Capítulo 36: Decisiones
Elena suspiró mientras le sostenía la mirada a Álvaro; era evidente que estaba muy ofuscado, pero ella debía explicarle lo que sucedió, así que se forzó a hablar.
—Siento mucho si te molestó lo que hice, pero no sabía qué hacer. Cristina se presentó en la casa y puso al teléfono a Blanca, quien me pidió que fuera a verla, ¿acaso debía negarme?
—Sí —contestó él lacónico.
—Intenté localizarte para pedirte consejo, pero no estabas disponible.
—Estaba en una reunión, pero en cuanto leí tu mensaje salí a toda prisa rumbo a casa. Lo que hiciste fue un soberano disparate, Elena. Esta mañana hablé con Blanca, la tenía casi convencida en desechar la idea del divorcio, y ahora es probable que, con tu visita, todo haya vuelto al mismo punto.
—Entonces no quieres divorciarte…
Él no entendía su comentario.
—Tú misma me pediste que no lo hiciera, muchas veces.
Era verdad. En ocasiones Elena no se entendía a sí misma. Por supuesto que quería vivir con Álvaro como una pareja normal, quería saberlo libre para ella, pero al mismo tiempo tenía miedo de que su relación no funcionara si se construía sobre los restos de su matrimonio anterior y de una mujer abandonada en sus penosas circunstancias.
—Siento mucha pena de Blanca, pero también soy una mujer con sueños y aspiraciones. Jamás te he presionado, es cierto, pero en ocasiones me desalienta ver que no sabes lo que quieres.
—¡Qué tontería! —exclamó disgustado.
—¿Serías capaz de ser feliz conmigo, sabiendo que has abandonado a Blanca?
—No lo sé —confesó él unos minutos después—. ¿Serías feliz si las cosas entre nosotros continuaran como hasta ahora?
Elena sentía un nudo en la garganta.
—No lo sé —admitió—. Le confesé a Blanca que te amaba tanto que podría admitir ese tipo de arreglo, pero no estoy segura de que a la larga esa situación no termine destruyendo lo que tenemos. Cada vez con más frecuencia se me hace difícil no estar contigo. Desearía levantarme a tu lado todos los días y…
—Te propuse rentar un piso y compartir mi tiempo contigo.
Ella negó con la cabeza.
—No es lo mismo. No sería un verdadero hogar. Hoy he estado en tu casa y he visto todos los recuerdos de una vida juntos: fotografías, libros, obsequios… Y por un momento no me sentí con el derecho de destruir tu relación.
—Fue el accidente de Blanca lo que destruyó nuestra relación.
—Pero todavía son un matrimonio —recordó ella—, viven juntos, eres su sostén. Ella está dispuesta a divorciarse, ¿lo estarías tú también?
—¡Todavía no entiendo cómo fuiste capaz de presentarte en la casa así!
—Blanca quería verme y la conversación fue muy cordial, no creo que haya sido algo tan malo como quieres hacerme ver —replicó molesta.
—¿Eso crees? —le increpó—. Estuve a punto de hacer razonar a Blanca respecto al divorcio, y lo echaste todo a perder. Al verte tan joven, tan hermosa pudo constatar la gran diferencia que hay entre ustedes y se debe haber convencido de que el mejor camino para nosotros era el divorcio.
Las mejillas de Elena ardían, experimentaba unas emociones que no podía contener.
—¿Para qué te citó Blanca? —indagó él con curiosidad.
—Quería conocerme y saber si en verdad estaba enamorada de ti. No se divorciaría de ti sin constatar antes la clase de persona que soy y los sentimientos que por ti albergo.
Álvaro resopló.
—¡Estaba en lo cierto! Ahora no querrá divorciarse…
—Pienso que realmente el único que nunca pensó divorciarse eres tú. Incluso aunque lo dijeras, ambos sabemos que nunca serías capaz de hacerlo y tal vez yo no sea capaz de seguir con esto adelante, después de todo.
—¿Qué quieres decir? —Álvaro estaba perplejo.
—Que sigues enamorado de tu mujer y que no la vas a dejar sola —prosiguió ella—, y que yo entiendo que no quieras hacerlo, del mismo modo que ya no pienso que pueda continuar como tu amante. Pensé que podría, pero en realidad no. Esto ha sido un error desde el comienzo y los dos lo sabemos.
—Elena, espera… —le pidió Álvaro cuando advirtió que ella abría la puerta del coche para salir.
—Lo siento —contestó desde el exterior—, no puedo más…
Cerró la puerta y se marchó andando hasta la casa de doña Graciela. Tenía el corazón destrozado, pero al fin podía ver las cosas con mayor claridad: Álvaro no era feliz con Blanca, pero tampoco podría ser feliz con ella tras un divorcio como aquel.
Elena tomó una decisión: cuando retornó a casa de doña Graciela entró a la web y sacó un pasaje para La Habana, para dentro de dos semanas. Tuvo suerte al conseguirlo, y sentía cierta paz de saber que volvería a casa, con su familia. A pesar de la seguridad que experimentaba con la resolución que había tomado, se acostó en la cama y se echó a llorar.
Doña Graciela arribó a la casa a la hora de comer y se la encontró en ese estado. Estaba muy alarmada de verla tan triste y, sin saber el motivo de antemano, imaginó que Álvaro tenía algo que ver con esto.
Elena le confesó la verdad: le explicó la visita de Cristina y cómo ella, sin saber si en realidad hacía lo correcto, accedió al fin a ir a casa de Blanca. Le narró la conversación que tuvo con ella y parte de la charla que sostuvo con Álvaro después. Ciertas cuestiones las obvió para no avergonzarla, y aunque era la primera vez que hablaba con doña Graciela de manera tan descarnada sobre la relación con su hijo, se sintió aliviada de haberle confesado lo que sucedió.
La dama la escuchó en silencio, hasta que ella concluyó.
—No quisiera entrometerme entre ustedes. Entiendo el amor que se profesan, pero también comprendo la complejidad de las circunstancias que viven. En lo personal pienso que no fue acertado ir a casa de Blanca sin tener la aprobación de Álvaro. Aunque tus motivos hayan sido buenos, él pudo haberlo tomado como una especie de imposición o atrevimiento.
—¿No fue atrevido por parte de Cristina aparecerse en su casa con tamaña solicitud? ¿No lo fue Blanca al hablar conmigo por teléfono para ponerme frente a esa disyuntiva?
—De Cristina, por su puesto que fue un atrevimiento. De parte de Blanca, no lo creo. Ella está enferma y probablemente desesperada al saber que perderá a Álvaro, incluso aunque finja estar de acuerdo con ello.
—Todos pensamos en Blanca, doña Graciela —respondió—, en Álvaro y en su situación, ¿pero acaso han pensado también en mí? Al parecer es más fácil pensar que yo puedo abandonar a Álvaro y acostumbrarme a estar sin él o incluso, estar a su lado sin ser su esposa. Créame que me conduelo de la situación de Blanca, que sufro por Álvaro y por mí misma, pero que también tengo sentimientos que deben ser tomados en cuenta.
—Por supuesto, cariño —cedió doña Graciela—, nadie dijo que tu posición no fuese difícil, solo que en esta historia no eres la que saldrá perdiendo, y eso debes de comprenderlo.
—Y lo hago —asintió—, es por ello que he tomado una determinación y le he puesto punto final a cualquier vínculo que me haya unido a su hijo en los últimos tiempos. Entiendo que tal vez no desea que permanezca en su casa y…
—¡Cómo puedes decir eso! Te recibí en mi hogar en un momento en el que apenas te vinculabas con Álvaro y pretendo seguir brindándote mi techo sin importar la decisión que tomen. Solo te pido que lo pienses bien. Una decisión precipitada puede echar por tierra todo lo que hasta ahora han logrado y no creo que estar lejos de mi hijo, te haga sentir mejor.
Elena se abrazó a la anciana, llena de emoción.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top