Capítulo 42: Nuestra hija
Elena tomó unos minutos para meditar bien lo que haría. Continuaba sola en la casa, pues sus padres habían vuelto al trabajo. Tenía el corazón acelerado y no sabía qué hacer, pero finalmente comprendió que no debía demorarlo más…
Guardaba el número de Álvaro, pero antes de llamarlo pensó que lo mejor sería pasarle un mensaje. ¿Cómo lo tomaría?
“Hola, Álvaro, es Elena. Hace mucho no hablamos, pero me he sentido muy triste de saber lo que sucedió con Blanca, que en paz descanse. Imagino cuán triste estarás y sé que estuviste enfermo también, deseo que estés mejor y que doña Graciela esté bien. Te pido por favor que me llames en cuanto puedas. Este es mi número de Cuba. Yo estoy bien, pero necesito hablar contigo. Un abrazo”.
Aquellas fueron las líneas más difíciles de escribir para ella y ni siquiera revisó lo que había redactado. Si lo hacía, tal vez se arrepintiera, así que se limitó a enviarlo. El mensaje llegó enseguida, y para su sorpresa de inmediato Álvaro se puso en línea y lo leyó. Aquellas dos palomitas azules aceleraron aún más su corazón…
En la pantalla decía: “escribiendo”, pero la respuesta jamás llegó. Al parecer, Álvaro se había arrepentido de responderle.
Elena lanzó el teléfono encima del sofá. Lágrimas de frustración y dolor se asomaban en sus ojos cuando una videollamada entró.
Intentó serenarse, pero no podía. Tomó el teléfono en las manos y advirtió que era él. ¡Once meses sin verse!
Cuando aceptó la llamada, sabía que muchas cosas podrían suceder con esa conversación que se debían.
—Hola —le dijo nerviosa.
—Hola, ¿cómo estás? —respondió él, también inquieto.
Elena no respondió de inmediato, prefería observarlo bien: sus ojos grises, una barba de algunos días, el rostro tal vez más demacrado, pero era él… La emoción que experimentaba al verle no se podía describir con palabras.
—Estoy bien —dijo por fin—. ¿Cómo te sientes?
—Estoy mejor —afirmó—, y me alegra verte. Tu mensaje no me lo esperaba…
Elena bajó la cabeza, ruborizada.
—Es que… —no sabía por dónde comenzar—. Mari Paz me llamó hace una hora para decirme. Supe que te encontrarse con Julia esta tarde.
El asintió.
—Fue todo muy rápido —le contó—. No perdimos tiempo, las cosas sucedieron muy aprisa. Blanca comenzó con fiebre y tos el mismo día que Cristina informó que era positiva al virus. Corrimos al hospital, pero… —se detuvo—, no se puedo hacer más.
—¡Qué terrible! Mari Paz me contó… Lo siento mucho.
—Después comencé yo con los síntomas, pero fueron más leves y pasé la enfermedad en casa.
—¿Cómo está doña Graciela? —preguntó.
—Está bien, gracias. Ahora vivo con ella, para hacernos compañía.
—¿Y Ali, Sebas e Iñaqui?
—Por fortuna están bien también. ¿Cómo estás tú? Te ves estupenda…
Elena volvió a ruborizarse y bajó la cabeza. Los ojos de Álvaro a través de la pantalla le estremecían.
—Estoy bien, en casa de mis padres.
—Intenté llamarte después que te fuiste —confesó él con la voz rota—, pero no pude comunicarme.
—Cambié la línea del teléfono y… —temblaba—, no sabía cómo hablar contigo. Intenté estar pendiente de ustedes a través de doña Graciela y Mari Paz, pero no podía hablar…
Álvaro colocó la palma de la mano en la pantalla, como si quisiera acariciarle.
—Yo tenía muchos deseos de hablarte, pero comprendí que si Mari Paz era quién me llamaba, era porque no querías hacerlo tú. No podía creerlo cuando vi tu mensaje hace unos minutos… Iba a responderte por escrito, pero necesitaba verte.
—Hace más de un año que no nos vemos…
—Pero yo no he olvidado ninguno de los días que pasamos juntos —le confesó.
Elena optó por colocar el teléfono contra una pared y sentarse, pues las manos le temblaban al escucharle.
—Hay algo que no te he dicho y que es muy importante… —comenzó.
—¿Qué sucede? —él la notaba tan abatida, pero ignoraba qué podría ser.
—Todos estos meses estuve ausente, pues no sabía cómo hablar contigo —prosiguió—. No quería que abandonaras a Blanca y luego sobrevino la pandemia, y en esas circunstancias, se me hizo más difícil decirte la verdad, pues nada podías hacer del otro lado del Atlántico.
—Me estás asustando, Elena… ¿Qué tratas de decirme?
—En noviembre del año pasado descubrí que estaba embarazada. Tenía diez semanas cuando me enteré… —susurró.
A pesar de su tono de voz, él la escuchó perfectamente, y sus ojos querían salirse de sus órbitas. Quedó mudo por un momento hasta que por fin habló:
—¿Tenemos un hijo?
Ella asintió, con una tenue sonrisa.
—¡Dios mío! —una lágrima bajo por su mejilla—. ¡No puedo creerlo! ¿Cómo es? ¿Qué sexo? ¿Cómo se llama? ¿Puedo verlo? —hablaba tan aprisa que Elena apenas podía responderle.
Ella lloraba de verlo tan emocionado.
—Es una niña —le contó—. Es una niña preciosa. Nació el 15 de mayo, pesó 3150 gramos y midió 51 cm al nacer… ¡Se parece tanto a ti!
Álvaro también comenzó a llorar.
—¡Es la mejor noticia que podías haberme dado! —exclamó sollozando-. ¿Cómo es llama?
—Se llama Blanche —le dijo al fin.
Álvaro sonrió con ternura. Comprendía por qué había elegido aquel nombre, era Blanca en francés. Elena tenía un gran corazón…
Él iba a comentarle algo cuando la niña comenzó a llorar. A pesar de que se hallaban a cierta distancia de la habitación, Álvaro escuchó el llanto y se puso eufórico.
—¡Es ella! ¡Quiero conocerla!
Elena se enjugó una lágrima, mientras se levantaba en dirección a la habitación de su hija.
—Ha despertado de su siesta, según parece.
Elena se acercó a la cuna y a través del teléfono le mostró a su hija. La pequeña todavía lloraba un poco, pero la voz de Álvaro la calmó en el acto.
—¡Es preciosa! —exclamó—. Es hermosa… Hola, hija mía, es papá…
Elena percibió cómo Álvaro se emocionaba a través de la línea; ella también lo estaba. Blanche miraba hacia el teléfono con curiosidad, pero cuando sintió que su padre le lanzaba un beso se echó a reír…
Elena alejó al teléfono de Blanche y se puso frente a la pantalla.
—Perdóname por no habértelo dicho antes…
Él asintió.
—Te comprendo, no tengo nada que perdonarte. La alegría que me has dado hoy es inmedible. Me encantaría que mamá la conociera. ¿Es posible?
Ella asintió.
—Voy a cambiarla, y en unos minutos llamo, pero te enviaré el álbum de fotos de Blanche desde su nacimiento en lo que esperas por nosotras.
Él asintió feliz y Elena terminó la llamada con lágrimas en los ojos.
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