#2: Hija del Demonio
Un enorme contingente de soldados otomanos caminaban sobre los cadáveres de varios soldados bizantinos y genoveses.
—Su asalto fue un fracaso —habló un hombre alto y joven—. Eso demuestra que están desesperados. Tu estrategia fue un existo.
—Los romanos confiaban plenamente en que seríamos incapaces de cruzar el Cuerno de Oro —habló un hombre mayor, de espesa barba negra—. Nunca pensaron que no lo superariamos por mar, sinó por tierra.
Varios barcos otomanos eran arrastrados encima de troncos hacia el agua. Aquel era el estrecho conocido como Cuerno de Oro, el cual en el futuro dividiría el país de Turquía. Pero ahora, era una de las fronteras de Constantinopla. Había una cadena que conectaba una de las torres portuarias de la ciudad con la Torre de Gálata del otro lado del estrecho marino. Esta cadena era utilizada por los romanos para impedir el acceso a naves enemigas. Pero ahora —con las naves otomanas llegando por tierra y pudiendo burlar la cadena—, aquella defensa era completamente inútil.
—Constantinopla caerá —afirmó el mayor—. Se lo aseguro, Sultán.
—Sé que será así —aseguró el Sultán Mehmed II—. Y tu Liga de Asesinos podría bañarse en la sangre de cuantos Legionarios se encuentren, Ra's.
—¡Esto es una desgracia! —exclamaba con furia el Emperador Constantino XI.
—Los otomanos no se atreveran a atacar por el puerto con sus naves —habló un militar—. Quemaremos sus naves con nuestro fuego griego.
—Aunque lo hiciéramos, dejaríamos más desprotegida otras áreas de las murallas —afirmó con estrés el Emperador—. Aunque los repelamos por un lado, podríamos ceder en el otro.
—Y no es el único problema, Emperador —habló un hombre de cabello ondulado y largo hasta los hombros, con una espesa barba negra—. No quiero meterle más presión, pero mis soldados y yo no estamos recibiendo nuestra paga.
—¿¡Cómo te atreves!? —vocifero el megaduque Lucas Notaras—. Se lo dije, Emperador: No se puede confiar en unos mercenarios genoveses —afirmó con desprecio.
—Hemos dejado sudor y sangre por esta ciudad, a pesar de que el propio Sultán me ha prometido tierras y riquezas —exclamó el capitán genovés, llamado Giovanni Giustiniani—. Por nuestro honor, seguiremos luchando. Pero mis hombres no viven del aire.
—Se te pagará, Giustiniani —afirmó Constantino.
—Le recuerdo, Emperador, que las arcas públicas se encuentran vacías —afirmó Notaras.
—Y que tú no estas en condiciones para prestar dinero al Imperio —afirmó Constantino, adelantándose a lo que iba a decir el megaduque—. Dios provera.
Cruces, cálices y todo tipo de reliquias religiosas eran fundidas para obtener el oro del cual estaban hechas. Con aquel preciado líquido, empezaron a fabricar monedas con la imagen del Emperador. Una moneda con la imagen del último Emperador Romano se movía gracilmente entre los dedos de una mujer de cabellos oscuros.
—¿Disculpe? —preguntó Alfred—. Esta es una casa seria, y no toleramos ese tipo de bromas, señorita.
—Sé que Bruce Wayne es Batman —afirmó la mujer, con total seguridad—. Es más, también sé que fue entrenado por la Legión de las Sombras, o lo que quedaba de ella. Yo misma lo entrené, en ciertos aspectos.
Alfred alzó una ceja ante aquellas palabras.
—Entre, por favor —dijo Alfred, dejándole lugar para pasar—. Sígame por aquí.
Alfred guió a la mujer hasta la sala de estar —o al menos una de ellas— de la mansión. Allí había un enorme televisor frente a un amplio sillón, donde había tres personas sentadas.
—Amo Wayne —habló Alfred, ganándose la atención del mencionado.
Bruce alzó la cabeza mientras se volteaba hacia atrás, notándose la sorpresa en su rostro al ver a la mujer de cabellos oscuros.
—Vuelvo enseguida, chicos —dijo Bruce, poniéndose de pie.
—Ella dice ser conocida suya.
—Lo es —afirmó Bruce—. Quédate con Dick y Dominic, yo tengo que hablar con ella.
Bruce se alejó un poco de la sala, siendo seguido de cerca por aquella extraña mujer.
—Había escuchado que tenías hijos, pero no podía creerlo hasta verlo —afirmó la mujer—. ¿El mayor es Robin?
—Sí —respondió el hombre—. ¿Qué haces aquí, Nyssa?
—¿Así recibes a una vieja compañera? —preguntó la mujer—. Ya es tiempo de que cumplas tu destino, Bruce.
—¿Hablas de la profecía? —preguntó el varón—. Sabes que no creo en esas supersticiones.
—Ra's Al Ghul, mi padre, a atacado a la Legión de las Sombras —dijo la mujer—. Mi padre esta exterminando a los Legionarios. Héctor me envió a buscarte.
—¿Él está bien? —preguntó Bruce, con clara preocupación.
—No lo sé. Cuando me envió, solo quedaba la fortaleza de Italia en pie.
—¿Por qué no me avisaron antes?
—La Legión creyó que podría frenarlo, pero ya no somos lo que fuimos en antaño. La Liga de Asesinos finalmente nos está ganando. Y con el odio que mi padre le tiene a la Legión, no tardará en venir hasta Gótica a acabar contigo también, y con cualquiera a quien hayas entrenado.
Bruce no pudo evitar observar a hacia donde Dick se encontraba.
—He seguido tu carrera, Bruce. Sé que entrenaste a Black Canary, Batwoman, Robin, y quien sabe a que otro superhéroe. Allí ya son tres enmascarados, a quienes mi padre podría intentar asesinar.
—Debo ir por tu padre antes de que él venga por mi —dijo Bruce, pensativo.
—Eres el último maestro de la Legión. Si acaba contigo, su misión estará completa.
—Por esto es que no quería compañeros —afirmó Bruce—. No sé si fue mi estupidez o mi arrogancia, pero aún así entrené a otras personas en las técnicas de la Legión. Lo que a ellos les pase, es mi responsabilidad.
—Debes advertirles —afirmó Nyssa—. Sé bien que aunque mi padre no se ensucie las manos con la sangre de niños, no dudará en ordenarle a otros que lo hagan.
—Haré unas llamadas para poner en advertencia a algunas personas.
—Bruce, ¿puedo conocer a tu hijo? —preguntó con algo de timidez la mujer.
—Claro.
Ambos adultos se aproximaron hasta donde Alfred y los dos infantes se encontraban viendo una película algo antigua. Más específicamente: Aníbal, de 1959.
—Ahora —hablaba la voz del relator de la película—, el destino de Aníbal esta trazado. Prisionero para siempre de un terrible juramento, el continuará su lucha sin cuartel con la vana ilusión de destruir la potencia de Roma. Su nombre será legendario, y figurará entre los grandes caudillos de la historia. Aunque la adversidad de su suerte marcara su ruina, y también la de Cartago.
—Dick, Dominic —habló Bruce, observando que la película ya había terminado—. Quiero presentarles a una vieja amiga: Nyssa Raatko.
—Un gusto, señorita Raatko —saludo Dick, con educación.
—"Nicha" es gracioso —dijo el menor, de solo tres años.
—El gusto es mío, Dick Grayson —saludo la mujer antes de apoyarse sobre su rodilla para quedar a la altura del menor—. Hace mucho quería conocerte, Dominic.
—Usted es bonita, como mi mami.
Nyssa sonrió con amargura, mientras algunas lágrimas se asomaban por sus ojos.
—Y tú me recuerdas a mis hijos —dijo Nyssa antes de darle un pequeño beso en la frente—. Tienes un hijo muy lindo, Bruce. Debes asegurarte de cuidarlo.
—Con mi vida —afirmó Bruce.
Ra's Al Ghul bajaba de un avión privado, junto con algunos de sus hombres como escolta. Para recibirlo habían más ninjas de la Liga de Asesinos, junto con una mujer de cabellos castaños y ojos verdes.
—Padre —le saludo aquella bella mujer.
—Talía —respondió con tono aristocrático—. Me alegra ver que tu misión fue un éxito.
—La fortaleza de la Legión en Inglaterra fue destruida, tal como ordenaste.
—Perfecto —afirmó Ra's—. Caminemos, tengo mucho de que hablarte.
La Cabeza del Demonio y su hija caminaron lado a lado, aunque con la mujer un paso más atrás del varón. Con ese pequeño detalle, Ra's le dejaba en claro que no la consideraba un igual.
—Se ha revelado aquel cuyo destino es matarme —afirmó Ra's—. El legionario con el estandarte del murciélago es el mismo murciélago de América.
—¿Aquél qué enfrentó una invasión alienígena? —preguntó Talía.
—El mismo. Un legionario me confeso que ellos lo habían entrenado. Ese hombre... Ese Batman, cumple con los requisitos mencionados en la profecía. Un legionario que fundo su propia Liga.
—¿Piensas ir a América a enfrentarlo?
—No. Dejaré que él venga a mi. La Legión envió a tu hermana, Nyssa, a buscarlo. Sé que lo traerá ante mi, aunque sea con el objetivo de que me asesine —aquello último lo dijo con un tono de decepción.
—¿Deseas que me encargue de mi hermana?
—Cuando llegué el momento, es posible. Primero quiero comprobar que tan habilidoso es este último legionario.
—¿Cómo se le gana a alguien destinado a vencerte?
—He vivido mucho, hija mía. He fundado y derrumbado civilizaciones enteras. Me niego a creer que un hombre mortal, por más habilidoso que sea, pueda vencerme. Quiero comprobar que tan hábil es, y tal vez le ofrezca el perdón a su vida y a quienes lo rodean a cambio de algo.
—¿De qué, padre?
—De ser mi sucesor, y tu esposo.
Talía quedó sorprendida ante aquellas palabras, no pudiendo evitar parar en seco. Ra's notó esto, pero siguió caminando.
—¿Me entregarías a un hombre que no conoces?
—Si demuestra ser digno, y serme útil, sí.
—Les agradezco que hayan venido tan rápido —hablaba Batman, en la cima de un edificio—. No los hubiera llamado de no ser por algo sumamente urgente.
—Debe serlo si nos llamas cuando aún no se puso del todo el Sol —dijo en tono divertido el héroe conocido como Green Arrow.
—A tí no te llame —respondió cortante el murciélago.
—Viene conmigo, Batman —habló Black Canary—. Puedes confiar en él.
—La mayoría de ustedes no lo saben, pero existe una organización llamada: La Liga de Asesinos. Ellos están liderados por un criminal con cientos de años de existencia: Ra's Al Ghul. Ese hombre representa una amenaza muy alta para todos nosotros.
—Y lo dice el tipo que se enfrentó a un ejército de robots a principio de año —dijo Batwoman.
—Esto es serio —habló Nyssa, que se encontraba al lado de Batman y Robin—. Durante siglos, La Legión de la Sombras fue lo único que se interpuso entre Ra's Al Ghul y su objetivo de subyugar a la humanidad. Ahora, la Legión se encuentra casi exterminada. Ra's aprovechará esta oportunidad para avanzar en sus planes.
—¿Y eso qué tiene que ver con nosotros? —preguntó Green Arrow—. ¿Y qué es esa Legión?
—La Legión de las Sombras es una organización más antigua que la Liga de Asesinos —afirmó Daredevil—. Batman y yo fuimos entrenados por miembros de la Legión.
—Y, por lo tanto, somos miembros de esta —dijo Batman—. Black Canary, Batwoman y Robin fueron entrenados por mí, por lo que también pueden ser considerados como miembros.
—¿Por qué no me dijiste que pertenecías a una secta? —preguntó Green Arrow.
—Porque no lo sabía —respondió Canary.
—Soy considerado un maestro dentro de la Legión; el rango más alto. Ra's buscara asesinarme, y a cualquiera que haya sido entrenado por mi. Esto es mi culpa por haberlos involucrado, por lo que les pido disculpas. Y les doy mi palabra de que me encargaré de esta amenaza. Decidí que debía avisarles, pues es probable que algún miembro de la Liga de Asesinos venga por algunos de ustedes.
—Como si no tuviera suficiente con La Mano —dijo Daredevil.
—¿Es otra secta de asesinos? —preguntó Green Arrow.
—Sí, y también se llevan mal con la Legión de las Sombras.
—Entonces —habló Black Canary—. ¿Iras en busca de ese tal Ra's?
—Así es —dijo Batman.
—Yo creo que todos deberíamos ir —dijo Daredevil—. Todos aquí somos miembros directos o indirectos de la Legión, y a todos nos corresponde esta batalla.
—Necesito que se queden aquí —respondió Batman—. En caso de que yo fracase, ustedes deberán detener a Ra's Al Ghul. Además, Daredevil, quisiera pedirte que te quedes en Gótica para ayudar a Batwoman y Robin a combatir el crimen.
—¿Acaso creés qué no puedo cuidar a Robin? —preguntó Batwoman, con una tonalidad molesta.
—Daredevil también tiene el rango de maestro dentro de la Legión. Black Canary tiene el rango de estudiante avanzado y cuenta con la ayuda de Green Arrow. En cuanto al rango de Robin y el tuyo, la única diferencia es que tú tienes más experiencia.
—Batman —habló Daredevil, con firmeza—, quiero hablar contigo en privado.
—Canary, Arrow, pueden retirarse. El resto vuelvan a la cueva, Daredevil y yo los alcanzaremos más tarde.
—¿No vas a querer que nos quedemos en la ciudad? —preguntó el arquero.
—No quiero llamar tanto la atención —respondió el murciélago.
—Batman —le murmuró Nyssa al oído mientras los vigilantes de Star City se empezaban a alejar—, él esta molesto.
—Lo sé —afirmó Batman, mirando a Daredevil—. No te preocupes.
—¿En serio Batman es tu ex? —preguntaba Green Arrow mientras preparaba su flecha gancho—. Me siento acomplejado.
—¿Tienes ansiedad? —preguntó Canary, con una sonrisa.
—Ahora quiero un mini-compañero.
Batman y Daredevil se quedaron de pie en soledad, mientras los demás vigilantes se alejaban de ellos. La Luna proyectaba sus sombras en el tejado, tan parecidas y diferentes al mismo tiempo.
—¿De qué quieres--
—Voy a ser lo más directo posible —le interrumpió Daredevil, con voz furiosa—. Me das asco, Bruce Wayne.
—¿Y por qué de ello, Matt? —preguntó Batman.
—¿Tienes el descaro de preguntarme? —cuestionó Daredevil, encarando a Batman—. Estas usando a un menor de edad como herramienta para combatir criminales dementes, y aún sabiendo que la Liga de Asesinos nos ha estado cazando durante siglos, ¡lo pusiste en el ojo de la tormenta!
—Mis intenciones con Robin no son--
—Aún no termine —le volvió a interrumpir—. Lo pusiste en un traje sexualizado y con colores extremadamente llamativos mientras tú usas un maldito traje oscuro para esconderte en las sombras. ¿Es qué acaso buscas qué le disparen a él en vez de a ti?
—Yo jamás--
Antes de que Batman pudiera responder, Daredevil le conectó un feroz puñetazo en la mandíbula. El murciélago retrocedió y escupió algo de sangre.
—Lo que haces es maltrato y explotación infantil —dijo Daredevil—. Yo te respetaba, Bruce, y es por ese respeto que te tuve que no he revelado tu identidad y te he denunciado. Me quedaré en Gótica como pediste, pero no lo haré por ti.
—Gracias —respondió Batman, con tono distante e irritado.
—Pero te lo advierto. Si algo llega a ocurrirle a Robin uno de estos días, ya sea como Matt Murdock o como Daredevil, te lo voy a hacer pagar.
Los dos hombres se observaron con furia, mientras la brillante Luna blanca iluminaba las noches. La Luna, tan hermosa y resplandeciente, se tiño de sangre mientras su luz rojiza bañaba Constantinopla. El Emperador Constantino XI la observaba desde su torre, con gran pesar en su mirada y en su corazón.
—Constantinopla solo resistirá mientras la Luna ilumine la noche —se dijo a sí mismo—. Mi amada ciudad, esta por morir.
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