🗝️. Cinco

Observaba dibujar a su novio desde el comedor mientras leía un libro titulado Los Amantes Suicidas De Sonezaki (曾根崎心中) , una obra exageradamente dramática y triste que por alguna razón entendía demasiado bien para su gusto. El día seguía oscuro, las nubes grises parecían haber encontrado el lugar ideal para descargar su contenido porque no dejaba de llover desde la mañana. JongIn no tenía problemas con eso, le encantaba la lluvia, le gustaba el frío, así podía acurrucarse en su cama para leer mientras disfruta de una taza con chocolate caliente.

—¿Te pasarás todo el día viéndome? —preguntó su listo novio sin soltar su lápiz ni despegar la vista del lienzo—. Siento que me estás haciendo un hueco en el rostro.

El moreno bajó el libro que había estado usando como escudo para que el mayor no lo atrapara viéndolo pero no había funcionado.

—¿Te molesta? —inquirió con un tono pícaro. Apartó el libro para ahora mirarlo con descaro.

—No, para nada.

A pesar de haber dicho eso para sonar confiado, sus mejillas se pusieron rojas de lo avergonzado que estaba por la mirada de su novio. El moreno se percató de ello, lo cual lo animó a dejar su cómodo sitio y acercarse a él.

—Eres adorable —le dijo mientras pellizacaba sus rojizos cachetes. El mayor levantó la mirada encontrándose con la de JongIn, manteniéndose así por un rato hasta que el teléfono del menor los interrumpió.

—Contesta —le animó KyungSoo—, puede ser importante.

A regañadientes, JongIn se apartó para tomar la llamada.

—¿Mamá? —se sorprendió al ver el número en la pantalla—. Sí claro, estaré ahí en una hora. Nos vemos.

KyungSoo lo miraba confundido y preocupado.

—Mi madre quiere que vaya para allá, dijo que necesita hablar conmigo, ¿no te importa si te dejo solo por un rato?

Su novio meneó la cabeza y le dio una cálida sonrisa. —Claro que no, solo abrígate bien, el clima no está muy agradable hoy.

El moreno sonrió por las advertencias de su novio, lo encontró tierno por preocuparse por él. —Gracias, cariño —tomó su saco del perchero y se lo colocó. Se acercó a él para depositarle un cálido beso en la frente. —Regresaré temprano, lo prometo.

Luego de despedirse se puso en marcha con dirección a su antigua casa. Se sentía extraño volver después de tres largos meses. La última vez que estuvo ahí se la pasó llorando y a la vez consolando a su madre y hermanas, nada había resultado fácil para ninguno de los cuatro pero juntos se dieron fuerza para aceptar la realidad y seguir con sus vidas como lo hubiese querido su padre.

Mientras JongIn manejaba por las solitarias y grises calles de Seúl, sintió que estaba teniendo un dejavù,. Le parecía que algo así ya lo había vivido hace un tiempo, aunque era ridículo, ya que desde niño había paseado varias veces por las mismas, era obvio que no eran para nada desconocidas. Sin embargo, algo en su cabeza no lo dejaba tranquilo, imágenes de él manejando a toda prisa con un sentimiento de angustia le golpearon de pronto y se sintió débil, así que frenó y aparcó un momento para calmarse.

¿Qué había sido eso?

Buscó entre sus cosas un frasco de pastillas, recordó que la última vez que las había usado fue antes de salir de la base militar, por lo cual le atribuyó a eso sus recurrentes crisis nerviosas e inseguridades.

Todo está bien, se dijo.

Quería estarlo, de verdad, pero no sabía por qué en el fondo se sentía desfallecer, ¿por qué quería gritar?, ¿por qué le dolía el pecho de vez en cuando? El psicólogo le había dicho que era normal, una reacción natural de un ser humano al sufrir la pérdida de un miembro de su familia.

Entonces si era normal, ¿por qué él se sentía raro, como fuera de sí mismo, como si su padre no fuera el real causante de ese dolor?

Intentó no darle más vuelta al asunto, tomó el volante de nuevo y se puso en camino.







***

La casa de sus padres era tan grande pero asombrosamente acogedora, las paredes se encontraban en tan buen estado que nadie pensaría que tendría más de cincuenta años de haber sido construida. Ellos la habían heredado de sus bisabuelos, a los cuale, por desgracia, no llegó a conocer pero por las historias que su madre le contaba parecía ser que habían sido grandes personas y a él le hubiera encantado verlos al menos una vez.

—Lamento haberte hecho salir de casa en medio de esta lluvia —le decía su madre mientras lo invitaba a tomar asiento—. ¿Quieres que te prepare un poco de té?

JongIn, que se estaba quitando el abrigo, le hizo un gesto para que se detenga. —Estoy bien así mamá, ¿de qué querías hablarme?

Ambos se sentaron en el sofá, uno frente al otro. Su madre guardó silencio, tenía las manos ocupadas jugando con sus dedos, era evidente su nerviosismo.

—Yo... —comenzó a hablar con la voz un poco apagada, carraspeó para aclararla—. Quería saber cómo estabas.

No era por eso para lo que su madre lo había citado, lo sabía bien pero no quiso presionarla.

—Me está yendo bien, creo —declaró inseguro.

No quería preocuparla con sus problemas, suponía que ya tenía suficiente lidiando con la pérdida de su compañero de vida. Pasó por su mente que si estuviera en la posición de su madre no podría resistirlo, él había perdido a su padre, sí, pero aún la tenía a ella, a sus hermanas y a su novio, no se quedaría solo. Sin embargo, perder al amor de tu vida, a esa persona que estuvo contigo durante casi toda una vida, a tu compañero, eso debía doler de una forma inexplicable. A pesar de que no dejaría sola a su madre, sabía que no podía reemplazar ese vacío que estaba dejando su papá en la casa y en su cama matrimonial. Rezaba con todas sus fuerzas para que el día en el que KyungSoo y él se separaran por la inminente muerte sea aún muy lejano.

Su madre le sonrió amablemente pero el dolor era evidente en sus ojos.

—Me alegra escuchar eso.

Podía escuchar el sonido de las manecillas del reloj a la distancia, un sonido débil pero que hacía más pesado su corazón y que la atmósfera se sintiera extraña.

—¿Por qué me has llamado, mamá? —volvió a preguntar, con una voz más grave esta vez.

La señora Kim tomó un largo suspiro antes de hablar.

—Encontré algo en el despacho de tu padre, tenía grabadas tus iniciales así que supuse que era para ti —se levantó del sillón para ir a recoger un pequeño objeto de la repisa. Se acercó a él con el objeto en mano que resultó ser una cajita negra con bordes dorados—. Yo... no sé lo que contiene, no la he abierto.

Con las manos temblorosas, su madre le alcanzó la pequeña caja que efectivamente tenía grabado en la parte superior las letras: K JI.

Nunca antes había visto esa cajita, ni por casualidad y al parecer para su madre también fue una sorpresa, juzgando por la expresión de curiosidad que tenía en el rostro. Decidió que lo que sea que su padre haya dejado en aquella caja, no dejaría que nadie más la viera, incluso su madre.

Éste era un secreto entre su padre y él.

—Lo llevaré a casa —informó y sostuvo el objeto de manera protectora.

—Está bien —respondió su madre.

El silencio se hizo presente una vez más, así que JongIn supuso que era hora de irse.

—Ha sido bueno verte mamá —dijo, poniéndose de pie.

Su madre asintió. —Me alegra que estés bien hijo, te extraño tanto.

JongIn se acercó a darle un amoroso abrazo a su madre, quien le devolvió de la misma forma el gesto. No sabía porqué razón esto sonaba más como una despedida, como si su madre anhelara que no se alejara jamás de sus brazos, como si no volviera a tener chance de hacerlo de nuevo.

Cuando su mamá lo liberó, la vio limpiarse unas cuantas lágrimas rápidamente y aunque eso no era propio de ella, no quiso preguntarle más.

—¿Cómo está KyungSoo? —preguntó cuando ya estaban en la puerta.

—Se encuentra bien –le respondió.

—Él... ¿ya recuerda? —en su tono de voz, pudo notar la incomodidad de su madre para preguntar eso. No comprendió la razón, ya que KyungSoo era parte de la familia también.

—Aún no —contestó tímidamente.

Su madre le mostró una sonrisa que no llegaba hasta sus ojos.

—Entiendo —dijo finalmente, dejándolo ir.

JongIn volvió a meterse en su auto para volver a casa. Colocó la cajita en el lado del copiloto, le dio una última mirada y arrancó.

En el camino se puso a pensar en el posible contenido del objeto. Mientras conducía de regreso, veía las calles un poco vacías y le resultaba curioso ver cómo un poco de clima malo podía lograr que las personas se abstuvieran de salir de sus cómodas casas.

En una de las calles vio a un muchacho de baja estatura que llevaba una sudadera con capucha. Estaba hablando con alguien, una persona que JongIn logró divisar cuando pasó manejando cerca de ahí. Con una mirada rápida, sus ojos captaron a los dos individuos y por un momento quiso detenerse y bajarse pero no lo hizo.

Se trataba de KyungSoo y el otro detective... ¿Kris? No recordaba bien su nombre. ¿Kris Wu? Su cabeza trabajó rápidamente, mostrándole todos los resultados de sus propios recuerdos.

La visita en el hospital, esa fue la primera vez que lo vio. No vino acompañando a Junmyeon la otra vez. Pero había algo más, algo que sabía que estaba olvidando...

—¡La nota! —exclamó, recordando un detalle sobre ella.

Cuando llegó a casa, subió las escaleras hacia su habitación para rebuscar en el abrigo de KyungSoo, descubriendo la nota nuevamente ahí.

S8K2-1X8L8TL1B2C0C0D6J1S4 - W.Y.F

W.Y.F —leyó las tres últimas letras de la nota—. Wu...

¿Qué significa esto? ¿Cuál es el verdadero nombre de Kris? ¿En realidad se trataba de él? Y si era así, ¿por qué KyungSoo tenía un mensaje de aquel sujeto?

—¿Qué son estas palabras y números?

¿Qué pasa si los separa?

—Ocho... dos, guión, uno...

El resultado era el siguiente: 82-1881200614.

¿Un número telefónico? Ahora que lo recuerda, el único que le entregó su tarjeta de presentación fue Junmyeon, no ese tipo alto de expresión fría.

Tomó su celular para marcar aquel número y después de unas timbradas alguien respondió.

—¿Diga? —una voz varonil y bastante grave se escuchó al otro lado de la línea.

JongIn se congeló al reconocer esa voz, la cual efectivamente correspondía al detective más alto que acompañaba a Junmyeon aquella vez en el hospital.

—¿Hola? —insistió pero el moreno no sabía qué decir, estaba estupefacto.

¿Por qué KyungSoo tenía guardado su número? ¿Por qué estaba conversando con él? 

Se quedó en silencio durante un minuto, sosteniendo el celular en una mano y escuchando la respiración del otro, hasta que el detective volvió a hablar.

—¿Kim JongIn? ¿Eres tú?

El moreno cortó la llamada, siendo incapaz de responder. ¿Cómo demonios había sabido que era él? De todas las personas en el mundo, ¿cómo supo que era él? ¿Qué estaba pasando? ¿De qué se trata todo esto?

¡Maldita sea! Su cabeza explotaría en cualquier momento.

—El ático… —se le ocurrió de pronto.

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