3. Encuentros cercanos

Alec pasó su sábado trabajando en sus tareas escolares, después entrenó, siguió con las clases de piano, luego más estudio con un tutor, seguido por las lecturas de su padre sobre como ser un verdadero hombre de negocios. Un día horrible.

Así que cuando llegó el domingo, Alec estaba listo para matarse. Por que estarían sentados en la iglesia por una hora y media, vestidos de traje de marca, rezándole a un dios, que de acuerdo con ellos, probablemente le escupiría en la cara por ser como es. Si, era una mañana genial.

Pero después de la misa, la mamá de Alec, Maryse Lightwood, dijo que los tres hermanos podían ir a caminar un rato por el parque. Siguiendo el camino, sin parecer callejeros, por supuesto. Alec sonrió por dentro. Era raro que les dieran tanta libertad. Quizá lo hacían por que mañana era su cumpleaños número dieciocho. O quizá les quería fuera de la casa por un rato. De cualquier forma, Alec contuvo su sonrisa hasta que se juntó con Jace e Izzy.

– Dijo que podemos ir al parque por un rato, – dijo casi susurrando por miedo a que se escuchara su entusiasmo en su voz y sus padres cambiaran de opinión.

Ambos hermanos sonrieron mientras caminaban lejos de la iglesia.

Alec suspiró feliz. Estaba cálido pero no demasiado, las hojas eran de verde opaco, volviéndose ya cafés. El olor de pino y aire fresco que desprendían los árboles por el viento de la mañana era exquisito. Cerró los ojos mientras Jace e Izzy comenzaban a corretearse por el parque. Suspiró de nuevo y retomó su caminata, en la dirección por la que corrieron sus hermanos.

Aunque no llegó muy lejos, porque al voltearse, chocó contra el pecho de alguien. Alec rápidamente retrocedió, mascullando con gran velocidad.

– Por el ángel. Señor, lo siento, mis más sinceras disculpas. ¿Está herido? ¿Está bien? – dejó de hablar cuando una ligera risa llenó sus oídos.

– Relájate niño rico, sin daño no hay culpa. Estoy bien, ¿y tu? por la forma en que balbuceas suenas como si tuvieras una contusión. –

Alec rió un poco por ello y levantó su rostro para ver al hombre frente a él. Pero cuando lo hizo sus ojos se abrieron. Por que era el chico de colores. Vestido con jeans verdes apretados, una playera transparente y un chaleco.

Alec jadeó e inmediatamente se sonrojó, mientras reconocía al chico en frente de él. Dicho chico sonrió.

– Bueno, pero si es el pequeño niño de la escuela del Ángel Raziel. ¿No estás un poco lejos de casa? – preguntó con tono burlón, aunque la suavidad de su voz le pegó como una ola a Alec.

Alec solo tartamudeó palabras sin sentido y el chico se rió, dándole palmaditas en el hombro.

– Aww... tu, niño aristócrata, ¡eres demasiado tierno! – dijo con una sonrisa. Después inclinó su cabeza y se acercó a susurrarle en su oído. – Y ese sonrojo tuyo es malditamente sexy. –

Alec se sonrojó intensamente mientras la sonrisa del chico se agrandaba,

– Oh vamos, ya debiste haber escuchado eso antes. No puedes ser tan inocente. Seguro que ya conoces el lenguaje vulgar de los plebeyos. –

Alec mordió su labio, bastante consciente de la cercanía del chico. – Si. Lo conozco. –

El chico sonrió genuinamente. – Pero nunca lo has usado ¿cierto? Usas una cruz pero nunca has maldecido. Eres un chico Ingles vigoroso, sin embargo te sonrojas con una simple maldita palabra. Y te intentas esconder cuando te llamo sexy, ¿por qué? –

Alec bajó el rostro y el chico suspiro, poniendo un dedo bajo el mentón de Alec y levantando su rostro hasta que sus ojos se unieron. Alec tragó, y susurró.

– No puedo...– habló casi sin escucharse.

El chico le miró con pesar y suspiro con lo que parecía ser comprensión.

– No has salido. – declaró.

Alec negó. – No puedo. No mientras yo... yo solo... no puedo. –

El chico le miro por un momento antes de apresarlo en un abrazo. Sostuvo a Alec con suavidad y le dijo.

– Está bien. Todo mejora. Te lo juro por... por lo que sea que tu gente jura, – dijo sonriendo mientras se separaban, dejando atrás la amabilidad y volviendo a ser el chico sexy lleno de determinación.

– Gracias, – dijo Alec aclarándose la garganta. – Creo. –

El chico rió y sus ojos se oscurecieron un poco mientras Alec aflojaba su corbata y arremangaba su saco. Alec vio la mirada y enrojeció.

– ¿Qué? –

El chico mordió su labio. – Tu. Usando tu ropa de gala. Saliendo de la iglesia, con tu sucio secretito y tus sexys ojos y ese sonrojo. Uh, eres tan caliente. Comienzo a apreciar a la aristocracia un poco más. Por que eres tan inocente que me estás cautivando y lo único que quiero es mostrarte el mundo. Todo. Quiero presentártelo todo. El brillo, las locuras, el miedo, lo asombroso, el dolor... y el placer. –

Terminó sutilmente, susurrando con una voz ronca que mandó toques por todo el cuerpo de Alec, terminado en una región en particular. Enrojeció aun más y el otro chico sonrió.

– Soy Magnus, por cierto. Magnus Bane. –

Alec sonrió a eso. Era un nombre tan misterioso y sexy como el mismo chico. Alec le dio la mano para un respetuoso apretón de manos.

– Alexander Lightwood, – dijo con el aire de superioridad que venía con el nombre.

Las cejas del chico se fruncieron en reconocimiento del apellido, pero no dijo nada, en vez, simplemente tomo la mano de Alec y la llevo a sus labios, besándola, lenta y suavemente.

– Es un placer conocerle señor Lightwood. –

Alec enrojeció escarlata y sintió un extraño deseo de estar más cerca de ese chico, y hacer cosas de las cuales su madre definitivamente nunca aprobaría.

– El placer es mío, señor Bañe. –

Magnus mordió su labio y se estremeció un poco.

– Lo dudo mucho. Apuesto a que no sabes absolutamente nada sobre el placer. Quizá deberías entregarte a él. –

Dijo mientras se separaba, y seguía su camino, moviendo sus caderas de una forma que hizo jadear a Alec. Luego Magnus volteó y habló.

– Hey, ojos azules. ¿Cuándo es tu cumpleaños dieciocho? –

– Mañana, – dijo Alec sonriendo por ello.

Las cejas de Magnus se fruncieron mientras sonreía.

– Buena suerte con tu marca. Espero que sea todo lo que siempre quisiste. – dijo mientras se volteaba y volvía a caminar. Alec gritó tras él.

– ¡Magnus! ¿Tu ya tienes dieciocho? –

El chico giró sin parar de caminar y asintió. Alec suspiró y sintió una puñalada en el pecho, como decepción. Pero entonces, Magnus gritó de vuelta.

– ¡Cumplí dieciocho hace un mes pero aun no tengo mi marca! –

Sus ojos se cruzaron una última vez antes de que Magnus desapareciera de su vista y Alec escuchara a sus hermanos llamándole.



Disfrútenlooo ;D

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