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Simplemente tú
Ingresar en uno de los institutos más prestigiosos de la ciudad era una preocupación para cualquiera de los jóvenes que deseaban tener un futuro provechoso.
Por supuesto, Ichirou no era un joven cualquiera. Él, practicamente, era el dueño de ese instituto y a penas tenía 17.
Akademi High School había sido fundada por Saisho Saikou para que sus hijos tuvieran la vida perfecta y para poder prepararlos adecuadamente para dirigir la empresa familiar al cumplir la mayoría de edad.
Claro que no esperaba que su hija se negara a su destino.
Pero Ichirou era diferente. Un joven educado, inteligente, talentoso y obediente.
La imagen de la perfección.
Y ese día en el instituto, el joven de cabello platinado demostraría una vez más que era digno de portar el apellido Saikou.
Todos los estudiantes se encontraban en el gimnasio presenciando la ceremonia de presentación del nuevo concejo estudiantil.
Ichirou fue presentado como el presidente del concejo estudiantil, siendo nombrado así estudiante modelo y representante del prestigioso instituto.
(...)
La tarde había caído y el joven caminó hacia el frondoso árbol de cerezo que se encontraba tras la escuela.
Había encontrado una nota en su casillero que lo guiaba hacia aquel lugar. Tenía la sospecha de lo que se podría tratar, pero no de quien.
Al ser hijo del empresario más exitoso de Japón era obvio que muchas chicas se iban a ver interesadas en él.
Practicamente cada semana recibía una nueva carta citándolo al cerezo.
En su cabeza comenzó a idear la forma correcta para rechazar la propuesta de quien se encontrara ahí. No podía darse el lujo de entablar una relación sentimental al tener tantas responsabilidades.
Tenía que ser cuidadoso y muy respetuoso con cada una de sus palabras si no quería que su popularidad y reputación decayeran por culpa del capricho de alguna de sus compañeras.
Se detuvo a un par de pasos de la colina.
Aunque quería negarlo y convencerse de lo contrario, en verdad esperaba ver a alguien ahí.
Pero la probabilidad de que eso sucediera era prácticamente nula.
Tragándose su decepción se dispuso a continuar caminando pero fue frenado al escuchar una voz femenina.
—¡¿No puedes caminar más rápido?! ¡El sol se ocultará y la magia no dará resultado!
No lo podía creer.
∥• • •∥
Habían pasado largas semanas llenas de pruebas impartidas por su padre y ese día podría tomarse un descanso. Era el primer día de clases en el Instituto.
Al ser presidente del concejo estudiantil debía llegar temprano para asegurarse de que todo saliera de forma adecuada.
Llegó con total tranquilidad a la institución y se dio cuenta de que nadie más que él y algunos miembros del personal había llegado.
Decidió caminar por los pasillos vacíos y poder disfrutar de algo de tranquilidad.
Subió hasta lo más alto porque quería ver las montañas que rodeaban la ciudad, pocas veces podía darse el gusto de admirar el paisaje.
La azotea lucía igual de solitaria, o eso creía. A lo lejos veía la silueta de una persona que era levemente cubierta por los nacientes rayos de sol.
Dudando en acercarse o no dejó que su instinto lo guiara. Algo en su interior le rogaba acercarse.
Al estar más cerca identifico a la silueta como una chica.
Se quedó quieto en su lugar, dudaba en dar un paso más.
—No es educado quedarse quieto mirando a un extraño.
Se quedó sorprendido al escuchar la voz de aquella chica. Ella en ningún momento lo había volteado a ver y no entendía como es que ella logró saber que estaba ahí.
—Lo lamento.
Hizo una pequeña reverencia para disculparse y cuando volvió a su posición normal se encontró con los oscuros ojos de la chica.
Tenía piel pálida, largo cabello lacio de color negro y parecía ser poco más baja que él. En su rostro se apreciaban labios ligeramente rosados y ojos negros que parecían no tener brillo alguno.
Pero la expresión seria de la chica cambio por completo al cruzar su mirada con la del extraño. Sintió su corazón latir, sus mejillas se pintaron de un suave y lindo rosa y sus ojos se abrieron mientras se llenaban de un brillo que jamás había aparecido en su mirada hasta ese momento.
Ichirou no tuvo una reacción diferente, su corazón latía con algo de fuerza, sintió un cosquilleo que llenaba de calor su cuerpo y se quedó sin aliento al ver los bellos ojos de la chica.
Ambos parpadearon repetidas veces intentando asimilar lo que estaba sucediendo.
—Soy Ryoba, Ryoba Aishi. Estoy en primer año.
—Un gusto Ryoba, yo me llamo Ichirou Saikou. Bienvenida a Akademi High School.
La azabache rio levemente al notar la fingida seriedad en la presentación del chico frente a ella.
Se calló de pronto al darse cuenta.
—¿Pasa algo?
Preguntó el más alto un poco más relajado.
—Tal vez no me creas, pero... creo que es la primera vez que reí con sinceridad.
Ryoba sonrió levemente esperando una reacción o alguna respuesta.
Ichirou examinaba que decir, él tampoco recordaba haber reído mucho desde que su madre había fallecido.
—Te creo.
Respondió mientras sonreía.
∥•••∥
Ichirou no creía lo que estaba viendo. La chica que lo había citado era Ryoba.
—¡Apresúrate! El sol se va ocultar.
Sintió como la azabache tomaba su mano y lo guiaba a la sima de la colina.
—¿Y qué si el sol se oculta?
—¡La magia no funcionara!
Ichirou rio levemente al escuchar aquel comentario.
Le parecía adorable que Ryoba creyera en la leyenda del cerezo mágico y la gema del destino.
Ambos se detuvieron estando bajo las frondosas ramas del árbol. Los pétalos de las flores caían con delicadeza y se dejaban llevar por la suave brisa. Los rayos de sol que quedaban iluminaban a la pareja.
Ryoba tomó las manos del mayor y lo miró a los ojos con una sonrisa y leve rubor en sus mejillas.
—Y-yo... Yo quería darte esto.
La joven extendió un sobre de color blanco y el chico lo tomó con delicadeza.
—Ichirou... — comenzó a leer.
—¡No en voz alta!
Sonrió ante la adorable reacción y la notoria vergüenza que sentía Ryoba en ese momento.
—Yo soy el mayor y el presidente del concejo estudiantil. Tú no me mandas. —contestó en un tono juguetón.
Ryoba solo cubrió su rostro con sus manos y dejó que el mayor continuara.
—Ichirou. Sé que hoy recibiste el más grande honor para un estudiante en este instituto, pero sé también que en el fondo no quieres ser el estudiante modelo. Sé que quisieras ser como cualquier otra persona, alguien que viva para cumplir sus sueños y no dirigir la empresa de tu familia. Lamentablemente es lo que te tocó vivir y espero que no sea un impedimento para que seas verdaderamente feliz.
Cuando nos conocimos y nos hicimos amigos me di cuenta de que ser el heredero no era algo que querías, y te admiré más al ver que aun así dabas lo mejor de ti para no decepcionar a nadie.
Tambien, con el paso del tiempo, me di cuenta de algo que supe desde que nos vimos por primera vez. Creí que solo quería tu compañía y amistad, pero no es así. Yo quiero más.
Yo no solo conozco al Ichirou que es estudiante modelo, representante del instituto y heredero de una empresa multimillonaria. Creo fielmente que conozco al verdadero Tú, un chico divertido e interesante, alguien amable pero algo excéntrico, un joven que teme expresarse y mostrarse como es frente al mundo que lo ve como el ser humano perfecto.
Esta tarde quiero que seas simplemente tú, el chico del que me enamoré.
Sabes que nunca me decepcionarías, pero si te soy sincera temo decepcionarme hoy. No quiero que me correspondas por ese temor.
No quiero ver a Ichirou Saikou, el chico perfecto. Quiero que me responda el joven de 17 años que se ha convertido en la persona más importante para mi.
¿Me aceptarías como tu pareja?¿Me dejarías mostrarte mi afecto incondicional?¿Me permitirías ser tu apoyo y confidente?
¿Podría ser tu persona especial?
Ichirou miro a Ryoba, ambos tenían pequeñas lágrimas en sus mejillas.
—Sé que no es lo mejor pero...
Ryoba se vio interrumpida al sentir el abrazo del contrario.
—Yo debería preguntarte a ti si me dejarías ser tu persona especial porque tú, Ryoba Aishi, ya eres la mía.
La pelinegra sonrió y abrazó con fuerza a Ichirou. No podía creer que en verdad estaba sucediendo.
Luego de estar en un cómodo silencio por unos momentos se separaron del abrazo.
Ryoba tenía sus brazos sobre los hombros del contrario y él acariciaba cariñosamente la mejilla izquierda de la azabache.
Se acercaban poco a poco hasta que Ryoba giró su rostro hacia la izquierda.
—¿Eh...?
—Lo siento pero el sol se ocultó. No pienso arriesgarme.
Ryoba se alejó de repente y salió corriendo mientras reía.
—¡Oye!¡Ryoba Aishi, no me dejes así!
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