V
Una inconmensurable tristeza socavaba el pecho de Olivia mientras su mente reproducía las palabras de Landon una y otra vez, una y otra vez. Estuvo deambulando por la orilla del arroyo mucho tiempo, dando vueltas y vueltas a lo que acababa de vivir, sin poder reencontrarse con esa paz que tanto celaba. Bastó un día, sólo un día para enamorarse de él, de sus palabras, de sus ideas, de su personalidad, de su ser entero, tan complejo y sencillo a la vez. Las circunstancias en las que se conocieron jugaron en su contra, pero eso no evitó la espontaneidad de lo que surgió entre dos almas heridas por el desengaño.
Regresó a casa cuando el temporal avisó de su presencia ya encima del pueblo dejando caer el viento cargado de humedad. Olivia se abrazaba con los brazos para protegerse del frío, pero no por el provocado por el vendaval, sino por el que surgía de su absoluta desolación.
—Oli… —llamó Erin desde los sillones del porche cuando la vio subir por las escaleras—. ¿Te encuentras bien?
—Sí —soltó con sequedad. No porque su hermana lo mereciera, sino porque no podía evitar transmitir su estado.
—Landon se acaba de ir —infiormó—. Parecía hecho polvo —contó con un timbre apenado en la voz. Olivia tragó saliva con dolor mirando hacia las escaleras en el interior de la casa, sopesando sus posibilidades. Podría subir a su cuarto, encerrarse allí y lamentar la pérdida de algo que en realidad nunca tuvo, o podría dedicarse a olvidarlo los siguientes días sumiéndose en el trabajo. Pero no quería hacerlo. Ni ella se merecía sufrir, ni él se merecía que lo olvidaran. Landon no había hecho nada que ella quisiera olvidar. Suspiró y se volvió hacia su hermana.
—Le gustaba mucho este lugar. Es normal que se entristezca al abandonarlo —comentó sin mucho ánimo.
—Me temo que lo que le gustaba, era estar contigo —expresó Erin llamando la vista de su hermana sobre ella. Olivia observó a su hermana con severidad esperando encontrarse reproche y acusaciones en sus ojos, pero de inmediato cambió de expresión al ver el semblante benevolente con el que la observaba. Aquello era nuevo para ella. Lamentablemente llevaba tanto tiempo sin hablar con su hermana de manera normal que ya desconfiaba de todo en ella.
—¿Qué estás diciendo? —increpó volviéndose hacia ella un tanto beligerante, dispuesta a hablarle con la verdad en la mano.
—Lo que he visto —simplificó Erin—. Él vino aquí conmigo, pero te aseguro que hubiera deseado irse de aquí contigo. O no irse —añadió sonriendo con melancolía.
—No sé qué pretendes ahora, Erin, pero él ya se ha ido. No tienes por qué fingir una pérdida delante de mí. Ve tras él o déjalo en paz, haz lo que quieras, pero no me mientas a mí —aseveró. Erin la observó con la boca entreabierta por la impresión causada por las duras palabras de su hermana pequeña.
—No te miento, Oli. Y no finjo una pérdida. La sufro de verdad —señaló elevando un hombro y agachando la cabeza hacia allí. Un gesto de desamparo demasiado evidente acompañado de unos ojos anegados que Olivia no pudo evitar compadecer. Pero el sentimiento aún no llegaba a sus ojos.
—Si le quieres, ve tras él. Créeme, es alguien especial. No deberías rendirte —agregó agachando la cabeza para ocultar su propio sentimiento de pérdida.
—Lo intenté —expresó—. Pero me di cuenta de algo mientras se lo decía —Olivia levantó la vista hacia su hermana. Erin empezó a dar pasos hacia ella—. Que perdí la oportunidad de estar con él el mismo día que lo conocí. No fui capaz de ver lo que él quería de mí. Tan solo lo que yo quería de él. Vino aquí conmigo para conocerme mejor, y acabamos haciéndolo los dos —explicó de modo críptico, pero su hermana la oía con atención, tratando de seguir el hilo de sus palabras—. En realidad no me duele perderlo, sino haberle hecho daño —agregó deteniéndose a unos pasos de ella.
—¿No te duele perderlo? Mírate —rebatió su hermana.
—No, no me duele, porque no estoy enamorada de él. Yo creía que sólo teníamos un rollo. Algo cómodo, sin compromisos —elevó un hombro—. Cuando él esperaba algo más que yo nunca vi.
—Y si lo ves ahora, ¿por qué no vas a buscarle y se lo dices?
—Porque él encontró lo que buscaba. Y lo hizo aquí. Solo que no lo encontró en mí —expresó agachando la mirada, sonriendo con resignación—. Lo encontró en ti, Oli. —Olivia tenía el corazón estrujado en un puño entretanto luchaba para no mostrarse afectada. Pero no podía controlar lo que ocurría en su interior, era más fuerte que ella. Y las lágrimas la delataron—. Y sé que tú también sientes lo mismo por él. No dejes que se vaya —pidió con la voz quebrada. Olivia agachó la cabeza dejando surcar las lágrimas por su rostro descompuesto.
—No es tan fácil, Erin —terció tragando saliva con dificultad por el nudo agolpado en su garganta.
—Sí, lo es —animó a su hermana—. Dile lo que sientes y espera a ver qué pasa. Él lo hizo, ¿no? Él te lo dijo. —Olivia no contestó, pero su expresión concedia la razón a su hermana—. Vamos, Olivia, no te insistiría si no estuviera segura de que Landon es un buen tío, no como ese cabrón que te metía los cuernos a diestro y sinies...
—¿Qué?... —interrumpió Olivia. Erin calló de súbito y la miró a los ojos. Dejó caer los hombros dándose cuenta de que había hablado demasiado. Y que ya era hora de decirlo todo.
—Te engañaba. Todo el tiempo.
—¿Tú lo sabías?
—Nunca te lo dije porque estaba cabreada por lo de la herencia, por tener que cuidar de este sitio —agachó la mirada avergonzada—. Pensaba que si yo tenía que sufrir, tú también debías —expresó.
—¿Sufrir? —repitió Olivia con la respiración agitada—. ¿Por eso te acostaste con él? ¿Para castigarme porque a mí sí me gusta vivir aquí? —recriminó.
—¡No! —exclamó rápidamente—. Eso fue un error. Un terrible error. Me emborraché y perdí la cabeza. Aún me dan arcadas cuando recuerdo lo que hi… —ahogó una arcada en ese instante. Olivia la observó con el ceño fruncido estirando una mano instintivamente hacia ella. Erin la tranquilizó con un ademán—. Cuando pasó, estaba tan avergonzada y cabreada conmigo misma que me largué sin darte explicaciones. Nunca pude hablarte de esto, y lo siento mucho —expresó vehemente—. No quería hacerte daño. No quería… —repitió en un hilo de voz, cargado de arrepentimiento.
—Ha pasado un año, Erin. ¿Y nunca fuiste capaz de decírmelo? —reclamó su hermana.
—No ayuda que estés enfadada conmigo aún. No se puede hablar de nada habiendo tanto rencor —arguyó Erin.
—¿Eso es lo que crees? ¿Entonces por qué te llamo cada semana? ¿Porque sigo enfadada contigo? —sugirió.
—Siempre pensé que mamá te obligaba o algo así —explicó Erin.
—A mi ellos no me obligan a nada. Soy bastante grandecita para coger el teléfono por mi misma y saber de mi hermana —expresó con ironía.
—Eso es. Ahí lo tienes —señaló Erin para sorpresa de su hermana—. A tí nunca te han tratado como a una niña como lo han hecho conmigo. ¿Cómo iba a pensar que estabas intentando acercarte a mí después de lo que te hice?
—Eres mi hermana. Claro que quiero acercarme a ti. ¡Pero tú no ayudas! —acusó Olivia. La sensatez de su hermana pequeña siempre la había sobrepasado, pero esta vez Erin no comprendía sus palabras. No entendía cómo no le guardaba rencor.
—¿Y lo que ha pasado? ¡¿Es que se te ha olvidado?! —recordó Erin como si su hermana estuviera loca por querer ignorarlo.
—¡Claro que no!
—¡¿Entonces cómo vas a querer acercarte a mí otra vez?!
—¡Porque eres mi hermana y te quiero, estúpida!—exclamó callando a su hermana.
Las voces de las chicas llamaron la atención de sus padres y de la abuela en el interior de la casa. Estos se acercaron a mirar en la puerta sin pretender intervenir.
—Pero si estás cabreada conmigo todo el tiempo —rebatió Erin con insistencia.
—Eso no es por ese innombrable. Me alegré de saber cómo era antes de ir al altar con él, y en cierto modo, me ayudaste a verlo —explicó Olivia con un alto grado de exasperación—. Créeme, no estoy enfadada contigo por eso.
—¡¿Entonces, por qué?!
—¡Porque quieres deshacerte de nosotros! —espetó con voz estridente.
Erin contuvo el aliento al recibir esa acusación como un golpe en el estómago. Sus ojos se dirigieron al interior de la casa, donde sus padres y su abuela la contemplaban con el mismo dolor reflejado en los ojos de su hermana.
—Lo siento. Lo… Lo siento... —articulaba mirándolos a todos de hito en hito. Se volvió buscando el sillón para apoyarse. Aquellas miradas le estaban taladrando el alma. Estaba tan preocupada de sus propios intereses, que olvidó a su familia. Ella quería deshacerse de la propiedad y de sus responsabilidades con ella, alejándose de ellos todo el tiempo que podía y lo más lejos que el mapa se lo permitía. Pero dejó a su familia olvidada en el proceso, sin siquiera pensar en que ellos la echarían de menos. Landon tenía razón, él supo verlo al momento de poner un pie en esa casa y conoció a su familia, lo que ella olvidó. Olivia se acercó a su hermana. Se agachó colocándose a su altura y tomó sus manos con cariño.
—Queremos que vuelvas a casa. Con nosotros —empezó, mirándola a los ojos—. Y que seas la misma Erin alocada que siempre nos arrancaba una sonrisa con sus ocurrencias —expresó. Erin soltó un sollozo incontenible—. Si lo que no quieres es tener responsabilidades con la propiedad…
—Oli, no, por favor… —intentó detenerla.
—Escucha. Si solo quieres estar libre de responsabilidades, yo te libraré de ellas. Compraré tu parte de la finca —Erin la observó con los ojos desorbitados—. Pero no te alejes de nosotros. ¿Vale? —pidió Olivia con la voz quebrada por la emoción. Erin extendió los brazos y estrechó a su hermana como lo haría con un oso de peluche.
—Lo prometo. Lo prometo. No me alejaré —musitaba mientras estrujaba a su hermana pequeña.
—Own, este es el regalo más bonito que me podríais haber dado —expresó la abuela saliendo al porche, secandose las lágrimas.
—Estamos orgullosos de vosotras, chicas —manifestó su padre saliendo tras la abuela.
—Ahora todo irá bien. Estoy segura —aseveró su madre acariciando los hombros de la abuela.
—Oli… —susurró Erin al oído de su hermana—. Tienes que ir a buscarlo.
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