Entonces se encapotó
El cielo se volvió gris justo cuando salió de casa y lo miró de modo divertido, como si le acabase de contar un chiste; en ese mismo momento, la persona a su lado tomaba aire soltando un "¡ah!", acompañado de una expresión de sorpresa que le desencajaba el rostro.
—¿¡Qué se supone que significa esto!? —exclamó con un tono que indicaba indignación, señalando al cielo con un dedo—. ¿¡Ah!? ¿Qué se supone? ¿No tuve una conversación con él ayer? ¡Dímelo!
A medida que seguíahablando, subía todavía más el tono de su voz, movía sus alas con mayor rapidez y la ira era palpable
—¿¡Cómo se atreve!?
Su compañera la miró, tratando de aparentar seriedad, y escondiendo la sonrisa que estaba pintada en su rostro hacía apenas unos segundos. Habría adorado reírse en su cara, pero apreciaba más su puesto de lo que podía detestarla.
—No lo sé, señorita —contestó, negando con la cabeza a las preguntas de su reina, sabiendo también que, de no hacerlo, podría acarrearle consecuencias.
—¡Es que voy ahora mismo! ¡Es que me va a escuchar! —sentenció y echó a volar, sin esperar ni un momento más, en dirección ascendente.
La que quedó atrás empezó a seguirla mientras debatía entre sentir pena por el regaño que le caería encima o admiración por Alwhar. Tal vez era una mezcla de las dos cosas. Y, cuando un trueno resonó, supo que había llegado la reina del sol a la puerta del susodicho, no precisamente con intenciones deslumbrar por su paciencia y amabilidad.
—¿¡Por qué!? ¿Por qué siempre es lo mismo contigo? ¿No te dije que evitases que tus esbirros saliesen por ahí el día de hoy? —Pisoteaba el aire repetidas veces, como si hubiese algo firme debajo de ella, con las manos en las caderas y las alas moviéndose a una velocidad imperceptible al ojo de cualquier ser.
Escarcha dorada caía y se desvanecía antes de tocar el suelo.
Sin embargo, frente a ella y de considerable tamaño en comparación, sentado cómodamente, la observaba Alwhar con una media sonrisa. Ya fuese porque sabía que eso iba a resultar así, o porque le divertía ver a una criatura tan pequeña plantársele en frente de ese modo.
—Oh, pero su majestad —respondió él, inclinándose hacia adelante para que su rostro quedase más cercano al de ella, como si por ser "diminuta" (como la había descrito otras veces) sus oídos no trabajasen del todo bien y necesitase acercarse más—, ¡si son incontrolables! Salen cuando les apetece y uno no le puede prohibir a los niños jugar, ¿no cree usted que es una crueldad?
—¡Crueldad! ¡Crueldad dice este! —exclamó entre riéndose y casi saltándole encima al gradullón para arrancarle las cejas. Optó por girarse hacía la puerta, donde estaba su dama de compañía—. ¿¡Lo has visto!?
La otra asintió, lentamente, dirigiéndole una mirada a Alwhar que la veía fijamente en busca de una comunicación:
"Es exasperante, ¿verdad?", preguntaba él.
"¿Qué te puedo decir?", cedía ella, con un dejo de diversión.
—¡Ahora mismo te ordeno que los detengas! —exigió con tono imperioso.
Alwhar pareció pensárselo, considerar sus opciones, y terminó negando con la cabeza, poniendo una expresión de pesar que resultaba extremadamente falsa.
—No se puede, ya están fuera, lo siento. —Se encogió de hombros—. Tal vez hoy sea mejor que regrese a su casa, a su flor, y se vuelva a refugiar entre sus pétalos. Le prometo que mañana cuidaré que esto no pase de nuevo. —Esbozó una sonrisa condescendiente.
Eso empeoró las cosas, la pequeña criatura pareció brillar con más fuerza, pero...
—Bien —dijo contra todo pronóstico, sorprendiendo a las dos personas presentes—. Bien, te lo dejo pasar, Alwhar. Sí, sí, te lo dejo pasar... Pero ten en cuenta que hablaré con Rüzgar al respecto, a ver qué me aconseja él.
La expresión de Alwhar se descompuso.
—No serías capaz de...
—¿No lo sería? —preguntó ella, dejando escapar una risa—. Inténtalo entonces.
—¡Espera! ¡Espera, Selka!
Pero ella no esperó y se dio media vuelta con una sonrisa de satisfacción.
—¡Selka, no! Sabes que él haría volar lejos a mis...
—¡Claro que lo sé! Pero te dije que no los dejases sueltos.—Pareció perder un poco la compostura recobrada mientras decía esto, mirándolo por sobre el hombro— . Así que procura disfrutar del día soleado de mañana, ¿sí? Y cuida a tus pequeños, no resulte que Rüzgar le den ganas de soplar. —Sonrió con increíble dulzura, casi con benevolencia.
Ella no perdía.
—Vamos —soltó a su criada y ambas salieron de ahí.
Se había asegurado de que mañana el cielo no estuviese gris una vez que saliese de casa.
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