'Drink me'


[Jiho]

Lo mejor de emborracharse era no tener que preocuparme por nada. Todo parecía ir a cámara rápida, pero yo siempre me adaptaba perfectamente a ese tiempo. No pensaba, solo actuaba. No paraba quieto ni un segundo. Ni yo ni mi grupo teníamos algún tipo de control. Trepábamos farolas, saltábamos coches y rapeábamos en medio de locales abandonados sin ningún tipo de pudor.

- ¡El mundo es nuestro! - grité abriendo los brazos de par en par mientras Namjoon corría calle abajo conmigo sobre sus hombros. A nuestras espaldas nos seguían los demás igual de eufóricos y con las manos llenas de botellas a medio beber.

- ¡No! - Taehyung apareció a nuestro lado sobre los hombros de Hoseok, agarrándole del pelo como su fueran riendas. - ¡El mundo es mío!

- ¡El mundo es de quien llegue primero a los tubos! -gritó Jungkook, con Jimin a cuestas, alcanzándonos en un instante. Los tubos eran un montón de tuberías enorme de drenaje colocadas al fondo del descampado. Había como treinta de ellas y en cada una cabían hasta tres personas. Mentiría si dijera que no me habían resguardado en muchas noches de borrachera, cuando gracias al alcohol no conseguía diferenciar el duro cemento del mullido colchón de mi cama. - ¡Jimin, agárrate!

- ¿A dón-¡AH, JUNGKOOK, CUIDADO! ¡CUIDADO IDIOTA!

Así empezó la carrera. Los de abajo corrían lo más rápido que sus piernas les permitían, y a los que estábamos arriba, tan solo nos quedaba la opción de animar y gritar. Y lo hacíamos. Todos teníamos nuestra vida puesta en esa indiferente carrera que, en un principio, no influiría nada en nuestras vidas, pero aún así, nos importaba. Sobretodo a Jungkook, que fue el que llegó primero con Jimin agarrado a él como un koala. Ni siquiera pasados cinco minutos le soltó, aún con el trauma de poder haber muerto jugando a los caballitos. Era adorable, aunque no tanto como Taehyung, quien a pesar de quedar último con Hoseok, no paraba de gritar y reír contento.

- ¡Si Hoseok se hubiera caído igual que Namjoon, os habríamos ganado! -exclamó el castaño antes de darle un trago a la botella de su mano. Era una especie de lícor de manzana, muy suave para lo que estábamos acostumbrados. También cabía decir que era la tercera botella en lo que llevábamos de tarde que se tragaba él solito.

- Eso es verdad, el derrape te ha dado una ventaja de tres metros como mínimo -puntualizó el menor del grupo, intentando despegarse a su pareja de la espalda.

- ¡Mentira! ¡De hecho habríamos avanzado más de no habernos caído! -exclamé limpiándome con la manga la rozadura que me había hecho en la barbilla. Debería escocerme horrores, pero en verdad me era indiferente. - ¡Díselo Namjoon!

- Au -fue lo único que respondió el más alto, sentado sobre la tierra, inspeccionándose las rodillas. Tenía los vaqueros rasgados y varias heridas en ellas, además de en las palmas de las manos. Estaba hecho un cuadro, probablemente igual que yo. - Me voy a que me cure Jin.

- ¿Ahora? -le tendí una mano, ayudándole a levantarse. Se sacudió los pantalones y yo le imité. - Pero si aún es la una.

- La una y media -intervino Hoseok, quitándole la botella a Taehyung y terminándose lo poco que quedaba de un trago, probablemente más para evitar que lo bebiera el castaño, que por gusto propio. - Y además, estás borracho.

- Seguro que él tiene tiritas en su casa -el rubio seguía en su mundo, ignorándonos por completo. Cogió una cerveza de las que había en la mochila de Jungkook, y tras dar un trago, soltar un eructo y dejármela a mí, alzó la mano y se despidió. - ¡Nos vemos!

Yo miré a Hoseok, me encogí de hombros y fui a subirme a uno de los tubos, bebiendo poco a poco de la cerveza que mi amigo me había dejado. No tardaron en alcanzarme los demás, Jungkook aún con Jimin a cuestas, pues luego arriba pude percatarme de que se había dormido. Todo estaba en silencio y lo poco que se podía escuchar era el viento colándose por las tuberías, casi como una melodía de fondo.

Y a medida que el tiempo pasaba, el efecto del alcohol también cambiaba.

Ya no iba todo a cámara rápida, nadie estaba acelerado. Tan solo estábamos tirados sobre unos tubos de cemento, en silencio, mirando la enorme cuesta que se mostraba a nuestros ojos, esa que segundos antes habíamos bajado corriendo como niños. No podía evitar sonreír al recordarlo.

Poco a poco la gente se fue marchando. Primero fueron Jungkook y el bello durmiente que cargaba a su espalda. Luego Hoseok, quien tras varios estornudos, se marchó llevándose la botella de Taehyung consigo, y este último, al rato, decidió pedir un taxi para ir a una discoteca en la que estaban unos conocidos. Y yo, a las cuatro de la mañana, seguía sentado, sonriendo como un idiota borracho.

- ¡Eh, ten cuidado con eso! -fruncí el ceño, reincorporándome hasta volverme a sentar, pues con el paso del tiempo había terminado tumbándome de alguna forma extraña sobre las tuberías. Alcé la vista, desconcertado, pero no vi a nadie.

- Estoy muy borracho -declaré entre risas, agarrando mi botella olvidada y dando otro trago. Ya no sabía bien, pero seguía bebiendo.

- El alcohol no tiene la culpa de que seas un imbécil -esta vez me reincorporé tan rápido que varias latas de cerveza se desparramaron hasta caer al suelo. - ¡Te he dicho que cuidado!

- ¿Quién está ahí? -tampoco estaba preocupado. Tan solo escuchaba una voz y no tenía ni idea de dónde provenía, pero después de haber estado bebiendo toda la tarde, tampoco sería de extrañar. Incluso aunque esa voz me dijera que no tenía nada que ver con mi borrachera. - ¿Hola? -solo por curiosidad, porque no tenía nada mejor que hacer, empecé a echar un vistazo por mi alrededor. - ¿Hay alguien?

Me agarré al extremo y asomé al interior del tubo sobre el que estaba sentado. Vacío, completamente vacío. Realmente no había nadie, tan solo el otro extremo de la tubería, mostrándome más nada. Estaba convencido de que era el alcohol hasta que, completamente de improviso, caí de bruces al suelo. Mi segundo golpe legendario desde que había empezado la noche.

- Ashhhh... -murmuré quejándome. Esta vez había dolido más. Mientras me palpaba la frente pude comprobar que no tenía sangre, pero seguramente me despertaría al día siguiente con un chichón enorme adornando mi cara. - ¿Qué naric-

- Tú casi me aplastas con la maldita botella ­­- alcé la vista y para mi mayor sorpresa, encontré a un chico sentado donde antes se encontraba apoyado mi trasero. Pestañeé varias veces, intentando encontrar una explicación coherente a su repentina aparición, completamente desconcertado con la nueva compañía. Era fácil echarle la culpa al alcohol, pero se sentía demasiado real. - Dos veces, por cierto.

- ¿Tú me has tirado al suelo? -fue lo que terminé preguntando. Él se encogió de hombros y asintió. Seguidamente agarró la botella a medio llenar que me había dejado arriba, y sin vergüenza alguna se puso a beber como si fuera suya.

Sería un chico más o menos de mi edad, no aparentaba ni mucho más ni mucho menos. Si tuviera que inclinarme por una cifra, habría dicho veinte años. En parte, su pelo era un detalle que le hacía parecer más joven, debido a que era de color verde. Verde menta. Le quedaba perfecto con lo pálida que tenía la piel. Además, estaba extremadamente delgado y daba la impresión de que era muy débil. Puede que ese fuera el motivo por el cual ni me planteé empezar una pelea contra él.

- Eres demasiado lindo para pegarte -me froté las rodillas y limpié el polvo de la ropa antes de volver a subir a los tubos. Él me miraba como si no terminara de comprender mi comportamiento y yo había decidido dejar de cuestionarme cosas. - Dame eso -le arrebaté la botella y robé el último trago.

- Eres un borracho.

- Y tú has bebido de la botella de un borracho desconocido -solté un eructo enorme, de casi diez segundos, y luego me encogí de hombros, sonriendo satisfecho.

- Eres asqueroso.

- Añade asqueroso a la frase que acabo de decir -no sé como lo hice, pero se rio. Fue muy breve, apenas unos segundos, pero se había reído, y podía asegurar que mis suposiciones de que era muy lindo, estaban completamente corroboradas. No dudé ni un instante en preguntárselo. - ¿Te apetece venir a mi casa?

- ¿Estás intentando llevarme a tu cama? -asentí con total desvergüenza. Después de todo, eso era lo que tenía pensado hacer, o al menos intentarlo. - De verdad que los humanos sois un caso aparte.

- ¡Oye! -fruncí el ceño y alcé el dedo, negando con él. - Yo soy un caso aparte. Soy especial.

- Y yo soy un hada.

- ¡Que hablo en serio!

- ¿Cómo de borracho estás? -le miré y mostrándole las palmas, fui levantando dedos sin pensar, hasta que tuve los diez alzados. De nuevo volvió a reír, muy disimuladamente, y fue real que sentí un agradable calor en mi estómago. - Genial - bajó al suelo de un salto y empezó a quitarse la chaqueta.

- ¿Vas a hacer un striptease? ¿Quieres que ponga música? Puedo rape-

Y entonces, mi voz desapareció. Así tal cual, por mucho que lo intentara, no era capaz de emitir sonido alguno. Me había quedado mudo en un segundo. Y cuando estaba empezando a agobiarme, algo llamó mi atención, haciéndome olvidar el hecho de que no podía hablar. Lo que mis ojos presenciaban, era mucho más impresionante que la capacidad de emitir sonidos a voluntad propia.

Eran unas alas.

El chico estaba desnudo de cintura para arriba, tan pálido y delgado como me había imaginado. Tenía la piel de gallina debido al frío de la noche y se le notaban ligeramente las costillas superiores. Y como si fuera poco, de la espalda le salían unas enormes alas blancas.

Era casi tan grandes como él y no brillaban, simplemente lucían, como si tuvieran luz en su interior. Podía apreciarse cada pequeña ramificación de ellas con un destacable color plateado, como si la sangre que corrían por ellas fuese de plata. Y lo mejor de todo era que con lo finas que eran, podían apreciarse el otro lado, pero a pesar del alcohol que había ingerido, estaba seguro de que no se veía igual. No eran completamente transparentes, pero tampoco opacas.

Eran preciosas y ya está. Fue lo único que mi mente pudo digerir.

- Tienes alas - bajé de un salto, sin percatarme de que ya podía volver a hablar, y me acerqué a él, extendiendo mi mano para poder tocarlas.

- Sí, y no se tocan -respondió bruscamente, apartándose antes de que pudiera si quiera rozarlas. A pesar de ello, volví a intentarlo, y esta vez, después de apartarse me fulminó con la mirada. - Mis alas no se tocan, te repito.

- ¿Pero son de verdad? -de nuevo extendí el brazo. Esta vez con un aleteo, hizo que una ráfaga de aire viniera directa hacia mí y me desequilibrara hasta hacerme caer de culo al suelo. Incluso en esa situación, no podía dejar de mirarle embobado.

- ¿Qué parte de mis alas no se tocan no entendiste?

- ¡Pero son preciosas!

- ¿Te queda más alcohol? -me miró fijamente y volví a la tierra por unos instantes, pensando la pregunta antes de responderla. Miré la botella vacía en mi mano y negué. - Entonces me voy. Adiós humano.

En un instante, las alas encogieron hasta desaparecer de mis ojos y luego el chico comenzó a vestirse. Ambas cosas me dolieron inmensamente, pero estaba tan sobrecogido por la situación que no pude detener ninguna, y antes de darme cuenta, estaba despidiéndome desde el suelo, a la espalda sin alas del chico peliverde.

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¡NUEVO FIC! ¡PRIMER ZIGA! ¡AYUDA ESTOY: EMOCIONADA!

Voy a subir un par de capítulos más.

Ojalá os guste la idea. Hadas y alcohol. A mí me suena bien.

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