Capítulo 57
#NOBREATHINGDAY
POV FINN
Figgins ausente, su oficina abierta y yo seguía como tonto parado frente a la puerta en vez de hacer algo al respecto. Había dos formas de averiguar que era lo que estaba pasando: papeles o volver a escuchar alguna conversación, aunque era mejor tratar de hacerlo lo más privado posible.
Comencé por los cajones del escritorio, donde lo que se ve a simple vista son papeles acerca de su casa y uno que otro acerca del banco al cual, cada mes depositaba una gran cantidad de dinero pero seguía sin haber algo claro o que pudiera servirme. Seguí con la lectura de todo tipo de papel que me encontraba en la oficina hasta que llegué a un cajón que guardaba con llave, maldije en voz baja y busque algo que me permitiera abrirla, pero fue imposible; la voz de Figgins logró sacarme por completo de lo que estaba haciendo y no pude hacer más que sentarme en la primera silla que encontré de la oficina.
―Hudson, no esperaba verte hoy tan temprano.
Su voz era clara de confusión al verme aquí y claro que lo estaba. Nadie espera que un trabajador que no tiene nada por hacer este aquí a tan temprana hora de la mañana.
―Ya sabe lo que dicen, el que madruga sale ganando.
―Como sea, hoy no tengo nada para ti, así que... ¿por qué no regresas a tu casa y esperas a que te llame?
―Oh no señor, ya estoy aquí. Estoy cien por ciento seguro que algo se le ocurrirá, después de todo para eso me trajo aquí ¿no?
El ceño fruncido después de mi frase me dio a entender que el planeaba hacer algo sin que yo estuviera presente, posiblemente se trataba algo del bar o simplemente un crimen más del cual no le convendría que yo me enterara.
―Prepararé café. ―Me levanté del asiento sonriendo abiertamente y salí dejando la puerta entre abierta. Antes de irme hacia la cocina, pude sentir los movimientos en los cajones abriéndolos y cerrándolos bruscamente, como si algo estuviera buscando o tal vez pensando que yo lo tome.
―Hudson sospecha de todo. ―Lo escuché murmurar y seguido un fuerte golpe en la mesa se hizo presente. ―Algo se me tiene que ocurrir.
No entendía a que todo se refería, pero sin duda alguna lo averiguaría.
Entré a la cocina, serví dos tazas de café y regresé a la oficina donde ahora Figgins estaba tecleando en su computadora.
―Entonces, ¿por qué no me cuenta acerca de su trabajo?
Intentaba romper un poco el hielo aunque mis intenciones eran otras. Necesitaba hacerlo hablar y si lo quería debía actuar como un entrometido.
―Creo que tu estás enterado de mi trabajo, ¿no lo crees así? ¿Acaso no te enseñaron ese tipo de cosas en la academia?
Su respuesta fue breve y ruda, no parecía tener interés en mantener una conversación conmigo pero era algo que no me interesaba.
―No me refiero a un trabajo de policía, quiero hablar de su trabajo como independiente. Sobre todo porque ha llegado muy lejos y me imagino que inició igual que yo.
―Mira, Hudson.―Se puso de pie dejando sus anteojos sobre la mesa y se acercó a mí. ―Ve al grano que no tengo interés en perder el tiempo en conversaciones tontas.
―¿Usted sabe que ha sucedido en el bar NYADA? ―No lo pensé más.―¿Las muertes, los sospechosos, la clausura que nunca llegó?
―No tengo nada que decir acerca de ese tema, como tu sabes, a mi solamente me llegan los informes pero jamás me involucro.
Quise reír y golpearlo en la cara. No podía creer que estuviera mintiendo, sobre todo después de haber sido yo quién lo llevó al bar aquel día.
―Cerrar el bar no era buena opción, obviamente al cerrarse estarían totalmente lejos de encontrar al culpable de todo.
―Pero es muy extraño que aún no se sepa quién es, ¿no cree?―Pregunte con ironía y Figgins me dio la espalda dando un suspiro. Pude sentir que estaba irritado y realmente no lo culpaba.
Dio tres pasos a la izquierda y después tres pasos a la derecha para después volverme a encarar.
―Ya veo a lo que quieres llegar y no se preocupe. ―Fruncí el ceño en señal de confusión y se puso a unos centímetros de mi rostro.―El bar no tardará en caer, yo mismo me aseguraré que se haga lo que en un principio se tuvo que hacer. Espero que esa amiga suya esté lista.
―No sé a qué se refiere.
―Lo sabe, es solo que no quiere verlo de esa manera. Aunque no sé lo que le preocupa, nada malo podría pasarle a las zorras de ese lugar.
Aunque estuviera hablando en forma plural, entendía que se refería específicamente a Rachel porque intentaba darme donde más me dolía y siendo sincero, lo estaba logrando.
―Mire señor, no tengo idea de que está intentando hacer pero no me gusta que hable de esa manera sobre las personas de ese lugar.
Su mirada era retadora y no estaba dispuesto a dar mi brazo a torcer.
―Y he aquí lo que te voy a decir a ti, Finn Hudson: deja de entrometerte, ¿no era esto lo que querías?
Me había derrotado sin ni siquiera intentarlo y ya no sabía que más decir.
―Puedes irte, ahora.
*Narrado en tercera persona*
Con los resultados en la mano y el plan realizado, los policías encargados estaban a nada de empezar. A la cabeza estaba Sam Evans, quien con enojo y algunos sentimientos difíciles de explicar trataba de mantenerse al margen para no cometer un error.
―Ya saben lo que tenemos que hacer, no debemos perder de vista el objetivo. Este tipo puede ser peligroso, sabemos a la perfección que su discapacidad es solo un chantaje.
Sus ayudantes asintieron y subieron a la camioneta para ponerse en camino al bar. McCarthy iba en el volante mientras que el rubio estaba en el asiento del copiloto con su vista enfocada en sus alrededores y la mente llena de pensamientos. La justicia había llegado para cada una de las muertes en ese lugar, sobre todo para la que me le importaba que se cobrara: su querida Quinn. Aunque no lo lo demostrara, la seguía extrañando como el primer día.
―Es una pena que Hudson no se haya quedado en el caso. ―Comentó el pelinegro. ―Hubiera sido un gran paso para su carrera, pasar de ser el novato al encargado del mayor caso de este tiempo.
―Ni que lo digas, habría sido genial.
Con su plática lo único que intentaban era ocultar el nerviosismo que los asechaba, cosa imposible en realidad porque sin importar que ellos no fueran unos novatos, el miedo siempre estaba presente cuando de un ataque se trataba.
El bar no se encontraba vacío pero tampoco parecía ser un fin de semana, por esa razón no estaba ninguna persona encargada de la seguridad en la puerta. Sam lo tomó como un buen paso y dijo:
―McCarthy, sígueme.―Señaló a su piloto.―Ustedes quédense aquí por si existe la posibilidad de que quiera escapar.
Se alcanzaban a escuchar el murmullo de la gente que estaba ahí, incluso una que otra canción a través del equipo de sonido y las luces típicas de colores se divisaban en las paredes. McCarthy sostenía en una mano una lámpara mientras que en la otra el arma estaba lista para disparar en cualquier momento. Aunque no se tratara de unos novatos haciendo este trabajo, el nerviosismo los asechaba por toda la gente que estaba presente y la presión que eso les implicaba.
―Señores!―Gritó McCarthy.―Despejen el lugar, ¡ahora!
No hubo una objeción de parte de los empleados y clientes del lugar, todos salieron lo más rápido posible sin ocasionar drama alguno. El rubio no pudo divisar a Rachel por ningún lado del lugar y comenzaba a creer que existía la posibilidad de que no hubiera ido a trabajar. O eso prefería pensar.
Comenzaron a revisar cada rincón del bar hasta llegar al pasillo donde se encontraba la oficina del buscado y, al quedar frente a la madera, descubrieron que estaba cerrada con llave.
―A las tres, ¿ok? ―Bajó el arma y la colocó en su bolsillo para poder mover las manos sin peligro alguno. ―Uno, dos... Tres.
Fueron tres, cuatro o quizá seis patadas las que tuvieron que dar para que la puerta pudiera quedar completamente abierta, con pasos nerviosos y sus armas apuntando a su frente entraron a la oficina dándose cuenta de que habían fallado y la tardanza que tuvieron puede costarles un gran peso en su vida: Artie Abrams había escapado y dejado la sangre derramada en el suelo; algo que no significaba más que otro crimen por el que tendría que pagar. Porque en el suelo estaba el cuerpo de ella; una ex sospechosa que no tenía que haber pagado con esa gravedad: su muerte.
― McCarthy, llama a Schuester, si él no cierra este maldito bar lo haré yo a como de lugar― Vocalizó un muy aturdido Sam Evans.
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