Pαɾƚҽ 1 | ƚιƙ ƚσƙ

Para muchas personas, la frase "Eres mi todo, mi más, mi siempre" encapsula un profundo sentimiento de amor y dedicación hacia alguien especial en sus vidas. En mi caso, esa persona es mi hijo, quien ha traído una luz inmensa a mi existencia. Desde el momento en que supe que iba a ser padre, la felicidad se apoderó de mí, y no puedo arrepentirme de nada, porque su llegada ha sido lo mejor que me ha sucedido.

Mi amor por él es incondicional, y mi apoyo hacia su persona abarca múltiples aspectos. Lo respaldo emocionalmente, respeto su religión, respaldo sus compromisos, fomento su desarrollo personal, le animo a explorar su autoconocimiento y le apoyo en el entendimiento y aceptación de su sexualidad.

En este último punto, es común que los padres enfrenten desafíos al tratar el tema de la sexualidad con sus hijos. Sin embargo, desde mi perspectiva, no veo nada negativo en que una persona ame a otra independientemente de su género. El amor es lo único que verdaderamente importa en una relación. Creo firmemente en que a veces los hijos necesitan nuestra comprensión, no nuestro juicio.

[Tiempo antes]

Después de años de dedicación y esfuerzo, finalmente llegó el momento en que pude independizarme. Culminar mi carrera universitaria abrió las puertas hacia nuevas oportunidades, y logré encontrar un empleo que no solo me apasiona, sino que también me brinda una compensación justa. Este logro no hubiera sido posible sin el apoyo incondicional de mi pareja, cuya dedicación y compromiso han sido fundamentales en este camino hacia la independencia.

Gracias a nuestro arduo trabajo y perseverancia, pudimos materializar el sueño de adquirir una modesta casa, lo suficientemente espaciosa para albergar cómodamente a ambos. Este logro representa un hito significativo en nuestras vidas, y la sensación de tener un lugar al que llamar nuestro hogar es verdaderamente reconfortante.

La sensación de logro y satisfacción que experimenté en ese momento es indescriptible. Me sentí profundamente feliz y agradecido por todo lo que habíamos alcanzado juntos. Ese nuevo capítulo en nuestra vida como pareja nos llenaba de ilusión y nos impulsaba a seguir construyendo un futuro sólido y prometedor.

Así fue como después de años de amor y compromiso, finalmente dimos el paso de unirnos en matrimonio. ¡Nos casamos! Este fue un momento de gran alegría y celebración, pero también marcó el inicio de una nueva etapa en la que ambos anhelábamos expandir nuestra familia. La ilusión de tener un bebé estaba presente en nuestros corazones, y estábamos dispuestos a enfrentar cualquier desafío que se presentara en el camino.

Sin embargo, la vida nos presentó un obstáculo inesperado cuando mi esposa fue diagnosticada con el síndrome de ovarios poliquísticos, una condición que puede afectar la fertilidad en las mujeres. A pesar de esta noticia, mantuvimos viva la esperanza y buscamos soluciones para hacer realidad nuestro anhelo de ser padres.

Afortunadamente, descubrimos que, aunque el síndrome de ovarios poliquísticos puede ser una causa común de infertilidad, en muchos casos existen opciones para abordar esta situación. Con la ayuda de un largo y costoso tratamiento, logramos superar los desafíos relacionados con la fertilidad y recibimos la maravillosa noticia de que íbamos a ser padres. Pero la sorpresa no terminó ahí, ¡pues descubrimos que seríamos padres no de uno, sino de gemelos!

La emoción y gratitud que sentimos al recibir esta noticia es indescriptible. A pesar de los desafíos y obstáculos que enfrentamos en el camino hacia la paternidad, el resultado superó todas nuestras expectativas. Estamos emocionados por la llegada de nuestros gemelos y ansiosos por comenzar esta nueva y emocionante etapa en nuestras vidas como padres.

El proceso de gestación de los fetos se convirtió en una etapa desafiante y llena de preocupaciones, ya que el tratamiento para cuidar de mi esposa y los bebés continuaba. Las advertencias sobre los riesgos asociados con seguir adelante con el embarazo resonaban en nuestros pensamientos, ya que tanto la salud de mi esposa como la de los bebés estaban en juego. A pesar de ello, mi esposa se encontraba en un dilema emocional, pues su deseo ferviente de convertirse en madre superaba cualquier temor o advertencia médica. Verla enfrentarse a esta difícil decisión me generaba un profundo dolor, pero comprendía que era su deseo más íntimo y no podía forzarla a tomar otra elección.

Con el paso de los meses, el vientre de mi esposa crecía notablemente, lo que requería un mayor descanso y cuidados especiales. Así, asumí la responsabilidad de velar por mis más grandes tesoros, brindándoles todo el amor y apoyo que estuviera a mi alcance.

Llegó el 14 de septiembre, el día en que a las 11pm, mi amada entró en labor de parto. La angustia y la emoción se entrelazaban en mi interior al presenciar su sufrimiento y al mismo tiempo sentir la alegría anticipada por la llegada de nuestros pequeños. Finalmente tendría la dicha de sostenerlos entre mis brazos...

La mezcla de nerviosismo y felicidad invadía mi ser, generando una amalgama de emociones comprensible dadas las circunstancias. Anhelaba con fervor ver a mis hijos, abrazarlos con ternura, arrullarlos y cantarles hermosas canciones. También ansiaba ver a mi amada esposa sonreír y llenarla de besos reconfortantes. Todo lo que deseaba era tener a mi familia completa en nuestro hogar; no podía pedir más.

Finalmente, me acerqué al doctor que nos había acompañado durante este arduo camino, con numerosas dudas e inquietudes por resolver. Sin embargo, su semblante triste al aproximarse hacia mí me llenó de temor. Cuando pronunció algunas palabras, sentí cómo mi mundo se desmoronaba.

Una sensación abrumadora de pérdida invadió cada fibra de mi ser. No podía creerlo; me quedé sin palabras. ¿Mi esposa y uno de mis hijos no habían logrado sobrevivir? ¿Me habían dejado solo en este mundo? El dolor y la desolación se apoderaron de mí mientras luchaba por comprender lo incomprensible.

Justo cuando creí que todo estaba perdido, el médico pronunció unas palabras adicionales. Fue entonces cuando una pequeña luz brilló en medio de la oscuridad: aún tenía a mi hijo, afortunadamente habían logrado salvarle la vida al segundo bebé.

El alivio se mezcló con el dolor mientras procesaba la pérdida irreparable pero también celebraba el milagro del hijo que aún estaba conmigo. A pesar del dolor inmenso, encontré fuerzas para aferrarme a esa chispa de esperanza que permanecía en medio de la adversidad.

Después de una semana llena de ansiedad, finalmente recibí la noticia tan esperada: ¡podía llevar a mi hijo a casa! Todos los estudios y chequeos habían confirmado que estaba sano, lo que me llenó de alivio y felicidad.

A pesar de la tristeza por la ausencia de mi amada y mi otro hijo, sabía que tenía que mantenerme fuerte por el bien de mi pequeño. Su necesidad de tener a un padre presente y decidido era mi principal motivación.

Al llegar a nuestro hogar, mis padres nos recibieron con paciencia y amor. Su apoyo y cariño eran invaluable en este momento crucial. Ellos habían sido una parte fundamental en la crianza de mi hijo, quien se llamaría Felix. Porque sí, ese había sido el ganador de tantos nombres propuestos por mi difunta esposa.

Sin embargo, debido a la distancia con mis padres, nos vimos obligados a mudarnos a una nueva casa más cercana a ellos. Afortunadamente, encontramos un lugar espacioso y asequible que satisfacía nuestras necesidades.

Y así pasó el tiempo, ya se acercaba el segundo cumpleaños de Felix y también se escuchaban rumores sobre la familia que se mudaba a la casa vecina. Pronto confirmé que se trataba de una familia encantadora con un niño de tres años. Decidí acercarme y conocerlos, descubriendo que eran personas amables y educadas. Invité a la familia a la fiesta de cumpleaños de Felix, pensando que su hijo sería un gran compañero para el mío, pues no le caería nada mal un nuevo amigo.

Llegó el día tan esperado, el segundo cumpleaños de mi Felix. Parece que fue ayer cuando lo recibí en mis brazos un 15 de septiembre, su llegada fue el inicio de una nueva etapa llena de amor y alegría. Desde ese momento, él se convirtió en mi razón de ser, en mi fuente inagotable de felicidad. Su presencia iluminó cada uno de mis días y me dio la fuerza necesaria para superar cualquier obstáculo.

Para celebrar esta ocasión especial, organicé una pequeña reunión familiar, pues aún mi hijo no tenía amigos de su edad, todo se realizaría en el patio trasero de mi hogar. Decidí decorar el lugar con la temática de un picnic, creando un ambiente acogedor y festivo para todos los asistentes. Mis padres colaboraron con deliciosos bocaditos y un hermoso pastel, mientras yo me encargaba de entretener a mi hijo para que la sorpresa fuera perfecta.

El amor y la alegría inundaban el ambiente mientras esperábamos la llegada de los invitados. El brillo en los ojos de Felix al ver la decoración y escuchar las risas y conversaciones de nuestros seres queridos era invaluable. Este día quedará grabado en mi memoria como una celebración llena de amor, gratitud y felicidad por dos maravillosos años junto a mi pequeño gran tesoro, Felix.

Después de un rato, escuché el timbre de la puerta principal y al abrir, me encontré con la agradable sorpresa de que nuestros vecinos habían llegado.

-¡Hola, vecino! Perdón la demora, Hyunjin es un niño algo difícil de tratar y sé nos fue la hora -Dijo el padre del niño mencionado mientras lo miraba de una manera graciosa.

-¡Oh, claro que lo entiendo, vecino. Así son los niños! -Aunque en un principio olvidé que los había invitado, les di la bienvenida y entendí perfectamente las dificultades que implica lidiar con un niño de esa edad.

Mientras los guiaba hacia el patio, Felix se acercó a nosotros e hizo una seña para que lo levantara en brazos.

-Papi, ¿quienes son esas personas y ese niño lindo? -Susurró el niño cerca de mi oído derecho con una mueca de confusión.

-Cariño, esas personas son nuestros vecinos, el "niño lindo" es su hijo -Expresé mientras soltaba una pequeña risa, acompañada de un beso que dejé en la mejilla pecosa y sonrojada de mi adorable hijo.

-Anda Hyunjin, saludalo y dale su regalo -Su madre le instó a felicitar al cumpleañero y entregarle su regalo. Al instante, ví como bajó al pequeño para que quedara parado frente a mí con Felix en brazos. Rápidamente copié la acción de la mujer y dejé a Felix en el suelo frente al pequeño niño.

-¡Hola, me llamo Felix! ¿Cómo te llamas tú? -Se me hizo tierno ver a mi Felix socializar, él casi no hablaba frente a desconocidos.

-Hola, me llamo Hyunjin... -Dijo un poco tímido, aunque es entendible. -Feliz cumpleaños, Felix. Toma tu regalo -Extendio su brazo entregándole lo mencionado. Finalmente terminó sellando el saludo con un abrazo y un beso en la mejilla pecosa.

-Gracias, Hyunjin -Felix correspondió el abrazo y cuando se separaron, sus mejillas se tornaron de un color carmesí más intenso que antes- ¿Quieres ir a jugar con mis carritos?

-¡Sí, me encantan los carros! -Finalmente Felix tomó la mano de Hyunjin y lo llevó corriendo hacia una parte del patio donde habían muchos juguetes.

La interacción entre los niños fue realmente emocionante de presenciar. Ver a mi hijo entablar amistad tan fácilmente me llenó de orgullo y alegría. Fue un momento especial que demostró la dulzura y la autenticidad de los niños al conectarse sin prejuicios ni barreras. La presencia de los vecinos y su hijo añadió un toque especial a la celebración de cumpleaños de Felix, creando recuerdos entrañables que atesoraremos por siempre.

Mientras los niños jugaban, los padres de Hyunjin y yo nos pusimos a charlar, pues estos eran muy amables y me cayeron bien instantáneamente. Intercambiamos anécdotas, consejos de crianza y hasta nos reímos juntos. Fue una tarde muy agradable en la que pudimos conocernos mejor y estrechar lazos de amistad.

Pasaron las horas y ya se estaba anocheciendo, por lo que la familia vecina se retiró. Mi hijo, emocionado por la compañía de su nuevo amigo, me hizo una petición que no pude resistir.

-Papi, no quería que Hyunjin se vaya... ¿Mañana va a venir otra vez?

-No estoy seguro, cariño. Aunque le puedo preguntar a sus padres para que le den permiso de venir, ¿te parece? -Dije mientras avanzaba hacia donde estaba mi hijo, así lo alzaba para entrar juntos a la casa. -Incluso pueden bañarse en la piscina un rato.

-¡Siiii, por favor, papi!

-Está bien cariño, ahora ya vamos a bañarnos para luego cenar.

La emoción en los ojos de mi hijo era evidente. Verlo tan feliz y entusiasmado por la posibilidad de pasar más tiempo con su nuevo amigo me llenó de alegría. Sabía que estas conexiones tempranas eran importantes para su desarrollo social y emocional, así que estaba dispuesto a hacer lo posible para fomentar esa amistad.

Al día siguiente, me aseguré de hablar con los padres de Hyunjin para organizar otra visita. Afortunadamente, estuvieron de acuerdo para que los niños pudieran jugar juntos nuevamente. La sonrisa en el rostro de mi hijo al enterarse fue indescriptible, y su entusiasmo contagioso me recordó lo maravilloso que es verlos disfrutar de la simpleza y la alegría de la amistad infantil.

Como habíamos coordinado, me disponía a recoger a ambos niños de la guardería, ya que los padres de Hyunjin trabajaban y el menor se quedaba al cuidado de su niñera. Tenía la idea de llevarlos a mi casa para que pudieran disfrutar de una tarde llena de diversión. Resulta que Hyunjin asistía a la misma guardería que mi Felix, aunque estaban en aulas diferentes debido a la diferencia de edad.

Una vez en casa, lo primero fue acompañarlos al baño para que se lavaran las manos y disfrutaran de un merecido almuerzo. Después de reponer energías, comenzaron a jugar con algunos carritos mientras esperaban el momento adecuado para sumergirse en la piscina. Después de media hora, finalmente llegó el momento, así que los ayudé a vestirse con la ropa adecuada y se lanzaron al agua. Aunque optaron por la piscina más pequeña, yo los observaba atentamente, consciente de que aún eran muy pequeños y era necesario estar pendiente por precaución.

El tiempo pasó entre risas, juegos y charlas. Cuando llegó el momento de salir del agua, los envolví en toallas que para ellos parecían gigantes y los llevé dentro de la casa para que se cambiaran correctamente y continuaran jugando mientras yo preparaba la cena.

Mientras ellos disfrutaban de su tiempo libre, me puse manos a la obra en la cocina, preparando una deliciosa cena para todos. El sonido de su risas y travesuras resonaba por toda la casa, recordándome lo maravilloso que era presenciar su inocente alegría.

Finalmente, cuando todo estuvo listo, los llamé para cenar y compartimos un momento agradable juntos. Ver sus caritas sonrientes y satisfechas después de un día tan emocionante me llenó el corazón de felicidad. Era evidente que habían disfrutado al máximo, y eso era lo más importante para mí.

Pasaron meses y ese par de niños se veían todos los días. Ya era rutina que yo los recoja y los lleve a mi casa o sino que la niñera de Hyunjin los recoja y los lleve a la casa del mencionado. Durante ese tiempo, su amistad creció de una manera impresionante. Se volvieron inseparables, compartiendo risas, juegos y secretos. Cada día que pasaba fortalecía su vínculo, convirtiéndolos en compañeros incondicionales.

-¡Papi, ya quiero que sea mañana para poder ver a Hyunjin! -La emoción era palpable en la voz del pequeño cuando expresaba su anhelo por ver a Hyunjin nuevamente, demostrando lo especial que era para él esa amistad. El padre, al escuchar estas palabras, no podía evitar sentirse reconfortado al ver el cariño y la complicidad que existía entre ambos niños. Mientras, con ayuda del mayor, salía de la ducha y este lo envolvía rápidamente en una toalla.

-Ay hijo, ¿tú quieres mucho a Hyunjin, verdad? -Finalmente lo alzó en brazos y se dirigieron juntos hacia la habitación del menor.

-¡Sí, papi! ¿Te puedo decir algo sobre él? -preguntó el niño, casi susurrando las palabras con emoción, por lo que el padre asintió levemente- Hyunjin es un niño muy lindo y siempre es muy bueno conmigo, papi.

-¿En serio? Me alegra mucho que sea así contigo, cariño -Expresó el padre mientras acostaba al niño en su cama e iba a buscar su pijama dentro de los cajones.

[5 años de edad | Felix]

-¡Ya basta, Hwang Hyunjin! Entiende que no te voy a pasar las respuestas. -manifestó con un tono firme, pues Hyunjin ya llevaba una hora insistiendo en que Felix le pasara las respuestas de su tarea- Incluso yo soy menor que tú y me enseñan menos que a ti, deberías prestar más atención en clase.

-¡Vamos, Lixxie! Es que no es mi culpa, el profesor no explica bien -dijo con un puchero en su lindo rostro, luciendo muy adorable ante los ojos del contrario.

Felix suspiró, sabía que Hyunjin era experto en poner esa carita tierna que lo hacía derretirse por dentro. Pero también sabía que ceder ante sus encantos no sería la mejor opción.

-No hagas esa cara, no te voy a pasar nada.

-¡Ohh, sí que lo vas a hacer! -expresó mientras se acercaba sigilosamente hacia el asiento del menor, hasta envolverlo en sus brazos y empezar las cosquillas.

Felix no pudo contener la risa y entre carcajadas intentaba zafarse de los brazos de Hyunjin.

-¡Ya para, Hyunjin! -dijo entre risas, no soportó más y se rindió- ¡¡Está bien, te las voy a pasar, pero ya déjame!!

Hyunjin rió victorioso y se acercó nuevamente a Felix para darle un beso en la mejilla.

-Tú sabes que yo te quiero mucho -dijo con una sonrisa pícara.

La complicidad entre los dos amigos era evidente, cada interacción estaba llena de risas y gestos cariñosos. A pesar de sus diferencias, se apoyaban mutuamente y disfrutaban de su amistad única.

[12 años de edad | Hyunjin]

-¡Lixxie, despierta!

Hace unos momentos, Hyunjin se encontraba en la tranquila calle frente a la casa de su amigo "Lixxie". Con el corazón cargado de emociones y pensamientos, decidido a buscar consuelo y apoyo en su amigo, no dudó en lanzar piedras hacia la ventana del mencionado. Su anhelo era entablar una conversación sincera y desahogarse, pues sentía una fuerte necesidad de compartir sus preocupaciones y encontrar un hombro en el que apoyarse.

-¿Hyunjin? ¿Qué estás haciendo? ¿Acaso no ves la hora o qué? -Expresó confundido mientras asomaba la cabeza por la ventana para enfrentar al mayor.

-Sé que todavía no estabas dormido -hizo una pausa, ya que no era una persona muy expresiva y le costaba decirlo- Te necesito, Lixxie...

-Hubieras empezado por ahí, Hyunjinnie. Espérame que bajo -No mentía, pues él también necesitaba a su mejor amigo.

Pasaron unos minutos y finalmente la puerta principal se abrió, revelando a un niño somnoliento. Rápidamente hizo una seña para que el mayor se acercara y ambos ingresaron a la casa.

-Ven -dijo mientras lo sujetaba de la mano para dirigirse a un sofá. Allí tomó asiento, dejando un espacio para que el contrario también se sentara- Cuéntame, ¿qué soñaste ahora?

-Te alejaban de mí... -respondió algo nervioso, dirigiendo su mirada al suelo.

-Mírame -el mayor claramente no lo hizo, por lo que el rubio decidió tomar delicadamente su bello rostro con sus manos y forzar el contacto visual entre ambos- Eso nunca va a pasar, Hyunjinnie. Siempre estaré contigo, siempre estaremos juntos, ¿de acuerdo?

-De acuerdo, Lixxie -Tenía mucho miedo, por lo que lentamente una lágrima cayó por su mejilla- Perdón... -Se sentía realmente avergonzado; no le gustaba verse así de débil frente a su persona favorita.

-No me pidas perdón, no lo hagas -y sin más, atrajo el cuerpo del mayor entre sus brazos. Este se acomodó mejor para quedar finalmente acostados, pero aún abrazados.

-Te quiero mucho, Lixxie. -dijo Hyunjin con una voz llena de afecto, mientras apoyaba su cabeza en el pecho del menor, sintiéndose reconfortado por el cálido abrazo que lo envolvía. Cerró los ojos lentamente, permitiéndose disfrutar de la cercanía de su amigo y dejando que la calma invadiera su ser.

-Te quiero mucho más, Hyunjinnie -respondió "Lixxie" con una sonrisa tierna en los labios, sin dejar de acariciar el esponjoso cabello castaño del mayor. Sus suaves caricias transmitían un sentimiento de tranquilidad y apoyo incondicional. Poco a poco, ambos se sumergieron en un estado de paz y serenidad, compartiendo ese momento especial antes de entregarse al merecido descanso nocturno.

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