11

El aire en la pequeña casa del carpintero estaba cargado de aromas a madera y medicamentos cuando Yoongi abrió los ojos, parpadeando ante la luz tenue que entraba por las ventanas. El dolor en su abdomen le recordaba todo lo que había pasado: el ciervo, Jimin cargándolo, el grito del niño... y luego nada. Solo oscuridad.

Se incorporó con dificultad, llevando una mano temblorosa a su herida. Estaba vendada, aunque aún sentía el ardor. Fue entonces que notó que no estaba solo. Sentado en una silla al otro lado de la habitación estaba su padre, con una botella de licor medio vacía en la mano y el rostro tan endurecido como siempre. Junto a él, su hermano mayor, recostado contra la pared con una expresión aburrida.

—Ya era hora de que despertaras —gruñó su padre, dando un trago a la botella. Su voz era áspera, con ese tono de desprecio que Yoongi conocía demasiado bien.

—¿Dónde estoy? —preguntó Yoongi, su voz ronca.

—En el taller del carpintero —respondió su hermano con desgano, sin molestarse en mirarlo—. Él y su familia te cuidaron.

Antes de que Yoongi pudiera agradecer o preguntar más, su padre interrumpió con un bufido.

—No vamos a desperdiciar la oportunidad. Estás herido, muchacho, y no te estás volviendo más joven. Si no te casas ahora, nadie querrá tomarte después el carpintero te ha salvado y su hija ya es mayor, en agradecimiento hemos acordado tu boda.

Yoongi frunció el ceño, su mente aún nublada. —¿De qué estás hablando?

—De tu boda, idiota —respondió su hermano con una media sonrisa burlona—. Te casarás con la hija del carpintero. Ella está soltera y es lo suficientemente tonta y vieja para aceptarte.

El impacto de las palabras fue como un golpe en el estómago.

—¿Qué? —susurró Yoongi, apenas creyendo lo que escuchaba.

—Ya lo arreglamos todo. La boda será en unos días. Será un evento simple, no nos sobra el dinero, pero suficiente para que cumplas con tu deber y entregar una dote decente.

—¡No quiero casarme! —Yoongi levantó la voz, ignorando el dolor que se intensificaba en su abdomen.

—No es lo que quieras, muchacho —replicó su padre, poniéndose de pie tambaleante—. Es lo que conviene a la familia. Deberías estar agradecido de que alguien quiera tomarte en este estado patético el carpintero no tiene varones y necesita un hombre para que se haga cargo.

Yoongi miró a su hermano, buscando algún tipo de apoyo, pero solo encontró indiferencia en sus ojos. Sentía cómo el mundo se le venía encima, atrapado entre la fría autoridad de su padre y la traición silenciosa de su hermano.

—Esto no es justo... —susurró, más para sí mismo que para ellos.

—La vida nunca lo es, Yoongi —dijo su padre antes de dar media vuelta y salir de la habitación, tambaleándose.

Yoongi permaneció sentado, con la mirada fija en el suelo, mientras el peso de la noticia se asentaba en su pecho. Apenas podía procesarlo. Lo habían reducido a un trato, una transacción. Y, en medio de todo, su mente regresó a Jimin. El recuerdo de su voz susurrando "perdón, perdón" lo golpeó como una flecha.

—¿Dónde estás ahora? —Murmuró, sintiendo una punzada en el pecho que no tenía nada que ver con su herida.

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