El Fin
Jungkook rugió con amargura, soltando un quejido que alteró la más mínima fibra en su ser; sin embargo, para ser honesto, no pudo identificar la verdadera razón del dolor, debatiéndose entre la saeta recién enterrada en su cuerpo y la partida del pequeño y bonito castaño.
De pronto, y sin que lo previera a causa del repentino y agrandado sufrimiento experimentado, la flecha le fue arrancada de entre la piel, para, luego, verse afectado por recibir un fuerte golpe en su espalda, que lo obligó a salir disparado hacia su balcón, rompiendo, de paso, el cristal frío del ventanal que tanto anhelaba.
Cayó sobre el rígido piso, más no tuvo oportunidad siquiera de ver bien a su atacante, el hombre astuto lo pateó un par de veces más, haciéndolo deslizarse por los techos del palacio tallados en mármol, hasta dejarlo al borde de la caída.
—¡Levántate! —gritó el ajeno, exigiendo al sentirse poderoso por lo que había logrado ya contra el peludo—, ¡Levántate! —Jungkook, por su parte, simplemente gruñó dentro de su garganta, sin ningún atisbo de querer obedecer: no tenía fuerzas para luchar, ya no había motivación y, desgraciadamente, estaba harto de la vida—. ¿Qué pasa, bestia?... ¡¿Demasiado gentil para defenderte?! —una carcajada despiadada y maniática, abandonó las otras fauces y gotitas saladas invadieron los ojos azules, al poder comprender su única realidad.
Bogum se mofó pensando en que la bestia no era nada comparado con la ferocidad que él podía emanar hasta en sus peores momentos, pues, el ajeno, solo parecía ser un simple gatito asustado. Entonces, se burló más ante su acto de suficiencia y, de los bordes de una estatua espeluznante de mármol, zafó, con menos fuerza de la que requirió, una extremidad de punta afilada, dirigiéndose, inmediatamente, hacia el gran cuerpo que se había rendido sin antes iniciar a pelear.
—¡No! —pero justo cuando la gran estaca iba a ser enterrada en Jeon Jungkook, Kim Taehyung apareció en los jardines del palacio y las gotas de lluvia invadieron por doquier, haciendo que su acanelado rostro se empapara levemente, mientras veía la escena que a gran altura sucedía.
—Taehyung —balbuceó Jungkook, levantando su rostro para alcanzar a ver al pequeño doncel sobre su fiel corcel, a los pies del oscurecido palacio.
—¡No, Bogum!, ¡Detente! —exigió, pero su ahora esposo solo le sonrió con sorna—. ¡Jungkook, levántate! —pidió al de ojos azules, sintiendo su corazón nublarse ante la tristeza que, de pronto, entendió existir en el otro—. ¡Jungkook!
—¡Kim Taehyung!, ¡No digas tonterías!, ¡¿No ves que le hablas a un perdedor?!
—¡Jungkook! —rogó para los orbes que permanecían sobre los suyos, pasmados por su regreso—... ¡Kookie! —y eso fue suficiente para que las fuerzas volvieran al gran cuerpo del soberano, quien se levantó y, con una valentía uniforme, encaró al hombre que no se esperaba el enfrentamiento.
Bogum tragó saliva: erguido, la bestia, era tan grande y atemorizante, que se le engarrotaron los nervios con solo ver su enfurecida expresión y sus colmillos brillantes reluciendo; no obstante, se sintió aún más vulnerable cuando intentó dar su primer golpe con el mármol que sostenía y el ajeno lo detuvo, adhiriéndose también al pedazo de estatua y comenzando a forcejear con el humano que se armó de valor y trató de darle pelea.
Taehyung le pidió a Mang que lo llevara y, mientras el caballo galopaba escaleras arriba, Jungkook logró quitarle el mármol al otro, haciéndolo resbalar en diagonal por varios techos.
La caída de Bogum cesó, pero eso no hizo que Jungkook tuviera suficiente: ese hombre iba a aprender que con él y con su Taehyung nadie podía meterse. Por lo que se le lanzó encima, tumbándolo, nuevamente, en cuanto pudo levantarse y rugiéndole justo en el rostro. Más nunca esperó que el héroe del pueblo lo aventara lejos al patearlo con fuerza en el estómago, utilizando una maniobra que él también tenía muy clara.
Jungkook rompió otro cristal al caer dentro del palacio, pero se movió, de inmediato, para no ser encontrado. Y eso fue lo que pasó: cuando el cazador lo buscó y no vio rastro de su peluda existencia, sacó su escopeta de su espalda, girándose y golpeando con fuerza a una estatua que lo hizo pensar que se trataba de su contrincante; más solo comenzó a soltar humo por sus orejas cuando cayó en la cuenta de que se encontraba en un pasillo repleto de éstas a sus costados.
—¡¿Por qué no sales y peleas?! —los truenos crujieron en el cielo, permitiéndole ver el tosco aspecto del palacio en esa zona. Se moriría de miedo si su misión no fuera hacer sufrir a Taehyung con la pérdida de ese monstruo al que parecía tenerle afecto—... ¿Estás enamorado de él, bestia? —le preguntó al aire, demasiado sarcástico al recordar la manera en que el peludo se había levantado cuando su esposo hizo arribo—... ¡¿Acaso creíste que te querría a ti, teniendo a alguien como yo?!
Y Jungkook, que estaba escondido entre las estatuas que tanto miraba el pelinegro, no lo soportó y se lanzó decidido, esquivando un golpe que rápidamente dio Bogum y dando uno más fuerte que el de la propia escopeta en las manos ajenas.
Pero Bogum no era tan inútil como para rendirse por una mejilla adolorida; así que se levantó y la lucha continuó.
Ambos soltaron tantos golpes como pudieron y el primero en derramar sangre fue el cazador, molestándose inmensamente al ver arruinado su labio inferior.
—¡¿Cómo te atreves?! —reclamó ante el impacto y soltó un par de golpes que hicieron a ambos caer y resbalar en diagonal hasta detenerse en la orilla del techo inclinado, al borde del precipicio y, desgraciadamente, siendo Jungkook quien era acorralado. Bogum se limpió la sangre y escupió justo en el rostro del ajeno, soltando una risita—... ¡Ni siquiera tiene sentido que hagas esto!, ¡Taehyung es mi esposo ya!
—¿Qué? —balbuceó el soberano, tratando de recuperar el aliento, mientras analizaba si había escuchado bien.
—Oh, ¿No te contó? —dijo, lleno de cinismo—. Tuvimos una boda hace un momento. Perdón por no invitarte, no fue personal, debíamos hacerlo rápido.
—¡¿Qué estás diciendo?! —soltó, Jungkook, al rugir.
Esa estupidez no podía ser cierta.
Entonces, Bogum, al ver que el monstruo no le entendía del todo, metió su mano dentro de su camisa y sacó el pergamino que fungía como su acta de matrimonio y que, en efecto, tenía la firma de Taehyung manifestando su acuerdo—. ¡Es tu fin, bestia!, ¡Taehyung es mío!
Los niveles de cólera jamás habían sido tan altos en Jeon Jungkook, nunca en su vida se imaginó que se enojaría tanto al escuchar una frase más perversa: Taehyung no era un objeto, no era una propiedad que se podía adquirir o traspasar. Realmente le daba igual: que ese papel tuviera la firma del castaño, no significaba que éste alojara sentimientos por un hombre tan atroz como el pelinegro.
Taehyung no se enamoraría de alguien así.
Taehyung era bondad, y la bondad no es amiga del egocentrismo ni la maldad.
—¡Perdóname! —gritó Bogum y fue cuando volvió en sí. Había rasgado el pergamino hasta hacerlo pedazos y tomado al ajeno del cuello sin darse cuenta, acercándolo al voladero y amenazándolo con dejarlo caer, viéndolo con todo el odio del mundo—... ¡Perdóname! —volvió a repetir y sus manos envolvieron el brazo peludo que lo sostenía con firmeza—, ¡No me sueltes!, ¡Haré lo que sea, cualquier cosa! —y, ante el ruego, Jungkook se arrepintió.
¿Qué estaba haciendo?
Sí, odiaba al joven, de eso no tenía duda.
Pero ya lo había discutido con Taehyung una vez: él no era nadie para condenar a las personas y poner su muerte de por medio, eso solo lo haría un monstruo y él, a diferencia del cazador, no lo era más.
Entonces retrocedió y, manteniéndose firme, dejó en el piso al ajeno, quién lo miró expectante.
—Lárgate —y aunque ese no había sido un gruñido, su voz gruesa atravesó las ondas de lo amable, ordenándole tajantemente que esa sería su última palabra y no habría más.
—¡Jungkook! —y ante el llamado de la preciosa voz de Taehyung, Jungkook se giró, sintiendo su corazón palpitar enloquecido al encontrarlo en el balcón de su habitación.
—Taehyung —musitó, sonriendo en grande al volver a ver la bella carita del niño que, al regresarle la sonrisa, le extendió su mano a la brevedad. Y Jungkook no lo pensó dos veces para ponerse a escalar los techos de sus torres, hasta poder llegar al menor—... Taehyung —lo volvió a llamar, dejando ir el cariño entre su voz. ¡Por el universo entero que lo había extrañado un montón!... y la emoción resplandeció maravillosa en el pecho de ambos cuando Jungkook pudo envolver la delgada y fina mano del menor entre su garra—. Regresaste —balbuceó, sintiendo sus ojos llenarse de lágrimas al acariciarle una bonita y suave mejilla, permitiendo que Taehyung se abrazara a su garra, siendo el pequeño quien se derritió, esperando que Jungkook nunca dejara de tocarlo.
Y es que lo quería y lo necesitaba tanto, que sentía que iba a explotar de amor ante su simple tacto. Jungkook era de las mejores cosas que le habían sucedido en la vida: inolvidable y perfecto a la par.
Ambos se miraron a los ojos con mucho cariño, sin poder salir de su burbuja mágica de ilusiones y adoración; más nunca esperaron lo que a continuación sucedería: Park Bogum se había levantado: sí, pero no se había ido.
Al contrario de lo que cualquiera hubiera hecho ante la advertencia del amo y señor del reino, éste prefirió mofarse de su benevolencia absurda y cumplir con sus objetivos; además de que ahora detestaba a la bestia, sería una humillación si no volvía al pueblo con su cabeza entre sus manos.
Por lo que, aprovechando la ensoñación de la más ridícula y rara pareja que sus ojos habían visto, se aproximó sigilosamente, apostando por su último golpe y encajando una sorpresiva y filosa daga al costado del cuerpo del príncipe, quién soltó un rugido tan doloroso, que incluso destrozó el corazón de Taehyung.
Sin embargo, Bogum debió haberlo pensado quizá unos minutos más, porque jamás imaginó que su más gloriosa hazaña iba a convertirse en su fatal final. Jungkook se soltó de la barandilla y perdió todo equilibrio existente cuando dicha arma le perforó la piel; no obstante, el castañito supo actuar de inmediato y lo sostuvo con toda la fuerza que tenía en el cuerpo, dejando vulnerable al pelinegro, quién, desgraciadamente, cayó directo a su muerte, esa que tanto había buscado sin querer.
Taehyung nunca pensó que sería testigo del final de una persona, mucho menos del de Park Bogum, el amado héroe del pueblo. Pero en su cabeza nada importaba más que el joven que se quejaba de dolor frente a sus ojos, al que ayudó a trepar dentro del balcón.
Y aunque era un pequeño debilucho, se esforzó con su vida entera hasta acomodar al soberano en el piso, cuidando su cabeza de cualquier mala posición desencadenada.
Jungkook expulsó un quejido tempestuoso, pero sus ojos azules apenas se entreabrieron lo suficiente para ver al jovencito que reposaba a su costado y lo miraba con susto, buscando su reciente herida.
—Has... regresado —logró articular, llamando la atención de los ojos avellana que parpadeaban preocupados.
—Por supuesto, Jungkook, no quería que —y se detuvo, no pudo hacer otra cosa cuando sintió sus manos empaparse de sangre. Los orbes se le llenaron de lágrimas y simplemente se dejó ir sobre el gran cuerpo, abrazándose del torso del ajeno, mientras escondía su dulce rostro en el grande pecho—. Fue culpa mía, si hubiera llegado antes —sus sollozos lo delataron, estaba destrozado.
Si antes se odiaba a sí mismo, ahora se repudiaba con ansias. Se sentía tan impotente, tan miserable: Jungkook no tenía la culpa de nada, sin embargo, estaba ahí, herido y demasiado exhausto, incluso, para seguir respirando.
—Tal vez es lo mejor.
Enseguida, Taehyung levantó su rostro, negando repetidas veces—. No, no digas eso. Te pondrás bien —balbuceó, sintiendo su corazón estremecerse adolorido ante la tos seca que salió del otro—. Estamos juntos ahora y todo irá bien, ya verás —indicó, totalmente desolado y con el alma en un hilo.
Más Jungkook, con la poca fuerza que acumulaba, simplemente fue a acariciar una mejilla rosada del menor, ese que se dejó hacer al instante.
—Al menos pude verte una vez más.
Era cierto. Nunca antes había escuchado que alguna persona tuviera la capacidad de morir feliz, pero, él, definitivamente lo estaba. Su pequeña sonrisa fue tan genuina, que los segundos se detuvieron justo en ese momento, cuando no pudo sentirse más agradecido por haber conocido a ese bonito muchacho, que vino a cambiarle la vida.
No sabía que era posible encontrar esa calma. No sabía que podía sentirse volar con solo estar viendo a una persona, no sabía que su corazón se podía acelerar a esa intensidad por alguien; aun en ese momento y a pesar de las circunstancias, era la sensación más divina del universo.
Ojalá hubiera conocido la bondad desde antes, ojalá hubiera sido más cordial, más empático, más noble, más considerado... de esa manera, hubiera recorrido el planeta entero con tal de encontrar a su Taehyung y darle el romance y la vida que siempre se mereció. Ahora solo tenía eso para el menor, ahora solo podía darle su muerte.
Pero estaba bien, aún con todo eso, estaba bien porque, a la larga, su condición bestial iba a pesar y prefería morir a ser una carga para el castaño. Aunque quizá iba a ser duro para el menor, lo iba a superar también, jamás había conocido a una persona tan valiente y autosuficiente como él, así que estaba seguro de que iba a superarlo a la brevedad y tendría una vida feliz en el palacio, a donde su belleza y amabilidad pertenecían.
Todo iba a estar bien, incluso sin él.
Y cuando sintió más calma que nunca en su vida, cerró lentamente los ojos, muriendo en paz y dejando el mundo terrenal en las mejores manos.
No quedó más, su garra cayó al siguiente segundo y su cuerpo quedó inerte, completamente frío.
—No... ¡No!... por favor... por favor... no me abandones, Kookie –pidió Taehyung, tratando de avivar el gran cuerpo tendido a su costado; más, al recaer en la realidad, soltó un llanto desgarrador, aferrándose al pecho que ya no latía, dejando su alma morir ahí también: sin Jungkook, no estaba dispuesto a continuar con su vida—... te amo.
Y sus lágrimas se mezclaron con las gotas de lluvia que seguían inundando el reino, padeciendo mutiladamente ante un sentimiento de amargura incrementado.
La rosa bajó el cristal se marchitó.
El último de sus pétalos se desprendió de su raíz y solo pudo encontrar el mismo final que sus compañeros, convirtiéndose en un polvo que no tenía más magia ni más vida, dejando todo oscuro, sin una pizca de luz.
Taehyung estaba hundido en el dolor de su pérdida, totalmente arrepentido y triste, pensando que no era verdad lo que estaba pasando, que las cosas no podían terminar así y que su único amor no merecía ese destino.
Fue por eso que no se percató de que la lluvia se convirtió en luces de colores, cayendo del cielo regocijantes, cual estrellas fugaces cumpliendo deseos, fundiéndose en el piso al colisionar y soltando chispas de alegría.
Un humo dorado hizo arribo, empezando a emanar del cuerpo de Jungkook y sorprendiendo al niño que seguía llorando, quién se sentó de inmediato, al ver la extraña cosa que sucedía. El cuerpo sin vida se elevó lentamente y un viento provocado por la nada jugó con los ricitos del ajeno, quién no logró entender de donde salía tanto esplendor y por qué razón su príncipe recibía tal trato.
Chispas mágicas comenzaron a brotar del cuerpo de Jungkook y Taehyung soltó un chillido cuando ello se convirtió en una inmensa luz que explotó en sí misma y dejó una estela de humo estridente, privándolo de la visión.
De repente, la desgracia se convirtió en sorpresa cuando el cuerpo de un joven fue dejado en el piso. Taehyung intentó acercarse, pero el ajeno, casi sin fuerzas, se levantó primero, muy desconcertado al existir.
Más su propia impresión fue gigantesca cuando se sobó su nuca dorada con los dedos de su mano derecha y luego se dio cuenta de que ésta no seguía siendo más una garra. Sus ojos recorrieron su cuerpo y su mirada reparó en sus pies descalzos, entonces, al moverlos, se giró sobre sus talones, quedando de frente al niño que lo miraba extasiado.
Sus orbes se encontraron y la conexión que hubo entre ellos hizo que Jungkook sonriera maravillado.
—Taehyung —balbuceó, entre su felicidad.
—¿Jungkook? —preguntó, el chiquillo, sin saber el porqué de su cuestión, pues esos ojos azules, hermosos y cautivadores, los reconocería en cualquier mundo y espacio, a la distancia y en la oscuridad de la noche e, incluso, si estuviera ciego—. ¡Jungkook! —exclamó emocionado, corriendo hasta los brazos del chico que lo envolvió con todas las fuerzas del universo, haciéndolo sentir completamente ensimismado.
Entonces, su delgada mano fue directo a acariciar la suave mejilla blanquecina de su contrincante, mientras sus ojos se perdían en el corto y brillante cabello dorado: tan varonil e irreal, que le costó un par de segundos el volver a respirar.
Jungkook respondió de igual manera: una de sus manos se quedó envolviendo la espalda baja del pequeño, mientras la otra fue directo a acariciar la mejilla rosada más suavecita y preciosa del planeta, donde limpió un par de lágrimas casi secas y luego acomodó unos mechones ondulados en la frente bonita.
Se acariciaron y se observaron por unos segundos tan mágicos, que no supieron en qué momento rompieron la distancia y sus labios se anclaron.
Taehyung perdió el aliento. Siempre había soñado con su primer beso, pero jamás imaginó que éste fuera a ser el más especial del mundo, simplemente por ocurrir con Jungkook.
El mayor lo abrazaba fuertemente, entretanto él colgaba de su cuello, devolviendo con todas las ganas que había en su pecho, los movimientos apasionados que ocurrían entre sus fauces.
Por que sí, estaban siendo participes del beso más necesitado y profundo de la historia, congeniando inigualablemente y extendiendo la caricia en un placer inconcebible, que acababan de descubrir y utilizarían para siempre.
Taehyung soltó un suspiro en la boca ajena, alzándose de puntitas al experimentar un centenar de mariposas revolotear en su estómago, compartiendo la sensación: haciendo a Jungkook sonreír entre el beso por su insistente ternura y separarse tan solo unos centímetros, para deleitarse con el bonito rostro que preservaba los ojitos cerrados.
—Te amo —confesó y Taehyung abrió sus avellanados ojos en grande, sorprendiéndose ante la declaración y sintiéndose desmallar en el acto.
Pero un besito suave fue depositado en sus belfos y otros más vinieron con ese, tronando enamorados e imparables, haciéndolo enloquecer y sentir su corazón arder; hasta que interpuso una de sus manos, deteniendo al príncipe de su accionar, porque ahora tenía algo para decir.
—Te amo.
Y un beso de amor verdadero, fue robado de los labios de un príncipe que jamás en su vida pensó que algo así le sucedería.
Ambos cerraron los ojos, hundiéndose en su sentir, sin darse cuenta de que una ola de destellos mágicos los envolvió, despegando directo hasta al cielo y estallando en fuegos artificiales que nadie estaba esperando.
El amanecer se pintó en el cielo y, de pronto, el castillo se tiñó de un mármol claro, dejando las penumbras atrás y las estatuas que una vez fueron demonios, ahora estaban convertidas en ángeles. El invierno, que había sido el dueño de la más fría y dolorosa nevada, huyó también, haciendo que la primavera se reencarnara en sí misma y trajera las rosas a la vista de todos, emergiendo y creciendo en guías que corrían dulcemente por los muros de todo el palacio.
El hechizo se había roto y, en efecto, no importó que la doncella de la profecía jamás llegara a su encuentro, Taehyung y su amor verdadero, eran lo único que Jungkook necesitaba y, con ellos, haría de sus vidas el mejor cuento de hadas.
🥀 The End 🥀
Gracias por llegar hasta el final.
❤
Espera el epílogo, por favor.
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