El costo de la felicidad...
¿Por qué? ¿Por qué tenía que sucederme esto precisamente ahora? Justo cuando creía haber recuperado un atisbo de felicidad, cuando por fin vislumbraba una salida del oscuro túnel en el que me sumí. Y entonces, como un cruel golpe del destino, mi propia familia me arrebata esa efímera esperanza. Ellos deseaban mi felicidad, lo sé, pero ahora son ellos quienes la destruyen sin compasión, sin siquiera darme la oportunidad de aferrarme a ella.
2 HORAS ATRÁS
¿Cómo logró tu padre conseguir esa foto? Te encontrabas en un dulce beso con Rachel, enredados en un momento de intimidad y complicidad. ¿Cómo y cuándo la obtuvo? Por el escenario y la iluminación, era evidente que la imagen fue capturada la noche anterior al día de San Valentín, en aquel parque sereno y oscuro donde llevaste a Rachel en busca de un momento íntimo y especial. Pero, ¿en qué momento exacto ocurrió? ¿Cómo fue posible que no percibieras su presencia en aquel rincón del parque, entre las sombras y la tranquilidad de la noche? Tu mente giraba sin cesar, como una tormenta interior a punto de estallar, sintiendo la inminencia de un desmayo, de un colapso, de un ataque de ansiedad.
Respondiste el mensaje de tu padre con un escueto "¿Dónde y a qué hora?" A lo que él replicó con una frialdad que helaba tu sangre: "En casa, a las 8 de la noche. Sé puntual". Esas palabras desataron en ti un miedo profundo, una incertidumbre paralizante, al no saber cómo enfrentar la situación con tus padres y sus estrictas expectativas sobre la pureza del linaje de los lobos. Te invadió un temor abrumador ante la posibilidad de desilusionarlos, de no estar a la altura de sus expectativas, de defraudar la tradición familiar.
Diste vueltas y más vueltas al asunto, jugando con mil escenarios posibles en tu mente atormentada. ¿Qué sucedería si la reacción de tus padres fuera desastrosa? Era evidente que sería negativa, pero lo que más te aterraba era la incógnita sobre las medidas que tomarían para "hacerte entrar en razón". Temías los sermones, las advertencias, las exigencias de seguir el camino trazado por generaciones pasadas, sin desviaciones ni cuestionamientos.
Te levantaste de la cama y saliste de tu habitación, anhelando el aire fresco como una vía de escape ante la opresión de tus propios pensamientos. En tu camino, te topaste con Legoshi, el lobo noble y gentil de la academia, tu amigo de confianza y apoyo incondicional en tiempos difíciles.
Legoshi: -te dirigió una mirada llena de preocupación y comprensión.- Ajay, ¿estás bien? Te veo pálido y agitado. -Dijo con voz suave, como una brisa reconfortante en medio de la tormenta.-
Tú respondiste con un hilo de voz, apenas audible sobre el rugido de tus propias emociones.
Ajay: S-Sí... Solo... Me siento un poco mareado, necesito aire fresco para despejar mi mente.
Legoshi asintió con seriedad, sus ojos brillando con empatía mientras observaba cómo te encaminabas hacia la salida. Comprendió sin necesidad de palabras tu necesidad de espacio y tiempo para reflexionar, para encontrar la calma en medio del caos que te rodeaba. Decidió dejarte solo, confiando en que encontrarías la claridad que tanto ansiabas.
Cuando finalmente saliste de los dormitorios, te dirigiste hacia un banco apartado y solitario, buscando refugio en la tranquilidad de la noche y el susurro del viento entre las hojas de los árboles. Sentías la impotencia agolparse en tu pecho, sabiendo que no había solución fácil para tu dilema, que el camino hacia una reconciliación con tus padres sería largo y lleno de obstáculos.
Anhelabas desesperadamente consuelo, orientación, comprensión, buscando en el silencio de la noche respuestas a tus dudas y fortaleza para afrontar el desafío que tenías por delante.
[...]
Gary: -Abre los ojos con sorpresa al escuchar la voz de Ajay, su tono cargado de angustia- ¿Sí?
Tu mejor amigo, siempre está ahí para ti. Habías acudido a él en busca de apoyo, tras una llamada desesperada en la que mencionaste un problema grave. Acordaron encontrarse en las gradas del campo de fútbol de la academia.
Ajay: -Suspira profundamente, su voz temblorosa revela la intensidad de sus emociones- Mira... Tú eres mi mejor amigo... Así que necesito tu ayuda.
Gary: -Frunce el ceño, su preocupación reflejada en sus gestos- Depende. ¿Qué sucede?
Ajay: -Baja la mirada, evitando el contacto visual mientras busca las palabras adecuadas- Mis padres.
Gary: -Asiente con comprensión, recordando las tensiones anteriores con el padre de Ajay- Cielos no. Sabes que tu papá me intimida.
Ajay: -Levantando la vista, sus ojos revelan una mezcla de tristeza y desesperación- No te estoy pidiendo que hables con ellos. Solo quiero que me escuches y me des consejos.
Gary: -Asiente, reconociendo la importancia de su papel como amigo y confidente- Entiendo. Adelante, dime.
Ajay: -Inhala profundamente, preparándose para revelar la verdad- Verás, recuerda lo que solía decir mi madre sobre tener una relación.
Gary: -Sus ojos se abren con comprensión repentina, conectando los puntos- Ay, Dios... -Su voz es un susurro lleno de simpatía y preocupación- Ya veo por dónde va esto. Siempre insistían en que salieras con lobas por el linaje... Ajay, ¿qué te pasa?
Ajay: -El tono de su voz se eleva, lleno de frustración y desesperanza- ¡No creas que lo hice a propósito!
Sus palabras resonando en el aire, su voz temblorosa revela la profundidad de su dolor. Sus ojos se llenan de lágrimas, reflejando la tormenta de emociones que lo consume. La expresión de Gary se transforma en una mezcla de sorpresa y preocupación, al ver a Ajay en un estado tan vulnerable.
Ajay: -Las palabras brotan de sus labios con una mezcla de dolor y desesperación- No me enamoré a propósito de una humana... Me enamoré porque me senti feliz con ella!
Gary: Ajay, yo...
Ajay: Pero no... -Su voz se quiebra, las lágrimas amenazan con caer mientras su desesperación se hace evidente- No les importa mi felicidad... -Sus manos tiemblan mientras se aferra a sí mismo en un intento de encontrar consuelo-
Ajay: -Susurrando entre sollozos, su voz apenas audible por la tormenta de emociones que lo consume-Siempre me pasan estas cosas terribles... -Agacha la cabeza, incapaz de soportar el peso de sus propios pensamientos-
Gary: Viejo, yo... -Suspira profundamente, su voz llena de impotencia-Te enamoraste de ella porque sentiste amor y felicidad... Pero justo recordaste a tus padres... Amigo, no sé qué decirte.
Ajay: -Sus lágrimas comienzan a fluir libremente, un torrente de emociones abrumadoras Necesito una solución... -Susurra entre sollozos, la angustia en su voz palpable- No quiero dejar a Rachel... No puedo... La amo tanto que... Me duele.
Gary: Amigo, en serio no sé qué decir... Su expresión refleja su frustración y desconcierto- Debes tratar de razonar con ellos, no creo que te nieguen esto. Tienes un diagnóstico de depresión, no creo que te prohíban ver a tu novia por una cosa tan estúpida.
Ajay: ¿Tú crees que eso les importará? -Sus ojos brillan con la amargura y el resentimiento- Estuve con la zorra de Kelly por conveniencia hasta que me enamoré de ella, pero luego descubrí que me engañó por alguien más guapo que yo. Dime, ¿crees que ellos no me obligarán a dejarla?
Gary: ...
[...]
Horas después, te encontrabas en la oficina del director Gon, tras haber solicitado un permiso de salida de las instalaciones. Le explicaste la urgencia del asunto familiar que te aquejaba, sabiendo que, a pesar de ser un tigre firme, Gon era también una persona compasiva y amable que solía flexibilizarse en casos excepcionales. Ante tu expresión angustiada y el tono de urgencia en tu voz, accedió a tu petición.
Mientras esperabas a que el director completara los papeles, sentiste un mareo que te sacudió por dos razones de peso. Por un lado, la ansiedad y el miedo que te embargaban ante la perspectiva de enfrentarte a tus padres. Por otro, la falta de cuidado personal que habías descuidado, sin consumir carne para remediar tu deficiencia de hierro y zinc...
El vértigo amenazó con hacerte desfallecer, pero te recompusiste cuando el director te llamó.
Director Gon: Aqui tienes, Ajay. -Te entregó el permiso de salida Recuerda, debes regresar hoy o mañana. Cuidate.
Asentiste con la cabeza y tomaste el papel, saliendo apresuradamente de la oficina. Te abriste paso por los pasillos de la academia con determinación, descendiendo las escaleras en dirección a la salida, cuando una voz conocida detuvo tu marcha.
Rachel: Lobito, mi amor. ¿A dónde vas? -Preguntó con su caracteristica alegría, su voz resonando en tus oidos con un matiz de preocupación
Era tu novia, y al escucharla sentiste una mezcla de miedo y tristeza.
Ajay: N-Nada, conejita... Yo... Debo salir. Volveré hoy o mañana.
Rachel: ¿Y qué harás? -Su sonrisa irradiaba alegría y complicidad-
Ajay: Algo sucedió con mis padres y me necesitan. -Te agachaste a la altura de Rachel, buscando tranquilizarla- No te preocupes, ¿sí?
Rachel te sonrió y acarició tu rostro con ternura, sus dedos rozando tus mejillas antes de brindarte un suave y breve beso de despedida. Tu cola se agitó alegremente de un lado a otro, pero en tus ojos se reflejaba una mezcla de felicidad y tristeza, sabiendo que aquel podría ser el último beso que compartirían...
Unos minutos más tarde, te encontrabas en un taxi rumbo a tu hogar, tu celular vibró con un mensaje. Una vez más, era tu padre, comunicándote: "Llegaremos en dos horas".
El taxi se detuvo, pagaste y saliste apresurado hacia tu casa. El mareo se intensificó y rápidamente te dirigiste a la cocina, abriendo la nevera de manera casi frenética. Destrozaste un paquete de filete de res y empezaste a devorarlo con ansia salvaje, sin importarte que estuviera crudo. Tus manos, tus labios y tus dientes se llenaron de pedazos de carne cruda y sangre, devorando aquel trozo de manera voraz y descontrolada...
Cuando terminaste de devorar el último trozo de carne cruda, el silencio de la cocina parecía ensordecedor. Tiraste el recipiente vacío con un gesto brusco, sintiendo el peso de la ansiedad aplastándote el pecho. El agua corrió por tus manos mientras las lavabas con nerviosismo, pero ninguna cantidad de agua podía limpiar la incertidumbre que te consumía por dentro.
Te recorriste el rostro con las manos temblorosas, sintiendo la frialdad del agua contrastando con el calor de tus mejillas enrojecidas por la tensión. Cerraste los ojos por un momento, tratando de encontrar un atisbo de calma en medio del torbellino de pensamientos que te invadía. Pero cada vez que lo intentabas, una avalancha de preocupaciones te arrastraba de nuevo a la realidad cruda y despiadada de tu situación.
Te dirigiste al salón y te dejaste caer en el sillón con un suspiro pesado, como si toda la tensión acumulada se desplomara sobre tus hombros. Te sentías como un titiritero en manos de la incertidumbre, sin control sobre tu destino, atado por las expectativas y las normas sociales que amenazaban con aplastar tu felicidad recién descubierta.
Cada segundo se estiraba como una eternidad, mientras esperabas ansiosamente la llegada de tus padres. Te torturabas con preguntas sin respuesta, imaginando los escenarios más oscuros y temiendo las consecuencias de revelarles la verdad sobre tu relación con Rachel. ¿Qué pensarían? ¿Qué dirían? ¿Aceptarían tu amor por una humana, o lo rechazarían como una aberración contra la tradición y el linaje de los lobos?
La angustia te envolvía como una manta fría, pero también te impulsaba a reflexionar sobre tu propia inocencia pasada. ¿Por qué nunca habías cuestionado las barreras impuestas por la sociedad? ¿Por qué no habías anticipado el rechazo y la hostilidad que enfrentarías por amar a alguien que no encajaba en las expectativas de tu familia y tu comunidad?
Las respuestas a esas preguntas se deslizaban escurridizas entre tus pensamientos, esquivándote como sombras en la oscuridad. Te sentías perdido en un laberinto de emociones encontradas, atrapado entre el deseo de ser fiel a ti mismo y el temor a las consecuencias de desafiar las normas establecidas.
Pero a pesar de todo, en el fondo de tu corazón, persistía una chispa de esperanza. Una chispa alimentada por el recuerdo de los momentos felices junto a Rachel, por la certeza de que el amor verdadero no conoce límites ni barreras. Y aunque el camino que tenías por delante parecía oscuro y tortuoso, te aferrabas a esa chispa como a un faro en la tormenta, guiándote hacia la luz en medio de la oscuridad.
[...]
El tiempo parecía extenderse infinitamente mientras permanecías sumido en la incertidumbre, el corazón martilleando en tu pecho con un ritmo desbocado. Cada segundo era una eternidad, cada respiración un recordatorio implacable de la tensión que se acumulaba en el ambiente. Y entonces, como un eco lejano de tus peores temores, el sonido de la puerta de entrada resonó en la casa, anunciando la llegada de tus padres.
No necesitaste levantar la vista para saber quiénes eran. Su presencia se hizo palpable en el aire, cargado de expectativas y ansiedad. Sin embargo, te aferraste al sillón como si fuera un ancla en medio de la tormenta, incapaz de enfrentar la tormenta que se avecinaba.
Ni siquiera te molestaste en alzar la mirada cuando escuchaste sus pasos acercándose, la certeza de lo que estaba por venir te había paralizado por completo. Y entonces, como sombras ominosas que se deslizaban en la penumbra, tus padres entraron en la habitación, su presencia imponente llenando el espacio con una solemnidad casi palpable.
No hubo saludos, no hubo palabras de bienvenida. Solo el silencio denso y tenso que se extendió entre ustedes como una barrera infranqueable. Te encontrabas allí, con la cabeza gacha en un gesto de sumisión y temor, mientras tus padres tomaban asiento en el sillón frente a ti con expresiones serias y preocupadas.
Sus rostros eran un enigma, una máscara impenetrable que ocultaba sus verdaderos pensamientos y emociones. Pero podías sentir la intensidad de su mirada sobre ti, como un haz de luz implacable que buscaba penetrar en lo más profundo de tu ser. Te sentías expuesto, vulnerable, atrapado en la mirada inquisitiva de quienes habían sido tus protectores y guías durante toda tu vida.
El silencio se prolongaba, opresivo y cargado de significado. No hacía falta decir nada, las palabras eran superfluas ante la magnitud del momento. Estabas atrapado en un juego de miradas silenciosas, en el que cada gesto, cada movimiento, era una pieza en el tablero de la confrontación que se avecinaba. Y en ese instante, te diste cuenta de que estabas solo, frente a tus padres, frente a tus miedos, frente a tu destino incierto.
T/M: -Tu madre te miró con una mezcla de tristeza y decepción, sus ojos reflejan dolor- Hijo... Tenemos que hablarte al respecto-...
T/P: -Tu padre interviene, su tono es firme pero también contiene una pizca de desconcierto- Al respecto de esa humana...
Ajay: -Suspiraste profundamente, tratando de encontrar las palabras adecuadas mientras sostienes la mirada de tus padres- Sí, mamá y papá...
T/P: -Tu padre frunce el ceño, su mirada fija en ti, exigiendo una explicación- ¿Por qué besabas a esa humana?
Ajay: -Inhalaste profundamente, consciente de que cada palabra que pronuncies puede cambiar el curso de ru vida- Papá... Besaba a esa humana porque... es mi novia...
Tus padres intercambiaron una mirada de incredulidad, como si no pudieran creer lo que acababan de escuchar. Las palabras "novia" y "humana" resonaban en sus mentes, generando un profundo malestar en su interior. Sabían que esta revelación cambiaría todo, desafiando las expectativas y creencias arraigadas en su linaje familiar.
La mera idea de que su hijo estuviera involucrado sentimentalmente con una humana era como una afrenta a todo en lo que habían creído y enseñado. Para ellos, los lobos debían mantener su pureza y tradiciones, evitando cualquier tipo de relación que pudiera comprometer su linaje.
Sin embargo, la palabra "novia" resonaba con fuerza en sus mentes, recordándoles que su hijo había encontrado amor y felicidad en alguien que no pertenecía a su propia especie. Era una realidad que no podían ignorar, aunque les resultara difícil aceptarla.
Tus padres te miraron con una mezcla de incredulidad y decepción mientras procesaban tus palabras. La idea de que estuvieras realmente enamorado de esta humana les resultaba incomprensible, una traición a todo en lo que habían creído y enseñado.
T/M: ¿Desde cuándo la conociste? -preguntó tu madre, buscando comprender cómo esta relación había tomado forma en secreto.-
Tu respuesta fue clara y directa, pero tus padres no estaban convencidos.
T/P: ¿Y te gustó de repente solo por su cuerpo? -inquirió tu padre, con un tono de desdén evidente en su voz.-
Para ellos, tu interés en esta humana parecía superficial y efímero, una mera atracción física sin verdadero significado.
Sin embargo, tu determinación era palpable.
Ajay: Te equivocas. -afirmaste con convicción, tratando de hacerles entender la profundidad de tus sentimientos.- Yo a ella la amo con todo mi corazón. -añadiste, intentando transmitir la sinceridad de tus emociones.-
Pero tus padres no estaban dispuestos a aceptar fácilmente tus palabras.
T/M: Hijo, ¿ya olvidaste nuestras charlas sobre conservar un linaje puro? -Comentó tu madre, expresando su preocupación por el legado familiar que parecías estar poniendo en peligro.-
Tu padre intervino, tratando de calmar la situación con una dosis de realismo implacable.
T/P: Querida, tranquila -dijo, aunque su tono denotaba una firme convicción en sus palabras.- Ajay sabe muy bien que está pasando por algo pasajero. En dos meses se aburrirá de aquella humana. -Sentenció, mostrando una confianza inflexible en su propia visión del futuro.-
Tú no estabas dispuesto a ceder ante sus expectativas y prejuicios. Con determinación, afirmaste tu amor por ella y tu compromiso de defenderlo contra viento y marea.
Ajay: ¡Están equivocados! -exclamaste, dejando claro que no te rendirías fácilmente- A ella la amo y no dejaré de amarla. Volví a sentir la felicidad que yo había perdido antes. -proclamaste con fervor, desafiando cualquier intento de disuasión por parte de tus padres.-
Ajay: ¡PORQUE ES MÍA! -clamaste, reafirmando tu decisión con una determinación inquebrantable.-
La sorpresa se reflejaba en los rostros de tus padres, incapaces de comprender la intensidad de tus sentimientos hacia Rachel. ¿Realmente estabas tan obsesionado con ella? Observaron con preocupación la determinación en tus palabras, preguntándose si esta relación estaba empezando a revelar aspectos de tu personalidad que desconocían.
La comparación no tardó en surgir en sus mentes. ¿Acaso te estabas convirtiendo en uno de esos novios posesivos y celosos? Se preguntaron si estabas actuando como un lobo, defendiendo lo que considerabas tuyo con una ferocidad que rozaba lo primitivo. En su imaginación, te veían como un depredador, protegiendo a su hembra o considerándola simplemente como una presa más en su territorio.
Esta idea los llenó de inquietud, cuestionando si realmente conocían completamente a su propio hijo. ¿Habían pasado por alto señales de comportamiento preocupantes en el pasado? Se preguntaron si habían fallado en enseñarte los valores adecuados sobre el amor y el respeto hacia los demás.
La tensión en la habitación se intensificó con las palabras de tus padres. Tu madre tomó la palabra primero, su tono firme pero cargado de preocupación.
T/P: Escucha, hijo. Es evidente que te gusta mucho esta chica, pero debes comprender que esto no está bien. -Sus ojos transmitiendo una mezcla de amor y determinación.-
T/M: Si decides continuar con esta relación, lamentablemente, tendremos que tomar medidas drásticas. No podemos permitir que vayas por un camino que consideramos equivocado.
Las palabras de tu madre resonaron en el aire, cargadas de una amenaza apenas disimulada.
T/M: Si no terminas con esa chica. -dijo con voz grave.- te retiraremos de esta escuela y arreglaremos un matrimonio según nuestras tradiciones. Sin objeciones.
La pregunta resonaba en tu mente como un eco incesante, sin ofrecerte una respuesta clara. ¿Qué era peor: seguir con Rachel, enfrentando la desaprobación de tu familia y el riesgo de ser apartado de todo lo que conocías, o ceder a las demandas de tus padres y entrar en un matrimonio sin amor, con una loba que apenas conocías y que probablemente seguiría el mismo patrón de infidelidad que habías experimentado antes?
Por un lado, estabas profundamente enamorado de Rachel. Habías encontrado en ella una felicidad que pensabas haber perdido para siempre, y la idea de renunciar a ese amor te destrozaba por dentro. Pero, por otro lado, sabías que desafiar a tus padres tendría consecuencias devastadoras. Podrías ser alejado de tu hogar, de tus amigos, de toda tu vida en Cherryton, y enfrentarte a un futuro incierto y solitario.
Y luego estaba la perspectiva del matrimonio arreglado, una prisión dorada impuesta por la tradición y las expectativas familiares. ¿Podrías soportar vivir una vida sin amor, con una pareja que no habías elegido, con el constante temor de ser traicionado una vez más? La idea te llenaba de angustia y desesperación, pero al menos garantizaba la estabilidad y la aceptación de tu familia.
Te encontrabas atrapado en un dilema desgarrador, luchando entre el deseo de seguir tu corazón y el deber de obedecer a tus padres y preservar el honor familiar. ¿Qué camino elegirías, y a qué precio?
[...]
ACTUALIDAD...
La imagen de Rachel llorando se grabó en tu mente como un doloroso recordatorio de las consecuencias de tus decisiones. Sus lágrimas, reflejo de su dolor y su angustia, te perforaron el alma con una intensidad abrumadora. En ese momento, el peso de tu elección se hizo evidente, y el sufrimiento que causabas a la persona que más amabas te golpeó como un puñetazo en el pecho.
Sentiste cómo tu corazón se desgarraba en pedazos, cada lágrima que caía de los ojos de Rachel era como un corte profundo en tu ser. Quisiste correr hacia ella, abrazarla con fuerza y secar sus lágrimas, pero sabías que cualquier gesto de consuelo sería en vano mientras persistiera la amenaza de tus padres sobre vuestra relación.
El tormento de ver a Rachel sufrir por tu causa te dejó paralizado, atrapado en un remolino de culpa y desesperación. Te odiaste por ser la causa de su dolor, por haberla arrastrado a este torbellino de conflicto y sacrificio. En ese momento, el amor que sentías por ella se convirtió en una carga insoportable, una carga que te aplastaba con su peso abrumador.
Deseaste poder retroceder en el tiempo, deshacer tus acciones y evitar todo este sufrimiento. Pero sabías que no podías deshacer lo que ya estaba hecho, y te quedaste allí, impotente y desconsolado, mientras el eco de los sollozos de Rachel resonaba en tu mente, recordándote el precio devastador de tus decisiones.
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