5

Cuando Tony tiene veintiséis, Jarvis se retira. La salud de Anna es demasiado débil para el contaminado aire en Manhattan, y, al final, eso hace que tomen la decisión.

Jarvis hace los arreglos necesarios para que su casa de la infancia, allá en Liverpool, sea limpiada y amueblada; se rehúsa a escuchar la oferta de Tony, aquella de ponerlos en una mansión en Gales. Sospecha que Tony ha pagado todas las facturas médicas de Anna. La compañía de seguros estaba muy calladita cuando llamó para obtener información de sus pagos pendientes.

Tony, por supuesto, está desecho y lo oculta muy mal. Intenta no suplicarle a Jarvis que se quede, no cuando la salud de Anna está en juego, pero se nota que quiere hacerlo. Jarvis, quien lo conoce mejor que nadie, pasa la noche previa al vuelo encerrado en el taller de Anthony, escuchándolo escupir información sobre su proyecto de inteligencia artificial

—Es de esas cosas que puede cambiar el mundo, Jay —dice—. Imagina tener la clase tecnología que puede predecir cualquier capricho, cualquier cosa que quiera y necesites antes de que lo digas. Construyo la inteligencia definitiva. Inteligencia que puede aprender, crecer; cada día, estar más cerca de ser humana.

—Suena increíble, amo Anthony. Si alguien puede hacerlo, ese es usted.

Tony se sonroja. De corazón, sigue siendo un niño de cinco años cuando Jarvis lo felicita.

—No puede esperar a escuchar todo sobre ello cuando lo termine.

—Oh, cierto. —Tony sacude la cabeza—. No estarás aquí para verlo en persona.

Se forma un silencio, solo se miran mutuamente, la realidad de vivir sin el otro tan cercana.

—Lo visitaré —dice finalmente Jarvis.

—Lo sé. —Tony asiente—. Es que..., te voy a extrañar.

Jarvis sabe lo difícil que fue admitir eso para el joven. Se traga el nudo en la garganta.

—También lo voy a extrañar.

Se quedan de pie viéndose mutuamente, de nuevo, antes de que Tony suelte una risita, sacuda su cabeza y dé un paso al frente, con los brazos abiertos.

—Estamos siendo muy estúpidos. —sonríe contra el hombro de Jarvis, presionándolo en un abrazo.

—Bueno, ahora pórtese bien —dice Jarvis, sosteniéndolo por los hombros, alejándolo de él—. Coma tres veces al día. Amárrese los zapatos antes de salir; no le dé problemas a la señorita Potts y llame a James una vez a la semana.

—Lo prometo.

—No se meta en problemas. Y, por favor, evite ser secuestrado, ¿quedó claro?

—Dios, eres todo un padre, Jarvis. Pero, está bien, lo prometo, no seré secuestrado.

Anthony cumple esa promesa por, al menos, diez años. Pero, cuando rompe esa, Jarvis está del otro lado del mundo, viendo las noticias en la tele con el corazón latiéndole demasiado rápido y fuerte en el pecho.

💫

Jarvis vuela a Nueva York cuando James lo llama con la buena noticia de que encontraron a Anthony. Está de pie en la pista junto a la señorita Potts, esperando por el avión que trae de regreso al país a Tony Stark después de semanas capturado.

Cuando mira a Jarvis esperando, baja de las escaleras y se apresura a llegar hacia ellos. Jarvis deja salir un profundo suspiro cuando finalmente abraza al hombre.

—¡Jovencito, lo prometió! —deja salir en una risita ahogada—. Me prometiste que no serías secuestrado.

—Lo siento, Jay. —la voz de Tony es rasposa, como si tuviera la garganta herida o infectada. Jarvis sospecha que podría ser ambas—. Estaba un poco más allá de mi control.

—¿Cómo se escapó? —es la pregunta estándar después de cada secuestro. Tony disfruta esta parte, disfruta contar con qué genialidad se escapó.

Esta vez, solo dice—: Un buen hombre me ayudó.

Ahí es cuando Jarvis se da cuenta que el Tony que volvió no es el mismo que se fue.

💫

Jarvis lleva una lista mental de los tres peores días de su vida.

El primero fue el primer secuestro de Anthony, cuando Jarvis había tardado demasiado en ir a la escuela por él. El segundo, cuando escuchó la noticia que Tony se había perdido en Afganistán. Y el tercero, cuando se enteró sobre el cáncer de Anna.

Jamás imaginó que agregaría un cuarto a la lista, porque no lo había anticipado. Bajó
al taller, llevando un caliente plato de macarrones con queso (uno de los favoritos de Anthony desde niño, han sido varios días difíciles últimamente) para cenar cuando se topa con la escena más horrible que pudo haber visto. Tony está blanco, más pálido de lo que se puede estar, con un gran agujero abierto en el pecho; el espacio del reactor arc, vacío, y Dummy moviéndose sobre él, intentando alcanzar el repuesto del escritorio.

La bandeja de comida cae a sus pies, y corre a agarrar el reactor y ayudar a Tony a ponerlo dentro.

—¡Tony!

—Pep... Pepper... ¡Jalvis! ¡Pepper está en peligro! Llama... al agente... Coulson, llama a Rhodey, ¡tengo que ir!

Jarvis apenas puede protestar antes de que Tony se haya ido, corriendo hacia la armadura, su corazón aporreándole contra el pecho.

Por varios minutos después de que Tony se haya ido se sienta en el suelo, rodeado de los restos rotos del plato de comida, presionando sus manos contra su corazón, intentando olvidar... olvidar..., olvidar la visión de su niño, su hijo, casi muriendo en sus brazos.

Se queda en Nueva York hasta después de la conferencia de prensa, abrazando a Tony durante cada pesadilla y consolando a la señorita Potts después de su terrible experiencia. Mientras está ahí, se hace amigo del Agente Coulson, con quien se relaciona estrechamente. El agente de SHIELD es un hombre respetable. La escala de problemas de Anthony se vuelve más grande cada vez, y Jarvis siente que el equipo conformado por Rhodey, Potts y él mismo no es suficiente, ya no más, para vigilar a su héroe favorito.

Durante un desayuno inglés completo (Coulson asistió a un internado en Eton y ha adquirido algunos gustos británicos), escucha pacientemente los problemas de Coulson con su chelista (de arco real, aparentemente; un ex asesino, un arquero) y ofrece consejos. A cambio, obtiene la promesa de Phil de mantener a Tony a salvo.

Es un ganar-ganar

💫

Cuando Tony está a punto de cumplir treinta y nueve, llama a Jarvis en Liverpool.

—Hola —dice al teléfono.

—Hola, Jay —grazna Tony, y, de inmediato, Jarvis sabe que algo anda mal.

—¿Está todo en orden, amo Anthony?

—Sí, quiero decir, por supuesto, ¿por qué no lo estaría? Todo está bien. Todo está muy bien. Le dije payaso a un senador, pero, ¿qué más hay de nuevo, no?

—Le dijo... ¿qué?

—En serio, Jarvis, es una pena que no tengan C-SPAN ahí.

—De hecho, sí lo tenemos. —Jarvis sacude la cabeza—. Escuche, ¿necesita que vaya allá?

—¡No! —protesta Tony rápidamente, y una certeza aplastante se instala en el pecho de Jarvis, haciéndole saber lo mal que están las cosas—. Digo, no es para eso que te llamé. Cielos, ¿acaso ya no puedo llamarte cuando quiera hacerlo? Tal vez solo quiera ponerme al día con los chismes en Lenderville.

—Liverpool —corrige Jarvis distraídamente, consultando la información de la aerolínea en su computadora. Tony estaría estupefacto si supiera que Jarvis todavía usaba una computadora de escritorio. Al menos es una computadora Stark- Jarvis habría sido repudiado si se atreviera a comprar una Apple.

O, Dios nos agarre confesados, una PC.

—Eso —dice Tony—. ¿Cómo está Anna?

—Visitando a su hermana en Edimburgo —responde Jarvis—. Está mucho mejor. No crea que no sé nada sobre las facturas.

—No tengo idea de lo que estás hablando —se ríe Tony, pero, en el mejor de los casos, es a medias. Ahora Jarvis está realmente preocupado—. La vejez te vuelve senil.

—Ya sé, soy antiguo —coincide Jarvis—. Muy pronto habré muerto, y usted tendrá que vivir el resto de su vida extrañándome.

—¡Tú no sabes eso! —Tony se rompe en un grito fuerte y amargo. Jarvis selecciona el primer vuelo que sale por la mañana de Heathrow—. Lo siento... perdón, estoy estresado.

—¿Por qué?

—Jay —dice—. ¿Sabes si papá guardó algunas notas secretas sobre su trabajo de química elemental?

Jarvis suspira hondo, confundido ante la dirección que tomó la conversación.

—Solo sé de los libros que tenía en la mansión de la Avenida Park. Limpié su laboratorio. Están todos guardados.

—Sí, tengo esos. —suspira Tony—. Valía la pena intentarlo.

—¿Atorado con un problema? —pregunta, como si Tony tuviera once de muevo y fuera incapaz de dormir por una obstinada ecuación de física cuántica—. ¿Quiere hablar sobre eso?

—Nah, estoy bien —dice Tony—. Ya lo resolveré.

Tras un minuto de silencio, Jarvis pregunta: —¿Cómo está Virginia?

—¿Hmm? Bien, está bien —dice Tony—. No me habla, por el momento. Está muy, muy enojada porque la hice CEO y le grité al senador, pero, fuera de eso, está bien.

—¿Y James? ¿Lograron cenar?

—Tuve que cancelar.

—Anthony.

—¿Estás poniendo tu cara decepcionada, verdad? No me pongas esa cara. Estaba ocupado, ¿sí? Tenía cosas que hacer, aparte, Rhodey no me necesita- Rhodey está bien. Hay muchos hombres buenos que en la Fuerza Aérea que lo pueden llevar a cenar. No me importa.

—Por supuesto, eso estaba pensando.

—Es increíble —ríe Tony—. Mi Jarvis dice eso también. Lo dice exactamente como tú haces.

—Lo hizo basado en mí.

—Lo aprendió observándote. Lo programé para basar sus parámetros en ti, pero jamás creí que se volvería una versión más ágil de ti con una granja de servidores.

—Bueno, yo me visto mejor.

—Lo haces, Jay. Definitivamente.

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