Capítulo 12

Taehyung avanzaba por aquel pasillo con pasos lentos y torpes, pero más seguros que ningunos otros. Cualquiera que lo viera diría que parecía un tonto, caminando así y chocando con todas las cosas, sin embargo, lo que en realidad trataba, aparte de leer ese buen libro que llevaba entre las manos, era grabarse los pasillos del palacio y tenerlos marcados en la palma de su mano, esperando experimentar las sensaciones familiares que le agradaban cuando efectuaba el mismo acto al caminar por las calles del pueblo.

No obstante, la varonil voz de la criatura con la que, últimamente, pasaba la mayor parte de su tiempo, voló por el ambiente, hasta colarse en sus oídos y hacerlo detenerse en un solo instante, levantando su mirada del libro que ya casi estaba por terminar.

—¿Lo has visto? —preguntó la bestia y Taehyung se dio cuenta de que su voz venía desde el comedor, salón que quedaba a la siguiente puerta sobre el pasillo donde se encontraba.

—Sí, Señor, hace unas horas lo miré en la biblioteca —informó Yoongi y Taehyung se sorprendió, al entender que estaban hablando de él, pues la biblioteca ya se había convertido en su segunda alcoba y nadie más iba por allí.

—¿Crees que tenga hambre?... Me preocupa, ¿Sabes?, está más delgado que cuando llegó —enseguida, la mirada de Taehyung bajó por su propio cuerpo, intentando notar si aquello era cierto—. No quiero que enferme, su salud es primordial para mí —y los ojos avellanados se abrieron de golpe, mirando, ahora anonadado, hacia la puerta de donde venían las voces.

¿Él... era importante para la criatura?

Su corazón latió conmovido conforme sus pasos iban siendo dados hacia la entrada del comedor.

—¿Desea que lo llame, Señor?

—Mmh, sí —contestó y Taehyung asomó sus ojos al lugar, encontrándose con la bestia sentada en el comedor, ya con sus platillos servidos de frente—. No —pero, al cambiar de opinión, detuvo a su sirviente y el castaño parpadeó un par de veces—, mejor lo buscaré yo, tengo muchas ganas de ver... lo —pero fue en ese instante que los orbes azules dieron con el niño que se sonrojó de golpe por haber sido pillado escuchando la conversación bajo el marco de la puerta.

Jungkook se sorprendió y de inmediato se levantó de su silla; Taehyung, por su parte, no tuvo más que salir de su escondite, tapándose las mejillas con el libro que yacía abierto entre sus manos.

Sin embargo, la bestia solo le regaló una enorme sonrisa, enseñándole el brillo de sus colmillos lustrosos, provocando que Taehyung quisiera reír por la ternura.

—¿Puedo... puedo unirme? —preguntó, con su mirada perdida en el mar alucinante de los orbes ajenos.

—¡Por supuesto! —contestó la bestia a la brevedad y Taehyung sonrió aún bajo el libro, haciendo una leve reverencia y sentándose en una silla preparada frente al soberano.

Sus propios platillos le fueron servidos, después de pelear un poco con Yoongi al intentar hacerlo él mismo, más solo sonrió, cuando volvió a mirar la expresión contenta que había en aquel casi distinguible rostro que ya se estaba convirtiendo en uno familiar.

Ninguno comía y fue Jungkook el que le hizo alusión a que diera el primer bocado y, Taehyung, agradecido, no hizo más que obedecer, dando el visto confirmante de que la comida era una delicia; no obstante, conforme consumía más y más de sus alimentos, se dio cuenta de que el otro ni siquiera había comenzado.

Subió su mirada, intentando preguntar con esa acción lo que estaba sucediendo, pero Jungkook, un poco incómodo, solo tomó los cubiertos que había junto a sus platos e intentó maniobrar con la comida para llevarla hasta su boca.

Aquello fue un desastre, pues más de tres veces la comida se le cayó, antes de siquiera poder probarla, y la vergüenza solo lo invadía más al sentir los ojos otoñales sobre su ser.

Era frustrante, era horrible y era triste.

Él solo quería compartir un momento en la mesa con el bonito jovencito castaño, pero le apenaba mucho el no tener la capacidad suficiente para sostener los cubiertos y comer como una persona normal.

Sintió que quería llorar de repente y Taehyung lo notó cuando la sonrisa se desvaneció y los ojos azules se clavaron, melancólicos, en la comida.

Debía hacer algo al respecto: la criatura se preocupaba genuinamente por él, lo que menos quería era incomodarlo y causarle alguna clase de martirio. Así que se levantó de la mesa, llamando, de inmediato, la atención de los orbes que siguieron todos sus movimientos: desde que tomó su plato, hasta que se acercó, sentándose en una silla a su costado.

Taehyung le sonrió en grande y él se sorprendió, pero el sentimiento de asombro no fue tanto comparado con el que lo invadió al ver al ajeno levantar el plato entre sus manos y llevarlo hasta su boca, bebiendo de la propia sopa que en él yacía, incitándolo a consumir sus alimentos a su manera, aceptando su situación y aminorando el golpe de la realidad.

La bestia no supo que hacer, era frenética la forma en que su corazón estaba latiendo. Tampoco tenía palabras para describir lo que sentía al respecto, había demasiados sentimientos en su pecho, unos que nunca antes había experimentado; y cuando Taehyung le sonrió nuevamente, todo aquello se incrementó, haciéndolo enloquecer.

Así que solo tomó su plato y, alzándolo de la mesa, lo llevó hasta su hocico, consumiendo de igual manera y sonriéndole de vuelta al castaño que se sintió complacido por el acto.

Jamás imaginó que Taehyung fuera una persona tan comprensiva y amable; realmente perfecto.

—¿Has terminado? —preguntó el castaño cuando la bestia dejó el objeto sobre la madera, asintiendo a la brevedad—. Iré al jardín, ¿Te gustaría perder el tiempo conmigo?

—Honestamente —se animó a decir el mayor—, pasar el tiempo contigo no es perderlo.

Y Kim Taehyung volvió a sonrojarse, por eso se levantó de inmediato, evitando la mirada azul del dueño del conmovedor comentario.

—Vamos, entonces —fue lo que pudo decir, saliendo del comedor más rápido de lo esperado.

La bestia lo siguió por los pasillos y pronto estuvieron en los jardines laterales del palacio, disfrutando de la tarde nublada y la nieve sobre el que antes era pasto.

Los ojos de Jungkook se perdieron un momento en el ambiente y una sonrisa pequeña se le dibujó en la cara, al poder sentir el fresco del entorno jugar entre las partes descubiertas de su cuerpo peludo; pero un semblante dudoso apareció cuando vio a Taehyung ponerse en cuclillas frente a sus ojos, sacando un pequeño saco de tela de entre su ropa bonita.

—¿Qué es eso? —terminó cuestionando y Taehyung abrió el recipiente, mostrándole a Jungkook lo que preguntaba.

—Semillas que ha conseguido Jimin —indicó, sacando un poco del contenido y posicionándolo sobre una de las palmas de sus manos—. Nosotros ya hemos comido, pero los pajaritos aún no lo hacen —tras decir eso, sonrió levemente y se levantó, alzando su delgada mano lo suficiente, para que los pajarillos que estaban descansando en un árbol cercano, se acercaran; y así lo hicieron, provocando carcajadas bonitas en el chico que estaba siendo admirado por los ojos cubiertos del color del mar.

Jungkook sonreía sin más.

Mientras más conocía a Kim Taehyung, más se conmovía y se sorprendía.

¿Cómo, en un cuerpo tan pequeño y delicado, podía haber tantas virtudes inigualables?, era magnífico... el doncel era completamente magnífico, hermoso y generoso.

Entonces, quiso ser parte de esa gran felicidad, aproximándose lentamente y llamando la atención del de los ricitos bonitos.

—¿Puedo? —le preguntó y Taehyung asintió de inmediato, dejando de efectuar lo que hacía y poniendo un poco de semillas en las garras de Jungkook, quien, de inmediato, las descansó en el piso nevado, ofreciéndolas a unos pajaritos que estaban cerca.

Taehyung no pudo evitar conmoverse: a pesar de que los pajaritos huían debido al acercamiento de la gran bestia, éste no se rendía y les invitaba a comer el alimento con mucho tacto. Nunca imaginó que en ese extraño y cruel ser, hubiera tanta bondad escondida.

Entonces, se agachó a la par del mayor y le ayudó un poco, armando, con suavidad, un camino de semillas hasta los pajaritos, quienes acudieron de inmediato y subieron a las garras de Jungkook, consumiendo, sin demora, su alimento.

Ambos sonrieron, habían conseguido nutrir a las avecillas; pero la piel de Jungkook se erizó por completo cuando Taehyung le tocó con delicadeza y después se levantó, para ir a mirar a otros pajaritos que seguían en el árbol.

Jungkook no era tonto, por supuesto que no, sin embargo, aunque le había parecido que Taehyung no lo rechazaba aún con toda su fealdad rebozando en su persona, decidió ignorar tal hecho; ilusionarse no era algo que necesitaba.

Pero, de pronto, los ojos otoñales buscaron los suyos y sus miradas se encontraron al instante, compartiendo una conexión que a los dos hizo estremecer; más Taehyung tuvo que esconderse detrás del tronco del árbol para no exponer la rojez que volvía a llenar sus mejillas.

Su corazón latió de manera extraña, mientras se deleitaba en pensar que el sentimiento era nuevo y excitante, diferente de todo lo que había sentido en su corta vida... La bestia lo veía con mucho tacto y suavidad, pero ¿Podría ser que además de eso, un sentimiento más fuerte acaparara a todos los demás?

Debía estar loco para pensar en ello, ¿No?... La criatura solo era bueno con él porque lo tenía atado a los muros del palacio, no podía haber emociones reales de por medio.

Más, al asomar su cabecita risada por el costado del árbol y encontrarse a la bestia jugando con muchos pajaritos, algo dentro de su corazón vibró emocionado: sí, en definitiva, no se trataba de un gallardo príncipe, pero había algo en él que antes no había notado y le atraía en demasía.

Ojalá el destino le permitiera entenderlo pronto.

Y fue con ese pensamiento que le lanzó una bola de nieve al mayor, comenzando un divertido juego en el que terminó siendo perseguido por la criatura que ahora parecía tener blando el corazón.

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A pesar de que la noche había caído y las horas habían pasado, ambos seguían haciéndose compañía. Para ese instante, se encontraban frente a la chimenea encendida, sentados en la alfombra, leyendo, cada quién, un par de libros que habían sido recomendados por el contrario.

Taehyung sonrió. La frase que había leído era deleitante y le había recordado, inevitablemente, al ajeno, así que sintió la fuerte necesidad de contarle al respecto, aun cuando sabía que éste ya había leído ese libro.

—Oye —le llamó y la criatura le prestó atención al instante—, he leído un párrafo que me pareció curioso.

—¿Lo leerías para mí? —preguntó, de inmediato, Jungkook y Taehyung sonrió al asentir, acercándose todo lo posible, para que el ser también le echara un vistazo al libro.

—El jardín de mi casa es pequeño y la cantidad de cielo que puedo ver desde él también lo es. Entonces, el cielo sobre tu jardín es mi favorito porque mis sueños pueden expandirse en su inmensidad, navegar en tu mar y saltar entre tu espuma. Gracias por compartirme tu jardín y tu cielo, te prometo que regaré tus plantas, aún si las nubes lo hacen diariamente —terminó de recitar y sus ojos viajaron hasta los de la criatura, que lo miró conmovido—. Tus ojos son azules como el cielo y el brillo que hay en ellos representa a las nubes... no dejes que se derramen entre las gotitas de tus lágrimas —y dicho eso, se acomodó, recostando su cabeza en una pierna de Jungkook, para seguir leyendo en tranquilidad, sin imaginar que el ajeno tenía un mar de sentimientos en el pecho y sonreía levemente al sentir que Taehyung estaba cerca y que, en definitiva, no se iba a alejar... al menos no por ese día.

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