Capítulo 22: La Kapital
Elena se fue en el coche con Gabriel, no muy convencida. Para su sorpresa, no fueron muy lejos ya que Gabriel se dirigió a la Kapital, una de las más conocidas discotecas de Europa, situada muy cerca del triángulo de los Museos en la calle de Atocha, y por tanto, bastante próxima de casa de Graciela.
Entrar en la discoteca era difícil, había que estar en una lista previa, pero para sorpresa de Elena, Gabriel estaba invitado a una fiesta privada y era habitual de aquel lugar, así es que no tuvieron dificultad alguna para entrar.
La Kapital era un sitio muy exclusivo, tenía siete pisos y era inmenso. Elena había escuchado hablar de él, pero nunca había estado y tampoco se moría de ganas por asistir. Ella era el tipo de persona que disfrutaba más de un día tranquilo, que verse en medio de aquel bullicio, por muy espectacular que fuese.
Pronto se percató de que Gabriel era un hombre de dinero y no solo un Curador de arte. Las personas de la fiesta se le acercaban y saludaban, lo que evidenciaba que él era un hombre importante en aquel círculo.
—Empecé en este mundo del arte como Curador —le contó él mientras se sentaban en un reservado—, pero hace un par de años que tengo mi propia galería. Me encargo de la curaduría de algunas exposiciones importantes, como la de Graciela, pero el resto el tiempo lo invierto en mi negocio. Te llevaré pronto a mi galería, Elena —le prometió—, sé que te va a gustar.
—No lo sabía —admitió ella—, pero te felicito. ¿Has tenido éxito?
Gabriel se rio.
—Mucho éxito, querida —le dijo al oído, tanto por la música alta como por acercarse a ella—. Me gustaría invertir en ti, quiero que expongas en mi galería, pero no como una artista más, sino una exposición exclusiva…
Elena no se dejaba llevar por aquellos cantos de sirena, para ella era claro que él tenía algún tipo de interés.
—Graciela ya me prometió ayuda, tiene varios contactos y va a colocar mis obras —le respondió.
—No triunfarás nunca así —le aseguró Gabriel, llevando un mojito a su boca—, Graciela ya está vieja. Es muy conocida, es verdad, y tiene muchos amigos en este rumbo, pero con la edad ha perdido influencias y no creo que ella sea lo que tú necesites.
—¿Y qué es lo que yo necesito? —le espetó ella—. ¿A ti?
Gabriel frunció el ceño, no estaba acostumbrado a que le restaran valor de esa forma.
—Eso solo tú puedes responderlo —contestó con dignidad—, yo solo te extiendo mi mano, desinteresadamente…
Elena bebió un poco de su mojito, para distender el momento, estaba cansada y acababan de llegar, por lo que no le parecía que aquel fuera un lugar del cual fuese fácil salir.
—¿Vamos a bailar? —le preguntó Gabriel con una sonrisa.
Ella accedió, la música tenía un ritmo intenso, trepidante, y ella le siguió el paso a Gabriel, estaban frente a frente y a cierta distancia, moviéndose de un lado al otro, pero sin tocarse. Elena no se percató cuando fue que la música le permitió a Gabriel colocarse detrás de ella, pero cuando lo notó, sintió que él se restregaba contra sus nalgas de una manera muy poco discreta.
Elena por unos instantes lo permitió, a fin de cuentas, era una discoteca y ella había accedido a ir con él, pero mientras más se acercaba a ella, peor se sentía.
Dio dos pasos para volver a los asientos del reservado, pero Gabriel la jaló por el brazo y la hizo girar hacia él. No fue un ademán brusco, pero tampoco se lo esperaba. Él se acercó a ella y sintió su aliento etílico sobre su nariz… Enmarcó su rostro con las manos y la miró a los ojos.
—¿No la estás pasando bien? —gritó.
Ella asintió, pero se disculpó de inmediato.
—Estoy algo cansada… —le dijo.
—Está bien, princesa, regresemos al reservado y busquemos algo de intimidad.
Aquello a ella no le hizo gracia alguna, pero se dirigió hasta allí. Al menos en el reservado podían escucharse sin necesidad de gritar y estaban más cómodos. Gabriel ordenó dos mojitos más.
—¿No crees que esta noche has bebido de más? Recuerda que estás conduciendo…
—Estoy perfectamente —le respondió él—, si no lo estuviera cuando nos marchemos, accedo a pedir un taxi para irnos a casa.
—Tú a tu casa y yo a la mía —le corrigió Elena con seriedad.
Gabriel soltó una carcajada.
—¿Sabes que yo puedo hacerte ganar miles de euros con lo que más te gusta? —le tentó—. Con solo desearlo y puedes tenerlo frente a ti. Tengo muchos amigos en galerías europeas y puedo hacer de ti una pintora muy conocida.
—¿Me estás queriendo comprar? —le preguntó ella, más seria aún.
—Estoy haciendo una observación —Gabriel le tomó una mano—, porque quiero ayudarte. Podrás darte cuenta que a alguien como yo no le faltan mujeres, pero a nadie le propongo un trato como este. Es a ti, por tu talento, en quien pretendo invertir. Si algo sucede con nosotros esta noche es porque que ambos lo deseamos…
—No va a suceder nada con nosotros esta noche —contestó Elena—. Si me has invitado con ese propósito, debo advertirte que has perdido tu tiempo.
—Elena, por favor… —Gabriel le acarició el rostro con una mano.
Una chica morena llevó los tragos hasta la mesa de ellos.
—Iré al baño un momento y después de ese último mojito, quiero que me lleves a mi casa… —le dijo con carácter.
La chica terminó de recoger los vasos y se alejó de ellos.
—Está bien —le contestó su acompañante más serio—, nos tomamos este último trago, brindamos por el arte y te prometo que te llevo a tu casa antes de que la carroza de Cenicienta se convierta en calabaza —bromeó—. Luego, en otras circunstancias, hablaremos de negocios y te prometo que saldrás complacida con la propuesta que te haga…
Elena fue al sanitario más tranquila, entró a un cubículo, luego se lavó las manos y se echó agua en el rostro para refrescarse. Estaba un poco cansada, los zapatos le estaban matando y no veía la hora de acostarse a dormir. Cuando salió del sanitario, y a pocos metros de llegar al reservado, una mujer le interceptó.
Elena, por la ropa, se dio cuenta que era la chica morena que les había llevado las bebidas.
Elena la miró con expresión sorprendida, pero no preguntó nada a pesar de que la chica se había puesto en su camino de forma deliberada.
—Voy a darte un consejo, ya que nunca te había visto por aquí y pareces demasiado ingenua. Jamás bebas nada que no hayas vigilado todo el tiempo y... —dudó si decir lo demás—, si yo fuera tú, no me tomaría ese mojito…
Elena le dio las gracias, aunque se había quedado atónita con lo dicho por la joven, que se alejó lo más rápido que pudo de ella. El cerebro de Elena procesó con rapidez la información: al parecer, en su ausencia, Gabriel le había echado algo a la bebida y la camarera le había visto hacerlo. ¡Dios mío! Estaba asustada, y más aún luego de comprender lo que aquel hombre era capaz de hacerle… ¡Había sido tan estúpida al aceptar esa invitación!
Elena regresó a la mesa, estaba perdida en sus pensamientos y Gabriel se dio cuenta de algo le pasaba.
—Ven —le dijo dándole el vaso—, esto va a refrescarte un poco. Está delicioso, yo tuve que probar el mío ya.
—Lo siento —ella le miró a los ojos, pero era mejor no confrontarlo—, estoy algo mareada y es mejor que no beba.
—¡Tonterías! ¡Esto no te hará nada! —exclamó él mientras le colocaba el vaso casi en los ojos—. Anda, toma un poco, por darme gusto…
—No es no —le contestó ella con una ira contenida—, y me marcho.
—Ah no, preciosa —prosiguió Gabriel rodeándola con un brazo y con su fuerza, echándola hacia atrás en el asiento—, no vas a irte así…
Elena no pudo evitar la presión de la boca de Gabriel sobre la suya, le estaba dando un beso en contra de su voluntad mientras su mano exploraba su cuerpo por encima del vestido. Elena estaba horrorizada, pero reunió toda la fuerza que pudo y con ambos brazos logró separar a Gabriel de ella. Con un rápido ademán tomó su cartera y echó a correr.
Gabriel se levantó, extrañado ante su actitud, molesto e irritado a la vez, pero no desperdiciaría su noche cayéndole atrás a aquella mujer, cuando tantas se morían por satisfacerle esa noche y de muy buen grado.
Elena corrió hacia la planta baja, con las fuerzas que le quedaban, pensando en cómo regresaría a Carabanchel a esa hora de la madrugada. Es obvio que debía pedir un taxi, pero estaba tan asustada que, en medio de su desesperación, llamó a la única persona que podría ayudarla…
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top