━ preface: book of beasts.


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PREFACIO

LIBRO DE CRIATURAS

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Cientos de millones de estrellas, que brillaban con más intensidad de lo habitual, decoraban el vasto cielo nocturno, acompañadas de una hermosa luna en cuarto menguante. 

Debajo de ellas, en un pequeño claro alrededor de un espeso bosque, se encontraban dos jóvenes, una pelirroja y un castaño, tumbados sobre la fría hierba. Estaban tumbados muy juntos, en direcciones opuestas, pero con sus rostros a la misma altura.

La pelirroja buscaba las diferentes constelaciones que había en el firmamento, mientras que el castaño tenía el rostro girado hacia la derecha, contemplando a una pequeña criatura de pelaje negro y con un hocico largo y delgado, que se encontraba a unos metros de ellos rebuscando en el interior del bolso de la pelirroja. Iba sacando y guardándose todo objeto brillante que encontraba; objetos que la joven llevaba justamente para entretener a la criatura.

Newt observó como el escarbato abría una caja de terciopelo negro, donde se hallaba guardado un colgante de fina plata con un brillante rubí, y frunció el ceño. Se dispuso a regañarle y a indicarle que lo dejase de nuevo en su sitio, pues aquel colgante era uno de los objetos más preciados por la pelirroja, era una herencia de su abuela, según le había contado. Sin embargo, antes de que siquiera pudiera abrir la boca, la voz de ella lo interrumpió.

—Está bien, Newt, déjalo, que coja lo que quiera —dijo sin darle importancia—. Luego lo sacudiré y le haré cosquillas para recuperarlo todo y ya está —terminó con una melódica risa.

Newt giró la cabeza en la dirección contraria para mirar a la pelirroja y se encontró con que ella ya lo estaba mirando, con aquellos verdosos y bonitos ojos que poseía. Verdes como las esmeraldas, según decían los demás, pero a él se le asemejaban más al color de la piel de una pequeña y bonita imshil. Un ligero rubor empezó a recorrer sus mejillas, como casi siempre le sucedía desde hacía algunos años cuando se encontraba con aquellos ojos o cuando sus rostros se encontraban tan cerca como en ese momento, y el rubor se volvió más pronunciado cuando vio como las comisuras de los labios ajenos se elevaban formando una linda sonrisa. Agradeció a Helga que fuera de noche y que la contraria no pudiera notarlo.

—Lo mimas demasiado, ¿sabes? —comentó él, dibujando una leve sonrisa.

Ella se limitó a reír antes de regresar la vista al cielo, gesto que él imitó. Los ojos de ambos recorrieron el cielo por enésima vez aquella noche, deteniéndose en una runa de un bonito verde menta que se encontraba a diez metros de altura sobre el aire. O al menos eso parecía a simple vista, pues en realidad la runa se encontraba implementada en la barrera mágica que rodeaba todo el claro y que solo era visible desde el lado en que ellos se encontraban.

—Han pasado días desde que se estableció y ha sufrido diversos ataques de dragones, pero sigue inmutable —murmuró Karen con cierto asombro—. Es una barrera muy resistente.

—Oliver es un increíble runista, así que era de esperarse —indicó Newt y ella le dio la razón asintiendo con la cabeza.

Permanecieron en silencio unos minutos hasta que el castaño, tras mucho dudar, se decidió a hablar de nuevo.

—Oye, Karen, hay algo que tengo que contarte.

La mencionada giró el rostro para mirar a su amigo. Él mantenía la vista fija en el cielo, pero por como tragaba en seco y hacía algunas muecas, ella notó que estaba nervioso y solo hizo que su curiosidad por lo que tuviera que contarle aumentase.

—¿De qué se trata?

—Hace un par de semanas Augustus Wormes de Libros Oscuros me propuso escribir un libro sobre los animales fantásticos y ya sabes que mi sueldo en el Ministerio no es muy bueno, así que acepté —contó con cierto nerviosismo. No porque la noticia fuera mala, al contrario, era muy buena, pero se sentía mal de no habérselo contado antes a la que era su mejor amiga.

Karen se incorporó abruptamente, muy sorprendida.

—¡Esa es una gran noticia, Newt! —exclamó—. ¿Cómo no me lo habías contado antes?

El susodicho se incorporó también, girando su cuerpo para quedar frente a ella, pero no se atrevió a mirarla a los ojos.

—B-Bueno, sucedieron muchas cosas, tuvimos que venir aquí, no encontraba el momento y se me terminó pasando —contestó mientras se rascaba la nuca.

—Da igual, no importa —se apresuró a decir ella—. Lo que importa es que estoy muy contenta por ti. Es una gran oportunidad, no solo para que puedas compartir todo tu conocimiento, sino también para que el mundo entienda por fin lo increíbles que son las criaturas mágicas.

Newt sonrió al escucharla. Se sentía aliviado de que ella no se hubiera enfadado con él por haberse demorado en contárselo.

—Sí, ese fue otro motivo por el cual acepté.

—Es maravilloso, Newt, de verdad. Felicidades —le dedicó una amplia sonrisa. Se sentía muy feliz y orgullosa por su amigo.

—Gracias, Karen —y entonces, se mordió ligeramente el labio inferior, dudando sobre lo siguiente que quería decirle—. Yo... quería saber si te interesaría ayudarme.

—¿Qué? ¿Quieres que te ayude a escribir el libro? —rio, pues no creía que su amigo necesitase alguna ayuda para escribir sobre aquel tema.

—Sí, me encantaría —respondió sin dudar—. Eres una gran naturalista, mi mejor amiga y amas tanto a las criaturas como yo, y ellas te aman a ti de igual manera —sonrió al decir aquello—. Encima has realizado algunas investigaciones increíbles sobre ellas y sería genial si pudiésemos poner en común todo nuestro conocimiento para que el libro salga lo mejor posible.

La sonrisa de Karen se había ido ampliando según lo escuchaba a hablar y para cuando hubo terminado hasta estaba mostrando sus blancos dientes.

—Te ayudaré encantada, no tienes que pedírmelo dos veces —contestó, haciendo que Newt sonriese y festejase en su interior que ella hubiera aceptado—. Hagámosle saber juntos al mundo porque las criaturas deben ser protegidas y no asesinadas.

—Como ya hemos estado haciendo hasta ahora —señaló él y ella asintió.

—¿Le has dicho sobre el libro a mi hermano? —inquirió entonces—. Estoy segura de que Dave estará encantado de compartir contigo todas —enfatizó la palabra para indicar que era una cantidad elevada— las notas que ha ido escribiendo sobre dragones.

—Aún no le he dicho nada, pero tengo que decírselo porque no creo que ningún estudio que yo haga sobre dragones vaya a ser mejor que el de un dragonalista como él —rio entre dientes. 

El hermano mayor de la pelirroja estaba obsesionado con aquellas criaturas, aunque no era quien para juzgar, ya que él amaba a todas las criaturas, tanto como Dave amaba a los dragones.

Karen llevó entonces la mirada hacia el escarbato que se estaba deleitando con todos los objetos brillantes que había encontrado en el bolso de ella.

—Bebé —lo llamó con cariño y éste no tardó más de unos segundos en mirarla—. ¿Lo has oído? Tu papá va a escribir un libro sobre criaturas tan maravillosas como tú.

El escabarto movió su cabeza hacia un lado y parpadeó, obviamente no entendiendo lo que acababa de decirle.

—Ven aquí —le pidió ella a la vez que le indicaba su regazo dando palmaditas en una de sus piernas.

Newt observó divertido la indecisión de la criatura sobre si ir con la pelirroja o seguir con las joyas y demás objetos brillantes. Normalmente, un escarbato ni siquiera dudaría en escoger las joyas, pero aquel escarbato era diferente a los demás y siempre, pero siempre, terminaba escogiendo a la pelirroja por encima de las joyas.

Lo vio corretear por la hierba, dejando caer monedas de su estómago, y subirse de forma sorprendentemente ágil al regazo de su amiga. Se restregó contra ella, buscando su calor y atención, y ella lo estrechó entre sus brazos alegremente.

—Eres tan adorable, mi bebé —susurró dejándole un beso en la cabeza.

El castaño no pudo evitar sonreír tiernamente ante la escena. Ver a la pelirroja actuar así con el escarbato, o con cualquier otra criatura, siempre se le había hecho una de las cosas más preciosas del mundo, pues dejaba en claro el amor que procesaba por ellas. Un amor que era correspondido, porque las criaturas siempre se apegaban a ella con suma facilidad, incluso nada más conocerla.

—Y ahora dale un beso a tu papá para demostrarle que estás muy orgulloso y feliz por él.

Karen cogió al escabarto y lo posicionó a escasos centímetros del rostro de Newt. Este esperó a que le diese el beso –o más bien, le lamiese la cara, que era lo que solía hacer–, pero, en vez de eso, el travieso escarbato emitió un ruido similar a un bufido y giró la cabeza hacia otro lado, rechazándolo. Newt abrió la boca sorprendido y ofendido, mientras que Karen soltó una carcajada, divertida.

—Es incorregible —farfulló el castaño.

—No te sientas mal, Newt —habló ella, obligándose a detener la risa para reconfortarlo—. Si él no quiere hacerlo, yo lo hago.

La pelirroja dejó de nuevo al escabarto sobre su regazo y acto seguido, aproximó su rostro al del castaño para dejar un tierno beso más cerca de la comisura de los labios de lo que pretendía. Él tragó en seco, notando como su corazón se había acelerado y como el calor subía a sus mejillas. Ella también se ruborizó, avergonzada, pero aun así le dedicó una pequeña y tímida sonrisa.

—Felicidades, de nuevo, sé que el libro será un gran éxito.


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Holis, hasta aquí el prefacio de esta nueva historia de nuestro adorable Newt. Espero que os haya gustado y esas cositas. ♥

Marie Weasley.

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