16. Valentía

I got all I need when I got you and I
I look around me, and see a sweet life
I'm stuck in the dark but you're my flashlight
You're getting me, getting me, through the night




– Alec... no estoy muy seguro de esto...– Magnus jadeó con preocupación mientras Alec le sonreía desde el borde del muelle.

– ¡Vamos! Confía en mi. Se lo que estoy haciendo. –

Magnus bufí mientras Alec le hacía señas de que se acercara. Tomó una gran respiración y caminó hacía Alec.

– ¿Estás seguro? Por que solo tienes18. Honestamente no puedes saber como navegar un bote. –

Alec sonrió y brincó del muelle hacía la cubierta del bote, tomando el timón.

– Vamos. Estarás bien. Se lo que hago. He navegado por años. Por favor Magnus. Se lo que hago. –

Magnus gruñó pero avanzó, tomando el barandal del barco y subiéndose en el. Una ve así intentó estabilizarse mientras el bote se balanceaba sobre el agua.

– Alec...– jadeó dado que el bote se balanceaba más. Alec rió y lo sentó al lado suyo, dándole una cuerda.

– Sostente de esto mientras navegamos ¿ok? Estarás a salvo. Confía en mi. –

Se inclinó y besó a Magnus suavemente, dándole confianza. Magnus besó de vuelta, mordiendo el labio inferior de Alec y jalándolo suavemente, con sus lenguas bailando lentamente en un baile sensual. Alec se separó y le besó la frente.

– Solo relájate. Estarás bien. No vamos muy lejos, solo es algo que quiero mostrarte. –

Magnus sonrió y asintió, viendo alrededor del barco al océano azul. Mientras Alec preparaba el barco y soltaba la vela, comenzaron a moverse. Vio a Alec soltar los amarres y tomar el timón.

Se tomó un momento para pasar sus ojos por el cuerpo de Alec. Estaba usando unos inusuales pantalones apretados y los converse de Magnus. Su camisa era de manga corta con varios botones abiertos. Su cabello se despeinaba con el viento y tenía una sonrisa natural en su rostro. Era verdaderamente hermoso.

– Ves, no es tan malo. –

– Supongo, – Magnus sonrió.

Alec rió y sacudió la cabeza, volviendo su atención a las olas. Fue cuando los ojos de Magnus captaron en letra de caligrafía una inscripción en el mástil. Entrecerró los ojos y la leyó confundido.

M.G.L.

– Hey, ¿Alec? ¿Quién es M.G.L? – preguntó inocentemente.

Pero los ojos de Alec inmediatamente se entristecieron, viendo el mástil antes de voltear a ver el timón. Magnus sigue su mirada y ve la misma inscripción en la cubierta.

Maxwell Gabriel Lightwood.

– Maxwell Lightwood? – pregunta Magnus. – ¿Es un familiar tuyo? –

Alec deja que el bote siga por si solo en las olas y se sienta al lado de Magnus.

– Era mi hermanito menor, – dijo bajito.

Magnus siente una puñalada de dolor en su pecho, y susurra con dolor.

– ¿Era? –

Alec bufa y contiene las lágrimas, besando el dorso de la mano de Magnus antes de pararse y caminar de vuelta al timón, respondiendo.

– Era, – confirma.

Y así dio fin a esa conversación por el resto del viaje. Solo vieron el océano y el lejano horizonte. Olvidándose de todo el dolor de sus mundos, al menos por un momento.

*

Alec soltó el ancla hacía el mar y amarró el bote en un pequeño muelle. Sonrió al ver los acantilados de piedra y el denso bosque, sabiendo que Magnus iba a amar lo que le iba a mostrar. Se giró para tomar a Magnus y se congeló, viendo al chico con una sonrisa.

Magnus estaba tendido sobre la cubierta, tomando el sol con un brazo sobre sus ojos y su pecho bajando y subiendo lentamente. Alec suspiró y brincó a la cubierta, arrodillándose a su lado.

– Magnus... ¿hola? ¡Magnus! ¡Levántate! – le llamó. Magnus soltó una risita y quitó su brazo de los ojos, sonriéndole a Alec.

– No estaba dormido. Solo estaba disfrutando el movimiento del barco sobre el agua. –

– ¡Te encantó navegar! – Alec sonrió triunfante. – ¡Si! Hice que cambiaras de opinión. –

Magnus suspiró una risa. – Tu pequeño... Oh, eres demasiado tierno. Ven aquí, bebé. –

Jaló a Alec y le plantó un beso, mordiéndole los labios. Alec jadeó mientras Magnus enredaba sus largos dedos y su cabello y se lo jalaba suavemente, sosteniendo a Alec cerca mientras se besaban febrilmente.

Aunque para desgracia de Magnus, Alec se separó, ofreciéndole la mano a Magnus. Gruñendo con decepción mientras Alec reía, tomó su mano y se levantó, caminando hacía el borde del barco. Alec brincó hacía el muelle, y volteó para ver a Magnus.

– Vamos... estarás bien. La distancia es bastante corta. Yo te atraparé. Te lo prometo. –

Magnus miró el pequeño espacio entre el muelle y el bote. Tragó duro y suprimió el miedo de caer y ahogarse, confiando en la palabra de Alec. Tomó una gran respiración, caminó al borde y Alec extendió los brazos. Asintió dándole ánimo y Magnus mordió su labio y brincó.

Hubo un breve momento en que estuvo en el aire antes de sentir unos fuertes brazos alrededor de su cintura abrazándolo protectoramente. Abrió los ojos y encontró los de Alec viéndole fijamente.

Algo pareció cambiar en esa mirada. Fue un momento de pura confianza y amor ciego. Magnus podía sentir las emociones en los ojos de Alec mientras le sonreía, una luz brillando en esos cristalinos ojos azules. En ese momento, Magnus no estaba seguro de que estaba pasando. Era como su corazón al mismo tiempo se detuviera y se acelerara. Su marca quemó por un segundo, encendiéndose mientras Alec le sostenía.

Permanecieron así demasiado tiempo hasta que Alec desenrolló sus brazos de la cintura de Magnus, aclarando su garganta. Suspiró y rió, tomando su mano.

– Vamos. Quiero mostrarte algo. Te va a encantar. –

Magnus le miró con curiosidad mientras tomaba la mano de Alec y dejaba que el chico le guiara por el verde bosque hacía un acantilado de piedras.

Caminaron en silencio por un rato, escuchando a los pájaros cantar y el suave golpeteo de las olas en las piedras. Luego Alec sonrió al llegar a un claro, donde solo se escuchaba agua caer, pero no se veía nada más que piedras.

– Um, Alec... ¿Qué es esto? – preguntó Magnus con cautela mientras Alec se paraba detrás de él.

– Confías en mi? – preguntó Alec. Magnus asintió sin dudarlo.

Alec sonrió y besó el cuello de Magnus, sus calientes labios moviéndose contra su pulso, sus dientes mordiendo tentativamente por donde pasaba su arteria desde su mandíbula hasta su hombro, su cálida lengua deslizándose por toda su clavícula, lamiendo su piel de forma tentadoramente lenta, provocando un gemido fuerte de Magnus. Alec trazó un camino de besos desde su cuello hasta su lóbulo de la oreja, chupando ahí suavemente. Hizo que Magnus jadeara al presenciar de primera mano la transformación de Alec. El tímido chico del parque se había ido, siendo remplazado por este sexy, astuto, y tentador hombre. Gimió y se dejó perder en el toque de Alec mientras el chico susurraba en su oreja.

– Confía en mi...–

Y después una cálida mano fue colocada sobre sus ojos y el mundo se desvaneció. Lo único que le ataba a este universo era Alexander.

Caminaron hacía adelante, Alec gentilmente guiando a Magnus con su mano en la cadera y la otra en sus ojos. Magnus sentía el sol sobre su piel y la suave brisa del aire en su cabello, el cuerpo de Alec contra el suyo y su corazón a toda velocidad. Era extraordinario.

Pero duró muy poco aparentemente. Por que, con una sonrisa, Alec liberó a Magnus y el chico abrió los ojos. Y su corazón literalmente se detuvo. Perdió su respiración y lo único que pudo hacer fue observar la vista frente a él.

Una imponente cascada de azul zafiro y verde esmeralda con brillos dorados caía de una hendidura del acantilado. La luz del sol reflejaba un arcoíris de colores y Magnus sintió que había sido transportado a un bosque encantado.

– Woah, – masculló y Alec sonrió.

– Pensé que podría gustarte. Pero ven, aun hay más. –

Dijo con una risa, irradiando felicidad y vitalidad, extrañamente contagiosa y cautivante. Magnus rió y tomó la mano de Alec de nuevo, aunque esta vez, Alec le guió por una pila de rocas de un lado de la cascada. Sonrió mientras comenzó a subir por ellas y Magnus se detuvo.

– Diablos, no. – dijo, manteniendo sus dos pies en el piso.

– Oh, vamos, – Alec rió. – ¿Dónde está tu sentido de aventura? –

– En una banca al lado de tu cordura, – Magnus bufó. Y Alec comenzó a reír, mientras la brisa del agua caía sobre ellos.

– Magnus, he subido esta cosa tantas veces que podría hacerlo con los ojos cerrados. Solo pisa donde yo pisé y estarás bien. Te lo prometo. –

Magnus le miró escéptico, sus ojos siguiendo la forma en que caía la cascada, imaginándose a si mismo cayendo por ella. La respuesta era un firme no.

Hasta que volteó a ver a Alec y vio su anhelante e inocente mirada suplicante en esos preciosos bebes de ojos azules.

– Bien, – dijo lentamente, caminando por las rocas detrás de Alec, lentamente, cuidando cada pisada que daba en las piedras.

Magnus se reía de si mismo mientras subía. ¿Cómo es que Alec podía hacerle hacer cosas tan locas? Pensó que el era el que debía enseñarle nuevas cosas a Alec, pero resultó que quizá Alec también haría lo mismo con el.

Alec detuvo su escalada y de repente le sonrió a Magnus.

– Mira, – dijo con una sonrisa apuntando a la cascada. Magnus siguió la dirección con una mirada asombrada.

– ¿Estás bromeando? ¿Tienes cuevas secretas detrás de tu cascada mágica? –

– Si, – Alec rió ante su incredulidad. – Es nuestro lugar secreto. Y quería compartirlo contigo. –

Magnus jadeó una risa. – ¿Quieres que brinque por la cascada hacía una cueva secreta? –

Alec asintió y subió un poco más, tomando la posición correcta para saltar. Decidió no dejar a Magnus opción. Con una sonrisa, brincó, volando por el aire y sintiendo su cuerpo pasar por el agua, una fría y refrescante ráfaga, antes de aterrizar en el suelo, con una cortina de agua separándolo del resto del mundo.

Magnus gritó al ver a Alec saltar y ver su cuerpo volar por el aire a través del agua. Alec desapareció y el maldijo, sabiendo que ahora tenía que seguir al chico. Alec no le había dejado opción. Con un suspiro de exasperación y una risa de nervios, y la valentía de su alma gemela, subió un poco más antes de brincar por el velo de agua.

Era un sentimiento intenso y de ingravidez. El agua cayó sobre el y trajo todos sus nervios a la vida, dándole un choque frio que le hizo sentir vivo. Rió mientras salía del agua y aterrizaba en una piedra sólida en la cueva. Jadeó al ver el agua cayendo por detrás, y viendo a Alec sonreír.

– Fue divertido ¿cierto? No estabas asustado ¿verdad? Debí ser más consider...–

No logró terminar la oración por que Magnus lanzó sus brazos alrededor de él y le beso completamente en la boca, con la adrenalina y la excitación en todo su cuerpo. Alec tropezó y jadeó por el shock antes de retomar el ritmo y sostener el mojado cuerpo de Magnus contra el suyo, deslizando sus manos por la espalda de Magnus, desde su cabello hasta su trasero. Sus labios sabían a aire y agua fresca, mientras sus lenguas bailaban juntas, gimiendo, liándose dentro de una cueva secreta, detrás de una cascada.

Alec se separó con una sonrisa rompe corazones, sacudiendo su cabello mojado. Se veía malditamente sexy, todo mojado y su ropa pegándose a su cuerpo. Magnus lamió sus labios al ver como Alec se sonrojaba antes de caminar, haciéndole señas a Magnus para que le siguiera sumiéndose entre las profundidades de la cueva.

– Este lugar de hecho es una vieja mina. En los años 1800 los mineros solían excavar estos acantilados...por un tipo de piedra en particular. –

Hablaba bajo mientras caminaban, la luz desvaneciéndose. Alec se detuvo y tanteó la pares, encontrando una vieja antorcha que sus amigos habían puesto ahí desde hace años. Prendió la luz y Magnus jadeó.

Estaban en una pequeña cueva, tallada y reluciente con la suave luz. Por toda las paredes había pequeñas gemas que brillaban como estrellas y se reflejaban como lunas en el agua. Suspiró mientras veía alrededor.

Alec le observaba con una sonrisa, caminando por la pared, encontrando una gema floja. Sonrió y caminó hacía Magnus, tomando su mano y mordiendo su labio.

– Aquí. Tómalo... Así sin importar lo que pase en tu vida, puedes mirarla y recordar todo esto... Tu y yo. ¿ok? ¿Suena bien? Yo también tendré una... Entonces siempre estaremos unidos sin importar en que parte del mundo estemos. –

Magnus mordió su labio, sabiendo que las palabras de Alec venían de un lugar más profundo que el deseo. Pero no se atrevió a decir nada. Así que en su lugar, dejó que Alec tomara su mano y depositara un pequeño y perfecto zafiro en su palma. Sonrió mientras luchaba por contener las lagrimas que amenazaban por caer, tomando la piedra fuertemente e inclinándose para besar a su Alec con tanta pasión que bien podrían haber prendido el mundo.

Se separó, descansando su frente contra la de Alec, respirando con dificultad, apretando el zafiro contra su pecho.

– Eso suena increíble bebé. Lo guardaré por siempre... Y siempre pensaré en ti... Ya lo eres todo para mi, – susurró mientras besaba a Alec de nuevo, con un gran peso sobre su corazón y su corazón agitándose con miedo y emoción. Pero sostener a Alec cerca de él le hacía sentir mejor.

Se sentaron sobre el suelo, recargándose sobre la brillante pared, con la pequeña luz reflejando arcoíris. Magnus recargó su cabeza en el hombro de Alec y así se quedaron, sentados y en silencio, escuchando a la cascada caer, por lo que pareció, horas. Hasta que Alec rompió el cómodo silencio.

– Max era mi hermanito menor... Era nuestro pequeño niño, el más lindo, inteligente y encantador niño que podías llegar a conocer, – comenzó con una sonrisa.

Magnus jadeó al recordar la mirada de Alec cuando mencionó a Max en el bote.

– Alec, no tienes que contarme... Está bien. No tienes que pasar por ello, bebé. Está bien. –

Alec le miró con una sonrisa, tomando la mano de Magnus gentilmente.

– Quiero contarte. Este era nuestro lugar secreto, esta cueva. Solíamos compartir aquí nuestros secretos. Este fue el lugar donde Will por primera vez me dijo su secreto nivel kryptonita. Le tiene un miedo mortal a los patos, – lo dijo con un tono serio. Magnus solo le observó antes de soltarse a reír y que Alec riera también. Magnus sonrió calmándose mientras Alec continuaba hablando. – Así que quiero contarte mi historia. No es un secreto, pero tu no lo sabes. Así que lo contaré. –

Se sentó más derecho y Magnus pasó un brazo por sus hombros, acariciando la piel de su brazo suavemente mientras su bebé le contaba la historia. Le rompía el corazón ver el dolor que llenaba los ojos de Alec al hablar.

– Tenía 9. Nunca imaginamos que llegaría a tanto, dado que nació con un defecto en el corazón. Cada día pudo haber sido el último. Fue muy difícil. Pero cada día con ese niño era un regalo, y le amábamos demasiado. –

Tomó una profunda respiración y Magnus mordió su labio, con sus ojos llenándose de lágrimas. Eso no era justo. Un perfecto pequeño con una maravillosa familia, torturado por su propio cuerpo. Entonces Alec continuó.

– Y luego, cuando cumplió 7, los doctores hicieron un nuevo progreso en un tipo de cirugía que podía reparar el hoyo que había en su corazón. Mis padres podían pagarlo y estábamos desesperados. Así que Max entró a cirugía y por primera vez, tuvimos esperanza. –

Magnus apretó los ojos, mientras las lágrimas caían. ¿Cómo podía ser tan cruel el mundo para darles esperanza y luego arrebatárselas? Esa era la pregunta que Magnus siempre se había hecho. Por su madre y su padre. Y ahora por Max Lightwood. Pero luego Alec sonrió.

– Y lo logró. Estaba bien. La cirugía había funcionado. Recuerdo el sentimiento de alivio, la felicidad, la sonrisa en su rostro cuando nos vio a todos. Fue el día más perfecto de nuestras vidas. –

Magnus sonrió apretando los dedos de Alec con los suyos, entrelazándolas. Alec suspiró y luego su sonrisa cayó.

– Por los siguientes dos años todo estuvo bien. Iba a sus chequeos de rutina cada dos semanas y los doctores lo monitoreaban de cerca, pero estaba bien. Iba a vivir una larga y feliz vida. Yo estaba tan orgulloso de él, había sido tan valiente, más de lo que yo podría ser. Era tan joven pero tan fuerte, valiente, sin miedo. Desearía ser como él. –

Magnus sonrió. Le gustaba la descripción. Una pequeña versión de Alec. Su Alec. Su Alec que parecía no notar lo valiente que ya era. Estar ahí con Magnus era una prueba de ello. Ser quien era valiente, inspirador y Magnus estaba orgulloso de él. Justo como Alec lo estaba de Max.

– Entonces fuimos de verano a una reunión en Idris, Alicante. Era la boda de Jia Penhallow, la prima de nuestra madre. Ella era la jefa del consejo, una parte muy elitista de la comunidad, El Círculo. Ahí es donde ahora están mis padres. Como sea, fuimos ahí y era una bonita tarde de verano. Cálida y fresca, como un cuento de hadas. La boda fue hermosa. Todos estaban felices. Riendo y bailando y pasando un buen rato. Estaba sentado con Izzy mientras veíamos a Jace y Will huyendo de los patos del estanque, riendo al ver como Jace tropezaba y caía de cara. Y ahí fue cuando escuchamos el primer disparo. –

Tomó una respiración profunda y Magnus se congeló. Oh dios, pensó. No por favor, que no sea lo que estoy pensando... No Max...

– Max, – soltó Alec, con voz rota, limpiándolas lágrimas que caían de sus ojos. – Estaba junto a la fuente, y cuando escuchó el disparo, corrió. Estaba gritando, no de miedo, si no desesperación. Trataba de llegar a nosotros. Corrió entre la gente mientras un hombre con un arma, alguien de bajo recurso y resentido, abría fuego. Cosas así suelen pasar a gente como yo a veces. Es como los nazis y los judíos. O una revuelta racial. Gente con ideas de superioridad y prejuicios. Todo era un caos. Sangre por todas partes, gritos, gente llorando. Perdí a Izzy entre la multitud y no podía ver a Jace. Y entonces vi a Max, corriendo hacía mi. También vi al hombre del arma, apuntando directamente en la dirección de Max. Traté de gritarle pero el no podía escucharme. Siguió corriendo. Y luego el hombre disparó. Y el mundo se detuvo. Vi a Max caer. Mi nombre aun sonando en sus labios, su voz, su última palabra flotando en el aire antes de que...–

Alec se detuvo por el llanto y Magnus le rodeó con sus brazos. Alec no podía seguir y Magnus le sostuvo fuerte, acariciando su cabello y besando suavemente su frente, sus mejillas y cualquier zona que pudiera. Alec se estremeció en sus brazos mientras dejaba de llorar. Abrazó de vuelta a Magnus y trató de calmarse, regresando los besos de Magnus, mientras sus labios limpiaban las lágrimas en el rostro de Magnus. Así siguieron hasta que sus labios se encontraron. Fue un beso lento, suave y que les llegó al corazón. La clase de beso en la que se pone el alma. Era un momento triste, pero nunca se habían sentido tan unidos como en ese momento.

Magnus se separó y suspiró tristemente, tomando las mejillas de Alec entre sus manos, limpiando los restos de las lágrimas.

– Está bien, bebé. Lo siento... No merecía eso. Pero fue tan valiente, y fuerte. Como tu...–

– No lo soy, – Alec soltó una risa sarcástica. – Ni siquiera puedo enfrentarme a mis padres. No puedo ser quien en realidad quiero ser. Las únicas veces que puedo serlo es cuando estoy contigo. – susurró bajito, rozando sus labios con los de Magnus en cada palabra. Magnus le sostenía fuerte.

– Bueno, no me voy a ir a ninguna parte. Me tienes ¿ok? Todo de mi... Por el tiempo que me necesites, estaré aquí. –

Alec le tomó de la camisa y le jaló más cerca, besándole con pasión, su lengua pasando los labios de Magnus y uniéndose con la suya, reclamando al chico de ojos verdes como suyo. Magnus le besó de vuelta con un igual fervor. Alec quería liberar todo su dolor, olvidar, y Magnus le ayudaría. Magnus se subió sobre el cuerpo tembloroso de Alec, besándole como si sus vidas dependieran de ello. Sus labios trabajan con fervor y sus cuerpo reaccionaban moviéndose con sincronía, atrayéndose como imanes.

Magnus se encontró preguntándose a si mismo como alguien tan perfecto como Alec, tan perfecto para el, podía venir de un mundo tan diferente al suyo. La tragedia, el dolor, la desesperación, el miedo, el deseo, el anhelo que sentía por Alec era algo mucho más grande de lo que Magnus había sentido antes o había esperado sentir. Aunque supuso que todo se reducía a un simple dicho cliché:

De tal palo, tal astilla.

Se separó de los desesperados labios de Alec y suspiro, depositando un beso en el cuello del chico antes de susurrar.

– Hay algo que quiero contarte... es sobre mi. Bueno mis padres. Nunca se lo he contado a nadie pero a ti te confiaría mi vida y necesito que sepas... Después de todo lo que me has dado, todo lo que me has contado de Max y tu familia, tu vida, te lo debo. –

Tomó una respiración profunda y se inclinó, aun sobre las caderas de Alec y sus brazos en sus hombros. Alec le miró, sus ojos abiertos y una sutil sonrisa.

– ¿Estás seguro? No tienes que contarme. –

Magnus sonrió y trazó la estructura de sus pómulos con sus dedos. – Quiero contarte, susurró.

Alec sonrió y asintió, depositando un beso en la muñeca de Magnus. Magnus sonrió y por primera vez, dejó que su pesadilla cobrara vida.

– Mi padre era como yo. Parte del pueblo o de la plebe. Tenía una vida difícil. Su padre era un tomador y su madre murió joven. Pero tuvo un golpe de suerte en su vida. Conoció a mi mamá. – Magnus sonrió recordándola. – Mi mamá se llamaba Amalia Thrushcross. Ella era como tu. Hija de una familia de la aristocracia con sueños, pero atada por sus costumbres. Solía pensar que algo entre alguien de la plebe y un aristócrata era algo loco. Hasta que te conocí, y me di cuenta que yo era justo como mi padre. Cautivado inmediatamente por la belleza e inocencia de un ser tan exquisito. –

Alec sonrió y se sonrojó mientras Magnus besaba su mejilla dulcemente antes de volver a su historia.

– Mis padres se conocieron un día que a mi madre se le descompuso el auto. Mi padre la llevó a su casa. Y luego se enamoraron. Fue algo como en las películas. Perfecto. He visto fotos de ellos juntos de antes que naciera, y se veían tan felices, tan libres. Pero ella estaba lejos de ser libre. No tenía su marca de alma gemela y habían pasado varios meses desde que cumplió 18, así que sus padres decidieron por ella. Le presentaron a Tobias Nightshade. Encantador, guapo, rico, todo lo que un padre querría para su hija. Arreglaron el matrimonio para una semana después de que se conocieron. Pero había un problema. Mi madre ya estaba embarazada de mi. Y no podía esconderlo por mucho tiempo. Fue después de unos meses que sus padres se dieron cuenta. Ella pudo haber sido exiliada, o dios sabe que más por traición, pero Tobias la salvó. Mintió por ella, diciendo que ya se habían conocido antes y que se habían enamorado. Dijo que el bebé era suyo. Y salvó la vida de mi madre. –

Magnus se tomó un respiro, viendo a Alec a los ojos. La historia de su madre se comenzaba a parecer mucho a la suya, excepto por la parte del embarazo. Y le aterrorizaba el futuro. ¿Qué pasaba si los padres de Alec decidían comprometerlo? El solo pensarlo le daba escalofríos. Entendió como debió haberse sentido su padre.

– Estuvieron comprometidos por un poco más de tiempo y el embarazo de mamá se desarrollaba bien. Luego vino la boda. Ella no había sido capaz de contactar a Damien, mi padre, Damien Bane. Ni sabía si el estaba enterado. Y ella tenía miedo. Le amaba tanto, estaba embarazada de él. Tobias no le había preguntado sobre el verdadero padre, solo le aseguraba que lo criaría como suyo. Lo que hubiera sido un problema por que luzco igualito a papá y un poco a mamá. Y mi madre lo sabía. El día de la boda llegó y fue cuando ella tomó la decisión más valiente que alguien pudo haber tomado. Le dio la espalda a su vida. A las expectativas, el miedo, los prejuicios, lo convencional, la prisión que era su vida. Y huyó. Huyó de la iglesia y buscó a mi padre por todos lados. Todo el mundo la estaba buscando, llamándola bruja y prostituta o puta, pero a ella no le importaba. Estoy tan orgulloso de ella. Es la persona más valiente que conozco. –

Magnus sonreía al recordaba. Pero Alec no lo veía. Sus pensamientos estaba en las palabras de Magnus. La valentía de la mamá de Magnus. Su miedo, su vida. Era la vida de Alec. Excepto sin el embarazo y el compromiso. Pero la historia de los padres de Magnus se parecía a la suya. Y eso le aterrorizaba. Pero cuando vio a los ojos brillantes de Magnus, recordó el por que estaba ahí, y todo estuvo bien. Por que tenía a su alma gemela.

– Encontró a mi padre y dejaron el la ciudad. Huyeron. Eran tan felices. Y después de unos meses, nací yo, gritando y llorando, haciendo berrinche por haber nacido sin una pizca de brillo. Y éramos tan felices. Pero un día todo se fue al diablo. Por que no más de un año después, un vengativo, obsesivo y maniático depresivo Tobias irrumpió en nuestra casa. Mi padre luchó contra él para que mamá pudiera huir. Pero fue tras ella, persiguiéndola por las calles con un cuchillo en mano. Aun tengo pesadillas de ello. El persiguiéndola y gritando. Pero en mis sueños, ella usa su vestido de novia. Supongo que es porque ese fue el día que selló su destino. El la mató, la apuñaló hasta matarla. Y luego fue por mi y mi padre. Damien había corrido a la iglesia a conseguir ayuda pero Tobias le atrapó antes. Mi primer recuerdo es el sonido de un disparo y la sensación de caer. Cuando fui más grande me enteré de lo que pasó. Tobias le disparó a mi padre en la cabeza. Y calló frente a las puertas de la iglesia, sosteniéndome entre sus brazos para mantenerme a salvo. –

Magnus tomó un respiro y Alec le apretó más entre sus brazos. También lloraba, pero Magnus necesitaba terminar su historia, así que continuó.

– Tobias pareció salir de su trance. Me vio a mi en los brazos de mi padre muerto y fue como si su humanidad volviera. Recuerdo la mirada en sus ojos: vergüenza, horror, angustia, terror. Luego hizo lo único que pensó era la salida, tomó el arma y se disparó en la cabeza. Y así fue, como las únicas personas a las que podía llamar familia murieron una mañana de primavera. –

Alec jadeó y besó la frente de Magnus, abrazándole fuertemente, acariciando su cabello, dejándolo llorar. Ha estado solo toda su vida, pensó Alec al recordar el departamento vacío de Magnus. Vivía solo. Quizá siempre lo había hecho.

– La iglesia me acogió y me crió, luego fui a un orfanato, pasando por el sistema de adopción. Nunca teniendo una familia estable. Hasta que cumplí 17 y conseguí un empleo y comencé a ahorrar. Y luego, de la nada, recibí un mensaje de un hombre llamado Charles Trushcross. El padre de mi madre, mi abuelo. Fui a verle y me contó la historia. Dijo que había contratado personas para encontrarme, que yo era su única familia. Quería vivir sus últimos días de vida conmigo, así que me quedé sus últimas semanas de vida y organicé el funeral. Me despedí de él y acepté su última voluntad. Fue lo más cercano que tuve a una familia. Aprendí a amarle en el pequeño tiempo que estuve con el. Pero también aprendí a odiar la vida de la aristocracia. Odiaba a Tobias, odiaba el prejuicio y la superioridad. Aunque mi abuelo ya no era así, me aceptaba a mi y a mi padre y amaba demasiado a mi madre. Y eso fue todo. Me fui y usé algo de ese dinero para comprarme mi departamento, y ahorré el resto. Luego un año después, choqué en el parque con un chico de cabello negro y ojos azules, y de repente, ya no me sentía en una vida incompleta. –

Le sonrió a Alec, quien tenía lágrimas en los ojos. Compartieron una intensa mirada de pasión, confianza, miedo y emociones que les dejó sin respiración. Se abrazaron fuertemente, escuchando solo el sonido de la cascada al fondo.

Nunca habían estado tan cerca como estaban ahora. Era como si hubieran unido sus almas y aceptado el uno al otro, con sus defectos, miedos, dudas, secretos y heridas. Y era increíble. El vínculo de confianza entre ellos era algo extraordinario. Y el beso que compartieron fue sencillo y lento, en una dichosa armonía.

Y esa noche, cuando salió la luna, se acurrucaron en una misma cama, se desvistieron quedando en ropa interior, desnudos como sus almas, y cayeron en un sueño, pacífico, abrazados tan fuerte, dejando claro que no tenían intención de soltarse, nunca.




Aww esa escena se pareció a la de Big City 😂
Puff ya es obvio que se aman... pero son unos tontitos y no se dan cuenta 😔😔
Vieron el cap de hoy? Que onda con la estúpida de Dorothea??
Jajaja bueno que disfruten y hasta luegooo

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