❝Capitulo único.❞

-¿No te gustaría ser joven para siempre y que tu belleza no se vaya así como la persona que amas?

Dudó por un momento ante sus palabras.

Pero lo extrañaba, y extrañaba esa seguridad que tenía de ser amado.

-¿Qué tengo que hacer?

-Bebelo. -Le extendió un frasco de cristal tan puro que parecía que el líquido verde fosforescente flotaba en el aire.

-¿Qué es?

-Tu salvación.

Destapó el corcho que protegía el líquido, lo olió. Un aroma a heno; a campo con rocio de las mañanas; a un frescor único como su joven piel. Un aroma que le daba esperanza.

-Esto... ¿Me mantendrá joven? -Aunque quería seguridad en sus palabras, el tono dudativo de su voz le arrancó una sonrisa a aquel extraño señor.

-Totalmente. ¿No confías en mí? ¿No por eso estuviste averiguando acerca de la juventud eterna?

Apretó los labios, tragó saliva y recordó a esa mujer de belleza extrema como la de él pero estando en brazos de otro. ¿Cómo lo pudo dejar por alguien tan inferior? ¿Qué no se daba cuenta de que nadie podría ser como él?

-¿La amas? -El anciano llamo su atención justo en el momento en que el castaño claro pego el frasco a sus labios.

-Es la criatura más hermosa que he visto jamás, ¿cómo no la voy a amar? -Pronuncio antes de verter el líquido en su boca.

Su corazón comenzó a arder mientras ingería aquella poción. ¿Eso era normal? Ya estaba hecho, demasiado tarde para pensarlo una segunda vez.

-Entonces no me arrepiento de darte está sentencia. -La voz se volvió más grave cuando la última gota fue ingerida.

-¿Có-cómo? -Un ardor aún más potente recorrió todo su cuerpo. Desde la punta de sus dedos de sus pies con sandalias de cuero, hasta la coronilla de su cabeza adornada por guirnaldas que aumentaban su atractivo.

Perdió la fuerza debido al dolor que le pego como un puñal al corazón. El frasco estrelló contra el suelo, reventando el vidrio.

-¿Q-qué es es-esto? -Tambaleo y se apoyo en la fuente de pájaros que estaba detrás de él en aquél parque escondido entre rosales y columnas romanas.

-Extranjero, está es tu condena por tu superficialidad. Tú, Taehyung Kim, quién crees que nadie es digno de amar por su apariencia... -Kim sintió como ya no podía moverse de repente, miro hacia abajo, y horrorizado vio como sus pies eran de piedra-. Tú, quién margino a su noble dama de todos por no ser "dignos" de su presencia... -Ahora la piedra le cubría hasta las caderas, incluso petrificando la fina tela de seda que adornaba aún más su cuerpo-. Tú, quién no puede amar a nadie más que a si mismo, esta es tu condena.

Taehyung sintió como sus manos pegadas a su pecho, las cuales apretaban sus prendas a esa altura, ya no se podían mover.

-Por cada corazón roto que more cerca de ti despertarás, te tome los siglos que sean; solo hasta que aprendas a amar... -El de ojos avellanados dejo de sentir su corazón, esté se había paralizado. En ese instante comprendió todo-. Cien días, no más. Cien días, no menos. Cien días para que ella te amé de verdad. -Comprendió que no tendría salvación. No puedes huir de este mismo jardín donde te le declaraste y la ataste a ti por vanidad, o la maldición será permanente.

-Por favor... Es im-imposible... -Sollozo con su último aliento mientras la piedra corría por su cuello, el cual lo estiraba lo más que podía para seguir hablando.

-E incluso en tus últimos momentos no logras entenderlo. -Suspiro decepcionado.

Taehyung derramó la última lágrima que su sistema le permito, entonces ésta también se pectrifico junto con una mirada angustiada y llena de desesperación.

Él no lo sabía, pero permanecería por siglos en aquél lugar hasta quedar olvidado y abandonado en el lugar más recondito de un pequeño pueblo. Él no sabía que sufriría tanto por aquel sentimiento llamado amor.

Contrario a lo que su mirada de piedra pudo observar y lo que su débil conciencia creyó, muchas personas siempre pasaron pero nadie le tomó verdadera importancia.

Todos admiraban el excelente trabajo de algún escultor desconocido, pero nadie lo quería realmente, después de todo, era simple piedra. Había incluso quienes le tenían miedo por lo real que parecía, ocasionando que la casa que se había construido delante de sí -y a la cual pertenecía como objeto-, permanecía constantemente desabitada.

No había nadie a su lado. Y cuando lograba regresar a la vida en su totalidad, nadie lo amaba por lo que era, y él mucho menos los quería más que como simples sirvientes que cumplían sus caprichos con el fin de poseerlo.

El joven en sus eternos 24 años solo había vivido 600 días sin envejecer ni un poco desde que la maldición le fue impuesta. Solo 6 huéspedes habían sentido un dolor inmensamente profundo como para traerle a la vida, sin embargo ninguno había logrado "merecerlo", y mucho menos él mereció a alguno.

Siglos en completa soledad, viendo con su conciencia medio adormecida como el tiempo pasaba y él seguía siendo de piedra.

Cada tanto, cuando lograba tomar el mayor control de su mente que parecía estar a punto de perderse en el olvido, sus fuertes emociones lograban traspasar la dura y fría piedra para filtrar alguna lágrima de desesperación. Taehyung se sentía desolado. Un amargo sentimiento que lo torturaba haciéndole detestar el sentimiento de amar y ser amado. Después de todo, el joven varón creía que eso era el verdadero culpable de su perdición y maldición.

Su amada había muerto hacía mucho tiempo, y él solo podía preguntarse vez tras vez que habría sido de ella tras su desaparición, pero comprendió después de la quinta persona que le trajo a la vida, una mujer poetiza, que no tenía caso llorar por lo sucedido porque era tiempo desperdiciado. Aún así, no logro amarla y ella, tan fugaz como su libertad, se marchó tras sanar de aquella casa en busca de otra musa.

Estaba demasiado agotado y decepcionado como para tener las energías de amar a alguien. Y así creyó que sería por siempre y para siempre.


























Vivir sola fue algo que necesitaba urgentemente. Tras la muerte de mi madre por fin sentía paz. Suena cruel, pero a eso me llevó tantos años de presión por ser tal y como ella quería que fuera.

Ya no tenía nada que me atara a esa vieja casa donde almacenaba recuerdos amargos. Así que, tras venderla en poco tiempo, decidí cambiar de aires y salir de la ajetreada ciudad para pasarme a vivir en el campo.

Renuncie al cubículo de oficina en el que estaba esclavizada para dedicarme a vender verduras y frutas con mi tía en un pequeño pueblo a una hora y media de la ciudad. Gran cambio, pero me encantaba la idea de despertar con el canto de los pájaros y olor a hierba mojada por el rocio matutino, y no con claxons de automóviles, olor a smoke y un cielo grisáceo por tanta contaminación.

La casa ideal apareció. Una habitación, una sala comedor, cocina, un baño y sobre todo un gran invernadero abandonado en el patio trasero.

Lo adoré.

Lo mejor era que el dueño era un viejito al cual le estaba empezando la demencia, así que accedió fácilmente a la primera oferta que le hice de compra. Me sentí un poco mal por aprovecharme así de él, pero sus palabras siguientes pudieron más que mi remordimiento.

-Una joven tan aplastada quizá no sea buena compañera para él. Es muy susceptible a las emociones fuertes. -Balbuceo mientras veía hacia el invernadero con la mirada perdida. Me apresure a firmar antes de que retirará el papel de cambio de propietario.

¿Así era como me veía? ¿"Aplastada"?

-Por favor, perdona a mi abuelo, tiene ya 95 años, así que dice cosas incoherentes y sin pensar en como sonarán.

-No te preocupes, mamá estuvo sus últimos días delirando.

-Si no es descortés, ¿puedo saber de qué murió?

-Tenia esquizofrenia. Los días previos a su suicidio decía tonterías, como que me veía vestida de blanco con un hombre muy hermoso a mi lado. -Rei ante lo último.

El nieto del señor que me ayudó a terminar de firmar ciertos papeles y ahora me llevaba a mi nueva casa, me vio raro.

Cierto, para la gente normal no es común reírse de tu madre difunta.

-Oh, ehm, lo siento. -Logro decir tras unos breves segundos de silencio.

-No tienes qué. La verdad, no creo que vaya a extrañarla. Ambas necesitamos descansar una de la otra.

Se estacionó frente a la casa. Al menos el frente estaba decente, pero el patio trasero estaba hecho un bosque.

-Gracias por tu ayuda. Seguramente nos estaremos viendo seguido, ya que no es un pueblo grande. -Sonreí inclinando para verlo por la venta tras salir del coche.

-Creo que no se podrá, yo vivo en la ciudad, solo vine está semana para ayudar a mi abuelo con los papeles.

-Oh, de acuerdo. -Sonreí decepcionada. El chico me había gustado, había sido amable y muy amigable, era fácil de tratar.

Sin embargo, yo y mi muy mala suerte en el amor hizo que perdiera de nuevo la oportunidad de salir de esta "maravillosa" soltería.

-Gracias por todo, HoSeok. -Retrocedí un paso para que él se pudiera marchar después de ofrecerme una sonrisa de despedida-. Y ahí va otro buen hombre. Tch, ya debería saberlo, estaré sola con mi gran jardín donde tomaré mi te o café hasta mis últimos días, y dónde seguramente moriré sentada en una cómoda silleta mientras disfrutaba del aroma a flores.

Hablaba en voz alta para mí mientras entraba a casa y me quitaba mi bufanda. Era temporada de frío, así que encendí la calefacción.

Genial, no sirve, solo hace un ruido raro y me da miedo que explote o algo así.

-Me prepararé un chocolate caliente y me sentaré a oír la radio. -Me dirigí a la cocina mientras tarareaba una melodía.

Puse el agua a hervir, me giré a donde estaba mi grabadora y note que estaba rota la antena. Los de mudanzas nunca tienen cuidado.

-Aish, estúpidos descuidados.

Burrrrrr.

Volteé a ver asustada como mi chocolate se derramaba por la estufa al estar en su punto de ebullición.

-¡Maldición! -Lo apague pero ya era tarde, media bebida ya había manchado la estufa. Tome un trapo e intente secarlo rápido, olvidando el obvio hecho de que la parrilla estaba caliente- ¡Ay!

Ahora tenía dos dedos quemados.

Me acerque al grifo para echarme agua, solo para descubrir que no había.

-¡Agh! ¿Qué hago, qué hago?

Primer día, Carmelia. Primer día viviendo completamente sola y ya empezó mal la cosa.

-¡La fuente! -Recorde, y sin taparme o ponerme un suéter, salí al invernadero.

Era primera vez que entraba a el. Cuando me mostraron la casa solo aceche por afuera, pero pude visualizar un pequeña y muy coquetona fuente de agua. No hacía ni tres días había llovido, y el techo no tenía muchos cristales, así que, si había agua, allí debía encontrar.

Cómo pude por el intenso ardor crucé entre el hermoso jardín que estaba comenzando a descuidarse tras la muerte de su propietario original, pero que aún conservaba cierta belleza intacta.

Rosas, jazmines, un pequeño campo de lavanda en una jardinera, tulipanes de varios colores, y margaritas rodeando al parecer una escultura con enredaderas.

Margaritas.

A mi madre le encantaban porque así se llamaba ella. Decían que era como la esencia de su alma en una pequeña flor. Cuando de pequeña lucho por escapar de la madre violenta que le tocó y simplemente aspirando a tener una vida tranquila y sencilla, eso era todo lo que ella quería en la vida, y por supuesto, que yo no padeciera carencias cuando ni ella ni papá ya estuvieran.

Y ahora ella murió.

Mamá murió.

-¿Por qué? Es-estaba bien, ¿por qué o-otra vez? -Las lágrimas comenzaron a brotar sin parar. Como si alguien estuviera abriendo un grifo y desangrando mi corazón adolorido.

Mi pecho dolía demasiado, comenzaba a transpirar mientras me agitaba cada vez más dejándome caer poco a poco al suelo frente a ellas.

-No quiero, no quiero estar sola. -Sollozaba, justo como lo hacía cada noche sola en mi habitación. Mi corazón dolía cada vez más y sentía como me desgarraba como si fuera una vieja muñeca de trapo.

Necesitaba un abrazo, uno cálido y reconfortante. Necesitaba que alguien me dijera que estaría bien, que no me dejaría jamás y que ya no estaría sola.

Me urgía alguien que me diera todo el amor que no había recibido en mi vida.

En medio de mi caos emocional, algo sono delante mío, como una fina tela de seda cayendo. Hojas se escucharon crujir y moverse.

Asustada alce la cabeza, creyendo que alguien se había metido durante la ausencia del dueño al invernadero, o peor aún, que hubiera interrumpido la estadía de algún animal salvaje.

Pero no era nada de eso.

Era solo una estatua cubierta por plantas que enredaban su fina silueta.

-¿Y esto? -Limpie mis lágrimas y me puse de pie algo tambaleante por la pequeña crisis que me acababa de dar.

Y entonces recordé una de las cosas que me habían intrigado del lugar cuando vi las fotografías en internet.

Dentro del invernadero, se tenía la descripción de una escultura antigua, pero en la foto solo se veía la forma de la piedra oculta tras la naturaleza.

-Oh, tu eres la figura misteriosa, ¿no es así? -Sonreí levemente terminado de limpiar mis lágrimas y mi nariz con un pañuelo que traía en mi bolsillo del pantalón marrón.

Me subí a la jardinera y pise las margaritas abundantes avanzando hacia él o ella. Extendí mis manos para comenzar a descubrir el rostro.

Era hermoso. Un ser divino de apariencia pulcra e inocente, pero a la vez deprimente.

Una mirada melancólica con sus cejas levemente fruncidas, sus labios estaban apretados como si hubiera estado tenso, y una lágrima tallada casi al final de su mejilla.

Su brazo izquierdo estaba sobre su pecho, estrujando con dolor la tela que le cubría. La mano derecha estaba estaba semi cerrada, como si sintiera frustración.

¿Qué habrá pensado el escultor al tallar a alguien con ese sentimiento de impotencia tan fuerte como para darse el lujo de esculpir incluso una fina lágrima?

Pero, lo más interesante aparte de todos esos detalles maravillosos, estaba el hecho de que parecía estar levemente pintada, ¿o acaso había ido perdiendo el color?

Su piel se veía muy, pero muy tenuemente de color melón, su cabello ondulado tallado era más oscuro que el resto de la escultura, inclusive se veía la diferencia de la tela que lo vestía, que era más clara del color natural del mármol.

Comencé a quitar las enredaderas de su cuerpo y cabeza. Con cada tira verde que caía, mejor podía apreciar la magnificencia del trabajo del artista.

El tamaño de un joven hombre real.

Lleve mi mano a la suya que estaba empuñada; incluso entrecerrada la suya era más grande que la mía.

Acaricié su rostro como queriendo limpiar la lágrima que derramó. ¿Puede alguien lucir tan bello aún con tal expresión? Yo era un desastre llorando, una cosa fea, pero la estatua delante mío era algo de otro mundo.

¿Habrá sido una persona real o la suma de diferentes características que conquistaron al escultor llevándolo a armar un ser desde cero?

-Al menos estoy segura que tú no pasaste tus últimos días solo. Nadie podría abandonar a alguien como tú.

Retrocedí para contemplar mejor el arte en piedra blanca.

-No me arrepiento de comprar está casa si puedo tener tal decoración. -Una pequeña sonrisa de satisfacción se dibujo en mis labios-. No estaré tan sola como creí. -No me importó sonar poco cuerda, de todas maneras, estaba realmente sola.

Que irónica puedo ser a veces.

Estaba alejando mi mano de su mejilla, hasta que sentí algo raro. Ésta se estaba calentando, como si hubiera puesto la piedra sobre el fuego y estuviera agarrando calor.

Calor humano.

Pectrificada, ví y sentí como la roca comenzó a deshacerse en mis dedos, dejando una capa de arenilla que me hizo toser y retroceder.

La estatua se estaba desmoronando, dejando ver piel suave, cabello abundante y unos ojos brillantes que admiraban cómo su cuerpo cobraba vida.

Una persona joven, alta, y con telas blancas cubriendo su cuerpo se movía intentando deshacerse de las pocas enredaderas que lo asfixiaba hasta la garganta

Paralizada por lo que acababa de presenciar, y sin embargo, embelesada por su belleza etérea, mi voz se fue, y no pude pronunciar ni una palabra.

¿Que acababa de ocurrir?

Él suspiro, como si hubiera estado tenso todo esté tiempo y por fin hubiera exhalado su tristeza contenida.

La lágrima termino de deslizarse hasta gotear en sus pies que terminaban de cobrar vida también.

Llevo una mano a su pecho y otra a su cadera, sosteniendo la tela que estuvo a punto de deslizarse por su piel hasta dar con las margaritas, probablemente debido a la arenilla y que el cordón que lo sostenía en sus hombros y cadera parecía estar desechó.

Me miró con esos enormes ojos avellanados, aún tenía sus ojos rojos por el llanto, la punta de si nariz colorada y sus labios rojos d hinchados. Un tenue colorete pinto sus mejillas cuando me noto anonadada y muda.

-Hola... -Su voz con trabajo salió, parecía que hacía décadas no hablaba.

¡Pero claro que no iba a hablar! ¡Hasta hace treinta segundos atrás era una simple piedra con forma humana!

Intente responderle, pero la voz no me salía, seguía en shock.

-¿Eres tonta o muda? -Su expresión y actitud cambió drásticamente.

-¿Per-perdon? -Logre pronunciar con dificultad.

-Entonces eres retrasada. -Frunció su boca con desagrado-. ¿Acaso los humanos con cada década que pasa se ven más feos y son más tontos? ¿No se supone que deberían evolucionar y no retroceder?

Comenzó a decir un montón de sandeces que no entendía. ¿Me estaba diciendo fea?

Entonces la imagen de un ángel resurgiendo se volvió la de un demonio surgiendo del inframundo.

-¡Ay! -Sali de la nubosidad de pensamientos cuando lo oí quejarse y tropezar con las enredaderas que apresaban sus pies-. No te quedes ahí como boba, ayudame. -Se quejo como si fuera un niño mimado.

-Cla-claro. -Y yo como tonta le obedecí. Quise arrancar las plantas, pero estás tenían espinos que se clavaron en las palmas de mis manos. Noté que sus tobillos y pantorrillas sangraban por la misma razón.

-Ess tipo se vengó de mí por no quererle. Tch, que inmaduro. -Coopero conmigo y se quedó quieto recogiendo la fina tela que le cubría.

-¿Quién?

-El anterior dueño de este lugar, supongo. Siempre son rencorosos. No logran poseerme y recurren a niñerías como estás.

Mi mente seguía en blanco mientras terminaba con mi trabajo. Mis manos sangraban, se habían rajado y la resina de la planta hacía que me ardiera como si me estuvieran quemando las manos. Aún así, estaba perdida y sin entender absolutamente nada.

-Vaya, hasta ahora has sido la primera que ha mantenido la compostura al verme. Casi todos gritan que soy un demonio o un monstruo, dime, ¿ya habías tratado con estatuas malditas antes?

-¿Hay más? -Exclame estupefacta.

-Seguramente. -Se movió para moverse del pedestal donde antes sus pies estaban pegados. Bajo uno y luego otro, aplastó las margaritas y se hizo un camino de flores para no maltratar sus pies descalzos-. Pero también sé que tuve suerte de al menos quedar en un lugar constantemente habitado, y no en medio de un bosque olvidado por la humanidad. -Intengo bajar por su cuenta de la jardinera, sin embargo, podía notar como sus piernas estaban aún entumidas, ya que caminaba con dificultad.

Dio el paso para bajar, pero no tuvo la suficiente fuerza y el equilibrio, haciendo que casi se diera contra el suelo, de no ser que no lo hubiera recibido entre mis brazos.

Me miró con esos enormes ojos bien abiertos. Aún tenía rastros de llanto, se le veían opacos, cansados, sin alma.

Su brazo rodeaba mi cuello y el otro tomaba mi hombro para sostenerse. Era demasiado alto, ya que, aún con sus rodillas dobladas, me llevaba una cabeza.

Su mirada me analizo. Cada centímetro de mi rostro, cada detalle, haciéndome sentir incómoda y cohibida. De cerca, mis múltiples imperfecciones resaltarían aún más, así que lo aleje logrando estabilizarlo.

Él se planto, acomodó su ropa y su cabello. Entonces, el par de orbes avellana me volvieron a ver, y con seriedad en su rostro, me dijo:

-Apresurate y ámame.



























Caminaba con un montón de sábanas y cobertores en sus manos. No quería llegar al invernadero, lo que le pareció irónico ya que cuatro días atrás estaba más que segura de que incluso allí encontrarían su cadáver de anciana.

Tragó saliva al notar la figura masculina andando por todo el lugar. Había colocado un montón de velas por todo el recinto, ya que no había luz eléctrica dentro. Pocas eran aromáticas, y la gran mayoría eran velas de cera comunes que compró en el supermercado horas atrás.

Agradecía que el invernadero pasará desapercibido para los vecinos, debido a que era la última casa en la esquina que daba al bosque.

La silueta danzaba mientras acariciaba las flores y disfrutaba de su libertad. La sombra que provocaba las velas era encantadora, pero no tanto como el hombre dueño de ésta.

-Hace frío, tráeme una capa de piel de leopardo lo más pronto.

-¿Qué es esta porquería? ¿Eh? ¿Sopa instantánea? ¿Qué es eso?

-¿No has pensado en bajar unos kilos? Creo que te verías un poco más linda.

-¡Ahg! ¿Por qué hay abejas?

-¡Traeme vino y cordero asado!

-¿Piensas que me pondré esa horrible ropa? Hmmp, antes muerto.

-¿No tendrás algún espejo?

Sorprendentemente, esa última petición había sido la más sencilla de cumplir, y la verdad ni siquiera tenía idea de porque intenté acatar todas las órdenes anteriores como si fuera su sirvienta.

Suspiró cansada por el día de hoy mientras abro la puerta de cristal para adentrarme al invernadero que logra mantenerse medianamente tibio debido a la gran cantidad de velas, las cuales ya iban por la mitad, y eso que apenas eran las ocho de la noche. Mi dinero se estaba llendo en puras velas

Ni siquiera pude recorrer el resto de la casa y mucho menos desempacar algunas cosas, como mi ropa o los trastes. Había estado sobreviviendo a base de comida comprada en unos pequeños restaurantes del pueblo.

Tire del pomo alargado de la puerta de cristal y me adentre mientras la leve temperatura tibia del lugar me resguardaba un poco de la ventisca que estaba haciendo afuera está noche.

No lo iba a negar, me gustaba la idea de que aquel encantador invernadero resultara menos solitario con una persona andando de aquí para allá tarareando melodías desconocidas para mis oídos. Resultaba cálido. Y dado el hecho de que la mayoría de mi vida había tratado únicamente con personas mayores debido a las amistades de mi madre que frecuentaban nuestro antiguo hogar, el tener a alguien aproximado a mi edad resultaba refrescante; el único problema era que este individuo resultará irritantemente mimado.

Me asomé de detrás de un pequeño pino solo para quedar embelesada por el varón medio recostado en un antiguo sofá de tapiz beige de florecillas, de orillas de madera con espirales tallados; él portando una corona de flores de margaritas y gajitos de lavanda mientras acariciaba un conejo blanco.

-Hola. -Hablo de repente, cortando su tarareo y enfocando sus ojos que se veían dorados por la luz de las velas.

¡Oh! Olvidaba mencionar que, durante todos estos días, solo llegaba a dejar las cosas, y sin cruzar palabras con él, salía casi huyendo del lugar. O bueno, solo respondiendo cosas pequeñas.

-¿Hoy también piensas huir? -Me veía intensamente, como si tratara de descifrar lo que pasaba por mi mente.

Alce las sábanas en mis brazos y me acerque a una mesita de mármol pegada al suelo. Ésta ya estaba aquí cuando realice la compra de la propiedad.

-¿Tienes dificultades para hablar? -Bajo sus contorneadas piernas del sofá, de mi sofá, el cual logré arrastrar hasta aquí para su comodidad.

Un: -No. -Salio débil de mi garganta mientras veía como el conejo bajaba y se perdía saltando entre las flores-. El conejo, ¿de dónde lo sacaste? -Intente entablar una conversación. No podía pasarme evitandolo siempre, más aún sabiendo que al parecer estaba maldito.

-¿Habiéndo tanto que preguntar eso es lo primero que se te ocurre después de tres días? -Enarco una ceja u avanzo hacia mí.

-¡n-no te acerques! -Alce mis manos indicando que se detuviera.

-¿Eh? -Pareció confundido

-Estas maldito, siento que si me tocas me convertirás en piedra. -Confesé temerosa retrocediendo.

-¿Piensas que soy medusa? -Solto ofendido.

-No sé que eres ni de dónde vienes, así que cualquier cosa que hagas me parece terriblemente sospechosa. -Ni siquiera me atrevía a mirarlo a los ojos.

-Bueno, quizá no me he presentado como debería, -siguió acercándose lentamente, con ligereza en sus pies con tobilleras de oro que tintineaban tras cada paso- mi nombre es Taehyung Kim.

Choque contra una columna tipo romana que estaba de decoración en el jardín. Al poner su alargado brazo a lado de mi cabeza supe que ya no podía huir.

-Sí, estoy maldito, por lo que los siguientes 100 dias tendrás el deleite de tenerme a tu total disponibilidad siempre y cuando sepas complacerme. -Explico con su rostro demasiado cerca cómo para mí gusto.

Odiaba que se me acercarán tanto, de verdad, las mil imperfecciones de mi anatomía se verían horribles, y más sabiendo que el conoce bien su propia belleza.

-No, no puedo ni un centímetro de pie fuera de este invernadero. Tampoco puedo besarte, y mucho menos amarte. Así que solo podrás contar con mi exquisita compañía desde lejos. ¿No es "maravilloso"? -Termino la pregunta con sarcasmo.

-¿Qué pasa si sales de aquí? -Mantengo mis ojos viendo a cualquier parte menos a su rostro.

-No lo sé. Y no me gustaría descubrirlo. -Por fin se alejó de mí y se cruzó de brazos.

Hubo un minuto de silencio mientras el continuaba alejándose para servirse una taza de té del juego de tazas y tetera que le había prestado mientras tanto.

Era un completo extraño y ahí me tenía cumpliendo cada una de sus órdenes. Que patética.

-¿Por qué estás aquí? -Me atreví a preguntar.

-Te ves demasiado bien como para que tú dolor me haya traído de nuevo a la vida. ¿Será que la maldición estará comenzando a fallar? -Se llevo su mano a su barbilla, pensativo y con la mirada perdida en el fuego danzante.

-¿Qué? ¿A qué te...?

Una corriente de aire entro por un vidrio roto, apagando una fila de velas a su paso, así como también haciéndolo estremecer al punto de que se pusiera pálido y se abrazara a si mismo.

Por más que le había ofrecido conseguirle pantalones de hombre y un suéter, él se rehusó efusivamente.

-Aun puedo traerte un suéter si no quieres resfriarte. -Vi como su piel se enchinaba.

-Esas prendas no son dignas de mí. ¿Sabes que está tela es de la más fina seda?

-Sean o no dignas de ti, no es recomendable dormir semi desnudo a la interperie en pleno invierno. -Comence a prender nuevamente las velas mientras veía como parecía dudar-. ¿O qué? ¿Prefieres el calor corporal de otro humano? -Aproveche a burlarme un poco de él después de lo que me había hecho pasar durante todos estos días siendo un malagradecido exigente.

Pero, contrario a lo que creí, me miró de pies a cabeza y se acercó veloz sin darme tiempo a reaccionar.

-Mmm... ¿Acaso te estás ofreciendo como tributó? -Me miro con ojos como si fuera un depredador.

-¡Ni loca! -Exclame con cierto horror.

¿Dormir con un desconocido? El sueño y mi espacio personal es algo muy preciado para mí, ugh, me siento rara el solo imaginar compartir lecho con alguien más.

-Pero si tú fuiste quien lo planteó. -Expreso con confusión.

-Dime, ¿realmente aceptarias dormir abrazado a ésta "humana tonta y retrasada"? -Cite sus palabras mostrando mi disgusto.

-Mmm, podrías traerme a alguna mujer bella entonces. -Se encogió de hombros mientras se acariciaba la barbilla.

-¡Tonto! -Insulte dándome la vuelta para salir de allí y no volver por el resto de la noche.

-¡O-oye, espera! ¿¡Y que hay de la cena!? -Cuestiono preocupado.

-¡Comete al conejo! - Respondí cerrando la puerta con fuerza.

Entre a casa viendo el reloj, eran las ocho y media, la hora de la cena.

-Jump, quién le manda a ser tan desagradable. -Intente restarle importancia mientras me encaminaba a la cocina a prepararme un simple tazón de cereal.

Las horas pasaron, dieron las once con dieciséis minutos y decidí que debía irme a la cama.

Me prepare para dormir, me acurruque entre las pocas almohadas que me habían quedado para cubrirme e intente cubrirme con una toalla de baño, ya que mis sábanas y edredones los tenía la estatua viviente.

¡Maldición! ¡Esto no era suficiente! Es invierno, afuera el viento golpea con violencia mi ventana, ¿¡quién puede dormir así!?

Oh... Cierto. Yo lo deje con la velas a medio apagarse, en un lugar desprotegido, con solo unas mantas. ¿No soy igual de cruel que él, solo que con acciones en lugar de palabras?

-Pero él no quiso él suéter y el pantalón. -me senté de golpe en la cama viendo la punta de mis pies con calcetines de planetas-. Ni siquiera tiene zapatos... ¡Agh! Tonto exigente. -Patelee en la cama frustrada por la lástima que estaba sintiendo.

Y ahí me tenía el tonto hermoso, arrastrando mi colchón con cartones abajo para que no se ensuciase. Me puse una gabardina café capuchino antes de salir por la puerta trasera con mis pantuflas de sapitos.

Cargue como puse el colchón matrimonial echándolo sobre mi espalda, en ese momento agradecí siempre ser fuerte, o "maciza", como algunas señoras me decían.

Abrí ámbar puertas del invernadero pasando a caer varias veces. Estaba haciendo idiotez y media por un extraño polizón en mi hogar.

-¿Q-qué haces? -Por fin, después de tanto ruido, el castaño se asomó. Se veía cansado y medio adormilado.

Estaba abrazándose a si mismo con una sábana rodeándolo.

-Actuando como tonta, ¿no ves? -Sin recibir ayuda de su parte, llegué a dónde estaba el sofá.

Había rodeado el mueble con las velas que quedaban prendidas aún, y apunto de gastarse.

Una corriente de aire sopló y yo me erize, casi dejando caer el colchón sobre mí. Entonces sentí como el peso fue cada vez menor.

-¿Lo trajiste por mi? -Vi como sostenía el lado frente a mi cabeza.

-No. Fue por el conejo.

-Jaja, que gracioso. Un simple era suficiente. -Me ayudó a acomodarlo sin chocar con las velas.

Tomé las sábanas que estaban en el sofá, acobije el colchón, me quite la gabardina dejándola sobre su lado y me acosté en la orilla dándole la espalda.

-¿Qué haces? -Me pregunto confundido.

-Si no quieres morir de hipotermia ponte la prenda que traje.

No dijo nada, ni un sonido, ni una expresión de disgusto o algo parecido.

Oí la tela tibia siendo deslizada con delicadeza sobre su piel. Sentí la cama hundirse a mis espaldas y un leve: -gracias. - de sus labios.

No supe más de él, me dedique las siguientes horas a tratar de dormir, lastimosamente sin éxito. Me había cansado de estar recostada de un solo lado, el hombro me empezaba a doler y mi cadera se sentía cansada.

Me moví intentando no hacer ruido para ponerme boca arriba, esperando no incomodarle. El castaño también estaba dándome la espalda.

Si bien era mucho más cálido tener a alguien a mi lado, el que fuera un extraño lo hacía sentir sumamente

-Incómodo. -Hablo y me hizo abrir mis ojos de golpe-. Nunca dormí con nadie a mi lado, y por tu insomnio y tus movimientos raros creo que tú tampoco, ¿no?

-La última vez que dormí con alguien así fue con mi madre cuando tenía once años. -Conteste viendo las estrellas a través del cristal del invernadero.

-¿Por ella llorabas antes de que yo despertará? -Se giro levemente, como prestando un poco más de atención.

-¿Cómo lo sabes? -Voltee a verlo con el ceño fruncido.

-Es parte de mi maldición. Solo despierto cuando alguien me necesita.

-Auch, eso es cruel. -Lo ví con cierta lastima.

-Segun quién lo sentenció, era lo que me merecía. -Termino de girarse y me vio fijamente, buscando rastros de algo en mi rostro que yo desconocida.

-¿Eras malo? -Cuestione con simpleza.

-¿Si te digo la verdad me vas a odiar?

-No te voy a mentir diciéndote que no, así que solo puedo decir que no lo sé.

-Mmm... Todos me decían que no lo creían posible viniendo de mí, jajaja, incluso hubo quien se rehusó a oír cualquier cosa de mi pasado porque no quería hacerse una mala imagen de mí. -Comento con cierta nostalgia en su voz cerrando sus ojos un momento, creo que el sueño le estaba comenzando a llegar.

-Dejame ser sincera. -Volvio a abrir sus ojos con cierta somnoliensa-. Tengo muchas, demasiadas preguntas que hacerte. Pero sé que no responderás a ninguna.

-¿Y por qué no? -Parpadeo con cansancio.

-Porque eres hostil y déspota.

-Jaja, auch, eres cruel. -Pronuncio con cierta pereza.

-Tú lo has sido los últimos días desde que despertaste. -El ver su semblante tan relajado y pacifico sin rastros de orgullo o cara dura me empezó a adormecer igual.

-Es necesario. -Bostezo hundiendo un poco más su rostro en la almohada. No me había dado cuenta de que ya estaba totalmente girado hacía mí.

-¿Por? -Yo también me gire inconcientemente en busca de calor.

-¿Que harías tras vivir "6 vidas" con cada humano abusando de ti?

-¿Cómo? -Eso definitivamente me quitó el sueño.

-Pero eso me vale ahora..., Esta vez quiero... Quiero... -Cada vez arrastraba más las palabras.

Y cayó en los brazos de Morfeo.

No quise despertarle, al menos él había conseguido dormir.

-¿Que tanto has vivido, bella porcelana? -Cuestione sin esperar respuesta y cerrar mis ojos intentando descansar.

Solo Dios sabría si abriría los ojos al día siguiente o si moriría a manos del sujeto dormido a mi lado por bajar demasiado la guardia.
















Una avecilla a lo lejos pilló. Algo sonó a mi lado... Era alguien comenzando a despertar, estirándose, moviendo sábanas y respirando con la frecuencia normal de un ser humano comenzando a activarse.

Con pereza abrí los ojos acurrucando me en lo que estaba abrazando.

¿Eh? ¿Abrazando?

Abrí mis ojos como platos solo para comprobar estaba recostada en el pecho descubierto de la estatua viviente, que, contrario a lo que creí, era tan cálido como cualquier persona.

-¿Entonces este era tu plan? -Me vió con diversión mientras ponía uno de sus brazos tras su cabeza para verme mejor, y con el otro, apresarme para que no saliera corriendo.

Negué rotundamente con la cabeza sin encontrar las palabras adecuadas para salir de esta.

-¿Ah, no? -Insistió fingiendo sorpresa y yo intenté salir de su brazo que me hacía sentir extrañamente cómoda-. ¿Y ahora quieres huir? -Logre sacarmelo de encima y sentarme.

-V-voy a ver el desayuno. -Intente arreglarme el cabello y quitarme discretamente las lagañas de mis ojos.

¿Cómo es que él podía verse tan bien recién despierto? ¡No es justo!

-Anoche. -Comenzo a hablar y con eso me detuvo mientras arreglaba mi pijama-. Anoche me abrazaste con fuerza.

-¿Y? -Lo mire de reojo.

-Y yo creo que necesitas mucho amor.

-Jaja, he estado sola sin ningún hombre a mi lado durante toda mi vida, y con mi amor propio me ha bastado.

-No parecía eso mientras rogabas cuatro días atrás no estar sola.

-¿Me oíste? -Gire a verle.

-Desde que tu corazón roto atravesó el umbral te ví.

No pude decir nada. Esto era demasiado para mí.

-¿Por qué me dices todo esto? -Se levantó y, caminando sobre el colchón, llegó hasta quedar en frente mío.

-Te lo dije el primer día, apresurate y ámame. -Tomo mi rostro con ambas grandes manos que abarcaban desde mi mandíbula hasta mi cien.

Uno podría verlo y creer fácilmente que es alguna ninfa de la mitología griega, algún ser divino, o mejor aún, una extraña pero muy bella criatura.










Por el momento esto sería todo. Un final abierto para el onda shot, pero prometiendo volverlo una novela más extensa y mucho mejor desarrollada ^^.

Si gustan, pueden seguirme para estar atentos a la versión extendida de esta historia y ver cómo se desarrolla la rara relación entre nuestros protagonistas .

Muchas gracias por leer ✨❤️

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