💊Two player hearts👓

Jeremy Heere y Michael Mell eran lo que se podía calificar como el dúo perfecto, y cada uno era la mitad del otro, así fue siempre desde que tenían memoria y así esperaban que fuese siempre.

Tenían una de esas amistades difíciles de encontrar en la actualidad, cualquiera diría que era casi envidiable. Tan diferentes a simple vista, pero iguales por dentro.

¿Las reglas básicas de su relación? Simple; siempre juntos, siempre dándose apoyo, siempre cayendo con el otro, siempre cuidándose las espaldas. Como decían ellos "El juego perfecto de dos jugadores". Una amistad de doce años no podía ser menos que eso.

Jeremy aun recordaba cariñosamente la forma en la que se habían conocido y hasta tenía una foto de ambos a esa edad en la que su amistad apenas estaba creciendo.

Antes de la secundaria siempre existe algo más, como la primaria, pero mucho antes de ello se encuentra el kindergarten y el prescolar, el lugar donde los niños pequeños empiezan a ser más sociables y se desprenden aunque sea un poco de sus padres para formar nuevos lazos, que puede que no duren toda la vida, pero serían buenos recuerdos a futuro.

No se imaginó que podría cumplir con ambas cosas a la vez, pero así fue.

El primer día fue aterrador y ni siquiera ayudó que su madre le hiciese usar su camiseta favorita con estampado de osos. Jeremy estuvo como diez minutos mínimo apegado a las faldas de su madre rogando entre sollozos que no lo dejara solo con una mujer desconocida, o sea la pobre maestra. Al final ella logró hacerlo entrar en el salón y como todos los demás niños, se presentó en voz baja y se sentó en una de las sillas más cercanas al rincón mientras que el resto socializaba y jugaba.

Puede que hayan pasado unos pocos minutos, pero para el pequeño se sintieron como horas interminables de garabatear animales con crayones de colores y aguantar el nudo en su garganta, totalmente aliviado cuando le permitieron salir al patio de juegos solo para sentarse en un columpio lejos de la multitud.

No estuvo emocionado cuando le contaron de ese sitio y seguía sin gustarle, de hecho estaba asustado. Era entendible, no tenía amigos de su edad por aquellos años, su familia era bastante pequeña y no tenía primos con los cuales jugar. Solo eran él y sus padres ¿Qué se supone que debería hacer rodeado de extraños? Ellos parecían felices y risueños compartiendo sus juguetes, deslizándose por el tobogán en grupo o jugando a la pelota, pero la simple idea de acercársele provocaba pavor ¿Por qué sus padres lo dejaron ahí?

Solo quería ir a casa, con ese deseo desesperado dejó que el borbotón de lágrimas cayera a sus pies, colgando del columpio, esperando a que su madre por fin llegara.

No ocurrió, pero...

–Oye ¿Por qué lloras?

Se sobresaltó, mirando a su costado donde se asomaba por su hombro un niño un poco más alto que él, con banditas en las piernas, brazos y una en la mejilla. Tenía ojos y cabello color café y un tono moreno de piel. Su apariencia realmente no importaba demasiado, Jeremy ya se sentía aterrado con el simple hecho de que no lo conocía.

No respondió, solo siguió llorando con la mirada caída. El niño se sentó en el columpio de al lado en silencio y no hizo más que mirarle curiosamente hasta que un rato después se perdió de su vista. Creyó que se había marchado, pero un segundo después sintió que su columpio se movía hacia adelante y se sujetó fuerte ahogando un grito del susto, era el niño de antes haciendo que el columpio se balanceara suavemente.

–¡Cuando mis mamás me columpian en el parque me animo bastante! Sostente fuerte. –Le sonrió ampliamente y sin dar al de pecas la oportunidad a negarse, empujó el columpio mucho más fuerte. Los segundos pasaban, y los chillidos de Jeremy para bajarse empezaron a descender hasta desaparecer, no había caído del columpio, y de hecho era divertido, era como sentir que volaba en el aire y tocar el cielo por unos segundos.

Se dejó llevar y extendió su mano al frente cada vez que iba hacia adelante, aun no podía tocar ninguna nube, pero solo era cuestión de tiempo para él.

–¡Más alto, más alto! –Soltó una risa tras sentir que el niño empezaba a ponerle más fuerza a sus empujes para cumplir su petición. Tras un rato de seguir jugando y empujando se agotó y dejó que Jeremy se detuviera poco a poco. El viento había secado sus lágrimas y las dejó marcadas en su rostro, pero no había llanto que las devolviera. –¡Eso fue muy divertido! Gracias.

–De nada. –Se limitó a responder el otro niño. –¿Por qué estabas llorando hace un rato? No te ves como si te hubieses lastimado.

–Me da miedo este lugar. Quiero volver con mis padres. –Murmuró. –Ellos dijeron que aquí haría amigos.

–Nosotros podemos ser amigos. –Propuso, extendiendo la mano para ayudarlo a bajar del columpio. Jeremy sonrió tímidamente y aceptó su ayuda, cayendo limpiamente a su lado. –Me llamo Michael ¿Y tú?

–Jeremy. Me gustan tus banditas. –Observó que todas eran de colores vivos y hasta podían formar un arcoíris de no ser porque estaban regadas en sitios diferentes. Le dio mucha curiosidad ¿Acaso Michael era un niño problemático? Tenía demasiadas banditas como para asegurar que era un niño muy movedizo. –¿Cómo te lastimaste? ¿Duele mucho?

–No estoy herido, solo me gusta usarlas. Son como pegatinas. –Se alzó de hombros. Jeremy entendió el punto, le parecían muy bonitas como para resistirse a usarlas. –A mí me gusta tu camiseta de osos.

–Gracias, mi mamá me la compró para navidad.

–Uh, las mías me compraron las banditas. Dijeron que solo podía usar siete cada tanto.

–¿Tienes dos mamás? Eso es genial. Yo solo tengo una.

–Lo sé, es genial. –Sonrió con orgullo. –¿Quieres ir a dibujar?

–Seguro ¿Pero luego podemos usar el columpio de nuevo?

–¡Claro, Jer-Bear! –Al verlo inclinar la cabeza a un costado, Michael se apresuró a tomarlo de la mano y arrastrarlo con él al salón. –Por los osos de tu camiseta ¿Puedo llamarte así?

–¿Uh? Está bien. –No era un mal apodo, la verdad.

Jeremy no podía estar más agradecido con la vida por haber puesto a Michael en el camino de su vida, pues admitía tristemente que para él, Michael era lo único que tenía y valía la pena. Era aquella persona que siempre estuvo para él. Cuando sus padres se separaron y sintió que ahora estaba solo él le hizo compañía, cuando cometían una travesura se quedaba a su lado para recibir el regaño, cuando cayó de su bicicleta la primera vez que montó una él estuvo ahí para ponerle curitas coloridas y ayudarlo para un segundo intento sujetando el asiento.

Él era el hombro donde podía llorar sin vergüenza, los brazos que lo acunaban cuando perdía la calma, la mano que se extendía para ayudarlo a levantarse, los chistes que desmoronaban su orgullo y voluntad para estar molesto. Michael era su familia, su mejor y único amigo, su preciado jugador número uno hoy y siempre.

–Viejo, creo que casi me dormí en las clases de biología. Sé que la profesora hablaba de ranas venenosas pero yo solo me preguntaba si se podrían hacer alucinógenos con esa mierda ¿Te lo imaginas? "Droga anfibia". Me haría rico con eso.

–Michael, creo que en serio te urge fumar. –Se rio por lo bajo mientras revisaba en su bolsillo hasta dar con las llaves de la casa y hacerlos pasar a ambos. No había hablado mucho en el camino, así que Michael se aseguró de llenar el silencio con todo lo que había estado meditando en sus clases mientras él estaba en teatro.

Michael siempre tenía temas nuevos bajo la manga de los cuales hablar, si no era sobre videojuegos era sobre cosas al azar que aprendía en los documentales o alguna rareza como la de ahora. Las palabras del joven Mell podían estar dentro de una caja llena de sorpresas, eso era lo que le gustaba más de él, no podía aburrirse con él presente.

–¡Nu-uh! Solo digo que si alguna vez nos quedamos sin marihuana para fumar podríamos lamer una rana y volar a Marte ¿Cómo te suena eso?

–Es asqueroso, no entra en mis códigos de salubridad, y para empezar esas ranas viven en el otro extremo del mundo. Tendrías que contratar a un contrabandista de animales para semejante locura. Y, amigo... -Hizo una pausa solo para picarle la nariz tiernamente con el dedo y apartarse para no dar oportunidad a que él mismo lo hiciera. –Sé que no quieres terminar preso. –Sonrió para sí mismo escuchando como hacía pucheros mientras lo seguía a su habitación.

El mismo Jeremy podía admitir que él también tenía esos momentos de idiotez e ideas extrañas, tal vez podría llegar al nivel de Michael si su mente no estuviese ocupada la mayoría del tiempo en preocupaciones del día a día.

Al entrar no le extrañó no ver a su padre en la casa. Él trabajaba a esas horas y no volvía hasta las ocho, e incluso si estuviese en casa no sentiría su presencia como de costumbre. Tenía la casa para él solo, lo cual no le entusiasmaba tanto hasta cumplir los trece años y ver las ventajas enormes que eso ofrecía. En casos actuales, significaba que podía ver porno tranquilo o traer a Michael sin preocuparse de que este viese a su padre casi desnudo.

Inhaló hondo apenas traspasó la puerta de su habitación, tiró su mochila en algún sitio sin mirar dónde y se lanzó a la cama cayendo de cara. La semana lo había agotado por completo y ese día de mierda solo había terminado de darle los puñetazos necesarios para dejarlo fuera de combate, estaba seguro de que Michael lo sabía y por eso lo imitó, cayendo a su lado con una sonrisa juguetona.

–¿K.O. Jer-Bear? –Preguntó en tono burlón, y él asintió con un gruñido cansino. –¿Dormimos una siesta y nos recargamos para la piyamada, entonces?

–Eso suena bien para mí. –Murmuró en voz baja. Los párpados le pesaban demasiado y de por sí requería de toda su fuerza de voluntad para pronunciar palabra.

No le molestaba que Michael ocupara espacio en la cama, después de todo habían movido muchas cosas de su cuarto con el paso de los años y ahora contaba con una cama de dos plazas. Cada quién tenía su lado asignado, él siempre iba a la derecha, aunque aun así eso no era tan evidente siendo que normalmente dormían amontonados en el medio. Michael tenía la costumbre de acurrucarlo junto a él ¿Y le molestaba? En lo absoluto, tenían suficiente confianza para eso.

El joven Heere suponía que incluso se las arreglarían para dormir juntos en un sofá sin que ninguno estuviese incómodo o cayera del mueble en la madrugada.

Michael sonrió divertido, quitándose los zapatos a sí mismo y a Jeremy. Suponía que este último no se movería ni para respirar como para dignarse en hacerlo por sí solo, mas sin embargo segundos después se dio cuenta de que estaba equivocado, pues cuando se recostó a su lado de nuevo, Jeremy instantáneamente sintió que el colchón se hundía para indicarle su presencia y se apegó a él.

–Cuando despiertes me contarás qué tal estuvo tu clase de teatro ¿Verdad? –Murmuró, a lo cual Jeremy quedó dudoso entre contestar o fingir estar dormido.

Prefirió no responder. Queriéndolo o no, se conocía bastante como para saber que se lo diría de todos modos. Ahora mismo no quería repasar el día, solo dormir, inhalar el aroma suave del hoodie de Michael y dejar que su cálido cuerpo le ofreciera una cómoda siesta.

Cuando despertaron ya se habían hecho las siete y cuarto de la tarde. Afuera el cielo estaba teñido de naranja y azul, pero en el interior de su cuarto casi siempre era azul oscuro y púrpura brillando en la televisión, mérito del videojuego "Apocalipsis de los condenados" que habían comprado antes de comenzar las clases y aun no terminaban.

No era incómodo jugar videojuegos en su hogar, pero a veces prefería ir a la casa de Michael. El desgraciado contaba con un sótano, o más bien su guarida geek. Ahí tenían todo lo necesario para pasarla bien el fin de semana, y aunque no era tan malo estar frente al televisor sentados en su cama, el respaldar era molesto y parecía que se clavaba en sus huesos si apoyaba las rodillas arriba, y no podía moverse tanto como lo deseaba. Los pufs en el sótano de Michael resultaban más prácticos y cómodos para saltar y agitarse como poseído cuando la acción se desarrollaba dentro de la pantalla.

Oh, y por supuesto, no importaba cuán distraído fuese su padre, la idea de fumar marihuana en su cuarto era de todo menos tentadora. Dejaría olor en todas partes y siempre fue muy paranoico con respecto al tema de las drogas.

Oh sí, drogas. Nada mejor para completar el estereotipo de adolescente incomprendido con falta de atención de sus padres que un porro humeante e ilegal entre sus dedos y sus labios. Solo le faltaba ser un cleptómano en potencia, usar ropa negra y dejarse el cabello largo.

De niño no consideraba ni de cerca imaginarse a sí mismo consumiéndolas. Así que, sí, Jeremy había decepcionado a su yo de diez años. Había empezado a fumar desde los catorce años gracias a Michael, no es que él le haya presionado, pero un día simplemente le comentó que el primo de Christine, Dustin Kropp, le había ofrecido marihuana en el patio trasero de la escuela y la curiosidad de ambos fue tal que gastaron sus ahorros restantes del año en eso. Tatuajes, droga... Dios, podrían considerarlos criminales juveniles de no verse tan patéticamente nerds.

Pero no, la gente que los veía en la calle debía pensar de todo menos en drogas.

No estaba seguro de si era una adicción. No pensaba en ello a menos que no fueran a la casa de Michael, solo porque sospechaba que ambos terminarían llenando el sótano de humo para el final del día. Recordaba que al inicio lo odió, era amargo y extraño, pero los efectos lo valían. Para un chico que se angustia sobre la cosa más mínima las veinticuatro horas del día venía bien, si es que no terminaba visualizando a Deadpool montando un unicornio junto a CopyCat o Spiderman era fantástico.

Michael era tan constante como él, pero se relajaba tan fácilmente que con medio porro consumido ya estaba listo para decirle adiós al mundo real. Jeremy requería odiar la escuela por un rato, darse cuenta de que ya había terminado uno, encender otro y a la mitad empezar a adormilarse.

Maldijo las fechas y los turnos para ofrecer casas para piyamadas. Su espantosa semana requería una buena dosis de marihuana para descansar la mente.

–Bueno, me imagino que ahora querrás contarme qué tal estuvo tu clase de teatro ¿Verdad? –Jeremy soltó un corto alarido frustrado terminando de conectar los controles del juego. Le dio el suyo a Michael y se sentó a su lado con un rostro no muy feliz. –¿Te aburriste ahí?

–Fue una mierda. –Hizo una mueca escogiendo el skin de su personaje sin despegar la mirada de la pantalla. Su amigo por otra parte, se distraía viéndolo a él.

–¿Se burlaron de ti?

Guardó silencio. No, nadie se había burlado de él, al menos no al inicio. De cualquier modo fue su culpa que lo hicieran, y aunque no lo haya sido no pensaba decírselo directamente. El chico de gafas no era exactamente la persona más razonable del mundo cuando le contaba esas cosas, sacaba su lado más violento y aunque eso le halagara enormemente no tenía corazón para permitirle hacer una locura. Por eso acostumbraba a suavizar el golpe y mentirle piadosamente sobre algunas cosas.

–Algo así. –Dijo vagamente. –Ya no sé si deba regresar. Suena mejor cambiarme a las clases de literatura de la profesora Sawyer. –Le constaba que ahí no habían populares, solo gente normal y alguno que otro nerd. Era un sitio seguro para él, tal vez con personas superiores, pero tranquilas al fin y al cabo.

Sonrió sarcásticamente. Le daba gracia cuando su profesora de literatura exageraba al hablar de su juventud. Siempre agregaba asesinatos y un ex novio explosivo a su historia, la repetía constantemente y seguía siendo divertido escucharla. Era una mujer admirable, casi nunca mencionaba haberle salvado la vida a su esposa—McNamara Heather o algo así, solo la conocía por ser la psicóloga escolar— como la misma mencionó cuando la conocieron en una ocasión, como si no lo creyera suficiente, aunque sí tocaba mucho el tema del suicidio.

Cuando lo hacía seriamente y no estaba contando chistes de humor negro que hacían reír a toda la clase, sentía que su mirada se volvía gentil. Ella les recordaba que podían hablar con ella o la psicóloga escolar si algo les abrumaba, pero ni aun así Jeremy sentía que tenía motivos para hacerlo.

Es decir, sí, se sentía una basura humana y esa mierda, pero no necesitaba preocupar a Michael solo para que al final no resultara.

–Un geek, un libro, una clase aburrida, leer libros de temática adolescente suicida mientras la señora Sawyer nos habla de su ex psicópata... -Habló, soltando una risa. –Sí, combina mejor conmigo que el teatro. Como si un perdedor como yo que no puede ni hablar con una chica pudiese actuar frente a tantas personas. Tengo tanta mala suerte que quizá me caiga un saco de arena en la cabeza a mitad de la obra y me muera. –Se volvió a reír más fuerte, pero a Michael no le causó gracia y siguió en silencio. Lo sabía, sentía su mirada severa sobre él sin la necesidad de estarlo viendo. A veces se olvidaba de lo mucho que Michael detestaba que hiciera esos comentarios como si de verdad fuesen a hacerlo reír. –Lo siento.

–A veces me enferma que digas esas cosas de mal gusto, Jeremy. –A este punto se estaba escuchando enojado. –¿Siquiera escuchas la mierda que estás diciendo?

–Solo estaba bromeando. No exageres. Ni que me fuera a matar o algo. –Trató de sonar molesto como si realmente le ofendiera que creyera tal cosa, pero muy en el fondo creía estar siendo sincero, y por supuesto, un imbécil al decirlo en voz alta.

Michael tomó aire como tratando de calmarse y pasar de tema. –No pudiste haber hecho algo tan malo como para que se rieran de ti ¿Acaso no estuvieron Jake y Rich ahí? ¿Qué hay de Christine? ¿Pudiste hablar con ella?

–Oh, sí. Todo era perfecto, ella entendió una referencia, fue amistosa y nos comprendimos hasta que Jake el galante vino a encantarla ¡Debiste verlo! –Gruñó dando "comenzar" al juego, disparando al primer zombie que se encontró. Michael tragó en seco preguntándose si el pobre zombie tenía la cara de Jake a vista de Jeremy. –Christine no se lo pensó dos veces para ir con él. Ese idiota ni siquiera sabe la capital de Francia ¿Cómo esperas que sepa de teatro siquiera?

Sonaba como una ex novia celosa, pero no evitaba sentir rabia. Así Christine no fuese una aspirante a novia o una mierda romántica por el estilo, había descubierto que era una persona genial con quien podía concordar en muchas cosas, en especial en aquello que le gustaba tanto. Tener una amiga así era ideal. No era justo que el idiota de Jake se la ganara solo con hacerle ojitos y él haya quedado como perro abandonado a pesar de que demostró más sabiduría que ese pedazo de alcornoque.

Suspiró soltado el control, el "Game Over" brillaba en el televisor. Michael, que no había presionado un solo botón en la partida, se acercó un poco más. Jeremy sintió que debía continuar hablando aunque no se lo pidieran directamente.

–No pertenezco ahí. –Masculló con la mirada fija en el televisor. –Aun si pudiese ayudar para la obra solo lograría ser el que se encarga de la utilería. Nunca he actuado frente a los demás, si lo intentase delante de todos me daría un infarto ¿Te lo imaginas? "Joven estudiante de secundario muere de pánico en ensayo". –Suspiró. –Pero... Aun así siempre he querido formar parte de eso.

Amaba el teatro, soñaba con actuar frente a miles de personas sin que el miedo lo invadiera. Quería estar sobre el escenario cantando apasionadamente "Non stop", "Helpless" o "When he sees me" mientras se deslizaba entre coreografía. Anhelaba los aplausos del público para sentir que era bueno en algo, pero entonces despertaba.

–¿Eso quiere decir que renunciarás? ¿Qué hay de Christine? Tal vez Jake se aburra de ella y tengas oportunidad. Ya conoces a Jake.

Jeremy no contestó y solo le clavó una mirada inexpresiva a Michael ¿Cómo le dices a tu mejor amigo que las chicas se pueden ir al demonio porque lo quieres solo a él? ¿Podría hacérselo saber con una mirada? ¿Cómo hacerle saber que Christine era su excusa para tantos suspiros enamorados y detalles románticos que iban a la basura? No había forma de hacerlo, no existía porque Jeremy no tenía el valor.

Nunca podría perdonarse el perder a Michael, por eso Jeremy estaba dispuesto a renunciar a cualquier cosa con tal de mantener al joven Mell a su lado. Sonaba exagerado, hasta él lo sabía ¿Pero podían culparlo? Su madre desapareció de su vida cuando apenas empezó la escuela, su padre empezó a desatenderlo por caer en la tristeza, no tenía a nadie y Michael fue todo lo que necesitaba desde entonces. Era tan maravilloso... No permitiría que nadie le hiciese daño o los separara, incluso si ese alguien era él mismo y sus estúpidos sentimientos.

Eso arrastraba a Jeremy a otro mal hábito después de las listas de humillaciones y las drogas. Tan dramático como podía escucharse, Michael estaba tan encima de sus prioridades que respirar era la segunda. Siempre era así, su salud física, su dignidad o sanidad mental, todo iba abajo y Michael estaba en la cima. Si Jeremy tuviese que elegir entre ser agredido por seis brabucones o ver a su mejor amigo llorar, ya mismo estaría en el hospital conectado a una máquina de pulsos.

No era prudente de su parte, incluso Michael desaprobaba esas actitudes suyas tachándolas de autodestructivas y suicidas, es solo que Heere no creía que fuese la gran cosa. Dolía menos recibir una paliza que limpiar las lágrimas ajenas, le constaba por experiencias.

Cuando tenían doce años y Michael empezó a usar frenos, muchos empezaron a molestarlo por eso, y sus gafas solo lo empeoraban todo. En aquel entonces, Heere no era el blanco de las burlas o miradas, lo era Mell, y se hizo tan común verlo desanimado y sin ganas de asistir a la escuela que Jeremy se esforzaba el doble en prestar atención a las clases para ayudarlo a ponerse al día con las materias.

Siempre le insistía a Michael en que debía defenderse de todos esos imbéciles, pero él decía que no quería buscar problemas y las burlas se detendrían una vez que le sacaran los frenillos, o sea el próximo año. Trataba de ser paciente e ignorarlos como él le pedía, puesto que era verdad que eran tontos que no valían la pena, pero en ciertas ocasiones le era imposible no ser tan impulsivo.

La primera vez fue en el recreo. Michael se quedó en el salón a esperarlo mientras terminaba de copiar algo del pizarrón, Jeremy regresó rato después con un par de bebidas de la máquina expendedora y se puso a hablar con él. Pronto escuchó los cuchicheos y risas de un grupo de niños en el otro lado del salón, que por lo visto tenían como tema principal a su compañero de lentes.

–¿Se están riendo de ti otra vez? ¿Cuál es su problema? –Lo hubiese dejado pasar de largo como siempre y los despreciaría en silencio, pero Michael arrastró hacia él una nota por la superficie de la mesa. No hacía falta dar muchos detalles, solo eran insultos escritos al azar que le hirvieron la sangre apenas los terminó de leer ¿Era en serio? ¿No era esta la décima vez en la semana? –¿Otra más?

–Una tontería. Lo dejaron en mi casillero esta mañana. –Se alzó de hombros y rodó los ojos con un gesto fastidiado que trató de mantener a toda costa. Jeremy arrugó la nota en su mano sin esperar el más mínimo gesto entristecido en el rostro de su amigo y sin pensarlo dos veces se dirigió a donde se encontraban los primeros y obvios sospechosos, tirando la nota en el centro de la mesa donde estaban reunidos.

No recordaba del todo qué les había dicho, solo que unos segundos más tarde estaba gritándoles todos los insultos que se sabía a esa corta edad y por poco terminaba tirándose sobre uno de ellos a los golpes de no ser porque Michael intervino y la profesora llegó. Se la había pasado toda la hora siguiente de clases mirando con odio al grupo desde su asiento, su profesora hablaba de la guerra fría y Jeremy deseaba tener el arsenal de armas de esos años para propinarle un disparo al estúpido que seguía desafiándolo con la mirada.

Oh, Michael Mell... Jeremy haría tantas locuras por ese chico, más de las que él podía imaginar.

–No quiero hablar de ella ahora. –Se limitó a decir, perdiendo oportunidad a corregir lo de Christine. De hecho, había algo más importante de lo cual quería hablar. –Hoy... Pasó algo muy raro en la salida. –Soltó, queriendo saltar a un tema menos deprimente y que seguía picándolo desde hoy. –Me encontré con Rich en el baño.

–¿Eso es raro para ti? Sé que Rich es muy diferente a nosotros, pero no es un alíen sin sistema urinario, Jeremy. –Bromeó.

–No me refiero a eso. Él... Me habló de algo interesante.

–¿Me lo dices mientras buscamos algo de beber en tu refrigerador?

Jeremy aceptó y le explicó a Michael con lujo de detalles todo lo que ocurrió en el baño, desde las palabras de Rich antes del extraño suceso con luces verde neón—Creyó notar que su interpretación de Rich insultándolo hacían a Michael fruncir el ceño y apretar su lata de refresco más de lo que debería—hasta la historia del mismo y lo que le había contado sobre el fabuloso "Squip".

Lo supo cuando vio la expresión de su amigo. Sonaba más irreal y estúpido de lo que había planteado en su mente.

–Suena a que robaste hierba de mi casa y la fumaste antes de entrar al baño. –Dijo sentándose en la cama de nuevo, tomando el control del juego para reanudarlo. Jeremy hizo lo mismo sintiendo que Michael lo miraba como si estuviese loco, y no lo culpaba en lo absoluto.

–No, viejo. En serio ocurrió ¡De verdad! ¿No me dirás que piensas acerca de eso?

–¿Quieres mi opinión sincera? –Sus dedos seguían ocupados en el joystick mientras se movía como si fuese el personaje que usaba en el juego. –Te está estafando. Estafándote de una manera muy extraña.

–Está bien, pero ¿Qué tal si no? ¡Esto podría ser algo grande! –Explicó. Había estado dudando toda la tarde al respecto, pero por alguna razón mientras más lo pensaba más tentador le sonaba. –Lo único que tengo que hacer es darle al tipo que me atormenta... Seiscientos... Dólares. –Entonces se dio cuenta de lo que había dicho, del pequeñísimo detalle en toda esa turbia situación que no había analizado y ahora lo abofeteaba. –Está estafándome totalmente.

Frunció el ceño y Michael atinó a reírse por lo bajo ¡¿Cómo es que fue tan ingenuo?! ¿En qué momento llegó a creer que esa tonta historia sobre computadoras inteligentes con forma de pastillas tendría sentido? Incluso si Rich se había vuelto popular después de ser un nerd ¿Qué importaba? Si había empezado en un grupo de matones pudo haber ascendido de alguna forma, no había una explicación más razonable que aquella, y en cuanto a los "efectos especiales" que presenció... ¿Quizá era obra de alguno de sus amigos con dinero? Daba igual.

Esto era desilusionante. Que Rich decidiera abrirse a él de esa forma y lo llamara "buen tipo" lo había hecho pensar que no todos los populares eran unos imbéciles egoístas y sí tenía oportunidad de que todo cambiara en su vida, pero no. Solo era otra jugarreta para hacerlo quedar en ridículo ¡Bien, lo lograron! Se sentía ridículo.

–No puedo creer que en serio lo consideraras. Siempre dices que Rich es un tonto ¿Por qué creerle?

–¡No lo sé! Solo creí... Olvídalo. Estoy condenado a ser un perdedor hasta el fin del mundo. No ¡Probablemente después también! –Hubiese continuado quejándose, pero antes de eso Michael apoyó una mano en su hombro y le sonrió.

–Claro que no. Eres mucho más genial que un cassette vintage. Es solo que nadie, excepto yo, lo piensa. Puede que no seas nada en la escuela, pero eso no será un problema mientras seamos un equipo.

Vale, para la gente cualquiera ese halago sonaba ridículo, pero Jeremy entendía perfectamente los gustos de Michael y el idioma geek lo suficientemente bien como para que esas palabras lo ruborizaran. Al carajo Romeo y Julieta, Michael tenía lo tenía todo para ser un Don Juan.

–Piénsalo. Nos gustan los juegos descontinuados, las patinetas retro ¡Tenemos un jodido tatuaje de Pac-Man, Jeremy! ¡Un tatuaje! ¡Nadie lo aprecia, pero pronto estaremos juntos donde lo hagan!

–¿Lo de apreciarlo o el tatuaje? –Cuestionó alzando una ceja con una sonrisa divertida sin perder la concentración en el juego. Se mordió los costados de la boca por dentro, estaba cerca de terminar el estúpido nivel. –Porque según yo recuerdo, lo del tatuaje fue una idea tuya y yo fui tan tonto que te hice caso.

–No seas quejica, sabes que lo adoras.

El de pecas soltó una risa ¿Para qué negarlo? El tatuaje que decidieron hacerse a los catorce años sin autorización de sus padres en el aniversario de su amistad había valido totalmente la pena y el dolor. Claro que lloraron y gritaron todo el proceso mientras se aferraban a la mano del otro para soportar el dolor infernal de una aguja clavándose constantemente en su piel, sin embargo ya estaba hecho, los tres puntos tras un fantasma estaban en su piel como recordatorio de una duradera amistad.

Todavía adoraba cómo al juntar su brazo con el de Michael, parecía que su fantasma estaba a seis puntos de Pac-Man.

–Los chicos como nosotros son geniales en la universidad ¡Yo lo sé! –Lo aseguró con toda la seguridad del mundo, Jeremy tiró el Joystick a su lado, un zombie lo había liquidado por detrás. –La secundaria es un infierno, pero nos la apañamos bien. Eso es lo que hace un juego de dos jugadores.

–Eh, sí. Jugador 1, acaban de matarme en "Apocalipsis de los condenados" y no me ayudaste. No te dejé usar a David solo para que me dejes morir.

–Jeremy, estamos hablando de algo importante. –Fingió estar ofendido, pero poco le duró con la sorpresa que fue que Jeremy le entregara su control bruscamente.

–Zombies ahora, charla después. Si no quieres aguantar mi odio al mundo ayúdame a matar algunos zombies para descargarme ¿Ok? Haz que esa motosierra valga la pena.

–Enseguida, Jer-Bear.

Jugar videojuegos era uno de sus pasatiempos favoritos, que como la mayoría de cosas, lo hacían juntos. Tenían bien ganado su título de "geeks" luego de haberse obsesionado con los juegos viejos de las máquinas casi inexistentes, teorías conspirativas y personajes asombrosos. Sabían apreciar todo tipo de juegos, pero los viejos eran sus favoritos, tal vez porque eran infravalorados como ellos.

Quitando el hecho de que desde hace semanas que no podían pasar el nivel nueve de "Apocalipsis de los condenados" todo era divertido y ameno. El juego requería un buen desempeño en el trabajo en equipo y sincronizarse correctamente, normalmente eso no era un problema, pero cuando estás rodeado de millares de zombies en una habitación pequeña se vuelve complicado y tienes que gritar cada acción a tu compañero preparándote para las quejas de los vecinos al día siguiente.

–¡Zombie! ¡Detrás de ti!

–¡Jeremy, mira a tu izquierda!

–¡Córtale la cabeza!

–¡Tú dispárale al otro!

–¡Me quedé sin munición, corre, corre maldita sea!

Muy pronto el indicador de vida de ambos se desvaneció por completo y la pantalla se iluminó con "Game Over" nuevamente. Ambos gritaron de indignación soltando los controles, Michael se dejó caer de espaldas en la cama sin dejar de insultar al zombie de traje de mesero, a su hipotética esposa zombie y a pequeños hijos zombies.

Jeremy bufó molesto, pero más aliviado que antes. Los videojuegos podían ser tan efectivos como la marihuana para calmarlo tras un poco de sangre y violencia sin sentido. Ya estaba lo suficientemente despejado como para reírse de lo tierno que era Michael cuando se quejaba tan exageradamente de los villanos principales. Quizá se rió muy fuerte, pues el de gafas le gritó.

–¡Oh, claro! ¡Ríete! En serio odio este nivel ¡¿Cuánto tiempo más llevamos intentando?!

–Creí que tu táctica de "Encuentra al malvado, empújalo a un costado, avanza con tu amigo al lado y si te atacan confía en tu hermano" era 100% efectiva. –Se carcajeó, recibiendo un golpe leve en el hombro por ello. Michael se tomaba muy en serio sus instrucciones en versos para los videojuegos. No lo culpaba, encontrar palabras que rimaran cuatro veces debía ser complicado.

–Se supone que debería funcionar. Lo hizo en los otros niveles. –Se incorporó volviendo a mascullar sobre la madre del creador del juego y tomó el joystick volviendo la mirada a Jeremy. –También funciona en la escuela ¿No crees?

–Sabes que es verdad. Es decir... Hemos peleado como perdedores por años con zombies de Nintendo y nuestros compañeros populares. Si eso sirve para la vida real debería funcionar en un videojuego, el problema es, mi amigo, que como los saltos dobles... Alteran muchas cosas. –Se alzó de hombros mientras se preparaba para otra partida eligiendo un arma diferente. Jeremy siempre elegía las de fuego, tenía excelente puntería en los juegos. –Pero seguimos atascados en este nivel y no podemos avanzar. Eso dice demasiado de nosotros, Michael.

–Ya te lo dije. Espera dos años, los chicos como nosotros son...

–Viejo, ya lo sé. Te entendí la primera vez. "Geniales en la Universidad". Pero no estamos en la universidad.

–¡Da lo mismo! La escuela es un golpe duro pero cuidamos la espalda del otro. Porque tú y yo hacemos un juego de dos jugadores.

–Dos jugadores que pasarán de nivel ¡Adelante! –Bramó con entusiasmo una vez que dieron Play. De aquí en más, estarían muy ocupados. Porque esto sí era una buena piyamada. –¡Zombie, muévete Michael!

Sin embargo puede que tuvieran que esperar un poco más para avanzar al nivel diez, puesto que mientras ellos se distraían matando tantos zombies como les permitieran las armas y la habilidad, el señor Heere estaba subiendo las escaleras buscando a Jeremy.

–¿Hola?

–¡Sangre, mueran! ¡Cómanse eso! ¡Que los follen con una motosierra!

–¿Hijo?

–¡Tripas para llevar!

–¡Jeremy!

Jeremy frunció el ceño soltando un gruñido, presionando el botón de pausa en el control. Michael se quejó y dejó caer su cara contra el colchón. –Ugh, pausa.

Escuchó los pasos acercándose y la puerta abriéndose por fin ¿Su padre ya había llegado del trabajo? No había notado que entre la siesta y el tiempo que se la pasó hablando con Michael ya eran pasadas las ocho de la tarde, tal vez las nueve. Estaba bien, no le estaba prohibiendo a Paul llegar a casa o dormir adentro, simplemente le fastidiaba que interrumpiera cuando estaba en compañía de Michael. A todos los adolescentes llegan a molestarles esas cosas.

Pero más molesto era... Voltear y darte cuenta de que tu padre no trae pantalones.

–¡Mierda! ¡Papá, los pantalones! ¡Maldita sea! –Chilló, rogando al cielo que la cama lo tragara en aquel instante ¿Es que acaso tenía que dejarle un recordatorio a Paul para que anduviera vestido como la gente normal por la casa o qué? Si de por sí le avergonzaba verlo él solo, imaginen que su crush tuviese que verlo.

–¿Qué? ¿Es una chica? ¿Estás con una chica? –A Jeremy le dio un tic en el ojo derecho, contando hasta diez internamente solo para no explotar ante tan indignante pregunta. Puede que estuviese exagerando, sin embargo le hervía la sangre cuando su padre hacía esas preguntas, era una combinación de vergüenza y furia porque... ¿Para qué una chica? ¡Michael estaba prácticamente por encima de todas!

¡NO, NO ES UNA CHICA! ¡PERO MICHAEL ES MI GRAN CRUSH, ES PRÁCTICAMENTE LA MISMA MIERDA E INCLUSO MEJOR!

No, no lo dijo porque eso sería suicidio, pero lo pensó mientras apretaba fuerte el joystick y su amigo se incorporaba desde su posición de muerto.

–Oh, hola Michael.

–Qué hay, señor Heere. –Saludó como si nada.

Michael no tenía problemas con... Dañar sus preciosos y vírgenes ojos, después de todo llevaba doce años visitando la casa de los Heere y conocía bien a Paul. Verlo sin pantalones era lo usual, y aunque entendía lo penoso que era para Jeremy, no creía que fuese para tanto. Paul le agradaba, era amable las pocas veces que estaba en casa o que lo veía, pero la tensión que inundaba el ambiente cada vez que padre e hijo estaban juntos en el mismo cuarto era tan incómodo como sentarse en un sillón cubierto de vidrios rotos.

–Iba a ordenar pizza ¿Quieren algo?

Jeremy evitó contacto visual, fijándose en el televisor mientras fingía escoger nuevos armamentos. –¿Te vestiste hoy?

Paul pareció dudar. –Oh. No me necesitan en la oficina así que... Ya sabes, trabajo en casa.

–Y si no fuiste a trabajar ¿Dónde estabas hoy?

–Oh, fui a hacer las compras y regresé a casa a las seis.

–Sí, la mayoría usa pantalones en casa. –Refunfuñó.

–Eso es porque la mayoría no es tu padre.

El menor de los Heere no mostró reacción significativa ante el intento de broma de su padre, optando por ignorarlo aún ocupado con el juego. No quería alargar la conversación y afortunadamente él pareció captarlo así que se despidió rápido antes de dejar la habitación.

–Uh, buena charla.

Dio un alarido agotado cuando la puerta volvió a cerrarse, pasándose una mano por el rostro hasta sus rizos antes de caer recostado en la cama con una mirada enojada clavada en el techo. Michael no se rio, apoyándose con los codos a su lado.

–¿Qué hay con él?

–¿Qué te parece a ti? –Masculló sarcásticamente. No había necesidad alguna de mencionar el motivo detrás del tenso ambiente en su hogar y del por qué su padre andaba impresentable hasta para estar en casa. Michael lo sabía, ese motivo tenía nombre, empezaba con "S" y terminaba en "annon", o cómo Jeremy le decía con más desprecio "Mamá".

–¿No has tenido noticias de ella todavía? –Aventuró con su pregunta.

El de pecas rodó los ojos. Hablar de su madre en la casa era un tabú solo para traer dolor y malos recuerdos, para cualquiera era evidente que el joven detestaba a esa mujer y no se sentía tentado o deseoso de volverla a ver en su hogar ¿Para qué? Ella tomó su decisión poniéndole los cuernos a Paul y abandonándolos. No era una buena madre para él, ninguna buena madre con un grado mínimo de sentido común dejaría a su hijo de seis años solo y no se dignaría ni en llamarlo para su cumpleaños.

Y aunque lo había superado, su padre se había quedado atrás y él todavía sentía asco de solo pensar en ella. Shannon podía quedarse con el imbécil de Carl y sus nuevos hijos, a él no le importaba un carajo su nueva vida.

–No ¿Y a quién mierda le importa? Mamá lo superó, yo lo superé ¿Por qué él no puede hacerlo?

–Hey. –Le regañó Michael.

–Oh, vamos. Es la verdad. Debe superarlo, yo debo. No quiero que mi futuro sea así.

Paul hace mucho había dejado de ser su ejemplo a seguir. No lo malentiendan, como todo hijo amaba a su padre, sabía que era afortunado de que haya sobrellevado la separación mejor que muchos otros hombres que caían en el alcohol y maltrataban a sus hijo. Estaba consciente de que era difícil y el adulto hizo lo que pudo, pero... ¿Por qué engañarse? No fue suficiente, no lo era hoy. Habían pasado diez malditos años desde entonces y las cosas no habían cambiado desde el primer día.

Seguía siendo Jeremy Heere, el adolescente que podía llegar a horas de la madrugada oliendo a marihuana y amoratado tras una pelea sin que su padre lo notara ¿Podía sentirse agradecido por ello? No, ni un poco.

Paul le daba toda la libertad del mundo, pero no significaba que fuese bueno para un adolescente en crecimiento. No pidió tanto de él, solo que a veces le preguntara sobre sus calificaciones y le insistiera en mejorar, que estuviera en casa el día en que lo humillaron en teatro para consolarlo, que preguntara sobre cómo eran las cosas para él. No le pidió nada costoso o material que abusara de su salario, solo un poco de atención paterna. Era la única cosa que deseaba de él, al menos hasta que cumplió catorce y comprendió que ya no había remedio.

No podía odiar a su padre, él era una víctima de las acciones egoístas de Shannon, pero sí sentía hacia él una especie de rencor y vergüenza. No quería ser como Paul en el futuro, triste y sin motivación para al menos usar pantalones, y sin embargo a cómo iban las cosas seguro llegaría a eso antes de ser un adulto.

–Hey... Rich dijo que su contacto estaba en "Payless" ¿Cierto? –Apartó la mano de su rostro y Michael alzó una ceja, sorprendido de que Jeremy retomara ese tema. –¿Por qué no vamos nosotros mismos? Ya sabes... Solo para comprobar si su historia es cierta.

Llámenlo un idiota por seguir cavando en una tumba, adelante, pero ¿Qué más le quedaba por intentar? Ir con el contacto de Rich era lo más conveniente si no quería salir estado o con la curiosidad carcomiendo en su interior. Jeremy odiaba quedarse pensando "¿Y sí...?", en especial si de sus propias acciones se trataba. Necesitaba hacerlo, era su última oportunidad para cambiar el rumbo de la historia sin correr tantos riesgos.

Sonaba a una buena idea para él, pero el gesto de Michael indicaba que él no pensaba igual, incluso llegó a notar algo en su mirada ¿Tristeza? Nah, imposible. Él se reía de sus supersticiones, no las consideraba. Estaba listo para oír alguna broma al respecto de su parte, una que nunca llegó.

–¿Y si lo es?

El de pecas se quedó callado, no era lo que estaba esperando oír. Se acomodó apenas, apoyando su mejilla en su mano y el codo en el colchón, observando a su amigo.

–¿Qué tendría de malo?

–No lo sé. Tal vez te vuelvas demasiado genial para m... D-Digo... Para los videojuegos.

No fue su imaginación ni una ilusión creada vilmente por su lado más enamorado, Jeremy escuchó perfectamente cómo Michael se pausaba a sí mismo antes de terminar la oración, desviando la mirada con incomodidad. No sabía qué responder, había muchas cosas amontonándose desordenadamente en su cabeza y el pulso empezaba a temblarle mientras su corazón le hacía una mala jugada enviando más sangre a su cara ¿Acaso Michael tenía miedo de perderlo?

Jeremy quería decírselo ahí mismo, que no importaba qué o cómo, lo seguiría hasta el fin del mundo. Quería gritarle cada cosa maravillosa que veía en él, y cómo con solo existir él era la razón por la que trataba de seguir adelante. Lo amaba, lo amaba demasiado.

–Olvídalo, sigamos jugando.

–¿Qué? Claro que no. –Se apresuró a detenerlo antes de que pudiera apartarse, tomando la mano con la que pensaba alcanzar su joystick. Fue un movimiento rápido y brusco, debió haberse controlado mejor. Tenía esos arranques imprudentes en los peores momentos. –Michael, yo nunca te dejaría atrás. Porque tú me... T-Tú...

Apretó los labios tratando de calmar el temblor de sus dedos y el rojo encendido en su rostro. Michael comenzaba a adoptar una mirada extrañada, empeorando los nervios que cerraron su garganta. Ahí estaba de nuevo, la misma situación que acostumbraba; Lo tenía todo... Las palabras, las acciones, el contexto y el momento perfecto, pero el terror era aún más fuerte ¿Qué le hacía pensar que Michael reaccionaría bien si lo confesaba? ¿Qué le aseguraba que si hablaba no vería en su rostro una expresión disgustada y se iría de su casa al instante?

No podía hacerlo, Michael era todo lo que le quedaba, no quería perderlo.

Y-Yo... No puedo. No puedo hacerlo.

–Tú... Sabes que eres mi persona favorita. Pero eso no quiere decir que... Pueda soñar con algo más. –No estaba siendo directo aunque sí honesto. Suspiró sintiendo que los niveles del pánico descendían poco a poco, hasta que trató de soltar la mano de Michael y este no se lo permitió, sujetándola para obligarlo a permanecer en esa posición. Cara a cara, tan cerca... Y tan lejos. El estómago le dio un vuelco y el tacto de los dedos de su amigo rodeando su mano casi lo hacían respingarse hasta golpear el techo.

–¿Eso es verdad? ¿Soy tu persona favorita?

Jeremy tragó en seco ¿Cómo esperaba el maldito que respondiera así de fácil siendo tan endemoniadamente lindo? Apenas unos segundos cerca admirando sus gentiles ojos oscuros y su dulce sonrisa lo desmoronaron por completo. Jesucristo, lo remarcaba demasiado, pero es que Michael era tan jodidamente hermoso que no existían suficientes palabras para describir lo única que era su combinación de adorable y atractivo.

De pronto empezó a reírse por lo bajo, eso lo hizo reaccionar.

–Jeremy ¿Estás bien? ¿Estoy invadiendo tu espacio personal de nuevo?

El aludido no supo si fue el pánico o un reflejo digno de alguien tan ridículamente penoso como él, pero se apartó tan torpemente que cayó de la cama mientras las risotadas de Michael incrementaban, al igual que su propia furia que no dejaba a su rostro volver al color paliducho que acostumbraba.

–¡No te rías! ¡No es gracioso! –Chilló tomando una de las almohadas para estampársela de un golpe en la cabeza, pero incluso con la cara contra el colchón, Michael seguía riéndose hasta las lágrimas. Gruñó cruzándose de brazos y sentándose de nuevo en la cama. No le gustaba que a Michael le causara tanta maldita gracia cuando enrojecía de ese modo por su culpa, sin embargo no podía señalar ese hecho porque su excusa era "Me pone nervioso que invadan mi espacio personal". –Agh, a veces eres un tonto.

–Soy tu tonto favorito. –Canturreó con una sonrisa juguetona, arrastrándose lo suficiente como para abrazarlo por el costado. –¿No es cierto?

Jeremy no pudo evitar devolverle la sonrisa, su orgullo era masa blanda al lado de Mell.

–Por supuesto. Y jamás dejaremos de ser un equipo. –Le remarcó. –La escuela es un infierno y tú me ayudarás a conquistarla. Después de todo eso es lo que hace un juego de dos jugadores.

–¡Tú lo dijiste, viejo! –Exclamó incorporándose para alcanzarle su control del juego. –Y... Solo porque me convenciste... Este domingo iremos a Payless a conseguir el Squip, claro, si es que es real.

–¿Entonces sí me acompañarás?

–No sería tu amigo si no te apoyara en cada locura que hagas, incluso si es comprobar qué tan reales son las leyendas urbanas de los populares. Pero al menos espero que como un pago adelantado hagas que tu escopeta valga la pena para reventarle los sesos a los zombies ¿Puedo contar contigo, jugador dos?

Jeremy sonrió ampliamente y no lo pensó dos veces antes de escoger su arma favorita y darle "continuar" al juego.

–¡Siempre, jugador uno!

. . .

Vamos... ¡Ya estoy cerca de...! ¡NO, MALUNGKOT!

Escupió otra sarta de insultos contra la madre del creador de "Apocalipsis de los condenados" en tagalo antes de dejar el joystick a sus piernas cruzadas y hacer más expresiones silenciosas y exageradas de frustración.

Llevaba jugando... ¿Dos horas? No estaba muy seguro, perdió la noción del tiempo desde la partida veinte y no tenía un reloj que le recordara la hora ni un compañero que le insistiera para despegar los ojos del televisor.

Suspiró, decidiendo dejar el juego para más tarde. Estaba agotado de zombies y cuchillas que pierden filo cuando más las necesitas, además ya debían ser más de las dos de la madrugada. No podía asegurarlo, solo estaba suponiéndolo gracias al peso de sus párpados y el bostezo largo que abandonó su boca.

Por Bob Marley, esta semana había sido agotadora en todos los sentidos de la palabra y aun le faltaban más antes de terminar el año. No le preocupaba tanto por él, seguir la rutina de ignorar al mundo entero con un par de audífonos daba resultado desde que Jeremy se los regaló, ya iban tres años seguidos de utilidad desde ese momento. Las únicas cosas que lo inquietaban eran el mantener las notas de la escuela, esconder estratégicamente la marihuana del sótano para que sus madres no lo descubrieran, y finalmente su mayor prioridad, que ahora mismo dormitaba pacíficamente en el colchón después de la media noche; Jeremy.

Michael negó con la cabeza sonriendo para sí mismo. Jeremy tenía todo lo de oso dormilón para ponerle el apodo de "Jer-Bear", era todo un desafío levantarlo, así era desde que eran niños, aunque últimamente se volvía tan difícil que empezaba a preocuparse por ello. Y no, no era una broma, realmente le preocupaba la desmotivación que tenía el joven Heere para abandonar la cama a menudo.

Dejó el control junto a la consola, apartándose para quitarse el hoodie, los zapatos y los pantalones. Una vez listo, se acomodó cuidadosamente junto a su amigo, apoyándose de modo que pudiese observarlo desde un poco más arriba, apenas iluminado por el brillo del televisor.

D'Aaaaww, es tan lindo cuando duerme.

Era un alivio ver a Jeremy Heere tan relajado después del día de mierda que le tocó pasar. Llevaba la cuenta de sus ataques nerviosos en la semana y ya eran cuatro sin contar los dos de hoy y el que estaba casi seguro que se perdió mientras estaba en clase de biología y Jeremy en la de teatro. No entendía aun cómo es que un chico de cara tan apacible pudiese guardar tanto estrés en un cuerpo así de flacucho.

Él por su parte... Lo estaba manejando mejor de lo que creyó que podría. Quizá los matones no se divierten molestándote si llevas música a todo volumen para no darles el gusto de reaccionar, quién sabe. No estaba con la guardia baja aun, solo estaba siendo cuidadoso de la mejor manera posible, y esa era; No destacar. Claro que es complicado cuando eres el chico que lleva audífonos a donde sea que vaya y un hoodie rojo lleno de parches, mas no era imposible.

Ojalá pudiera decir lo mismo de su amigo. El pobre parecía más paranoico cada día, por no decir que se estaba volviendo más propenso a ahogarse en una cucharada de agua. Lo notaba, solo que no lo mencionaba, sabía lo mucho que a Jeremy le golpeaba el ego tener que discutir esos asuntos.

Hizo una mueca preocupada sin apartar los ojos de ese rostro de facciones delicadas cubierto de pecas.

Se estaba quedando sin ideas para volver más pasable la vida escolar de ambos a la vez que analizaba si era recomendable arrastrar a Jeremy con la psicóloga escolar antes de que empeorara y decidiese hacer alguna locura. Le angustiaba que siguiese haciendo esos "chistes" sobre sí mismo como si no fueran nada serio, que se volviera más fácil quebrarlo con un insulto al azar, cómo abandonaba lo que amaba por el miedo a fracasar.

Ay, Jer-Bear... Ojalá pudiese hacer algo por ti.

No era suficiente con solo dar su apoyo o estar a su lado, Jeremy seguía decayendo. Se resbalaba de sus dedos hacia un abismo letal como si tuviese ladrillos atados a los pies y mantequilla en las manos.

Deseaba que las cosas volvieran a ser como lo eran antes del día en que Jeremy lo defendió de unos matones de la escuela. Cuando era más seguro de sí mismo y tenía coraje, cuando no tenía que agachar la cabeza al caminar por el pasillo, cuando era él a quien molestaban.

Recordaba ese día. Era un año más cerca de quitarse los frenillos y la jornada escolar había terminado. Jeremy lo había dejado solo en la salida para buscar un libro de la biblioteca y en tan solo un rato unos niños de cursos mayores se aprovecharon de eso para intimidarlo. Querían dinero que no tenía, así que... Sí, estuvo cerca de que lo apalearan detrás de la escuela.

Jeremy había aparecido de la nada y se les lanzó a todos a la vez a los golpes y gritos histéricos, amenazando con bajarles los dientes si se atrevían a ponerle un dedo encima. Había dado una batalla brutal contra los tres chicos, lo cual no fue a su favor. Como era de esperarse de un niño de trece años flacucho contra tres brabucones robustos de segundo año... Terminó siendo abollado a golpes en un dos por tres. El ojo morado y el dolor le duraron unas cuantas semanas al igual que a él la angustia que le dio verlo tirado en el suelo con tantas heridas.

Al día siguiente, cuando creyó que las cosas no podían empeorar... Él ya no era el blanco de las burlas o jugarretas maliciosas, lo era Jeremy. Y hasta el día de hoy los demás podrían no saber por qué el cambio, pero seguía siendo así por mera costumbre.

Se culpaba por haber sido tan dependiente. De haber escuchado a su amigo cuando le dijo que se defendiera él no habría tenido que intervenir. No habría salido herido ni habría firmado su sentencia a humillaciones, lastimosamente ya no podía hacer nada al respecto, solo entender cómo se sentía querer deformarle la cara a golpes a alguien y que no te lo permitan.

Seh, quizá era un poco sobre protector, pero era inevitable no querer moler a palos a cualquiera que molestara a su adorado amigo.

Enredó su dedo en uno de los rizos castaños de Jeremy, sonriendo levemente cuando este reaccionó involuntariamente a sus mimos y se removió un poco, acurrucándose más cerca de él ¡Por Dios! Era casi como un gatito pidiendo más cariño pero mejor.

Aun no entiendo por qué Christine no te presta atención.

Llevaba tanto tiempo conociendo a Jeremy que podía poner las manos en el fuego para asegurar que era el partido perfecto para cualquiera. El joven era dulce, sensible, romántico, soñador, comprensivo... Lo tenía todo, desde unos ojos azules de ensueño que lo bobotizaban con solo una mirada hasta una voz dulce y melosa como la miel que lo derretía. Michael daría lo que fuera por estar en el lugar de la chica Canigula y ser la persona que Jeremy mirara con tanto amor.

Era imposible no haber caído rendido por un chico así, el solo verlo le provocaban enormes deseos de abrazarlo con todas sus fuerzas para protegerlo de cualquier cosa y plantarle el más cariñoso beso que pudiera ofrecer.

Soltó un suspiro de enamorado, perdiendo el rumbo de sus dedos hasta el rostro pecoso de su mejor amigo. Jeremy era tan jodidamente perfecto así como era, iluminando el cielo como la estrella más brillante, solo que no podía verlo. No entendía lo mucho que valía porque siempre le recordaban defectos insignificantes, y por más que quisiera hacérselo saber se contenía para no hacer un movimiento erróneo y mandar al caño una amistad tan hermosa de doce años.

Christine sin duda era afortunada y no podía darse cuenta. La celaba hasta la médula y se sentía indignado de que considerara a Jake Dillinger primero, solo que lo disimulaba mejor de lo que parecía porque una parte de él se sentía feliz de que Jeremy siguiese estando a su lado. Terriblemente egoísta ¿No creen? El mismo Michael admitía ser un estúpido por decir que deseaba la felicidad de Jeremy, pero al mismo tiempo que no alcanzara el amor de la chica que anhelaba.

Porque sí, Jeremy a sus ojos era un angel caído del maldito cielo y merecía ser feliz. Simplemente quería ser él quien lo lograra, sin embargo no era posible. Él no era Christine.

Pero era feliz a veces. Esos pocos segundos sujetando la temblorosa mano de Jeremy y viéndolo enrojecer delante de sus ojos mientras le aseguraba que era su persona favorita en todo el mundo era todo lo que necesitaba para recordar que no importaba cómo, mientras pudiera estar cerca de él, sería feliz.

Contuvo un bostezo para no hacer ruido y se estiró para acomodar el cuello de la camiseta de Jeremy de manera que la tela volviese a cubrir su hombro. Le parecía gracioso cómo escogía prendas tan holgadas para dormir y estas se desordenaban en la noche, así como le resultaba tierno comprobar que las pecas de Jeremy no solo se conformaban con su rostro.

Cuando estuvo dispuesto a volver a su otra posición, se detuvo en el rostro del otro. Dudó sobre lo que iba a hacer y al final terminó dejando un beso sobre su frente, arrepintiéndose en el segundo que lo escuchó murmurar algo para terminar entreabriendo los ojos.

–¿Mich...?

–Hey, Jer-Bear. Perdón por haberte despertado. Vuelve a dormir ¿Sí? –Susurró observándolo con una sonrisa, muerto de ternura ante el tono adormilado y la mirada perdida ajena. Jeremy divagó, hasta que levantó débilmente su mano hasta su rostro, palmando torpemente como si no pudiese ver. Michael aguantó la risa. –¿Jeremy? ¿Qué tratas de hacer?

–Idiota, ve a dormir tú también. Seguramente es muy tarde. Quítate los lentes.

–Ya voy, ya voy. Me encargaré de eso. –Apartó con cuidado la mano de su rostro, obedeciendo al pedido. Se estiró dejando sus lentes en la mesita de noche cercana y apagó la luz de la lámpara, sintiendo que apenas se volvió a acercar Jeremy se le apegaba soltando refunfuños y quejas sobre lo incómodo que era dormir solo.

–¿Qué estabas haciendo despierto a esta hora?

–Uh... Solo trataba de pasar el nivel nueve solo. No funcionó como esperaba. –Se rió por lo bajo, rodeando la espalda de su amigo mientras este acomodaba su cabeza en su pecho, haciéndole cosquillas en el rostro con sus rizos.

–No lo vuelvas a hacer, los niveles los pasamos juntos. –Se quejó, frotando un poco su mejilla contra la camiseta "CREEPS" de Michael mientras doblaba las rodillas tratando de que su cuerpo en toda su altura cupiera en el más bajo. Era difícil pretender acurrucarse totalmente en alguien cuando eres más alto.

–Lo prometo, de todos modos no puedo hacerlo sin ti. –No mentía. La cantidad de zombies superaba sus expectativas. –Aunque mientras jugaba noté un patrón de ciertos zombies que... E-Eeek... J-Jeremy... No respiro. –Ni se dio cuenta de que hablar tanto llegó a fastidiar al adormilado de pecas, que lo acalló abrazándose a su cuello. Santo Slushie, a veces se le olvidaba que en Jeremy el sueño funcionaba como el alcohol en otras personas, hacía cosas que supuestamente nunca haría y lo olvidaba al día siguiente.

Virgen maría purísima, tanta cercanía era algo muy homosexual, considerando que estaban usando solo camisetas y ropa interior, pero para algo existía el #NoHomo, y Michael Mell tenía esos momentos de idiotez donde no se resistía a los arrumacos dormilones de Jeremy y los aceptaba como el aprovechado que era. Llévenlo a la cárcel, él nunca se arrepentiría.

–Ya cállate y duerme. –Regañó aflojando un poco el agarre, pero no retirándolo.

–Ya voy, ya voy. Buenas noches, Jer-Bear. –Murmuró, dejando otro beso sobre su cabellera para luego apretar más su abrazo.

–Buenas noches, Mich.

Michael tardó un poco más en dormirse, no porque estuviese nervioso o falto de sueño, tan solo quería apreciar cuan acogedor era sentir el delgado cuerpo de Jeremy entre sus brazos y el suave aroma de sus cabello antes de perder la consciencia. Finalmente cayó dormido, y para ambos adolescentes terminó otro día de semana. Otro día creyendo que Jeremy amaba a Christine y que Michael nunca se fijaría en alguien como él.

Sin dudas, el amor adolescente es complicado cuando viene del corazón de dos jugadores.

-_-_-_-_-_-_-_-_-
Que conste que no odio a Jake, solo me apego al punto de vista de Jeremy, y él lo ve como un idiota y lo está odiando por lo de Christine(?)

Creo que nunca me voy a cansar de enamorar a los principales y que sufran porque no saben que son correspondidos¿?

Escuché tantas canciones homosexuales para este capítulo que creo que se me salió todo lo que creí perder.

Aprovecho para decirles que la voz de Will Connolly sí es más dulce que la miel, coño. Yo me ahogaría en el océano si me canta, porque le da para ser una puta sirena.

También quería comentarles a los que no siguen mi libro de dibujos que pueden encontrarme en Youtube haciendo animatics de este estilo:

https://youtu.be/qk_QICJ1eaY

Yo sé que quieren verlo, eh~ Está especialmente basado en el primer capítulo uvu

Me despido por hoy, espero que les guste este capítulo. Para el siguiente ya tendremos a nuestro Keanu digital para joder todo(?)
Los amo, bye ❤️

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