━ two: the first morning.


┌─⋆★⋆─────────┐

CAPÍTULO DOS

LA PRIMERA MAÑANA

└─────────⋆★⋆─┘


La primera mañana del curso escolar 1908-1909 había llegado. Hacia tan solo unos minutos que el sol había asomado por el este dando la bienvenida al nuevo día, pero la inmensa mayoría de alumnos y profesores de Hogwarts aún permanecían en sus camas, sumergidos en el mundo de los sueños. Solo unos cuantos se hallaban despiertos y preparados para comenzar las clases; aquellos que eran más madrugadores o estaban emocionados y aquellos que estaban tan nerviosos que eran incapaces de seguir durmiendo. Este era el caso de cierta pelirroja que se encontraba sola en la Sala Común de Hufflepuff.

La menor de los Lerman había madrugado mucho más de lo que era habitual en ella debido al nerviosismo que le causaba estar en un lugar desconocido y comenzar las clases. Había intentado dormirse varias veces desde que había abierto los ojos por primera vez horas antes, pero había sido un total fracaso, así que finalmente se había levantado y se había puesto su nuevo uniforme con el escudo y los colores de Hufflepuff, para luego ir a la sala común.

Todavía se encontraba sorprendida de haber sido seleccionada en la casa de los tejones. Sabía perfectamente que no tenía lo que hacía falta para estar en la casa de los leones, pero había creído que sÍ tenía lo suficiente para estar en la de las águilas. Había creído al cien por cien que acabaría en la casa de uno de sus hermanos mayores, pero el Sombrero Seleccionador no lo había considerado así y aunque no le gustase y le diese algo de pavor, tendría que acostumbrarse a estar sin sus hermanos.

Suspiró mientras acariciaba el suave pelaje de su mascota; el pequeño puffskein se encontraba tumbado en su regazo y parecía estar disfrutando bastante de sus mimos. 

Llevaba cerca de una hora sentada en uno de sillones y comenzaba a tener hambre, pero no podía decidirse sobre si ir al Gran Comedor sola o no. No es que tuviese miedo a perderse por el camino, ya que tenía buen sentido de la orientación y además, el comedor se encontraba una planta por encima, así que no tenía perdida ninguna. Pero sí le daba miedo o más bien inseguridad ir sola. Si iba sola y ninguno de sus hermanos estaban allí, se moriría, ya que no podía soportar demasiado bien estar en ningún lugar con gente desconocida, al menos necesitaba tener a un conocido cerca para sentirse tranquila. Por eso estaba pensando que quizás lo mejor era esperar a que la amiga de su hermana, Willow, despertase para ir con ella, pero no sabía cuándo despertaría o si había despertado antes que ella y se había ido ya.

Mientras divagaba sobre qué hacer, un fuerte ruido la sobresaltó. Dio un respingón en el sillón y si no fuera porque sujetó con fuerza al puffskein, este habría terminado rodando hasta el suelo. Con cierta inseguridad, giró la cabeza hacia el lugar donde había procedido el ruido y se sorprendió al encontrarse con el castaño que parecía compartir sus gustos por las criaturas. Newt tenía la vista clavaba en el suelo, rascaba su nuca y cierto rubor cubría sus mejillas.

—L-Lo siento, no quería asustarte —musitó sin ser capaz de mirarla.

—¡Ah! No, está bien, yo lo siento por asustarme —habló tan rápido por los nervios que las palabras terminaron atropellándose unas con otras y se sintió morirse cuando se dio cuenta, pensando que él seguramente iba a reírse de ella.

Pero él nunca se reiría de ella por algo así, ya que había pasado lo mismo muchas veces antes y sabía bien la vergüenza que se sentía.

—Buenos días, Karen —dijo en cambio, acompañado de una pequeña y torpe sonrisa.

Ella no tardó en corresponder su sonrisa de forma tímida, sintiéndose aliviada y agradecida de que no se hubiese burlado de ella.

—Buenos días, Newt.

—¡Oh, ¿ese es tu puffskein?! —inquirió el castaño con ilusión en la mirada al visualizar a la redonda criatura sobre el regazo de la pelirroja.

—¡Sí! ¡¿A qué es adorable?!

—¡Lo es! —respondió de inmediato y de repente, parecía que a ambos se les había ido la timidez.

Karen acarició a su mascota en la parte superior con la intención de hacerle cosquillas y esta se removió mientras emitía un extraño sonido y abría sus grandes ojos azules. Los centró unos momentos en su dueña hasta que se percató de que no estaban solos. Newt había terminado de acercarse por completo al sillón y observaba al puffskein con suma fascinación. Una sonrisa intachable se había formado en sus labios y había elevado y estirado sus brazos queriendo tocarlo y cogerlo, pero se detuvo justo antes, ya que no sabía si a la pelirroja le parecería bien.

—¿Quieres cogerlo? —le preguntó ella tras ladear la cabeza a la derecha. Podía notar lo emocionado que él estaba y eso la emocionaba a ella también, pues nunca había conocido a otra persona a la que le gustasen tanto las criaturas mágicas.

—¿Puedo? —preguntó de vuelta sorprendido y ella asintió efusivamente mientras le tendía al puffskein.

Lo cogió con mucho cuidado como si temiese hacerle mucho daño e incluso sus manos temblaban ligeramente de la emoción. Lo elevó hasta colocarlo a la altura de sus ojos y lo examinó detenidamente, fijándose en que su pelaje amarillo como las natillas parecía dorado cuando le daba determinada luz y en que cuando cerraba sus ojos era difícil de distinguir donde los tenía si no fuera por la pequeña naricilla. El pequeño puffskein se removió entre sus manos como buscando su calor y Newt sonrió enternecido. Era una bola de pelos realmente adorable, por eso los puffskeins eran tan populares entre los magos y brujas.

—Eres muy bonito, ¿sabes? —le dijo Newt con una amplia sonrisa y el puffskein respondió a sus palabras sacando su larga lengua y lamiéndole toda la cara. Karen intentó contenerse, pero al ver la expresión perpleja del castaño una carcajada no tardó en escapar de sus labios.

—Parece que le gustas —indicó, percatándose de lo cómoda que se veía su mascota con el contrario. Normalmente, los puffskein eran amigables con cualquiera, pero el suyo era diferente, solía ser receloso con los desconocidos y sin embargo, ahí estaba, disfrutando de la presencia de Newt como si lo conociese de toda la vida.

—¡¿De verdad?! —exclamó Newt encantado con la idea y tras verla asentir, regresó la mirada a la criatura—. ¡Tú también me gustas!

—¿No es genial, Sun? —inquirió refiriéndose a la criatura y justo cuando esta centró sus ojos en ella, sonrió—. Has hecho un nuevo amigo, ¡qué suerte!

El puffskein abrió la boca, mostrando sus pequeños dientes e intentando imitar la sonrisa de su dueña. Newt observó la escena con fascinación, ya que parecía que la criatura realmente entendía a la pelirroja y eso era extraño. Al final, terminó sonriendo también.

—¿Sun es su nombre?

—Así es. Es amarillo, redondo y brillante como el sol, por eso le puse ese nombre —explicó.

—Es realmente muy adecuado —corroboró él, asintiendo varias veces con la cabeza—. Seamos buenos amigos, Sun. —le dijo a la criatura y tras que esta pareciese asentir, giró la cabeza para poder mirar a la pelirroja y un ligero rubor comenzó a extenderse en sus mejillas antes de hablar de nuevo—. N-Nosotros también.

Las cejas de ella se elevaron y sus ojos se abrieron como platos. Apretó los labios unos segundos y bajó la mirada. Además, al igual que a él, cierto rubor cubrió sus mejillas.

—Pensaba que habíamos empezado a serlo desde anoche —murmuró mientras juntaba y separaba sus dos dedos índices con cierto nerviosismo.

—¿Eh? ¡A-Ah, sí, claro! Es solo que... no estaba seguro de sí querías.

—C-Claro que quiero —respondió aun jugando con sus dedos.

De nuevo, la timidez los invadió a ambos, sumándose a los nervios y vergüenza que ya tenían, y fueron incapaces de decir algo más, pero ambos estaban contentos de haber obtenido a su primer amigo al fin, después de tantos años solo contando con sus hermanos mayores. 

—¿Deberíamos ir a desayunar? —propuso Newt al rato tras haberse agachado en el suelo para dejar al puffskein.

Karen asintió y se levantó del sofá, para después estirar la falda del uniforme que se había arrugado. Dudó sobre si llevarse a Sun con ella, pero finalmente decidió dejarlo allí. Tomó el libro junto con el pergamino con el horario que había dejado sobre el sofá y fue hasta la puerta donde Newt ya la esperaba. Salieron juntos de la sala común y caminaron por el largo pasillo, tratando de recordar el camino por el cual les había llevado el prefecto por la noche.

—¿Has visto ya el horario de clases? —preguntó para romper el silencio que se había formado.

—Sí, tengo muchas ganas de dar clase de Transformaciones —respondió Newt— Mi hermano me ha dicho que las clases con el profesor Dumbledore siempre son muy entretenidas.

—He oído lo mismo de mis hermanos —indicó ella. También tenía ganas de que llegase esa clase, la noche anterior le había parecido que el profesor Dumbledore era muy agradable—. Aunque tengo más ganas de dar Herbología...

—¡Y Cuidado de Criaturas Mágicas! —dijeron al unísono y cuando se dieron cuenta de ello, unas torpes risas salieron de sus labios.

—Es una lástima que no podamos tenerla hasta tercero —murmuró Newt y ella no pudo estar más de acuerdo. Ninguno entendía porque no se daba desde primer año. ¡Era injusto! Querían aprender y conocer más sobre las criaturas mágicas desde ya.

No tardaron mucho más en llegar a la planta baja donde estaba el Gran Comedor. Las puertas se encontraban abiertas de par en par y solo unas cuantas personas ocupaban las cuatro mesas. Al parecer la mayoría de los alumnos no eran demasiado madrugadores o al menos no lo eran el primer día de clases.

Ambos llevaron la mirada hacia la mesa de Gryffindor, buscando a sus respectivos hermanos mayores y sintiendo cierta decepción al no encontrarlos.

—Mi hermano no está —musitó el castaño.

Y antes de que la pelirroja respondiera que el suyo tampoco, recorrió la mesa de Ravenclaw, ahora en busca de su hermana mayor y por fortuna, distinguió su cabellera pelirroja cerca del final de la mesa, rodeada de unas cuantas personas.

—Mi hermana está allí —indicó mientras la señalaba con un dedo.

Contenta de haberla encontrado al menos a ella, comenzó a caminar hacia la mesa de Ravenclaw, pero se detuvo en seguida al no notar al castaño a su lado. Giró la cabeza y vio que él no se había movido de la entrada y estaba rascándose la nuca mientras apretaba los labios y mantenía la vista fija en sus pies. No sabía qué hacer, no quería desayunar solo en su primer día, pero no tenía el coraje de preguntarle a su nueva amiga si podía desayunar con ella y su hermana. Le daba vergüenza y pánico la posibilidad de que ella le dijera que no.

—Newt, vamos —lo instó ella y cuando alzó la cabeza para mirarla con sorpresa, se sintió aún más confundido al ver la bella sonrisa que le dedicaba—. Desayunemos juntos.

Una oleada de calidez lo golpeó e inconscientemente, las comisuras de sus labios se elevaron correspondiendo su sonrisa. Corrió hacia ella tras asentir efusivamente y caminaron el resto del camino juntos. A medida que se acercaban, notaron como los ojos del grupo que estaba junto con Daphne centraban su atención en ellos. Karen elevó con timidez una mano y los saludó, ya que conocía a la mayoría de haberlos visto alguna vez por su casa durante las vacaciones de verano. Algunos de ellos devolvieron el saludo acompañado de pequeñas sonrisas y fue gracias a eso que la hermana de ella se giró y los encontró.

—Karen, Newt, buenos días —los saludó Daphne, sonriendo—. Os habéis despertado muy temprano —añadió mientras daba palmadas sobre el banco para invitarlos a sentarse junto a ella.

Karen no dudó en sentarse a su lado e incluso en tirar de la manga de su uniforme para que se agachase un poco y así poder depositar un beso en su mejilla. Los amigos de Daphne sonrieron enternecidos al verlo, al igual que Newt, quien tomó asiento junto a Karen y se presentó a los que no conocía ligeramente avergonzado.

—¿Qué? ¿Nerviosos por vuestro primer día? —preguntó uno de ellos.

—No os preocupéis, todo estará bien —comenzó a decir otro—. Solo os convertirán en un reloj si os atrevéis a llegar tarde, pero ya está.

—O en un mapa —añadió otro.

Las caras de ambos se volvieron un poema al escuchar aquello. Sus hermanos no le habían dicho nada de eso y ahora comenzaban a tener un poco de miedo.

—¡Oye! —exclamó Daphne, reprendiendo a sus amigos con la mirada—. Son muy fáciles de asustar, así que no le digáis esas cosas. —Karen volvió a tirar de su manga y llena de temor, le preguntó con la mirada si aquello era verdad—. Claro que no es verdad, es que estos son unos idiotas y les gusta bromear —les lanzó una rápida mirada molesta—. Todos los profesores son muy agradables, así que no tenéis de que preocuparos.

Ambos parecieron dudar, pero al final decidieron creer sus palabras y comenzaron a desayunar, mientras escuchaban como Daphne les exigía a sus amigos que se disculpasen, cosa que no tardaron en hacer, y también les advertía de que no lo fueran a hacer.

Willow, la morena que los había recibido a ambos cuando cayeron en Hufflepuff, se unió a ellos un rato después y contó que al despertarse, sabiendo los tímidos y temerosos que eran, había ido a buscarlos para acompañarlos a desayunar y que había entrado en pánico al no haberlos encontrado. Los dos se disculparon por haberla hecho sentir así y por supuesto, ella les dijo que no pasaba nada, que lo importante era que estuvieran bien.

Dos risas escandalosos se comenzaron a escuchar al poco tiempo. Dave y Theseus caminaban hacia ellos mientras charlaban y reían. Newt sonrió ligeramente al ver a su hermano y Karen saludó animadamente con la mano al suyo.

—¿De qué habláis? —les preguntó Daphne cuando llegaron.

—De que Newt le tiene miedo a montar en escoba —comentó Theseus, riendo entre dientes.

Diversas exclamaciones de sorpresa salieron del pequeño grupo y el mencionado acabó enrojeciendo hasta las orejas cuando comenzaron a reírse, queriendo que la tierra se lo tragase. ¿Por qué su hermano había tenido que contar eso? ¡Era muy vergonzoso, por favor!

Mientras, Karen al darse cuenta de lo mal que él se estaba sintiendo, hizo un puchero mirando mal a los demás y comenzó a palmear el hombro de Newt para reconfortarlo.

—No pasa nada, Newt, a mí también me da miedo.

—No digas eso solo para que me sienta mejor... —replicó él en un susurro.

—Es verdad... Lo intenté hace unos años y me caí nada más elevarme un poco del suelo —contó sintiendo algo de vergüenza, ya que estaba segura de que ahora los demás también se reirían de ella.

—¡Es cierto! No duró ni diez segundos en el aire —dijo Dave, tratando de contener la risa—. Es el primer miembro de nuestra familia a la que no se le da bien.

—¡Es que las escobas no son nada seguras! —repuso la menor, molesta con que su adorado hermano se burlase de ella—. Son inestables y se pueden romper con facilidad. Es más seguro montar en... en... ¡un dragón! —concluyó, inflando los mofletes.

Dave soltó una carcajada a la que varios del grupo se unieron.

—¿Entonces, ves más seguro montar en un monstruo escupe fuego que en una escoba? —inquirió de ellos, entre sorprendido y divertido.

—¡Los dragones no son monstruos, son unas criaturas...

—... maravillosas! —terminó Karen.

—... magnificas! —terminó Newt.

Las palabras finales variaron, pero habían dicho la frase al unísono, por lo que las carcajadas por parte de los mayores no se hicieron derogar mucho, mientras que ellos dos se miraban sorprendidos porque era la segunda vez en apenas un rato que hablaban a la vez.

—Son tal para cual —comentó Willow entre risas.

—Era de esperarse, son dos bichos raros —señaló Theseus también riendo, aunque no lo decía con mala intención. No tenía ningún problema con que su hermano o la menor de los Lerman fueran diferentes. En realidad, se les hacía muy divertidos y estaba contento de que Newt por fin hubiera encontrado a alguien que lo entendiese y compartiese sus opiniones.

—Os dije que se llevarían muy bien —les recordó Dave. Después de todo, había sido él quien había tenido la idea de que debían presentarlos a toda costa— y estoy con ellos, los dragones son increíbles —añadió para después tomar asiento al lado de Newt, a la vez que le revolvía su cabello castaño.

Theseus se sentó a su lado y tras algunos comentarios sobre los similares que eran los dos menores, el tema de conversación se desvió hacia a uno en el que ellos no pudieron participar porque no tenían ni idea, así que iniciaron su propio tema de conversación. Por supuesto, el tema elegido fueron las criaturas mágicas y mientras hablaban sobre ellas, se dieron cuenta aún más de que compartían una misma pasión, un mismo amor y un mismo deseo.

En ese momento, en esa primera mañana del curso escolar 1908-1909, no lo sabían, ni siquiera lo sospechaban. No sabían que sería ese amor por las criaturas mágicas lo que les uniría para siempre. No sabían que la amistad que acababan de formar lograría que superasen sus miedos y comenzasen a amarse a sí mismos, sin importar si el resto los tachaban de raros o locos. No sabían que ese era el comienzo de las grandes aventuras que vivirían juntos. No sabían que ese era el inicio de una vida de la que nunca se arrepentirían, incluso cuando las cosas se complicasen y el destino se les pusiese en contra. 


。☆✼★─────────★✼☆。


Después de un milenio, aquí el segundo capítulo. Perdón por haceros esperar tanto y gracias a todos los que habéis tenido paciencia. Intentaré actualizar más seguidamente, pero no quiero prometer nada, no vaya a ser que luego no lo cumpla, jaja.

Espero que os haya gustado y eso. ♥

Marie Weasley.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top