Capítulo 7

Hoseok y Jimin caminaban con cuidado por los pasillos del lugar, siendo seguidos por un par de utensilios que llevaban, bajo sí, el almuerzo del jovencito Kim Taehyung.

Había pasado una semana desde que su amo proporcionó aquella habitación al bonito chico y, desde entonces, le habían estado llevando comida de manera encubierta, atreviéndose a desobedecer a su gobernante, ya conociendo las consecuencias de sus impetuosas decisiones. Es que les era imposible no preocuparse por el chiquillo: sabían que no podían hacer mucho por su tristeza, pero al menos le darían de comer a sus horas para evitarle enfermedad.

Jimin bufó. La verdad es que ya había criticado mucho al príncipe por sus malas acciones y, aunque sabía que estaba mal hacerlo, se sentía enfurecido cada vez que recordaba las últimas acciones de éste. Nunca nadie había pisado ese palacio, y lo primero que hacía, su alteza, era condenar a sus únicas visitas: estaba seguro de que el trato hacia las personas debía ser digno, no cruel y atroz; por eso se esforzaba y agradecía mucho que Hoseok lo apoyara con ello, incluso liderando a los demás para poder ayudar al pobre muchacho: no como Yoongi, quien se negaba a desobedecer las órdenes de su amo, aun cuando no estaba de acuerdo con ellas.

—Ese tonto Yoongi —murmuró y Hoseok solo se rio, entendiendo el pequeño ceño fruncido en el blanco rostro de la vela.

—No estés molesto, solo no quiere meterse en problemas.

—Odio que no lo haga —admitió y sus memorias lo hicieron sentir nostálgico—. Cuando éramos humanos, aunque no quería, me seguía el paso. Nos divertíamos mucho.

—Fueron días gloriosos —Hoseok añadió, justo cuando estuvieron frente a la pieza del castaño.

Las puertas se abrieron un poquito, apenas permitiéndoles el paso a los recién llegados: todos estaban de acuerdo para no llamar la atención de la bestia, pues lo respetaban, pero no permitirían actos hirientes.

Sin embargo, estando dentro, la soledad de la alcoba hizo que se alarmaran, al no encontrar al lindo joven en la cama que se estaba convirtiendo en su hogar.

Asustados, despertaron al armario, preguntándole sobre el paradero del niño, pero este no sabía nada, no lo había visto salir, pero tampoco desaparecer.

Buscaron por toda la habitación, escudriñando cualquier rincón donde una persona se pudiera esconder, pero nada hubo, más que un fuerte olor a metal proveniente de los edredones.

Hoseok se acercó, subiendo a la cama y pidiéndole a Jimin que lo acompañara, siguiendo el olor que cada vez incrementaba más. Sin embargo, al retirar las cobijas, la sorpresa y el miedo fueron más grandes de lo que algún día pudieron imaginar, pues encontraron las sábanas del joven repletas de sangre.

De inmediato, entraron en pánico y se preocuparon inmensamente.

¿Qué habría pasado con el chico?, ¿Dónde estaba?, ¿Por qué había sangrado?

Nadie en el mundo se desangraba así como así y luego desaparecía, por eso pensaron en buscarlo por todo el palacio, necesitaban ayudarlo, suturar sus heridas y llevarlo a la cama otra vez.

Pero, al volver a analizarlo, se dieron cuenta de que era una mala opción: el castillo era gigantesco y podía encontrarse en cualquier lugar, no debían perder tiempo mientras él estaba herido, necesitaban ser más rápidos y el único que podía resolverlo era la bestia.

Así que, sin tener otra alternativa y dispuestos a recibir el castigo por sus atenciones, tomaron la firme decisión de enfrentar las consecuencias de sus actos.

Un chiflido resonó desde los labios de Jimin y, en seguida, Bomi, un reposapiés muy refinado, apareció por el pasillo para brindar transporte a los artefactos que se montaron en su lomo, acariciándole la tela de ceda, recordando que, antes de todo eso, había sido la perrita más dulce que una vez conocieron.

Más rápido de lo que canta un gallo, ya estaban llegando al ala oeste, esa que estaba tan prohibida, incluso para ellos; no obstante, esa era una emergencia, Jeon Jungkook iba a entender... debía hacerlo.

—¡Señor, señor! —llamó Hoseok, llegando hasta la cama del amo y haciéndolo removerse con sus pequeños saltos alrededor.

—¿Qué? —el mencionado preguntó, aún muy dormido—. ¿Qué quieres? —dijo, al sentir que seguía siendo molestado.

—¡El joven Kim ha desaparecido! —informó de golpe y los ojos azules se abrieron a la par, sentándose de un tirón sobre la cama y viendo como la tetera le miraba preocupado.

—¡¿Cómo?! —gruñó, sobresaltando a sus sirvientes—, ¡¿Dejaron que escapara?!

—No, no, Señor —trató de tranquilizar—. El joven Kim no ha salido del palacio, sin embargo, no sabemos en donde está —declaró, mirando como Jimin asentía fervientemente a sus palabras—. Necesitamos que utilice su espejo para buscarlo porque... está herido.

—¿Herido? —preguntó, sorprendiendo a ambos utensilios al percibir como el rostro encolerizado de su majestad, por primera vez, se tornaba en un tanto angustiado.

—¡Sí!... Su cama... Sus sábanas... están repletas de sangre.

—¡¿Qué?! —y como si un chispazo de fuego ardiera, el príncipe salió de su cama sin tener la mínima pizca de calma, tomando, rápidamente, el espejo mágico que le pertenecía y agarrando camino hacia la habitación del joven, sintiendo cómo el pecho se le estrujaba ante la inquietud, sin entender, siquiera, porqué le sucedía eso... O quizá sí lo entendía, pues llevaba más noches de las que quisiera admitir, pensando en el muchacho y en su tristeza dentro de aquel lugar.

Corrió, y lo hizo con tanta velocidad, que Jimin y Hoseok se quedaron muy atrás, apenas llamando otra vez a Bomi.

El castillo jamás había sido tan grande para él, pero esos malditos pasillos no se terminaban y gruñó de cólera cuando por fin llegó al lugar, azotando las puertas que hubieran chillado si no le temieran a su líder supremo.

Los edredones de Taehyung cayeron al piso y Jungkook retrocedió un poco al ver el desastre de aquellas sábanas que una vez fueron blancas. Temió, y lo hizo tanto, que el corazón que creía estar podrido latió acelerado, quitándose el hielo de encima.

—¿Dónde está? —le habló al espejo, más desesperado de lo que se podía notar, tomándolo con fuerza por el mango, anhelando encontrarlo, pero no verle de una forma en que su pecho no lo pudiera soportar.

No obstante, sus ojos se abrieron en grande cuando observó al jovencito en el baño de una de las alcobas cercanas, sentado en el piso mientras abrazaba sus rodillas, completamente desnudo, siendo, otra sábana ensangrentada, el único objeto que cubría sus partes íntimas.

—¿Qué voy a hacer? —lo escuchó decir a través de su mágica posesión, observando como Taehyung miraba la sábana bajo sí, angustiándose inmensamente al ver cómo ésta se manchaba cada vez más—... ¿Cómo voy a explicarlo? —se preguntó, haciendo una mueca por el dolor en su abdomen bajo—... Si tan solo me hubieras dado un par de días más, tonto periodo.

—¿Periodo? —preguntó Jungkook en un murmuro: Hoseok y Jimin eran los interrogados, pero negaron a la brevedad, sin tener idea de lo que sucedía.

Su mirada fue otra vez al espejo y observó cómo Taehyung soltaba un suspiro, tratando de no dejar ir las pequeñas gotitas que le saturaban los lagrimales—. Madre, ojalá pudieras darme una señal del porqué, siendo tan frágil y sensible, aún estoy con vida... ¿Qué beneficio había en traer al mundo a este importunado doncel?

—... un... doncel —balbuceó, sin saber si había escuchado correctamente, sintiendo cómo se le estrujaba el estómago ante la información y sus ojos azules encontraban, otra vez, a sus sirvientes, quienes estaban muy sorprendidos, incluso más que él mismo, solo mirándose entre sí.

Sin más, Jungkook bajó el espejo, no sin antes experimentar una extraña sensación por ver al joven comenzar a sollozar—. No comenten ni una sola palabra al respecto, tampoco le hagan preguntas, solo ayúdenlo: consigan algodón absorbente y preparen la tina caliente para que se sumerja y suprima el dolor. Hoseok, ve a preparar un té de manzanilla y Jimin, busca velas con olor a vainilla —ordenó, mientras salía del sitio y tomaba camino por el pasillo rumbo a su alcoba.

—Señor —le habló Hoseok, pegando unos saltos al seguirlo, pero fue ignorado sin más—... Señor...

—¿Qué? —le preguntó de forma molesta, pero la tetera no retrocedió.

—Todo esto... ¿Usted sabe lo que significa? —cuestionó, haciendo que Jungkook solo lo mirara tratando de esconder cualquier emoción que pudiera demostrar—... Por años hemos estado esperando que una doncella venga a romper el hechizo, pero, lo que hemos recibido es solo la bendita visita de este joven que ha resultado ser un milagro de vida... que exista alguien como él es totalmente extraño y que esté justo aquí...

—Lo sé —contestó, haciendo que Hoseok dejara de hablar y que el pasillo se sumergiera en un silencio irreal y caótico—... yo —soltó, sintiendo su corazón enloquecer bajo su pecho, pensando lo ilógico que eso era—... intentaré romper el hechizo.

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Su alteza, el príncipe Jeon Jungkook, avanzaba de un lado a otro frente a la chimenea del salón principal, sintiendo cómo la presión le consumía el alma, esa que pensaba que ya no existía dentro de su cuerpo.

Es que no podía entender cómo de pronto habían pasado tantas cosas importantes; él, que creía haber muerto el día en que la preciosa hechicera vino para condenarle, estaba siendo bendecido por la vida al darle una última oportunidad para remediar sus pecados.

Y la presión se volvía más grande al volverlo a pensar, sobre todo porque sus sirvientes estaban muy emocionados y ya habían organizado una magnifica cena para reunir a ambos jóvenes.

Recibir y conocer al chico le ponía los nervios de punta, sí; pero el motivo principal de su presión no era ese, al menos no todavía, más bien, la sonrisa feliz que había en los labios de Jimin y Hoseok.

Seis malditos años sin sonreír, seis malditos años sin tener ilusiones... y, ahora, todo dependía de un... hombre.

El joven Kim, para ellos, era esperanza y Jungkook se moría de miedo al defraudarla.

Un doncel... todo esperó en su vida, menos que un jovencito entrara por esa puerta y fuera la única opción que tuviera para intentar salvar a sus súbditos, esos que anhelaban inmensamente recuperar sus vidas.

¿Cómo iba a enamorarlo?

Nunca imaginó siquiera la posibilidad.

Sinceramente, pensó que se iba a morir sin siquiera haber intentado amar, pero, las veces que soñó que lo hacía, sujetando su mano había una mujer, nunca un castaño y, debía admitir, bonito doncel.

¿Qué iba a hacer con ello?

¿Cómo iba a salvar a su pueblo?

Incluso, si lo enamoraba, ¿Qué garantía tenía de que su nuevo vínculo rompería el hechizo?, la profecía era sobre una doncella.

Y rugió cuando sintió que la frustración le iba a hacer explotar el cerebro.

—¿Por qué tarda tanto? —preguntó, con una voz grave, llena de desespero—, Le he dado otra oportunidad, debería estar agradecido y aparecer por esa puerta, ¿Por qué no lo ha hecho?

—Trate de ser paciente, su excelencia, el joven Kim no ha tenido un buen día: los dolores de su periodo son más fuertes de lo que creíamos y sigue un poco confundido por su reciente perdón otorgado; es obvio que teme de ello y está esperando recibir algo peor —concluyó Hoseok, observando a su amo desde una mesita cercana, tratando de ser un mediador eficiente para que todo estuviera controlado.

—¡Ánimo, Señor! —soltó Jimin, sonriendo entusiasta—. Usted se enamorará de él, él lo hará de usted y ¡Pum!, Se romperá el hechizo.

—No es tan fácil, Jimin, todo eso lleva tiempo.

—Lo sé —terminó por admitir, decaído—, es que me aterra pensar más allá porque la rosa empieza a marchitarse.

—Ah, es inútil —soltó, Jungkook, de pronto, llamando la atención de sus dos sirvientes—. Él es... tan bonito —confesó, aquello que llevaba todo el día pensando, sorprendiendo a los que lo miraban: pocas veces lo había visto, sí, pero debía admitir que, desde el inicio, lo primero de lo que se percató, fue de la inmensa belleza que desprendía el jovencito por cualquiera de los ángulos que fuera visto: era más hermoso que la mismísima rosa que se hallaba en su habitación, siendo bañada por la plateada luz de la luna en un día veraniego y esplendoroso—... y yo —balbuceó, y entonces se frustró más de lo posible—... ¡Mírenme!, ¿Cómo se fijaría en mí?

Entonces, Hoseok, al percatarse de que Jimin y la bestia ponían la expresión más triste y desesperada que jamás imaginó mirar, saltó desde su sitio, hasta colocarse frente al soberano.

—Debe ayudarlo a ver más que eso, su majestad.

Y un suspiro gigantesco lo abandonó—. No sé cómo.

—Puede empezar poniéndose un poco más presentable —aconsejó—. Yérgase, trate de ser un caballero.

—¡Sí! —soltó Jimin, viendo como su eminencia lo intentaba—. Cuando se presente —comenzó a apoyar la idea de Hoseok—, regálele una simpática sonrisa. A ver, muéstrenos su sonrisa —y la mueca extraña que hizo la bestia provocó que ambos artefactos sonrieran un poco por lo tierno que ese intento había sido.

—Pero no asuste al pobrecito —terminó diciendo Hoseok al reír, y una mirada fulminante lo asechó, cambiando casi al segundo al recibir la siguiente instrucción por parte de Jimin.

—Impresiónalo con tu agudo ingenio.

—Pero sé tierno —corrigió la tetera.

—Llénalo de cumplidos.

—... con sinceridad.

—Y por sobre todas las cosas —añadió el candelabro.

—... debe controlar su temperamento —indicaron ambos, haciendo que Jungkook los mirara preocupado, ¿Cómo se suponía que iba lograr eso si la emoción que siempre gobernaba en su cuerpo era aquella?

Pero la puerta del salón abriéndose fue lo que llamó la atención de los tres, haciendo que el príncipe se tensara a la brevedad.

—Buenas noches —murmuró Yoongi, asomando su cabecita llena de engranajes y siendo intimidado por los rostros expectantes de los ajenos.

—¿Y bien? —preguntó la bestia, viendo como el pequeño ingresaba—, ¿Dónde está?

—El joven Kim... aamh... Él está a punto de... siendo las circunstancias lo que son... hoy tampoco ha querido venir.

—¡¿Qué?! —y aquel rugido impresionó hasta las golondrinas que volaron asustadas lejos de la ventana en la que estaban.

La rabia en Jeon Jungkook apareció de una manera maniática y salió disparado a la habitación del muchacho, ese que no lo debía plantar, ya no.

—¡Su alteza!, ¡Eminencia!, ¡No se disguste! —pidió Yoongi, quién había ido tras él, siendo seguido por sus compañeros.

Pero antes de que pudieran detenerlo, arribó al lugar y tocó las puertas con una fuerza inmedible, haciendo también enojar al jovencito que estaba sufriendo sobre su cama.

—¡Te dije que bajarás a cenar!

—¡No tengo hambre! —le contestó, alterándose también. Taehyung podía ser el humano más pacífico de la Tierra, pero, cuando llegaba su periodo, Seokjin decía que era capaz de incendiar un continente.

—¡O bajas o rompo la puerta! —amenazó, pero el carraspeo de la garganta de Yoongi llamó su atención.

—Amo, tal vez me equivoque, pero creo que ésta no es la mejor manera para ganar su afecto.

—Trate de ser un caballero —aconsejó Jimin, otra vez.

—Pero se está poniendo tan difícil —el príncipe exageró, frustrado.

—Con amabilidad y ternura —dijo Hoseok, causándole un gruñido a su majestad.

Sin embargo, solo se giró nuevamente hacia la puerta y soltó un respiro, antes de volver a hablar—. ¿Quieres bajar a cenar?

—¡No! —respondió Taehyung, al instante siguiente.

—Con suavidad... sea gentil.

—Me harías un inmenso honor si me acompañarás a cenar.

—Diga: por favor.

—... por favor —corrigió, frunciendo su entrecejo. No podía creer lo bajo que estaba cayendo por aquel muchacho.

—¡No, gracias! —fue la última palabra del que estaba a punto de retorcerse por el coraje. ¿Tanta jodida insistencia por ir a cenar?

—¡No puedes quedarte ahí para siempre!

—¡Sí puedo! —retó y Jungkook echó humo por las orejas.

—¡Entonces muérete de hambre! —condenó y salió corriendo hasta las penumbras de su habitación, donde comenzó a maldecir a la brevedad—. Fui amable, pero me rechazó... ¿Qué espera que haga?, ¿Suplicarle? — se preguntó, lanzando un par de cachivaches que se interpusieron en su camino, hasta llegar y tomar su espejo—... Quiero verlo —ordenó y la imagen del joven se pintó de inmediato en el cristal.

—Pero el amo no es tan malo cuando llegas a conocerlo —añadió el armario, quien era la única compañía de Taehyung dentro de aquella pieza—, no te cuesta nada darle una oportunidad.

—No quiero conocerlo —soltó el jovencillo, volviendo a meterse entre las mantas—, no quiero tener nada que ver con él —y dicho eso, se escondió del mundo, cubriendo hasta la última de sus hebras castañas.

—No —murmuró Jungkook, dejando el espejo de lado y mirando la rosa brillante dentro del cristal—, jamás me verá sino como a un monstruo —y un precioso pétalo se desprendió de la flor, cayendo y marchitándose, sin que el príncipe pudiera hacer nada, más que hundirse en una tristeza que era incapaz de procesar—... Es inútil. 

Sería bueno si actualizo más seguido, ¿Verdad?

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Muchas gracias por leer. Estás en mi corazón.

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