Capítulo 1

Siglo XVIII.

Las yemas de los dedos de Kim Taehyung, recorrieron con delicadeza la textura de aquella página amarillenta, mientras su corazón se estremecía, sin remedio, por proseguir leyendo aquella maravillosa historia.

Su mano izquierda estaba muy cansada, llevaba horas sosteniendo aquel libro de tapa dura que a cualquiera le ganaría la guerra, menos a Taehyung: porque esos ojos avellana amaban pasearse por las letras y llenarse de magia entre cada parpadear.

Y justo esa chispa provocó que el castaño soltara un chillido al confirmar que los protagonistas de aquella historia se habían besado, en un magnífico final que le erizó los sentidos de todas las maneras posibles.

—No puede ser —murmuró y releyó la frase que le había iluminado la vida, volviendo a regocijarse mientras cerraba el libro y se lo llevaba al pecho, abrazándolo con toda la fuerza que había en su cuerpo mientras una sonrisa satisfactoria pintaba su hermoso rostro de colores abundantes.

¡Qué libro más divino!

Pensó, muy emocionado. No tenía idea de dónde había sacado tal obra el señor Kim, pero estaba infinitamente agradecido: era el primer libro de romance homosexual que había leído en su vida y, muy probablemente, el único en existencia en el universo; así que, obviamente era especial, diferente de todo y muy pero muy satisfactorio.

Perfecto, cual cuento de hadas.

Dos hombres enamorados, dos hombres que terminaron felices y realmente complacidos.

Algo totalmente impensable... algo que, en la actualidad, jamás podría suceder.

Y fue ese pensamiento el que lo obligó a detener su pequeño festejo, sobre las sábanas blanquecinas de su cómoda cama.

El amor entre varones: eso que era una locura inconcebible, eso que nadie más se imaginaba, que nadie más buscaba... eso que necesitaba Taehyung.

Por unos segundos, su mirada permaneció clavada en el techo de su pequeño dormitorio, mientras sus pensamientos volaban de un lugar a otro, incapaces de detenerse en un sentimiento que fuera positivo, por el mero hecho de no existir.

Si tan solo no hubiera nacido así, si tan solo no fuera el milagro que su hermano Seokjin decía que amaba; podría, al menos un poquito, concebir la felicidad por medio del romance: algo que se había prohibido, casi desde que tuvo conciencia de su condición.

Le hubiera encantado ser normal, de verdad que sí, poder buscar una mujer linda y formar una agraciada familia; Sin embargo, eso jamás iba a ser posible, porque él no era nada más que un doncel, uno que, para variar, era muy bonito, de piel canela y rulitos tiernos; mismo que se hacía el fuerte y afirmaba no pensar en el amor, pero que hacía pucheros al recordar su desdichada suerte... porque, lo aceptara o no, quería tener a un hombre a su lado: uno que lo cuidara, que lo escuchara y lo defendiera de todo y todos: un caballero con armadura.

No obstante, todos esos sueños se desvanecían de inmediato, cuando recaía en que, jamás, por ningún motivo, ningún hombre iba a posar sus ojos en él, ninguno iba a querer abrazarlo ni besarlo con locura: nadie sería parte de su vida porque era totalmente impensable, indecoroso y perturbante.

Triste, para un bello doncel como él: quien había cometido pecado, incluso, antes de haber nacido.

Soltó un resoplido al viento y, cuando menos acordó, el resplandor de unos pequeñitos rayos de Sol, le hicieron alarmarse al caer en la cuenta de que ya había amanecido. Fue entonces que pegó un brinco de su cama, buscando ropa decente y colocándosela sin mucho pensar: si Seokjin se enteraba de que había leído durante toda la noche, lo iba a matar, estaba seguro; por eso, más valía salir de su morada lo antes posible.

Lo más rápido que pudo, abotonó, desastroso, un saco marrón sobre su camisa blanca preferida y peinó sus rulitos de una manera que no fuera tan acentuada ni llamativa: odiaba que aquel corte, donde se cubría la frente con su propio cabello, solo dejara más resentido el hecho de que tenía un rostro delicado y tierno, haciéndolo ver un poco más joven para los cortos 20 años con los que contaba.

Bajó las escaleras casi volando, a la par que se echaba el morral al cuerpo y lo llenaba con aquellos libros que tuvo en su morada por el fin de semana. Y, solo después de confirmar que Seokjin aún no estaba trabajando en la planta baja, salió corriendo de la cabaña, más veloz que en ningún momento de su vida.

Debían premiarlo por ello, era bueno escabulléndose; o al menos eso creía, hasta que un llamado, por parte de Kim Seokjin, lo hizo parar en seco, destruyendo eso que lo hacía sentir orgulloso.

—¡Kim Taehyung! —desde una ventana de la segunda planta, su hermano mayor ya se asomaba, con una expresión astuta pintándole el rostro blanquecino. A veces detestaba que el hombre fuera tan inteligente.

—¡Buenos días, Seokjin! —le saludó con una sonrisa nerviosa, luego de girarse sobre sus talones y admirar su modesta casa entre el arbolado.

—¡Pero que, si vuelves a llegar empapado, no te lo perdonaré! —le advirtió y Taehyung soltó una risita, recordando la última vez que pecó de distraído y cayó en el arroyo por ir leyendo un nuevo libro, llegando a casa con un par de golpes en el cuerpo y un pequeño pez en el bolsillo.

—¡Tendré cuidado, lo prometo!

—¡Más te vale, niño tonto!

Y, después de volver a reír, Taehyung tomó camino hacia el pueblo, paseando por la vereda que, más veces de las que podía contar, había sido la ambientación perfecta para esas historias que tanto le gustaban.

Desde que nació, solo había conocido ese lugar como su hogar; no obstante, aunque era la cabaña más bonita que jamás había visto y estaba en medio del bosque, se encontraba en un dilema al pensar en que le encantaba la tranquilidad, pero a veces le aburría por montones.

Es que... Taehyung era muy diferente de todos, y no solo por su anatomía, no: sus pensamientos siempre habían sido demasiado adelantados a la época; por eso, a pesar de los años, aún no había encontrado su lugar en ese sitio, pues ni siquiera con los aldeanos podía entablar una buena conversación: a nadie le gustaba hablar tanto de ciencia, libros y nuevos saberes; la inteligencia no era algo premiado por la sociedad, a su hermano tampoco le iba muy bien entre las personas que conocían: todos pensaban en él como un chiflado cuando Seokjin tenía, como profesión, la de un inventor, alguien que gustaba de cavilar sobre el futuro y su entera mejoría.

Taehyung poseía algo de eso entre su sangre también, aunado a que era muy soñador y espontáneo; de manera en que siempre se imaginaba teniendo aventuras, viviendo fuera de lo común y disfrutando de detalles que solo había leído en libros: esos que amaba por hacerlo olvidarse de su cruda realidad.

Sus pasos fueron acompañados por el despertar de todo el pueblo; aquellos que recién iniciaban su día, pintaban el lugar de los mismos colores de siempre y, eso, de cierto modo, hacía que Taehyung se sintiera un tanto... fastidiado. Experimentaba un poco de culpa al verlo así, pues sabía que era imposible que las personas pudieran hacer otras cosas, sobre todo cuando sus vidas dependían de sus actividades cotidianas, como para ponerse a reinventar su existir; sin embargo, el castaño no podía parar de preguntarse si era el único que se sentía así, con ganas de salir corriendo a una vida nueva.

Fue por eso que volvió a tomar uno de los libros que llevaba en el morral, desobedeciendo las órdenes de su hermano casi al instante en que tomó la ruta acertada, pensando en que ya había desarrollado una muy buena habilidad de avanzar sin prestar atención: Seokjin no debía preocuparse tanto. Ese libro no era el que le robó un centenar de suspiros por la madrugada, pero sí se trataba de su otro favorito, uno que contaba la historia transcurrida en unas tierras lejanas, con duelos, hechizos mágicos y un príncipe carismático; así que siempre era bueno volver a él para repasar las bonitas sensaciones escritas.

Caminó por algunos minutos, muy perdido en sus diálogos preferidos, pero levantó la vista justo a tiempo para toparse con el sitio que estaba buscando. Sonrió en un cuadrito e ingresó al lugar, muy feliz de llenarse con ese aroma antiguo y lleno de conocimientos.

—¡Taehyung! —saludó Kim Namjoon, el joven que era encargado de la librería del pueblo desde que Taehyung tenía memoria.

—¡Señor Kim, buen día! —regresó el saludo y casi corrió hacia su mostrador, sintiéndose feliz de ser bienvenido, aunque sea por una persona, en ese pueblo que a veces le juzgaba como "chico raro", cosa que, en efecto, era—. Vine a devolver los libros que tomé la semana anterior.

—¿Ya los terminaste? —le preguntó Namjoon, totalmente asombrado. Si no fuera por el bonito Kim Taehyung, su librería solo sería un viejo almacén de saberes aburridos.

—Lo hice, y no sabe cómo me encantaron —informó, mientras ponía uno a uno sobre la barra y Namjoon sonreía en pequeño.

—¿También... éste? —le preguntó, casi sin querer, mientras tomaba el libro de tapa dura entre sus manos.

—Ese —balbuceó Taehyung—... Ese se ha convertido en mi favorito —confesó y sus mejillas se tiñeron de rosa—. Fue tan especial y exuberante, que no pude soltarlo en toda la noche.

—¿Te desvelaste otra vez? —cuestionó y Taehyung sonrió levemente apenado—... Taehyung, si Seokjin se entera, es capaz de venir y cerrarme el local.

—No lo hará, jamás se lo permitiré. Este lugar es la causa principal de mi felicidad y sé que Seokjin lo valora igualmente, aunque sea un amargado.

—No es amargado —corrigió Namjoon, sonriendo también ante el recuerdo del hermano mayor del chico castaño—, solo tiene mucho en qué pensar.

—¡Es cierto! —soltó, Taehyung, de repente—, hoy saldrá hacia la ciudad central para la feria de ciencias, lo había olvidado. Lo siento, señor Kim, pero tengo que irme —informó, con una mueca llena de angustia que Namjoon entendió al instante.

—No te preocupes, Taehyung —dijo, y fue entonces que le ofreció la siguiente pila de libros que siempre tenía preparada para las visitas de su mejor lector—... y, sobre este libro...

—Muchas gracias por mostrármelo, señor Kim —mencionó Taehyung, pensando de nuevo en la historia y sintiendo sus ojos brillar—, quien quiera que sea el escritor, ojalá algún día sepa que me hizo volar hasta el cielo —soltó, pues no era mentira que el libro carecía de datos bibliográficos, situación que lo desconcertó desde el inicio—; así que amaré su obra eternamente y soñaré con ella hasta el día en que me muera.

—En ese caso —balbuceó ahora Namjoon, sintiéndose demasiado feliz para poder ocultar su sonrisa perfecta. Que su primer libro le hubiese gustado tanto a ese lector tan especial, era la cosa más significativa que le había sucedido en años: no podía pedir nada más—... puedes quedártelo.

—¿Qué? —preguntó Taehyung, sin saber si había escuchado bien—... ¿Habla... habla en serio? —y su mueca pasmada solo hizo reír a Namjoon, adorando esa expresión llena de un sentimiento maravillado. Así que, asintiendo, le extendió el libro al chico que quiso explotar de la emoción al instante—. ¡Gracias, señor Kim!, ¡Esto es increíble!, ¡Jamás olvidaré este gesto! —externó, mientras abrazaba el libro con ímpetu.

—No hay de qué. Ahora vete, que Seokjin te matará.

—Sí —dijo, dejando pequeñas risitas en el ambiente—... muchas gracias —volvió a decir, conmovido, mientras caminaba de espaldas rumbo a la puerta—. ¡Lo veré después!

—¡Adiós, niño!

Y una vez escuchado aquello, salió corriendo hacia las calles del pueblo, mientras algunas personas giraban a verlo, desconcertadas por toparse con alguien teniendo prisa en ese lugar, donde cada día era igual al anterior.

No obstante, Taehyung iba muy atareado como para notar que era el centro de atención, solo podía pensar en el nuevo libro que abrazaba con fuerza y en si Seokjin habría terminado su nuevo invento la noche anterior. Pero las ambiciones de salir de aquella aldea y tomar camino hacia su cabaña, se terminaron cuando un brazo fuerte detuvo su andar, aprisionando su pequeño cuerpo contra la pared, dentro de ese callejón que muy pocas veces había visto, por el simple hecho de no prestar atención.

—Taehyung —y esa voz seductora se coló por sus sentidos cuando, por fin, recayó en la situación, donde un rostro atractivo le veía con mucha atención, de una distancia que lo privaba de su propio espacio personal, pudiendo sentir la fuerte respiración del joven contra sus mejillas.

—Bo... Bogum —tartamudeó y quiso morir ahí mismo de la pena. No podía mostrarse tan tonto frente al hombre más popular y admirado del pueblo, sobre todo cuando, en el fondo, sabía que estaba un poco interesado en él.

—¿A dónde vas con tanta prisa? —le susurró y Taehyung sintió que se derretía, aunque detrás de él solo podía sentir la fría pared del sitio.

—A con Seokjin, está trabajando y necesita de mi ayuda.

—Oh, el pequeño Taehyung siempre está atareado por cuestiones de su hermano —dijo y Taehyung sonrió levemente, al pensar en que Bogum lo había nombrado como "pequeño". No soñaba, ¿Verdad?, debía haber interés de por medio—, ¿Cuándo será el día en que tengas tiempo para mí? —terminó preguntando y el castaño se asustó un poco, disimulándolo con una risita nerviosa.

Había hablado otras veces con Bogum, sí, pero jamás habían sido más que pequeños saludos torpes entre las calles; por ende, que éste hiciera alusión a una reunión pacífica entre ambos, era demasiado.

—¿Tiempo... para ti?

—No lo entiendes aún, ¿Verdad? —le preguntó, sin dejar su atractiva sonrisa de lado, mientras una flor blanca hacía presencia entre ambos rostros, siendo Bogum quien se la ofrecía a los bonitos ojos avellanados que brillaron a la brevedad—... Realmente, me resultas precioso, Taehyung —y su otra mano gigantesca fue a dar con una mejilla suavecita del mencionado, que acarició un par de veces, antes de que éste quitara esa expresión absorta y tratara de reír otra vez, acaparando las dulces sensaciones que le llenaron el alma—. ¿Qué opinas de mí?

¿Sería posible que Bogum... fuera ese a quién siempre había estado buscando?

—Yo —y entonces Bogum le colocó la flor entre el abrazo que Taehyung seguía teniendo hacia el libro, sin dejar de ver los ojos bonitos del chico que creció en ilusiones—... yo...

—¿Qué tal hoy por la noche?

—¿Hoy?... no lo sé...

—Vamos —le pidió, posando aquella mano que ya no tenía la flor, en la espalda baja del chico que pegó un brinquito al instante—. Solo hoy y no volveré a molestarte.

Pero ese pensamiento puso en alerta al corazón de Taehyung: que no volviera a molestarlo, cuando lo estaba haciendo sentir así con tan solo un pequeño toque, no sabía si era algo que quería.

Y un besito tierno le fue dejado en la mejilla que no estaba siendo acariciada, echando a volar todos sus sentidos más alto que la mismísima luna, provocando que se saliera del extraño arrinconamiento y caminara de espaldas, poco a poco, a la salida del callejón.

—Bien, bien, hoy en la noche.

—Sí, iré a por ti.

—Bien —contestó y, después de confirmar que Bogum estaba sonriendo más que él mismo, volvió a echarse a correr, sin poder distinguir ni siquiera el camino, por los nervios que se estrujaban en su estómago. Sin embargo, la sensación agraviante no era sobrepasada, ni de cerca, por aquella mejilla que aún se sentía cálida ante el ligero tacto de aquellos labios que, por primera vez, le habían tocado. 

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