9. Nuestra amistad
Aún no son las nueve, así que Bruce no ha llegado. He cenado algo, aunque muy poco, por si hay algo que comer ahí. Ni siquiera sabía que había uno en la ciudad, pero no me extraña: es Gotham. LLevo puesto un elegante vestido que espero no sea demasiado para el evento. Negro intento con el acabamiento transparente. Un collar y pendientes plateados y un pequeño bolso donde pueda guardar mi teléfono y mi cartera.
Mi padre no ha llamado ni dado señales de vida. Puede que lo encuentre esta noche en el casino. Me siento mal por lo que le he dicho, pero la verdad duele. Aunque si lo veo, no sabré qué decirle, y me carcome de solo pensarlo. Esta discusión es seria, como algunas con anterioridad, pero nunca me había enfrentado a él de esta forma.
Saliendo del baño de mi habitación, tomo el bolso y el móvil que se encuentran sobre mi cama y, justo estoy bajando las escaleras, llaman a la puerta. Las nueve en punto. Qué puntual. Me encuentro en el recibidor y abro la puerta. Lo veo parado en la puerta mirando la manga de su americana oscura tratando de abrocharse el botón.
-¿Lista para...? - empieza a hablar Bruce, pero sus palabras se traban hasta decir nada y su sonrisa desaparece poco a poco.
-¿Qué? - pregunto algo preocupada - ¿Qué pasa?
- Solo que estás preciosa - me piropea con una sonrisa.
Me cuesta admitir que me he ruborizado, pero es así.
-Gracias - murmuro sonriente -. Tú también estás elegante, Bruce.
-¿Lista? - me pregunta.
-Eh... ¡Oh! Espera...- digo mientras reviso mi bolso - Ahora vuelvo, me he dejado una cosa arriba. Pasa, no te quedes ahí.
Le abro paso y entra con la manos reposando en los bolsillos de sus pantalones. Mirando curioso la casa, como si no hubiera estado nunca, aunque sí.
-Ahora vuelvo.
Subo las escaleras con algo de prisa tomando lo que me faltaba, así que, cuando lo tengo, salgo escaleras a bajo, pero no veo a Bruce.
-¿Bruce?
-Estoy aquí - oigo su voz hacia dónde está la sala de estar.
Voy hacia allá. Observa con atención y quietud una fotografía en la que estoy yo con mi madre. Una que fue tomada hace años, aunque pocos.
-¿Es tu madre? - pregunta sonriente con la mirada clavada aún en la fotografia. Asiento sorprendida de su calma - Os parecéis mucho... ¿Dónde está tu madre ahora?
-En California. Ella y mi padre se han divorciado hace nada.
-Algo he oído. Es una pena... - suelta girándose para verme.
-¿Vamos?
-Sí, por supuesto - reacciona finalmente deshaciéndose del trance.
Salimos del apartamento, cierro con llave y me cede su brazo para bajar las escaleras. Algo incómoda, cedo. Me abre la puerta del coche con su sonrisa y entro. Una vez él está al volante, arranca preguntándome:
-¿Estás lista para jugar?
-Bueno, acabo de caer en la cuenta de que no sé jugar - suelto, y me río.
-Bueno, yo te enseñaré.
No me percato de que estoy sonriendo como una embobada segundos después, y mi cara entera mira en dirección a mi ventana para evitar que su mirada puesta en mí. Me he ruborizado por una tontería.
-¿Tu padre estará en la fiesta? - me pregunta más serio para romper el hielo.
-No lo sé - suspiro algo cortante, sin quererlo.
-¿Ha pasado algo? - murmura sorprendido, pero su rostro se torna sincero, supongo que adivinando la causa - La discusión de esta mañana...
- ¡Ding, ding, ding...! - bromeo.
-¿Ha sido una discusión fuerte?
-Creo que la que más lo ha sido - digo indiferente.
Simplemente no quiero pensar en ello, y creo que lo ha notado. No toca más el tema. Estoy pendiente de su serio rostro, esperando a que diga algo, pero no lo hace. De repente, aparca rápidamente en un lugar solitario.
-¿Qué haces? - pregunto sorprendida.
-¿Por qué crees que te he invitado en varias ocasiones, Diane? - esquiva mi pregunta haciendo otra, con una mirada intensa fija en la mía, que está algo aturdida.
-¿A qué viene esto?
-Quiero que seamos amigos, Diane - me dice sin pelos en la lengua, y con mirada fija en mis ojos -. Y me la juego a que has tenido una o dos discusiones con tu padre por mí.
-¿Cómo...?
-Sé que nuestras empresas están a punto de ser socias - interrumpe mis palabras -, pero parece que tu padre no me traga. Sé que tiene como preferido a Henry Teax. Casi siempre salen por ahí. A lo que voy es que, olvidando toda la... mierda de la prensa, el dinero o cualquier otra cosa, solo quiero ser tu amigo. Quizás tenga una fama, pero contigo siento que no tengo que fingir.
-¿Es que finges? - murmuro - ¿Por qué?
-Porque así es Gotham, supongo - sonríe.
Estoy algo... impresionada. Sus palabras me han dejado impresionada, y su confianza hacia mí. ¿Pero es esto cierto? No sé si puedo confiar realmente en alguien en esta ciudad. Todo está lleno de... mal ambiente, por decirlo de alguna manera.
-Gracias - digo finalmente.
-¿Por?
-Por tu sinceridad - le sonrío, pero me cuesta mantener el contacto visual, así que siento alivio al mirar hacia delante. Esta situación me es incómoda, pero tierna -. A demás, no sabía si podía confiar en ti. Acabo de llegar a la ciudad, esto está pasando muy rápido.
-¿El qué? - murmura - ¿Qué está pasando rápido?
-Nuestra amistad - sonrío ladeadamente.
Me decanto por observar su reacción, ver que ha conseguido lo que quiere: una amistad. Es Bruce Wayne, y ya me advertí que siempre conseguía lo que quería. Bueno, pues hoy ha puesto toda la carne en el asador y me lo ha dicho a las buenas y a las malas. Nos miramos
- La propuesta de enseñarme a jugar, ¿ sigue en pie?
-¿Sabes lo difícil que es discutir contigo? - bromea, y ambos reímos - Es exasperante, así que aún tengo que pensármelo.
Ambos reímos, y en cesar su risa, su boca se abre haciendo saber que está a punto de decir algo.
-Siento ser un pesado, pero es la verdad. Quiero que nos llevemos bien, ¿entiendes? Si es por la prensa tus dudas, no nos veremos en público y se acabó el problema. Si piensas que es por otra razón... dímelo.
-Ya dices disparates - sonrío -. Cállate.
-Entonces, ¿vamos a jugar al pócker? - sonríe.
-Vamos - afirmo, con una pizca más de felicidad.
Enciende el motor y rapidamente toma la velocidad a la que iba por carretera hasta llegar al recinto gratamente luminoso por los flashes, las luces de los coches y limusinas, y por las luces cálidas y llamativas del local. Nuestro coche se para justo al lado de la corta alfombra roja que da paso al casino - pero con un montón de paparazzis como obstáculos -.
-¿Lista?
-No quiero mentir. Mejor entramos antes de que me arrepienta.
Bruce asiente soltando una carcajada, y no puedo evitar imitarle con un poco menos de entusiasmo.
-Espera aquí - dice mientras sonríe -. Te abriré la puerta.
Antes de que pudiera quejarme, ya ha salido del coche y lo ha rodeado. Me abre, como ha dicho, y me toma de la mano. Salgo incómoda de las descelleantes luces de los flashes que nos atacan a mí y a Bruce, quién le da las llaves del coche al aparcacoches. Bruce me ofrece su brazo con su sonrisa como invitación, y lo hago. Haciendo ver que las cámaras no están, caminamos hasta el final de la alfombra roja.
-Seguro que mañana no dejan de hablar de ti y de tu vestido... - me dice al oído Bruce sonriente.
Me estremezco un poco, y rezo para que ninguna cámara lo haya captado, O quizás ese haya sido su propósito. Evito pensar en eso y pasármelo bien ahí dentro. Nada más entrar. Se escucha música y se ven mesas de juego, de todo tipo de juegos.
-¿Una copa antes de jugar? - me pregunta Bruce tomando dos de la bandeja de un camarero.
-Eh... Sí - suspiro, y él se ríe.
-Champagne para la señorita - me ofrece una de las brillantes y bubujeantes copas.
La tomo, y lo primero que hacemos, no es observar o hablar a la gente que hay en el local, como haría con mi padre, sino que nos dedicamos a mirarnos y hacer un brindis.
-Por nuestra amistad - propone Bruce alzando la copa levemente.
Sonrío y asiento. El clinc suena en nuestros oídos y acerco mis labios al limpio cristal para tomar un sorbo. Pero algo me lo impide.
-¿Diane?
Esa voz es reconozible incluso aunque sonara en una radio estropeada.
-Hola, papá - digo girándome sobre mis talones sin una sonrisa, porque me he es imposible ahora mismo enseñar alguna de esas sonrisas falsas a las que estoy acostumbrada.
Él sí me mira con una, y luego a Bruce.
-Buenas noches, Señor Wayne - le dice mi padre, con el mismo tono desanimado que a mí, como si supiera que Bruce sabe algo.
-Buenas, Señor Gruff - sonríe Bruce, con ese tono de la famosa despreocupación Wayne. Al parecer, ese es el tono que dirige hacia empresarios. Excepto a mí.
-¿Podemos hablar, Diane? - la pregunta de mi padre ya me da pereza antes de comenzar la esperada conversación, pero asiento.
-Disculpa - le murmuro a Bruce entregándole la copa, y él asiente apresuradamente tomándola.
Me alejo de Bruce con mi padre hasta un rincón donde no hay prácticamente nadie. He temido durante todo el recorrido, pero estoy lista a los gritos que me pueda pegar.
-Lo siento, Diane.
Me sorprendo de inmediato. Pensaba que iba a reñirme, o atacarme con preguntas. Pero no.
-No, lo siento yo. Por haberte dicho eso... - murmuro.
-Solo decías la verdad... - suspira mirando al suelo - Y sé que... Bueno, Henry Teax no te cae bien, y no debí habértelo dicho. Y te aviso de que está aquí, en el casino. Si te pregunta, le dices que no te he dicho nada respecto a la comida, ¿de acuerdo?
-Gracias - le sonrío.
-Por cierto, ¿puedo saber qué hay entre tú y el Señor Wayne? - me pregunta cambiando el rostro - Quiero decir, ¿es amigo tuyo? Ya sabes cómo es.
-Ya te pedí que me dejaras descubrirlo por mí misma - murmuro seria -. Pero ya hablaremos de esto. En otro momento.
-Pásatelo bien - me sonríe cambiando de tema. Entiendo que vamos a finalizar la rápida conversación que ha surgido para pedir mi perdón.
-¿Estarás por aquí? - le pregunto
-No, solo vine para ver si venías - me sonríe, y yo asiento -. Adiós, cariño.
-Adiós.
Camino de vuelta a Bruce, donde puedo ver que sigue con las copas en mano como si fuera un camarero, y me produce una tonta risa interior.
-Diane - oigo de nuevo a mi padre-. Mañana tómate el día libre. No es divertido por la noche tener fiesta y por la mañana ir a trabajar con resaca.
-De acuerdo - digo sorprendida -. Adiós, papá.
Obviamente no voy a rechazar un descanso, aunque dudo que pille un resaca aqui. Sería patético, además. Dudo que trabaje en la oficina, pero eso no significa que no lo haga en casa. A parte, hay una curiosidad en mí muy grande respecto a algo.
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