💊More than me 👓
La vida adolescente no es tan buena como te la cuentan los adultos, al menos si se lo preguntaban a él.
Lo había escuchado cientos de veces de bocas de famosos, hasta incluso de maestros o familiares. Siempre la misma frase "Es la mejor etapa de tu vida donde no tienes las responsabilidades de un adulto pero tienes más libertad que un niño." Sumado a que te venden esos clichés de películas con trama escolar—Como High School Musical—donde todos los estudiantes son amigos sin excepciones, sonríen, van a fiestas y cantan sobre lo divertido que es ir a encerrarte ocho malditas horas en un establecimiento a soportar los maestros, las tareas, los trabajos ¡Pero claro! Nada de eso importa—Por no decir que ni siquiera lo toman en cuenta o existen— mientras tengas a tu grupo de amigos para tener esa sonrisa feliz y reluciente de comercial de pasta dental las veinticuatro horas del día.
Y una mierda.
Puede que haya creído en eso de niño, pero no podían ocultarle la cruda realidad tanto tiempo, en algún momento sería adolescente y él mismo comprobaría que tan "buena" sería dicha etapa.
¿Y qué podía decir hasta ahora? La adolescencia puede ser genial, pero no para todos, no para él.
Porque para comenzar, la escuela no está llena de gente amistosa que te reciben con los brazos abiertos o se molestan en ser buenas personas, no. Está llena de chicas bellas pero altaneras y chismosas, chicos tontos pero atléticos y atractivos, nerds interesados hasta en la vida de los microorganismos que viven en un mohoso sándwich de pollo, los normales que pasaban desapercibidos o tal vez no, profesores amargados sin el más mínimo rastro de interés más allá de llegar a fin de mes y finamente los que eran como él.
¿Y cómo era él? Pues... Un perdedor, para catalogar fácilmente.
Jeremy Heere no pasaba de ser más allá que un geek promedio. El típico chico que prefiere pasársela en su casa jugando videojuegos y comiendo comida basura en vez de hacer algo más interesante o bueno por su vida como socializar con otros, estudiar para al menos aprobar raspando o molestarse en hacerse notar, porque las últimas opciones se le daban fatal.
La secundaria es el infierno, la adolescencia es el infierno, todo a esa edad es un infierno.
"La etapa de los cambios" ¿Por qué? ¿Por qué las cosas deben cambiar si están bien así como son? ¿Por qué los chicos que son amables se convierten en cabezas huecas que solo hablan de deportes, la chica con la cual tuvieron sexo el fin de semana—O más, uno se sorprende— y solo dirigen la mirada a tipos como él para molestar sin motivo aparente? ¿Por qué las chicas gentiles y tiernas se vuelven unas perras que se aprovechan de su belleza para sacar provecho, hablan mal de sus amigas a sus espaldas y traicionan cuándo pueden?
¿Es que acaso el cambio era obligatorio para ser aceptado? Eso parecía, porque él no lo había hecho y no es que estuviese en un buen estatus por ello.
Como si cambiar tu cuerpo y soportar las hormonas no fuese bastante, debes cambiar el interior. Algo así como cambiarle la funda a tu teléfono celular para que se vea mejor, y luego darte cuenta de que no queda bien con esa marca, tiras el teléfono y consigues uno nuevo. Un reemplazo completo, básicamente.
Odiaba los cambios, al mismo tiempo que los anhelaba. Los odiaba por no tenerlos.
Odiaba seguir siendo él.
–Vamos, vamos, ve, ve. Estúpida computadora.
Maldijo como por milésima vez su lento internet, y de paso a la inocente barra que se iba llenando de azul mostrando el mensaje de "Descargando" y el porcentaje congelado en 34% desde hace media hora en la que ya debería haber llegado a 100%. Si no le reventaba una arteria o el cerebro de la rabia que le daba que esta situación se le diese justo hoy sería un milagro.
Bufó pasándose la mano por el cabello y revisando la hora; las 6:55 a.m.
Gruñó, no solo odiando el internet que no se dignaba en descargar su porno mañanero, sino también a la necesidad que le impulsaba a descargarlo en primer lugar.
Estúpidas hormonas.
–¿No puedes ir más lento o qué? –Se contuvo a realizar cualquier acto violento, irracional y estúpido hacia la computadora. Eso más que resolver mágicamente sus problemas con la red probablemente solo estropearía el ordenador.
Volvió a mirar la hora dando un suspiro quejoso. Por mucho que necesita aliviar las consecuencias del sueño húmedo que lo despertó más temprano de lo habitual, tampoco le convenía llegar tarde a la escuela perdiendo el autobús. No le maravillaba la idea de ir como en lata de sardinas con sus compañeros o ser víctima fácil de alguna jugarreta, pero menos tentador era correr para estar a tiempo y llegar sudando, apestando, sangrando por la nariz y medio muerto, por no mencionar que no se le hacía muy cómodo tener que caminar con el problema bajo sus pantalones aún vigente.
Excelente mañana para ser un adolescente hormonal, definitivamente.
Bueno, con suerte la rutina diaria lo aburriría tanto que le haría olvidar por unos momentos las imágenes mentales de la noche anterior y estaría bien. Cerró la portátil, convencido de ello, sentándose sobre la cama para mínimamente ponerse unos pantalones y cambiarse la camiseta antes de entrar al baño a alistarse.
Ni siquiera estuvo más de dos minutos en el baño solo y ya ocurría lo que tanto le molestaba: su padre entrando en paños menores a buscar quién sabe qué.
–¡Oh por...! ¡Papá! ¡¿Has oído de la privacidad?! –En serio ¿Qué era esa costumbre suya de irrumpir en calzones en cada lugar de la casa que estuviese por alguna u otra razón? Podía decir con toda la seguridad del mundo que tras años viviendo con él no tenía una explicación concreta aun.
–Todos somos hombres en esta casa, finge que estamos en el ejército. –Se limitó a contestarle con un tono despreocupado volviendo a lo que estaba haciendo antes, rebuscando entre los objetos del baño en lo que Jeremy prefería alejarse con suma incomodidad no sin antes tomar el cepillo de dientes y la pasta dental. Pfff, como si necesitara el espejo para cepillarse en la mañana.
–Solo... Cuando esté en casa usa pantalones ¿Puede ser?
–¡Sí, señor! –Y tan rápido como había aparecido, se fue por la puerta para su fortuna.
Su padre, Paul Heere, no es que no lo quisiera como tal, simplemente... ¿Cuál era la palabra adecuada para describir lo que sentía cuando la gente se enteraba de que ese tipo calvo que no usa pantalones es su padre? Avergonzado, sí, esa era la palabra que buscaba. Adelante, podían juzgarlo por sentir pena de que lo relacionaran con él, pero si otros estuviesen en su situación entenderían.
Paul era divorciado, su esposa los había dejado cuando Jeremy tenía alrededor de cinco o seis años y nunca más se supo de ella cuando dejó la casa. No se molestó en visitarlo, en hacer llamadas para felicitarlo por su cumpleaños... Ni siquiera una tonta tarjeta barata de buenos deseos. Básicamente fue como si la mujer se hubiese esfumado en el aire sin dejar rastro.
¿Le dolía? No realmente, porque lo único que recordaba de ella eran las quejas hacia su padre, las peleas, y por supuesto su rostro agotado, ojos azul claro como el cielo, cabello rubio, lacio y corto, y su silueta siempre cerca del teléfono mientras sonreía al hablarle al hombre que la alejaría de su familia. En resumen, lo que le dolía era no haber tenido a una madre como todos los demás jóvenes de su edad ¿Pero la extrañaba a ella en particular? No mucho, casi nada.
De hecho hasta podía decir que la detestaba. Su despedida dejó a un padre que casi ni se ocupaba de él más allá de mantenerlo y tener cortas e incómodas charlas donde trataba de ser el padre dedicado que definitivamente no era, y a un chiquillo confundido que nunca comprendió por qué su madre no regresó del trabajo y que no contó con el apoyo de su otra figura paterna para superar los altercados de su vida debidamente.
Su padre no sabía prácticamente nada acerca de su día a día, probablemente creía que tenía más de un amigo, le iba de maravilla en la escuela y todo para él era miel sobre hojuelas. Y aunque podía decir que en parte la culpa era suya por no tomar la iniciativa y hablarle sobre eso, sinceramente no esperaba de Paul algún consejo útil o una solución.
No quería ser como él, y a pesar de todo lo parecía, salvo que más joven y en un ambiente totalmente diferente al hogar.
No debería presentarme siquiera.
Si la casa no era lo mejor, la escuela lo era menos. Sin embargo contaba con un poco de sentido de la responsabilidad aun.
Se apresuró a prepararse, terminando con lo básico del aseo, poniéndose los zapatos, un Cardigan azul y revisando rápidamente si contaba con todos sus apuntes y útiles escolares antes de partir. Las clases habían comenzado hace más o menos un mes pero aún seguía distraído y en más de una ocasión terminaba olvidando algo importante.
Creyó escuchar a su padre despedirlo, pero no tuvo tiempo de contestar pues ya había cruzado la puerta, haciendo al estar a unos metros lo que no pudo en la casa; estirarse cómodamente soltando un bostezo alargado y somnoliento.
Bueno... Es hora de comenzar el día.
El autobús se detuvo en su parada unos minutos más tarde, y como solía hacer siempre, escogió un asiento vació de adelante. La mayoría prefería ir atrás para hacer más alboroto pasando desapercibidos por el conductor, al cual por cierto tampoco podía importarle menos cuánto gritaran y se lanzaran cosas todos los adolescentes descontrolados. Mientras nadie rompiese una ventana seguramente todo estaría bien y hasta podrían follar.
Tal como esperaba, en algún momento uno que otro popular o matón se fijaría en su cabellera castaña clara, alborotada y ondulada que destacaba entre los pasajeros de adelante. No escuchó bien qué tipo de insulto le lanzaron, aunque sí sintió el golpe ligero de una bola de papel en su cabeza.
Desvió la mirada hacia la ventana tratando de no darle importancia a algo de la rutina diaria. Tenía todo lo necesario para sobrellevar cualquier burla o comentario ajeno, su muy bien fingida indiferencia y una hoja blanca doblada en el bolsillo de sus pantalones que terminó sacando secretamente, atento a que nadie la viese, ni siquiera el conductor.
Hecho esto, revisó hasta que encontró los subtítulos "Comentarios" y "Agresiones pequeñas", marcando una tilde en cada una tras las muchas otras en las demás categorías.
Jeremy Heere no era un chico de buenos hábitos, entre ellos su manía por anotar en cada categoría todo tipo de humillación pequeña o grande hacia su persona por parte de sus compañeros, e incluso por gente ajena a su escuela. Daba igual donde, quien o cuando, si él lo creía necesario habría otra tilde más en la lista, y para él siempre era necesario.
Así es, Jeremy era un masoquista de cierta forma.
Al principio eso empezó como una tontería a los trece años después de que le bajaran los pantalones en plena clase de gimnasia, creyendo fervientemente que solo sería algo que quemaría un día antes de otro año escolar para decir "No importa, nuevo año, nuevas oportunidades. Como una hoja en blanco." Y sí que lo fue, otra hoja en blanco que llenar por año. Actualmente ni siquiera quemaba las hojas, las acumulaba en un cajón sin objetivo en mente. Quizá solo quería recordarse a sí mismo la razón por la cual le convenía hacerse invisible.
El autobús se detuvo y con ello bajó la horda enloquecida de adolescentes. Jeremy los siguió, pero a distancia. Muchos hablaban en grupos sobre lo que harían después de clases, las tareas, las parejas, hasta conversaban sobre las clases opcionales que habían presentado la semana pasada.
No prestó mucha atención a eso y buscó con la mirada su casillero, hasta que dio con él y quienes estaban charlando delante.
Chloe Valentine encabezaba la charla, ella era la chica más popular y sexy según las estadísticas de sus compañeros. Y la verdad es que no lo negaba, Chloe era guapa, de cabello castaño y ondulado hasta más debajo de los hombros, ojos oscuros y estilo chic y cool. Muy bonita, pero nadie le quitaba lo molesto que era que siempre estuviese hablando de una de las chicas de otra clase llamada Madeline. Era como si Chloe viviera solo para criticarla.
A su lado se encontraba la segunda chica más hermosa del instituto, —O clase, vaya a saber Dios en qué se basaron los demás para hacer la lista imaginaria— Brooke Lohst. Una chica más baja que Chloe, de brillante cabello rubio, ojos marrones y gesto menos intimidante u hostil que el de su mejor amiga. Ella hablaba menos que Chloe, pero seguía siendo amiga suya así que no esperaba que fuese diferente.
–Así que Jenna Rolland me dijo que Madeline le dijo a Jake "Solo tendré sexo contigo si me vences en el pool", y entonces ella perdió... ¡Intencionalmente! –Hablaba con notoria indignación, mientras su mejor amiga asentía con suma atención.
–¡Eso es asombroso! –Dijo Brooke, recibiendo reprimenda.
–¡Brooke!
–Q-Quiero decir ¡Qué perra!
Jeremy trató de ser paciente y hacer que sus pies se arrastraran más lentamente en camino a su casillero. No quería cruzarse con nadie de "alto estatus" en toda la mañana, porque sentía que las probabilidades de pasar desapercibido descendían ¿Qué pensaba? Con solo estar cerca de alguien era suficiente. Pero los populares eran un caso en particular, hacen que a su lado uno se sienta un insecto insignificante que siente pena de solo estar respirando el mismo oxígeno de su entorno.
Notó que Jenna Rolan se detuvo junto a ellas amistosamente. Ella no era una de las chicas más bonitas según los demás solo porque estaba algo subida de peso, pero según su criterio ella no era fea. Jenna Rolan era bonita, de una forma un poco más inocente. Tenía cabello castaño lacio y largo con un mechón pintado de rosa, ojos azules claro, y siempre iba vestida de forma extravagante y llamativa, pintándose las uñas y usando pulseras de colores, siempre llevando como una extensión del brazo su teléfono celular.
Jenna no era tan cruel, al menos eso quería creer, pero solo era popular por su estilo y por ser "la más rápida en el lejano New Jersey" para extender un chisme por toda la escuela con solo teclear en el celular o decírselo a una persona. Era mucho más eficiente que un diario, pero es cierto que como todos hacían solo le importaba hacer la noticia destacar y para ello quitaba algunos detalles o agregaba otros falsos. Es cierto que hacía pasar a muchos un mal rato por divulgar sobre sus vidas, pero al fin y al cabo con o sin ella eso ocurriría.
–¡Y luego Madeline estaba...!
Antes de decir más, Jenna se hizo hacia atrás asustada por cómo Chloe azotó la puerta de su casillero, dedicándole una mirada enfurecida.
– ¡Yo estoy contando la historia, Jenna!
Jeremy sudó en frío, dándose cuenta de que no podía alentar más su caminata para evitar pedirles a las chicas apartarse del casillero. Y sí, cuando sientes pavor de pedir algo tan simple a los populares es porque tienes trastorno de ansiedad social, o en el caso de Heere; ser invisible para ellos es importante.
–Eh... Disculpen ¿No podrían...? –Había retomado todo el coraje del mundo para hablar nerviosamente señalando el casillero de forma vaga y poco precisa, solo para que ellas le viesen con una expresión de desagrado y Chloe se entornara a sus amigas con un susurro que pretendía ser solo para ellas pero que terminó escuchando.
–Oh por dios. Él está totalmente aprovechándose de esto.
Jeremy se resignó a abrir su casillero para guardar algunos libros mientras Chloe y Brooke se iban por su lado y Jenna por el otro.
Otro a la lista de comentarios.
Nota mental para todos ustedes, jóvenes adolescentes. Si una chica bonita susurra algo ofensivo sobre ti a sus amigas en un tono que puedes escuchar no es porque les importe no herir tu ego pero controlen mal el volumen de la voz, es porque quieren que sepas que estás siendo una molestia sin decírtelo directamente y que saben que no te atreverás a defenderte.
Suspiró anotando otra tilde rápidamente en la hoja antes de guardarla, cerrar su casillero y encaminarse al salón. Quería evitar más momentos incómodos como ese por hoy, pero por lo visto el universo aun disfrutaba del show y decidió que sería más entretenido si al voltear chocara con Rich Goranski.
¿Y adivinen qué? Él era otro de los chicos populares. Un chico de su edad de baja estatura pero de contextura robusta con músculos que dan miedo y una fuerza descomunal para un flacucho más alto como él. Rich destacaba por su actitud ruda y ser bastante gritón, pero si se referían a su apariencia tampoco se quedaba atrás, pues a pesar de sus comunes ojos marrones tenía su inconfundible franja roja en el medio de su cabello castaño.
Jeremy muy a menudo lo comparaba con un gallo por esto, además por lo de gritón. Y aunque sonaba gracioso no convenía comentárselo a Rich, mucho menos en ese momento que lo miraba furiosamente por haber interferido en su camino.
–¡Hey! ¡No me toques, larguirucho!
Jeremy retrocedió intimidado hasta tocar los casilleros con la mochila, haciendo una sonrisa nerviosa que al menos pudiese dar un poco de simpatía para pensar "Este tipo da pena, no vale la pena molerlo a golpes."
–L-Lo siento, solo estaba tratando de...
No recibió un golpe, pero su excusa fue interrumpida bruscamente cuando Rich le hizo dar media vuelta estampándole la cara contra los casilleros.
–No te muevas.
Jeremy no se movió ni un centímetro esperando algún golpe, pero en vez de eso Rich solo se reía en voz baja y para cuando lo hizo voltear de nuevo y lo sujetó del cuello de la camiseta.
–¡Si lo borras te mueres! –Tras eso y una sonrisa socarrona, lo soltó y le dio un empujón lejos de su posición. Y como si fuera una mala broma, justo en ese momento pasaba por ahí Jake Dillinger.
Jake era el estereotipo perfecto de chico popular. Tenía cabello castaño bien arreglado, ojos azules, alto y bien formado, guapo, encantador para las chicas, deportista, llevaba el abrigo rojo de la escuela para demostrar algo de compromiso a ella, etc. El tipo que puede ligar con cualquiera, es victorioso en todo lo que se propone, y que muchos chicos admiran a pesar de que era un idiota.
Rich se acercó a él con aire amistoso y Jake se dejó abrazar por el hombro. Ambos eran muy buenos amigos desde que Rich llegó en segundo año ¿Y cómo no? Populares van con populares.
–¡Jake D! ¿Qué es esa historia que tienes con Madeline?
–Hombre, no debería decírtelo pero... –Jake hizo un gesto misterioso antes de sonreírle ladinamente a Rich. –Es genial que sea excelente en el pool. –Siguieron riéndose hasta que se alejaron lo suficiente.
Y sí, señores, eso es a lo que uno se refiere cuando dice que la escuela es un infierno, se tiene que lidiar con ese tipo de agresores y ver ante ti a los sujetos que nunca superarás en nada.
Por supuesto que esa no era la peor parte del día, no. Si había algo que odiaba más que llamar la atención de los más poderosos del instituto, era caminar por los pasillos.
Jeremy Heere no creía que hubiese algo más estresante que caminar por el pasillo de la escuela, no es como estar en el autobús porque ahí todos están sentados y acumulados en un sitio lejano a él, y es casi poco factible que le molesten a menos que se les pegue la gana. En cambio, el pasillo era diferente, el porcentaje de probabilidades a ser humillado se duplicaba.
Nadie estaba concentrado en otra cosa, sentía que todos lo observaban. Cada paso, cada movimiento, cada gesto, la postura. Era como si de ser el geek que nadie notaba pasara a ser un candidato a bufón del cual todos esperaban algún error del cual mofarse. El centro de atención de miradas maliciosas.
Odiaba aquello, no solo porque a veces le costaba hasta mantener regular su respiración, sino que tenía un defecto y es que al ponerse nervioso se sonrojaba fácilmente. Ridículo, sencillamente ridículo.
Mantuvo la mirada clavada en el poster al final del pasillo con tal de no ver a nadie a los ojos, solo estaba fingiendo interés en acercarse lo suficiente como para leer mejor lo que decía y disimular, pero fue inevitable que las imágenes impresas terminaran por llamarle la atención.
Inscripciones para taller de teatro.
Sus ojos se iluminaron de ilusión con solo leerlo, conteniendo un grito que quería escapar de su garganta y las ganas de dar pequeños saltos en su sitio. Ya estarán adivinando, Jeremy adoraba el teatro, quizá no tanto como para desear convertirse en un actor a futuro, pero sí estaba entre sus pocas cosas favoritas ¿Por qué? Porque en el escenario no tienes que ser tú mismo, tienes un papel que interpretar, y los errores o acciones son solo parte del libreto. Nadie te juzgará a ti sino al personaje, y la mejor parte es que incluso siendo el villano de la historia... Lo que recibes al final son aplausos, miradas impresionadas y de aprobación.
Recibes aceptación.
Pero esa burbuja mental que se había formado en ese momento tuvo que reventarse.
Se mordió el labio con indecisión sobre si firmar o no su nombre. No importaba cuanto le gustara la idea de inscribirse, muy en el fondo sabía que no estaba hecho para eso y que lo arruinaría hasta siendo un personaje de fondo o un árbol, y no solo eso, en estos días sus compañeros—y casi toda la sociedad, de hecho— creían que ser parte del mundo del arte interpretativo era como pegarte un cartel con lucecitas y colores neón que dice "MÍRENME, SOY GAY AMANERADO".
Quería ser invisible, no ser reconocido como el gay afeminado de la escuela. Bien, eso significaba que esta sería otra cosa que le hacía feliz descartada.
Si tenía suerte tal vez conseguiría un papel poco relevante y nadie lo recordaría después de la obra.
Tal vez pueda firmar cuando todos se vayan.
Asintió para sí mismo dando media vuelta para el pasillo en camino a su salón. Tenía planeado prestar atención en clases este año para evitar hacer las cosas a último minuto, mucho más en historia que le aburría terriblemente incluso si se ponían a hablar de Alexander Hamilton y la historia de su vida—cual ya se sabía gracias al bendito musical y unas horas de investigación por pura curiosidad—pues su profesor no le ponía muchas ganas y parecía estar adormilado en cada clase.
Pero estamos hablando de Jeremy Heere, algo tenía que ocurrir para evitar que cumpliese con su buena voluntad con el estudio, aunque no fuese con más compañeros arrojándole bolas de papel o algo desagradable, al contrario. Apenas giró por el otro pasillo y su mirada planeaba hacer un rápido escaneo para buscar su salón, todo su mundo se fue de cabeza.
Si hay algo de lo que no te puedes salvar en la adolescencia es de la inevitable atracción por el sexo opuesto. Nadie se salvaba de quedar bobotizado por la chica más guapa del salón, o por alguna conocida a la que no te atreves a dirigirle la palabra, incluso hasta una amiga.
Pero no, Jeremy no entraba entre ellos, no porque no pasara por ello, sino más bien porque aquella persona que hacía que sudara de los nervios y enrojeciera entre latidos desbocados y un intenso mareo en el estómago no era nadie más ni nadie menos que su mejor y único amigo.
Michael...
Michael Mell era la única persona en el establecimiento que sabía de su existencia pero no la veía como estorbosa, era su más confiable mejor amigo. Él y Jeremy se conocían desde hace doce años, cuando iban al jardín de infantes y en su solitario recreo en los columpios el niño moreno se acercó a él para entablar conversación y animar su día. Desde ese momento fueron mejores amigos para toda la vida.
Oh, Michael Mell... Era por él que la secundaria no era un verdadero infierno en su totalidad. Siempre podía contar con él para lo que necesitara, siempre estaba para él dándole un buen consejo, animándolo, y nunca lo juzgaba por nada. No, Jeremy a su lado se sentía cómodo, a salvo, totalmente abierto como un libro. Tenía la libertad de ser él mismo, con defectos y todo, y aun así Michael lo aceptaba con los brazos abiertos.
Sí, claro, uno pensará que solo le gustaba porque al ser amigos Michael era el único ser vivo que no le echaba pestes, pero la verdad es que tampoco era tan así.
Lo conocía demasiado bien, y Michael era una gran persona. Era animado, divertido, chistoso, incluso era dulce y amable. No lo trataba como los demás chicos de su escuela hacían entre ellos, no había rudeza o se presionaban entre ellos para ver quién era más macho. Si Jeremy estaba triste Michael no le ofrecía salir a embriagarse o a conseguir sexo gratis, lo abrazaba y le dejaba llorar en su hombro sin decirle que "Eso es muy marica" y hacía lo que hiciera falta por alegrarlo. Si Jeremy estaba enfermo él iba a visitarlo y evitaba que se sintiese aburrido, si se metían en problemas se hundían juntos como un equipo.
Michael...
Michael era la persona en la que podía confiar siempre, no importa si tenía que enfrentarse a toda la escuela o hacer el ridículo, podía contar con que él estuviese a su lado.
¿Y para qué negarlo? El joven Mell era atractivo. Quizá muchos no lo consideraran de esa forma, pero le valía un rábano mientras no hubiese competencia. Si él decía que era atractivo es porque lo era. No era el responsable y el protagonista de sus sueños indecentes solo porque sí.
Era moreno naturalmente, con ojos oscuros, cabello café echado desordenadamente hacia atrás y facciones algo curvas. Puede que fuese un poco más bajo que él, que usara gafas o que a simple vista pareciese algo subido de peso—Jeremy siempre se decía a sí mismo que solo era robusto porque ya lo había visto por su cuenta en muchas ocasiones que anduvo sin su sudadera— pero esos detalles no lo hacían menos lindo.
Michael...
Michael era completamente diferente a él en algunos aspectos. Pues él por su parte era más pálido, estaba lleno de pecas en el rostro y otras partes del cuerpo, tenía ojos azul claro, cabello ondulado y marrón tirando a rubio, era flacucho incluso para su altura, y para rematarla... Mientras que él tenía una lista de humillaciones y la paranoia de que todos lo juzgasen en cada momento, Michael caminaba despreocupadamente por el pasillo con los audífonos puestos como si nadie más existiera, totalmente ignorante y desinteresado de si lo miraban. Quería ser como él.
Michael...
En el instante en que pudo verlo dirigirse a su clase el corazón le pegó un brinco y el mundo fue en cámara lenta. Jeremy ya no podía concentrarse en otra cosa más, solo en Michael Mell y la forma en la que tarareaba en voz baja cualquiera sea la canción que estuviese escuchando mientras miraba al frente.
Normalmente uno cuando ve a su amigo de toda la vida pasar cerca lo saluda al instante, pero Jeremy a veces prefería aprovechar esos momentos en los que Michael no sabía que estaba presente para observarlo completamente idiotizado mientras suspiraba su nombre en voz baja.
Michael Mell...
Sí, sonaba raro no acceder a firmar para las inscripciones de teatro porque no quería que le llamasen gay mientras que internamente se derretía al ver a su mejor amigo pasar, pero en su defensa; la idea es que no le dijeran gay porque muchos se lo tomaban a burla y no, no era para nada divertido, además no era gay ¡Era bisexual! Cosa totalmente diferente para cualquier defensor LGBT que te puedes encontrar.
Bueno, al punto. Jeremy Heere estaba desconectado del mundo mientras miraba a su crush, tan pero tan metido en sus pensamientos que no se dio cuenta de que por seguir mirándolo caminó en reversa volviendo a suspirar su nombre.
–Michael Mell...
–¿Disculpa?
La voz femenina llamándolo lo bajó de las nubes tan bruscamente que podría haberse roto en millones de pedazos en la caída.
Al voltear se encontró con Christine Canigula observándolo con curiosidad y casi le da un infarto al preguntarse si lo había visto portarse como una estúpida colegiala de show estereotipado.
Christine era bajita, de cabello negro y corto acomodado con hebillas, ojos oscuros y facciones asiáticas. No era popular, más bien era una chica normal en el buen sentido de la palabra, no destacaba tanto pero era conocida y agradable para los demás, incluido él que la había visto actuar en muchas obras escolares y la admiraba por su entrega a ello. Era bonita, quizás no exuberante, pero tenía una belleza adorable.
Sépanlo, que la persona que admires te vea hacer el ridículo hace que quieras que la tierra te trague, pero ella no estaría al favor de Jeremy así que este solo se limitó a rogar por su salvación mientras murmuraba nerviosamente.
–¿Sí?
–Creo que alguien escribió "BOYF" en tu mochila. –Fue lo único que dijo, aliviándolo un poco y a la vez sobresaltándolo tanto como para tratar de comprobarlo.
–Y-Yo... –Efectivamente, en el bolsillo delantero de su mochila estaba escrito con marcador negro y en mayúsculas la palabra "BOYF" ¿El responsable de aquella jugarreta de mal gusto quién era? Pues claro que el estúpido de Rich. Quiso decir algo para explicarse por ello y su actuar hace unos segundos, pero la mirada anonadada de Christine solo lo ponía aún más nervioso hasta que llegó a su límite y huyó por el pasillo hacia su salón.
Una vez en clase, ignoró por completo cada palabra de su aburrido profesor, al igual que el resto. Pero a diferencia de ellos no lo hacía por estar más interesado en usar el teléfono celular o cuchichear con un compañero, estaba repasando todo lo malo que le había ocurrido ese mismo día mientras garabateaba en una hoja en blanco.
¿Es que acaso no podía ser invisible por una vez? ¿Era tan difícil que el mundo dejase de hacer su vida en la secundaria tan desastrosa? No pedía ser un héroe o alguna mierda por el estilo, o como Rob DeNiro, solo quería ser como... Como Christine, alguien normal que no destaca tanto pero que aun así no recibe burlas o es ignorada, algo así como Joe Pesci, quizá.
No anhelaba ser como los populares y tener una agenda a apretada, chicas a su disposición o músculos y cero cerebro como los chicos "cool". No quería ser especial para el resto de personas de la escuela, solo... Algo más que solo sobrevivir.
Suspiró tratando de disipar los malos pensamientos mientras daba una ojeada a lo que había estad garabateando, un corazón cruzado por una flecha con las iniciales J y M unidas con el signo positivo, uno que otro dibujo caricaturesco de Michael rodeado de corazones. Heere no tendía a demostrarlo mucho, pero podían llamarlo un sentimental o enamorado fiel.
Puede que nadie fuese a considerarlo un ganador o alguien que admirar, pero eso no importaba, soportar todas esas humillaciones no importaba, tener un padre que no lo atendía no importaba, anotar cada día una tilde no importaba ¿Por qué? Porque tenía a Michael Mell, su apoyo, su persona favorita, su jugador número uno, su todo. Michael era lo único que importaba, lo único que lo impulsaba a ir a la cárcel para estudiantes, la razón por la cual se sentía tan mal cuando el resto lo veía como un insignificante y patético geek.
Simplemente... Era un cobarde, no hacía falta tener sentido común para darse cuenta. No tenía las bolas para decirle a Michael que le gustaba, y le sorprendía que no hubiesen desaparecido por ser tan miedoso. Había planeado declararse en más de una ocasión, no importaba cuánto lo planeara o qué, desde cartas, salidas, monólogos empalagosos e incluso regalos, todo eso se iba a la basura cuando el momento clave aparecía.
Iba decidido a hacer su jugada maestra y segundos después cuando los ojos del joven Mell se cruzaban con los suyos toda su voluntad caía al suelo, inventándose alguna excusa y terminando como perro con la cola entre las patas.
Se le cruzaban siempre las mismas cosas por la cabeza cuando eso ocurría, entre ellas la terrorífica idea de perder su valiosa amistad y la única y excelente relación entre los dos. Le asustaba que Michael lo mirase con incomodidad o asco si lo hacía. Y no tenía nada que ver con lo de ser dos chicos, pues daba la casualidad de que Michael era hijo adoptado de una pareja lésbica así que había crecido viendo ese tipo de cosas como algo normal.
Era algo diferente, era... Algo que se relacionaba con ser Jeremy Heere, el fracasado de la secundaria.
Pero de algo estaba seguro, no importaba si en el futuro Michael lo invitaba a su boda con la chica hermosa y dulce que alguien tan maravilloso como él merecía, estaría ahí... Sonriendo y apoyándolo como él hizo siempre... Y ¿Por qué no? Muriendo virgen por ser tan él.
Oh, por una mierda. Ya me puse a imaginar el futuro en diez años cuando no sé ni qué haré el fin de semana.
Tenía su ventaja con eso de ser amigos hace doce años, y es que sabía actuar a la perfección con naturalidad como siempre lo hizo, incluso con sus sentimientos aflorando. Y no solo eso, podía recibir un abrazo, una caricia en la mejilla, dormir con él en la misma cama, gastar horas y horas a su lado, hasta verlo salir de la ducha, y no era extraño en lo absoluto. Podía estar cerca de él sin que haya sospechas.
Tras tocar el timbre dejó su última clase de la mañana apenas terminó, viendo de reojo a su profesora que les indicaba qué páginas del libro leer para la próxima semana. Ya era la hora del almuerzo y eso significaba volver a rodearse de miradas, pero extrañamente eso era menos molesto que el autobús o el pasillo. Mientras todos estuvieran al tanto de su comida o de ponerse al día con sus amigos en mesas diferentes su culo estaría a salvo.
Se apresuró a tomar su almuerzo, agradeciendo que llegó cuando la fila no era tan larga y eligió una mesa vacía cerca de la pared y alejada de la multitud. Desde ahí podía comer y observar a todos reuniéndose en grupos; populares, nerds, intermedios, etc. No importaba de qué grupo o estatus, hablaban entre ellos animadamente, reían, se veían felices. Los envidió por ello, estaba seguro de que todos estarían bastante bien solos en el almuerzo, no como él, que esperaba impacientemente que Michael apareciera.
Para su suerte, no tuvo que esperar tanto como creyó. Alrededor de cinco o diez minutos después Michael apareció llevando consigo un slushie azul, sus audífonos blancos, y usando su característica sudadera roja repleta de parches que fue acumulando con los años. Por los productos que traía suponía que Michael había salido temprano de clases y escapó por unos minutos a 7/11.
–¡Michael!
El aludido no tardó en responder al llamado con una sonrisa, dirigiéndose a paso más rápido hacia Jeremy, quien se había levantado de su asiento con intenciones de saludar. Se le veía alegre y eufórico, con una sonrisa radiante y una mirada destellante, justo lo que necesitaba para que aquel día mejorase.
Actúa natural, Jeremy. Actúa natural y... JESUSCRISTO ¿POR QUÉ TIENES QUE SER TAN LINDO, MICHAEL?
–¡Jeremy, amigo! ¿Cómo dices que te va? Yo conseguí sushi, slushie y más. –Jeremy contuvo una risita, le era increíblemente adorable cuando Michael traía sus cascos puestos con la música a tope porque acostumbraba a bailar improvisadamente sin importarle llamar la atención y encontrando la manera de que sus frases entraran en la melodía. Una vez estando cerca, ambos prosiguieron a realizar su saludo especial de mejores amigos, algo muy usado quizá, pero una costumbre noble. –El sushi era mekie makie y me siento algo pesado, pues la chica de la caja me dio en gran cantidad.
–Estás escuchando a Bob Marley otra vez ¿No? –Sonrió de lado sin haberse esperado el grito tremendo que Michael pegó en su oído cuando lo abrazó del hombro. Unos decibeles más y hubiese quedado sordo pero como es sabido, a tu crush todo se le perdona, mucho más cuando ese crush es un rollo de canela como lo era Michael.
–¡Oh! ¡Estoy escuchando a Marley en este preciso instante y llegamos al fin de la canción!
El joven Heere se dejó llevar hasta los asientos, sonriendo como bobo mientras que ajeno a todo, Mell seguía moviéndose al ritmo de la música, hasta que por fin se sentaron y bajó sus cascos.
–Y ahora amigo ¿La clase qué tal? Te ves fatal ¿Qué está mal?
Normalmente le sonreiría, sí, que Michael era la luz en la oscuridad de su vida y toda la mierda emo y gótica que se les ocurriera, pero nada borraba el hecho de que esa pregunta le recordaba todo lo malo que ocurrió ese día, empezando por la tonta jugarreta que hizo que la admirada Christine Canigula le llamase la atención en el pasillo.
Levantó su mochila de mala gana, colocándola sobre la mesa para que Michael la observase.
–¿"BOYF"? ¿Qué se supone que significa? –Masculló entre molesto y confundido. Entendería si Rich escribía algo como "Imbécil", "Larguirucho" o "Marica" en su mochila ¿Pero y eso qué rayos era? ¿Acaso Rich se había quedado sin ideas para fastidiarlo? Quería creer que sí, pero por la mirada de Michael suponía que él estaba procesando algo mientras miraba su propia mochila y finalmente la acomodaba junto a la suya.
Al principio no entendió hasta que leyó que en la de Michael habían escrito "RIENDS", revelando el verdadero mensaje.
Boyfriends... ¡¿Novios?!
Solo miró de reojo a Michael para saber cuál era su reacción, pero este solo sonreía nerviosamente alzándose de hombros con un ligero rubor ¿Y él? Bueno, un poco más y el rojo de su cara hacía a sus pecas desaparecer de la faz de la tierra.
–Odio esta escuela. –Maldijo en voz baja, recibiendo una palmada en la espalda mientras tomaba de su jugo en caja para al menos refrescarse por dentro.
Rich se estaba volviendo cada día más ingenioso con eso de las burlas. Una parte de él se sentía deseoso de que aquello fuese real, de hecho ahora le hacía ilusión la idea de caminar tomado de la mano del joven Mell mientras sus mochilas se juntaban detrás y dejaban claro que eran mucho más que amigos, y por otro lado entraba en pánico de solo pensar... ¿Acaso fue muy obvio? ¿Alguien lo notó? ¿Lo habrán visto mirar mucho a Michael? ¿Y qué si ya lo sabían todos y planeaban revelarlo? ¿Michael podía enseñarle a estar más tranquilo con eso en vez de sobre analizar tanto esa tontería?
Tomó un respiro tratando de olvidar el tema y toda su paranoia alrededor de él. Tenía que recordar que Rich era uno de esos brabucones que no te notan si no es para joderte la vida, sería imposible que haya deducido sus sentimientos por Michael.
Oh, y hablando de Michael. Hoy empezaba su rutina diaria con él de mandar indirectas con la puntería de un manco, ciego, que tiene poco tiempo antes de que el cartucho de dinamita atado a la flecha explote, que para colmo está apuntando a la diana equivocada... Una diana a su espalda.
–Este... ¡Oye! ¿Sabes? Escribí una carta con todos mis sentimientos.
–¿Una carta para Christine?
¿Vieron eso? Fue la flecha indirecta de Jeremy explotando a metros de la diana.
Pero tenía que admitir que era su culpa. Hace mucho tiempo, tal vez hace dos años o más, Jeremy intentó confesarse usando el método de hablar en tercera persona. Una cosa llegó a la otra, Michael nunca adivinó, Jeremy nunca accedió a decírselo directamente, y cuando asistieron a una obra escolar días después y el joven Heere quedó maravillado con la actuación de Christine... Michael rápidamente asumió que ella era la chica de la que estaba enamorado.
Pudo haberlo desmentido, es verdad, pero no tuvo el coraje para hacerlo sabiendo que entonces tendría que ser sincero. Michael se vio tan emocionado por él esa vez... Que no creyó que decirle hubiera sido buena idea.
Christine era muy hermosa a su criterio, muchos decían que era adorable y dulce. Pero por su parte no llegaba a sentir más que admiración pura y deseos de acercarse solo para una amistad o unos tips de teatro. No la conocía realmente, así que aunque le atrajera no podía decir que estaba totalmente enamorado.
Ya había aprendido de una princesa de Disney que no había que casarse con desconocidos.
–O-Oh, sí... Para Christine.
–¡Eso es un progreso!
–¡Sí! ¡Y luego la rompí y la tiré a la basura! –Al ver a Michael hacer un gesto desilusionado, desvió la mirada hacia otro lado con incomodidad mientras que su mano se escabullía en el bolsillo de su Cardigan azul y apretaba el trozo de papel que se salvó del fatídico destino de acabar en las alcantarillas. No mentía esta vez. Supuso que una carta sería ideal si no tenía el valor de decirle a la cara a Michael todo lo que sentía, pero su cobardía volvía a demostrar que se anteponía ante todo y acabó arrepintiéndose la noche anterior.
Solo había conservado en trozo que tenía el nombre de Michael como un pequeño recordatorio.
Podrían transformarme en un ratón y no habría diferencia alguna en mi comportamiento.
–Sigue siendo un progreso. –Murmuró, a lo que su compañero hizo un gesto rápido de no darle tanta importancia.
Vamos, Jeremy. Te sabes lo de la carta al derecho y al revés, puedes decírselo ahora, puedes darle una señal ¡Piensa en algo!
–Está bien ¡Por cierto! Ayer vi en Discovery que la humanidad ha dejado de evolucionar.
Jeremy ladeó la cabeza entrecerrando los ojos. Para ser honesto no es que le sorprendiera dicha noticia, solo tenías que estar al tanto del mundo en sí para sacar esa conclusión de que la raza humana estaba jodida, sin embargo Michael lo decía de una forma que te hacía pensar que estaba feliz por ello. Y lo estaba, esa sonrisa amplia y brillo emocionado en sus ojos no se podían fingir. Tan lindo y único... Hasta le daban ganas de tomarle la mano mientras hablaba.
Mierda, Jeremy. Tu amigo te explica algo, deja de perderte en tu mar rosa.
–Y eso es... ¿Bueno?
–En la evolución sobreviven los más aptos ¿Verdad? Pero ahora gracias a la tecnología... ¡No necesitas ser fuerte para sobrevivir! –El chico de los audífonos ni siquiera fue consciente que mientras él perdía la mirada en la nada dando su asombrosa explicación novedosa, su amigo acercaba nerviosa y estúpidamente su mano a la suya. Porque a Heere no se le ocurrió mejor forma que usar el índice y dedo medio para disimular fallidamente, pues Michael volteó de nuevo hacia él haciendo que retirara bruscamente la mano sin que lo notase siquiera.
Jeremy Heere, el mejor tirando indirectas y disimulando, señores.
–¡Lo que significa que es el mejor tiempo en la historia para ser un perdedor!
Él asintió, había escuchado atentamente cada palabra aunque no lo pareciera, y ahora que reflexionaba al respecto, con la cabeza apoyada en su mano y el codo en la mesa en lo que Michael seguía hablando de aquello como el mayor descubrimiento de la humanidad, el foco sobre su cabeza estaba parpadeando hasta encenderse.
La razón por la cual aún no se le declaraba a Michael era simple; No se sentía lo suficientemente genial para él, por lo cual no había probabilidad elevada de que le correspondiera. Tenía que llamar su atención de una forma diferente, quería que él lo admirara en algo, que cuando lo viese pensara en "WAW" no solo en "Jeremy, mi amigo el sensible que no soporta ni una sola bromita de sus compañeros".
Tenía que hacer algo tan increíble que hiciera caer la mandíbula de Michael hasta el suelo, algo en lo que fuese bueno. Los videojuegos no contaban en esto, pero se le ocurría cierta actividad en especial que no solo le garantizaba las miradas de todos, sino también la de su amigo.
–¡Acéptalo! ¿Para qué tratar de ser cool cuando puedes...?
–¡Inscribirme en la obra escolar!
Exclamó de repente, golpeando la mesa con las palmas de la mano, tan convencido de su idea que no se fijó en Michael alzando una ceja con una expresión extrañada.
–Iba a decir "Drogarte en mi casa".
–¡No...! Es decir... ¡Mira quién se está inscribiendo este año! –Se apresuró a decir, señalando a lo lejos a la joven de cabellera oscura acercándose al poster con las intenciones de anotarse. Jeremy se sintió salvado. Puede que haya sido estúpido de su parte usar a Christine como una excusa, pero Michael no se creería lo de "Tal vez así todos crean que soy algo más que un geek fracasado" porque ambos ya estaban de acuerdo en que lograría todo lo opuesto.
Puede que sonara muy estúpido y una estrategia pobre, pero Jeremy tenía que analizar todas las opciones con cuidado y considerar los pros y contras. Por un lado era posible que se burlaran de él por inscribirse en una actividad tan "gay", además de que no había participado en obras escolares aparte de cuando tenía doce años y daba un poco de miedo la idea de confundir sus líneas u olvidarlas, pero viendo el lado positivo podría pasar tiempo con la fantástica Christine Canigula y verla trabajar tras bambalinas en lo que tanto destacaba, y por supuesto... Michael...
–Oh, sí... -Sin que el joven Heere lo notara por estar en las nubes, Michael rodó los ojos, totalmente fastidiado al tiempo que miraba hacia donde Canigula estaba ubicada. –Christine.
–Sí, Christine...
Michael... Michael Mell...
Era su oportunidad de oro para impresionarlo de una manera que no olvidaría. Totalmente perfecto ¿Verdad? Ya podía saborear el momento en que hiciese su reverencia en el escenario y él le aplaudiese junto al público. Entonces cuando el telón se cerrara lo vería en los vestidores para hablar, Michael le diría lo bien que había actuado, lo apasionado, fabuloso y elegante que era, y Jeremy asentiría "humildemente". Luego se tomarían de las manos inevitablemente, se perderían durante segundos eternos en la mirada del otro, sus rostros se acercarían y entonces... Entonces...
Entonces...
–¿Jeremy? ¿Qué estás haciendo?
Y entonces... Estaba besando su emparedado.
–A-Ah... Yo estaba...
Un silencio incómodo llenó el aire, en el que Michael seguía mirándolo atónito, preguntándose si acaso estaba inventando una nueva manera de comer o simplemente su amigo había estado fumando Mary Jane en la mañana sin él. Jeremy maldijo cómo cuando fantaseaba tantas tonterías perdía su contacto con la realidad y atinó a darle un mordisco al emparedado para disimular.
Tenía que controlarse, a la próxima podría besar a algún tarado que tuviese cerca y no podría salir de esa mordiéndole la cara.
–Eres un poco raro a veces, viejo. –Comentó Mell con una sonrisa divertida, volviendo su mirada hacia el poster. –¿Te inscribirás entonces? Creí que no querías llamar la atención.
Jeremy guardó silencio por un momento. –Yo... No importa. –Sonrió por lo bajo, levantándose de su asiento para dirigirse al papel de inscripciones. –No me importa si ellos creen que soy patético, Michael.
Michael...
Respiró hondo analizando con la mirada la hoja. Hasta ahora solo el nombre de Christine, Brooke, Jenna y Chloe estaban ahí escritos, ningún otro chico había firmado. El bolígrafo atado a un hilo por el extremo para no soltarse del poster temblaba en sus dedos.
Yo... Un momento ¿Realmente tendría que hacerlo?
Volvió a repasar sus opciones detenidamente ¿Esto le convenía...? ¿Michael no creería lo mismo que los demás sobre él si lo hacía?... ¿Pero qué estaba pensando?
Puede que las homosexuales imágenes que pasaron por su cabeza no se hicieran realidad pronto, o quizá nunca porque era muy Disney hasta para alguien como él, pero seguía creyendo que necesitaba dar un gran paso antes de decir "Me gustas". No sería popular o reconocido, pero tras ese reto personal se sentiría diferente. Si podía actuar frente a toda la escuela, la chica que admiraba y su enamorado, entonces tal vez... Y solo tal vez... Se sentiría menos cobarde.
Pensando en ello, firmó su nombre en la hoja. Fueron apenas unos segundos desde que separó el bolígrafo del papel, solo unos segundos y...
–¡El larguirucho se unió a teatro! ¡JAH! ¡GAAAAAAAAAAY!
Volteó rápidamente y ahí estaban Rich y los demás muriéndose de la risa mientras lo señalaban como si fuese un fenómeno de circo.
Todos... Todos le clavaban la mirada, de esas que te hacen querer desaparecer por completo.
Jeremy solo frunció el ceño, intentando sentir profundo desinterés por cada burla, pero incluso si él mismo había dicho hace unos minutos que no le importaba realmente qué pensarían de él... Siempre era más fácil decirlo que hacerlo, y cada risa solo hacía que sus manos temblaran y su garganta se cerrara en un mudo deseo interno de llorar de frustración.
–Me agrada la gente gay. –Fue lo último que escuchó de ellos antes de que se disiparan y lo dejasen parado frente al poster como un completo idiota, al borde de abandonar el comedor y huir a los baños. No necesitaba quebrarse frente a todos y hacer de marica para darles más de lo cual reírse.
Otro más... A la lista.
–Hey... Jeremy. No les hagas caso ¿Sí? –Michael posó suavemente su mano en su hombro, preocupándose en cuanto lo sintió temblar y tratar de que no viese su rostro. Eso fue como una alarma silenciosa para el joven Mell, quién no lo pensó dos veces antes de arrastrar a su amigo con él hacía los pasillos, muy lejos de la cafetería y las personas.
Heere ni siquiera se molestó en resistirse o en cruzar palabra apenas estuvieron solos, porque para ese entonces había abrazado fuertemente a Michael, tragándose las lágrimas en un intento desesperado por salvar algo de su dignidad pisoteada.
Michael no se opuso a nada y devolvió el abrazo, palmeando su espalda y esperando que se calmase.
Jeremy podría no creerle, pero lejos de pensar que estaba siendo un exagerado al quebrarse por una tontería así, estaba odiando a toda la escuela por tener esa necesidad cruel de mofarse de cualquier cosa que hicieran los demás.
Es que eso hacia a Jeremy Heere dudar sobre sus acciones, controlar sus pasos y palabras, querer hacerse invisible. Porque no importaba una mierda qué hiciera por destacar de buena manera o demostrar que era algo más que un don nadie o un házme reír, siempre habría un error que señalar, siempre algo de lo cual reírse, nunca estarían satisfechos.
Siempre lo harían acobardarse eternamente, porque seguramente le esperaba algo más con solo respirar. Siempre le arrebatarían la confianza y el valor que estaba buscando.
Siempre...
Siempre le recordarían que nunca sería algo más que solo él.
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Primer capítulo al fin~
Estoy satisfecha con el resultado. No quería hacer nada muy largo ni muy corto, así como quería que pareciera el musical y se puedan imaginar todo~
Como pueden notar quise agregar ciertas cosas que leí en los primeros capítulos del libro original, como que a Jeremy le gusta el teatro y tiene una lista donde anota sus humillaciones diarias.
Me fue sencillo, estoy segura de que muchos nos hemos sentido alguna vez como Jeremy siendo adolescentes.
Por favor háganme saber si se me saltó algún error ortográfico, normalmente yo no los noto hasta que releo por segunda vez :(
Espero que les haya gustado cómo está yendo hasta ahora. Besos ❤️
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