El poder de Tai-Li : manos Infinitas

El grupo de Mei, compuesto por Jan Jan, Billsword, Mantaray, Padressa, Leoparmint, Big Serow, Ogre, C.O.T.B., Morgan y Goadon, avanzaba por los oscuros túneles. Mei, aún con lágrimas en los ojos por las palabras de Manatis, aunque no dirigidas directamente a ella, sentía el profundo amor y la emoción que las acompañaban. Jan Jan caminaba a su lado, tratando de consolarla, pero su preocupación era evidente.

"¿Te sientes mejor, señorita?" preguntó Jan Jan, con un tono suave y preocupado.

Mei se limpió las lágrimas con una mano y asintió, agradecida por su apoyo.

"Sí, Jan Jan... muchas gracias," respondió Mei, forzando una sonrisa débil, mientras Goadon observaba en silencio, atento a cada uno de sus movimientos.

"Al final, Golder cumplió su promesa..." comentó Goadon, su voz grave captando la atención de todos.

"¿Señor Goadon, usted conocía a ese...?" comenzó a preguntar Mei, pero Goadon negó con la cabeza.

"No, mi niña," respondió Goadon, su tono tranquilo. "No lo conocí personalmente, pero Golder me habló de la promesa que le hizo a ese anciano. A pesar de lo que se avecinaba, me dijo que Manatis siempre seguía sonriendo," dijo Goadon, esbozando una pequeña sonrisa. "Ahora estoy seguro de que está en paz, pues su última voluntad ha sido cumplida."

Las palabras de Goadon trajeron un rayo de consuelo al grupo, y todos esbozaron una sonrisa, aunque C.O.T.B. seguía sin comprender del todo el motivo de la emoción.

"Amigo..." llamó C.O.T.B. a Padressa, que descansaba en su hombro. "¿Por qué la usuaria Mei-Li mostró tanta emoción? No entiendo su comportamiento."

"A veces, los sentimientos de una persona son tan poderosos que pueden tocar a otros, aunque no se conozcan," explicó Padressa con una sonrisa amable. "Los sentimientos tienen el poder de conectar a todos."

"¿De verdad los sentimientos pueden conectar a todos?" preguntó C.O.T.B., aún desconcertado.

"Así es..." afirmó Padressa con seguridad. "Por ejemplo, tú mismo..." añadió, sorprendiendo a C.O.T.B. "Seguro que sientes algo dentro de ti, tal vez hacia el Doctor Whip o hacia mí, dado que me llamas 'amigo'."

"Afirmación incorrecta," replicó C.O.T.B., con un tono lógico y firme. "He dejado de ser un ser orgánico hace mucho tiempo. Mi naturaleza es principalmente tecnológica ahora. Soy más máquina que ser sintiente, por lo tanto, no puedo sentir nada por nadie."

Padressa sonrió con comprensión, como si ya hubiera anticipado la respuesta.

"Eso no es del todo cierto..." dijo Padressa con suavidad. "Tal vez tengas más componentes tecnológicos, pero eso no te quita la chispa que te permite sentir."

"Solicito una explicación," demandó C.O.T.B., claramente confundido.

Mientras la conversación continuaba, Jan Jan comenzó a quejarse del largo tiempo que llevaban en el túnel.

"Llevamos demasiado tiempo aquí," se quejó, apoyándose en una de las paredes con cansancio. "Tal vez nos hemos perdido... o tomamos el rumbo equivocado."

Antes de que pudiera terminar, un pasadizo secreto se abrió repentinamente, arrojándolo hacia atrás.

"¿Jan Jan, estás bien?" preguntó Mei, alarmada, acercándose rápidamente.

Jan Jan levantó un pulgar, señalando que no estaba herido. Mei suspiró aliviada y le tendió una mano para ayudarlo a levantarse. Los demás se giraron hacia el pasaje recién descubierto, donde una tenue luz brillaba al final del túnel.

"¿Un túnel secreto?" preguntó Billsword, mirando a Goadon, quien negó con la cabeza, sin conocimiento de la existencia de ese pasaje.

"Si es un atajo, mejor tomémoslo," dijo Mei con determinación, mientras comenzaba a caminar hacia el túnel, seguida por el resto del grupo. Mientras avanzaban, Mei no podía evitar preocuparse por sus amigos. Sus pensamientos fueron interrumpidos cuando el grupo emergió al final del túnel y se encontró en una nueva gruta.

"¿Otro lugar parecido al laboratorio de la trucha?" preguntó Mei, observando detenidamente a su alrededor, sus ojos explorando cada rincón de la extraña gruta.

"Señorita, Salmomancer es un salmón, no una trucha..." corrigió Jan Jan, con tono didáctico.

"Bueno, como sea..." respondió Mei, restándole importancia. "¿Y ahora de quién es este lugar?" añadió, mirando a Billsword, quien simplemente movió la cabeza en señal de desconocimiento.

"Lo siento, chica, pero esta vez no tengo idea de a quién pertenece este lugar," dijo Billsword, su voz llena de incertidumbre, mientras Mantaray recorría el entorno con atención.

"Este lugar..." murmuró Mantaray, examinando más de cerca el área. "Parece un campo de entrenamiento militar del Reino de Gloria, pero no se parece a ninguno que haya visto antes. No coincide con los campos de entrenamiento de ninguna división del ejército de Gloria."

Mientras todos revisaban el lugar, Goadon se acercó a un viejo escudo cubierto de polvo, junto a varias armas antiguas que reconoció al instante. Al limpiar el polvo del escudo, descubrió un logo que le resultaba extrañamente familiar. Su rostro se tensó y frunció el ceño al reconocer la insignia.

"Así que también reclutaron a uno de ellos..." pensó Goadon, mientras sus ojos se estrechaban al recordar viejas historias. Justo en ese momento, una sombra se movió rápidamente sobre ellos, deslizándose por el aire.

"¿Qué...?" exclamó Jan Jan, mirando hacia arriba, apenas logrando seguir el movimiento de la sombra, que aterrizó frente a ellos con una rapidez sorprendente.

Mientras Golder, Zhao y Salmomancer avanzaban rápidamente por el túnel en busca del resto del grupo, Zhao no podía dejar de formular preguntas, aunque sabía que solo una era verdaderamente urgente.

"Umm... Señor Salmomancer..." comenzó Zhao, haciendo que el imponente guerrero y mago salmón detuviera su paso y lo mirara con seriedad.

"¿Qué pasa?" preguntó Salmomancer, su voz resonando en el eco del túnel.

"Quería preguntarle algo..." dijo Zhao, su tono cargado de curiosidad, pero también de respeto.

Salmomancer lo miró fijamente, sus ojos reflejando tanto sabiduría como un toque de pesar.

"Si quieres saber por qué los ayudo," comenzó Salmomancer, "es porque ustedes me han devuelto la esperanza que el Maestro Manatis vio en mí. Al ayudarles, puedo honrar su memoria."

Zhao y Golder se miraron, sorprendidos por la profundidad de la respuesta. Sin embargo, Zhao tenía otra pregunta en mente.

"No, eso ya lo sabía..." dijo Zhao, un tanto confundido por la respuesta, pero decidido a profundizar. "Quisiera saber más sobre los Colmillos Feroces que mencionó. ¿Quiénes son realmente?"

Salmomancer frunció el ceño, tomando un momento para reflexionar antes de responder.

"Los Colmillos Feroces son el grupo élite de Caesar Shark," explicó Salmomancer. "Un equipo de guerreros con habilidades excepcionales. Nosotros conformamos el grupo Cuatro Bestias: dos expertos en magia y dos maestros del combate."

Zhao, completamente atento, absorbiendo cada palabra, se atrevió a preguntar lo siguiente.

"Entonces, ¿tú estás en la categoría de magia, verdad?" preguntó.

Salmomancer asintió con firmeza.

"Sí, así es. Y sobre los otros tres Colmillos, puedo decirte lo siguiente: Sealance es un misterio. Nadie sabe de dónde viene y nunca ha hablado de su pasado..." Salmomancer hizo una pausa antes de continuar. "Luego está Nut, un mago como yo, pero especializado en la magia antigua de la Tribu Terrestre."

Golder permaneció en silencio, asimilando la información, mientras que Zhao esperaba con más preguntas.

"¿Y el último de ellos?" preguntó Golder, ansioso por saber más.

Salmomancer suspiró profundamente, su rostro reflejando un toque de seriedad.

"El último es un chacal llamado Anubius..." respondió Salmomancer, su voz cargada de respeto y, a la vez, de preocupación.

Golder frunció el ceño.

"¿Nunca he oído hablar de él..." comentó, claramente desconcertado.

"Es comprensible..." dijo Salmomancer, con una leve sonrisa amarga. "Después de todo, Anubius formaba parte de una división especial creada en secreto por el antiguo Rey de Gloria."

El asombro de Golder aumentó.

"¿El padre de Liogre creó una división en secreto?" preguntó, su incredulidad evidente. "¿Pero por qué?"

Salmomancer miró hacia el frente, su mirada se volvió intensa, y su voz adquirió un tono grave.

"Esa pregunta tiene una respuesta sencilla," dijo Salmomancer, con autoridad. "Antes de que el Rey Liogre naciera, su padre, el antiguo Rey de Gloria, comenzó a temer que la paz entre los reinos fuera una ilusión frágil. Temía que amenazas invisibles pudieran surgir de cualquier rincón. Lo que comenzó como una preocupación pronto se convirtió en una obsesión. En su mente, los reinos vecinos se transformaron en posibles amenazas inminentes para la seguridad de Gloria."

"Para enfrentar este peligro, creó una división secreta compuesta por los guerreros y magos más hábiles. Su misión era realizar tareas de vigilancia y sabotaje, eliminando cualquier posible amenaza antes de que pudiera germinar. Actuaban en las sombras, protegiendo al reino con una ferocidad despiadada."

"¡Eso suena horrible!" exclamó Zhao, su rostro reflejando el horror. "¡El padre del Rey Liogre era como un Batman fuera de control!"

Salmomancer frunció el ceño, evidentemente confundido.

"¿Batman?" preguntó, intrigado.

"Un personaje ficticio, de algo llamado cómics," explicó Golder, mientras Zhao asentía para confirmar.

"Este tipo era extremadamente paranoico..." continuó Zhao. "En una historia, incluso llegó a crear planes para derrotar a sus propios aliados, porque pensaba que podrían convertirse en una amenaza."

"Eso describe perfectamente al padre del Rey Liogre en su momento," continuó Salmomancer, con un tono sombrío. "Esta división fue responsable de la desaparición de muchos reinos en diversas regiones. Algunos incluso fueron borrados de tal manera que nadie sabe que existieron."

Golder, visiblemente perturbado, miró a Salmomancer con una mezcla de duda y miedo, como si estuviera luchando por formular una pregunta incómoda.

"No te preocupes..." dijo Salmomancer, notando la preocupación de Golder. "El Reino de Bengal no fue objetivo de esa división. Pero muchos otros reinos sí lo fueron, y se han desvanecido de tal forma que se ha prohibido mencionarlos."

Zhao, ahora en completo silencio, absorbía la magnitud de la historia.

"¿Cómo se llamaba esta división?" preguntó Zhao, su curiosidad ahora teñida de inquietud.

Salmomancer lo miró fijamente, el peso de la historia reflejado en su rostro.

"Se llamaban los Dark Shadows..." dijo Salmomancer, con una solemnidad que caló en el ambiente. "El nombre reflejaba la velocidad con la que sus soldados se movían en la oscuridad, como sombras."

Salmomancer hizo una pausa, su rostro aún más grave.

"Esta división tenía varias categorías, pero Anubius pertenecía a la subdivisión más temida, conocida como los 'Cegadores'."

Zhao tragó saliva, el nombre resonando en su mente con una inquietante claridad.

"U... Una pregunta..." dijo Zhao, tratando de controlar su nerviosismo. "El nombre 'Cegadores' no es casualidad, ¿verdad?" Su voz temblaba, reflejando su creciente ansiedad.

Salmomancer lo miró con una expresión seria.

"Si estás pensando en asesinos..." dijo Salmomancer con un tono sombrío, "Sí, eso es exactamente lo que son."

El silencio que siguió fue cortado por un súbito movimiento detrás de ellos. Golder se dio la vuelta rápidamente, mientras Zhao, pálido como un fantasma, cayó al suelo, temblando.

"¡Ay, lo que nos faltaba! Un asesino ninja..." murmuró Zhao, su voz temblando de miedo.

"¿Qué pasa? ¿Te has asustado?" preguntó Salmomancer, confundido por el cambio abrupto en la actitud de Zhao, de valiente a aterrorizado.

Zhao se levantó con rapidez, intentando recuperar su compostura, pero sus piernas seguían temblando incontrolablemente.

"¡No es nada! ¿Qué tipo de guerrero sería si le tuviera miedo a eso?" replicó Zhao, pero su voz estaba lejos de sonar convincente.

Golder y Salmomancer intercambiaron una mirada, notando el temblor persistente de Zhao.

"Hmm... pregunta..." dijo Zhao, su voz aún vacilante. "¿Cuál es la especialidad de este tal Anubius?"

Salmomancer pensó por un momento antes de responder, señalándole que dejara de temblar.

"Primero, deja de temblar..." ordenó Salmomancer, viendo cómo las piernas de Zhao resonaban como maracas. "Y en segundo lugar, creo que Anubius es un caso especial."

Zhao y Golder se inclinaron hacia adelante, sus ojos fijos en Salmomancer.

"¿Un caso especial?" preguntó Golder, su curiosidad incrementada por el misterio.

"Sí..." confirmó Salmomancer, con una sombra de gravedad en su voz. "Anubius se mueve mucho más rápido que los demás, y su habilidad le ha ganado un apodo que le queda como anillo al dedo."

Mientras en la Gruta, Mei, Jan Jan y su grupo observaban cómo Anubius se levantaba, el ambiente se cargaba con una tensión palpable. Todos se pusieron en posición de combate, pero fue Goadon quien mostró la mayor sorpresa al ver al chacal allí. Su intuición sobre el escudo, que Caesar había reclutado a un miembro de la extinta División Dark Shadows, se confirmaba, pero nunca imaginó que ese miembro sería Anubius. La presencia de este chacal era una revelación aterradora, un giro inesperado que desbordaba cualquier previsión.

Mantaray también estaba nervioso, incapaz de creer que estaba frente a un miembro de esa división temida. Anubius, con su mirada helada, recorrió a cada miembro del grupo, poniendo a todos en alerta con su presencia ominosa y su aura de muerte inminente.

"Ustedes..." dijo Anubius de repente, su voz tan fría como el acero, haciendo que el aire se volviera espeso. "Deben ser los invitados del Señor Caesar."

El tono de Anubius caló hondo, congelando la sangre de todos los presentes. Goadon, con una expresión seria y una preocupación evidente, dio un paso al frente.

"De todos los que podía haber imaginado aquí..." murmuró Goadon, su voz cargada de una sombra de desolación. "Nunca pensé que serías tú, Anubius."

El nombre de Anubius resonó en el aire como una sentencia de muerte, sorprendiendo a cada uno de los presentes.

"¿Maestro Goadon...?" preguntó Jan Jan, su voz temblorosa. "¿Conoces a este chacal?"

Anubius mantenía su mirada gélida, incomodando especialmente a Mei.

"Sí..." respondió Goadon, su tono grave. "Es alguien muy peligroso. Perteneció a una división secreta del Reino de Gloria."

El resto del grupo miró a Goadon con creciente inquietud.

"¿Una división secreta del Reino de Gloria?" preguntó Morgan, la voz temblorosa por el miedo que le causaba la intensidad de la mirada del chacal.

"Los Dark Shadows..." añadió Mantaray, sorprendiendo a todos. "Con razón no pude identificar el campo de entrenamiento; este es el campo de los Dark Shadows."

Billsword miró a Mantaray, confundido y asombrado.

"¿Dark Shadows?" preguntó Billsword, tratando de comprender cómo su amigo sabía tanto sobre esa misteriosa división.

"Eran la división secreta fundada por el padre del Rey Liogre..." explicó Mantaray con seriedad. "Se especializaban en eliminar amenazas potenciales para el Reino de Gloria."

Mantaray continuó, su voz tensa pero firme, mientras la ansiedad en el grupo crecía.

"Sin embargo, había una subdivisión dentro de ellos que realmente infundía terror..." dijo Mantaray, su rostro pálido. "La subdivisión de los 'Cegadores', expertos en asesinatos."

El nombre de los Cegadores hizo que Mei se pusiera aún más nerviosa, el miedo palpable en su rostro.

"Y este tipo..." dijo Mantaray señalando a Anubius, "era uno de esos Cegadores. Pero es un caso especial. Su velocidad supera a la de los demás Cegadores, y su destreza y habilidad para matar son... aterradoras. Es por eso que ha ganado un apodo que refleja su formidable habilidad."

"¿Y cuál es ese apodo?" preguntó Morgan, los ojos fijos en Anubius, con una mezcla de curiosidad y horror.

El silencio se apoderó del grupo mientras Mantaray, con la voz quebrada, trataba de articular la respuesta. 

En el túnel, Zhao, Golder y Salmomancer se encontraban igualmente paralizados por el miedo ante las palabras de Mantaray.

"¿Cómo... cómo lo llamaban?" susurró Zhao, su voz apenas un hilo de angustia.

Salmomancer respiró profundamente antes de responder. La inquietud se expandió en el grupo de Mei mientras esperaban, tensos, conocer el apodo del temido chacal.

"Lo llamaban..." dijo Mantaray, mientras en ambos lugares, tanto en el túnel como en la gruta, todos contenían el aliento.

Con un tono cargado de terror, Mantaray y Salmomancer pronunciaron al unísono:

"La Muerte Susurrante."

El nombre resonó en ambos lugares como un eco sombrío. En el túnel, Zhao y Golder se quedaron petrificados, sus ojos llenos de horror. En la gruta, Mei y el resto del grupo se estremecieron ante el impacto del apodo, incapaces de comprender la magnitud de la amenaza que representaba.

"¿La... Muerte Susurrante?" balbuceó Big Serow, su voz llena de incredulidad y miedo.

Mantaray asintió lentamente, su expresión grave y sombría.

"Así lo llamaban porque sus víctimas solo podían susurrar en busca de ayuda antes de ser eliminadas por él..." explicó Mantaray, mientras Anubius observaba con una frialdad tan gélida que parecía capaz de congelar el aire a su alrededor.

"Veo que algunos de ustedes conocen mi nombre y la antigua división a la que pertenecía", dijo Anubius con una calma aterradora. "Si aún existiéramos, podríamos haber protegido el Reino de Gloria con la brutalidad necesaria, tal como lo deseaba el antiguo Rey."

Ogre, quien había escuchado relatos sobre su abuelo, se negó a aceptar la idea de que el rey que su padre, Liogre, había descrito como justo y noble, hubiera creado una división tan despiadada.

"¡Eso es mentira!" exclamó Ogre, su voz llena de indignación. "¡Mi abuelo fue un rey justo y noble, que creía en la paz entre reinos!"

"No es posible que alguien como él haya creado un grupo destinado a destruir otros reinos", continuó Ogre, su voz cargada de rechazo y desconfianza. "¡No lo creeré! ¡Nunca lo creeré!"

Mientras Ogre gritaba, el resto del grupo lo observaba con sorpresa, excepto Anubius, quien lo observaba con una frialdad calculadora.

"Príncipe Ogre..." comenzó Leoparmint, pero fue interrumpida por Anubius.

"Eres Ogre, hijo del actual rey, nieto del antiguo rey, y el futuro sucesor de tu padre, ¿me equivoco?" dijo Anubius, examinándolo de arriba abajo con una mirada helada. "Parece que tienes habilidades y coraje, similares a los de tu padre. Sin embargo, no es a ti a quien deseo enfrentar."

Anubius se giró hacia el resto del grupo, su mirada llena de determinación.

"A quien quiero enfrentar es a tu padre", dijo, mientras el grupo se preparaba para la inevitable confrontación.

"¡Si quieres llegar al rey, primero tendrás que pasar sobre todos nosotros!" exclamó Big Serow, adoptando una postura de combate, mientras sus compañeros tomaban posiciones.

Anubius soltó un suspiro de fastidio, su mirada despectiva fija en el grupo.

"Esta pelea es irrelevante en el nuevo mundo que el Señor Caesar está por construir", comentó con frialdad. "Además, no entiendo por qué luchan por un rey débil como Liogre."

Las palabras de Anubius encendieron la furia de Ogre.

"¡Mi padre no es ningún rey débil!" rugió Ogre, cargando su Cyclot con energía ardiente.

"Sí lo es..." continuó Anubius con desdén. "Si hubiera sido como tu abuelo, habría evitado las víctimas del Mega Tempest, habría derrotado a los piratas del Corazón de la Muerte y habría impedido el robo de la Parte de la Cabeza de la Godlot de fuego. Liogre no es apto para su puesto, ni él ni tú."

El enfado de Ogre alcanzó su punto máximo ante las palabras de Anubius.

"¡Flame Gatling!" rugió Ogre, disparando una lluvia de bolas de fuego hacia Anubius, que formaron una densa nube de polvo.

"Mi padre es un rey valiente, solidario, enérgico y abnegado, dispuesto a hacer lo que sea necesario para proteger a su gente, incluso sacrificar su vida", dijo Ogre con convicción. "Merece ser el rey, sin importar lo que digas."

La nube de polvo se disipó, revelando que Anubius ya no estaba en el lugar.

"¿Qué...?" preguntó Ogre, su sorpresa transformándose en confusión, cuando una fuerte patada lo golpeó desde atrás. Todos giraron, solo para ver a Anubius materializarse tras el ataque.

"¿Acaso olvidaste lo que dijeron sobre mí?" dijo Anubius con una frialdad implacable, antes de moverse con rapidez y golpear a Ogre en el estómago con su rodilla.

"Soy más rápido que cualquiera de los Dark Shadows y que cualquier guerrero en el reino", añadió Anubius con tono de superioridad. Con un giro fluido, lanzó a Ogre a un lado con una patada poderosa, dejándolo fuera de combate.

Anubius presionó un interruptor en su muñeca, y de inmediato, una caja flotante y transparente apareció sobre ellos. Ogre fue transportado dentro de ella, atrapado y suspendido en el aire.

"¡¿Qué demonios?!" exclamó Morgan, mirando atónito la caja flotante, antes de ser sorprendido por Anubius. Una rápida patada de este lo dejó inconsciente y lo transportó, junto con Ogre, a la prisión luminosa que se alzaba sobre el campo de batalla.

Con voz fría y calculadora, Anubius se dirigió al resto del grupo.

"La verdad, no tengo intención de matarlos..." dijo con frialdad. "Sería un desperdicio de talento y potencial para la armada del Señor Caesar. Los derrotaré y los mantendré encerrados allí arriba hasta que el Señor Caesar regrese con Dragul."

El grupo se puso nervioso ante la amenaza de Anubius.

"¡¿Acaso planeas convertirnos en monstruos biotecnológicos?!" preguntó Big Serow, cargando su Cyclot con energía verde. "¡Pues no lo permitiré! ¡Branch Horn!"

Big Serow liberó una ráfaga de energía que se transformó en unos poderosos cuernos dirigidos hacia Anubius.

"Patético..." murmuró Anubius, moviéndose con una agilidad sobrehumana para esquivar el ataque.

"¡Maldita sea!" bramó Big Serow, frustrado. Apenas tuvo tiempo de reaccionar antes de que Anubius apareciera detrás de él. Con un susurro, Anubius ejecutó su técnica "Shadow Illusion."

Un golpe certero estampó la cabeza de Big Serow contra el suelo, dejándolo inconsciente y rompiendo una de sus astas. El impacto horrorizó a todos los presentes.

"¡Big Serow!" gritó Leoparmint, corriendo hacia él. Sin embargo, ella, Billsword y Mantaray fueron inmediatamente atacados por varios clones de Anubius.

La velocidad y precisión de los clones dejaron a los héroes sin tiempo para reaccionar. En un abrir y cerrar de ojos, fueron transportados a la caja flotante junto con Big Serow, donde se encontraron con Ogre y Morgan, que yacían heridos.

Padressa, aterrado pero decidido, cargó su Cyclot para enfrentarse a Anubius. Sin embargo, C.O.T.B., actuando de forma instintiva, lo sujetó, rompiendo su concentración.

"¡¿Qué estás haciendo, C.O.T.B.?!" preguntó Padressa, alarmado.

"Confrontación pone en peligro a amigo..." dijo C.O.T.B. con firmeza. "Yo proteger..."

C.O.T.B. no pudo terminar su oración. Los clones de Anubius lo golpearon con brutalidad mientras él intentaba proteger a Padressa. Ambos fueron finalmente transportados a la caja flotante, uniéndose a los demás prisioneros.

Así, solo Goadon, Mei y Jan Jan quedaron enfrentando a Anubius, quien permanecía implacable y en control de la situación.

"Ahora solo quedan ustedes tres..." anunció Anubius, desvaneciendo a sus clones con un gesto despectivo. "Prepárense, porque cuando termine con ustedes, Liogre y ese humano que tienen como mascota serán los siguientes."

Con un rugido feroz, Anubius lanzó una patada devastadora hacia Mei, Jan Jan y Goadon.

"¡Warrior Spirit, Access On!" exclamó Mei, mientras su Tamer Link junto con la armadura de Jan Jan secubrían con brillantes líneas de luz, que comenzaron a recorrer sus superficiesen patrones intrincados, como un circuito vivo, convergiendo hacia los Cyclots, los cuales brillaron  al unísono, iluminándose con un resplandor sincronizado que llenó el lugar con una energía imponente y palpable.

"¡Cross Fusion!" gritaron Mei y Jan Jan al unísono, envolviéndose en una resplandeciente luz rosada justo antes de que la patada los alcanzara. El impacto generó una densa nube de polvo, pero cuando se disipó, Anubius descubrió, sorprendido, que sus adversarios habían desaparecido. No fue eso lo que lo inquietó, sino la poderosa presencia que sentía a sus espaldas.

"Me preguntaba cuándo ustedes dos harían esto..." murmuró Anubius, girándose lentamente para enfrentar la figura que comenzaba a materializarse envuelta en luz. Sobre la espalda de esta figura, Goadon yacía, inmóvil, pero cargado con cuidado.

La luz se desvaneció, revelando a Tai-Li, la Maestra del Poder. Anubius la observó con una mezcla de interés y respeto.

"Así que finalmente aparece Tai-Li..." dijo Anubius, su tono cargado de expectación.

Mientras tanto, en el túnel cercano, Zhao y Golder observaban a través de un hechizo de proyección de Salmomancer, vislumbrando la feroz batalla en la gruta.

"Este tipo da miedo..." comentó Zhao, su voz temblorosa. "Ni siquiera pude ver cuándo se movió, simplemente apareció en todos lados de repente."

"Y esa técnica rara que usó contra el resto..." añadió Golder, preocupado. "Nunca había visto algo así... y creo que el Maestro Goadon tampoco."

"De hecho, tu maestro conoce muy bien esa técnica..." intervino Salmomancer, captando la atención de Zhao y Golder.

"¿De qué hablas?" preguntó Golder, su curiosidad ahora completamente despertada.

"Será mejor que lo veas tú mismo..." respondió Salmomancer, mientras todos se enfocaban de nuevo en la intensa confrontación en la gruta.

En la gruta, la tensión se palpaba en el aire mientras Tai-Li y Anubius se observaban fijamente. Tai-Li colocó a Goadon suavemente sobre el suelo, su rostro mostrando una evidente preocupación.

"Señor Goadon, será mejor que se quede al margen de esto," dijo Tai-Li, su tono autoritario.

Goadon, sin embargo, se levantó con firmeza, rechazando la sugerencia de Tai-Li.

"No soy un anciano indefenso. Puedo pelear," replicó Goadon, poniéndose en posición de combate.

Anubius observó la escena con una frialdad imperturbable.

"Si van a enfrentarse a mí los dos..." dijo Anubius, mientras Tai-Li y Goadon se preparaban para la batalla. "Será mejor que sea una pelea pareja."

Con un movimiento ágil, Anubius invocó su técnica.

"Shadow Illusion," murmuró, creando un clon de sí mismo que, junto con él, se lanzó hacia Tai-Li y Goadon con rapidez letal.

Tai-Li no perdió el tiempo y contraatacó.

"¡Shé wén shíhuǒ!" gritó, disparando un rayo de fuego que perseguía a su objetivo con implacable precisión.

Anubius observó el ataque con una mezcla de interés y seriedad.

"Un ataque que persigue a su objetivo..." comentó Anubius, observando la maniobra con una creciente fascinación. "Interesante..."

Mientras Tai-Li se centraba en el ataque, un clon de Anubius emergió sigilosamente desde detrás de ella, preparándose para atacarla por sorpresa. Goadon, alerta y decidido, intervino de inmediato. Con un movimiento ágil, lanzó al clon que lo enfrentaba hacia un lado, evitando que el otro atacara a Tai-Li.

"¡Painless Point!" exclamó Goadon, liberando una onda de energía en forma de mano que arrasó con los dos clones de Anubius, destruyéndolos con una precisión letal.

"Gracias, Señor Goadon," dijo Tai-Li, mirando al maestro con una expresión de gratitud.

Goadon sonrió brevemente, pero su expresión se tornó grave al dirigirse a Anubius.

"Dijiste que sería una pelea pareja. Esto no es justo," recriminó Tai-Li, con un tono de indignación.

Anubius la miró con calma, su voz cargada de confianza y serenidad.

"Al contrario..." dijo Anubius. "Dada la presencia de Goadon el Letal, es bastante equilibrado tener dos de mis clones en el campo."

La declaración de Anubius dejó a todos presentes en un estado de confusión, como si acabara de desatar una verdad inesperada.

"Señor Goadon..." preguntó Tai-Li, frunciendo el ceño, "¿Qué quiere decir con ese título?"

Goadon, visiblemente incómodo, bajó la cabeza sin decir palabra alguna, mientras la inquietud se apoderaba del grupo.

"¿Goadon el Letal?" preguntó Zhao, su voz cargada de incredulidad mientras observaba la proyección a través de Salmomancer. "¿Qué significa eso?"

Golder, igualmente confundido, negó con la cabeza, sin conocer ese apodo de su maestro. Miró a Salmomancer con una mezcla de ansiedad y desconfianza.

"¿Qué sabes tú al respecto?" inquirió Golder, frunciendo el ceño. "¿Por qué no nos habías contado nada?"

Salmomancer suspiró profundamente, como si el peso de la verdad fuera casi insoportable.

"No lo dije porque no quería que la imagen que tienen de su maestro se viera manchada..." dijo Salmomancer, su voz cargada de pesar. "Ese apodo proviene de una época en la que..."

Mientras tanto, en la gruta, Tai-Li y el resto observaban la batalla con creciente intriga. Anubius había llamado a Goadon por un nombre que ninguno de ellos comprendía. Goadon, con la cabeza baja, parecía perdido en sus pensamientos, mientras Tai-Li lo miraba preocupada.

"¡Señor Goadon!" gritó Ogre desde la caja flotante, desesperado. "¿Por qué lo está llamando así? ¡Por favor, responda!"

Goadon permaneció en silencio, su cabeza aún agachada. Tai-Li, visiblemente preocupada, miró a Anubius, quien lo observaba con desdén.

"Así que no has revelado nada, ¿verdad?" preguntó Anubius con un tono cargado de desprecio. "No te culpo, claro. El Antiguo Rey prohibió divulgar información sobre los Dark Shadows para protegernos tras su disolución."

El comentario de Anubius dejó a todos boquiabiertos.

"¿Qué demonios estás diciendo?" preguntó Tai-Li, su voz tensa.

Anubius la miró con una expresión sombría.

"Ese anciano al que tanto admiran solía ser miembro de los Dark Shadows... para ser exactos, era el general de toda la división," reveló Anubius, dejando a todos en estado de shock.

"¡¿Qué?!" exclamaron Ogre y los demás desde la caja.

"¿El Señor Goadon era...?" dijo Leoparmint, atónita ante la revelación.

"¡El general...!" completó Jan Jan desde el interior de la mente de Tai-Li.

"...de los Dark Shadows?!" añadió Zhao desde el túnel, mirando la proyección con incredulidad, mientras Golder permanecía paralizado por la sorpresa.

En medio del fragor de la batalla, Tai-Li se acercó a Goadon, quien permanecía inmóvil como una estatua. La preocupación en su rostro era palpable.

"Señor Goadon..." dijo Tai-Li, su voz temblando con incertidumbre. "¿Es cierto?"

No hubo respuesta inmediata. Goadon, con la cabeza gacha y el rostro en sombras, parecía resistirse a hablar. Tai-Li, con la desesperación creciendo, insistió:

"Por favor, responda, Señor."

Finalmente, Goadon, visiblemente reacio, cedió ante la insistencia de Tai-Li. Sus palabras, aunque susurradas, resonaron con una claridad inquietante.

"Sí..." dijo Goadon, dejando a todos impactados.

"Antes de enseñar en la academia, trabajé para la división que el padre de Liogre creó en su momento," explicó Goadon, su voz cargada de vergüenza. "Al principio, acepté participar en misiones de sabotaje, en caso de rebeliones o ataques enemigos cercanos."

Golder y Zhao observaban la escena a través de la proyección mágica de Salmomancer, sus miradas llenas de incredulidad.

"Mi apodo, Goadon el Letal, surgió porque mis golpes eran certeros, al punto de que podía eliminar a cualquier adversario con un solo impacto," continuó Goadon, su tono sombrío mientras el peso de sus palabras llenaba el aire.

Golder, atónito, murmuró:

"Maestro..."

Salmomancer, viendo la angustia en los ojos de Golder, explicó con tono grave:

"Por eso no quería decírtelo. Sabía que no me creerías hasta que lo vieras tú mismo... Además, no quería que conocieras esa faceta de tu maestro."

Zhao, aún incapaz de asimilar la revelación, se aferró a la esperanza.

"Pero... el señor Goadon no es como ese monstruo," dijo Zhao, manteniendo la fe en su maestro. "Debe haber ocurrido algo que hizo que el señor Goadon cambiara su perspectiva."

En la gruta, el aire seguía tenso mientras Tai-Li y Goadon intercambiaban palabras duras. Fuera de la batalla, en el túnel, Zhao observaba la confrontación a través de la proyección mágica de Salmomancer, esperando que la verdad revelada no fuera toda la historia.

"Sin embargo, pronto me di cuenta de que las misiones se volvían cada vez más extremas..." continuó Goadon, su voz cargada de pesar. "Empezamos a recibir órdenes de atacar ciudades y reinos vecinos sin ninguna evidencia de crimen. Creyendo que todo era un error, decidí acudir al padre de Liogre para aclararlo. Para mi sorpresa y horror, él confirmó que había sido él quien ordenó esas misiones."

Ogre, desde su posición elevada, no podía creer lo que escuchaba acerca de su abuelo. Goadon continuó, su voz temblando de emoción reprimida.

"Le exigí explicaciones sobre por qué lo había hecho, pero él solo me dijo que estaba exagerando, que no debía preocuparme, que todo lo que hacía, y lo que los Dark Shadows hacían, era por el bien de Gloria. Me sentí furioso y profundamente traicionado, pero él no quiso escucharme. Me ordenó que me callara..."

El resentimiento y la vergüenza se filtraban en las palabras de Goadon, mientras sentía la pesada mirada de Golder, quien lo observaba a través del hechizo de proyección.

"Y no estaba equivocado..." interrumpió Anubius, su tono frío y cortante. "Gracias a nosotros, el reino de Gloria estuvo realmente protegido de las amenazas que acechaban fuera de sus fronteras."

Goadon reaccionó bruscamente, su voz se alzó con indignación.

"¡Eso no es cierto!"

Anubius se mostró sorprendido ante el cambio repentino en el tono de Goadon. Este, enfurecido, continuó:

"Le dije que atacar reinos, ciudades o bestias que no habían cometido ningún crimen, guiados solo por la paranoia, era un acto bárbaro. Pero él no quiso escucharme. Me ordenó que me preparara para otra misión. Enfurecido, renuncié a mi cargo de General, advirtiéndole que algún día abriría los ojos, pero de la peor manera."

Las lágrimas surcaban las mejillas de Goadon mientras su voz se quebraba, su dolor era palpable. De repente, Anubius, con una rapidez despiadada, lanzó un golpe brutal al estómago de Goadon, enviándolo a volar por el aire. En un movimiento ágil, Anubius le dio una patada final, lanzándolo con fuerza hacia la caja flotante, donde los demás prisioneros ya estaban. La escena dejó a Tai-Li horrorizada, incapaz de apartar la vista del brutal despliegue de fuerza.

Big Serow despertó de su estado inconsciente al ver cómo Goadon era arrojado a la caja por la brutal patada de Anubius. Con un grito angustiado, se lanzó hacia el anciano, atrapándolo en el aire y llevándolo cuidadosamente al suelo de la caja.

"¡Maestro Goadon!" exclamó Big Serow, su voz cargada de preocupación mientras colocaba a Goadon a salvo sobre el suelo.

"¡Viejo, por favor, aguanta!" pidió Billsword, viendo cómo las lágrimas corrían por las mejillas de Goadon, no solo por el golpe recibido, sino por el dolor de desvelar un pasado que había preferido mantener oculto.

"Yo..." jadeó Goadon, sollozando, mostrando una vulnerabilidad inusitada en él. Big Serow lo abrazó con firmeza.

"No tienes que explicar nada, Maestro," dijo Big Serow, con voz comprensiva, intentando consolar a su mentor.

Mientras tanto, en el campo de batalla, Tai-Li y Anubius continuaban su feroz enfrentamiento. La calma de Anubius había desaparecido, y su furia era palpable.

"¡Ya estoy cansado de tus palabrerías sin sentido!" rugió Anubius, perdiendo la compostura mientras Tai-Li se lanzaba hacia él con determinación. Anubius, con agilidad implacable, le propinó un golpe devastador, lanzándola hacia un costado. A pesar del impacto, Tai-Li logró resistir y se reincorporó rápidamente, preparándose para continuar la lucha.

Anubius, con lágrimas de rabia en los ojos, siguió hablando, su voz cargada de dolor.

"El antiguo Rey era sabio, conocía la verdad. Sabía que la paz en la que vivíamos era solo una ilusión, por eso creó a los Dark Shadows para protegernos. Pero cuando nació Liogre, bajó la guardia. Fue en ese momento, cuando estaba distraído, que su esposa fue asesinada por una bestia enemiga. Todo por culpa de Liogre. Y después de esa tragedia, el Rey disolvió a los Dark Shadows sin razón alguna, todo por ese maldito león."

La furia y el dolor de Anubius eran evidentes, y Tai-Li, mientras escuchaba, comenzó a sospechar que su ira no era solo una cuestión de convicciones. Había algo mucho más profundo y personal detrás de su rencor. Golder y Zhao, observando la escena a través de la proyección de Salmomancer, compartieron la misma inquietud.

"Señor Salmomancer," dijo Zhao, captando la atención del anciano. "Usted mencionó que Anubius era un caso especial, pero no creo que sea solo por sus habilidades. ¿No hay algo más?"

Salmomancer asintió solemnemente mientras abría un pasadizo secreto en el túnel.

"Te lo explicaré después de que lleguemos a ayudar a tus amigos," respondió Salmomancer, entrando en el pasadizo con Golder y Zhao a su lado, preparándose para unirse a la batalla.

Mientras en la gruta Tai-Li y Anubius continuaban su feroz enfrentamiento, una creciente sospecha se formaba en la mente de Tai-Li. A pesar de la frialdad y la lealtad de Anubius como soldado, su reacción desmesurada al escuchar las palabras de Goadon y su acusación hacia Liogre sobre el asesinato de su madre y la abuela de Ogre resultaban inquietantes. Nadie haría tales afirmaciones sin tener un vínculo profundo con los implicados.

"Oye, chacal..." dijo Tai-Li, su voz firme mientras observaba a Anubius, quien le respondió con una mirada de furia intensa.

"¿Qué quieres?" gruñó Anubius, claramente molesto. "¿Acaso estás a punto de rendirte?"

"No..." contestó Tai-Li con determinación. "Quiero saber algo sobre ti."

El ceño de Anubius se frunció, su paciencia claramente al límite.

"¿Qué es lo que quieres saber?" preguntó, su impaciencia evidente.

Tai-Li respiró hondo, recogiendo sus pensamientos antes de hablar.

"Tu reacción al escuchar las palabras del señor Goadon fue desproporcionada. Y la forma en que acusas a Liogre de la disolución de los Dark Shadows me parece sospechosa..." explicó Tai-Li, haciendo que Anubius la mirara con una mezcla de nerviosismo y desconcierto.

"Pero lo que realmente me intriga," continuó Tai-Li, su semblante endurecido, "es cómo hablas del asesinato de la madre de Liogre, y cómo lo culpas por ese hecho. Me hace pensar..." Tai-Li se detuvo un momento, dejando que sus palabras pesaran en el aire. "Tú y la familia de Liogre estaban muy unidos, ¿verdad?"

La pregunta flotó entre ellos, cargada de implicaciones. Tai-Li mantenía su mirada fija en Anubius, esperando que la respuesta del chacal revelara más de lo que estaba dispuesto a compartir.

Mientras tanto, Regulus, Atlas y Zephyrus seguían avanzando por el túnel, sus pensamientos nublados por las recientes palabras de Manatis. Aunque habían logrado mantener la calma y contener sus lágrimas tras escuchar esas conmovedoras palabras, las memorias de las mismas seguían resonando en sus corazones.

"No importa quién haya pronunciado esas palabras..." dijo Atlas, su voz profunda y reflexiva. "Se puede notar que realmente apreciaba a ese tal Salmomancer."

Dentro de la mente de Atlas, Killer Shark permanecía en silencio, absorbiendo cada palabra mientras meditaba sobre el pasado.

"Mocoso..." murmuró Killer Shark, su tono cargado de nostalgia.

"¿Qué sucede, amigo?" preguntó Atlas telepáticamente.

"Salmomancer era un miembro de mi banda de piratas..." se sinceró Killer Shark, su voz grave. "Siempre mantenía en secreto el origen de su magia. Aunque todos creían que era fruto de su formación en la academia, yo sabía que había algo más."

Killer Shark continuó, sus palabras impregnadas de un tono más sombrío.

"Un día, fui a exigirle que revelara toda la verdad, pero cuando llegué a su camarote, él estaba dormido. Escuché su llanto y murmullos en sus sueños. Decía 'Maestro Manatis', mientras las lágrimas caían de sus ojos. Aunque en ese entonces era cruel y violento, algo en mí decidió no entrar a forzarlo. No sé ni por qué actué de esa manera..."

Atlas, en silencio, comprendía la complejidad de la situación.

"Quizás ya comenzabas a cambiar para mejor..." dijo Atlas con un tono ligeramente burlón, lo que provocó una leve sonrisa en el rostro de Killer Shark.

"Puede ser..." respondió Killer Shark, una sonrisa melancólica cruzando su rostro. "Quizás así fue."

Mientras tanto, en el mundo real, Zephyrus conversaba con Eagle, que flotaba en el interior de su mente.

"¿No crees que quien pronunció esas palabras lo hizo con un significado profundo?" preguntó Zephyrus, su tono cargado de reflexión.

Eagle asintió solemnemente.

"Es cierto..." confirmó Eagle. "La voz de quien habló, la forma en que lo dijo, es difícil de describir. Fue... algo indescriptible."

Zephyrus, comprendiendo el sentimiento, respondió.

"Quizás lo que buscas para describir esas palabras es que son palabras que llegan hasta el corazón." Dijo Zephyrus tocándose el pecho.

Eagle asintió de nuevo, una leve sonrisa cruzando su rostro.

"Es verdad..." admitió Eagle, tocándose también el pecho. "Son palabras que llegan al corazón."

Mientras tanto, Regulus y Liogre mantenían una conversación similar. Liogre, sumido en el silencio dentro de la mente de Regulus, meditaba sobre las palabras que había escuchado.

"Nunca imaginé que Salmomancer tuviera un corazón tan grande, y aún más, que tuviera una fuente de inspiración tan generosa, que lo motivó a convertirse en mago..." comentó Liogre, rompiendo el silencio que había envuelto su mente.

Regulus, con una chispa de optimismo en sus ojos, respondió.

"A veces, quienes creemos conocer mejor nos sorprenden de maneras inesperadas. Quizás después de todo esto, Salmomancer pueda unirse a nuestro bando, al igual como lo hizo Killer Shark," añadió Regulus, su entusiasmo evidente.

Liogre, sin embargo, no compartía completamente la opinión de Regulus. Aunque no era imposible que alguien cambiara, como lo hicieron Mantaray y Billsword, su experiencia con Killer Shark era distinta. A pesar de las señales de cambio en Killer Shark, no podía olvidar el dolor que él mismo y el Reino de Gloria habían sufrido.

Liogre miró sus brazos, recordando la invasión y el momento en que Killer Shark lo había atacado con brutalidad, estirando sus brazos sin piedad hasta dislocarlos. Aunque las heridas ya se habían curado gracias a los cuidados de Wonderiever, no podía olvidar las palabras que el médico le había dicho tras la invasión de los piratas de Killer Shark.

Flashback

Liogre yacía en la cama del hospital del Reino, exhausto y con un dolor punzante tras el feroz combate contra Killer Shark. A su lado, Wonderiever estaba sentado en una silla, su rostro una mezcla de preocupación y determinación.

Liogre, todavía tambaleándose debido a las heridas, intentaba levantarse, su deseo de reconstruir la ciudad ardiendo en su interior.

"¡Mi Rey, por favor, cálmese!" exclamó Wonderiever, intentando evitar que se levantara.

Pero Liogre, tenso y obstinado, ignoró las advertencias y continuó esforzándose por levantarse.

"No..." dijo con voz firme, apretando los dientes ante el dolor. "Debo reconstruir la ciudad."

Un dolor intenso recorrió sus hombros, y Liogre soltó un gemido de dolor, llevándose las manos a las heridas. Al ver su sufrimiento, Wonderiever lo observó con seriedad, su rostro marcado por una creciente preocupación.

"Wonderiever..." dijo Liogre con voz entrecortada, esforzándose por hablar a través del dolor. "¿Por qué me miras así?"

Wonderiever se levantó de la silla y se acercó a la cama, su expresión grave. Liogre notó algo en su mirada, una tensión que nunca antes había visto.

"Mi Rey, por favor, siéntese," pidió Wonderiever con suavidad, pero con un tono que denotaba urgencia. "Necesito explicarle algo muy importante."

Confuso y algo alarmado, Liogre se acomodó en la cama. Wonderiever lo miró con intensidad, respirando hondo antes de hablar.

"Mi Señor, debo ser honesto con usted acerca de la situación con sus brazos..." comenzó Wonderiever, sus palabras pesando en el aire.

Liogre frunció el ceño, su preocupación creciendo.

"¿Qué pasa con ellos?" preguntó, alarmado.

Wonderiever respiró hondo y continuó.

"Aunque su recuperación ha sido notable, el daño en sus brazos es considerable. La movilidad que tenía anteriormente se ha visto severamente comprometida. La rigidez que persiste podría mejorar con el tiempo, pero hay efectos a largo plazo que no desaparecerán."

Liogre se tensó, sin comprender completamente.

"Déjate de rodeos, Wonderiever..." ordenó Liogre, su voz comenzando a reflejar una creciente ansiedad. "Dímelo de frente."

Wonderiever respiró profundamente, tomando un momento antes de continuar.

"Mi Rey, es crucial que entienda la gravedad de su situación. La rigidez en sus brazos no solo le causará dolor, sino que limitará su capacidad para moverlos con la agilidad que solía tener. Esto afectará gravemente su habilidad para luchar, dejándolo vulnerable en combate." Wonderiever hizo una pausa, dejando que la información calara en Liogre.

Las palabras de Wonderiever cayeron sobre Liogre como un golpe. Su mente comenzó a procesar la magnitud de lo que se le estaba diciendo, pero Wonderiever lo interrumpió antes de que pudiera hablar.

"Si no tiene cuidado y se sobrecarga demasiado pronto, el daño podría empeorar y volverse irreversible," dijo Wonderiever, su tono sombrío.

Liogre, temblando ante la idea, preguntó con voz quebrada:

"¿Irreversible? ¿Qué quieres decir con eso?"

Wonderiever suspiró y se acercó un poco más.

"En el peor de los casos, si el daño empeora, podrías perder por completo la capacidad de mover tus brazos," explicó, su rostro reflejando pesar. "Sin embargo, con paciencia y cuidado, podrías minimizar los efectos y recuperar algo de lo que has perdido."

Liogre quedó en silencio, procesando la gravedad de las palabras de Wonderiever. La idea de perder la capacidad de luchar, su fortaleza, lo llenó de terror.

"Tu fortaleza siempre ha sido tu mayor activo, Rey Liogre," dijo Wonderiever con firmeza, pero también con un tono esperanzador. "Ahora será tu paciencia y tu capacidad para adaptarte lo que te permitirá superar esto. La rehabilitación será esencial, y deberás evitar cualquier esfuerzo excesivo."

Wonderiever se levantó de la silla y se acercó a la puerta. Antes de salir, se detuvo y miró a Liogre una vez más, su expresión seria pero comprensiva.

"Mi recomendación es que tomes las precauciones necesarias para evitar cualquier tipo de sobrecarga física. La recuperación será difícil, pero es tu única opción."

Liogre se quedó solo en la cama, la habitación silenciosa, llena de un pesado vacío. Las palabras de Wonderiever retumbaban en su mente, y miró sus brazos inmóviles, su mente llena de desesperanza.

"¿No podré... ya no podré... mover mis brazos?" murmuró, con un nudo en la garganta, la desesperación y el miedo mezclándose en su voz.

Fin del Flashback

"Yuju... Liogre... Hello... ¿estás bien?" preguntó Regulus con preocupación, sacando a Liogre de sus pensamientos mientras flotaba en el vasto paisaje mental, dentro de la mente de Regulus.

"Sí..." respondió Liogre, esforzándose por recuperar la compostura. "Solo... estaba reflexionando sobre muchas cosas, nada más."

Regulus, aliviado al ver que Liogre parecía recuperado, exhaló con una ligera sonrisa.

"Te llevaba un buen rato en silencio y me preocupé... Pero me alegra saber que estás bien."

A pesar de las palabras tranquilizadoras de Regulus, Liogre seguía perdido en las inquietantes advertencias de Wonderiever. El resentimiento hacia Killer Shark y las dudas sobre lo que el futuro le deparaba se reflejaban en su rostro con una claridad que no podía ocultar.

"¿Eh?" exclamó de repente Regulus, sus ojos captando algo extraño.

"¿Qué sucede?" preguntó Liogre, ahora curioso, al observar a través de los ojos de Regulus. En el mundo real, una gigantesca medusa blanca se deslizaba ante ellos, moviéndose como si danzara con una gracia etérea.

"¿Qué es eso? ¿Una medusa?" preguntó Atlas, mientras una gota de sudor recorría su sien, acompañado de Zephyrus y Regulus. En el paisaje mental de los tres guerreros, Liogre, Eagle y Killer Shark compartían la misma mirada de desconcierto sudoroso.

"Parece que sí, aunque nunca he visto una medusa tan grande ni realizando un baile tan extraño", comentó Killer Shark, desde el paisaje mental de Atlas, mientras la medusa, con movimientos fluidos, dirigía su atención hacia ellos.

Regulus, Atlas y Zephyrus se pusieron en guardia, preparados para cualquier eventualidad. Sin embargo, la medusa no mostraba señales de hostilidad.

"Kura... Kura..." murmuró la medusa, sus tentáculos moviéndose de manera elegante y abriendo un pasaje secreto. "Por aquí, Kura Kura."

Con cada movimiento de sus tentáculos, la medusa continuaba con su danza, invitándolos a seguirla. Regulus, Atlas y Zephyrus intercambiaron miradas de duda y confusión, sin saber si aquello era una broma o una verdadera invitación.

"Sigámosla", dijo Regulus, tomando la iniciativa, aunque Zephyrus lo detuvo con una expresión llena de cautela.

"¿Y si es una trampa?", preguntó Zephyrus, su voz cargada de desconfianza.

Atlas, con una actitud decidida, respondió sin dudarlo.

"Si es una trampa, sabremos cómo manejarnos. Vamos."

Con esa determinación, Atlas dio un paso al frente, guiando a Regulus y Zephyrus hacia el túnel que la medusa había señalado con su tentáculo, sin saber qué les esperaba al otro lado.

Mientras en la gruta, Tai-Li y Anubius se encontraban en medio de un enfrentamiento cargado de tensión. La pregunta de Tai-Li había dejado a Anubius visiblemente perturbado.

"¿Qué... qué fue lo que preguntaste?" balbuceó Anubius, luchando por mantener la compostura mientras Tai-Li lo observaba con una mirada implacable.

"Si tú y la familia de Liogre estaban muy unidos", repitió Tai-Li, su mirada fija en Anubius con una determinación que no dejaba espacio para evasivas. "Por tu reacción, diría que he acertado."

Incapaz de soportar más la presión, Anubius reaccionó con violencia, lanzándose al ataque. Tai-Li, con reflejos perfeccionados por su entrenamiento, esquivó el golpe con agilidad.

"¡Señorita!" intervino Jan Jan desde el pasaje mental, su voz resonando en la mente de Tai-Li.

"Lo noté..." respondió Tai-Li mentalmente, comprendiendo la implicación de las palabras de su compañero. "Su ataque fue impulsivo. Claramente, guarda una vendetta personal contra Liogre."

Mientras Tai-Li evitaba otro ataque de Anubius, se apoyó en un poste de entrenamiento con destreza, su equilibrio impecable. Miró hacia donde estaban Goadon y el resto dentro de la caja, y el sonido de una puerta abriéndose captó su atención. Zhao, Golder y Salmomancer habían llegado para ayudar.

"¡Chicos!" exclamó Tai-Li, saltando para ponerse entre ellos y Anubius. "¿Cómo llegaron aquí? ¿Y qué hace aquí ese pez?" preguntó con urgencia, sin apartar la mirada de Anubius, que continuaba enfurecido.

"Larga historia..." murmuró Zhao, junto a Golder y Salmomancer, mientras se colocaban en posición de combate. "Vinimos a ayudarte con este tipo."

Tai-Li, sin embargo, rechazó la oferta de inmediato. "Agradezco la ayuda, pero no la necesito por ahora."

Zhao, Golder y Salmomancer se miraron, confundidos. "Entonces, ¿qué necesitas de nosotros?" preguntó Zhao, sin apartar la vista de Anubius.

"Quiero que encuentren una forma de liberar a los demás de esa caja..." dijo Tai-Li, señalando la caja donde estaban los prisioneros. Golder, al observar las heridas de Goadon, se dio cuenta con creciente preocupación de que su maestro estaba gravemente dañado. La furia en sus ojos se volvió palpable al darse cuenta de que Anubius había sido el causante de su sufrimiento.

"¡Maldito mal nacido!" gruñó Golder, la rabia evidente en su voz. Sin embargo, Tai-Li lo detuvo con un gesto firme.

"Lo sé, pero ahora necesitamos que tú, Zhao y ese pescado ayuden a los demás", ordenó Tai-Li con una determinación inflexible.

Golder y Zhao asintieron, dispuestos a cumplir la tarea. Pero Anubius, enfurecido, no iba a permitir que su plan fuera interrumpido.

"¡No lo permitiré!" rugió Anubius, cargando su Cyclot con una intensidad devastadora. "¡Solemn Judgment!"

El chacal liberó su ataque, una furia de energía que se dirigió hacia Zhao y Golder. Tai-Li, con una habilidad impresionante, desvió el ataque justo a tiempo.

"Tu pelea es conmigo, no con ellos", dijo Tai-Li con firmeza, enfrentando a Anubius con una mirada desafiante.

Anubius, al ver la determinación en los ojos de Tai-Li, desvió su mirada hacia Salmomancer. "¿Así que tú también nos traicionas?" exclamó, su voz llena de furia. "Después de que el Señor Caesar te prometió la Fórmula de la Poción Milagrosa, para que pudieras demostrar que tu maestro no era un fracaso, ¿ahora te vuelves contra nosotros?"

A pesar de la furia de Anubius, Salmomancer mantuvo una calma imperturbable, enfrentando el conflicto con serenidad, lo que solo intensificaba la tensión en el aire.

"Las cosas han cambiado..." dijo Salmomancer con una voz firme y decidida. "Ya no necesito la Poción Milagrosa para honrar a mi maestro. Lo haré de otra manera. Voy a demostrar que no era un fracasado, pero lo haré realizando su sueño de hacer felices a todos... y lo haré de la manera correcta."

Ogre y los demás prisioneros dentro de la caja observaron con asombro la transformación de Salmomancer. Golder y Zhao intercambiaron una mirada de aprobación ante sus palabras, mientras Anubius lo miraba con creciente ira.

"Ahora que lo pienso..." comentó Tai-Li, su mente trabajando a toda velocidad. "Ese tiburón reclutó a todos ustedes prometiéndoles algo, ¿cierto? En tu caso, pescado, era esa Poción Milagrosa para que pudieras demostrar que tu maestro realmente era increíble, ¿no?"

Salmomancer asintió solemnemente. "Así es."

"¿Y a él?" preguntó Tai-Li, señalando a Anubius con una mirada penetrante.

"A él le prometió restaurar a los Dark Shadows y hacerlo gobernante de Gloria", respondió Salmomancer, su voz cargada de seriedad.

Tai-Li observó a Anubius con una mezcla de decepción y desdén. "Así que todo se reduce a un simple ansia de poder, ¿eh?"

Una risa amarga escapó de los labios de Tai-Li. "Típico cliché del villano: solo busca poder para sí mismo."

Anubius, desbordado por la furia, dirigió una mirada fulminante hacia Tai-Li, la rabia ardiendo en sus ojos. La tensión en el aire era palpable, un conflicto inminente que estaba a punto de estallar en una explosión de fuerzas y destinos entrelazados.

"¡Yo no me uní a esto por poder!" replicó Anubius, su voz cargada de una pasión intensa, mientras lágrimas amenazaban con brotar de sus ojos. "Me uní porque quería que Gloria estuviera protegida, tal como él lo deseaba. ¡No voy a permitir que mi hogar vuelva a sufrir una calamidad como la muerte de la Reina o la invasión de los piratas!"

Mientras Anubius hablaba con fervor, Tai-Li lo miraba con una mezcla de confusión y decepción. Sus palabras no encajaban con la imagen que Tai-Li había construido de él, y la frustración se reflejaba en su rostro.

"Pez..." llamó Tai-Li a Salmomancer, que se acercó a ella con calma. "Este tipo parece hablar con una pasión y furia desmedidas cuando se trata de la familia de Liogre. Deduje que podrían haber sido muy cercanos, pero aún no entiendo de qué manera."

Salmomancer asintió lentamente, sus ojos reflejando la seriedad de la situación. "Entre los Dark Shadows, Anubius era un caso especial. Sus habilidades eran superiores a las de los otros Cegadores", explicó, captando la atención de Tai-Li y de los demás presentes en la caja, incluyendo a Golder y Zhao, quienes buscaban desesperadamente una manera de liberar a los atrapados.

"Pero eso no era lo que lo hacía verdaderamente especial..." continuó Salmomancer, dejando que sus palabras flotaran en el aire, impregnadas de misterio y un profundo significado. La atmósfera se cargó de expectación, todos los presentes aguardaban con tensión la revelación que podría cambiar el curso de la lucha.

El ambiente en la gruta se tornó denso, como si la propia piedra estuviera reteniendo el aliento. Cada palabra que se pronunciaba parecía llevar un peso tan grande que podía inclinar la balanza de todos los destinos involucrados. La lucha por la verdad y la justicia estaba a punto de dar un giro inesperado.

"Entonces, si no es por sus habilidades, ¿qué fue lo que lo hizo tan especial?" preguntó Tai-Li, su voz vibrando con una mezcla de curiosidad y cautela. Salmomancer dirigió una mirada grave hacia Anubius, cuya mirada, aunque aún desafiante, no podía ocultar la creciente inquietud que se reflejaba en sus ojos.

"No te atrevas a revelarlo..." gruñó Anubius, su tono bajo y amenazante. Sin embargo, Salmomancer permaneció implacable, sin ceder ante la amenaza.

"A estas alturas, las sospechas ya están sobre la mesa," respondió Salmomancer con una calma imperturbable. "Incluso si no lo dijera, ellos llegarían a la conclusión por sí mismos." Sus ojos se fijaron en Tai-Li, cargados de significado. "Tú, sobre todo, ya habrás notado que solo hay una razón para que él actúe de esta manera."

Tai-Li, mirando fijamente a Anubius, sintió que su mente comenzaba a ordenar las piezas de un rompecabezas inquietante. A medida que sus pensamientos se organizaban, la revelación comenzaba a emerger, clara y aterradora.

"No me digas que él..." murmuró Tai-Li, casi incapaz de creer lo que su intuición le sugería.

Salmomancer asintió lentamente, confirmando la creciente sospecha en su mente.

"Aunque no es de sangre, él es el hijo del antiguo Rey de Gloria," declaró Salmomancer con una voz grave, que resonó en cada rincón de la gruta. "Por lo tanto, es el hermano mayor adoptivo de Liogre y el tío adoptivo del Príncipe Ogre."

Las palabras de Salmomancer cayeron como un rayo, dejando a todos los presentes atónitos.

"¿Él es mi... tío?" preguntó Ogre, la incredulidad evidente en su voz. Antes de que alguien pudiera responder, Anubius rugió con furia, su rabia brotando en un grito.

"¡No soy tu tío, ni el hermano de ese maldito Liogre!" gritó Anubius, intentando desmentir las palabras de Salmomancer con una vehemencia desbordante.

"¿Es realmente el hijo del Antiguo Rey?" preguntó Tai-Li, su incredulidad evidente en cada sílaba. Salmomancer asintió con seriedad, su silencio confirmando la verdad de sus palabras.

"Pero, ¿por qué nunca supimos nada de él?" intervino Leoparmint, la sorpresa reflejada en su rostro.

"Como él mismo dijo, el padre del Rey Liogre prohibió que se hablara de los Dark Shadows para proteger a sus miembros después de su disolución," explicó Salmomancer con tono solemne. "Eso incluyó a Anubius. Sin embargo, tras el nacimiento de Liogre y la muerte de su madre, Anubius se distanció del Reino, culpando a Liogre por la muerte de la Reina y por el cierre de la división. Fue entonces cuando el resentimiento comenzó a gestarse en su corazón."

Salmomancer hizo una pausa, mirando a Ogre, que observaba en silencio, procesando las nuevas revelaciones.

"Fue después de ese evento," continuó Salmomancer, "cuando tu abuelo... cambió. Se transformó de un rey paranoico en el noble y justo monarca que tu padre te describió."

Ogre asimiló las palabras de Salmomancer, una nueva comprensión comenzando a formarse en su mente. Las tensiones acumuladas en su corazón comenzaron a disiparse, reemplazadas por una sensación de entendimiento.

"Por lo demás, eso es todo lo que pude averiguar," añadió Salmomancer, con un tono de resignación. "Anubius rara vez menciona su pasado."

Mientras tanto, Anubius los observaba en silencio, con una mirada cargada de furia y tristeza. En su mente, las palabras de Salmomancer se repetían una y otra vez, alimentando su dolor interior.

"Ellos nunca lo entenderán..." pensó Anubius, con el amargo peso de la nostalgia y el resentimiento en su pecho. "Nunca entenderán por qué hago esto... Liogre, todo esto es por ti..."

En su mente, las imágenes de su adopción por parte del padre de Liogre se entrelazaban con los recuerdos de la trágica muerte de la Reina. Cada uno de esos recuerdos alimentaba su ira, pero también su determinación inquebrantable de cambiar las cosas, de proteger su hogar.

Flashback

Mucho antes del nacimiento de Liogre, el Reino de Gloria era un próspero centro de comercio y actividad. Las calles vibraban con el bullicio de las Bestias de todas las formas y tamaños, que se movían con un propósito decidido. De repente, un grito de alarma cortó la agitación:

"¡Alguien detenga a ese pequeño ladrón!"

Un vendedor jabalí, sudoroso y visiblemente alterado, señalaba furioso a un pequeño chacal. El chacal, sucio y cubierto con harapos raídos, corría velozmente con un manojo de verduras robadas, sus pequeños pies descalzos golpeando el pavimento mientras el vendedor lo perseguía. A pesar de la rapidez del jabalí, el chacal era sorprendentemente ágil, escapando hacia un callejón angosto, donde finalmente desapareció de la vista.

Al final del callejón, el chacal quedó acorralado, su pequeño cuerpo temblando mientras observaba al vendedor, que avanzaba furioso con un pedazo de madera en la mano. Su rostro, retorcido por la ira, reflejaba su deseo de castigar al intruso.

"¡Pequeño bribón!" gruñó el vendedor, levantando el trozo de madera en el aire. El chacal cerró los ojos, resignado a su destino.

"¡Alto!" Una voz autoritaria resonó en el aire. La mano del Rey Thalion detuvo con firmeza el movimiento del jabalí. El vendedor se giró, sorprendido, para encontrarse cara a cara con el Rey de Gloria. Era Thalion, un león imponente, con una melena verde dorada que resplandecía como el sol, ataviado con una armadura plateada adornada con hombreras azules y un ciclot rojo en el pecho.

"¡Rey Thalion!" exclamó el jabalí, paralizado por el terror ante la presencia de su majestad.

"Exactamente..." respondió el Rey con una mirada profunda y penetrante. "Dime, ¿qué pensabas hacerle a este pequeño?"

El jabalí, avergonzado, bajó la mirada, incapaz de sostener la mirada desafiante del monarca.

"Eso pensé..." murmuró, mientras dejaba caer el trozo de madera con una mezcla de temor y arrepentimiento.

Con una paciencia digna de su rango, el Rey Thalion se agachó y levantó al pequeño chacal, que yacía desmayado por el hambre y el miedo. En ese momento, un grupo de guardias osos se acercó, pero el Rey levantó una mano, pidiendo silencio.

"Páguenle al jabalí el valor de las verduras. Yo me dirijo de nuevo al castillo," ordenó Thalion con calma y determinación.

Con el chacal en sus brazos, el Rey Thalion y sus guardias emprendieron el camino de regreso al castillo, dejando atrás el bullicio del mercado. El sol de la tarde se reflejaba en la armadura del rey y en el rostro del pequeño chacal, que observaba todo con una mezcla de asombro y confusión.

El chacal despertó en una cama de lujo, rodeado de un esplendor que nunca había imaginado. La habitación era un santuario de elegancia, con cortinas de terciopelo que caían suavemente y tapices que narraban las historias de antiguas gestas. Atónito, el chacal se sentó en la cama, mirando a su alrededor con una mezcla de asombro y desconfianza. Todo parecía un sueño del que temía despertar.

De repente, la puerta se abrió de golpe, haciendo que el chacal se sobresaltara y se refugiara rápidamente detrás de las cortinas. En el umbral aparecieron el Rey Thalion y la Reina Gaia, ambos cargando una bandeja de comida. Al ver que la cama estaba vacía, su sorpresa dio paso a una creciente preocupación, y comenzaron a buscar al pequeño por la habitación.

"Mi amor..." murmuró la Reina Gaia con voz suave, mientras Thalion revisaba los muebles. La reina se acercó a las cortinas y, con un gesto delicado, las apartó, revelando al chacal, que temblaba en el suelo, con los ojos enormes y llenos de miedo.

"No te asustes, pequeño..." dijo Thalion, con una voz tan suave y tranquilizadora como un susurro. "No te haremos daño."

El Rey se agachó, con una gentileza digna de su rango, y levantó al chacal, colocándolo de nuevo en la cama. Gaia, con una sonrisa maternal, se acercó con la bandeja de comida, observando al pequeño con una ternura profunda.

"Debes tener mucha hambre..." dijo Gaia, ofreciéndole un plato lleno de manjares exquisitos. Los ojos del chacal brillaron al ver la comida, sus ojos redondeándose de asombro ante la abundancia que hasta ese momento le había sido completamente ajena.

"Adelante, come. Esto es para ti," animó Gaia, sonriendo con calidez. Thalion, con una sonrisa compartida, observó al pequeño, mientras el chacal, con lágrimas en los ojos, comenzó a devorar la comida con avidez.

"Pobrecito..." comentó la Reina Gaia, su voz teñida de tristeza. "Debe de haber pasado semanas sin comer."

Mientras el chacal comía con frenesí, Thalion se inclinó hacia él, su mirada llena de compasión.

"Dime, pequeño, ¿tienes algún nombre?" preguntó el Rey, su voz suave pero llena de curiosidad.

El chacal negó con la cabeza, sus ojos llenos de incertidumbre.

"¿Y tus padres?" insistió Thalion, viendo cómo el chacal bajaba la mirada, incapaz de responder. El silencio que siguió fue todo lo que necesitaba saber. Thalion comprendió en ese momento que el pequeño había estado solo mucho tiempo. Gaia compartió la tristeza de su esposo, y sus propios ojos reflejaron la pena por la que el chacal había tenido que pasar.

"Amor mío..." dijo Gaia, su voz temblando de emoción mientras miraba al Rey. "Durante tanto tiempo hemos deseado tener un hijo..."

Thalion, mirando al pequeño con una mezcla de tristeza y esperanza, asintió lentamente.

"Quizás los dioses nos han escuchado..." continuó Gaia, con una voz que titubeaba entre la emoción y la esperanza. "Este pequeño está solo, y necesita un hogar, una familia..."

Thalion, con una sonrisa que irradiaba calidez, se acercó al chacal.

"Puede que sí, mi Reina..." respondió Thalion, con un tono suave y lleno de ternura. "Oye, pequeño..." llamó Thalion, llamando la atención del chacal, que lo miró con una mezcla de curiosidad y cautela. "¿Te gustaría vivir aquí con nosotros? No tendrías que robar comida para sobrevivir. Tendrías una familia que te cuida. Mi esposa y yo hemos deseado tener un hijo, y quizás, solo quizás, nuestro deseo se haya cumplido contigo."

El chacal, sorprendido por la oferta y abrumado por las emociones, se lanzó a los brazos de Thalion, llorando de felicidad.

"Ya, ya..." murmuró Thalion, abrazando al pequeño con ternura. "Entiendo perfectamente tu alegría. Como parte de nuestra familia, creo que mereces tener un nombre."

Gaia, con una sonrisa contemplativa, se acercó.

"¿Qué tal si lo llamamos Anubius?" sugirió Gaia, con un tono cálido y lleno de cariño maternal.

Thalion, pensativo por un momento, asintió con una sonrisa aprobatoria.

"Me gusta..." dijo Thalion, su mirada reflejando una profunda satisfacción. "Mi pequeño Anubius, ¿te gusta ese nombre?" preguntó, sonriendo mientras sus ojos se encontraban con los del chacal.

El chacal, aún con lágrimas en los ojos, asintió con una sonrisa amplia, sus miedos finalmente disipados por la calidez y el amor de sus nuevos padres.

"Entonces, a partir de hoy, te llamarás Anubius," anunció el Rey, con firmeza y afecto en su voz. Los tres compartieron una sonrisa que marcaba el comienzo de una nueva vida juntos, un vínculo forjado en la seguridad del hogar y la promesa de un futuro lleno de esperanza.

Los días siguieron su curso, y Anubius creció dentro del palacio, transformándose de un niño travieso a un joven chacal lleno de gran habilidad y un espíritu indomable. Su alegría era contagiosa, y su rapidez para aprender y adaptarse a las complejas artes del reino le ganó el afecto de todos. Aunque su carácter travieso no desapareció por completo, y a menudo desafiaba la autoridad de las mucamas mientras intentaba alcanzar el pastel recién hecho en la estantería más alta de la cocina, su corazón estaba lleno de gratitud y amor por la familia que le había dado una nueva oportunidad en la vida.

Con el paso de los años, Anubius se convirtió en un joven fuerte y hábil, forjando un vínculo profundo e inquebrantable con el Rey Thalion. Sin embargo, un día, Thalion, con la preocupación reflejada en su rostro y pequeños mechones grises comenzando a aderezar su melena dorada, convocó a Anubius.

"Hijo mío..." comenzó Thalion, su tono inusualmente grave, mientras Anubius se arrodillaba ante él. "Hoy me embarga una gran preocupación."

Anubius, con el ceño fruncido y el corazón acelerado por la inquietud, levantó la mirada.

"¿Qué te preocupa, padre?" preguntó, su voz impregnada de una preocupación sincera.

Thalion respiró profundamente antes de llevar a Anubius a la azotea del palacio. Desde allí, la vista del vasto reino se extendía ante ellos, un paisaje de belleza inmaculada que contrastaba con la gravedad del momento. El horizonte parecía tan sereno, pero Thalion sabía que lo que se avecinaba no lo era.

"Dime, Anubius, ¿qué es lo que ves?" preguntó Thalion con un tono solemne, mientras su mirada se perdía en el paisaje.

"Nuestro hogar, padre," respondió Anubius, su vista fija en la vasta extensión del reino.

"Exactamente," asintió Thalion. "Como sabes, nuestro hogar enfrenta cada vez más amenazas desde las tierras más allá de nuestras fronteras."

Thalion giró hacia Anubius, su expresión una mezcla de resolución y preocupación.

"He tomado la decisión de reforzar la protección de nuestro reino. No solo con más guardias ni un ejército más numeroso, sino con una estrategia más avanzada," continuó el Rey con voz firme.

Anubius, confundido pero intrincado en el peso de las palabras, frunció el ceño.

"¿A qué te refieres, padre?"

"He creado una división especial que tendrá la misión de interceptar y neutralizar a los enemigos antes de que lleguen siquiera a nuestras tierras," explicó Thalion, con la certeza de quien ha tomado una decisión crucial. "Y quiero que tú formes parte de ella."

El peso de las palabras de su padre cayó sobre Anubius como una revelación. La magnitud de la responsabilidad que le era encomendada lo dejó momentáneamente sin habla. Pero el destello de propósito que encendió su corazón, al ver la importancia de la misión y la confianza que su padre depositaba en él, lo impulsó a responder con convicción.

"Padre, usted sabe mejor que nadie que daría hasta la vida por usted y por nuestro reino. Fue usted quien me rescató de las calles," dijo Anubius con firmeza, su voz resonando con lealtad y gratitud. "Si desea que forme parte de esa división, lo haré con honor."

Mientras Anubius se arrodillaba en señal de respeto, Thalion lo levantó con una sonrisa cálida.

"No es necesario que hagas eso cada vez que hablamos," dijo Thalion, aferrándose a la mano de su hijo con una mezcla de ternura y orgullo. "Pero agradezco tu disposición."

El Rey abrazó a Anubius con afecto, su mirada reflejando el orgullo y la esperanza que sentía por el futuro de su hijo.

"Juntos, protegeremos el Reino de Gloria," proclamó Thalion con determinación.

Luego, con una seriedad renovada, el Rey se apartó ligeramente para fijar su mirada en Anubius.

"Debes saber que esta división será secreta. Las misiones que llevarás a cabo también serán confidenciales. Nadie en el reino sabrá lo que haces. ¿Estás de acuerdo con esto?"

Anubius asintió sin dudar.

"Entre menos Bestias lo sepan, mejor. Así podremos proteger al reino desde las sombras," respondió con firmeza, la convicción brillando en sus ojos.

Un destello de inspiración cruzó por la mente de Anubius, iluminando su rostro con una chispa de entusiasmo.

"¿Qué te parece si llamamos a esta nueva división los Dark Shadows?" sugirió, dejando que las palabras se impregnaran con la energía de un futuro incierto pero prometedor.

Thalion reflexionó por un momento, luego sonrió con aprobación.

"Me gusta. Los Dark Shadows... es un nombre apropiado."

Mientras Thalion rodeaba a su hijo con su brazo, ambos miraron hacia el horizonte, donde el cielo ardía con los tonos rojos y dorados del atardecer. Era un momento de unidad, pero también de un futuro lleno de desafíos.

"Tú y yo haremos de nuestro reino un lugar donde todos puedan vivir en paz," proclamó Thalion con voz firme, el eco de sus palabras resonando con la promesa de un futuro mejor.

Después de aquella charla, Anubius se unió a la división de los Dark Shadows, bajo la estricta supervisión del entonces General Goadon. Con un entrenamiento arduo, sus habilidades innatas florecieron, llevándolo a las filas de la elite de los Cegadores, un logro que llenó de orgullo a su padre. Las misiones, cada vez más peligrosas y complejas, transformaron el carácter de Anubius. Se volvió más reservado y serio en sus operaciones, especialmente cuando la misión requería la eliminación de objetivos.

No obstante, en la privacidad de su hogar, mantenía una faceta más cálida y relajada, compartiendo momentos de alegría con sus padres, sin perder de vista su propósito, ni la devoción que sentía por ellos.

Una tarde, tras regresar de una misión especialmente ardua, Anubius se dirigió al salón del trono para presentar su informe a su padre. Sin embargo, al acercarse, escuchó voces elevadas y una discusión acalorada entre Thalion y Goadon. Intrigado, decidió esconderse a un lado de la entrada, buscando escuchar y observar sin ser visto.

"¡No puedes hacer esto!" exclamó Goadon, su voz cargada de frustración.

Thalion, siempre tan calmado, respondió con firmeza:

"Estás exagerando, Goadon. Sabes bien que la misión de los Dark Shadows siempre ha sido prevenir amenazas futuras que podrían poner en peligro al reino," dijo Thalion, intentando mantener la serenidad.

Goadon, sin embargo, no cedió. Su tono se volvió más duro:

"¿Pero sin pruebas de sus crímenes? ¡Tu paranoia nos está poniendo en una posición peligrosa! Si sigues por este camino, los demás reinos podrían vernos como una amenaza."

Anubius, que escuchaba con creciente intriga, comenzó a procesar las palabras de Goadon. La idea de que su padre pudiera estar siendo percibido como un paranoico le parecía desconcertante.

Antes de que pudiera reflexionar más sobre el asunto, un crujido bajo sus pies lo delató. El sonido rompió el tenso silencio y ambos, Thalion y Goadon, se quedaron en alerta. Thalion, con una mirada aguda, exigió:

"¿Quién está ahí? ¡Muéstrense!"

Con la tensión en el aire, Anubius emergió de su escondite. Su rostro reflejaba una mezcla de sorpresa y preocupación mientras se encontraba con la penetrante mirada de su padre.

"Ah, eres tú, hijo mío," dijo Thalion, relajándose al reconocerlo. "¿Qué te trae por aquí?"

A pesar de la tensión palpable, Anubius, todavía impactado por la discusión, respondió:

"Venía a presentar mi informe sobre la misión, pero al escuchar la discusión entre tú y Goadon, no quise interrumpir."

Thalion, mirando a Goadon con una mezcla de seriedad y resignación, asintió lentamente.

"Tranquilo," dijo Thalion, intentando apaciguar el ambiente. "Goadon ya se está retirando para prepararse para otra misión, ¿verdad?"

Goadon, con una última mirada llena de resentimiento, se dirigió hacia la salida. Antes de irse, lanzó una amenaza cargada de desdén:

"Algún día, Thalion, abrirás los ojos y verás lo equivocado que estás. Y cuando eso pase, será de la peor manera."

Con esas palabras, Goadon abandonó la sala, dejando a Thalion con el ceño fruncido y a Anubius lleno de incertidumbre. Anubius se volvió hacia su padre, buscando una explicación.

"Padre..." comenzó, aún procesando lo sucedido.

Thalion, con una sonrisa cálida, trató de tranquilizar a su hijo.

"No te preocupes por las disputas de viejos," dijo Thalion, soltando una ligera risa. "De hecho, tengo una gran sorpresa para ti."

"¿Una gran sorpresa?" preguntó Anubius, su curiosidad ahora completamente despertada.

Thalion se giró hacia otra entrada del palacio y, con entusiasmo, llamó:

"Cariño, ven y muestra nuestra sorpresa a Anubius."

Gaia apareció en la entrada, su mano descansando sobre su vientre, que mostraba un pequeño bulto. Anubius, asombrado, se quedó mirando, sin poder ocultar su sorpresa.

"Padre..." dijo Anubius, su voz temblando entre la incredulidad y la emoción. "Esto... ¿es?"

Thalion acarició la cabeza de Anubius con ternura.

"Así es," confirmó Thalion, su rostro iluminado por el orgullo. "Vas a tener un hermanito."

Gaia, sonriendo con dulzura, se acercó y tomó la mano de Anubius, guiándola suavemente hacia su vientre para que pudiera sentir los latidos del bebé. Anubius, con lágrimas de alegría acumulándose en sus ojos, sonrió ampliamente, su rostro iluminado por la emoción.

"Sabíamos que te alegrarías con la noticia," dijo Gaia, mientras Thalion la abrazaba con felicidad, mirando a Anubius con amor y ternura.

"Queríamos que fueras tú quien le pusiera el nombre a tu nuevo hermanito," añadió Thalion, con un brillo de emoción en sus ojos.

"¿Yo?" preguntó Anubius, sorprendido por la propuesta. "¿Están seguros de eso?"

Miró a Thalion y Gaia con una mezcla de incertidumbre y nerviosismo.

"Después de todo, ese bebé será realmente un hijo vuestro, y... bueno, ustedes saben que yo en realidad no..."

Su voz se apagó mientras una cálida mano se posaba sobre su hombro. Thalion, con una sonrisa llena de cariño, lo miró con comprensión.

"Eres nuestro hijo, Anubius," dijo Thalion con convicción. "Lleves nuestra sangre o no, te consideramos como tal y te amamos profundamente."

Anubius, sorprendido por la sinceridad de las palabras de su padre, sintió una oleada de calidez. Gaia, con una sonrisa radiante, añadió:

"Y bien, ¿tienes algún nombre para tu nuevo hermanito?"

Anubius, aún asimilando todo lo ocurrido, apartó la mirada momentáneamente, antes de volver a mirar a Thalion y Gaia con una sonrisa tímida.

"Bueno..." comenzó Anubius, pensativo, "antes de venir aquí, estaba recordando una historia de un libro que leí. En ella, el personaje principal era un valiente guerrero león con una voluntad indomable y un gran sentido de la justicia, que nunca se rendía, incluso cuando la situación se volvía desesperada."

Thalion sonrió, intuyendo la dirección en la que Anubius iba.

"¿Y cómo se llamaba ese guerrero?" preguntó Thalion, ansioso.

"El nombre de ese guerrero era Liogre..." dijo Anubius, con una sonrisa más amplia mientras volvía a colocar su mano sobre el vientre de Gaia para sentir los latidos del bebé. "Creo que sería un buen nombre para mi hermanito."

Gaia acarició la mano de Anubius con afecto, mientras Thalion asentía, claramente satisfecho.

"Liogre..." dijo Gaia, pensando en el nombre con admiración. "Es un nombre hermoso."

Thalion, mirando a Anubius con orgullo, declaró:

"Entonces ese será su nombre."

Anubius, con una determinación renovada, añadió:

"Te prometo, padre, que cuidaré de él y lo protegeré de cualquier daño."

Los tres se abrazaron, compartiendo un momento de pura alegría y unión. La revelación de que tendría un hermanito fortaleció la determinación de Anubius. Ahora, más que nunca, su deseo de proteger al recién llegado creció. Anhelaba un mundo donde su futuro hermano pudiera crecer sin los peligros que él había tenido que enfrentar. Sin embargo, se sorprendió al enterarse de que el General Goadon había renunciado a su puesto. Aunque esta noticia sacudió el orden de las cosas, no logró frenar la firme resolución de Anubius.

Los meses transcurrieron, y un día, tras una misión, Anubius regresó a Gloria acompañado por Kon, un mono travieso y leal, al mando de un Jeeplot Machine. Ambos avanzaban hacia el castillo mientras las ruedas rugían sobre el terreno.

"Oye, debes estar emocionado por regresar a casa y ver el nacimiento de tu hermanito," comentó Kon, con una sonrisa amplia en su rostro.

Anubius, aunque mantuvo una expresión serena, no pudo evitar esbozar una leve sonrisa.

"Claro, después de todo, soy su hermano mayor," respondió Anubius, sosteniendo un pequeño paquete con esmero entre él y Kon. Kon lo observó con curiosidad.

"¿Eso es para tu hermanito?" preguntó, intrigado.

"Así es," confirmó Anubius, justo cuando Kon, en un impulso travieso, intentó abrir el regalo.

"¡Olvídalo!" replicó Anubius, levantando el paquete con la mano que no estaba en el volante. El gesto hizo que Kon tropezara y cayera.

"¡Auch!" exclamó Kon, mientras se levantaba rápidamente. "Oye, a veces no eres nada divertido."

De repente, Anubius frenó abruptamente, su mirada fija en el cielo nublado.

"¿Qué pasa?" preguntó Kon, al notar el cambio en la actitud de Anubius.

"Nubes de tormenta..." dijo Anubius con tono grave, el mal presagio resonando en su voz.

Kon lo miró preocupado. "¿Qué te pasa, amigo?"

"Tengo un mal presagio," respondió Anubius, mientras se bajaba del Jeeplot Machine con el paquete en la mano, dejando a Kon perplejo.

"¿Qué estás haciendo?" preguntó Kon, confundido.

"Adelantándome," respondió Anubius, preparándose para correr hacia el castillo.

"Te veo en el castillo," dijo Anubius, antes de desaparecer en una ráfaga de velocidad, dejando a Kon preocupado mientras tomaba el volante y seguía su camino.

Anubius corría con agilidad, su mente un torbellino de inquietud.

"¡Más rápido!" se urgió a sí mismo, sintiendo cómo el peso de su presagio se volvía más opresivo con cada zancada.

A lo lejos, el castillo se dibujaba como una silueta, y Anubius redobló sus esfuerzos, su corazón latiendo con una mezcla de ansiedad y esperanza.

"Madre, padre, hermanito..." murmuraba mientras se acercaba a la entrada del castillo, su respiración acelerada. Con un golpe seco, abrió la puerta y se lanzó al interior.

El silencio del vestíbulo era opresivo. Un escalofrío recorrió su espalda al percatarse de la atmósfera tensa que lo envolvía. Con cada segundo que pasaba, su inquietud aumentaba. Corrió por los pasillos vacíos, su mente enfocada en encontrar a su familia.

"¡Hola!" gritó Anubius, abriendo puertas con desesperación. Subió rápidamente a los pisos superiores, pero no encontró rastro de vida. De repente, un sonido débil llegó a sus oídos: el llanto de un bebé.

El sonido provenía de la habitación de sus padres. Anubius se apresuró hacia allí, encontrándose con una escena que lo dejó helado.

Thalion estaba sentado en el suelo, su rostro reflejaba una profunda tristeza, mientras las mucamas y los guardias formaban un círculo alrededor. Una de las mucamas sostenía un pequeño cachorro de león envuelto en telas blancas: el recién nacido Liogre.

"¡Padre!" exclamó Anubius, acercándose rápidamente, solo para notar la expresión desolada de Thalion.

"¡Padre!" repitió, su voz llena de preocupación. "¿Qué sucede? ¡¿Qué está pasando?!"

Su mirada se desvió hacia el pequeño Liogre, aliviado de ver que su hermano estaba bien. Sin embargo, el consuelo que sentía se desvaneció al ver que Thalion temblaba incontrolablemente, su dolor palpable en el aire.

"Padre..." dijo Anubius, su voz quebrándose al notar las lágrimas en los ojos de Thalion. Su mirada se desvió en busca de Gaia, pero no la encontró. Desesperado, se acercó a uno de los guardias.

"¿Dónde está mi madre?" preguntó, aferrándose con fuerza al brazo del guardia.

El guardia, temblando, apenas logró responder. "Mi señor Anubius..." dijo la mucama que sostenía a Liogre en sus brazos, haciendo que Anubius la mirara con urgencia. "La reina..."

Anubius instintivamente giró la cabeza hacia la puerta de la habitación, su corazón se detuvo cuando sus ojos se encontraron con una visión horrenda. Gaia yacía en el suelo, un cuchillo hundido en su pecho, su cuerpo sin vida.

"¡Madre!" exclamó Anubius, horrorizado ante la escena desgarradora frente a él. Su grito de angustia resonó en las paredes del castillo, mientras el pequeño Liogre lloraba en los brazos de la mucama.

Fuera de la habitación, Thalion estaba hundido en un dolor inconsolable, su llanto desgarrador llenaba el aire. "Me descuidé un minuto para ir con el bebé a la cocina... y al volver..." Thalion no pudo continuar; su voz se quebró en un lamento gutural, y las lágrimas no cesaron.

Las mucamas intentaban consolar a Thalion, pero su dolor era demasiado profundo. Liogre lloraba con una intensidad desesperada, como si compartiera el sufrimiento de su padre. Los guardias intentaban contener a Anubius, que estaba fuera de sí, rugiendo con furia y desesperación.

"¿¡Quién... quién hizo esto!?!" exigió Anubius, su voz resonando con una furia incontrolable. La rabia y la tristeza se entrelazaban en sus gritos, mientras el castillo se sumía en una atmósfera de caos y desesperación.

El reino estaba sumido en un mar de tristeza tras la dolorosa pérdida de la Reina Gaia. El luto envolvía a todos, mientras el funeral y la sepultura se realizaban con la solemnidad que el momento requería. Delegaciones de todos los reinos acudieron a ofrecer sus condolencias a Thalion y a Anubius. Sin embargo, para Anubius, el dolor era un abismo profundo y oscuro; sentía que le habían arrebatado lo más preciado de su vida.

En el ocaso del funeral, Goadon, ahora más sereno, se acercó a Thalion, quien sostenía al pequeño Liogre en sus brazos, tratando de consolarlo. Anubius observó brevemente la escena, antes de dar la vuelta para alejarse, sin percatarse de que Goadon susurraba algo a Thalion que lo dejó completamente horrorizado.

Los días de duelo se extendieron por todo el reino, pero el castillo parecía estar sumido en una oscuridad aún más profunda, y la ausencia de Gaia se sentía intensamente en cada rincón. La tristeza envolvía a Thalion y a Anubius más que a nadie. Los días se arrastraron lentamente, hasta que un día Anubius se acercó a su padre, quien meditaba en su trono, rodeado por una atmósfera de desesperanza.

"Padre..." dijo Anubius, vistiendo el uniforme de los Dark Shadows, lo que sorprendió a Thalion.

"¿¡Qué haces vestido así!?" preguntó Thalion, con una preocupación que impregnaba su voz mientras miraba a su hijo arrodillado ante él.

"He venido a pedir tu permiso para comenzar la búsqueda del asesino de mi madre", declaró Anubius con una seriedad implacable. Sus ojos ardían con una determinación feroz, y su postura reflejaba una resolución que Thalion no pudo ignorar.

Thalion lo miró con una mezcla de preocupación y tristeza, consciente de que el dolor de su hijo se había transformado en un deseo ardiente de justicia.

"Hijo..." intentó decir Thalion, pero Anubius persistió.

"Quiero que me permitas liderar una búsqueda con un pequeño grupo que yo mismo seleccionaré", dijo Anubius con firmeza, mientras Thalion trataba de interrumpirlo.

"Hijo, espera... Yo..." intentó Thalion, pero Anubius continuó implacable.

"Te prometo que traeré al criminal ante la justicia. Pagará por lo que ha hecho..." declaró Anubius, su voz llena de fervor.

De repente, un grito de Thalion cortó sus palabras.

"¡Anubius!"

El grito hizo que Anubius lo mirara, sorprendido. Thalion estaba de pie, jadeando con intensidad.

"No puedes hacer eso..." dijo Thalion, sus palabras llenas de un pesar profundo.

"¿Por qué?" preguntó Anubius, con una mezcla de shock y desesperación.

"Porque ya he ordenado la disolución de los Dark Shadows", reveló Thalion, dejando a Anubius atónito.

"¡¿Qué?!" exclamó Anubius, su voz temblando de incredulidad. "¡¿Pero por qué?!"

Thalion lo miró con firmeza y dolor en sus ojos.

"No quiero que Liogre crezca en un entorno lleno de violencia y secretos oscuros", dijo Thalion, luchando por mantener su voz firme mientras su corazón se rompía. Anubius quedó estupefacto.

"¡Padre, ¿qué estás diciendo?! Si dejamos libre al asesino, el próximo objetivo podría ser Liogre. ¡Por favor, reconsidera!"

Thalion mantuvo su resolución.

"La decisión ya está tomada. Todos los miembros de los Dark Shadows serán redistribuidos en las diferentes divisiones del ejército, y su participación será confidencial, solo accesible para ellos y para la realeza", declaró Thalion con firmeza.

Anubius estalló en frustración.

"¡No puedes hacer esto! ¡Nosotros protegemos al reino!"

"No estoy de acuerdo con esto", replicó Anubius, su voz llena de impotencia. "¡Por favor, reconsidera!"

Thalion lo miró con enojo, su paciencia al límite.

"¡Silencio!" rugió Thalion, su voz resonando con la autoridad de un rey enfurecido. "¡Soy el rey, y esta es mi decisión! ¡Y si no estás de acuerdo, tal vez lo mejor sería que te fueras de este reino!"

La furia en sus palabras llenó la sala, pero un instante después, Thalion se tapó la boca, horrorizado por lo que acababa de decir. Anubius lo miró, atónito, y luego bajó la mirada en señal de rendición.

"Entiendo..." murmuró Anubius, su voz cargada de tristeza y decepción, mientras Thalion lo observaba, abrumado por la culpa.

"Hijo... yo no quería... fue..." intentó Thalion disculparse, pero las palabras se atoraron en su garganta. Anubius se acercaba lentamente a la puerta, su silueta cada vez más distante.

"Por favor, espera... No fue mi intención..." rogó Thalion, pero Anubius giró la cabeza, lanzándole una mirada sombría.

"Tu palabra es ley, así que ya no te molestaré..." dijo Anubius, con una voz profunda y triste. "Iré por mis cosas y me iré hoy mismo."

"Adiós... papá", concluyó Anubius con una frialdad que cortó el aire. Luego, salió del salón del trono, dejando a Thalion sumido en un estado de devastación.

Thalion se desplomó, arrodillándose en el suelo mientras la culpa y el dolor lo abrumaban. La pérdida de su esposa Gaia había dejado un vacío incolmable, pero ahora, por su propia mano, también había perdido a su hijo. El llanto y la desesperación lo consumieron mientras el eco de su fracaso resonaba en el vasto salón.

Anubius, con un pequeño bolso de viaje al hombro, salió de su habitación con paso decidido. Mientras se dirigía hacia la salida del castillo, pasó casualmente junto a la recámara donde el bebé Liogre dormía. Una mucama, saliendo en silencio, se topó con él en el umbral.

"Oh, mi señor Anubius", se disculpó la mucama, haciendo una leve inclinación. "Perdone, iba a buscar un biberón para su hermanito. Regresaré enseguida."

Anubius asintió sin decir palabra, y la mucama se apresuró hacia la cocina. Aprovechando el momento, Anubius se deslizó hacia la habitación de Liogre. La penumbra envolvía la estancia, y la cuna del pequeño león se hallaba en un rincón oscuro. Anubius, con una expresión sombría, se acercó lentamente a la cuna, sus pasos resonando en el silencio.

"Todo esto es por ti..." murmuró Anubius, su voz cargada de furia contenida. "La muerte de mi madre, la disolución de mi división, y ahora mi propio destierro... todo por tu culpa."

Con rabia hirviendo en sus venas, Anubius extendió su mano hacia Liogre. Pero, cuando el bebé se despertó y vio el rostro enojado de su hermano, en lugar de asustarse, extendió su manita y la posó sobre la mano de Anubius. La sorpresa y la ternura lo golpearon con fuerza.

Liogre, con una sonrisa iluminando su pequeño rostro, rió y miró a Anubius con un brillo inocente en los ojos. La furia de Anubius se desmoronó en un torrente de lágrimas, incapaz de mantener su resentimiento frente a la pureza del pequeño.

"No puedo..." dijo Anubius, las lágrimas bañando sus mejillas. "No puedo hacerte daño..."

Con un temblor en sus manos, Anubius retiró suavemente su mano de la cuna y acarició la cabeza de Liogre con una ternura inesperada. El bebé siguió sonriendo, ajeno al dolor que su hermano sentía. Con el corazón desgarrado, Anubius se giró y salió de la habitación, dejando atrás un rastro de tristeza y resolución mientras la puerta se cerraba tras él.

Fin de Flashback

Anubius clavó su mirada en Tai-Li, cuya determinación ardía con una convicción inquebrantable. Los ojos de Tai-Li brillaban con una intensidad que avivaba la furia en el corazón de Anubius. Luego, su mirada se desvió hacia Ogre. La similitud física de Ogre con la Reina Gaia era inconfundible, un doloroso recordatorio de su madre que solo alimentaba su ira. Sin embargo, si deseaba asegurar que su voluntad prevaleciera, estaba dispuesto a arriesgarlo todo.

"¡No permitiré que ninguno de ustedes me arrebate lo que deseo!" rugió Anubius, sus manos levantándose en un gesto desafiante. "¡Yo salvaré a Gloria!"

Con esas palabras, cargó su Cyclot, rodeado por una aura vibrante de energía que desbordaba de su cuerpo. En la caja, Goadon observaba con terror creciente, reconociendo la técnica que Anubius estaba a punto de desatar.

"¡Anubius, espera! ¡No lo hagas!" suplicó Goadon, su voz temblando de desesperación.

Pero Anubius estaba decidido, ignorando las advertencias mientras canalizaba una energía aún más abrumadora.

"¡Ábranse, Ocho Puertas de la Muerte!" exclamó Anubius, su voz resonando con una fuerza sobrenatural.

En ese momento, su cuerpo absorbió la energía con una intensidad descomunal. Las venas de sus brazos y cuello comenzaron a sobresalir, mientras Goadon observaba horrorizado el espectáculo que se desplegaba ante él.

"Lo hizo..." murmuró Goadon, incrédulo.

Big Serow, con los ojos llenos de asombro, se giró hacia Goadon.

"Maestro Goadon, ¿sabe usted qué es esta técnica?" preguntó Big Serow, la inquietud evidente en su voz.

Goadon asintió gravemente, el rostro pálido por la preocupación. "Como todos saben, cada ser tiene un limitador natural que impide utilizar más del 80% de su fuerza. No importa cuán poderoso te vuelvas, siempre habrá un límite", explicó Goadon con tono sombrío. "Sin embargo, las Ocho Puertas de la Muerte son una técnica capaz de desactivar ese limitador, permitiéndote superar los límites del cuerpo."

"Eso suena increíble", comentó Jan Jan, su voz resonando en el vasto paisaje mental de Tai-Li.

"No, no es increíble", replicó Tai-Li con severidad. "Esos limitadores existen por una razón: nuestros cuerpos no pueden soportar tanta presión."

Tai-Li dirigió su mirada hacia Goadon, quien asintió en silencio. La gravedad de la situación pesaba en cada uno de sus gestos.

"¡Ahora acabaré con todos ustedes!" rugió Anubius, los ojos ardiendo con una furia inhumana mientras fijaba su mirada en Tai-Li. "¡Y empezaré contigo!"

Anubius se lanzó hacia adelante con una velocidad vertiginosa, desatando un devastador golpe de rodilla al estómago de Tai-Li. A pesar de sus esfuerzos por desviar el golpe, Tai-Li apenas logró mover a Salmomancer a un lado antes de que la embestida lo alcanzara. El impacto fue tan brutal que lo propulsó hacia el aire. Anubius no perdió tiempo; continuó su ataque con una serie imparable de golpes, arremetiendo con tal ferocidad que Tai-Li apenas podía defenderse.

Desde la distancia, Golder, Zhao y Salmomancer observaban con horror.

"¡Si antes era temible, ahora se ha convertido en un auténtico monstruo!" exclamó Zhao, viendo cómo Tai-Li caía al suelo, abrumado por la furia de Anubius.

En la caja, Goadon y los demás también presenciaban la devastadora pelea. Ogre forcejeaba por liberarse.

"¡Esto es malo!" rugió Ogre, luchando contra las restricciones de la caja. "¡Debemos ayudarla! ¡Ayúdenme a salir de aquí!"

Mantaray, con una expresión sombría, lo sujetó por el hombro.

"Aunque logremos salir, no podríamos hacer nada contra él. Se ha transformado en un verdadero monstruo", explicó Mantaray, mientras Ogre gruñía de frustración.

Por otro lado, Goadon observaba la pelea con creciente desesperación. Ver a Tai-Li en el suelo lo llenaba de un profundo sentimiento de impotencia.

"Vamos, mi niña, levántate..." pensó Goadon, su mente centrada en la batalla. "Debes detener esto ahora, a este ritmo..."

Mientras tanto, Anubius se acercaba lentamente a Tai-Li, su rostro reflejando una amenaza palpable.

"¿Te vas a rendir o tendré que romperte cada hueso del cuerpo?" dijo Anubius con una voz llena de crueldad, preparándose para otro golpe mortal.

En el paisaje mental dentro de la mente de Tai-Li, Jan Jan intentaba animarla.

"¡Vamos, señorita Mei, levántese!" instó Jan Jan, con una urgencia inusitada. "¡Por favor, no se rinda!"

Las palabras de Jan Jan parecieron tocar algo en Tai-Li. Luchando contra el dolor, comenzó a levantarse, enfrentándose nuevamente a un Anubius furioso.

"Bien, será por el método difícil", declaró Anubius, preparándose para otro devastador ataque.

Mientras tanto, Goadon observaba la escena con una mezcla de esperanza y desesperación.

"Eso es, mi niña", pensó Goadon, su mente centrada en un único pensamiento: "Recuerda lo que te enseñé antes de venir aquí."

Con determinación, Tai-Li juntó las manos, preparada para hacer frente a la tormenta que se desataba sobre ella.

Flashback

En el interior del submarino, Jan Jan y Mei se encontraban en una pequeña sala, frente a Goadon, quien los había convocado con urgencia. Mei, aún desconcertada, rompió el silencio.

"Señor Cabra, ¿por qué nos ha traído aquí?" preguntó Mei, mientras Jan Jan, curioso, mordisqueaba un dumpling panda.

Goadon, con una seriedad que captó inmediatamente la atención de ambos, respondió:

"Lamento tener que interrumpir, Mei, pero es crucial que tanto tú como Jan Jan estén aquí. La razón de esta convocatoria es enseñarles una técnica que Tai-Li podría necesitar si se enfrenta a guerreros de alta velocidad."

Con un gesto fluido, Goadon extendió los brazos y comenzó a realizar movimientos circulares, su expresión concentrada y decidida.

"Ahora, atacadme", ordenó con firmeza, mirando a ambos.

Mei y Jan Jan intercambiaron una mirada de incertidumbre, pero finalmente se prepararon. Mei frunció el ceño, insegura.

"¿Está seguro de esto?" preguntó Mei, y Goadon asintió con determinación.

Antes de que pudieran reaccionar, Mei y Jan Jan lanzaron sus ataques simultáneamente. Sin embargo, ambos fueron repelidos con fuerza hacia direcciones opuestas, sorprendidos por la imponente fuerza de la técnica de Goadon.

"¡Wow!" exclamó Mei, atónita, mientras se reincorporaba, visiblemente sorprendida.

Goadon dejó de moverse y les dedicó una sonrisa satisfecha.

"Eso fue impresionante", comentó Mei, mientras ayudaba a Jan Jan a levantarse.

Con una sonrisa orgullosa, Goadon observó el resultado de su demostración.

"Así es... Y estoy convencido de que si logran dominar esta técnica y la combinan con Tai-Li, podrán llevarla a su máximo potencial."

Mei y Jan Jan se miraron con entusiasmo, ansiosos por aprender más. Mei, con una sonrisa expectante, preguntó:

"¿Y cómo se llama esta técnica?"

Goadon mantuvo el misterio, sus ojos brillando con una chispa enigmática.

"Su nombre es..." dijo Goadon, dejando la respuesta en el aire.

Fin de Flashback

Tai-Li, con las manos unidas en una postura de meditación, comenzó a concentrar energía en sus palmas. Sintió el poder fluyendo dentro de ella, y cuando consideró que estaba lista, separó las manos y comenzó a ejecutar los movimientos circulares que Goadon le había enseñado. Cada giro, cada flujo de energía, parecía una danza ancestral, perfectamente ejecutada, destinada a desviar cualquier ataque con precisión y gracia.

Anubius, con una mirada feroz de determinación, no perdió tiempo y se lanzó al ataque, decidido a acabar con la pelea de un solo golpe.

"¡Este es el fin!" rugió Anubius, desatando una patada devastadora hacia Tai-Li.

Pero antes de que pudiera alcanzar su objetivo, la patada fue desviada con una velocidad asombrosa, y Anubius fue lanzado a un lado, como si fuera una pluma arrastrada por el viento.

"¡¿Qué?!" exclamó Anubius, desconcertado, mientras observaba a Tai-Li, quien continuaba moviendo sus manos con serenidad, como si nada pudiera alterarla.

"¡No te escaparás!" gritó Anubius, levantándose rápidamente para atacar una vez más.

Pero, al igual que antes, su ataque fue redirigido con una agilidad impresionante, y Anubius terminó estrellándose contra una pared cercana, su cuerpo desorientado por el impacto.

Desde su posición, Goadon observaba la escena con una sonrisa satisfecha, sintiendo un profundo orgullo por el progreso de Tai-Li.

"Así es, mi niña..." pensó Goadon, mirando con confianza su técnica.

Big Serow, sin embargo, observaba con los ojos abiertos de asombro, incapaz de comprender lo que estaba presenciando.

"Maestro, ¿qué está haciendo Tai-Li?" preguntó Big Serow, aún desconcertado.

Goadon, con una calma absoluta, se volvió hacia él y explicó, su voz serena pero llena de sabiduría.

"Antes de que llegáramos aquí, le enseñé a la joven Mei y a Jan Jan una técnica defensiva especial", explicó Goadon.

"¿Una técnica defensiva especial?" inquirió Leoparmint, con el ceño fruncido, claramente intrigado. "¿Qué tipo de técnica es esa?"

"Es una técnica diseñada para desviar ataques de alta velocidad", respondió Goadon con una seriedad que reflejaba la importancia de lo que Tai-Li estaba haciendo. "Su nombre es..."

Mientras Tai-Li continuaba enfrentando a un Anubius cada vez más agotado, Goadon completó la explicación, su voz resonando con misterio.

"...Manos Infinitas", concluyó Goadon, como si el nombre mismo de la técnica tuviera un poder inquebrantable.

Tai-Li, con la energía renovada y su postura implacable, se preparó para el contraataque. A pesar de la fatiga que ya comenzaba a pesar sobre él, Anubius no estaba dispuesto a rendirse tan fácilmente. Con un rugido de furia, cargó su Cyclot, reuniendo toda su fuerza para un ataque final.

"¡Solemn Judgement!" exclamó Anubius, desatando una ráfaga de energía que tomó la forma de un chacal voraz, dirigido directamente hacia Tai-Li.

Pero Tai-Li no dudó. Con un grito de concentración, liberó una explosión de energía desde su puño, que tomó la forma de un dragón rosado y furioso.

"¡La Cólera del Dragón!" respondió Tai-Li, liberando todo su poder. El dragón atravesó el ataque de Anubius con una fuerza imparable, Anubius, atónito y desorientado, no tuvo tiempo de reaccionar antes de ser arrastrado por la poderosa ola de energía de Tai-Li en contra de una pared, el impacto sacudiendo la estructura misma. Quedó inmovilizado, tirado en el suelo, contra la pared.

Tai-Li, aunque agotada, permaneció firme antes de separarse de nuevo en Mei y Jan Jan, pese al cansancio que los había alcanzado, seguían observando con atención el lugar donde Anubius había sido lanzado. Este se encontraba derrotado, sin capacidad para levantarse.

"¡Lo encontré!" anunció Zhao, con determinación, mientras señalaba varios puntos en las paredes adornadas con extraños dispositivos. Con un gesto decidido, activó el Magiclot: Burst, destruyendo los generadores que sostenían la caja.

"¡Bien, punto para mí!" exclamó Zhao, triunfante. Sin embargo, su celebración fue interrumpida por un estruendoso ruido de caída. Miró hacia el origen del sonido y vio a Ogre y a los demás, aún en el suelo, gimiendo por el impacto.

"¡Uy, perdón!" se disculpó Zhao, sonriendo, solo para recibir un pequeño guijarro en la frente. Giró la cabeza, sorprendido, y vio a Mei, quien le lanzaba el guijarro con una sonrisa juguetona.

"Tonto..." murmuró Mei, bromeando mientras el grupo se acercaba a Anubius, quien, aunque derrotado, intentaba mantenerse en pie, extendiendo la mano derecha con esfuerzo.

Goadon se acercó con calma, colocando su mano sobre la de Anubius. El gesto era firme, pero no había hostilidad en él, solo una solemne comprensión.

"Anubius..." dijo Goadon, su voz llena de pesar mientras observaba al chacal.

"¿Qué... qué quieres?" jadeó Anubius, su cuerpo claramente agotado, su voz reflejando frustración y desesperación.

"Hay algo que necesitas saber sobre la muerte de Gaia..." dijo Goadon, capturando de inmediato la atención de Anubius. Con dificultad, Anubius se levantó, esforzándose por mantenerse de pie mientras Mei y los demás observaban, confundidos y ansiosos por entender la revelación.

Goadon respiró hondo, su mirada fija en Anubius, preparándose para revelar una verdad que cambiaría todo.

"El día en que tu madre fue asesinada, yo me encontraba en el castillo, invitado por Thalion para asistir al nacimiento de Liogre", comenzó Goadon, su voz teñida de pesar. "A pesar de nuestras diferencias, y de la paranoia de Thalion, acepté la invitación porque quería estar allí para Gaia."

Anubius lo miró con desdén, la frustración evidente en su rostro.

"¿Y qué? ¿Esperas que te dé una medalla por eso?" replicó Anubius, molesto y despectivo.

"No... solo escucha", respondió Goadon, intentando mantener la calma. Continuó, narrando: "Estaba a punto de irme cuando escuché un grito. Corrí hacia el origen del sonido y allí encontré a tu madre, y al cobarde que le arrebató la vida."

Todos en la sala escuchaban con tensión, sus miradas fijas en el relato de Goadon. Sin embargo, Anubius lo observaba con una mezcla de tristeza y desdén.

"¿Y qué importa eso ahora?" replicó Anubius, frustrado. "Nunca atraparon al monstruo que mató a mi madre."

Goadon lo miró fijamente, reconociendo la profunda ira reflejada en los ojos de Anubius.

"Aun así, yo estaba dispuesto a encontrar al asesino...", continuó Goadon, "Ya tenía todo el equipo listo para la búsqueda, pero mi padre disolvió la división sin razón aparente. Todo porque no quería que Liogre creciera rodeado de sombras y secretos oscuros."

Goadon, con un gesto reconfortante, posó su mano sobre el hombro de Anubius. Mientras tanto, Mei, en silencio, observaba cómo el cuerpo de Anubius comenzaba a agrietarse sutilmente, como si fuera de porcelana.

"Anubius, la verdadera razón por la que tu padre disolvió a los Dark Shadows...", dijo Goadon con gravedad en su voz, "fue precisamente por lo que ocurrió con Gaia."

Anubius lo miró confundido, aún más desorientado.

"¿De qué estás hablando?" preguntó Anubius, su desconcierto evidente.

"El asesino que nos arrebató a tu madre... era un Dark Shadow", confesó Goadon, dejando a todos en la gruta atónitos por la revelación impactante.

"No... No puede ser..." murmuró Anubius, su voz temblando mientras intentaba rechazar lo que escuchaba. "Se supone que nosotros protegíamos el reino y a todos sus habitantes. ¿Por qué?"

Goadon posó una mano reconfortante en el rostro de Anubius, sus ojos reflejando la gravedad de la verdad.

"Después de la muerte de Gaia, yo también busqué respuestas...", dijo Goadon con tristeza. "Incluso fui a la base de los Dark Shadows. Allí encontré al asesino de tu madre. Lo confronté y le exigí explicaciones. Me confesó que había escuchado rumores de que la Reina era en realidad una espía, dispuesta a traicionar al Rey Thalion y eliminar a toda la familia real. Como los Dark Shadows tenían la misión de eliminar cualquier amenaza futura, decidió actuar por su cuenta. Basado únicamente en un rumor, tomó una decisión que resultó en la pérdida de tu madre."

Mientras Goadon hablaba, Anubius quedó paralizado, su mente tratando de procesar el impacto de la revelación. La furia y el dolor se reflejaban en sus ojos.

"Aun así... mi padre me exilió...", dijo Anubius, su voz cargada de desolación. "Me expulsó sin contemplaciones."

Goadon intentó calmar a Anubius, sabiendo que la verdad era una carga pesada, y el dolor del joven chacal era palpable.

"Nunca te exilió...", dijo Goadon con una solemne claridad, mientras Anubius lo observaba con incredulidad.

"Después de lo ocurrido, Thalion mandó soldados a buscarte por todo el reino, rastreando cada rincón al que pudieras haber huido. Pero nunca te encontraron, y él temió haberte perdido para siempre", explicó Goadon, observando la sorpresa reflejada en los ojos de Anubius.

Golder, que había permanecido en silencio, frunció el ceño mientras recordaba un detalle crucial.

"Ahora que lo pienso...", comenzó Golder, captando la atención de todos. "Tras la coronación de Liogre, su padre abandonó el reino sin una palabra de despedida. Cuando Liogre le preguntó a dónde iba, Thalion simplemente respondió: 'Espero que dirijas el reino mejor de lo que yo lo hice'. Y con esas palabras, se marchó, sin más explicaciones."

Anubius, mirando hacia el techo mientras la revelación lo invadía, absorbió la información con un creciente sentido de comprensión. Ogre, aún molesto, se acercó a Anubius, su voz cargada de reproche.

"¡Lo ves! ¡Nada de esto fue culpa de mi padre! ¡Pero tú lo acusaste de todo lo que ocurrió!" reclamó Ogre, frustrado.

Anubius, con una sonrisa melancólica, miró a Ogre y al resto del grupo, su expresión reflejando un matiz de resignación.

"A decir verdad... en el fondo, siempre supe que no fue su culpa", dijo Anubius, mientras los demás lo observaban con confusión.

Goadon lo miraba con tristeza, su rostro reflejando el peso de las verdades compartidas y el dolor que aún persistía.

"A pesar de todo lo que me decía a mí mismo, que Liogre era el culpable de todo, sabía, en el fondo, que él no tenía la culpa de nada." confesó Anubius, mirando su mano derecha como si buscara en ella las marcas de su pasado.

"Recuerdo aquella noche en su habitación, cuando era solo un bebé. Estaba consumido por la ira. La rabia me quemaba por dentro como un fuego incontrolable..." Sus palabras se quebraron un instante, pero continuó, con el rostro cargado de nostalgia. "Iba a hacer algo terrible, algo que, sin duda, me habría atormentado por el resto de mi vida. Pero entonces, ese pequeño ser, con su inocencia desarmante, tomó mi mano con su diminuta manita y me sonrió..."

Su voz temblaba mientras su cuerpo comenzaba a agrietarse, generando inquietud entre los presentes.

"¿Qué le está pasando?" preguntó Jan Jan, alarmado, sus ojos llenos de preocupación.

"Es el precio de las Ocho Puertas de la Muerte..." explicó Goadon, bajando la mirada con un pesar visible. "Esta técnica drena cada fragmento de energía vital. Es un poder que concede una fuerza colosal, pero consume la vida misma de quien la usa. Una vez que se agota..."

No terminó la frase, pero el significado quedó claro. Mei se llevó las manos a la boca, horrorizada. Sin embargo, Anubius no mostró tristeza; en su rostro se dibujaba una serena sonrisa.

"Pero ahora... puedo irme en paz, sabiendo que, en aquel momento, tomé la decisión correcta. No perdí lo más importante para mí." Sus ojos, brillantes de lágrimas, se clavaron en Ogre con una mezcla de gratitud y melancolía.

"¿Lo más importante? ¿A qué te refieres?" preguntó Ogre, desconcertado por la intensidad de la mirada de Anubius.

"¿A ti qué te parece?" respondió Anubius con voz suave, su sonrisa cargada de ternura. "Me refiero a Liogre... "

El silencio que siguió fue pesado, cargado de emociones.

"Él es mi hermanito..." continuó Anubius, su voz temblando de emoción. "Aunque lo negué mil veces, lo amé desde el principio."

Ogre lo miraba, boquiabierto, mientras Anubius avanzaba tambaleante hacia él.

"Y gracias a él, también he tenido el honor de conocerte a ti, mi sobrino. Eres su viva imagen..." añadió, con una mirada cargada de orgullo.

Ogre frunció el ceño, la confusión nublando su rostro. "¿Su viva imagen? ¿De mi padre?"

Anubius negó con la cabeza, su sonrisa se suavizó. "No... te pareces a mi madre, tu abuela."

Por un instante, el tiempo pareció detenerse. Anubius habló con una mezcla de alegría y tristeza. "Liogre no es débil. Es un rey con un don inigualable, uno que une corazones y jamás se rinde. Por eso le di su nombre... en honor a un héroe que siempre admiré de un viejo libro."

Ogre, con la garganta apretada por la emoción, apenas pudo susurrar: "¿Tú... tú le diste el nombre a mi padre?"

Anubius asintió, mientras su cuerpo comenzaba a desmoronarse lentamente. "Sí, y nunca me arrepentí. He visto cómo se convirtió en un gran líder y, lo más importante, en un hermano y un padre increíble. Tú, Ogre, eres prueba de ello."

Las lágrimas rodaban por las mejillas de Ogre mientras escuchaba. Anubius continuó con una voz más tenue:

"Liogre seguirá enfrentando desafíos, pero lo hará con una fuerza inquebrantable. Y tú... tú también, Ogre. Estoy seguro de que, si mi madre estuviera aquí, estaría tan orgullosa de ustedes como yo lo estoy ahora."

Las lágrimas fluían libremente por el rostro de Ogre. 

El grupo, incapaz de contener sus emociones, observaba en silencio. Mei lloraba en los brazos de Jan Jan, quien la abrazaba con ternura. Zhao, siempre reservado, no pudo ocultar las lágrimas que brillaban en sus ojos, mientras Golder le daba una reconfortante palmada en el hombro.

"Pero escuchen... la lucha no ha terminado." Su tono se volvió más grave, lleno de preocupación. "Enfrentarán enemigos más fuertes y pruebas aún más difíciles que esta. Y, lamentablemente, no podré estar ahí para ayudarlos."

Todos guardaron silencio, intentando procesar sus palabras.

"Antes de irme, les pido un favor..." Anubius miró a Ogre una última vez, acariciando su rostro con una mano temblorosa. "Díganle a Liogre que siempre creí en él. Que, sin importar lo que pase, siempre lo amaré."

Ogre, con la voz quebrada, logró responder: "Se... se lo diré. Lo prometo."

Ogre, con la voz quebrada, logró responder: "Se... se lo diré. Lo prometo."

Anubius esbozó una última sonrisa antes de desaparecer por completo en una nube de polvo brillante.

El silencio se rompió cuando Ogre, consumido por el dolor, cayó de rodillas y dejó escapar un grito desgarrador que resonó en el cielo, lleno de rabia y desesperación.

Lejos, en una montaña aislada de un mundo distante, una figura solitaria miraba al cielo nocturno. Un león con melena gris, entrelazada con mechones metálicos, se encontraba en la entrada de una choza rústica. Su armadura plateada brillaba bajo la luna, portando un emblema rojo con la figura de un león negro en el pecho. Con voz temblorosa, susurró:

"Anubius..."

Las lágrimas surcaban su rostro mientras el viento nocturno llevaba su lamento a la vastedad del cosmos.

En la gruta, Ogre se puso de pie con un semblante más sereno, aunque sus ojos aún reflejaban la tristeza. Se dirigió al grupo con renovada determinación, su voz firme como un faro en medio de la tormenta.

"Es hora de seguir adelante..." declaró, mientras Golder pasaba a Salmomancer el frasco que contenía el mensaje de Manatis. El anciano lo tomó con cuidado, guardándolo como si se tratara de un tesoro invaluable.

"Conozco un atajo que nos llevará hacia el lugar donde probablemente se encuentren tu padre y los demás," explicó Salmomancer, señalando un pasaje oculto que acababa de abrirse en la pared rocosa.

Ogre lo miró con una mezcla de gratitud y pesar, bajando ligeramente la cabeza. "Gracias..." murmuró, su voz cargada de emociones.

Salmomancer le colocó una mano en el hombro, transmitiéndole calidez y fortaleza. "Levanta la cabeza, muchacho. Anubius no querría verte así. Recuerda que aún tienes una promesa que cumplir."

Las palabras del sabio resonaron profundamente en Ogre, quien cerró los ojos por un momento, respiró hondo y asintió con resolución renovada. "Tienes razón..." respondió, volviéndose hacia el resto del grupo.

"¿Todos pueden continuar?" preguntó, su mirada recorriendo a sus compañeros.

Aunque todos asintieron, Ogre no tardó en notar el estado de Billsword, Big Serow y Morgan. El enfrentamiento con Anubius había dejado mella en ellos, a pesar de su determinación por seguir adelante.

"Big Serow..." lo llamó con voz autoritaria, atrayendo su atención. "Tú, Morgan y Billsword deben regresar al submarino. Necesitan descansar."

Big Serow abrió la boca para protestar, pero antes de que pudiera articular palabra, una punzada de dolor le recorrió el costado, obligándolo a llevarse la mano al área afectada. Leoparmint se apresuró a su lado, su expresión llena de preocupación.

"¡Big Serow! No puedes seguir en este estado," exclamó, mirando al guerrero herido con severidad.

Salmomancer, con calma, señaló otro pasaje oculto que había activado en la pared. "Este camino los llevará de regreso a una salida cercana al punto donde desembarcaron. Es más seguro."

Ogre se acercó a Big Serow, sosteniendo el asta rota que este había perdido durante el combate, y se la entregó. "Entiendo tu deseo de seguir luchando, pero no puedes ayudar si estás debilitado," dijo, su tono firme, pero no carente de empatía. "Por favor, descansa. Es una orden."

Big Serow apretó los dientes, luchando contra su orgullo, pero finalmente asintió. Con una última mirada a sus compañeros, se unió a Morgan y Billsword, avanzando por el pasaje que se cerró detrás de ellos con un leve crujido.

"Bien..." Ogre giró hacia los demás, su voz recuperando fuerza. "Nosotros continuaremos."

El grupo asintió, reuniendo su coraje mientras seguían a Salmomancer por el pasaje secreto. Ogre, a la vanguardia, lideraba con una determinación inquebrantable, decidido a cumplir su promesa y a honrar el sacrificio de Anubius.

Mientras tanto, en otro rincón del vasto laberinto subterráneo, una figura escurridiza guiaba en silencio a Regulus, Zephyrus y Atlas a través de un sendero paralelo. La medusa avanzaba con movimientos fluidos, asegurándose de que cada paso los mantuviera fuera de peligro. Desde las sombras, Nut los observaba, una sonrisa maliciosa curvándose en sus labios, como si supiera algo que los demás aún ignoraban.

Continuará

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