ii. sweet

Sunset odiaba cualquier clase en la que tuviera que hacer equipo con alguien más. Entonces, odiaba todas las clases.

—Muy bien niños, junto a un compañero prepararemos esta receta. Recuerden usar el material y trabajar en equipo. Si necesitan algo, levanten la mano. —indicó la profesora, terminando de anotar en el pizarrón antes de voltear hacia su clase.

Todos comenzaron a moverse de inmediato.

Sunset se negó a girarse y buscar un compañero como un perro abandonado. Sabía que la profesora acabaría asignándole a alguien o, en el peor de los casos, la añadiría a un grupo ya formado.

Para su suerte (o quizás para su desgracia), no tuvo que buscar. Alguien ya se había acercado, desatando el lamento silencioso de quienes querían trabajar con la mejor de la clase.

—¡Hola! ¿Ya tienes compañera?—preguntó una voz animada. Era Pinkie Pie, inclinando la cabeza con una sonrisa y las manos detrás de la espalda.

Sunset le lanzó una mirada de desinterés antes de desviar la vista y soltar un sonoro suspiro.

—Creí haberte dicho que no te volvieras a acercar a mí.

—Y yo te dije que iba a ser tu amiga antes de que tú dijeras eso. Además, ya todos tienen compañero, así que...

—Cállate. —la interrumpió poniendo una mano en su frente. — Solo... Ponte el material para cocinar y acabemos con esto rápido. —espetó sin mirarla, centrando su atención en la mesa y comenzando a organizar los ingredientes.

—... ¡Claro! ¡Será divertido!—respondió Pinkie sin perder el ánimo. — La receta de hoy son cupcakes de frambuesa con chispitas de arcoíris. ¡Son deliciosos!

—Encárgate de los cupcakes y yo del glaseado.

—Oki doki loki.

Mientras trabajaban, la expresión de Sunset pasó de concentrada a irritada al escuchar a Pinkie tararear.

—¿Tienes que hacer ruido mientras cocinamos?

—¿Eh? Perdón, es que me gusta cantar algo al ritmo en que bato la masa. Funciona con cualquier canción, como: “¡We are rock, we are rock!” o “Un elefante se columpiaba sobre la tela de una araña...”

—Sí, ya entendí —la interrumpió entre dientes. — Ahora guarda silencio. Ya tengo suficiente con hacer esta ridiculez.

—¿Por qué? ¿No te gusta esta clase?

—La odio. Sólo estoy aquí porque fue mi última opción después de que me prohibieran entrar a kickboxing y carpintería.

Pinkie la observó con el ceño fruncido. Había terminado con la masa y la había puesto a hornear, lo que le dio oportunidad de hablar más con Sunset.

—Bueno, podemos hacer que sea divertido conociéndonos mejor. Por ejemplo, ¿cuál es tu postre favorito?

—Ninguno. No me gusta lo dulce.

—¿¡Quéee!? ¿Cómo puedes odiar lo dulce? ¿Eres una marciana?—preguntó horrorizada.

—¿Vas a hacer un escándalo por eso? No es la gran cosa.

—¡Pero es imposible!

—Ajá, ya entiendes por qué odio esta clase. —ladeo la cabeza. — Aunque mi odio acaba de aumentar por otras razones...

—Si no te gusta lo dulce, ¿Entonces qué postres comes en las fiestas? ¿O en navidad? O peor aún, ¿en tu cumpleaños? ¿No comes pastel?

Sunset frunció el ceño, irritada. Tardó unos segundos en responder. No quería hacerlo, pero siendo equipo, ignorarla no era opción.

—... No lo como porque no me gusta. Me empalagan demasiado y me parecen asquerosos.

—¡¿Cómo?!—repitió Pinkie, incrédula.

Sunset apretó los dientes, tratando de mantener la calma.

—¿Te puedes callar?—preguntó, agotada. — No me gusta algo que a ti sí. Supéralo.

Pinkie parpadeó varias veces antes de volver a la realidad.

—Tienes razón. Me sorprendió, pero si a ti no te gusta, está bien. A mis amigas Rainbow Dash y Applejack les encantan las películas de terror, pero a mis amigas Fluttershy y Rarity no. Es parte de la amistad no compartir los mismos gustos, ¿verdad?

—No me importa. Ya terminé con el glaseado y tú con la masa. Sólo hay que esperar a que esté lista para terminar con esto.

—En ese caso...—Pinkie, sin previo aviso, metió un dedo en el glaseado y lo untó en la nariz de Sunset y en la suya. — ¡Mira! Somos payasas. ¡Es divertido!

Sunset se quedó petrificada antes de mirarla con furia. Tomó con fuerza la mano de Pinkie.

—Deja de hacer estupideces y haz lo que te dije. ¿O es que ni siquiera puedes hacer eso?—la soltó bruscamente.

—¿Pasa algo, niña?—preguntó la profesora, acercándose.

Sunset iba a responder, pero Pinkie se adelantó con una sonrisa.

—¡Nopi dopi! Todo está bien. Ya casi terminamos.

La profesora asintió y se alejó. Sunset miró a Pinkie con una ceja alzada.

—Sunset Shimmer... ¡Debemos ser compañeras más seguido!—exclamó con una sonrisa.

Sunset desvió la mirada irritada.

« Qué molesta... »

Ojalá se hubiera divertido, porque Sunset tenía claro que no volvería a ser su compañera jamás.

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