ix. museum

La pelirroja soltó un suspiro.

Aquí vamos de nuevo.

—¡Nos vemos más tarde! ¡Guárdenme lo que sea que hagan de comer! ¡Adiós! ¡No me olviden! ¡Goodbye, sayonara, aloha!—se despidió la pelirosa de sus hermanas frente a la escuela.

Marble se despidió con un tímido asentimiento, mientras Maud lo hizo con su característica seriedad.

—Nos vemos. Cuídate, Pinkie Pie.

—Si ella te mata, me quedo con tus cosas. —señaló Limestone, mirando a Sunset sin ningún temor.

Pinkie soltó una carcajada estruendosa mientras empujaba a su compañera para comenzar a caminar, al notar cómo Sunset le dirigió una mirada asesina.

—¡B-Bueno, ya nos vamos! ¡Adiosito!

Se alejaron mientras sus hermanas también se dispersaban. Pinkie suspiró aliviada y soltó a Sunset para caminar con normalidad hacia la parada del autobús.

—No le hagas caso a Limestone. En el fondo le caes bien. —comentó con una sonrisa.

—Sí, tan bien como ella me cae a mí. —replicó Sunset cruzando los brazos. — Igual no me importa lo que piense.

—¡Así se habla, Sunset Shimmer! Sabía que se llevarían de maravilla. —dijo Pinkie, todavía sonriendo.

Sunset solo rodó los ojos, dándose cuenta de que no valía la pena insistir.

Al llegar a la parada, ambas esperaron unos minutos. Había otros estudiantes de la escuela que, al reconocer a Sunset, optaron por mantenerse alejados.

Pinkie comenzó a buscar rápidamente en sus bolsillos y mochila.

—¿Qué haces?

—Busco mi credencial de estudiante para el descuento del autobús. —respondió mientras seguía buscando.

—Dudo que eso exista, seguro es un mito.

—Mmm… ¡Disculpen! ¿Saben si este autobús acepta descuento de estudiante?—les preguntó a sus compañeros que estaban allí.

Aunque al principio se mostraron cautelosos por la presencia de Sunset, al tratarse de Pinkie Pie, respondieron con amabilidad que sí lo aceptaban.

—Tiene sentido que muchos usen este autobús entonces. ¡Nosotros somos el futuro del país!—rió. — ¡Aquí está!—exclamó al encontrar la credencial en su cabello. Luego miró a Sunset. — ¿Tú trajiste la tuya? Si no, podemos compartir mi descuento.

—La tengo en mi billetera, como alguien normal, así que no hace falta. —contestó, sacando unos guantes de su mochila y poniéndoselos.

Antes de que Pinkie pudiera preguntar, el autobús llegó. Todos esperaron a que Sunset y ella subieran primero.

Mostraron sus credenciales, obtuvieron el descuento y tomaron asiento, mientras Pinkie hablaba sobre lo confusas que eran las altas finanzas.

La pelirosa notó que Sunset permanecía de pie, apoyada en uno de los barandales.

—Oh, para eso eran los guantes, ¡eres tan precavida, Sunset Shimmer!—comentó divertida. — Pero, ¿no te cansarás? Tardaremos un poco en llegar al museo.

—No lo haré. Es suficiente con estar aquí. —respondió con un tono cortante.

—Oki doki loki. Pero si te cansas y no hay lugares libres, te doy el mío.

En la siguiente parada, una mujer embarazada subió al autobús. Pinkie se levantó de inmediato y le ofreció su asiento, lo cual la mujer agradeció, ya que nadie más lo hacía.

Pinkie, ahora de pie junto a Sunset, comenzó a tambalearse debido a los movimientos del autobús.

—¿Eres tonta? Agárrate del barandal.

—Es que no traje guantes, y tú hiciste que me diera miedo lo de los gérmenes. —contestó, mirando el barandal con horror.

Sunset suspiró, molesta. Luego, extendió el brazo que usaba para sostenerse hacia Pinkie.

—Sujétate de aquí.

Pinkie la miró sorprendida, notando cómo Sunset evitaba mirarla. Decidió no hacer preguntas para no incomodarla y se sostuvo de su brazo.

—Wow… ¡Eres muy fuerte!—exclamó con una sonrisa. — Muchas gracias, Sunset Shimmer.

La pelirroja seguía sin mirarla, mientras gruñía entre dientes para disimular lo avergonzada que estaba.

La mujer embarazada que Pinkie ayudó rió al verlas.

« Qué bonita pareja »

(...)

Cuando llegaron al museo, Sunset retiró su brazo con rapidez y se apresuró a bajar.

—Vamos. —murmuró mientras caminaba.

Pinkie se despidió de la mujer con un gesto amable antes de seguirla. Una vez afuera, Sunset sacó su teléfono.

—Antes de entrar, repasemos lo que tenemos que hacer.

—Oki doki loki. —de su cabello sacó una libreta. — En la fase dos tenemos que hacer un reporte del museo, enumerando cada sección y las piezas más importantes de cada una.

—Al menos no tenemos que cubrir todo. Eso tomaría una eternidad. Lo mejor será observar con detalle cada sección y tomar notas. Dividirnos sería lo ideal, pero de nada sirve quejarse, ¿verdad?

—¡Será divertido! Hace años que no vengo al museo de Canterlot. Creo que la última vez fue en una excursión escolar. ¿Y tú, Sunset?

—No recuerdo, ni me importa. —mintió.

—¡Ya quiero ver la Mona Lisa! Seguro será una de las piezas importantes. —dijo emocionada.

Sunset la miró, alzando una ceja, y luego mostró curiosidad.

—¿Qué otras pinturas quieres ver?

—¡Un montón! Como esa del marciano que grita, una de un hombre marciano con cabeza de pera, o la de los granjeros que seguro son marcianos también. ¡La película Señales demostró que les encantan los campos de maíz!

Sunset reprimió una risa, resoplando con diversión.

—¿Tú crees que veremos alguna de esas?—preguntó la pelirosa emocionada.

—... Seguro que sí.

Con esa breve conversación, las dos ingresaron al museo para comenzar con su tarea escolar. Al ser un día entre semana, el lugar no estaba abarrotado, algo que cierta persona agradeció enormemente.

—¡Qué bien, no habrá tanta gente para ver las obras!—celebró Pinkie mientras caminaba junto a su compañera.

Sunset esbozó una pequeña sonrisa ante su comentario, pero al darse cuenta, volvió a su expresión seria. Tenían que terminar esa parte del trabajo ese día para evitar regresar.

Llegaron a la primera sección, un largo pasillo repleto de pinturas. Sunset suspiró con pesadez al notar cuánto trabajo les esperaba, especialmente teniendo que observar cosas que no le interesaban.

—¡Mira esta pintura, Sunset! ¿Tú le entiendes? Porque yo no...—señaló una obra que parecía un collage. Mostraba a un niño con un globo, luego perdiéndolo, y finalmente llorando. Después de observarla por unos segundos, Pinkie abrió los ojos con sorpresa, soltando un chillido. — ¡No sabemos lo que tenemos hasta que lo perdemos!

Conmovida, sacó su libreta y anotó la pintura en su lista. Sunset, mientras tanto, la observaba con aburrimiento, consciente de lo tediosa que sería esta tarea.

Y así continuaron por la sección de pinturas. Sunset se centró en registrar las piezas más relevantes, mientras Pinkie anotaba cualquier obra que le provocara alguna emoción intensa: tristeza, alegría, nostalgia o, en la mayoría de los casos, confusión (osea todas).

—Oh, no estaban las pinturas que quería ver... ¿Crees que las estén limpiando y por eso no están aquí?

—... Seguro que sí. —respondió Sunset, sin percatarse de la sonrisa de alivio que esbozaba Pinkie, mientras esta última ignoraba cómo su compañera también sonreía ligeramente por su comentario.

La siguiente sección era de esculturas. Ambas coincidieron en anotar únicamente las piezas más destacadas, es decir, las que más llamaran la atención.

—¿Te imaginas crear algo que se vuelva tan famoso? Algo por lo que todos te recuerden. —preguntó Pinkie, mirando la estatua de una figura semi desnuda.

—Si lo hiciera, sería por algo completamente diferente. —respondió Sunset con desagrado hacia la escultura.

—¿Y qué harías?—quiso saber, girándose hacia ella con una sonrisa.

—Nada. La fama y el reconocimiento son para personas que necesitan atención porque no tienen autoestima.

—Pero hay gente que hace cosas increíbles, y es genial que se les reconozca por ello. También hay quienes aman lo que hacen, y cuando eso resulta grandioso, merecen ser reconocidos.

—¿Así que tú también quieres reconocimiento? ¿Por qué? ¿Por ser la persona más insoportablemente optimista del mundo?

—¡Para nada! Lo único que quiero es que nadie esté triste.

—Eso es iluso y poco realista. No todos pueden ser felices como tú.

—Lo sé. La felicidad es complicada y, muchas veces, efímera. Es imposible lograrla para todos, aunque eso sea triste. Pero si logro hacer felices a las personas que me importan, o si ellas son felices por sí mismas, entonces yo también lo seré.

El comentario removió los pensamientos que habían rondado por la mente de Sunset el día anterior, especialmente tras la conversación con su hermana. Le costaba aceptar que alguien tan genuinamente bueno existiera. Esa era una de las razones por las que Pinkie le resultaba tan irritante, pero tras pasar tanto tiempo juntas, ya no podía ignorar lo evidente.

Sin embargo, seguía sin comprender por qué alguien como ella quería ser su amiga.

Sunset suspiró.

—Vaya, te conformas con tan poco.

Pinkie rió.

—Quizás sí. Pero, ¿sabes? Entre esas personas que quiero y me importan, estás tú, Sunset Shimmer. Aunque no me veas como tu amiga y aunque yo no pueda hacerte feliz, lo seré mientras tú puedas serlo.

Sunset la miró, incapaz de responder. Con un ligero chasquido de lengua, siguió caminando.

—Sigamos.

Pinkie, algo sorprendida por no recibir una respuesta cortante, simplemente sonrió y la siguió.

En la siguiente sección, dedicada a la historia, Sunset intentó ignorar los comentarios absurdos de Pinkie, quien insistía en teorizar cómo preparaban algodón de azúcar en el pasado. Sin embargo, no pudo evitar que su mente vagara hacia la última vez que había estado en el museo.

El recuerdo era incómodo, más bien doloroso. Aunque intentó negarlo con un leve movimiento de cabeza, las imágenes seguían regresando. Suspiró, tratando de concentrarse en las figuras de cera frente a ellas, esperando que el trabajo escolar lograra distraerla.

—Quisiera estar aquí de noche. —murmuró Pinkie mientras observaba las figuras inmóviles.

—¿Por qué querrías algo tan raro?—preguntó sin interés.

—¡Porque cobran vida, obvio! Debe ser increíble ver cómo los guardias les enseñan las reglas al recién llegado y lo ayudan a lidiar con todo lo que pasa en el museo.

Sunset frunció el ceño, entre divertida y confundida.

—... Seguro que sí.

De repente, el sonido del estómago de Pinkie rugiendo rompió el silencio. Sunset alzó una ceja, mirando a su compañera.

—Uy, ya me ruge la pancita. —Pinkie sonrió mientras se tocaba el estómago.

—¿Qué demonios significa eso?

—Que tengo hambre, ¿y tú? Podemos sentarnos en una banca a comer. Mi pancita lo necesita.

—Ah… Ya veo. Bueno, no puedo trabajar sin ti, así que ya qué. —suspiró y caminó hacia la banca más cercana.

Cuando se sentaron, Pinkie se quitó su mochila y la colocó sobre sus piernas.

—¿No vas a comer nada?—preguntó mientras sacaba una bolsa de papel con sándwiches.

—No traje comida, y tampoco quiero comer.

—Eso quiere decir que tienes hambre. Qué bueno que traje algo extra para ti. —Pinkie sonrió mientras sacaba un envase y unos cubiertos envueltos en una servilleta.

—¿Trajiste… raviolis?—Sunset la miró incrédula.

—¡Sí! Cuando almorzamos juntas, dijiste que no te gustaba nada, pero estabas comiendo raviolis. Pensé que podrían gustarte, así que los preparé.

—¿Sabías que no traería comida?

—No lo sabía, solo quería traerte algo. —Pinkie sonrió con inocencia.

—Si recuerdas esa conversación, entonces deberías recordar que no me gusta comer cosas compradas.

—¡Por suerte no son comprados! Yo los preparé. —Pinkie rió. — Tuve que practicar un poco, pero ahora sé hacerlos. Me comí tres platos mientras aprendía, ¡son tan deliciosos! Y espero que te gusten los que prepare...

Sunset alzó una ceja mientras Pinkie hacía ojos de cachorro.

—... Solo lo acepto porque odio desperdiciar comida. —resopló mientras tomaba el envase.

—¡Eres la mejor, Sunset Shimmer! ¡Gracias!—celebró Pinkie.

—¿No debería ser yo quien te agradezca?

—No es necesario. —respondió la pelirosa mientras mordía su sándwich con una gran sonrisa.

Sunset bufó, pero al probar el primer bocado de los raviolis, sus ojos se abrieron en sorpresa. Estaban… deliciosos.

« Maldita sea, saben mejor que cuando los preparo yo » pensó con frustración.

—¿Los tuviste guardados todo el día?—preguntó, viendo que Pinkie asentía. — ¿Cómo puede seguir caliente?

—Una chef nunca revela sus secretos… Pero, como tú también eres chef, tal vez te lo cuente algún día. —Pinkie le guiñó un ojo antes de seguir comiendo.

Sunset rodó los ojos, pero esta vez, de manera divertida. Por primera vez en mucho tiempo, se permitió disfrutar de la comida. Pinkie tenía razón: le encantaban los raviolis.

(...)

Después de comer, parecía que el estómago lleno les había devuelto la energía para continuar con las secciones restantes del museo. Incluso Sunset se dio cuenta de que la presencia de Pinkie ya no le resultaba tan molesta como antes.

—¡Y terminamos con la última sección, la de relleno!—exclamó Pinkie con entusiasmo. — ¡Es como cuando en la clase de educación física te eligen al final porque nadie más lo hizo!

—Hablas por experiencia propia, supongo. —respondió Sunset con desinterés mientras miraba la pequeña sala. — No parece que haya nada importante por catalogar aquí. Deberíamos irnos.

—No lo sé… esa máquina expendedora se ve bastante interesante. Y esas gomitas de colores están llamándome. ¡Ya vuelvo!—dijo antes de correr hacia la máquina.

Sunset la observó alzando una ceja, pero decidió esperarla. Poco después, Pinkie regresó mordiendo las gomitas recién compradas, pero entonces se detuvo de golpe, buscando algo en su mochila.

—¡Soy una tonta!

—Sí, el primer paso es aceptarlo. Pero, ¿de qué hablas ahora?—respondió, cruzándose de brazos.

—¡Olvidé darte algo!—exclamó mientras sacaba una pequeña bolsita de gomitas sin azúcar. — Estuve buscando por todas partes dulces que pudieras comer, y al final mi hermana Maud me ayudó a encontrarlos.

Sunset tomó la bolsa en silencio, recordando cómo la noche anterior Maud le había entregado esos dulces con la advertencia de no decirle a Pinkie que los había aceptado. Al parecer, ambas habían cumplido con su parte del trato.

—Maud trajo varias bolsas y los probé, pero… definitivamente no son para mí. —dijo con una mueca de disgusto, recordando cómo los había escupido de inmediato recibiendo un grito de regaño de Limestone.

Por supuesto, algo sin azúcar no podría gustarle a Pinkie, de la misma manera que algo excesivamente dulce no le gustaría a Sunset.

—¿Sabes que no tenías que esforzarte tanto para encontrar dulces que me gustaran, verdad?—dijo Sunset mientras examinaba la bolsita.

—Sí, lo sé. —Pinkie sonrió y se la ofreció de nuevo. — Espero que te gusten.

Sunset recordó haber probado esas gomitas la noche anterior. No solo le habían gustado, le habían encantado.

—Eres muy diferente… a cualquier persona que haya conocido, especialmente a mí. —murmuró, sorprendiendo a la contraria. — ¿En serio crees que alguien como tú puede ser amiga de alguien como yo?

—¡Por supuesto!—respondió Pinkie con firmeza. — Soy muy diferente a mis amigas, pero aun así nos queremos y somos muy unidas.

—Eso no es lo mismo. Ya te lo dije, no soy una buena persona. No me importa nadie más que yo misma. —Sunset la miró fijamente, como si intentara descifrarla. — Dime algo, pero no me des la misma respuesta de siempre. Nadie quiere ser amiga de alguien solo porque la vio triste, no somos unas niñas. Entonces, ¿por qué alguien como tú, que podría ser amiga de cualquiera, querría ser amiga de alguien como yo, que nadie quiere cerca? Dame una razón de verdad.

Pinkie guardó silencio por un momento, reflexionando. Luego, con una sonrisa suave, respondió.

—... Cuando te vi por primera vez, pensé que eras muy bonita. Por eso me sorprendió verte con el ceño fruncido. Quise verte sonreír porque sabía que serías aún más bonita. Y cuando ayer te vi reír, lo comprobé. Quizás no te importe la gente porque nadie se ha tomado el tiempo de conocerte de verdad. Pero a mí me agradas, Sunset Shimmer. Y ahora que te conozco un poco más, solo quiero seguir conociéndote.

Sunset bajó la mirada mientras procesaba esas palabras. Pinkie la observó, expectante, hasta que finalmente tomó la bolsa de gomitas sin azúcar.

—Si eso es lo que quieres, haz lo que quieras. No me importa.

Los ojos de Pinkie se abrieron de par en par.

—¡No te decepcionaré, Sunset Shimmer! ¡Verás que seremos las mejores amigas! ¡Gracias!—exclamó con entusiasmo.

Sunset no respondió, simplemente se dio la vuelta y comenzó a caminar hacia la salida, comiendo una de las gomitas. Por primera vez en mucho tiempo, una pequeña sonrisa genuina apareció en su rostro.

Sabía que probablemente iba a arrepentirse, pero también sabía que sería un caos interesante.

❝Sé qué es lo quiero, me conozco muy bien. Así que no será fácil, puede que quieras un poco de ayuda.❞

Así termina la tanda de actualizaciones semanales por el estreno de nuevo libro (?) Ahora estaré actualizando cada vez que pueda (osea cada lustro).

Espero que hasta ahora estén disfrutando de la historia, sus comentarios y votos son muy apreciados <3

Nos vemos en la siguiente actualización 🫶

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