09

Jimin apretó los dientes mientras trataba de levantar a Yoongi del suelo, sus brazos temblando por el esfuerzo. Apenas logró sostenerlo un momento antes de que el cuerpo de Yoongi se desplomara otra vez, débil por la pérdida de sangre. Jimin vio cómo la herida en su abdomen se oscurecía con sangre fresca, empapando su camisa. El miedo lo atravesó como una daga.

"Si no hago algo, él va a morir", pensó con el corazón acelerado.

Tendría que salir del bosque, tendría que enfrentarse al pueblo. A las miradas, los murmullos, las piedras. Su respiración se volvió errática mientras los recuerdos de aquella vez lo golpeaban con fuerza, una tras otra.

—Déjame a la salida del bosque, iré solo —murmuró Yoongi con una voz débil, rompiendo el silencio.

Jimin lo miró, sorprendido. A pesar del dolor evidente, Yoongi intentaba sonreír, aunque sus labios estaban pálidos y temblaban. Había notado el pánico de Jimin, incluso con la máscara que ocultaba su rostro.

—Yoongi, no puedes... estás herido y... y yo no sé salvarte —balbuceó Jimin, su voz temblando.

—Puedo caminar.

—¡Pero no voy a dejarte! —espetó Jimin con fuerza, su voz quebrándose al final.

Yoongi suspiró y cerró los ojos un momento, como si el esfuerzo de discutir fuera demasiado para él. Jimin sabía que no tenía tiempo para discutir. No tenía opciones. Se arrodilló y deslizó un brazo bajo la espalda de Yoongi, levantándolo con cuidado.

—No puedo perderte —murmuró con firmeza, aunque sus propias palabras le sonaban frágiles.

Yoongi no respondió. Apenas tenía fuerzas para mantenerse despierto.

Con pasos vacilantes, Jimin comenzó a caminar por el bosque, cargando a Yoongi entre sus brazos. El peso no era lo que le costaba, sino el miedo que crecía en su pecho con cada paso que lo acercaba al límite del bosque. El sonido de las hojas crujientes bajo sus pies parecía tan fuerte que le dolía, como si con cada crujido el pueblo pudiera escuchar que estaba ahí.

Cada paso era una lucha interna. Recordaba las piedras que le lanzaron, los gritos de horror, las burlas, las miradas llenas de desprecio. Recordaba el dolor de sentirse menos que humano. Pero el rostro pálido de Yoongi, los ojos que apenas se mantenían abiertos, eran más fuertes que cualquier miedo.

El límite del bosque comenzó a vislumbrarse entre los árboles. La luz del sol caía sobre el camino que llevaba al pueblo. Jimin se detuvo por un momento, con la respiración agitada. Sentía que su máscara no era suficiente para protegerlo de lo que vendría.

—Jimin... puedes dejarme aquí... —susurró Yoongi débilmente, con la cabeza apoyada en el hombro de Jimin.

—No —dijo Jimin, su voz baja pero firme. Sujetó a Yoongi con más fuerza y dio un paso más hacia el claro, dejando que la luz bañara su figura. —No voy a dejar que nada malo te pase.

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