Dos noches se habían cernido sobre el cielo y el Joker estaba impaciente. Las horas se le hacían eternas y a cada minuto de ellas no podía quitarse de la mente a Batman. Cómo disfrutaba su vuelta... En la prisión no había malgastado su tiempo, y aunque estaba trazando su plan, tuvo mucho tiempo para pensar en lo que salió mal la primera vez.

-¡Jefe! - gritó uno de sus secuaces entrando escopetado por la puerta, rompiendo así el estado de tranquilidad inestable de él - Tome, el teléfono.

Se levantó rápidamente del asiento morado y se dirigió a su secuaz como si fuera a abatirlo de un golpe, en vez de eso, tomó el teléfono con rabia.

-¿Sí? - masculló en el auricular.

En segundos, el silencio ya había quedado como el frío en la habitación. El rostro del Joker ya no fue tan marcado y lleno de rabia, sino lo contrario: cada vez sonreía más y en sus ojos se podía ver que no veía la realidad, sino sus planes en su mente.

-¿Ya? - murmuró - ¡¿Hoy?!

El secuaz ni se atrevía a mirarle el rostro, solo se dignaba a escuchar y a sujetar el cuerpo del teléfono.

-¡Te esperaré con ansias! - gritó - A ti... Y a él.