Capítulo 8

Estaba nervioso Jimin, en su mochila tenía un regalo especial para Jungkook. Había notado en el último tiempo que el reloj que Jungkook solía usar en ocasiones no funcionaba. Jungkook siempre encontraba una excusa para no tirarlo, alegando que un abogado debía tener un reloj porque le daba más formalidad. Así que, con la intención de que ya no tuviera que batallar con un reloj roto, Jimin le había comprado uno nuevo.

Sin embargo, aún no sabía en qué momento dárselo sin que sus sentimientos salieran a la luz. Había practicado cientos de veces un diálogo que no pareciera una confesión ni revelara sus emociones. El regalo, escondido en su mochila, se convertía en una especie de secreto pesado que lo acompañaba a todas partes.

Cada vez que se encontraban, Jimin buscaba el momento perfecto para entregarle el reloj, pero siempre le faltaba valor. La idea de que Jungkook pudiera descubrir la profundidad de sus sentimientos lo paralizaba. En su mente, repasaba frases como: "Pensé que te sería útil," o "Vi esto y recordé que mencionaste tu reloj descompuesto." Pero cada vez que abría la boca para hablar, las palabras se le atoraban en la garganta.

El reloj no era solo un regalo, era un símbolo de su deseo de estar siempre presente en la vida de Jungkook, de ayudarlo en las pequeñas cosas. Pero el miedo al rechazo y la incertidumbre sobre los sentimientos de Jungkook lo mantenían en silencio.

Decidió esperar a una ocasión especial, tal vez después de la próxima salida o en un momento en que ambos estuvieran solos y relajados. Hasta entonces, Jimin continuaba llevando el regalo consigo, esperando el instante adecuado para darle el reloj que, en su mente, simbolizaba tanto su cuidado como su amor no confesado.




Ambos se encontraban en el puesto de comida. Mientras Jungkook se concentraba en su comida, Jimin sentía su corazón latir con fuerza. Sabía que este era el momento perfecto.

Respiró hondo y sacó el reloj de su mochila, envuelto cuidadosamente en papel de regalo. Trató de calmarse, recordándose a sí mismo las palabras que había ensayado tantas veces. Se inclinó hacia Jungkook y, con una sonrisa nerviosa, le dijo:

—Jungkook, quería darte esto—Jungkook levantó la mirada, sorprendido, mientras Jimin le extendía el pequeño paquete.

—¿Qué es esto?—preguntó, tomando el regalo con curiosidad.

—Bueno, he notado que tu reloj no funciona bien y siempre dices que es importante para ti. Así que pensé que te gustaría tener uno nuevo— explicó Jimin, tratando de sonar casual.

Jungkook sonrió ampliamente y comenzó a desenvolver el regalo. Cuando finalmente vio el reloj, sus ojos se iluminaron.

—Jimin, esto es... increíble. No tenias que hacerlo—dijo, visiblemente emocionado.

— Quería hacerlo. Te lo mereces—respondió Jimin, sintiendo que el peso en su pecho se aliviaba un poco.

Jungkook se quedó un momento en silencio, mirando el reloj y luego a Jimin—. Gracias. Realmente significa mucho para mí.

Jimin asintió, contento de haber finalmente dado el paso. Sin embargo, a pesar de la alegría del momento, no podía evitar sentir una punzada de preocupación. ¿Había sido demasiado obvio? ¿Sospecharía Jungkook sus verdaderos sentimientos?

Pero cuando Jungkook se inclinó para abrazarlo en agradecimiento, todas esas dudas se desvanecieron, al menos por un momento. En ese abrazo, Jimin encontró una pequeña chispa de esperanza. Había dado un paso importante, y aunque aún no estaba listo para confesarlo todo, sabía que había hecho algo significativo.

Mientras se separaban y Jungkook se ponía el reloj, Jimin sonrió. Cada detalle de este momento quedaba grabado en su mente. Sentía una calidez en su corazón al ver a Jungkook tan feliz, y supo que no importaba cuánto tiempo le llevara, estaba dispuesto a esperar y a estar a su lado, apoyándolo en las pequeñas cosas, como siempre había hecho.

Así pasaron su día, lleno de adrenalina y risas. Subieron a las montañas usas, se enfrentaron a casas del terror y compartieron helados bajo el sol. Cada instante estaba impregnado de una magia única, como si el mundo se detuviera solo para ellos. Sin darse cuenta, buscaban el contacto del otro, rozándose los brazos al caminar, compartiendo miradas que decían más que mil palabras.

Jimin no podía evitar observar la sonrisa de Jungkook, asegurándose de no perderse ninguna expresión. Cada risa, cada gesto, cada destello en los ojos de Jungkook se grababa en su memoria, alimentando sus sentimientos cada vez más profundos. Sentía su corazón latir con fuerza cada vez que sus miradas se cruzaban, cada vez que compartían un momento de complicidad.

Para Jungkook, la presencia de Jimin era un bálsamo. La calidez de su risa, la ternura de sus gestos, y la sinceridad en su mirada le daban una sensación de hogar. Aunque aún no percibía completamente lo que sentía por él, sabía que estar con Jimin hacía que todo pareciera más brillante, más pleno.

La conexión entre ellos se fortalecía con cada momento compartido, y ambos sentían un anhelo profundo, una necesidad de estar juntos. En cada sonrisa, en cada mirada, se reflejaban los sentimientos que aún no se atrevían a nombrar, pero que eran innegables en su intensidad. La jornada en el parque de diversiones se convirtió en un tesoro de recuerdos compartidos, una prueba más de la fuerza de su vínculo y del amor que, sin saberlo, ya los unía.


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