24. Amor
I'll be waiting for you, here inside my heart
I'm the one who wants to love you more
You will see I can give you, everything you need
Let me be the one to love you more
Magnus miraba el techo. No había dormido ni un poco en toda la noche. El anuncio del periódico seguía impreso en su mente, atormentándole a cada segundo.
No estaba seguro de cómo sentirse. Amaba a Alec, quería que fuera feliz. Pero no era feliz, no con esa chica, no con esa vida. Él era feliz con Magnus. Quería que Alec fuera con él, que huyeran y fuera valiente, se olvidara de su vida, como lo hizo su mamá. Pero quizá Alec tenía más que perder que ella. Quizá su relación solo fue un sueño.
Pero no podía creer eso, Alec era todo para él. Y realmente creía que Alec se sentía igual. ¿Y que había dicho Jace? ¿La magia les salvaría?
¿Qué quería decir con eso? ¿Magia? ¿Qué clase de magia?
De repente tuvo sentido, su cerebro hizo clic y se sentó rápidamente, jadeando.
Las marcas. Las marcas eran magia. Y si Jace dijo que la magia les salvaría... ¿Quería decir que las marcas se moverían? Y si el ya sabía que Magnus amaba a Alec...
Oh dios, eso quería decir que Alec... ¿también le amaba?
Se permitió tener un momento de felicidad antes de volver a la realidad. Alec amándole no era algo posible, si lo hiciera, Magnus lo sabría, lo sentiría. Pero por ahora todo lo que sentía era un vacío.
Tenía que aceptar la decisión de Alec, tenía que dejarlo ir. Así que tenía que aceptar que Alec se casaría en cuatro horas.
Suspiró y contuvo las lágrimas cuando su puerta se abrió y Ragnor apareció por ella, con su cabello negro y ropa verde, corrió a la cama de Magnus y le abrazó.
– ¿Es él, cierto? El chico rico que se casa hoy. Es tu alma gemela ¿cierto? –
Magnus mordió su labio y asintió mientras Ragnor echaba humo y golpeaba la almohada, antes de abrazar a Magnus con fuerza y sostenerle al ver que Magnus se soltaba a llorar.
Ragnor conocía mejor que nadie a Magnus. Y por ello se dio cuenta que Magnus estaba irremediablemente enamorado. Y sabía que su corazón se estaba rompiendo en mil pedazos por millonésima vez en su vida.
– Esta bien Magnus. Está bien, vas a estar bien, ¿ok? –
Magnus se separó un poco y asintió. Ragnor le sonrió malévolamente.
– ¿Quieres colarte a la boda? – preguntó con voz de burla alzando una ceja.
– No, – dijo Magnus riendo. – No le puedo hacer eso a Alec. Lo metería en muchos problemas. Y no puedo dejar que su padre le haga daño y se que lo hará, si yo aparezco. –
Ragnor suspiró pero asintió. – Ok. Nos quedamos lejos. Hay algo más que podríamos hacer hoy. –
Magnus le miró con curiosidad. – ¿Qué? Haría lo que fuera por olvidarme de esto. –
– Bueno, – Ragnor sonrió. – La escuela esta dando una fiesta hoy por el campeonato de futbol. Comienza a las 12 por que el juego es esta noche. Y pensaron que una fiesta en el día era buena idea. Escuela estúpida. Pero ¿quieres ir? –
Magnus suspiró. ¿Fiesta de la escuela durante el día y sin alcohol? Sonaba como el infierno. Pero no podía ser peor que sentarse en la oscuridad a lamentarse por su amor perdido.
– Ok. Vamos. –
Ragnor sonrió y tomó a Magnus de la mano, dándole soporte mientras se sentaban juntos viendo un rato el amanecer.
*
– Te amo, Alexander Ligtwood. –
– Te amo, Magnus Bane. –
Ambos susurraron contra los labios del otro mientras compartían un cálido beso, un beso que no quemaba como el fuego, pero fluía como lava fundida, bajo la tierra y hacía añicos al resto del universo.
Luego Alec despertó y recordó que su mundo real estaba a punto de colapsar.
Suspiró y se estiró con los ojos cerrados, con lágrimas saliendo por sus pestañas. Eran las 7 am. Lo que significaba que tenía una hora para alistarse antes de irse a la iglesia, donde tenía que estar a las 9 am, donde ensayarían una vez más antes de tener la ceremonia tradicional de compartir una copa de un raro vino de su papá antes de que la boda comenzara a las 11 am.
Salió de la cama y fue a la ducha, dejando que el agua cayera sobre el, sintiendo el peso del mundo sobre sus hombros.
Salió de la ducha, volvió a su habitación, sintiéndose pesado y roto. Atrapado, su libertad se le había escapado entre los dedos. Y todo lo que podía pensar era en Magnus. Sus ojos, su sonrisa, su risa. La forma en que le tocaba, suave pero creando fuego. La forma en que le besaba cada parte de su cuerpo, haciéndole sentir tan especial. La forma en que le susurraba suavemente en una voz hecha solo para Alec.
Alec se paró enfrente del espejo, viendo la marca en su cadera al borde de su camisa, imaginando la voz susurrante de Magnus en su mente.
– Te amo, Alexander Lightwood. –
Alec contuvo las lágrimas, escuchando esa voz, tan clara y fuerte, como si Magnus realmente las hubiera dicho. Puso su mano en su cadera y, gentilmente acariciando esas hermosas iniciales, se atrevió a susurrar las palabras que únicamente había dicho en sueños.
– Yo también te amo, Magnus Bane. –
Jadeó al decirlas, las palabras resonando a través de él, como una profunda vibración. Pareció haber un momento de puro silencio, donde el mundo se congeló. Y de pronto, todo volvió, con una fuerza, sacando el aire de sus pulmones y envolviéndolo en llamas.
Jadeó fuerte, ese sonido volviéndose desde brutal gemido hasta un grito. Su cuerpo quemaba, un horrible dolor atravesaba su cuerpo, retorciéndole y recorriéndole toda su piel, su torso brillando en rojo y quemando. Su corazón latía con fuerza y su cabeza sentía vértigo mientras caía al piso, llorando de dolor. El mundo desapareció en cegadoras luces blancas y su cuerpo se sentía como nada mientras sentía los últimos vestigios de dolor, antes de que desapareciera, dejando un sombrío, quemante y crudo dolor en la parte de arriba de su cuerpo.
Vagamente escuchó el sonido de gente llamándole, rogándole por que abriera los ojos. Manos que le sacudían suavemente, acariciándole el cabello.
– ¿Alec? Hey, ¿qué está pasando? – escuchó la preocupada voz de Izzy.
Jadeó y sus ojos se abrieron, sentándose y gritando al sentir un quemante dolor en el pecho, como una vieja quemadura, que había sido abierta.
Limpió sus ojos de las lágrimas que caían y se puso de pie, mirándose al espejo de nuevo, sintiendo como si camisa quemaba al rozar contra la sensible piel de su pecho. Levantó la camisa y jadeó al ver su cadera, roja pero sin marca. Estaba como antes y sin cicatrices.
Sollozó de nuevo, sus manos temblaban, la única cosa buena en su vida se le había sido arrebatada. Su marca se había ido.
– Se ha ido, – masculló contra las lágrimas mientras sus hermanos le sostenían con fuerza, Izzy levantó su camisa para ver que la marca ya no estaba ahí. Ella suspiró profundamente y mordió su labio, sosteniéndole aun más fuerte.
Jace se sentó, viendo a Alec con dureza. Había estado tan seguro de que la magia de las marcas le salvarían, solo que no sabía que le salvaría desapareciendo. Respiraba de forma furiosa y cerró sus ojos con fuerza, abriéndolos rápidamente al ver con los ojos entrecerrados la camisa de Alec, la cual era blanca, pero tenía una mancha roja en el pecho.
– Um, Alec. Estas sangrando. Tu pecho está sangrando, – masculló con confusión.
Alec le vio e Izzy observó su camisa con horror.
– ¡Oh por dios! ¡¿Qué te está pasando?! – gritó mientras Alec jadeaba.
Se quitó la camisa, dando un grito cuando el material rozó su pecho. Miró hacía abajo y su mundo se congeló, aunque ahora por una razón diferente. Todos se quedaron en silencio, maravillados, sin poder creerlo, con miedo y esperanza.
Por que ahí, claro como el día, rojo como la sangre, estaban dos letras grabadas en su piel, justamente donde estaba su corazón.
M.B
*
Magnus suspiró, sin saber que ponerse para la fiesta del escuela, mientras escarbaba en su closet. Gruñó dejándose caer en la cama, acurrucándose contra la playera de "pestañea si me deseas" que le había prestado a Alec, e inhaló su olor, cerrando los ojos e imaginando que el chico estaba ahí con él.
Fue cuando lo escuchó, un suave susurro, aunque alto, en su oído, la voz de Alec, como si fuera él quien estuviera diciendo esas palabras.
– Yo también te amo, Magnus Bane. –
Magnus jadeó y se sentó, pensó que había sido su imaginación. Pero no, lo había escuchado. En su cabeza, si. Pero fue real. Era Alec. Sonrió y apretó aun más la playera, sintiendo como caían las lágrimas por sus ojos,
– Yo también te amo, Alexander. Mi Alec. Mi bebé. ¡Te amo demasiado! –
Gritó con una sonrisa, su cuerpo vibraba, su mente y su alma juntas, la realidad y los dueños encontrándose en su desesperada mente.
Pero de repente llegó un dolor quemante, su marca quemaba. Jadeó y se quitó de prisa su playera para ver con horro como su marca se estaba desvaneciendo.
– ¡No! ¡Nononononono! ¡No! Por favor...No...¡Alec! – gritaba, mientras el dolor le cegaba y se irradiaba al torso, sintiendo como si fuera prendido en llamas.
Ragnor entró corriendo a la habitación y vio a Magnus retorciéndose en la cama, gritando con los ojos cerrados. Corrió a la cama y sacudió a Magnus, tratando de despertarlo, cuando revisó el cuerpo de Magnus, vio una línea roja de sangre desde su estómago hasta su pecho, llegando hasta su corazón. Jadeó mientras Magnus colapsaba en la cama después de lanzar un doloroso grito, con su cuerpo cubierto en sudor.
Ragnor sacudió gentilmente a Magnus para despertarlo, sonriéndole, mientras Magnus volvía en si, jadeando de dolor y mirándose confuso.
– ¿Qué diablos fue eso? – jadeó, acariciando su cadera con tristeza, sintiendo las lágrimas salir – Ragnor. Mi marca se ha ido, – dijo golpeando la pared.
Ragnor le agarró la mano y le dio un golpe.
– ¡Despierta Bane!¡Tu marca no desapareció! ¡Tu maldita marca se movió! ¡Es una marca de amor! –
Magnus se miró a si mismo asombrado mientras Ragnor le gritaba, señalándole su pequeña marca en el pecho. Magnus bajó la mirada y jadeó, con su corazón martillando, su cuerpo llenándose de esperanza al ver la pequeña inscripción sobre su corazón.
A.L
*
Alec estaba sorprendido, sonriendo enormemente. Jace reía triunfante e Izzy gritaba de emoción.
– ¡Oh por dios, Alec! ¡¿Qué vas a hacer?! –
Alec se levantó, lleno de adrenalina en su cuerpo, sin saber muy bien que hacer.
– ¡No lo se! ¡No lo se! – gritaba emocionado. Jace se paró a su lado y le tomó del hombro.
– Tienes que ir con él! ¡No puedes ignorar esto! Deseo, podías dejarlo pasar. Pero esto... Alec, por primera vez en tu vida piensa en ti mismo. ¿Qué es lo que quieres? –
Alec miraba a Jace, con su cuerpo vibrando. Jace tenía razón. Tenía que escoger, ahora mismo. Esta era su única oportunidad. Pronto, su padre estaría ahí y su boda daría comienzo. Este era su momento.
– Tengo que irme, – mascullo.
Izzy y Jace sonrieron felices escuchándolo repetir con vigor.
– Me voy. ¡Tengo que irme! ¡Le amo! ¡Amo a Magnus! ¡Tengo que irme ahora mismo! –
Izzy gritó emocionada y Alec soltó lágrimas de felicidad, su corazón se sentía valiente, y Jace le veía feliz y asintiendo. Alec se puso su camisa mientras miraba alrededor.
– ¿Qué hago? ¡No puedo salir por la puerta! –
Jace suspiró. – Sal por la ventana, toma mi auto. Pero no se donde estará Magnus. Cuando fui a verle en la semana, vi un poster diciendo que iba a haber una fiesta por el inicio de la temporada de futbol. Es hoy en la escuela, aunque no se a que hora... podría estar ahí, o en su casa. –
– Iré primero a su casa, – Alec asintió.
– Ve Alec, antes de que alguien venga, – Izzy le abrazó fuerte. – ¡Corre! ¡Y saluda a Magnus de nuestra parte! –
– Lo haré, – Alec rió. – ¡Gracias chicos! Oh por dios, estoy temblando... No puedo creer que voy a hacer esto. Oh dios, papá va a matarme. –
Jace e Izzy le abrazaron. – No te preocupes, mantendremos a papá ocupado. Ahora vete, Alec. –
Alec asintió y suspiró. Realmente iba a hacerlo. Se iba. Iba a escaparse. Se paró frente a la ventana y tomó una profunda respiración. Estaba huyendo, por amor, por su vida, por Magnus. Justo como la mamá de Magnus. La persona más valiente para Magnus. Y ahora Alec también iba a hacerlo.
Abrazó por última vez a sus hermanos, tomando una mochila y metiendo su computadora.
– Les llamaré. Lo prometo. Gracias. Los quiero demasiado. –
Izzy y Jace asintieron, ayudándole a abrir la ventana. Tomó otra respiración y miró hacia abajo.
– Lo siento Magnus. Pero ya voy. Me perdí un poco, pero ya te encontré. Te amo. –
Miró una última vez a sus hermanos antes de agarrar el marco de la ventana. Estaba a punto de salir por ella cuando la puerta de su habitación se abrió.
– ¡Alexander, hijo! – Robert le llamó, entrando a la habitación de Alec, quien rápidamente lanzó su mochila lejos.
– Hey, papá. Um, podrías volver en un minuto, estoy a punto de cambiarme. –
Robert rió. – Claro que no hijo, es una tradición que el padre ayude a ponerle el trajea su hijo. Puede ser un poco difícil ponérselo. Recuerdo cuando yo lo intenté. –
Robert rió feliz y comenzó a sacar a Jace e Izzy de la habitación.
– Vamos, su hermano necesita cambiarse. –
Alec palideció. – ¿Quieres decir que te quedarás aquí? –
Robert sonrió. – Claro. Estas son tus últimas horas como mi hijo. Y tengo pensado pasar cada minuto de ellas a tu lado antes de que te vayas a comenzar tu nueva vida. Tu eres mi hijo y te amo. Y estoy tan orgulloso de ti. –
Alec sintió como toda la esperanza y felicidad, desaparecían. Robert no se iba a ir y el no podría huir.
Perdió su oportunidad. Era el fin. En unos momentos su futuro se le iría de las manos. Era el final.
Uuuf... casi huye... ¡Y ya cambió la marca! Como ya todos sabían que pasaría
Aguanten un poco mas C:
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