10. Pacífica noche


-¡Venga, tira los dados! - me exclama Bruce soltando una resonante carcajada.

Le hago caso: tiro los dados con ingenio y sale un siete. Todos los que rodeamos la mesa gritamos de emoción.Llevo una racha impresionante. Me lo estoy pasando demasiado bien, y ya parezco una obsesionada del juego gracias a Bruce. Supongo que la suerte del principiante.

-Se te da bien - ríe Bruce -. Deberías dedicarte a esto.

-Solo faltaba eso... - río - Ser una adicta al juego.

Le doy un trago rápido a mi copa mientras oigo su risa y la vuelvo a dejar de nuevo en la bandeja de plata.

-Creo que he jugado suficiente a este juego - suspiro.

La mesa ya ha sido desalojada y las fichas son mías, aunque no necesite el dinero.

-¿Quieres probar con otra cosa?

-No, creo que...

-Vaya, Señorita Gruff - mis palabras se ven interrumpidas porque aparece Henry Teax y se acerca con una sonrisa vacilante -. Y Señor Wayne, por supuesto.

-Vaya, Señor Teax - digo mostrando mi sonrisa más sarcástica y sincera a la vez -. No le he visto en toda la noche que se presenta ahora. Entonces digo que se marcha ya y que no ha tenido el valor de decirme nada hasta que fuera hora de irse. ¿A que sí?

Las caras de ambos caballeros son de sorpresa. Teax no sabe cómo reaccionar a eso, así que solo se dedica a soltar alguna que otra casi insonora risa. Aunque Bruce se ha alejado un poco - y le maldigo por ello -, supongo porque no puede aguantarse la risa.

-Y yo veo que ha tomado más de la cuenta... - se atreve a decir, y me ofendo algo.

-Yo... Eh... Lamento mi comportamiento, Señor Teax... Esto... Sí... Quizás... - mi lengua se traba. Una cosa es que no sea de mi agrado y otra es ser una persona sin modales.

-Oh, por favor, Señorita Gruff. No se alarme, era una broma. La verdad es que ha acertado, Sherlock - bromea con una sonrisa triunfante -. Veo que se le da bien jugar.

-El Señor Wayne me ha enseñado - asiento, calmada.

-Diane, ¿su padre le ha dicho algo de un almuerzo?

-¿Mi padre? No, no me ha dicho nada - miento, como me lo pidió.

-Bueno, no importa. ¿Le parece si mañana al mediodía comemos juntos? - me sonríe ladeadamente. La sonrisa coqueta, la llamo yo. Me aguanto para no darle un tortazo por el atrevimiento.

-Eh...

-No, no puede - otra interrupción cesan mis palabras, pero esta vez Bruce, quién aparece justo detrás de mí posando su mano sobre mi espalda desnuda. A lo que me estremezco -. Ya habíamos quedado. ¿No lo recuerdas?

-¡Oh...! Es cierto... - finjo pena, pero en el fondo me alegro demasiado. Soy demasiada buena actriz - Otro día será, Señor Teax.

Y en eso, le tomo del brazo a Bruce y nos vamos dándole plantón a Teax. No es la persona que más me cae especialmente bien, pero reconozco que he sido cruel al dejarlo así. Pero aún no estoy lista para pasar a la fase de un almuerzo con él, ya que aún no hemos tenido una conversación decente.

-Te debo una - le susurro a Bruce.

-No, solo un almuerzo - sonríe.

-¿Era en serio? - alzo las cejas sorprendida.

-Pues clar. Tendrá que tragarse la excusa, ¿no?

-¡Bruce, cariño! ¡Bruce! - oímos por sorpresa la voz de una mujer lanzando gritos y ambos nos giramos - ¡Cuánto tiempo...!

-¡Ángela! - hace ver que se alegra. Él no es tan buen actor a veces - Sí, cuánto tiempo.

-¡Ven, vamos, quiero presentarte a unas amigas! - exclamó la tal Ángela, y se llevó a Bruce del tirón dejándome ahí.

Observo como Bruce es literalmente arrastrado para legar a una mesa de póker con un montón de mujeres al rededor que visten bastante ligeras. Veo que Bruce se gira una vez para mirarme, pero no hago nada. Iba a seguir sus pasos e ir con ellos, pero no veo más que pérdida de tiempo. Me sentiría como una sujeta velas. Tomo mi móvil de mi bolso y veo que son la una y media de la madrugada. Creo que va siendo hora de regresar a casa... Así que doy media vuelta dirigiéndome hacia la entrada. Estoy por volver a meter el móvil en el bolso mientras camino, pero de mi ceguez al andar, choco con alguien.

-Oh, lo siento - pido apresuradamente por el susto sin ver el rostro del sujeto.

-No importa, ha sido un accidente.

He alzado la vista en seguida antes de que pudiera pronunciar palabra y me he enconrado con un apuesto hombre enseñándome su sonrisa.

-¿Usted es... la Señorita Gruff? - me pregunta curioso, señalándome con el dedo índice levemente.

-Sí, soy yo - murmuro algo perdida, ya que me ha impresionado lo apuesto que es este hombre. Francamente, esto me ha pasado pocas veces en la vida -. ¿Usted es...?

-Steven Helter - me sonríe ofreciéndome su mano, aunque lo único en lo que me puedo fijar es su rostro. Parece sacado de una de esas películas de los años cincuenta, de esos actores con elegancia y un rostro encantador -. Es un placer conocerla finalmente. Usted puede llamarme Steven.

-¿Finalmente? - pregunto tomando su mano, haciéndo así un apretón.

-Sí, había oído que la hija de uno de los empresarios más importantes de esta ciudad había llegado a Gotham. Admiro a su padre - añade con esa sonrisa blanca.

-¿Y usted es parte de alguna empresa? - le sonrío - Intuyo que su presencia aquí es porque tiene algún negocio.

-Empresas S&S - dice con cierta modestia, como si supiera que su empresa es muy famosa.

-¡Ah, sí! - reacciono, porque sí, es muy famosa - No sabía esa empresa fuera de Gotham.

-Y no lo es, estamos de visita - ríe.

-¿Estamos? - pregunto, ahora yo curiosa.

-¡Steven!¡Rápido, dame una...! - aparece una mujer, quién frenó sus labios y se sorprendió en el acto al verme a mi - Oh, Señorita Gruff.

-Parece que aquí me conoce todo el mundo - bromeo -. Pero sí, soy yo.

-Sharon Helter - parece alegrarse de conocerme, ofreciéndome su mano.

-¿Están casados y tienen una empresa? - sonrío al pensar que esa idea sería con excesividad adorable.

-¡Oh, no! No podría aguantar este hombre durante el resto de mi vida - bromea Sharon -. Es mi hermano.

- ¡Vaya!Eso es increíble - no temo ocultar mi sorpresa.

-Ha sido un placer, Señorita Gruff - sonríe Sharon, y veo que con algo de nerviosismo -. Si nos disculpa, hay dinero que debemos jugar.

-Claro, igualmente. Pásenlo bien - me despido también de ellos, con la intención de seguir mi camino, pero la mano del apuesto Helter se posa sobre mi antebrazo delicadamente evitándolo.

-Sharon, ve tirando - dice Steven, y ella asiente.

Steven dirige la vista hacia mí, de nuevo con esa sonrisa. Su hermana asiente con una sonrisa coqueta mirándonos y se marcha.

-¿Le importa si le entrego mi tarjeta?

-Claro que no.

En un cerrar y abrir de ojos me da una pequeña tarjeta blanca y negra con el nombre de la empresa y los números de teléfonos de él y su hermana.

-Un placer, Señorita Gruff - dice antes de tomar mi mano y plantar un beso en mis nudillos.

Sonrío, pero solo porque no sé cómo reaccionar ante esa mezcla de elegancia, educación y atractividad.

-Igualmente, Steven - murmuro.

Steven a desaparecido, pero creo que aún estoy petrificada por el momento. Veo que estoy casi en la salida, y vuelvo a poner los pies en la tierra; pero, de nuevo, interrumpen mis acciones.

-Diane - es Bruce -. Oye, lo siento.

-¿Quién era? - murmuro algo enfadada por el plantón.

-Eh... Bueno... Ya sabes... Una noche loca... - intenta hacer broma, pero como ve que mis labios no se han curvado, cesa su risa de golpe -. Oye, lo siento. Ya has visto que me ha arrastrado. ¿Es que estás celosa?

-¡¿Yo?! - espeto - ¿Celosa?¿Yo? Deja de decir chorradas.

-Oye, ¿qué he hecho? - me pregunta prohibiéndome el paso.

-Nada, no has hecho nada - suspiro con exasperación -. Solo que Ángela no me ha dado una buena impresión...

-Eso se llaman celos... - insinúa con sus cejas alzadas

- No estoy celosa - espeto de nuevo para que se lo grabe en la memoria - Me voy.

-Eh, vale, vale. Espera... - dice riéndose de mi reacción, de nuevo impidiéndome el paso con su mano abierta - Aún no ha terminado la noche, ¿sabes?

-¿Qué?¿Me llevarás a la mesa de esas? - ironizo recordándole la mesa de las chicas ligeras.

-No, no es eso. Para ver la sorpresa, debemos ir a la Mansión Wayne.

Automáticamente, mis ojos se entrecierran con una ligera sospecha de doble sentido en su propuesta. Él no nota.

-Puede que me haya ganado una reputación, pero tú sí que tienes una mente pervertida - me acusa Bruce, pero solo me da tiempo para abrir los ojos como platos antes de que vuelva a hablar -. Vamos, quiero enseñarte algo. En toda la semana he estado ocupado con una reforma de la casa y ya la han terminado. ¿Me acompaña, Señorita Gruff?

Me ofrece su brazo mostrando una sonrisa. Dejando pasar la absurda conversación que acabamos de tener, tomo su brazo a regañadientes.

-Vamos para allá - sonríe.

Salimos, de nuevo invadiéndonos los flashes, pero esta vez sí que dedico alguna sonrisa a alguna cámara. El aparcacoches se ha ido rápidamente a buscar el vehículo de Bruce y lo trae en nada.

-¿Y por qué has hecho una reforma? - le pregunto una vez en el coche.

-¿No viste que habían habitaciones casi destruidas? Una ruina - bromea ya poniéndo las ruedas sobre la carretera.

-¿Y las han arreglado todas?

-No todas, pero me gustaría enseñarte una en especial - sonríe, y como siempre a la hora de conducir, no aparta la vista de la carretera.

No añado más, porque me produce agradables escalofríos el ambiente: la oscuridad, solo con las luces de los edificios y las farolas, y el frío de la noche que entra por la pequeña entrada que deja la ventana. Siempre he sido de noche, que de día. Apoyo sin poder resistirme la cabeza sobre el respaldo, observando el cielo estrellado. Hay nuves camufladas de negro, pero no cubren todo el cielo. La más destacada es la luna que hay hoy. Es casi luna llena.

Observo que ya hemos salido de la ciudad y el aroma a hierba fresca se hace presente. No hay más coches que este, así que me imagino que no debe haber mucho ruido y debe estar apacible.

-Ya estamos llegando - murmura Bruce.

-Yo aún alucino... - suelto, observando todas las luces que desprende la Mansión Wayne.

-¿Por qué? - Bruce me mira sorprendido por la frase, y me río, pero él me mira sonriente.

-Porque aún no hemos llegado y se ve como un árbol de navidad con las luces encendidas. A demás, ¿por qué todas están encendidas?

-Por que me gusta - vacila -. Oye, eres un criatura extraña, ¿sabes?

-¿Por qué? - río.

-He visto que no dejas de conemplar el cielo todo el rato, como si fuera un cuadro pintado por tu artista favorito.

-Qué descriptivo - bromeo sonriente -. Sí, admiro el cielo.

-¿Y eso?

-Ya te lo contaré algún día... - sonrío pacíficamente. Para mí éste momento es una perla, porque pocas veces tengo la ocasión de, como dice Bruce, contemplar el cielo como me gustaría hacerlo siempre.

Poco después, nos encontramos en el garaje de la gran mansión, y no solo se encuentra el coche en el que vamos. Como era de esperar, hay más de 5. No, más de 12 o 13 coches. Y todos caros, obviamente.

-Te iba a preguntar si te gusta conducir, pero los coches ya me han respondido - bromeo saliendo del coche, y ambos reímos -. También eres una criatura extraña.

-¿Yo?¿Por qué? - sonríe, rodeando el coche hasta mí.

-Por tu forma de conducir. Nunca apartas la vista y sonríes conduciéndo - murmuro -. Seguro que hay más razones por la que eres otra criatura extraña, pero es en lo que me he fijado ahora.

Bruce solo se limita a sonreírme con la cabeza ladeada

-Entonces, somos criaturas extrañas - me dice riéndo, y ofreciéndome su mano.

Me quedo mirándolo con sorpresa al ofrecérmela, y él se percata. Entonces cambia su acción a ofrecerme su brazo. Un rubor se cuela en mis mejillas, aunque me olvido de él cuando empezamos a caminar.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top