1.Mi llegada a Gotham
Miro por la ventana del avión privado con tranquilidad hacia la que sería mi nueva ciudad. El cielo está blanco como si fuera una hoja, y así hace que resalte más la ciudad con sus colores oscuros.
-Señorita - me llama la azafata del avión privado que mi padre insistió en que me subiera -, hemos llegado a Gotham y aterrizaremos en la pista del exterior. Su padre me dijo que le llamara en cuanto llegáramos a la ciudad.
-Gracias, Jean - sonrío.
Yo, Diane Gruff, soy la hija del conocido empresario Señor Gruff, de Gruff Enterprises. No es que me moleste que me reconozcan solo por el mérito de mi padre, es solo que yo también tengo los míos y no suelen hacerlo por ello. Los méritos de mi padre han hecho que me reconozcan, pero yo tengo mis logros también. Estudié en las mejores academias en administrativa, y he trabajado para los mejores en este mundillo, casi todos en Ásia, así que he viajado bastante.
Vengo de una familia notablemente adinerada, o al menos, éramos una familia. Mis padres se acaban de divorciar, pero no he venido a la ciudad para apoyar a mi padre, no, si no porque voy a trabajar en su empresa, o como dice él, su legado, porque tiene intención de cedérmela en un futuro. Y por ello, mi padre me enseñará todo durante algunos meses. O ese es el plan. Llevo tiempo sin ver a mi padre en persona, y estoy nerviosa. Recuerdo lo que me había informado Jean, y decido llamar a mi padre. Un tono, dos tonos...
-¡Diane, querida! - me dice mi padre mostrándose feliz.
-Hola, papá - sonreí al oír su voz.
-Dime, ¿cómo estás? ¡No, espera! - exclama haciendo que dé un respingo - Mejor me lo cuentas luego cuando nos veamos. Te he mandado una limusina en el lugar de aterrizaje.
-Papá, ¿puedes hablar más despacio? Tranquilo...
-Lo siento, cariño. Es solo que estoy feliz de que vengas aquí - confiesa más relajado -. Te espero en la empresa.
-Pasaré un momento por casa a dejar unas cosas y estaré ahí.
-De acuerdo. Adiós, cariño.
-Adiós, papá - sonrío antes de colgarle.
Miro por la ventana, y observo que ya nos encontramos aterrizando en la pista.
-Señorita Gruff - aparece Jean sonriente -, bienvenida a Gotham.
* * *
Estoy con el teléfono móvil mientras me dirijo con la limusina a mi nueva casa. No he pedido una mansión lujosa lujosa con piscina privada o algo por el estilo, solo algo confortable y bonito. Mi padre ya se encargó de que estuviera a mi gusto.
En eso, el chófer de la limusina me dice:
-Señorita Gruff, aquí es.
-Gracias... - le digo, pidiéndole el nombre indirectamente.
-John, Señorita - sonríe, y ya de entrada, me parece una buena persona por la mirada y su cara.
-Gracias, John.
-Ha sido un placer, Señorita.
Sin avisar, John sale del coche para abrirme la puerta. Mientras me ofrece la mano para salir, yo la acepto, y le digo:
-¿Es que no pararé de darte las gracias?
-Es mi trabajo - ríe mostrándose orgulloso de ello -. Si necesita que le lleve a cualquier lugar, tenga - me entrega una tarjeta blanca con un número en ella -, aunque no será del todo necesario. Su padre ha insistido en que sea su chófer temporalmente.
-La guardaré - sonrío, y me voy hacia el que sería mi nuevo hogar.
Subo los pocos escalones de la entrada y, antes de llamar al timbre, me abre una señora mayor bien trajeada mostrando su amplia sonrisa y sus dientes, y me dice:
-Bienvenida a su casa, Señorita Gruff.
-Eh... Gracias - digo confusa ante la inesperada bienvenida.
-Discúlpeme, me llamo Claire, y seré su doncella - sonríe abriéndome paso para entrar.
Entro y alzo las cejas sorprendida por el interior de aquella casa. No tiene nada que ver con el exterior.
-¿No es de su agrado?
-No es eso, Claire - le digo recordando su nombre -. Le pedí a mi padre que no fuera exagerado con el piso, pero veo que no me hizo caso.
Antes de que Claire cerrara la puerta, alguien se lo impide.
-Señorita Gruff - es John -, sus maletas.
-¡Oh! ¡Qué cabeza la mía! - exclamó algo sonrojada - Lo siento. Gracias, John.
En cuanto cojo las maletas, John se va hacia el coche y Claire cierra la puerta aún sorprendida del susto reciente. Entonces se gira hacia mí, de nuevo llevando una sonrisa, pero su mirada se centra en mis maletas.
-Déjeme, yo las llevo.
-No, Claire, esto pesa mucho.
-Con el debido respeto, llevo en esto casi toda mi vida - se defiende -. Si me permite...
Sin insistir más, coge las maletas y se las lleva al piso de arriba mientras yo la miro con sorpresa. Esa señora sí que es un roble... La sigo entrando en la misma habitación.
-Esta es su habitación, Señorita - me informa al dejar las maletas justo en el pie de la cama.
-Gracias, Claire. ¿Te importaría dejarme a solas?
-No debe preguntármelo, Señorita.
Asiento y esta se va cerrando la puerta. Necesito llamar a mi padre, y pedir explicaciones. Siempre hace lo mismo: te dice "sí", y luego se toma las cosas por el camino que quiere. Por eso mamá no aguantó más... Cojo el teléfono de mi bolso, y espero a que coja la llamada.
-Hola, cariño - saluda mi padre.
-¿Qué te dije...? - me adelanto, porque sé que cuando pone ese simpático tono de voz, sabe que ha hecho algo.
-No te lo tomes así, ya sabes que me gusta que no te falte de nada - ríe.
-No me hace gracia... ¿Alguna vez me harás caso?
-Solo quería que estuvieras a gusto - murmura mi padre soltando un suspiro.
-Está bien, déjalo - suspiro -. Voy para allá, ¿de acuerdo?
-Está bien - me dice mi padre más serio.
-Vale, hasta ahora - me despido secamente, y cuelgo.
Aprecio a mi padre. Lo hago, de veras. Pero a veces siento que solo le intereso por sus "amistades" de empresas. Me guardo el móvil en el bolsillo de la chaqueta y salgo de la habitación revisando la hora con mi reloj de pulsera. Las once y media de la mañana.
-¿Se va, Señorita Grruff? - me pregunta Claire apareciendo de la cocina.
-Sí, me voy - le informo, y entonces caigo en la cuenta de algo -. Por cierto, ¿no hay ninguna llave para mi?
-¡Oh, claro, sí...! Discúlpeme - dije yendo hacia un mueble negro, y abre un cajón sacando una llave de él -. Tenga.
-Bien, gracias. Supongo que no vendré a comer.
-Está bien, adiós Señorita Gruff - se despidió Claire con una sonrisa.
-Adiós, Claire.
Me ha dado buena impresión esa mujer, pero me sabe algo mal que una mujer casi anciana trabaje para mi de sirvienta. Salgo por la puerta y ya veo a John apoyado en la puerta de la limusina.
-Siento hacerte dar vueltas - río.
-Ya le he dicho que es mi trabajo, estoy acostumbrado - me sonríe abriéndome la puerta -. ¿A las Gruff Enterprises?
-A las Gruff Enterprises.
* * *
-Dígame, ¿cuánto tiempo tiene pensado quedarse? - me pregunta John para romper el silencio que hay en el coche.
-Pues... No sé cuánto tiempo tiene pensado el destino tenerme aquí, pero mi intención es no moverme más - sonreí -. Vivir y no viajar más...
-¿Es agotador? Viajar, digo.
-Si la razón del viaje es trabajo, entonces sí.
Mi mirada se centra en el exterior del coche. Veo las calles, a la gente... Todo parece estar tranquilo. Parece mentira que pasara lo que me contaron una vez. Que la ciudad estaba en caos, lo de la prisión de Arkham... Suena a cuento cuando comparas con lo que ves ahora.
-John - lo llamo -. ¿Cómo es Gotham?
-Pues... muy prestigiosa, Señorita.
-No me refiero para los ricos - incremento más seria -. Me refiero para el pueblo en general...
John conduce algo más tenso, lo veo por cómo ha dejado de relajar sus espaldas en el asiento.
-No le voy a mentir... La ciudad ha estado algo alborotada desde que se desapareció él: el caballero oscuro.
-¿Batman? - pregunté sorprendida - ¿El Caballero Oscuro...? Creí que era un mito.
-Siempre lo veía en las noticias - sonríe John -. Mucha gente creía en él. Hasta que un día, sin más, desapareció. Dijo adiós. Y algunas mafias se han vuelto a mostrar y vuelven con el mercado negro por las calles de Gotham por la noche, incluso alguna se ha atrevido de día.
-Joder... - murmuro.
-Las cosas... han empeorado, aunque no quieran reconocerlo. Él daba fe.
-Lo dices como si tú creyeras en él.
-Siempre lo he echo - dijo serio -. Una vez salvó a mi hija y a mi mujer de ser aplastadas por un camión. Y siempre le seré agradecido ahí donde esté.
-¿Estás casado? - sonreí, y él eleva su mano levemente mostrando su anillos de oro.
-Doce años - suena orgulloso -. ¿Y usted?
-Qué va - río -. No, no. La relación que tengo ahora mismo es con el trabajo.
-¿Cómo?¿No tiene pareja?¿Cómo puede ser? - exageró - ¿Una mujer tan guapa como usted? No, no me entra en la cabeza.
Me río automáticamente por lo gracioso que es este hombre.
-Digamos que no tengo tiempo para relaciones - resumo mirando por la ventana.
Observo con atención los altos edificios, y hay uno que llama mi máxima atención: Wayne.
-Wayne... - murmuro.
-¿Cómo dice? - me pregunta John.
-Wayne, el Señor Wayne - digo -. ¿Vive en Gotham?
-En la mansión Wayne, sí. Está algo lejos de la ciudad - responde -. ¿Lo conoce?
-En absoluto - río -. Lo más cerca que he estado con él ha sido mirando una foto suya en el periódico.
-Habla como si usted no fuera hija de un empresario - se atreve a decir John -. Pensé que usted conocía a los empresariales más importantes de este planeta.
-Y lo hago, pero... no me creo ni superior ni inferior a nadie - digo con franqueza -. Solo que al Señor Wayne nunca lo he visto.
-Si se queda en Gotham, tarde o temprano, lo hará.
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