💊I love feeling included👓
Jeremy Heere sentía gran admiración e interés por Christine Canigula.
Literalmente era la única chica en toda la escuela que lograba que su mirada se iluminara cuando pasaba—de una forma no heterosexual, claramente—y que la idea de hablarle le causase nervios pero no por miedo a ella, sino a arruinar la conversación con alguna babosada digna de él.
La vio por primera vez a los trece años en una de las obras escolares a la cual tuvo que ir escondido entre los múltiples adolescentes y padres, todo para que ninguno de sus compañeros se enterara. Porque si en la actualidad le decían gay y marica por su gusto al teatro ni se imaginen hace años atrás. De haber sido descubierto habría preferido escapar a Seattle antes de dar la cara en la escuela otra vez solo para que lo mortificaran. Pero por suerte, con su altura medianamente superior a los de su edad, la capucha del abrigo cubriendo sus rasgos y el desinterés del maestro que lo dejó pasar, nadie siquiera lo reconoció.
Tuvo que escapar de casa para asistir, cosa que hasta el día de hoy recordaba con tristeza debido a los hechos detrás de su huida, y con un toque de alegría pues de no haberlo hecho no podría haber descubierto algo que de mayor le fascinaría, y no habría conocido a Christine.
Aquella noche su padre le había prometido que lo llevaría a la obra, no porque a Jeremy le interesara mucho como ahora, sino porque a pesar de todo quería pasar tiempo con él. Anhelaba ser como los demás niños y tener a un padre que le tomase de la mano para ir de paseo, que lo llevase a juegos de base ball, que le contara anécdotas graciosas, que mínimamente lo regañara cuando sacaba una mala nota, y demás cosas que se supone tenía que hacer.
Lo de salir a ver una obra simplemente le dio mucha emoción. Desgraciadamente Paul llegó tan cansado del trabajo que apenas puso un pie en su habitación se desplomó del sueño, y ni los empujones y sollozos de Jeremy lograron despertarlo cuando la hora de la función se acercaba.
No supo si escapó de su casa para asistir de todos modos por rencor, una rebeldía que quería que notaran o lo que mierda fuese. Pero no importaba, en esos momentos que entró al teatro de la escuela con los ojos rojos de haber llorado y el pulso tembloroso por haber corrido hasta allí no importaba nada más que el hecho de que vería esa estúpida obra con o sin su padre.
Había mucho bullicio. Los padres de los actores grababan y sacaban fotos, los adolescentes con suerte prestaban atención, y los de su edad—probablemente arrastrados a la obra por sus padres—preferían hablar entre ellos en vez de mirar. Al pequeño Heere le incomodaba estar rodeado de tantas personas, al punto de creer que había sido un gran error ir sin supervisión adulta o por lo menos con Michael, pero no tuvo tiempo de salir de allí, pues ya habían apagado las luces y una profesora iniciaba el acto con las presentaciones de los personajes.
Ese año en específico dejaron que una niña actuase como la principal, y digo en específico porque normalmente el taller de teatro pertenecía a mayores. Y según escuchó de la mujer mayor, su nombre era Christine Canigula.
Ese día interpretarían "Caperucita roja", cosa bastante curiosa porque por lo general optaban por la típica obra de "Romeo y Julieta" que tenía una historia mucho más extensa y con más que contar. No esperaba nada creíble de parte de la actriz principal, pero para su sorpresa todo fue tan genuino que no pudo despegar la vista de la niña de caperuza roja.
Desde su vestuario tan acorde a la época donde pertenecía el cuento hasta la naturalidad con la que hacía sus diálogos, incluso si eran palabras "complicadas" para alguien de su edad. Jeremy se sintió tan metido en la historia como nunca había estado ni cuando consiguió el libro con dibujos a los diez años, tan así que en el momento en que el lobo—que por cierto era un chico de quince años—hizo al personaje principal gritar de horror, se hizo hacia atrás del susto hasta pegarse en el respaldar del asiento.
Todo había sido tan maravilloso que apenas la obra acabó y los actores hicieron sus reverencias, debió haber sido el primero en levantarse del asiento a aplaudirles, en especial a la dicha niña de cabellera negra que con toda la seguridad y confianza del mundo exageraba sus saludos y tiraba besos al aire para el público.
Jeremy salió de aquella obra escolar con una sonrisa pintada en el rostro, recitando en el camino algunos de los diálogos y ademanes de Christine por pura diversión, y cuando finalmente llegó a su hogar adentrándose por su ventana pudo dormir sin un nudo en la garganta o rencor manteniéndolo despierto como el zumbido de un mosquito.
Ese día supo cuán bello podía ser el teatro, provocando miles de emociones en tan solo dos o más actos. Se sintió asombrado y emocionado pensando en cómo algo que creía tonto le demostraba que podía cambiar el sentimiento más deprimente a miedo, enojo o alegría. Y todo eso se lo debía a la entrega de la actriz de Caperucita.
Sonaba cruel, pero ni siquiera Michael se enteró pronto de lo ocurrido. En esos tiempos al joven Heere le parecía vergonzoso que alguien se enterara de sus gustos al arte dramático, pues la mayoría de sus compañeros—incluido Michael— preferían los programas de lucha libre y los videojuegos violentos. No lo malentiendan, le gustaban esas cosas, pero el amor que despertó en su pecho hacia el teatro era algo nuevo y alucinante que quería explotar de alguna forma.
Esperaba el día en que tuviese catorce años, porque entonces estaría en el año escolar donde las inscripciones de teatro se le estaban permitidas. Ansió ese día con todas sus fuerzas, mirando musicales de Brodway hasta tarde en su computador cuando no estaba con Michael, cantando la letra con las mejores imitaciones de los personajes que podía dar, con coreografías, diálogos y demás. Había llegado hasta a imprimir el libreto de uno de ellos solo para aprovechar las horas en las que su padre no estaba en casa hablando y hablando consigo mismo en la carne del protagonista de la obra.
Todo aquello siempre fue estando solo.
Desde que había entrado en la secundaria había descubierto que los niños podían ser el doble de crueles. Tenían formas más directas y sinvergüenzas de intimidar, pues los maestros de secundario no demostraban ser más atentos y estrictos que los del primario. No, allá todo era valerse por uno mismo, y si eras destacable en el buen sentido o eras "popular" estabas salvado. Y la verdad es que desde que él y Michael habían sido marcados como las parias y bufones, sobrevivir era complicado, no quería darles a los brabucones más motivos para molestarlos y quería mantener a Michael lejos de las agresiones.
Lo quería demasiado como para permitir algo como eso.
Aun así era frustrante no poder ser uno mismo en la escuela. El ambiente se podía volver tan hostil de un segundo a otro que hasta caminar por el pasillo era como pedir a gritos que alguien le metiera una zancadilla o le pegara un cartel en la espalda de "Patéame".
Tampoco era justo. Los populares podían ser tan molestos y fastidiosos como les diese la gana y nadie se detenía a decirles nada. Él se presentaba a clases y ya era motivo más que suficiente para que le tiraran bolas de papel a la cabeza con insultos escritos. En un solo año llenó cinco hojas y media de tildes, sin embargo nunca dejó de preguntarse si sería tan malo inscribirse a teatro como quería hacer.
No salió nada bien... ¿Esta vez será igual?
Le daba escalofríos imaginarlo.
–¿Te sientes mejor, Jer-bear? –Michael siguió palmeándole la espalda, despertándolo del trance con su voz tranquilizadora. Jeremy asintió ligeramente y apretó un poco el abrazo antes de soltarse lentamente y secar el resto de humedad de sus ojos con las mangas del Cárdigan.
–S-Sí... Lamento eso. –Murmuró apenado. Detestaba sufrir esos ataques y que Michael cargara con él para consolarlo ¡Dios! ¿Y así quería impresionarlo? Qué ridículo que eres, Jeremy Heere. –Creo que tal vez no debería ir al taller de teatro. –Suspiró con pesar, dando un respingo cuando su compañero lo sujetó de los hombros repentinamente y gritó en su cara.
Por Hamilton, casi le daba un ataque.
–¡Oh no! ¡Eso sí que no! –El joven Mell no estaba dispuesto a ver a su mejor amigo volver a dejar una de sus cosas favoritas solo por los idiotas de la escuela. Así tuviese que llevarlo encadenado y amordazado al taller, él iría, lo disfrutaría, sería feliz rodeado de actores novatos y fin. Necesitaba ver a Jeremy feliz.
Era muy triste que cediera a las burlas así de fácil como si los demás lo tuviesen con una soga en el cuello.
–Michael, pueden mortificarnos a ambos por esto, y tú ni siquiera te vas a unir ¿Eres consciente de eso? –No le sorprendería que Michael fuese agredido solo por ser su amigo, seguramente sus compañeros tenían tanto tiempo libre que querían gastar tiempo con dos víctimas en vez de una, y cada pequeña excusa servía para agregar más.
–No seas tan dramático, Jeremy ¡Estoy casi seguro de que Jake y Rich se unirán también! Chicos como ellos pueden cometer las mismas idioteces que tú pero nadie los molesta solo porque buscarán una excusa que los haga ver geniales. Tal vez irán a las clases para ligar con las chicas que se inscribieron y los demás los verá bien ¿Quién sabe? Si es así no creo que te molesten.
Heere frunció apenas el ceño sin estar muy convencido. No quería que algo como lo de aquella vez se repitiese, no lo soportaría. Los catorce años fueron la peor edad de su maldita vida y todo se debió a la tentadora y estúpida idea de unirse a teatro. Eso le costó un año lleno de humillación y solo lo olvidaron al siguiente porque daba la casualidad de que todos estaban más concentrados en debatirse sobre temas más interesantes como el matrimonio igualitario haciéndose legal a lo extenso del globo. Nunca encontró cosa más hipócrita que ver a los que lo humillaron defendiendo aquello.
Lo ocurrido sonaba tan tonto pero lo había marcado.
Cuando se permitieron las inscripciones para los de su edad, terminó haciéndolo de todos modos sin escuchar el lado de la razón lleno de dudas y escribió su nombre en la lista sin haberse percatado de que unos niños de su salón lo habían visto.
Todo siguió su curso y asistió a su primera clase. No fue tan dinámico como había imaginado ya que apenas habían comenzado y el profesor estaba más concentrado en explicarles sobre la historia del teatro desde la antigua Grecia, los distintos tipos de funciones, como el teatro callejero, de sombras, el drama, la comedia, etc, incluyendo el uso de colores y luces para el ambiente y las emociones. Le desilusionó un poco que Christine no asistiera porque realmente quería comentarle lo genial que era en el escenario, mas sin embargo Jeremy disfrutó cada segundo dentro del salón, anotando los detalles en su cuaderno como nunca hizo en ninguna otra clase.
Los minutos volaron, y cada quien se fue a sus hogares dejando a Jeremy solo en el salón, pues se había retrasado un poco guardando sus cosas en su mochila. Salió de ahí esperando llegar a tiempo a una piyamada que tenía con Michael, pero se encontró con tres chicos y una chica, según recordaba de su clase de química. Se sintió incómodo y apegó a su pecho el cuaderno que había decidido no guardar para leer y repasar en el camino.
Trató de ignorar que lo estaban siguiendo mientras murmuraban cosas entre ellos y le dirigían miradas maliciosas, pero era imposible. Era como si esos murmullos se volviesen un barullo a todo volumen y como si la distancia se cortara hasta sofocarlo ¿Qué querían? ¿Acaso sabían que estuvo en esas clases? Mientras más lo pensaba más sudaba y trataba de regular su respiración mirando hacia el piso.
Ahogó un grito sintiendo que uno de ellos tiraba de su mochila para empujarlo contra los casilleros. El tiempo que tardó en levantarse bastó para que lo acorralaran en un espacio no tan pequeño. Uno de ellos se reía por lo bajo sin disimulo, el más bajo veía con cierta incomodidad, la chica miraba desinteresadamente mientras mascaba chicle y hacía globos, y el más alto de ellos solo se acercó para intimidarlo.
–Miren, chicos. Este es el fenómeno homo que se inscribió a teatro. Jer... Jer... ¡Jeremy! –El aludido agachó la cabeza haciendo el esfuerzo de quedarse tan quieto que pareciera estatua. Suponía que si no reaccionaba ellos se aburrirían y se irían pronto.
–¿El larguirucho siendo actor? ¡Jah! ¡Qué gay!
–Es ridículo. Este cabeza de chorlito mudo no podría recitar nada sin matar al público del asco. –Jeremy intentó no hacer caso a ese comentario. Hasta él mismo admitía que sus cambios en el timbre de su voz lo hacían sonar horrible la mayoría del tiempo. –¿Puedes decir alguna línea de tus obras, Heere? Puedes comenzar con un público más pequeño. –Se mantuvo en silencio, aquel chico había usado una mano para sujetarle la cara, apretando sus mejillas y causándole un dolor leve.
Pero no dijo nada. Todo lo que hizo fue desviar la mirada a donde ninguno de ellos estuviera. El silencio era tan tenso... Podrían haber pasado diez segundos en los que ellos esperaron que dijese cualquier cosa, pero para él se sintieron como diez asfixiantes minutos en los que suplicaba que lo dejasen ir.
–Veo que no puede. Ha de ser mudo. –Se burló antes de soltarlo. El de pecas por poco creyó que todo había terminado, pero al sentir su cuaderno siendo arrebatado de sus manos supo que no era así. –Pero seguro que sabe escribir ¡Veamos qué tipo de mariconadas le enseñan!
Perdió completamente el aire por unos segundos, sintiendo sus piernas temblar de impotencia mientras que el otro chico se acercaba a los demás para ojear el cuaderno mientras soltaban risotadas. Podía escapar en ese preciso instante y estaría a salvo, pero la visión delante de él se lo impedía. Ese cuaderno lo tenía todo. Sus observaciones de la clase, listas de musicales que había visto, algunos diálogos que había copiado, bocetos de personajes que le habían agradado. Dejar algo en lo que puso tanto esfuerzo a manos de cualquiera no estaba en sus planes.
–E-Eso es de mi clase. Por favor devuélvemelo.
–Oh, puede hablar después de todo ¿Entonces sí vas a recitar para nosotros, Heere?
–No quiero problemas. Solo... P-Por favor dame mi cuaderno. –Insistió sin querer sonar ni muy miedoso ni muy desafiante. No quería que se siguiesen burlando, pero tampoco pretendía que lo molieran a golpes si lo escuchaban muy agresivo.
–¿Para qué lo quieres? Si es basura, justo como tú, Heere. Los perdedores como tú y ese idiota de Mell solo son eso, escoria. –El chico se alzó de hombros sin darle importancia y prosiguió a arrancar una de las páginas del cuaderno para luego tirarla al suelo. Jeremy observó congelado la hoja caer. –¿Lo ves? Es basura. Te haremos un favor tirando esta co... ¡¿...?!
–¡MICHAEL NO ES NINGUNA ESCORIA!
Ni el mismísimo Jeremy comprendía como pudo hacer algo tan suicida como lanzarse contra aquel brabucón para arrancarle el cuaderno de las manos, pero así fue. No se contuvo como tendría que haberlo hecho y su brusquedad los hizo caer a ambos, simplemente las palabras lo empujaron al límite de lo soportable.
Odiaba que hablaran mal de Michael. Como si no fuera bastante con que se burlaran de él por los frenos que había comenzado a usar y los lentes que llevaba, otros se seguían mofando de él en su cara. Michael no lo merecía, porque a diferencia suya él no era el cobarde que se encerraba en su habitación a recitar teatro.
Hubiese soltado más de un puñetazo contra él apenas tuvo la oportunidad, pero los compañeros del chico lo detuvieron antes de dar el segundo, y Jeremy solo siguió moviéndose erráticamente tratando de volver a ir contra el chico que se levantaba del suelo.
–¡¿Cuál es tu problema, Heere?!
–¡No hables de Michael como si lo conocieras! ¡No lo conoces! ¡No tienes el derecho a hablar así de él, estúpido! –Entonces se detuvo. El ardor de una bofetada se extendió por su mejilla derecha y el dolor intenso de un puñetazo en el estómago le sacó el aire y la movilidad.
–¡Te voy a sacar los dientes, maldito maricón!
–Thomas, espera ¿N-no crees que esto ya es bastante? –Habló el más bajo, aun sujetándolo pero notoriamente tenso con la situación.
–Si no dirás nada útil no hables, Rich. –Escupió con desprecio, aunque soltando una risa baja al tiempo que levantaba la cabeza caída de Jeremy por el cabello. Él soltó un quejido por ello. –Pero supongo que no vale la pena gastar energía en un escuincle baboso como este. Prefiero hacer esto que es mucho más fácil.
En sonido de una hoja rasgándose fue más que suficiente para volver a darle una descarga de energía al joven Heere, que desgraciadamente ni con todas sus fuerzas fue capaz de soltarse de ambos chicos, mientras veía su preciado cuaderno deshacerse poco a poco y las páginas desperdigándose desordenadamente por el suelo.
–¡No! ¡No, no, no! ¡Déjalo! ¡Por favor! ¡Por favor!
La impotencia era tal que la opresión de su pecho liberó un sinfín de lágrimas y gritos sin sentido de los cuales ellos solo se reían. Pero Jeremy no podía escucharlos a ellos, sino al ruido de las páginas desgarrándose tanto como su garganta y él mismo.
Ver las páginas partiéndose en dos dolía, puso tanto cariño en ellas que era como si lo estuviesen rompiendo a él. Por ello intentó no mirar, mas el sonido no permitía la paz.
Cuando finalmente lo soltaron no quedaba ni una sola hoja apegada al cuaderno, la mayoría estaban hechas pedazos, otras estaban sueltas y arrugadas, y las restantes estaban pisoteadas. Los chicos se reunieron con el más alto y rieron sin parar mientras que él se arrastraba tembloroso hasta una de las páginas más cercanas donde había un bosquejo de la encantadora Eliza Schuyler, cual presionó contra su pecho tratando de no quebrarse más en llanto.
Pero nuevamente el chico se la arrebató, sujetándolo del cuello de la camiseta y dirigiéndole una despreciable mirada de superioridad solo para decirle algo casi en un susurro.
–Eres patético, Heere ¿En serio crees que un perdedor como tú puede lograr algo? No me hagas reír. Tú y ese geek de Mell no son nadie, solo un par de fracasados. –El de pecas chilló chocando su espalda contra los casilleros, su mirada empapada de lágrimas se topó con el chico haciendo trizas el dibujo antes de dar la vuelta y alejarse junto al resto. –Nunca serán más que solo eso, vete acostumbrando.
Jeremy no se detuvo a oírlos burlarse o a notar como el más bajo de ellos le miraba con pena y tristeza antes de marcharse con el resto. Sus ojos estaban sobre el desastre de papel que fue su cuaderno ¿Todo era real? ¿En serio esto estaba pasando? Era muy doloroso como para poder serlo, pero así era, la hoja que temblaba entre sus dedos se sentía real, los trazos color azul de su bolígrafo se desteñían con el agua de sus lágrimas, y los golpes dolían, pero no tanto como su pecho.
Un alarido de tristeza, dolor y frustración abandonó su garganta seguido de sollozos que le robaban la respiración. Era horrible, todo su trabajo hecho tiras, toda su alegría de ese día olvidada, ese sueño destrozado... Su confianza pisoteada... Porque no pudo hacer nada. No pudo salvar algo que le importaba, no pudo siquiera defenderse a sí mismo o el nombre de Michael.
Tal vez sí era un fracaso que nunca lograría nada en la vida.
Quiso tragarse el llanto, más no pudo con las lágrimas, y empezó a recoger las hojas una por una como si tuviese todo el tiempo del mundo. No importaba si estaban manchadas, rotas o arrugadas, lo escribiría todo otra vez aunque no cargara con la emoción y pasión con las cuales lo hizo la primera vez.
Luego de un rato tenía todas, salvo una que estaba detrás de él. Volteó a tomarla, pero se arrepintió cuando vio un par de pies delante de ella y se apresuró a echarse hacia atrás, temeroso de que uno de los chicos que lo habían molestado haya regresado. Sin embargo al levantar la mirada su sorpresa no disminuyó.
–Disculpa ¿Necesitas ayuda?
Christine Canigula...
Su garganta se secó sin poder decir palabra, mientras que la tierna jovencita se agachaba para levantar la hoja que faltaba, echando un vistazo a ella antes de devolvérsela.
–¿Vas a clases de teatro? Yo también me inscribí. Hoy no pude ir porque estaba ocupada con un trabajo. –Comentó en un tono amistoso. Jeremy no podía creerlo ¡Christine le estaba hablando! Aunque... No en la mejor de las situaciones. –Lamento lo de tus apuntes. Puedo darte los míos si quieres. Voy a teatro desde hace tanto que ya me sé esto de memoria.
Jeremy trataba de articular palabra, pero estaba tan conmocionado por la agresión y este repentino detalle de amabilidad de la mismísima actriz de Caperucita roja en octavo grado que solo podía asentir tímidamente mientras ella le entregaba unas hojas prolijamente escritas en tinta morada.
–¡Ahora debo irme! Mis padres me esperan ¡Nos vemos la siguiente clase!
Solo la vio marchar, aun intentando decirle aunque sea un "Gracias" que nunca pudo salir de su boca hasta segundos después que ella desapareció por la puerta.
Debía admitirlo, se había sentido agradecido y maravillado de que Christine le ofreciera su ayuda y mostrara deseos de verlo pronto, pero la realidad era clara y visible en sus páginas maltratadas.
Nunca sería como Christine, ni siquiera merecía respirar el mismo aire que ella.
Con ese pensamiento guardó los apuntes en su mochila y abandonó la escuela. Lo último que hizo antes de salir fue sonreír con amargura.
Christine no lo vio en la siguiente clase.
Jeremy parpadeó un par de veces mirando a los lados como si alguien estuviese acechando. Se sentía incómodo cuando recordaba esa experiencia y Michael lo sabía, por ello intentaba tratar la herida delicadamente con palabras de ánimo ¿Pero valía la pena? Él lo había visto luego de aquello ¿En serio creía que era buena idea volverlo a intentar? No confiaba. Si unos niños de catorce años fueron así de crueles no quería vivirlo con dieciséis años.
Además ¿Y si terminaba haciendo el ridículo en frente de Christine? Ella pareció ver esperanza en él aquella vez que lo ayudó ¿Y si la defraudaba? Prefería hundirse en el olvido de la escuela antes de que la chica tan dulce que le abrió los ojos a algo nuevo y maravilloso lo viese con lástima o desdén ¿Y qué si no era tan bueno como ella?
–¿Crees que no lo hagan? –Dijo como en un susurro casi inaudible, pretendiendo que nadie los escuchara, aunque estaban solos en el pasillo y no había nadie cerca de dos metros a la redonda.
–Te prometo que no lo harán. –Volvió a decir, poniendo su mano sobre su hombro a modo de apoyo. Jeremy sintió su pecho abordado por una calidez acogedora y sonrió, ese era exactamente el efecto que tenía Michael en su persona cuando le dedicaba esa mirada dulce y de confianza. –Además ¡Debes aprovechar esto, amigo! ¡Es tu oportunidad para acercarte a Christine Canigula!
Aunque el joven Heere no tenía intenciones románticas con la aludida como su amigo aun pensaba, es cierto que quería ser cercano a Christine. No sentía mucha presión al respecto, pues en en el milagroso caso de que ella aceptase ser su amiga y Michael se pregunte por qué no llegaron a más, podría inventar una excusa como "Al final no éramos el uno para el otro como pensé" o la más creíble de todas "No le gusto, solo eso". Lo veía mucho en la televisión en casos reales, seguramente alguien se lo creía, más aun considerando el tipo de persona que era él.
–Supongo. –Seguía muy dudoso al respecto, pero por el momento no quería seguir pensando ni imaginando las futuras humillaciones que procederían a esto. Sus ojos ardían por haber llorado y la cabeza le estaba matando, necesitaba descansar de su paranoia por lo menos cinco minutos, aunque eso fuese menos posible, que el fuego bajo el agua, estando dentro de la escuela.
–Venga, Jeremy ¿Y si vamos a almorzar al patio? Necesitas algo de aire fresco y alejarte de tantos idiotas. –Jeremy asintió con la cabeza y siguió a su amigo. –Me sobró algo de sushi y puedo conseguirte un refresco de la máquina ¿Qué te parece eso?
El joven Mell sonrió con aires cómplices, a lo cual su compañero respondió sonriente y alzando una ceja.
–¿No crees que me conscientes demasiado, Michael?
–Nunca es suficiente para el mejor amigo de todos. –Se alzó de hombros sin perder su expresión. –Además, sé que tú harías lo mismo si estuviese hasta la mierda de que me molestaran. Ofrecerás tu casa esta noche para la piyamada, es lo menos que podría hacer.
La sonrisa de Jeremy dejó de ser un intento por hacerle creer que estaba bien, y pasó a ser algo tan sincero como esa mirada azul pacífica y alegre ¿Cómo es que el chico de gafas podía hacerle eso? ¡Por un demonio! ¡Lo adoraba tanto!
–Eres genial, Michael.
Michael aprovechó todo momento en el patio y los recreos sobrantes para estar cerca de Jeremy. Con él hablando de videojuegos, películas, música y planes para el fin de semana—que no eran diferentes a los habituales— Jeremy sentía que el resto de la jornada escolar se hacía menos pesada y más corta. El chico de los audífonos ni tenía que esforzarse tanto para captar su atención o sacar un tema interesante, conocían tan bien los gustos de ambos y los compartían, no era tan difícil.
Él es realmente dulce.
Sonrió para sí mismo con la mirada aun sobre él, mientras este hablaba sobre unos trucos que había visto en internet para pasar el nivel 4 de un juego online que lo sacaba de sus casillas—"Cat Mario" o algo así— y los secretos oscuros en las historias de los videojuegos más populares del momento. Estaba tan absorto del entorno mientras escuchaba cada detalle con sumo interés y se preguntaba si realmente las grandes industrias de los videojuegos tendrían sectas satánicas infiltradas, que no fue hasta que se detuvieron que notó que estaban delante de la puerta del salón de teatro.
–¿Qué hacemos aquí? –Murmuró confundido, volviendo hacia Michael, quien se encogió de hombros fingiendo demencia.
–¿Cómo que "qué hacemos aquí"? El horario de teatro es ya. Creí que lo habías leído en el poster.
Jeremy se llevó una mano a la cara para restregarla en ella con un bufido, o quizá la queja más larga del mundo. Había olvidado completamente que luego del último recreo tras la clase de matemáticas empezaba el taller de teatro. De haberlo recordado quizá habría abandonado el establecimiento con Michael, prefería antes de entrar ahí otra vez y arriesgarse a que todos los chicos de su clase de química estuviesen ahí para dejarle caer encima un bote de miel y plumas y grabarlo para la posteridad mientras lo señalaban de marica.
Bueno, era una suposición muy exagerada, pero había sido solo uno de los muchos escenarios que había imaginado si cruzaba por la puerta.
–No creo que pueda hacer esto, Michael. –Masculló en el tono que acostumbraba cuando se daba por vencido. –Mejor vayamos a mi casa a jugar videojuegos.
–Nada de eso. –Declaró negando con la cabeza. –Prometiste que lo harías.
–¿Te drogaste mientras estabas en el baño, Michael? Yo nunca dije eso, solo dije que tal vez lo haría. Consideré la opción y ahora la descarto.
–Para mí eso significa que sí.
–¿"Supongo" significa "Sí" para ti? Pobre de ti en lenguaje si así es tu comprensión lectora y verbal. –Rodó los ojos. Michael dejó de actuar calmado como si tuviese todo bajo control e hizo un gesto de "Bien, me atrapaste".
–Jeremy, no te traje hasta aquí para que tires la toalla.
–Disculpa ¿"Te traje"? ¿Acaso me engatusaste con eso de las conspiraciones en las industrias de los videojuegos para arrastrarme a mi perdición como una sirena a un marinero?
–Si lo dices así suena bastante feo.
–Lo es, auch. En serio me interesaba seguir la charla ¿A ti no? –Espetó sarcásticamente.
No le parecía gracioso o cómico, ni tampoco algo que valiese una venganza tonta como reconciliación. Le gustaba mucho Michael y todo, pero él sabía que no quería regresar y aun así lo había llevado en su distracción. Puede que no estuviese furioso con él, mas sí un poco fastidiado.
Michael suspiró con resignación. –Jeremy, sé que ahora mismo quieres matarme, probablemente ahorcarme con mis audífonos... Pero si hago esto es porque sé lo mucho que te gusta esto.
–¿Que me mortifiquen y me vean como un raro?
–El teatro. –Especificó seriamente. –He visto tus libretos impresos, los dibujos y... No me mates pero revisé tu historial de internet y me sorprendió que un cuarto de ello no fuese porno ¡A-Aunque eso no es lo importante! –Trató de alejarse un par de pasos al escuchar el gruñido molesto de Jeremy, pero no se calló. –A lo que iba... Sé que esto es algo que te hace feliz, Jeremy. Y mira, no puedo asegurarte que los demás no te fastidiarán por hacer lo que te gusta, sin embargo no quiero que dejes esto tan fácilmente. Mereces esto, y sin que nadie te juzgue.
Lo que al principio era irritación y molestia se volvió sorpresa. Jeremy no sabía bien qué contestar a eso y se estaba sintiendo en parte como un borde hijo de puta por haber reaccionado tan mal hace un rato. Comprendía el punto de Michael y le enternecía que le quisiera dar el empujón básico que necesitaba, pues solo... No podría ponerse a reflexionar su decisión de nuevo.
–No quiero que seas el mejor actor o que tengas el papel principal ¿Sí? Solo prométeme que irás a las clases. Y yo te escucharé cuando me hables de lo que hiciste, lo que hablaron, incluso puedes contarme con lujo de detalles cómo mueven las luces y qué utilería usan. Asistiré a las obras, te dejaré practicar conmigo si quieres.
–Yo... No entiendo por qué le das tanta importancia a esto. –Quiso bajar la mirada, pero Michael se lo impidió acercándose un paso con esa sonrisa cálida.
–No sería un buen amigo si no quisiera verte feliz, Jeremy.
El corazón de Jeremy casi rebota hasta su boca, sintiendo que de pronto bombeaba más sangre solo para teñirle las mejillas de rojo y arruinar la seriedad del momento. Odiaba ruborizarse en los peores momentos solo porque se ponía nervioso, sentía que estaba malinterpretando unas palabras de un amigo incondicional por las que vienen de alguien que directamente te pide una cita el viernes en la noche. No se merecía a un chico así como amigo si no podía apreciarlo como tal ¿Verdad? Sin dudas Jeremy Heere era un pésimo amigo.
De todos modos quería abrazar a Michael y gritarle lo mucho que apreciaba su preocupación, apoyo y paciencia, pero sabía contenerse cuando tenía que hacerlo así que solo carraspeó la garganta mirando a otro lado.
–¿Jeremy? ¿Estás bien? –Expresó con una risa ahogada. Le parecía gracioso, por no decir tierno, cuando Jeremy no podía controlar sus sonrojos por nervios, aunque no supiese qué lo provocaba más allá de una reacción involuntaria cuando invadían su espacio personal.
–S-Sí, ignora eso. –Pidió tomando aire y apartándose un poco solo para intentar que sus mejillas volviesen a su color natural. A veces la palabra "amigo" dolía, era como tragar medicina amarga para bajar su emoción a los niveles normales. Lo necesitaba a pesar de todo. –¿De verdad crees que puedo hacerlo, Michael?
–No creo, lo sé. –Le dio unas cuantas palmadas en la espalda y señaló la puerta. –Solo debes entrar ahí y todo se dará naturalmente.
–Por Nintendo, eres tan bueno argumentando que podrías convencerme a usar un disfraz de pato el resto de la semana. –Bromeó, aunque muy en el fondo estaba seguro de que si se lo proponía Michael podría obtener ese logro. El muy desgraciado tenía un don con las palabras.
–No me des ideas. –Siguió la broma, preguntándose qué tan gracioso sería algo así, y Jeremy le devolvió una sonrisa antes de volverse en torno a la puerta.
Tragó en seco dejándose dominar por el miedo. Su voluntad volvía a flaquear cuando tenía que tomar decisiones. Ya ni sabía para qué se molestaban en darle charlas motivacionales y aliento si al final seguía siendo el mismo conejo escurridizo y temeroso.
–¿Y si mejor inicio la siguiente clase? Tal vez la evolución no es para todos, Michael.
–Oh, Jeremy. –Michael se acercó fingiendo pena, y lo peor es que Jeremy se la creyó. –No tienes que hacerlo realmente. Claro que si no lo haces burlaré de ti por siempre.
El joven Heere le dirigió una última mirada molesta a su amigo antes de suspirar resignadamente, y de que este último se fuese alejando haciéndole gestos para alentarlo y diciendo cosas sin sonido. Según lo que leyó en sus labios, antes de desaparecer por el pasillo, había dicho "Tú puedes, Jer-Bear". A lo cual el de pecas no contuvo una sonrisa algo divertida.
Michael a veces podía ser tan peculiar... Tal vez por eso le atraía tanto.
Ok... No seas un marica ahora, Jeremy ¡Vamos, vamos, ve, ve!
Inhaló exageradamente como el tarado nervioso que era y abrió la puerta. Al adentrarse estaba indefenso ante cualquier ataque verbal o balde de agua que cayera en su cabeza, pero no se encontró con los populares burlándose de él o una jugarreta, solo el teatro vacío de no ser por su propia presencia y la de alguien más que no esperaba ver tan pronto.
–H-Hey... -Hizo un muy torpe intento de saludar.
Entonces ella levantó su mirada de su libreto posado en sus piernas cruzadas y le vio, sonriendo amistosamente y acomodándose un mechón oscuro detrás de la oreja. Christine Canigula, tan radiante como la recordaba.
–Hey. –Devolvió el saludo momentáneamente, regresando a su libreto.
Jeremy jugó con sus manos sin apartar la vista, sentía que estaba sudando de los nervios. Quería decir algo, pero su mente no cooperaba para nada ¿Qué podía decir para iniciar una conversación? Algo que fuese interesante, algo que no lo hiciera quedar como un idiota.
–¿Aquí es el encuentro para el ensayo de la obra?
Cerebro de alpiste le dirían ¿Cómo podría no notarlo? ¿Por el escenario delante de ellos? ¿Por los muchos asientos destinados al público? ¿El hecho de que la chica frente a él leyera un libreto o que su mejor amigo le haya dejado en claro que este era el sitio? ¿El mismo sitio que conoció a los catorce años? ¡Oh, Jeremy Heere, eres realmente estúpido! ¡Newton y Einstein se retuercen en su tumba ante tu existencia!
–No, aquí es el encuentro para el equipo de natación. –Lo admitiría, de haber tenido que contestar una pregunta tan estúpida él también habría contestado sarcásticamente.
Y siendo honesto, no sabía si fue más idiota por la dicha pregunta, o porque retrocedió en dirección a la puerta como si se lo hubiese tomado en serio. No lo hizo, pero sentía que era la oportunidad perfecta para escapar tan cobardemente como solo él sabía hacer y ahorrarse la vergüenza, mas sin embargo Christine notó aquello y lo detuvo apenas volteó.
–¡Estoy bromeando! –Se apresuró a decirle, volviendo a sonreírle confiadamente. –Soy una bromista ¿Qué te digo?
Jeremy solo atinó a reírse nerviosamente, por no mencionar que casi hasta la exageraba para que pareciese real. Estaba seguro de que Christine percibía que estaba por darle un ataque al corazón pero trataba de disimularlo de todos modos. –¡B-Bueno...! ¡Yo soy Jeremy! Jeremy Heere. –Hizo énfasis en su nombre, esperando que ella lo recordase. –Uh... Sabes quién soy ¿Verdad?
Christine asintió de forma dudosa. –Sí, acabas de presentarte. –Eso desilusionó a Jeremy, y de paso lo hizo sentir como un idiota ¿Cómo esperaba que Christine se acordara después de dos años? Ni siquiera se habían presentado esa vez. Era realmente un imbécil al creer que una chica tan extrovertida lo recordaría entre tantas otras caras. –Uh... Oye ¿Estás bien?
–Uh, sí... -Mintió descaradamente, tratando de superar aquella decepción como si nunca hubiese ocurrido. –¿Por qué?
–Te ves nervioso. –Observó, con un gesto algo preocupado. Esa preocupación que tienes cuando ves a un extraño que necesita ayuda en la calle.
–¿A-Ah? N-no. Yo siempre... Sudo mucho. –Si no pudo pensar en algo mejor para decir y optó por hacerle saber a Christine sobre sus problemas glandulares es porque realmente estaba entrando en pánico. Pero ella no hizo un gesto de desagrado o asco, en vez de eso sonrió como una niña traviesa.
–Oh, ya entiendo. –Se carcajeó pícaramente la joven Canigula, mientras que Jeremy no entendía el motivo de esa repentina malicia. –¡Eres virgen!
Lo que Jeremy juró en ese preciso momento es que necesitaría llamar al 911 para atenderlo si se desmayaba ya mismo ante una verdad tan vergonzosa y obvia.
–¡Primer ensayo!
Pero luego cambió de parecer y siguió respirando. Se recordaría no malpensar frases incompletas cada vez que tuviese la oportunidad de siquiera permitir a sus neuronas hacer la sinapsis.
–¡Oh! ¡Tú crees que estoy nervioso por el ensayo! –"Nervioso" no era la palabra adecuada para describirlo, más bien estaba muerto de miedo hasta la médula y solo estaba actuando como un tarado porque estaba hablando con una de las personas que admiraba ¿Así quién no estaría nervioso? Trataba de manipular cada acción propia para no dar una mala impresión, pero estaba dándose la idea de que ya lo estaba haciendo. Con eso en mente no podía actuar normal.
La joven rio a la par de él. –¡Sí! ¿Sino por qué estarías...? ¿Temblando tanto? –Pausó su habla en cierto momento, como volviéndose a preocupar sobre el estado de Jeremy, pero este reaccionó erráticamente al notar que ella no se equivocaba y detuvo una de sus manos con la otra. Mierda, sí estaba temblando, cualquiera diría que parecía un maremoto andante.
Maremoto y no terremoto porque estaba sudando mucho como para solo tomar en cuenta la segunda opción.
–Uh... Sí, estoy realmente aterrorizado. –Suspiró, siento totalmente honesto, mientras tomaba asiento al lado de Christine. Esta le sonrió comprensivamente.
–Está bien. Estoy un poco celosa de hecho. Nunca olvidas tu primer ensayo. –Se giró un poco hacia Jeremy. –Venir aquí es lo más importante para mí.
–¿De tu día? –Preguntó con genuina curiosidad.
–Sí, claro... De mi vida. Tú sabes... Amo ensayar. Es... ¡Lo mejor! ¡Y es divertido!
Jeremy asintió con asombro en su mirada. No recordaba que Christine fuese tan enérgica, pero no le disgustaba o incomodaba su actuar, de hecho, su naturalidad para expresarse sin pena como si fuesen cercanos y no temiese parecer tan eufórica lo hacía sentir cómodo y entrar más en confianza.
Sonrió para sí mismo revisando en su mochila para buscar los apuntes, pero apenas terminó de sacarlos, Christine lo sorprendió exclamando de nuevo.
–¡Oh, amo ensayar! Y... La verdad es que me deprimo cuando termino ¿Sabes?
–Oh, eso es...
–¡Pero no deprimida como para matarme! No soy de esas que se lastiman, te lo juro. Si quieres puedes revisar mi brazo y vas a comprobarlo. –Apuró a explicar señalando su antebrazo derecho. Y sin dar tiempo al joven Heere de que dejara en claro que no había creído semejante cosa, ella volvió a hablar. –Lo dije para enfatizar que soy muy apasionada ¡Soy tan apasionada, sabes!
Jeremy no sabía si debía hablar aun, recibiendo unos golpes amistosos de Christine en el brazo mientras se preguntaba "¿Así es realmente la chica que admiro?" lo procesaba lentamente solo para llegar a una conclusión... ¡Que Christine era increíble!
–¡Tengo grandes y locos sentimientos! ¡Geniales y frenéticos sentimientos acerca de todo! ¡Como el control de armas o la primavera! Es como si viviera todo lo que estoy destinada a vivir, y... También tengo algo de déficit de atención.
–¿Tienes THDA? –Parpadeó confundido e impresionado. Esa pequeña curiosidad no la esperaba, aunque no le resultaba preocupante, solo algo inesperado. No creía que Christine fuese a decir algo como eso de la nada. –Debes ser una semidiosa entonces. –Una parte de él se sintió estúpido por haber hecho semejante comentario referenciando un libro que probablemente ella no conocía, pero su risa le dejó en claro que no era así.
–Córtame el cabello y llámame "Percy Jackson". Me la diagnosticaron a los seis años, pero la estoy llevando bastante bien con eso de las clases y... Espera. –Se interrumpió perdiendo su mirada en el vacío. –¿En qué estaba?... ¡Ah, sí! ¡Me encanta ensayar!
–S-Sí, eso me decías. –Contuvo una sonrisa más amplia. No podía evitar sentirse muy enternecido viéndola cruzar las piernas y moverse como una niña pequeña mientras hablaba apasionadamente del teatro. Le gustaba, se sentía entendido, a pesar de que él nunca se expresaría tan entusiasmadamente como ella.
–Es que... ¡Me encanta! Porque tienes los textos y las indicaciones. Piénsalo, es como si la vida se hiciese más fácil cuando ensayas, pues uno sabe qué es lo que debe hacer y lo que sigue después. –Explicaba, al tiempo en que Jeremy seguía asintiendo y escuchando con atención. –Como sea, a lo que quiero llegar es que a veces la vida no sale bien como tú quieres ¡Pero en la obra sí sale bien! Como cuando puedo ser el centro de atención. –Continuaba, levantándose en su asiento para dar un par de vueltas y hacer mover los vuelos de su falda. A Jeremy le pudo haber preocupado que cayera, pero estaba más interesado en lo que ella contaba. –¡Y eso solo es cuando soy Julieta o Blanche Dubois! Por cierto, esos fueron unos de mis mejores papeles ¿Lo viste?
–¡Por supuesto que sí! –Exclamó, arrepintiéndose de haber mostrado tanta emoción. Relájate, Jeremy, no actúes así, la asustarás. –Quiero decir... Yo fui a verte a la obra de Romeo y Julieta cuando tenía catorce años... Y el año pasado también. –Admitió, ruborizándose levemente de la pena al recordarlo.
No pena por admitirlo, sino más bien porque ese día fue en el que Michael declaró a Christine como la "mega crush de Jer-Bear", y hasta el día de hoy se sentía algo avergonzado de ello. No sabía por qué si nadie más lo sabía aparte de él y Michael, solo así lo sentía ¿Quizá había visto a Christine con demasiada admiración esa vez? No lo recordaba, la obra robó toda su atención.
De no estar loco por Michael, seguramente su corazón latería por la adorable Christine.
–¿De verdad fuiste a verme? –Los ojos verdes de Christine brillaron con un sentimiento de asombro que Jeremy entendió como alegría, por lo que asintió tímidamente. No era tan sencillo decir "Hey, adoro tu trabajo, te admiro demasiado y te he visto en todas tus obras. No creas que soy tu acosador y que me gustas, en realidad me gusta mi mejor amigo ¡Pero eres genial!". Sí, eso normalmente no suena bien, así que estaba eternamente agradecido de no abrir la bocota de más y permitir a Christine seguir hablando. –No sé tú, pero yo creo que estuve realmente dominante en eso. Me hizo sentir que no hay papeles fuertes para las mujeres estos días, especialmente en el teatro de la secundaria ¿Te das cuenta? ¡Porque yo me doy cuenta totalmente!
–Sí, y-yo... ¡También lo creo! Estuviste genial en Romeo y Julieta. L-Los demás eran buenos y eso pero... No sé, a pesar de que Romeo era el que estaba más tiempo en escena sentí que faltaba algo, sentimiento. Y tú realmente parecías estar metida en el personaje, Christine. Mucho más que el resto ¡Y cuando hicieron la escena del balcón...! –Se detuvo. No supo controlarse, sintió que estaba asfixiando a la joven Canigula, aunque esta tuviese una mirada iluminada al oírlo. –D-Digo... Fue... Realmente asombroso.
–Woah. –Ella se limitó a murmurar solo eso, sonriendo ampliamente. –No esperaba eso ¿De verdad te gustó?
–Sí. –Respondió en voz baja. –Realmente me gustó.
–¡Qué bueno es encontrar a alguien que piense como yo, Jeremy! Porque... ¡No importa cuanto lo intente! Es imposible enumerar las razones por las que... ¡En-serio me encanta-canta...! –Canturreó pasando de silla en silla con tanta agilidad pero tanta rapidez que al pobre Heere casi le da un infarto al verla caer de una de ellas, solo para aterrizar intacta. –¡Me encanta ensayar! ¡Lloro de emoción cuando empiezo!
Yo casi lloro del susto hace unos momentos, eh...
–¡Es tan universal poder interpretar tantos papeles! Suena exagerado, pero es que la mayoría de los humanos sólo hacen una sola cosa con su vida. Eso... ¡Ugh, me da urticaria!
Esta vez, Jeremy no pudo concordar del todo. Así sonara desalentador, él sentía que haciendo lo mismo era todo más fácil ¿Para qué empezar de cero con temor a cometer errores cuando ya estás acostumbrado a algo? Es decir ¿Quién quiere que las cosas sean difíciles? La rutina no asustaba al menos.
–Es que yo tengo tantos intereses que quiero seguir. –Suspiró ensoñadoramente, dejando a su acompañante con la duda de sobre qué estaría fantaseando. –¿Y por qué te estoy contando esto? –De no haber usado un tono que sugería curiosidad y que ella misma contestaría, él estaría más que convencido de que querría desaparecer ahí mismo y no dejar rastro. –¡Tal vez porque una parte de mí quiere hacerlo!
–¿En serio? –Cuestionó entre ilusionado ante la idea de que Christine le estaba contando algo que nunca antes había hablado con nadie, y apenado porque se trataba de un perdedor como él que probablemente no merecía saber tanto de alguien tan increíble así de rápido.
–¡También hay una parte de mí que quiere hacer esto!
Bien... Puede que verla moverse como poseída por el demonio y gritar enloquecidamente, seguido de un baile muy alocado y extraño no fuese lo más inspirador que su visión pudo ofrecer, pero de alguna manera Jeremy no se asustó con eso. Solo se rio, soltó una risa baja y enternecida cubriendo su boca para no hacerla más fuerte ¿Era extraño que Christine le recordara un poco a Michael de cierta forma? Debería comentárselo a él más tarde para que le diera su opinión.
–¡Así que simplemente lo hice! –Declaró a modo triunfal, como si hubiese recorrido una milla en una maratón y llegado primera, o como si hubiese derribado a los mejores luchadores de una liga en tres rondas. –Y... Volviendo a lo del ensayo... Mi mente está como "Bzzzzz", mi corazón está como "Waw". –Hubo algo en la forma en la que apoyó sus manos en su pecho y la sonrisa que esbozó. Cariño, aprecio, tal vez incluso un amor real por lo que uno hace, esa satisfacción por tu trabajo inigualable. Algo que, quizá muchos no habrían notado, hizo que Jeremy la viese impresionado, sintiendo un poco de envidia. –Porque estamos aquí ensayando... ¡Y empezaremos muy pronto!
Y sin más, la eufórica chica de cabellos oscuros se dejó caer en su asiento, volviendo a ver su libreto y remarcar algunas oraciones como si nunca se hubiese movido de su sitio o hablado.
La mente de Jeremy era un mar salvaje de pensamientos, todos tratando de resaltar más que el otro. Se sentía tan asombrado por el actuar expresivo y valiente de Christine que no tenía las palabras ni las agallas para decirle cuánta admiración estaba sintiendo en ese momento, y las miles de preguntas que quería hacerle.
Era aún más de lo que había podido llegar a imaginar, era muchísimo mejor que sus más lejanas fantasías de él entablando conversación con la estrella de cada show escolar que lo dejó boquiabierto. Y eso no solo lo alegraba enormemente por lo amistosa y dulce que era, sino que también llegaba a provocarle ciertos celos y tristeza.
Quería ser así. Sentirse libre de decir lo que pensaba, de hablar tan fluidamente y sin pausa por temor a lo que pensarían de él o de esperar burlas por ello, dejar de sentirse ahogado cuando la gente lo rodeaba en los pasillos y sentir que lo observaban como zorros a un conejo. Christine era lo que nunca sería; valiente y seguro de sí mismo.
Sin embargo... Era feliz con tan solo estar cruzando palabra con ella. Pensó ahí mismo para darse esperanza, pasando su mano sobre la portada de su libreto, que tal vez, y solo tal vez, tendría la oportunidad de ser un amigo suyo o de impresionarla de alguna manera con su actuación.
Soñar no cuesta nada ¿Eh? Aunque, bajando la cabeza de las nubes de una vez, Jeremy se dio cuenta de algo muy extraño, y es que el teatro seguía vacío y no había nadie aparte de ellos dos.
–Y... ¿Dónde están los demás?
–Hemos estado bajando en cantidad de miembros últimamente. Creo que seremos solo nosotros dos este año. –Suspiró agotada.
Eso no sonó lógico, al menos no para él. Recordaba haber visto los nombres de Jenna, Chloe y Brooke en las inscripciones, incluso de un par de chicas y chicos. No era posible que solo se presentaran ellos dos a menos que al resto los abdujeran los alíens ¿Qué clase de obra escolar puede hacerse con solo dos personas? Cualquiera que tuviese sentido común estaría de acuerdo en que solo podrían interpretar "El pastorcito mentiroso" si se daba el caso, lo cual era... Decepcionante para su primer día.
Tal vez cancelen la obra por esto.
–¡QUE EMPIECE LA FIESTA!
O tal vez los demás sean unos impuntuales.
Rodó los ojos con fastidio al reconocer la voz de Rich Goranski, Jake Dillinger y el resto de populares haciendo bullicio en la entrada hasta los asientos. Claro ¿Cómo pudo no imaginárselo? Michael le había advertido que los chicos serían capaces de inscribirse al teatro por las chicas bonitas que irían, y no estaba equivocado. Entre Christine, Jenna, Brooke, Chloe, y un par que desconocía, estaban seis chicas bonitas junto a casi la misma cantidad o más de varones, descontándose a él por supuesto.
Le daba rabia que solo vinieran por eso y no verdadero interés hacia la obra, pero no quiso juzgar tan duramente a todos y dejó pasar sus pensamientos negativos, tratando de centrarse en lo importante; la clase, el maestro, y su nueva compañera. Cumpliría con lo que le prometió a Michael y disfrutaría esto. Nada se lo impediría.
–¡Gracias a Dios los estudiantes populares han llegado!
Bueno, nada se lo impediría aparte de ese comentario que lo descolocó bastante del profesor de teatro, que ahora lo notaba se parecía coincidentemente a su padre por la calva y la contextura corporal.
–Hola a todos. Soy el señor Reyes, puede que me reconozcan por la clase dramática o mi trabajo a tiempo completo en el Hobby Lobby. –Un par de estudiantes le aplaudieron, pero Jeremy no se vio capaz de hacerlo y solo apretó sus manos juntas entre sus rodillas prestando atención. –He estado soñando con el día en el que lleve al escenario el clásico de William Shakespeare "Un sueño de una noche de verano".
–¡Sí! –Gritó Christine, irradiando emoción.
¿Y cómo no hacerlo? Era la famosa comedia teatral sobre las aventuras de Teseo y su esposa Atenas, acompañados de cuatro amantes y seis actores aficionados controlados por hadas. Como amante del teatro desde hace tres años sería inconcebible e inaudito no conocer tal pieza de arte y no haber buscado desesperadamente el libreto en internet para recitar diálogos de los personajes masculinos cada vez que estaba solo en casa.
Una sonrisa se dibujó inconscientemente en su rostro. No podía creer que semejante oportunidad se presentara ante él tan rápidamente ¡Era demasiado bueno para ser verdad!
–Y hoy ese sueño muere.
En definitiva, demasiado bueno para ser verdad.
–¡¿Qué?! –Tanto Christine como Jeremy cuestionaron a la vez, aunque este último saltó de su asiento como reflejo, volviendo a sentarse al instante para evitar hacer un espectáculo. Por suerte nadie se rio o hizo un comentario al respecto, tal vez porque el profesor estaba presente.
–Y es resucitado. Aunque ligeramente cambiado. –Dijo el profesor, cosa que no terminó de convencer o calmar a ambos adolescentes. –La escuela me informó que a menos que aumente nuestra popularidad, nuestros fondos serán trasladados al equipo de fresbee. –Jeremy bufó por lo bajo. Era tan típico que el dinero moviese el mundo que ya no se sorprendía. –Es por eso que nuestra producción no será en un bosque pastoral, sino en un futuro post-apocalíptico. En lugar de juguetear con hadas, escaparemos de los zombies.
No daba crédito a lo que estaba escuchando, pero aun así permanecía en silencio y se mordía la lengua para no insultar ¿Es en serio? ¿Zombies? ¿Futuro post-apocalíptico? Sonaba a una modificación descarada para atraer al público juvenil, algo que veía muy seguido en remakes de series antiguas o las de la actualidad incluso ¡Esto era prácticamente profanar una excelente obra! ¡¿De verdad ese tipo iba a cambiarlo todo así como así?! Entendía la situación económica pero... ¡No era para tanto! Agradecía que Christine se hubiese levantado para decir algo, porque él no se atrevía a hacer un escándalo de proporciones descomunales con gente popular presente.
–Espera, espera ¿No te importa Shakespeare? –Chilló desesperadamente, lo cual el señor Reyes no pareció tomar muy en serio.
–El hombre está muerto, déjalo ir. –Contestó sin más, dándole un corto abrazo de vago consuelo a la joven, a lo cual Jeremy solo pudo fruncir el ceño. –Ahora tomaremos un descanso de cinco minutos para que pueda comer un hot pocket.
La clase entera se disolvió sin hacer un comentario al respecto, algunos fueron a buscar algo a las máquinas expendedoras, otros a hablar más alejados de los asientos, y en cuanto a él... Bueno, se quedó indignado y frustrado en su lugar con ganas de tirar su libreto al carajo. No le quedaba mucho más por hacer que aceptar los cambios de la obra y quizá tragarse el orgullo que todavía le quedaba para participar en ella, pero eso no le quitaba el enojo que desahogaba rasgando la primera página.
Pensaba hablar con Christine de lo innecesario que era esto, pero ella se había ido a tratar de convencer al señor Reyes, que pronto perdió el interés y se retiró a buscar el dichoso Hot Pocket, dejándola a ella mascullando algunas cosas que no llegó a entender. Pobre Christine... Seguramente ella también estaba desilusionada.
Iba a acercarse a ella para palmearle la espalda y darle algo de su comprensión, pero antes de poder levantarse para eso, Jake Dillinger se le adelantó y se acercó a Christine con intenciones que desconocía.
–Tú estuviste en la obra del año pasado. –Comenzó la conversación con un tono medianamente nervioso, cosa que no se le hizo muy normal al espectador de pecas, pero que captó perfectamente al igual que el ademán apenado de Christine cuando se echó un mechón de cabello hacia atrás y fue en busca de su libreto.
–Te refieres a Romeo y Julieta.
–¡Sí! ¡Tú eras la chica que murió!
–Te refieres a Julieta. –Comentó con la misma voz paciente, a lo cual Jake hizo un gesto eufórico.
–¡Sí! Hombre, eso fue deprimente.
–Oh, gracias. –Se limitó a responderle ella, colocándose su mochila en la espalda. Probablemente para aprovechar los cinco minutos de descanso afuera.
–Pero... Estuviste bien. Soy Jake.
Oh ¿Podrían los demás presentes sentir esa tensión en el aire? Porque Jeremy la sentía a pocos centímetros del par, y ya estaba teniendo ligeras sospechas sobre lo que estaba pasando delante suyo ¿Podría ser? No sabía, pero quería averiguarlo y escuchar la charla hasta el final como un chismoso del nivel de Jenna Rolan.
–Lo sé. –Dijo ella luego de un silencio algo incómodo.
–Genial. –Christine estaba por marcharse, pero entonces Jake la detuvo volviendo a hablar. –Oye ¿Puedo decirte algo estúpido? Cuando moriste en la obra del año pasado... Fue lo más triste que me había sentido en un largo tiempo. Fue como si todo en mi vida, toda la presión que siento para ser el mejor todo el tiempo... De repente se sintió pequeña. Y luego cuando te levantaste al final para hacer tu baile de la victoria...
¿Baile de la victoria? ¿Este tipo va en serio?
Tuvo que contener la risa para no arruinarles la conversación y no ser descubierto escuchando.
–Reverencia, se llama reverencia.
–Oh, cierto... Recuerdo que pensé "Estoy feliz de que esta chica no esté muerta... Antes de que tenga la oportunidad de conocerla".
Y ahí estaba el joven Heere aguantando el aire para no soltarse ahí mismo a reír como un desubicado. Y no, no tenía nada que ver con la frase tan estúpida y malinterpretable que soltó Jake al inicio, sino más bien porque no podía creer lo que estaba presenciando ¿Jake Dillinger estaba tratando de cortejar a Christine Canigula, y además lo estaba haciendo ver tierno? Era casi irreal ver al tipo que lo molestaba casi siempre con esa expresión casi sumisa y tierna en la cara por una chica, aunque... Era adorable... Lástima que el tipo le parecía un idiota la mayoría del tiempo.
–Es... Es estúpido ¿No?
Al demonio todo, para Jeremy esto era adorable, tanto que ya hasta se había olvidado de lo indignado que estaba sabiendo que él y Rich solo estaban en teatro por las chicas. Y no solo eso, sentía que estaba viendo una telenovela, pues cuando Jake hizo un ademán para irse, Christine lo detuvo.
–Eso no es estúpido en lo absoluto.
–Eso es genial. Y, ah... Oye, varios de nosotros vamos a salir después de la práctica de hoy. Deberías unírtenos. –Christine le iba a responder, pero antes de eso Jake tomó su mano y trató de imitar el tono dramático de la obra, de forma dulce... Pero extremadamente mal actuada. –La despedida es tan dulce...
Christine quedó helada por unos segundos esperando que Jake terminase el diálogo, hasta que por fin habló sabiendo que él no se acordaba de cómo seguía. –¿Y dolorosa?
–Como sea. –Y finalmente Jake se fue, dejando a Christine Canigula observando el camino donde se retiró, suspirando.
¿En serio acabó de ver cómo Jake y Christine se hacían ojitos? En su vida nunca creyó que algo así pasaría, es decir ¿Ellos dos juntos? No discriminaba, que conste, y tampoco juzgaba. Jake podría parecerle un estúpido, pero eso era porque él era un perdedor que siempre caía en sus jugarretas y burlas. Christine seguramente podría ver su lado más dulce, aunque a él le costase creer que existía.
No podía decir que estaba celoso porque no le gustaba la joven Canigula, aunque sí le llegó a molestar que la apartara casi la mitad del tiempo de descanso que planeaba usar para hablar con ella. En fin, lo normal, pero el punto es que ella ya estaba libre y si no estaba equivocado y le agradaba a Christine después de su charla de hace rato, podrían conversar un rato más. Con eso en mente, se acercó a ella.
Se moría de ganas por pedirle consejos para actuar ante las personas por primera vez.
–¿Christine? ¿Sabes? Sé que el señor Reyes cambiará la obra, pero me gustaría saber si tú puedes enseñarme a expresar bien los diálogos de Teseo y...
–¿Uh? Disculpa, Jeremy ¿Dijiste algo?
Jeremy quedó estático en su sitio, sujetando el libreto contra su pecho ¿En serio Christine no había escuchado nada de la oración? ¿Tan insignificante era? No, no Jeremy. No caigas en la inseguridad ahora ¡Si todo estaba saliendo de maravilla! Sin embargo, no sabía la razón, pero esa inocente pregunta le hirió.
–A-Ah... Y-Yo solo quería saber si tú...
Pero no terminó de hablar, y no fue él mismo quien se interrumpió esta vez, sino Jake asomándose por la puerta. –¡Christine! ¿No vienes? Rich golpeó la máquina expendedora tan fuerte que están saliendo muchas cosas.
Christine no contestó rápidamente, se quedó mirando a Jeremy como si se estuviese disculpando por algo. Él lo notó, y no esperó a que ella pidiera perdón por irse o que rechazara la oferta, no quería lástima.
–No, yo... Descuida, ve con él. –Se adelantó antes de que ella abriese la boca, recibiendo a cambio una sonrisa agradecida y una despedida corta antes de que la viese irse y abandonar el teatro de un portazo emocionado. Llegó a escuchar su risa alejándose.
Suspiró dejándose caer en su asiento y prosiguió a seguir leyendo a solas el libreto. No estaba molesto ¿Sí? Para nada, solo era un adolescente tratando de socializar fallidamente como se suponía que debía ser, porque él era Jeremy Heere. No importaba, no debería hacerlo, a nadie le importaba, ojalá a él no le importase.
Hubiese sido lindo decir que eso solo fue un mal rato y luego de que el descanso terminara Christine y él continuaron hablando mientras el señor Reyes empezaba la clase, pero no fue así. Apenas ella regresó antes que el resto y se dispuso a sentarse a su lado, Jake y los demás la llamaron para que se les uniera, ella no dudó un segundo y fue a sentarse donde se encontraban, dejando a Jeremy solo en los asientos de adelante.
Apretó los labios tratando de concentrarse en el señor Reyes y su explicación sobre lo que había planeado para los cambios de la obra, pero las risas y voces susurrantes de los demás estudiantes a solo una fila de asientos detrás de él lo hacían perderse ¿Acaso lo estaban mirando? ¿Alguien habría visto lo vergonzoso que fue ser bateado por el exitoso Jake Dillinger? ¿Por qué de repente sus voces parecían hacerse más fuertes y bulliciosas? No se había olvidado de respirar ¿Cierto? ¿Siquiera estaba respirando? ¿Por qué todos lo miraban? ¿Por qué les importaba tanto lo que pasó? ¡No estaba molesto! ¡Él estaba bien! ¡Estaba escuchando la clase! ¡Estaba disfrutándolo como le prometió a Michael! Cerró los ojos fuertemente presionando su marcador contra el libreto.
No dejaban de decir su nombre.
Jeremy, Jeremy, Jeremy.
–Señor Heere... Señor Heere... ¡Jeremy Heere!
–¡Estoy muy feliz con esta clase, lo juro!
Entonces despertó. No había miradas sobre él, nadie se estaba riendo, nadie había dicho su nombre más allá del profesor Reyes, que le observaba con una mirada estricta.
–Señor Heere ¿Puede decirme qué he estado diciendo sobre el suero zombificador y quién lo creó? Me imagino que está prestando atención.
Sudó en frío sintiendo su cara arder en rojo, y entonces escuchó las risas disimuladas, pero esta vez reales y concretas. Incluso creyó oír que decían "El rarito está enloqueciendo".
–S-Sí, disculpe. Solo quería subrayar algo en el libreto. –No se detuvo a comprobar si su excusa fue creíble para el señor Reyes, de cualquier forma u otra él lo iba a dejar pasar para continuar explicando la historia modificada mientras que los populares tenían esta vez un motivo para reírse de él. Christine lo había visto. No necesitaba que se lo confirmaran ¿Qué estaba pensando ella de él en este momento? ¿Qué creería Michael si lo viese hacer el ridículo así? Seguro lo creería un idiota por haberse ahogado en una gota de agua creyendo que estaban hablando de él a sus espaldas por algo tan visto y pasable como lo de Christine dejándolo por irse con Jake.
No era importante, estaba acostumbrado a ser excluido y a que otros no supieran que estaba vivo.
Y si no era importante... ¿Por qué había gotas destiñendo la tinta del libreto?
Algunas cosas nunca cambian.
-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-
No odien a Christy :( Ella solo está crusheada.
Michael para mí es un amigo muy protector, qué puedo decirles <3
ESTOY SUBIENDO ESTO CLANDESTINAMENTE, YEAAAAH. Y estoy emocionada pORQUE SE VIENE, SE VIENE "IT'S FROM JAPAAAAAAN".
¡Espero que les haya gustado y no me maten por ser cruel con mi bebo!(?
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