Capítulo 3

Quizá, un par de horas pasaron para cuándo Seokjin despertó, dándose cuenta de que había caído dormido frente a aquella chimenea, tendido en el tapete rojo que adornaba el frío piso de la habitación.

El fuego seguía muy vivo y su saco ya estaba oreado, así que se lo puso al cuerpo en un solo movimiento y trató de erguirse en su lugar, recuperando la noción de los hechos. Entonces, volvió a inspeccionar el salón, esperando ver algo más que paredes, armaduras y candelabros.

Y su curiosidad aumentó cuando pudo ver una luz blanca que venía de algún lugar de la segunda planta y, que se dibujaba, preciosa, sobre unas escaleras talladas en piedra que antes no notó existir. Parecía la luz de la luna, y se quería asegurar de ello porque era importante saber si las nubes se habían ido ya.

Por eso se levantó, yendo con lentitud hasta las escaleras que comenzó a subir con precaución y meticulosidad; no quería fastidiar a nadie. Más quedó impresionado con la belleza arquitectónica que encontró, al ver los cientos de salones que se avecinaban por ese mismo pasillo, desde el cual se podía ver un poco el exterior, pero no de forma que pudiera llegar a una conclusión sobre su duda inicial, por ende, siguió subiendo y subiendo... y subiendo, hasta que las escaleras terminaron y pensó haber llegado al último piso de cualquiera que fuera la torre o lugar.

Sin embargo, no importaba que había hecho el ejercicio de su vida, estaba agradecido de por fin encontrar una ventana decente. Así que, sin dudar mucho, ingresó al lugar, yendo directo para ver al exterior, sin importarle que el sitio estuviera más oscuro que cualquier otra zona en el castillo. Solo se asomó, confirmando que la luna lucía hermosa esa noche y que no había nada más que un firmamento abierto pintando el cielo.

Fue la razón por la que se sintió aliviado y decidió volver a la primera planta, para pasar la noche junto a la chimenea: si no llovía, estaba seguro de que Taehyung no se preocuparía tanto como él.

No obstante, al observar bien la habitación, su mirada fue directo a un balcón que estaba del otro lado del sitio y tenía las puertas abiertas, dando explicación al leve viento que inundaba el castillo y al suave movimiento que había en las cortinas viejas con las que estaba adornado. Pero no fue eso lo que llamó su atención, sino que la luz de la luna iluminaba con alegría una hermosa rosa roja brillante, que estaba cubierta por un cristal precioso, sobre una mesita muy fina y circular.

El asombro que hubo en su cuerpo fue bárbaro y se acercó a pasos tajantes hasta tal belleza, pensando en lo que le había pedido Taehyung de su viaje y en lo mucho que le gustaría que la rosa fuera parecida a esa: tan igual a él, tan perfecta.

Tenía un par de pétalos caídos, pero nada que no se pudiera ocultar con su demás magnificencia. Debía averiguar cómo funcionaba; si inventaba algo así para su hermano, este estaría más que contento de tener algo que nunca se secara, como el amor que ambos se guardaban.

Debido a ello, su mano fue directo al artefacto y, con mucho cuidado, trató de quitar el cristal que lo cubría, mientras observaba cada detalle de la bonita rosa flotante.

Sin embargo, su cuerpo fue tomado del suelo en un arrebato que no vio venir y que le sofocó por montones, cayendo al piso sin remedio y recibiendo una garra que le apretó el cuello en un solo rose de crueldad.

Gritó, pero su voz se perdió en la de un rugido que no supo de dónde venía y le había carcomido los sentidos.

—¡¿Mi refugio no te bastó?!, ¡¿Ahora pretendes llevarte lo más sagrado que tengo?! —una voz terrorífica e imponente inundó sus oídos, transformando todo el precioso sentimiento que lo había albergado antes, en pánico y desesperación.

—¡No! —soltó, atolondrado, tratando de abrir los ojos para intentar entender lo que sucedía, pero el resollo de aquel fuerte aliento, no se lo permitió; así que solo los apretó con fuerza y giró su rostro, esperando un ataque perturbador—. No soy un ladrón, soy un inventor, un hombre digno y honrado —trató de explicar en un hilo de voz.

—¡¿Entonces?!, ¡¿Por qué has querido tocar mi rosa?!

—... Mi hermano, quien es mi tesoro más preciado, deseaba recibir una rosa roja... Me ha parecido muy bonita la suya y quería ver cómo... cómo funcionaba, para recrearla... no pretendía tomarla.

—¡Es un pecado! —fue lo que recibió cómo respuesta y sus ojos se abrieron de un golpe, dando paso a un grito inadvertido de susto, al ver el aspecto de aquel ser que se encontraba sobre suyo—, ¡Así que solo tienes la noche para despedirte del hermano que mencionas y volver a mí!

—¿Volver, señor? —se animó a preguntar, temblando incesantemente ante el tacto de las garras frías—. Si me deja ir, jamás volveré.

—Sí, volverás; si no, mataré primero a tu preciado hermano y haré que veas como sufre la peor de las suertes —condenó, sin ninguna pizca de duda en su gruesa y tenebrosa voz—... No lo olvides, una vida por una rosa.

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Las manos de Taehyung sudaban levemente, mientras intentaba acomodarse algunos mechones ondulados sobre su frente. Había muchas contradicciones en lo que estaba pensando, por un lado, estaba el hecho de que no quería arreglarse demasiado, pues se vería muy ridículo ante aquella reunión de su posible futura amistad; pero, por el otro, algo, muy en el fondo, le decía que debía hacerlo, que debía verse lo más bonito posible para ese joven audaz.

Por eso fue que eligió estar en una posición neutral... que no le funcionó muy bien, pues terminó usando sus mejores ropas y roseándose una deliciosa loción que su hermano tenía en su habitación.

Decir que estaba nervioso era poco: tenía miedo de todo, incluso de sí mismo, pero ni siquiera conocía la razón. Ver a Bogum no era la gran cosa, ¿No?, el joven no mordía y tampoco era que se tratara de un rey o una deidad, solo era alguien que quería invertir su noche en conocerle y tener un par de animadas conversaciones, justo como lo hacen los amigos.

Amigos... amigos que te coquetean y te dan besos en la mejilla, de esos que te acarician y te regalan flores.

Sí, amigos.

Y unos golpes en la puerta de madera principal de la cabaña aterrizaron cuando el castaño menos se imaginó que sucedería. Su mirada buscó de inmediato la ventana, viendo el exterior oscurecido y no entendiendo cómo había pasado tanto tiempo. Sin embargo, estaba listo, y agradecía mucho no haberse distraído después de ello.

Entonces reaccionó y se levantó de la cama, sin saber en qué momento se había echado en ella, y corrió por todo su hogar hasta llegar a la puerta y detenerse para dar un respiro tranquilo, que no lo pusiera en evidencia con Park Bogum.

Abrió la puerta y ahí estaba él, sonriéndole en grande y agradeciendo poder verlo. Taehyung le regresó la sonrisa y saludó levemente, sonrojándose al segundo siguiente.

—Luces... luces increíble —le dijo y Taehyung tuvo que mirarse las ropas, tratando de restarle importancia a su atuendo azulado, mientras sentía sus mejillas arder.

—Tú... luces muchísimo mejor.

—Claro —fue lo que contestó, sin despegar su mirada oscura de los ojos ilusionados de Kim Taehyung—. ¿Nos vamos?

—Sí —asintió a la brevedad, desviando su encantada mirada hacia el interior de la casa, para comprobar que todo estuviera en orden y poder irse; fue entonces que la abandonó, cerrándola con llave y yendo hacia el joven que le indicó que subiera a su corcel blanquecino—. ¿Subir?... pero... pero... ¿y tú?

—Subiré también —explicó y Taehyung no pudo comprenderlo bien hasta que estuvo arriba del todo y Bogum a sus espaldas, abrazándolo levemente y protegiendo su debilucho cuerpo con el grande suyo. El menor tembló cuando se percató de que la respiración del joven ocurría sobre su oído y la piel entera se le erizó; trató de no ser muy obvio con ello, no obstante, Bogum dio una profunda aspiración que casi lo obligó a caer desmayado—. Hueles muy rico —y no pudo decir nada, no cuando las manos del hombre fueron a los costados de su cintura con el propósito de dejar una leve caricia, para, después, tomar las riendas de su caballo y tirar con delicadeza, indicándole que deseaba salir del bosque.

Taehyung quería morirse, y no era para menos: mientras el corcel galopaba, Bogum se dedicaba a hablarle de lo lindos que le parecían los claveles y lo mucho que le recordaban a él. También le dejaba caricias inadvertidas en sus muslos cada que era posible y le había ofrecido guiar al caballo, dándole las riendas de este, para, luego, colocar sus manos sobre las suyas en un agarre muy cálido, que deslumbró todos sus sentidos.

Era todo un sueño; el castaño no quería ni pensarlo, pero de verdad que sí lo era.

—Y así fue cómo me convertí en el héroe del pueblo —termino de decir, mientras la mirada de Taehyung le observaba detalladamente, poniéndole toda la atención posible a ese ser enigmático y amable.

—Supe de esa vez, pero no tenía idea de que fuiste tú quien salvó a los niños de aquel incendio.

—Siempre le digo a las personas que no deben adularme demasiado, es extraño que lo hagan, pero a veces les es imposible no resaltar mis logros.

—Ya lo creo —dijo Taehyung al reír, pareciéndole gracioso cómo Bogum tenía tanta autoestima.

Y así transcurrió el tiempo, mientras caminaban por algunas calles del pueblo, disfrutando de la feria que se llevaba a cabo, del ambiente nocturno, los puestos de dulces, comida, juegos y todo lo especial que eso conllevaba, hasta los faroles aluzando preciosamente los jardines y las personas de este que, por fin, Taehyung veía divertirse.

Hacía unos minutos habían terminado de cenar y Bogum había invitado al menor a beber también, pero este no había aceptado, diciendo que estuvo enfermo hace unos días y que no le parecía factible hacerlo. Bogum tuvo que aceptar sin rogar demasiado, tenía ganas de beber, pero no quería enfadar a su cita, fue por eso que lo invito a caminar, entretanto seguía hablando de sus logros, para impresionar al chiquillo que caminaba a su lado, muy gustoso de estarle escuchando.

—¿Te das cuenta cómo todo me sale tan bien?, a veces hasta yo me sorprendo.

—Eres alguien admirable, Bogum —le dijo, sin siquiera sentir una pizca de aburrimiento al solamente haber hablado toda la noche del mayor, pues le parecía importante conocer de él y de su historia, si iba a intentar que fueran cercanos.

—Tienes toda la razón —cedió y sonrió, viendo a Taehyung hacerlo también y perdiéndose en las bonitas facciones de su pequeño rostro.

—Eres precioso —soltó de golpe y Taehyung borró su sonrisa, sintiéndose nervioso otra vez; mentiría si dijera que no le gustaba escuchar ese tipo de cumplidos de la boca del joven, era algo inefable—. ¿Has probado macarons antes?

—¿Macarons? —preguntó, viendo al puesto donde señalaba Bogum, negando al segundo siguiente.

—Ven —soltó y tomó su mano, haciendo que el cuerpo entero de Taehyung reaccionara ante aquel fiel y firme tacto, que lo hizo sentir maravilloso, completamente conmovido y emocionado.

No podía creerlo, e incluso se mantuvo inmóvil cuando el chico estaba comprando las galletitas de colores sin soltarlo. Lo estaba tomando de una forma suave, una que no le cabía en la cabeza. Se avergonzó un poco, no quería que las demás personas pensaran algo que no era, pero, para su suerte, parecía que nadie ponía atención, más que él, que no dejaba de pensar en esa bendita mano que el mayor tenía.

Cuando la compra fue obtenida, Bogum buscó un lugar en el que pudieran consumirla y fueron directo a una banca que estaba vacía en el mismo lugar. Se sentaron debajo de un farol y el mayor solo reafirmó más el agarre a la mano de Taehyung, haciéndolo perder cualquier juicio que pensaba tener.

Comió un poco de una galleta redonda y se sorprendió al instante, por la crujiente y suave sensación que hubo en su boca.

—¡Está delicioso! —informó, dando otro mordisco, mientras el pelinegro le miraba con ilusión—. ¡Me encanta!

—Me alegra que te guste —dijo, sonriendo y tomando un macaron para él—. Y dime, ¿Qué haces con tu vida? —preguntó, por fin, interesándose en algo que Taehyung podía contestar y no con un cumplido para su persona.

—Bueno, yo... amo leer.

—¿Leer? —cuestionó, Bogum, incrédulo—, ¿Por eso vas tanto a esa librería? —¿Porque otra cosa sería si no?: Iba a contestar, más no se atrevió y solo terminó asintiendo con pena; no quería ser un maleducado con el joven que había invitado su cena—. Pero... ¿Eso no es aburrido?

—¿Aburrido? —cuestionó, sintiendo un poco desconcertante la pregunta—. No, para nada. Es... se siente como magia...

—¿Magia?, eso es extraño —soltó—. La magia no existe.

—Por eso me gusta: no existe y el hecho de poder sentirla es algo que... me deja pensando.

—¿Pensar?... Ay, Taehyung —soltó Bogum, con una confusa expresión en el rostro, como de desapruebo—... Es que... eso te hace perder el tiempo, nada más.

—Juro que no, es verdaderamente emocionante —trató de defender, en el fondo, un poco abrumado por la opinión del pelinegro—. Unes la ficción con esta aburrida realidad y te maravilla completamente.

—¿En serio?

—En definitiva. Anoche leí una obra romántica que me hizo llorar y enamorarme muchísimo, se trataba de una pareja que...

—Cásate conmigo.

Y ahí fue cuando el mundo de Kim Taehyung se detuvo, dejándolo completamente absorto y con las palabras flotando en el aire.

—¿Qué? —preguntó, en un hilo de voz que muy apenas le salió, entretanto el macaron quedaba de lado y su mano era sujetada de una forma distinta, con más esmero y ansiedad.

—Es... Es que... Taehyung, quiero que te cases conmigo.

—Bogum... ¿Qué?

—¿Acaso no te gustaría?, Soy guapo, inteligente, audaz, popular, lo tengo todo... y puedo dártelo, así que debes casarte conmigo.

—Pero... ¿Qué te hace pensar que yo...?

—Es obvio que te gusto —soltó y Taehyung se enrojeció. ¿De verdad se notaba tanto?—. Les gusto a todos, es normal... Y tú me gustas también. Eres el más hermoso que he visto.

—Exacto, él... no la. Somos hombres.

—¿Eso importa? —y el castaño no tuvo cómo contestar, no había forma de hacerlo porque aquello era todo lo que siempre había querido, un caballero con armadura que lo protegiera—. Nos iremos lejos, si eso te hace sentir mejor... Taehyung, me gustas para hacer reales las historias románticas que dices leer.

¿El joven Park... estaba hablando en serio?

Todas esas miradas, esas caricias, los pequeños detalles y la atención que siempre recibía... ¿Eran por... esa razón?... ¿Matrimonio?

Pero... ¿En qué cabeza cabía?... ¿Cómo a Bogum le iban a gustar los hombres?, ¿Cómo le iba a gustar él?

Seguro era una broma, no podía ser otra cosa.

—Bogum... yo... no lo entiendo.

—¿Qué no entiendes, precioso?

—¿Por qué... por qué querrías casarte conmigo?

—Porque tú eres lo mejor, Taehyung... y yo merezco lo mejor —soltó, muy seguro de sí y cómo si aquella respuesta fuera la más obvia del mundo.

—Pero... ni siquiera nos conocemos.

—Ya sé que te gustan los libros... y pensar... y esas cosas.

—No es suficiente.

—¿No? —preguntó y su mirada se mantuvo serena sobre los ojos desconcertados de Taehyung; sin embargo, un acercamiento extraño efectuó y, de pronto, su boca estuvo a punto de rosar la del menor, quien contuvo la respiración de inmediato y solo retrocedió levemente, viendo con susto los ojos seductores y medio cerrados de aquel hombre que aún no soltaba su mano—. ¿Aún no es? —le cuestionó, casi acariciando sus belfos y haciendo que cada espacio de su piel se erizara de una forma maniática, una que lo obligó a retener el aliento. En definitiva, estaba a punto de sufrir un infarto, Bogum le estaba sonriendo de una manera astuta, mientras miraba sus labios sin detenerse, causándole escalofríos y unas ganas intensas de, por fin, terminar con la distancia y clavar sus belfos en él; pero no tenía el valor, y se maldecía internamente por ser tan cobarde, aun cuando ya le habían pedido un matrimonio que no acaba de aceptar. Entonces, Bogum soltó una risita, observando la expresión contradictoria de Taehyung, alejándose unos milímetros para solo dejarle un tierno besito en la punta de su nariz—. Bueno: si no es hoy, será mañana —dijo y se levantó de la banca con una sonrisa de suficiencia que Taehyung no entendió del todo—. Iré a comprar más macarons para que tu hermano también los pruebe.

Fue entonces que Kim Taehyung pudo respirar, viendo cómo Bogum se alejaba sin quitarle su juguetona mirada de encima, hasta que desapareció por el pasillo de aquel jardín.

Su mano fue de inmediato hasta descansar en su pecho, tratando de medir los latidos de su corazón y tranquilizarlos. Temió que este se le saliera del cuerpo y caer muerto ahí mismo, por sentir cálidos aquellos espacios de su piel que el hombre había tocado.

No podía ser posible, casi recibía su primer beso y lo arruinó por su tonta inseguridad y temor; era un completo estúpido.

Pero al instante se arrepintió.

Las cosas no podían ser así, él no podía besar ni, mucho menos, casarse con una persona que no sabía lo más mínimo de él.

Ser el más hermoso que los ojos de Bogum habían visto, eso lo llenaba de ilusiones, pero no era suficiente... Si Park Bogum supiera eso que Taehyung era, ¿Aún seguiría con la idea de contraer un matrimonio que nadie más aprobaría?

Era una locura, de verdad que sí.

¿Por qué había nacido así?

Ser un doncel, era la peor maldición que le pudo haber ocurrido a su familia.

Sin embargo, no podía tener una relación, ni ser amigo de alguien que no lo supiera y no lo aceptara tal y como era: con sus delirios, sus rarezas y sus libros. Por eso se levantó, yendo en busca de Park Bogum para hablarle, con seriedad, de que no era un simple muchacho, que había algo más allá y que su anormalidad no le quitaba el gusto que tenía sobre su persona, aunque eso significara confesarle su más grande secreto.

Tenía mucho miedo, sí, pero no importaba demasiado, debía saber la opinión de Bogum esa noche, para poder seguir a su lado o, de plano, aplastar sus ilusiones y dejar de frecuentarlo.

No obstante, se detuvo de golpe cuando escuchó la voz de Bogum entre una multitud que luego se dispersó, permitiéndole ver que se encontraba con una chica muy bonita, misma que permanecía cruzada de brazos frente a él.

—Oh, Nayeon, no te pongas a así —le rogó el joven y la chica solo acentuó más su mohín molesto.

—¿Cómo quieres que no me enoje cuando, en vez de sacarme a pasear, has estado con ese tipo?

—¿Cuál tipo? —preguntó el joven, haciéndose el desentendido, con un tono burlón en la voz, que causó un nudo en la garganta de Taehyung.

—El raro ese, el hermano del loco de la cabaña —y un pucherito dolido vino a sus labios. No había más, era así como la gente del pueblo les veía. En definitiva, debían irse del sitio.

—¿Quién? —preguntó Bogum y esa fue la razón por la que las lágrimas de Taehyung descendieron sin que lo pudiera notar—, no sé de quién hablas. Igual es un malentendido, recién vengo llegando, creo que me confundiste.

—Bogum —chilló la chica, tratando de que su posición fuera entendida.

—Ya, preciosa. Deja de hacerte ideas tontas, mañana te invitaré a cenar lo que tú quieras.

—¿Lo que yo quiera?

—Sí; lo que sea por ti, linda.

—¡Gracias, Bogummie! —exclamó de lo contenta y se echó en los brazos del héroe del pueblo, quien la abrazó a la brevedad.

Y cuando Taehyung sintió que las piernas no podrían sostenerlo más ante el dolor que había en su corazón, se echó a correr rumbo a la salida del pueblo, queriendo llegar a la cabaña lo antes posible.

Era un idiota, el más tonto de todos los tiempos... ¿Cómo llegó a creer en las palabras de ese joven corpulento?, ¿Cómo, siquiera, se imaginó que su propuesta era seria, que quería casarse con él?, ¿Por qué era tan estúpido?, ¿Por qué cayó tan fácil en el juego?

¡Hasta estuvo a punto de revelarle su mayor secreto!

Era cierto: leer, pensar y esas cosas, solo lo hacían más ingenuo cada vez.

—¡Estúpido Taehyung! —se dijo, mientras corría y corría, tomando camino por la vereda, sintiendo las lágrimas escurrirle sin remedio—. ¿En qué cabeza cabe que un hombre se va a fijar en ti?, ¿Cómo es que creíste que Bogum lo había hecho?... ¡Eres tan tonto! —soltó y sollozó con fuerza, sintiendo que el corazón se le destrozaba de dolor, mientras su pecho se estremecía decepcionado.

Y aunque Bogum era quien había jugado con sus sentimientos, la impotencia solo recaía una y otra vez sobre sí mismo. Era un desdichado. Un inocente y muy desdichado muchacho, que jamás obtendría ni un poco de sus más preciados sueños.

Fue así como llegó hasta la cabaña, entrando con prisa y tomando el clavel del jarrón donde lo había acomodado; saliendo de nuevo para ir a arrojarlo al arroyo, con la esperanza de que el dolor se fuera con la corriente que tampoco iba a regresar.

Jamás volvería a consentírselo.

Jamás volvería a ilusionarse, ni a buscar el amor.

Nunca en su vida se iba a permitir volver a sentir.

Pero la flor cayó al piso antes de que pudiera siquiera avanzar fuera de su jardín frontal, pues los relinchidos de Mang llegaron hasta sus oídos, llevándolo de un pensamiento aturdido a otro que no pudo comprender, pero que lo destrozó, cuando notó que el corcel no llevaba a Seokjin consigo, y que estaba regresando asustado, aún teniendo el invento de su hermano en la carreta

El dolor de un corazón roto, jamás se iba a comparar con la angustia de no saber de su hermano, quien era lo único que tenía... O tal vez ya no.

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