Capítulo 40: La pandemia

14 de marzo de 2020

Elena estaba atónita mientras leía las noticias: el Gobierno español había decretado estado de alarma para todo el territorio nacional, limitando la libre circulación de ciudadanos. Iniciaba así un período de confinamiento a raíz de la pandemia de Covid 19 que se había esparcido de manera alarmante por Europa.

En Cuba, hacía tres días que se habían diagnosticado los primeros casos de viajeros italianos que estaban en la isla de vacaciones. Todavía eran pocos los casos, pero ella temía que la situación empeorara. La Covid 19 había resultado ser muy peligrosa y las cifras ascendentes de contagios así lo demostraban.

La joven miró a su vientre, preocupada. Tenía siete meses de embarazo y estaba esperando una niña. Su corazón dio un salto de alegría aquel día en el que la doctora le reveló el sexo de su bebé. Su madre estaba a su lado, pero ella pensó en Álvaro con nostalgia. En realidad, pensaba en Álvaro todos los días…

No había tenido muchas noticias de él, pero tampoco podía quejarse por ello. A su llegada a La Habana había cambiado su número de WhatsApp, al utilizar ahora la línea telefónica cubana.

A doña Graciela la llamaba a su casa; la anciana no entendía mucho de tecnología, así que no tenía teléfono móvil. Las llamadas eran caras, por lo que no eran tan frecuentes, pero al menos sabía de la anciana una vez al mes.

No se había atrevido a decir nada de su embarazo, pues temía que Álvaro abandonara a su esposa si se enteraba de ello. Doña Graciela evitaba hablar de su hijo, aunque por la dama supo que estaba bien; no se había divorciado de Blanca, continuaba viviendo con ella y los planes de Cristina se habían ido por lo borda. Al menos algo había salido bien y el sacrificio de marcharse había valido la pena.

Con Mari Paz, Julia y doña Concha, sí hablaba más seguido. La primera era la única que sabía que estaba embarazada. Elena había sido muy discreta con la noticia, pues no quería que de alguna manera doña Concha se lo dijera a Graciela; además, quería evitar las recriminaciones de Julia. Esperar un hijo de Álvaro era la prueba de que se había entregado a su amor, desoyendo los consejos que alguna vez le dio.

Elena no se arrepentía en lo más mínimo. Su niña era un pedacito de Álvaro que siempre tendría a su lado, y aquello era el mejor regalo que la vida pudo haberle hecho.

La joven se encaminó a la habitación de su hija; entre sus padres y ella la habían decorado. Su papá había pintado él mismo las paredes de un rosa hermoso; ya tenían los muebles de la habitación que eran blancos, y en un armario la ropita de bebé que habían comprado desde hacía meses, esperando el gran día.

—¿Qué sucede, cariño? —la voz de su madre la sobresaltó.

Elena dejó sobre la cuna un oso de peluche de color rosa que su padre le había regalado.

—Estoy preocupada por la situación en España, han declarado estado de alarma. Hay muchos contagios y personas fallecidas.

Su madre asintió, ya estaba al tanto de las noticias.

—¿Has llamado a doña Graciela?

—Eso es lo que más me preocupa —repuso su hija, yendo a su encuentro—. La llamo y no contesta en casa y eso me tiene asustada. Están en confinamiento, se supone que no haya salido a ningún sitio.

—Tal vez Álvaro decidió que su madre se mudara con él —razonó Elisa, que hablaba de Álvaro como si ya lo conociese—. Según me has dicho, doña Graciela vive sola y en las actuales circunstancias necesitará del apoyo de su hijo. Es lo mejor.

—Es cierto.

—¿Vas a llamar a Álvaro? —le interrogó—. Tal vez deberías decirle…

Elena negó con la cabeza.

—No puedo, siento que no es el momento de hacerlo… Menos ahora con la actual situación. Álvaro ni siquiera podría viajar… —la voz se le resquebrajó.

—¿Entonces?

—Voy a llamar a Mari Paz…

Elena tomó su teléfono e inició un video con su amiga que estaba en casa, recluida. Era evidente que estaban preocupados por la actual situación.

—Hemos traído a abuela a vivir con nosotros —le explicaba a Elena, desde su habitación—. Creemos que es un riesgo que conviva con mamá, que trabaja en el hospital.

—¿Cómo está Julia?

—Está bien, trabajando mucho. Le han dicho que debe apoyar los cuidados intensivos, así que con más razón abuela ha venido con nosotros. Ahora se ha recostado un poco y Esteban está en la cocina, haciendo la cena -sonrió-, no me puedo quejar.

Elena también sonrió. Esteban era un excelente esposo y la relación de ellos era sólida y hermosa.

—¿Cómo te sientes? —le preguntó Mari Paz—. ¿Estás bien?

La aludida asintió.

—Solo estoy un poco preocupada con lo que está sucediendo, amiga querida. Necesitaba saber de ustedes y también de doña Graciela. He llamado a su casa como acostumbro a hacer cada mes y no me ha contestado. Creemos que tal vez Álvaro la haya llevado a su casa.

—Tiene sentido, ahora con el confinamiento no es adecuado que doña Graciela esté sola en casa, únicamente con el servicio. Es más fácil que sea doña Graciela quien se mude y no Blanca en su situación.

Elena recordó a la esposa de Álvaro y sintió pena por ella. En todos esos meses no había dejado de pensar en el encuentro que tuvieron y en la tristeza de su mirada. Aquella entrevista la había impulsado a llevar en silencio su embarazo. No podía hacerle más daño a Blanca del que ya le había hecho.

—¿Vas a llamar a Álvaro? —prosiguió Mari Paz.

Elena negó con la cabeza. Su madre y amiga le preguntaban continuamente lo mismo. Ella entendía su insistencia y preocupación, pero tenía las manos atadas.

—No me siento capaz de llamarlo. No después de tantos meses. Además, si hablara con él tendría que contarle y… No voy a decirle todavía. Menos ahora con la situación que se vive en España. ¿Qué podría Álvaro hacer desde su confinamiento por nuestra hija?

—Creo que es una noticia demasiado importante y que no deberías demorarla más —le contestó Mari Paz—. De cualquier forma, yo continuaré manteniéndola en secreto, como me pediste. ¿Hay algo más que pueda hacer? ¿Quieres que sea yo quién llame a Álvaro para saber de ellos?

La joven asintió. Ya lo había pensado e incluso se lo iba a pedir ella misma, pero su amiga se adelantó a sus deseos, imaginando lo que Elena deseaba.

—Entonces dame el número para llamarlo.

Elena era un mar de nervios, pero le dio el teléfono. Luego interrumpieron su conversación para que Mari Paz pudiese hacer la llamada.

La joven anduvo por el departamento ansiosa, esperando a que su amiga volviera a contactarle. Elisa la miraba a distancia, con cierta pena. No le gustaba ver a su hija con esa desesperación…

Sabía cuánto sufría en silencio por tener al hombre que amaba del otro lado del Atlántico. Iba a ser madre sin tener a su lado al padre de su hija… Y aunque no le pesaba, aunque era una mujer valiente que no se quejaba de su situación, anhelaba a un hombre que estaba demasiado lejos de ellas.

El teléfono de Elena comenzó a sonar. Era una videollamada entrante de Mari Paz. La joven volvió a la habitación de su hija para tener privacidad.

—He hablado con él —comenzó su amiga.

El corazón de Elena quería salirse del pecho.

—¿Qué te ha dicho?

—Estaba sorprendido —reconoció—. Me presenté como la hija de Julia y dije que era tu amiga, algo que Álvaro ya conocía.

Las mejillas de Elena ardían. Era como si lo tuviera más cerca que nunca.

—Me preguntó por ti —prosiguió Mari Paz—, estaba un poco descolocado, se percibía por la manera entrecortada en la que me hablaba, pero tenía muchos deseos de saber de ti. No di muchos detalles, solo le dije que estabas bien y que habías llamado a doña Graciela sin éxito alguno, que como la situación está tan difícil, te habías preocupado y que quería saber de ellos.

Elena suspiró.

—Están bien —informó su amiga—. Como pensábamos, doña Graciela está en su casa. Es mucho más cómodo para todos. No me dijo nada más, nos despedimos y agradeció la preocupación.

Elena estaba muy agitada.

—¿Y no te pidió mi número?

La aludida negó con la cabeza.

—Él debe pensar que, si hubieras querido hablar con él, habrías tomado por ti misma la iniciativa —aquel razonamiento era cierto—. Pienso que deberías reconsiderar darle la noticia. La merece.

Elena asintió, pero no lo haría.

—Gracias por todo —le dijo antes de cortar—, gracias por llamarle…

Mari Paz le lanzó un beso y la comunicación terminó.

Elena volvió a tomar el oso de peluche y se abrazó a él. Sus lágrimas bajaban por su rostro. Estaba muy emocionada luego de aquel contacto indirecto que había tenido con Álvaro… ¡Él le hacía tanta falta! Luego se limpió el rostro y se decidió a salir de la habitación. Las circunstancias no habían cambiado y ella debía ser fuerte por su hija.

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