Capítulo 9

La música retumbaba a unas cuadras antes de llegar a la casa. Luces de colores iluminaban tenuemente el ambiente mientras la gente bebía, fumaba, bailaba, cantaba o se besaba. La vibra era genial, con la mayoría conviviendo en la pista o simplemente observando. Jimin acababa de llegar a la fiesta de Taeyuhg, invitado tanto por él como por Jungkook.

Se suponía que iba a llegar junto con Jungkook, pero de último momento, este le había dicho que no podía ir a recogerlo, enviándole solo un emoji sonriente cuando Jimin le preguntó si todo estaba bien. Durante estos meses, Jimin ya conocía lo suficiente a Jungkook para saber que algo andaba mal. Jimin llegó acompañado de Nam-joon y Yoon-gi, que rápidamente se hicieron amigos de Taeyuhg y Seok-jin, especialmente Yoon-gi, quien parecía estar a punto de dar un paso más en la relación que tenía con ellos. Al único que le faltaba por conocer era Ho-seok, siempre hablaban de él, pero aún no había tenido la oportunidad de conocerlo.

Con la ayuda de sus amigos, Jimin buscaba a Jungkook o a alguien conocido, pero no había tenido éxito después de un rato, y los mensajes y llamadas no le llegaban. Después de unos veinte minutos, Taeyuhg los encontró gracias a Yoon-gi, llevándolos al sótano donde había menos personas bailando y jugando. Allí, Jimin pudo ver a Jungkook, vestido con unos pantalones deportivos y una playera holgada. Se notaba que la estaba pasando realmente mal, pero aun así, era tan hermoso para sus ojos.

- ¡Hola, chicos! -saludó Yoon-gi a todo el grupo-. Perdón por la tardanza, no sabíamos dónde encontrarlos.

Jin se acercó a Yoon-gi con una gran sonrisa, besándole la mejilla y haciendo que su amigo se sonrojara.

- Hola, cariño. Te ves tan lindo hoy -dijo Jin, dándole un leve beso cerca de los labios.

Todos voltearon a ver a Taeyuhg, esperando su reacción. Este tomó un trago de cerveza antes de decir:

- Es nuestro futuro novio -guiñándole el ojo a Yoon-gi. Todos empezaron a reír por lo sonrojado que se encontraba.

Jimin se acercó a Jungkook, observando cómo se perdía en sus pensamientos, como si el tequila que tomaba tuviera algo tan interesante.

- ¡Hola, Jungkook! -saludó Jimin, sentándose a su lado.

- ¿Qué tal, Jimin? -intentó sonreír Jungkook.

- Bien, gracias. ¿Tú cómo estás? -le quitó a Jungkook el vaso de tequila para tomárselo-. Te ves bastante mal, ¿sucedió algo?

Jungkook evitó el tema, desviando la mirada. En ese momento, Taeyuhg presentó a Jimin a su amigo Ho-seok, quien resultó ser astrónomo. Durante el resto de la fiesta, Jungkook evitó hablar con Jimin, refugiándose en el alcohol mientras Jimin conversaba con Ho-seok y Nam-joon sobre música, la pasión de Nam-joon.


Sintiendo la necesidad de saber qué le pasaba a Jungkook, Jimin se acercó a Taeyuhg, Seok-jin y Yoon-gi, que se encontraban platicando y coqueteando, haciendo una leve interrupción, pregunto por él.

-Está en una de las habitaciones -le informó Seok-jin.

Decidido, Jimin fue a buscar a Jungkook. Subió las escaleras y recorrió el pasillo hasta encontrar la puerta entreabierta de una habitación. Allí, en la penumbra, encontró a Jungkook sentado en el suelo, con la mirada perdida y una botella de tequila casi vacía a su lado.

-Jungkook -dijo Jimin suavemente, cerrando la puerta detrás de él.

Jungkook levantó la vista, sus ojos vidriosos reflejando una mezcla de dolor y confusión.

-¿Qué pasa, Jimin? -preguntó con voz quebrada.

Jimin se sentó a su lado, tomando su mano.

-Estoy aquí para ti, Jungkook. Puedes hablar conmigo.

Jungkook suspiró profundamente, como si estuviera luchando por encontrar las palabras.

-No sé qué hacer, Jimin. Todo se siente tan... complicado.

Jimin apretó su mano con suavidad, transmitiéndole su apoyo incondicional.

-No tienes que resolverlo todo ahora mismo. Solo quiero que sepas que estoy aquí, que siempre estaré aquí para ti.

Jungkook asintió, sus ojos llenándose de lágrimas.

-Gracias, Jimin. No sé qué haría sin ti.

Jimin sonrió, sintiendo una mezcla de tristeza y esperanza. Sabía que no podía resolver todos los problemas de Jungkook, pero estaba dispuesto a estar a su lado, a apoyarlo en cada pequeño paso.

-Te he visto evadiendo a todos, especialmente a mí. ¿Por qué no me contaste lo que estaba pasando? -preguntó Jimin suavemente.

Jungkook bajó la mirada, evitando el contacto visual.

-No quería preocuparte. Sabía que estarías ahí para mí, pero algunas cosas son difíciles de compartir, incluso contigo.

-Sé que no siempre es fácil hablar de lo que sentimos, pero no tienes que cargar con todo tú solo -dijo Jimin, apretando su mano con más fuerza-. Por favor, no me dejes fuera de tus problemas. Quiero ayudarte, Jungkook.

Jungkook asintió lentamente, respirando hondo antes de hablar.

-Es... es complicado, Jimin.

Jimin sintió una punzada en el pecho al escuchar eso, pero no dejó que se reflejara en su rostro. En cambio, le dio una sonrisa comprensiva.

-Entiendo. Las cosas pueden ser complicadas. Pero recuerda, no tienes que enfrentarlo solo. Siempre puedes contar conmigo.

Jungkook le devolvió la sonrisa, aunque era una sonrisa débil y cargada de tristeza.

-Gracias, Jimin. Significa mucho para mí saber que estás aquí.

-Siempre, Jungkook. Siempre -repitió Jimin, sintiendo una mezcla de amor y dolor en su corazón.

De repente, Jungkook, sin estar en sus cinco sentidos, se inclinó hacia Jimin y lo besó. El mundo pareció detenerse para Jimin, sintiendo los labios de Jungkook contra los suyos, una mezcla de deseo y desesperación.

El beso fue inesperado y cargado de emociones. A pesar de saber que Jungkook no estaba en su sano juicio, Jimin no pudo evitar corresponder, al menos por un momento. Mientras los labios de Jungkook se movían contra los suyos, una chispa de esperanza y amor surgió en su corazón. Sin embargo, pronto esa chispa se vio opacada por la tristeza de saber que ese no era el escenario que había soñado.

El beso se volvió cada vez más apasionado, sus manos explorando el rostro y el cabello del otro con desesperación contenida. Cada segundo intensificaba la conexión entre ellos, como si todas las emociones reprimidas finalmente encontraran una salida. Jimin se entregaba al momento, aunque sabía que no era lo que había esperado, que el contexto no era el adecuado, que Jungkook no estaba realmente presente.

Las prendas empezaron a sobrar. Los dedos de Jimin desabotonaron con torpeza la camisa de Jungkook, mientras este se deshacía de la chaqueta de Jimin. Sus respiraciones se mezclaban, sus cuerpos se acercaban más y más, enredados en un deseo inexplicable y una necesidad que les hacía perder el aire. Jimin sentía el calor de la piel de Jungkook contra la suya, cada caricia enviándole oleadas de electricidad a través del cuerpo. Pero en el fondo de su mente, una voz susurraba que esto no era real, que Jungkook no lo estaba besando por amor sino por el alcohol.

La habitación se llenó de susurros y gemidos ahogados. No había espacio para el pensamiento racional, solo para el momento que compartían, donde todas las dudas y temores parecían desvanecerse. Pero Jimin no podía evitar sentir una tristeza profunda, sabiendo que al amanecer, todo podría desmoronarse.

Finalmente, se encontraron en la cama, sus cuerpos entrelazados y sus corazones latiendo al unísono. El amor y el deseo se fusionaron en un instante de pasión pura, donde el mundo exterior dejó de existir. Mientras Jimin miraba a los ojos de Jungkook, vio un reflejo de sus propios sentimientos. No sabía qué depararía el futuro, pero en ese momento, todo parecía posible. Por primera vez, sintió que sus sentimientos podían ser correspondidos, y una nueva esperanza floreció en su corazón, aunque con un amargo sabor a tristeza.

La noche avanzó, y aunque sabían que las complicaciones seguirían existiendo, en ese instante, todo lo que importaba era el amor que finalmente se permitían compartir. Pero para Jimin, esa noche de pasión y esperanza también estaba teñida de una profunda melancolía, consciente de que el amanecer podría traer consigo la realidad cruda y dolorosa.

🤍✨
Jimin despertó en la madrugada, con el pecho de Jungkook como su refugio, su cabeza reposando sobre el corazón que latía a un ritmo constante. La calidez de su cuerpo y el suave murmullo de su respiración parecían envolverlo en un abrazo reconfortante, pero dentro de él, un torbellino de emociones lo consumía.

Al ver la rosa marchita sobre la mesita de noche, una ola de melancolía lo invadió. Era como si esa flor desfallecida fuera un espejo de su propio ser, marchitándose bajo el peso de emociones no expresadas y deseos no correspondidos. Cada pétalo caído era un eco de los momentos compartidos, ahora desvaneciéndose en el vacío de lo que podría haber sido.

El teléfono de Jungkook brillaba en la penumbra, una ventana a un mundo que Jimin no estaba seguro de querer explorar. Entre las llamadas perdidas y los mensajes sin respuesta, había uno que destacaba: el nombre de una chica, acompañado de palabras que cortaban como cuchillas afiladas. La realidad se estrelló contra él con la fuerza de un huracán, arrastrándolo hacia un abismo de dolor y desesperación.

Cada palabra leída era como un golpe al corazón, una punzada de angustia que lo dejaba sin aliento. La imagen de Jungkook, ajeno a su tormento, dormido en paz, era un recordatorio cruel de la brecha que los separaba. Mientras las lágrimas empañaban sus ojos, Jimin luchaba por contener el torrente de emociones que amenazaba con inundarlo.




El amor no correspondido pesaba como una losa sobre su pecho, una carga demasiado pesada para soportar. La rosa marchita se deslizó de sus manos temblorosas, cayendo al suelo con un susurro apenas perceptible. En ese momento de vulnerabilidad, Jimin se sintió perdido en un mar de tristeza, sin esperanza de encontrar la orilla.

Con un nudo en la garganta, se limpió las lágrimas y se vistió con determinación, ocultando su dolor bajo una máscara de fortaleza. Cada gesto era un acto de resistencia contra el abismo que amenazaba con engullirlo por completo. Pero incluso mientras se despedía en silencio, dejando atrás los fragmentos rotos de su corazón, una parte de él seguía aferrada a la esperanza de que algún día, encontraría la paz y amor que tanto anhelaba.

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