Capítulo 1

Despedida dolorosa.

Zafiro

Dolor, no era el sentimiento más apropiado sino desesperación y tristeza, esos dos últimos teñían mi alma dejádome pendiendo de un hilo fino y transparente que por todos los medios traté de ocultar; incluso de la única persona que quería tener cerca... a mi lado... en mi vida.

Dejar ir a quién nunca pensé encontrar, a quién nunca pensé querer, a quién nunca pensé amar...

Siquiera pensar en ello hacía tambalear mis reservas y un cúmulo de emociones escondidas tras el velo de la fina pero falsa máscara de tedio que portaba mi rostro, me tentaba y mucho, muchísimo, a no darle voz a esas palabras que se atoraban en mi garganta formando un nudo casi imposible de desatar.

Le planté cara a mi lucha interna y al fin logré hilar una frase coherente para la ocasión.

-Terminemos de manera amistosa.- sentencié con el alma flotando y temiendo dejar entrever mi incertidumbre.

-¿Sólo por viajar por un mes...?- Bian me interrogó, casi implorando que recapacitara.
Su expresión me provocaba cierta culpa mas logré centrarme.

Ya decidí y me quedaré ahí con la frente alzada y la vista al frente hasta el fin.

-Sé perfectamente, que no vas solo por un mes.-aclaré con seguridad.

-¿Por qué dices eso?

-Por tu trabajo,... por tu familia, por tu responsabilidad, por el tiempo y por tu rostro. ¿Quieres más razones? -enumeré con pesar.

-¿Por mi rostro? -¿En serio? de todo lo que dije ¿solo se quedó con esas tres palabras? Sonreí involuntariamente.

- Es mirar tus ojos y comprender... Que tu actitud te delata. -el dolor incrementaba a cada segundo, mas como una guerrera resistiré hasta el desenlace.

-¿Estás decidida a cortar con nuestra conexión de dos años de solidez y planes de futuro? -dijo él, con un nudo en la garganta asentí.

Intentar refutar al respecto o tratrar de hacerle cambiar de opinión me pondría en evidencia.

Suspiré y el nudo se disipó un poco.

- Eres un ave que tiene las alas desplegadas y a la cual le he abierto la puerta de su jaula, ¡Eres libre! -alcé los brazos a modo de demostración- ¿Qué esperas para alzar el vuelo? -le recriminé.

Bian solo contemplaba mi rostro sin articular frase alguna.

Tras unos segundos, parpadeó y dijo:
-En ocasiones las aves solo queremos estar en esa jaula y no salir por mucho tiempo, aun con las puertas abiertas y las alas listas para volar, somos fieles a nuestra conexión con esa gayola y con la persona que nos mantiene en ella.

-Se espera que las aves vuelen por los aires como hojas llevadas por el viento, -le miré a los ojos y proseguí- no se considera la opción que se queden en el interior solitario, restringido y frío de una vieja celda si pueden con la primera oportunidad.

El asombro cruzó el rostro del hombre y tomó una bocanada de aire para aceptar ¡por fin! la sentencia implícita en mis palabras.

-¡Ten un buen viaje!, -le desee con ferviente emoción- vuela libre mi ave favorita. -susurré esto último solo para mí.

Sostuve firme mi opinión; con semblante impasible - luciendo cual torre erigida en medio de la nada- hasta el último segundo en presencia de mi amor.

Tras cerrarse la puerta se derrumbó todo mi mundo y yo con ella, como un castillo de naipes me desplomé en medio de la sala.

El aire me ahogaba, las lágrimas quemaban por los senderos dejados en mis mejillas; las piernas me flaqueaban y caía al suelo, sin ánimo de obrar por levantarme, por menos de una hora después.

-¡Qué curioso! Nos juramos amor eterno y ¿dónde quedó ese amor? ¡Malditos todos los que se interpusieron en lo que ya era firme! -gritó mi mente, ya que mis labios quedaron sellados por el cúmulo de frases que querían salir al mismo tiempo sin resultado.

-¿No que juntos hasta el final? ¡No te veo aquí! -apreté mi pecho- Por suerte, logré que no fuese más doloroso de lo que ya es.

-¡Maldita sea esa hora! ¡Maldita sean todas esas personas! -seguía gritándome la mente; mientras, mi corazón no podía latir, porque los pedazos que restaron estaban demasiado lejos para realizar ese movimiento.

-Seré tu fuerza, dijiste muchas veces, -cubrí con manos temblorosas mi cara empapada.

-¡¿Dónde estás ahora?! -grité con voz tenebrosa y ahogada al vacío.

Eso fue lo único que quedó de nuestro ¿amor? Ya no sé qué es real y qué no.

-Camino al aeropuerto. -susurré para responder esas dudas.

Mi eje había desistido de luchar por mí.

Mi ave voló sin temor y sin deseos visibles de volver atrás.

Con ojos enrojecidos e hinchados de tanto llorar, manos temblorosas y gritos de dolor e impotencia fueron el panorama que encontré, al calmarme un poco, en el espejo de cuerpo entero que yacía en el salón.

Aun desorientada y sorbiendo por la nariz, estaba segura de que eso era lo mejor... por ahora.
Mis sentidos seguían afligidos y no sesaban de llorar.

****
Una hora más tarde
Limpié aquellas lágrimas, me recompuse de los temblores; con cautela me puse de pie y tomé una ducha hirviente dónde me desahogué entre sollozos...

Vestirme sin su mirada era una tortura, mas lo conseguí. Me coloqué ropa alzar, solo quería que fuese cómoda.

Me refugié en el único sitio que no compartíamos; para realizar algo que cuando estábamos juntos odiábamos pero que en soledad era lo mejor que podía hacer sin tener su recuerdo tan persistente en todos mis suspiros.

El despacho se convirtió en mi nuevo hogar, ahí tomé una llamada de trabajo... Trabajo, que estaba a punto de renunciar.

Trabajo, que momentáneamente, me sería de mucha ayuda para no asfixiarme por su ausencia o agoviarme por el vacío constante y el silencio ensordecedor que ya comenzaba a absorber el interior de la que era nuestra casa.

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Nota de la autora

Puede que suene alocado pero cuando se está cansado de nadar contra la conrriente se corre el riesgo de morir en la orilla.

Mi abuelo decía eso muchas veces.

Espero les guste esta histotria.

Se despide...

Su autora...

💀💀💀Death💀💀💀

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