Un bebé!, ¡Tendremos un bebé! —y un beso lleno de emoción fue depositado en la sonrisa cuadrada que se ensanchó sin más—... ¡Es lo mejor del mundo!, ¡Es una bendición! —dijo para alejarse un poco y ponerse a saltar como un pequeño niño cuando recibe un regalo. Gritos eufóricos le sobraron y prontamente volvió a abrazar al niño que lo veía en conmoción—... ¡Gracias, mi amor, gracias!, ¡Estoy tan feliz!, ¡Seremos padres!, ¡¿Lo puedes creer?!
Taehyung rio felizmente, negando con la cabeza, y los labios de Jungkook le volvieron a tomar, haciéndolo sentirse soñado y completamente enamorado de la persona más grandiosa que pudo haber encontrado, ese que tenía el corazón más cálido del mundo y que se lo entregaba todos los días.
Sin embargo, el beso se detuvo y Jungkook levantó el cuerpo de su novio hasta cargarlo con cuidado y comenzar a correr directo al palacio, haciéndolo aferrarse a su cuello y asustarse un par de veces por la velocidad.
Pero pronto estuvieron en las puertas y llamaron la atención de todo habitante, hasta la de la orquesta, que dejó de tocar al observar como el rey entraba, entusiasmado, llegando al centro de la pista y dejando a su novio a su costado, quien ahora usaba su corona.
—¡Escuchen todos!, ¡Seremos padres! —anunció y sintió su corazón latir con fuerza al poder decir semejantes palabras.
No obstante, el pueblo entero guardó silencio, no sabiendo cómo reaccionar ante la información recién recibida; pero lo que sentía Jeon Jungkook era infinitamente maravilloso y la sorpresa en el público fue lo último que le importó, por ello mismo tomó las mejillas de su novio con mucho cuidado y volvió a robarle un beso de los labios, tomándolo con tacto y delicadeza.
Taehyung, por su parte, estaba rojo como un tomate, avergonzado por ser el centro de atención, pero muy sensible al experimentar la emoción que la noticia había hecho en Jeon Jungkook... su Jeon Jungkook, su cajita de sorpresas e ilusiones, el amor de su vida y el futuro padre de su hijo.
Y fue por ello que sus manos se elevaron hasta acariciar también las mejillas ajenas, en un momento decisivo donde la conmoción del público no importó, sintiendo mariposas en el estómago y su pecho palpitando extasiadamente.
Enseguida, Seokjin y Namjoon comenzaron a vitorear desde una esquina del salón y la gente, al ahora saber qué hacer, se unieron a la celebración, comenzando a gritar y aplaudir cuanto consideraron necesario, haciendo que la pareja del momento solo se besara con más ímpetu y pasión.
Pero pronto les faltó el aire y Jungkook dejó libre a Taehyung para que recuperara el aliento mientras lo abrazaba con cariño, depositando su vida entera ahí y acariciando el estómago que en unas semanas crecería, sintiéndose grandiosamente dichoso.
—¡Te amo, te amo, te amo, te amo tanto mi amor! —le confesó, experimentando sus orbes, nuevamente, aguarse, pero besando las mejillas del castaño repetidamente. Ahora tenía un esposo y éste le daría un hijo, moría por disfrutar del nuevo capítulo de su vida.
—¡Te amo, Jungkook!, ¡Te amo muchísimo!, ¡Te amo la cantidad de estrellas que hay en el universo y, aun con ello, te amo centenares de soles más! —el pequeño confesó cuando pudo y sus labios dieron otra vez en los labios de su pareja, tronando levemente y disfrutando de su suavidad.
—¡Gracias por darme está dicha, gracias por hacerme papá, te amo!
—¡Te amo!
Y más ósculos llegaron con ello, deslizándose en las fauces que más placer y divinidad se causaban.
Pero la garganta de Hoseok carraspeó cerca de los soberanos y Jungkook se alejó de la boca de su pequeño doncel para ver a su amigo.
—Señor, el Consejo Real acaba de aprobar el matrimonio igualitario. Muchas felicidades —y los ojos de Jungkook se elevaron hasta encontrar a todos los miembros de su consejo, levantando las copas en su honor.
Sonrió y reverenció sutilmente, volviendo al jovencito castaño que ahora lo veía de una manera inexplicable, sin tener la capacidad de entender lo maravillado que su corazón latía.
Por fin eran dichosos, ya nada les faltaba, estaban tan enamorados e ilusionados, que solo podían desear que cada uno de sus días fuera de esa manera; y así sería, porque la magia jamás se iría, crecería y crecería, llenándoles la vida de alegrías y sorpresas, convirtiéndolos en los mejores gobernantes que el reino jamás podría volver a tener, simplemente, porque amor es amor y nada ni nadie superaría su más fiel y puro sentimiento.
Por consiguiente, unidos en esa aventura que llamaron vida, fueron felices para siempre... hasta el final de sus días.
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