Capítulo 9

La magia existe, la magia es real, la magia está en todas partes.

Taehyung no paraba de repetírselo conforme sus pasos eran guiados por Park Jimin y Min Yoongi, a lo largo de los pasillos y salones del palacio.

Es que aún no terminaba de concebirlo: mientras más miraba, más se maravillaba con cada cosa, tanto, que no podía dejar de pensar en que, quizá, se trataba de un sueño muy bien producido o de una extraña alucinación... Tal vez había caído en coma cuando vio a Mang volver sin Seokjin, al regreso de su reunión nocturna con Bogum.

Como quiera que fuese, estaba completamente fascinado, no podía creer lo que miraba entre cada parpadear.

Es que... ¿Cómo era que nadie en el pueblo sabía de ese lugar, si estaba a unas cuantas horas del sitio en el que habían residido cientos de generaciones?, ¿Por qué en la escuela no enseñaban sobre el reino?, ¿Por qué nadie lo visitaba?, ¿Por qué ellos habían sido los primeros?

La respuesta era clara: un castillo encantado entre cientos de riscos y detrás de las más altas montañas, rodeado de un bosque eterno, escondido bajo las penumbras de una extraña situación y muy lejos de ser incautado: sin duda, inimaginable.

Entonces, volvía al mismo pensamiento: magia, esa magia que él tanto adoraba y que, incluso sintiéndola en el ambiente, no la creía existir... Magia, justo como en los cuentos de hadas que amaba leer.

Que cosa más exquisita y sorprendente.

Sin duda, ahora mismo se sentía como la persona más afortunada del planeta por estar siendo parte de eso.

—Como verá, la pseudofachada fue irrumpida para mostrar un diseño barroco minimalista —Yoongi hablaba sobre la arquitectura del palacio con mucho entusiasmo, mientras se sentía feliz después de tanto tiempo: todo ese conocimiento acerca de la historia del reino, por fin, estaba siendo de utilidad, pues la expresión asombrada en el rostro del joven de los ricitos, compensaba cada minuto que llevaba explicando desde que salieron del comedor—. Note los techos invertidos poco comunes. Es solo otro ejemplo de la época del gótico neoclásico.

—Es maravilloso —contestó Taehyung, viendo, con la boca levemente abierta, a su alrededor, contemplando la más mínima textura de aquel pasillo que era completado por cientos de armaduras que se mantenían en guardia a lo largo del camino.

—Es lo mismo que siempre digo —Jimin intervino esta vez, perdiéndose junto con el par, en las figuras plasmadas en el papel tapiz de aquellos muros desolados.

Taehyung asintió, muy concentrado en el recorrido y completamente de acuerdo con los pensamientos de los ajenos; más su atención voló, cuál pajarillo en primavera, cuando, en el salón que se abría paso al término del pasillo, se lograron ver unas escaleras que, conforme se alzaban, iban tiñendo de negro el ambiente.

Frunció el entrecejo sin entender por qué, pero una extraña opresión en el pecho le pidió a gritos que fuese a averiguar qué cosa hacía que el sitio se viera tan extraño, diferente y sombrío. Por lo que, sin pensarlo demasiado, avanzó en silencio rumbo al lugar, no queriendo importunar al candelabro y al reloj que lo estaban guiando.

Creyó que no se iban a dar cuenta de su desaparición, pues de verdad que era muy interesante eso de admirar el castillo y estaba seguro de que podían perder horas y horas viéndolo; y agradeció cuando nada pasó en su ausencia, de verdad que su curiosidad se vio encendida enormemente y el negro cada vez era más llamativo. Sin embargo, sin percibirlo bien, sus pasos se detuvieron justo al pie de las escaleras, siendo su mente la que se debatía entre subir o no al lugar: algo interno, muy dentro de sí, le rogaba por quedarse quieto.

No obstante, justo al armarse de valor, la presencia de Jimin y Yoongi hicieron arribo frente a sus pasos, deteniéndolo de inmediato.

—¿Qué hay arriba? —más eso fue lo que preguntó, sin poder retirar su avellanada mirada de aquella cima. No lo culpen, si de por sí siempre era muy curioso, en su periodo, le daba por cumplir hasta sus caprichos más tontos y mover cielo, mar y tierra para llevarlos a cabo.

—Nada que pueda ser interesante. Polvo, oscuridad: todo muy aburrido.

—Ah —y los toquecitos que dio en sus labios con su dedo índice, lo dijeron todo—, así que es el ala oeste.

—Que tonto eres —musitó Jimin hacia Yoongi, fulminándolo con su mirada juzgadora. Pero no pudo hacer más porque el reloj hizo un puchero que lo dejó completamente helado, removiéndole internamente todo lo que llevaba por dentro: cera, oro y demás implementos; Min Yoongi tenía años sin dibujar aquella extraña expresión y los recuerdos no se compararon con la realidad.

—¿Qué estará ocultando ahí? —sin embargo, Taehyung, manteniéndose completamente ajeno a la tormenta de sentimientos que ocurría por lo bajo, necesitaba subir las escaleras. Y es que la duda aumentó por montones al pensar en la manera en que la bestia le había prohibido acceder, unos días atrás. ¿Qué secretos eran guardados?, ¿Por qué no permitía el paso?...

¿Sería posible que la rosa que su hermano intentó tocar... se encontrara entre esas paredes?

—¿Ocultando? —la risa nerviosa de Yoongi llegó, después de salir del trance en el que Jimin lo sumergió—, el amo no oculta nada.

—Entonces no está prohibida —soltó, restando importancia a la regla más valiosa que había en el palacio y comenzando a subir con rapidez, pero volviendo a ser detenido.

—Tal vez le guste más ver otra cosa, tenemos exquisitas covelinas que datan del siglo...

—Eso después —contestó, con cortesía, pero sin interés alguno.

Su meta del día estaba muy clara.

—Los jardines, o quizá la biblioteca —ideó Jimin y, lo que menos esperó en el mundo, fue ver una expresión llena de gozo, impresión e ilusión en la cara de Taehyung, con su simple sugerencia infundamentada.

—¿Tienen biblioteca? —la emoción le recorrió las entrañas y lo dejó saber a los instrumentos que por fin se aliviaron de la preocupación.

—¡Por supuesto!

—¡Con libros... muchos libros! —exclamó Jimin, viendo una pequeña sonrisita en Yoongi.

—¡Montañas de libros! —exageró el último, siguiéndole el juego al candelabro y los tres comenzaron a bajar los escalones que habían ya subido, avanzando rumbo al salón donde estaba el dichoso sitio mencionado.

—¡Bosques de libros!

—¡Cascadas!

Sí, para Taehyung eso era lo más especial e interesante en el mundo, debía aceptar que se moría por conocer ese lugar, más sus instintos le pedían que subiera las malditas escaleras y descubriera lo que había en el ala oeste.

Así que, aprovechándose de que Jimin y Yoongi habían comenzado a caminar frente a él, muy distraídos al pensar en las distintas formas que había para describir la cantidad de libros que se hallaban en la biblioteca, se detuvo, quedándose quieto y manteniéndose en silencio para no perturbar a los dos amables sirvientes, que ya le habían dado mucho.

—¡Pantanos de libros!

—¡Más de los que podrá ver en toda su vida, con muchísimos temas por tratar y de casi todos los autores que han existido!

Y se fueron, dando a Taehyung el momento perfecto para correr escaleras arriba y adentrarse en aquella área oscura que lo hizo sentir nervioso casi al segundo siguiente.

El pasillo era largo y lóbrego, apenas se podían notar las figuras tenebrosas que a sus costados se hallaban: demonios y dragones con rostros enfurecidos, ¿Eso era normal?, ¿Qué no se suponía que estaba en un lugar celestial?

Qué gran diferencia había de un salón a otro por el simple color de ambientación: eso fue lo que pensó cuando comenzó a ser más cuidadoso ante el desastre que había en la alfombra sucia.

Candelabros rotos, figuras de mármol y pedazos desmoronados de los propios muros: ninguno de estos artefactos lo hizo sentir a salvo; más no le importó mucho que su pecho comenzara a alterarse por la situación, simplemente, siguió avanzando hasta las puertas inmensas que abrió con mucha precaución y, honestamente, con más fuerza de la que tenía en sus debiluchos brazos.

Y se encontró con una alcoba dónde las cosas no mejoraron.

Era una habitación grande, pero eso no quitaba que el aroma y la sensación a humedad en el ambiente le llenaba las fosas nasales.

Muebles sucios y rotos se interpusieron ante su vista, a la par que telas viejas y velos colgantes se balanceaban por la brisa que de algún lugar venía.

Entonces, comenzó a internarse levemente, con la oscuridad reinando a su alrededor.
Tropezó un par de veces a la par y casi tiró al piso una mesita que logró detener justo antes de efectuar un desastre. Se estremeció de los nervios, debía ser más cuidadoso si quería durar unos minutos más ahí dentro y salir ileso.

Por lo visto, el ala oeste, no era más que la habitación de la bestia: llegó a esa conclusión, pues su mirada dio con una cama enorme, envuelta, descuidadamente, en edredones y trozos de tela desgastados que caían sin ningún tipo de orden por la superficie rota y desbalagada de la misma.

¿Cómo alguien podía vivir en tales circunstancias?, Solo un monstruo, en definitiva.

Más, al girarse levemente, un retrato gigante apareció ante sus avellanados ojos, haciéndolo interesarse por los desgarres dramáticos que había en éste. Se acercó con cautela y, tomando una parte rasgada, trató de unir los otros trozos aún medio palpables, abriendo los ojos en grande al reconocer los orbes azules de la bestia, impresos en un rostro humano precioso, incompleto, pero inigualable.

Esa piel blanquecina y los pocos rasgos que se encontraban en la figura, solo hacían que el cabello negro que parecía tener, resaltara su belleza etérea más que cualquier cosa en el mundo.

Y su pecho se afligió.

Si lo que estaba pensando era correcto, significaba que el hombre retratado en aquella pintura estaba encerrado en el cuerpo de esa cruel e indeseable bestia, gracias a un hechizo o maldición impuesta.

¿Acaso era eso posible?

Pero una luz roja lo hizo girar y la preciosa rosa que una semana atrás supo que existía, se encontró a sus espaldas.

Soltó un suspiro helado y se acercó de inmediato, sin poder creer lo que veía.

Era cierto... la rosa brillaba como nada en la vida, emanando esa luz intensa y pasional que se reflejaba en su delicado rostro, flotando bajo un pequeño contorno de cristal, sobre una mesita que parecía ser sagrada junto a un balcón alucinante.

Ahí estaba... su más grande perdición, la razón del sufrir de su hermano y la privación de su propia libertad.

No podía ser verdad.

Y fue por eso que la observó desde todos los ángulos posibles, sintiendo la curiosidad emerger más y más por cada uno de sus poros, mientras el corazón le palpitaba sonoramente dentro de su pecho.

Entonces, se decidió, y sus dedos quisquillosos fueron directo a retirar el cristal, haciéndolo a un lado y yendo con seguridad hasta la flor mágica, de la cual había un par de pétalos marchitos sobre su base.

Pero antes de que pudiera siquiera sentir su textura, el sujeto que ahora era dueño de sus peores pesadillas, apareció a sus espaldas, haciéndolo pegar un brinco del susto y alejarse un poco, dándole paso al ser que le gruñía sin piedad alguna, mientras se interponía entre él y su preciada rosa.

Seokjin no había bromeado, claro que no lo hizo. Los ojos azules de ese monstruo eran tan intensos y crueles, que le hicieron pensar que, en cualquier momento, iba a morir por un rasguño que le atravesaría el cuerpo.

¿De verdad así sería?

Quizá, ya no le quedaba otra opción más que cerrar los ojos y esperar su final.

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